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jueves, 24 de noviembre de 2011

La Jornada, Krauze y el ministro Lelo

Es difícil no ver en el fallo emitido ayer por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en contra del periòdico La Jornada y en favor de la revista Letras Libres, la forma en cómo se expresa en el México de nuestros días la lucha entre el sistema dominante y quienes se le oponen.

Más allá de las formalidades jurídicas --que también éstas fueron atropelladas-- quedó de manifiesto el designio de castigar a un medio de comunicación crítico que mediante el registro cotidiano de las imposturas de los poderosos, escapa a la uniformidad informativa y opinativa que priva en nuestro medio.

En efecto, lo que La Jornada representa en el periodismo mexicano es lo que el periodista chileno Pedro Santander ha definido respecto de la función del oficio de informar: esa voluntad  por investigar y desnudar la trama que tejen permanentemente los poderosos (gobiernos y corporaciones o poderes fácticos) para mantener su hegemonía a cualquier precio.

Entrevistado esta mañana por Carmen Aristegui, Enrique Krauze, el director de Letras Libres, confirmó mediante una frase, que eso es precisamente lo que molesta a los poderes establecidos y al conglomerado de intereses empresariales, políticos y mediáticos a los que el historiador y su revista están adscritos. Dijo que el periódico que dirige Carmen Lira está siempre de lado de los movimientos sociales revolucionarios. Y aunque llamó a desterrar el odio del debate público, enseguida calificó de estalinista al diario que lo demandó por difamación.

Parapetado tras una argucia verbal, Krauze pretendió explicar que el término "cómplice" utilizado en el texto en que Fernando García Ramírez acusó al periódico de estar "al servicio de asesinos hipernacionalistas", debe ser considerado en su acepción de "simpatizar alguien con algo", pues, dijo, es evidente que la línea editorial del diario "simpatiza" con el grupo separatista español ETA.

La aseveración muestra que o bien Krauze es un ignorante o es un cínico, porque el término "cómplice" tiene una connotación y una consecuencia jurídica, pues implica la imputación de una conducta ilícita tipificada en el Código Penal. De acuerdo con la teoría del Derecho del historiador, de aquí en adelante ningún cómplice, por ejemplo de secuestro, podrá ser imputado penalmente, pues le bastará con alegar que su condición no era la de coadyuvante en el delito, sino que sólo participó como "simpatizante".

El dictamen del ministro Arturo Saldívar Lelo de Larrea es, a su vez, un atropello sin más al sentido común y al sentido jurídico, pero sobre todo, a la letra del texto constitucional que no prevé, como argulló el juzgador la preeminencia del derecho a la libertad de expresión por sobre el derecho al honor.

Cuando la razón se ausenta, aparecen los sinsentidos. Eso ocurrió con los ministros de la Corte. El designio era liberar de la acusación a Letras Libres y los intereses que representa. Desde esa perspectiva el asunto era menos un tema jurídico y de justicia que ideológico. Aunque todavía haya quien lo niegue. Por eso prevaleció la irracionalidad de la resolución.




viernes, 16 de enero de 2009

Fuego amigo


El embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, escuchó atónito la pregunta: "Algunos análisis de inteligencia dicen que la violencia desenfrenada y la corrupción gubernamental en México lo han convertido en un Estado fallido. ¿qué opina de eso?"

Esa entrevista, junto con otros materiales dedicados a nuestro país, se incluyeron en la edición de diciembre de la revista Forbes, cuyo artículo de portada reza: El desmoronamiento mexicano.

En algunos círculos de opinión de aquí, ese y otros pronunciamientos recientes del stablishment estadounidense se interpretan como una campaña con miras a propiciar una mayor injerencia en las decisiones que se adoptan de este lado de la frontera, ante lo que se considera el fracaso de la batalla contra el narcotráfico.

A su vez, el stablishment mexicano respondió en voz de uno de sus representantes mejor posicionados. El historiador Enrique Krauze se queja de lo que considera una "falsa e injusta visión" (Reforma 11/I/09), pero lo hace de una manera falaz.

"La defensa de nuestra imagen" que intenta Krauze asombra por su absoluta falta de rigor. Pero importa desmenuzarla porque refleja una visión y acaso un proyecto que no comparten las mayorías empobrecidas de este país, y porque ese desencuentro entre la percepción de las élites domésticas y la de sus gobernados constituye la principal causa de debilidad del país ante el narcotráfico y las ambiciones del vecino del Norte.

Dice Krauze que tenemos el mérito de haber construido en sólo dos décadas una economía abierta, diversificada y parcialmente moderna, pero que --añadamos nosotros-- destruyó cadenas productivas, entregó el control de la banca nacional al agio internacional y arruinó el campo.

