lunes, 13 de agosto de 2012

Los toros y el maltrato animal


Con alguna frecuencia, las redes sociales se pueblan de campañas contra las corridas de toros. "Suben" entonces close-up de animales ensangrentados, a punto de morir. Semejantes imágenes son subrayadas por frases como: "¿dónde ves el arte?" en una obvia contraposición de que la crueldad explícita en la dramática imagen no puede ser arte, como insisten los taurófilos al defender la fiesta brava.


Se pone pues el acento en el sufrimiento del animal para horrorizar al respetable exaltando sus sentimientos de lástima y ganar adeptos hacia una causa --la suspensión de las corridas de toros-- por considerarse un espectáculo cruel y despiadado. No está mal.

Esas buenas conciencias han de creer que la carne --de cerdo, res, pollo, pescado, conejo, etc-- que degustan en sus mesas no son producto del sufrimiento que implica el sacrificio masivo de esas especies que tiene lugar a diario en granjas, establos o rastros.

O acaso se sosiegan al pensar que ese sufrimiento sí está justificado porque tiene un fin reputado como superior: la manutención de la especie. Argumento que no oculta su antropocentrismo al implicar que la humana, por ser superior, debe prevalecer sobre el resto, incluso a costa de canibalizarlas.  

En la plaza, en cambio, según eso, se mata por matar a un animal indefenso al que primero se le infringe castigo y sufrimiento. Así presentado, el asunto resulta, en efecto, abominable.

No lo es, sin embargo. En el ruedo rigen reglas muy estrictas que atemperan las ventajas que presumiblemente da la inteligencia humana sobre un bravo al que, por cierto, se ha criado durante cuatro años con cuidados extremos para que desarrolle sus condiciones de bravura, fuerza y peligro, en las que sin duda supera al lidiador.

Ahí, en el centro del ruedo, donde no hay refugio para nadie, el diestro está obligado a atornillar sus zapatillas en la arena, no moverse, aguantar en un palmo de terreno las pesadas embestidas del animal, armado sólo con un paño rojo que, por cierto, no es para dar trapazos o hurtar el cuerpo al peligro, sino para, situado el diestro en los terrenos del toro, entre los pitones donde no hay ventaja posible, templar la acometida llevando las astas cosidas a la muleta, pero sin que éstas la alcancen nunca.

Tampoco se les mata de cualquier modo. La espada ha de entrar en el llamado hoyo de las agujas, en el morriño del animal y para alcanzarlo, el torero ha de poner el pecho. Es quizá el momento en que mas igualadas están las condiciones.

Párece alguien delante de un toro y se impondrá no sólo de su altura, sino del hecho de que para llegar al sitio de la muerte se han de sortear dos puntiagudas aduanas en movimiento. El encuentro en la llamada suerte suprema es casi cuerpo a cuerpo, pues al momento del cite la muleta se lía sobre el estaquillador y ahí no hay ventaja.   

No digo que no haya dolor en el animal, lo que afirmo es que no se le mata vilmente, como quizá con buena fe, pero con mucha ignorancia, pretenden quienes abogan por la cancelación de las corridas. El toro de lidia es un animal de combate, esa es su naturaleza. Está diseñado para el ataque.

Diseñado, sí, porque los cuidados y los estudios de mejoramiento genético de esa especie han evitado su extinción, la cual ocurriría si se cancelan las corridas, y nadie se ocupara de su crianza. Así, quienes abogan por la cancelación de las corridas de toros me hacen el efecto de aquel que para deshacerse de una mosca utiliza un cañón. La desproporción es tal que se deshace del bicho, pero genera un daño mayor.

Durante los cuatro años que pace en las dehesas antes de partir a la plaza, el toro vive, a diferencia de otras especies, como veremos, en su ámbito natural, a campo abierto, sin hacinamientos, rodeado de los más extremos cuidados en cuanto a alimentación, salud y reproducción. No padecen los trastornos fisiológicos de las especies engordadas o crecidas  artificialmente.

En contraste con lo anterior, Foreign Affairs, revista publicada por el Consejo de Relaciones Exteriores, un think tank estadounidense, publicó en su edición de marzo-abril un artículo titulado "La globalización del bienestar animal". No estaría demás que lo leyeran quienes por estos días presionan para que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal prohiba las corridas de toros en la ciudad de México.

El texto, escrito por Miyun Park y Peter Singer, señala que de acuerdo con el Banco Mundial, la demanda global ha incrementado la producción de carne en el mundo en desarrollo casi al triple entre 1980 y 2002, al pasar de 45 millones a 134 millones de toneladas.

Datos de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indican que desde principios de los años 60 el consumo de leche casi se ha duplicado, el de carne creció más del triple y el consumo de huevo se multiplicó por cinco.

Para satisfacer esta demanda, sólo en 2009 más de 60 millones de animales fueron sacrificados (la cifra incluye aproximadamente 52 millones de pollos, 1.34 millones de cerdos, 656 mil pavos, 521 mil ovejas, 403 mil cabras y 298 mil reses). Adicionalmente, ese año se produjeron 1.18 billones de huevos para alimentación.

Estas cifras han producido una alerta global acerca de las condiciones en que viven estos animales. La mayoría de los productos de origen animal en el mundo son suministrados por sistemas de confinamiento intensivo, los cuales niegan a los animales la oportunidad de vivir de un modo adecuado y de acuerdo con el comportamiento normal de su especie.

