martes, 13 de marzo de 2012

¿Qué tanto saben los electores mexicanos?

Está en curso una campaña del Instituto Federal Electoral (IFE) en que llama a los ciudadanos mexicanos a comparar las propuestas de quienes buscarán un puesto de elección popular en las elecciones del próximo 1 de julio, para elegir "las que mejor resuelvan los problemas de tu comunidad".

¿Están esos ciudadanos en condiciones de discernir, en efecto, cuáles son las mejores propuestas? ¿Con qué criterio podrá alguien, por ejemplo, decidir qué candidato presidencial tiene la mejor fórmula para mejorar la economía de las familias y lograr el desarrollo económico del país? ¿Tienen esos millones de votantes elementos para dictaminar qué proyecto educativo es el mejor?

O en todo caso ¿cómo eligen los mexicanos? es decir, ¿qué toman en cuenta para decidir su voto? Se basan en las propuestas de los candidatos? ¿en la influencia de su grupo social o de su círculo íntimo? ¿En lo que presentan los medios?

No he visto ninguna encuesta que mida o indague esas cuestiones. Lo que registro, en cambio, es una completa desesperanza e incredulidad. La gente no sabe por quien votar porque "todos son iguales", "Unos roban más que otros", "no hay ni a cual irle", "Una vez arriba se olvidan de uno", "De todos modos nada va a cambiar".

La desesperanza proviene de carecer esos votantes de referentes, de no saber en qué fijarse para decidirse por unos o por otros; de la intuición más o menos extendida de que el voto no servirá para decidir nada importante.

Lo que parece claro es que sólo muy pocos sufragan con base en los programas de gobierno propuestos. Y si no ¿cómo se explica el hecho de que aún sin conocerse las ofertas de campaña, la mayoría de las encuestas indiquen que el candidato del PRI encabeza las preferencias electorales? ¿Con base en qué esos encuestados se inclinan supuestamente por ese abanderado?

No parece tratarse entonces de un voto razonado, lo cual concuerda con el hecho de que tenemos una sociedad con una precaria cultura política y con un rezago educativo que alcanza, según datos del INEA, a 33.4 millones de personas.

Y es que el aparentemente sencillo acto de acudir a una casilla electoral y cruzar una papeleta en favor de un candidato, requiere de mucho estudio previo. Por principio de cuentas ¿saben los electores mexicanos que en la actual etapa del capitalismo financiero globalizador los países no son plenamente soberanos (véanse los casos de Grecia, España e Italia) y que las políticas económicas del candidato puntero no pueden ni plantean salirse del esquema internacional diseñado para la exclusión de las mayorías --de las que esos votantes forman parte-- y para la prosperidad de sólo unos cuantos?

¿Estarán, por ventura, al tanto de que el enfoque educativo adoptado por México (competencias y habilidades) es una imposición externa cuya aplicación aquí se ha traducido en un adelgazamiento de los contenidos, de los planes de estudio y que por eso nuestros niños y jóvenes carecen de conceptos, de razonamiento abstracto y matemático, y de conocimientos básicos en geografía, historia, y gramática?

¿Sabrá la masa de votantes que el país forma parte de un sistema-mundo, como lo llama Immanuel Wallerstein, y que deberá evaluar a los candidatos y sus propuestas en función de qué tanto responden a los intereses que dominan ese sistema y qué tanto a los propios?

Como se ve, votar no es un acto sencillo. Y para hacerlo con eficacia se requiere de saberes específicos que rebasan el ámbito de lo local, de las percepciones o de la añoranza distorcionada del pasado ¿Están los electores mexicanos listos para ello?