Lo de economía diversificada es otro mito, por decirlo con palabras que no ofendan al pudor, pues en el documento Situación y perspectivas para la economía mundial 2009, la ONU señala que México será muy afectado por su liga con Estados Unidos, tanto, que su economía podría decrecer este año 1.2 por ciento.

Eleva Krauze al rango de "hazaña" (¡oh, sí!) el haber logrado una "aterciopelada" transición democrática, como si de ese material sedoso hubieran sido las balas disparadas en las matanzas, aún impunes, de Acteal y Aguas Blancas, amén de las que cegaron la vida de decenas de opositores asesinados durante el salinato.

Basado más en recursos retóricos que en realidades establece que el país de la alquimia electoral creó el IFE, como si no hubiera sido ese instituto y su incondicionalidad al poder el responsable de que se perdiera la concordia nacional de que ahora se lamenta el historiador.

En su alegre recuento señala que el país de la transa y la corrupción introdujo una ley de transparencia, como si con ella hubieran desaparecido mágicamente tales vicios. Pasa por alto el vendedor de las biografías del poder que México sigue mal calificado en los principales índices internacionales de corrupción, como Amnistía Internacional, Global Integrity y el Barómetro de las Américas.

El tierno candor que transpira Krauze recuerda la ciega confianza de los criollos novohispanos en la ley, de la cual hace mofa Jorge Ibarguengoitia en Los pasos de López. Como si para cambiar la realidad bastara con redactar un documento y firmarlo.

El país de la dictadura perfecta, añade el escritor, instauró las más amplias libertades cívicas, como si ignorara los frecuentes ataques a la libertad de expresión (apenas ayer el ayuntamiento panista de Guanajuato anunció que multará con mil quinientos pesos a quienes sean sorprendidos besándose en la vía pública. Y en un tic de hipocrecía apenas disimulado, el presidente nacional del PAN, el mismo que hace poco proclamó la consigna de guanajuatizar a México, no le quedó más que salir a los medios para tratar de desmarcarse de esa iniciativa).

Krauze parece adscribirse a la filosofía del "haiga sido como haiga sido" cuando en su texto trata de matizar los "éxitos" del país de un plumazo: bueno, todo esto se logró no sin "sobresaltos, injusticias, errores y excesos".

Lo que llama, en fin, la atención en el texto del columnista de Reforma es su intento de envolverse en la bandera nacional para emprender la defensa de un gobierno profundamente antinacionalista que aceptó la ayuda estadounidense mediante la estrategia intervencionista denominada Iniciativa Mérida para el combate al narcotráfico y al crimen organizado.

Como se sabe, en octubre de 2007 la administración Bush incluyó esos recursos como un anexo a su propuesta de gastos adicionales para las intervenciones en Irak y Afganistan, con lo que tácitamente se considera que el grado de conflictividad en los tres países es similar. No se protestó por ese hecho entonces. Y ahora se llaman a sorpresa porque en los círculos de poder estadounidense se cataloga al país como un Estado débil y fracasado.

Al referirse al narcotráfico Krauze se queja de que sea, entre otras cosas, una guerra sin ideología. El señalamiento tiene mucho de paradójico. Proviene de alguien que frecuentemente descalifica a los críticos del oficialismo porque atribuye a sus reclamos tintes ideológicos.

La única ideología de los narcotraficantes es el dinero. Están dispuestos a matar y morir por él. Son prácticos, como le gusta a Krauze que sean los opositores. Son, en ese aspecto, un producto del capitalismo. Así que el fenómeno no puede condenarse y a la vez dejar intactos o hacerse de la vista gorda acerca de los fundamentos del sistema que les insufla vida. Sería como tratar de erradicar un virus dejando vivas las cepas que lo producen.

Hoy mismo (viernes), La Jornada publica un reporte del Comando Conjunto de las Fuerzas de Estados Unidos que insiste en colocar a México al lado de Pakistán como dos estados grandes e importantes que estarían ante "la posibilidad de un colapso rápido y repentino".

El informe añade una amenaza nada velada: "Cualquier descenso de México al caos demandará una respuesta estadounidense basada únicamente en las serias implicaciones para la seguridad de la patria (Estados Unidos)".

Nadie puede celebrar que estas situaciones se estén produciendo. Pero Krauze, como historiador, debe saber que cualquier país o movimiento fracasa sin una base social amplia que lo respalde. El señor Calderón carece de ese sustento. Malo para el país que así sea.

Hacia el final de su defensa Krauze considera que la frase bíblica formulada por Lincoln parece destinada a nosotros: "una casa dividida contra sí misma no puede sobrevivir". En efecto, sólo que la unidad debe siempre tener un sustrato de justicia e igualdad no sólo jurídicas, sino reales.

A propósito de sentencias bíblicas, nada mejor que concluir con otra que el señor inaugurador de encuentros clericales familiares y sus adláteres deberían releer: "Quien turba su casa heredará el viento".