Debido a que el apetito mundial por carne, huevo y leche ha crecido, el sistema de confinamiento intensivo para la producción animal --inicialmente desarrollado en Europa y norteamérica tras la Segunda Guerra Mundial-- ha continuado suplantando las prácticas tradicionales aplicadas en las granjas.

Hoy los sistemas industriales producen alrededor de dos terceras partes de la producción mundial de aves, carne y huevo, así como más de la mitad de carne de cerdo.

Estos métodos industriales provocan severas limitaciones a los animales en términos de espacio y de su capacidad para desarrollar un comportamiento natural. Dado el alto número de pollos que son criados para alimentación y producción de huevo cada año, podría decirse que la inductria avícola es la principal violadora del bienestar animal.

Las gallinas ponedoras, por ejemplo, son manntenidas estériles y encerradas en mallas metálicas conocidas como jaulas para la explotación avícola intensiva. Estas jaulas son tan pequeñas que si incluso hubiera una gallina en cada una, sería incapaz de  extender y batir sus alas. Y con frecuencia hay al menos cuatro, si no es que más gallinas por jaula. Adicionalmente, estos animales jamás ven la luz del día, pues permanecen confinadas en lugares iluminadas con luz artificial para estimular su producción.

En tales condiciones de hacinamiento, las aves son incapaces de establecer su acostumbrada jerarquía social: las gallinas subordinadas no tienen forma de aislarse por sí mismas de sus dominantes compañeras de celda y como resultado es probable que tengan sus alas y cuerpos picoteados por las gallinas dominantes con lo cual quedan heridas e incluso mueren.

En lugar de proporcionar más espacio a las aves para minimizar el daño por picotazos, muchos productores de huevo lo que hacen es quemar porciones del pico de las gallinas con una navaja caliente y raras veces, si acaso, con anestesia.

La Unión Europea proscribió el uso de jaulas de esterilidad al inicio de 2012. Los productores europeos deben ahora utilizar jaulas de ambiente libre o como mínimo jaulas acondicionadas con cajas para nidos, lo cual permitiría a las gallinas satisfacer al menos algunos de sus comportamientos intintivos. Aunque estas cajas son una mejora, aun mantienen a las gallinas en confinamiento instintivo sin posibilidades de comportarse del modo en que les dicta su instinto.

La abrumadora mayoría de pollos criados para carne, también son tratados en condiciones restrictivas, con frecuencia en largos establos que pueden albergar más de 20 mil aves. Es tal la densidad que cada pollo tiene solo tanto espacio como el equivalente a una sencilla hoja de papel tamaño carta.

Además de las limitaciones impuestas a su bienestar por tales prácticas de confinamiento, el uso extendido de la reproducción selectiva tiene un impacto adverso en el bienestar de decenas de millones de animales cada año.

Por ponerlo simple: los pollos son forzados a crecer mucho más gordos y mucho más rápido de lo que es natural y saludable. En 1925 los pollos alcanzaron 2.5 gramos en aproximadamente 16 semanas; hoy, por exigencias comerciales alcanzan 5.5 gramos en menos de siete semanas.

Esas antinaturales y rápidas tasas de crecimiento dejan a muchos pollos debilitados, sufriendo de huesos deformados, anomalías en su forma de andar, ruptura de tendones y enfermedades metabólicas, aunque sean sacrificados cuando, en efecto, todavía son jóvenes. Alcanzan el peso para el matadero aproximadamente a los 42 días de edad, muchas aves no pueden caminar apropiadamente y sufren otras dolencias porque sus todavía inmaduros huesos no pueden soportar sus anormalmente pesados cuerpos.

Hasta aquí el artículo. No se trata desde luego de ver quien maltrata más. Se trata de hacer notar que
así como nadie acude a una plaza para solazarse con el sufrimiento de una bestia, como parecen sugerir quienes se oponen a las corridas, en el ámbito taurino, tanto por criadores, toreros y públicos, el toro es un animal respetadísimo y cuidadísimo desde la cuna hasta que sale al ruedo donde encuentra una muerte mucho más digna que la de otras especies. Esas sobre las que nadie dice nada.



1 comentario:

  1. Pues que crees Jaime, este es otro de tus mejores post que te he leído. Me ha encantado la comparación que has hecho y que creo que muchos ambientalistas no acaban de entender con esto te acabo de decir que mi gusto por las corridas es mucho cada Abril mínimo voy a una y no me arrepiento.
    Mucho tiempo estuve ligada a ese ambiente y me empapé de él al grado de entender lo que ahí se hace y coincido al cien con tu escrito más no sé si con tu gusto, así como también coincido con este otro compañero: http://jholaguepersonal.blogspot.mx/2012/08/sangre-brava-sangre-mansa-o-unos-tacos.html?showComment=1344919019723 y me pongo a pensar: realmente los defensores de los animales serán vegetarianos?
    Alguna vez conocí a personas que trabajan en la matanza de animales y cuando me platicaron como lo hacían duré muchísimo tiempo deprimida porque ahi si que sufren, sin embargo ahora que se me ha olvidado; que rico sabe el pollo y el puerco.
    Los defensores de los animales pensaran que se les pide permiso para comer su carne o se la chutan reagusto en los tacos al pastor o de barbacoa?
    Hábía que ver.................
    y si vengo a tu blog a leerte eh!
    Pero donde gustes dejarme tu retroalimentación es bienvenida.11v Saludos

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