jueves, 31 de mayo de 2012

AMLO y la charola

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se encuentra quizá en el mejor momento de la campaña. Una encuesta divulgada hoy por el periódico Reforma lo sitúa a sólo cuatro puntos de Enrique Peña Nieto.

Lo malo para el tabasqueño es que coincide con la revelación de una grabación en que presuntos colaboradores suyos podrían haber incurrido en un delito electoral al solicitar a particulares la aportación de fondos (seis millones de dólares, unos 85 millones de pesos) que rebasan el monto máximo permitido por la ley para aportaciones de particulares (unos 30 millones de pesos).

Si, como parece, la ahora famosa cena tuvo lugar en los términos en que revela la grabación, estaríamos ante un error de graves consecuencias para el candidato de las llamadas izquierdas, en momentos en que debiera estar prohíbido a los equipos de campaña  incurrir en dislates semejantes por encontrarnos ya en la recta final de la etapa proselitista.

AMLO y su equipo están obligados a demostrar que, en efecto, nada tienen que ver con esa petición de recursos y que no se formuló con su aval. Para ello no basta un deslinde de palabra. Ello porque quienes estuvieron en esa cena el pasado 24 de mayo son colaboradores cercanísimos, como el cineasta Luis Mandoki,  Adolfo Hellmund, propuesto como secretario de Energía en el gabinete del perredista y quien es señalado como estratega de la campaña, Luis Costa Bonino.

Hasta ahora la respuesta de esos participantes ha sido débil, vaga y hasta equívoca. Mandoki aseguró que no hubo nada ilegal en la reunión; Costa Bonino dijo que el audio divulgado por el periódico El Universal es "clandestino, ilegal y editado", como si esa circunstancia le restara realidad al hecho incontrovertible y hasta ahora no negado de que sí se solicitó esa aportación.

Andrés Manuel estaría obligado no sólo a desautorizar a quienes en su nombre solicitaron dinero, sino incluso a demandarlos por los delitos que resulten, pues de acuerdo con el audio, el estratega habría sugerido a los probables aportantes que el candidato estaría complacido con su ayuda y que a cambio podría reunirse con ellos para escuchar sus necesidades.

Estaríamos ante un ofrecimiento con tufo a corrupción, cuyo combate ha sido el eje del discurso político de AMLO durante años, la bandera que lo mantiene vigente en el escenario político nacional y que ahora lo está acercando de nuevo a la posibilidad de un triunfo electoral.

Por ello, tendrían que demostrar fehacientemente no la ilegalidad de la grabación sino, si fuera el caso, su tramposa edición. Si no fuera así debería denunciar el intento de sus colaboradores para despejar cualquier duda de complicidad, algo similiar a lo que ocurrió cuando su secretario de Finanzas en la jefatura del Gobierno del D.F, Gustavo Ponce Meléndez, fue pillado en un centro de apuestas de Las Vegas, jugando con cargo al erario público.

Sería una forma de evitar que este obús sea utilizado en los próximos espots de sus contrincantes y de cara al cercano debate entre candidatos y de que, en fin, dé en la línea de flotación de una campaña que por fin parece que empieza a despegar. 

Como están de cerradas las cosas, eludir sin raspaduras este affair podría significar la diferencia entre ser Presidente o irse a la ya famosa finca lejana que posee.

lunes, 21 de mayo de 2012

Calderón invisible

No recuerdo si fue en "El abanico de Lady Windermere" o en "Un marido ideal", donde Oscar Wilde hace decir a una de sus personajes, a propósito de la falta de celos de su cónyuge, lo siguiente (cito de memoria):
--Nuestros maridos nos lo perdonan todo y en cuanto a tener confianza en nosotras tienen ya tanta que resulta trágico.

Algo parecido ocurre con Felipe Calderón. Viajero frecuente desde que se inició para el gobierno la veda electoral (como si el quehacer presidencial se redujera a declarar a diario y a falta de esta posibilidad el ocupante de Los Pinos no encontrara nada mejor qué hacer que viajar al extranjero a costa del erario público), el michoacano se alcanzó la puntada de declarar algo para hacerse notar y recordarnos que aún está allí.

Así, en la Cumbre de la Comunidad del Caribe (Caricom), celebrada hoy en la isla de Barbados, dijo --a propósito de las marchas del fin de semana contra Enrique Peña Nieto-- que a diferencia de lo que ocurre en otros países del mundo, en México las protestas callejeras no son contra el Presidente sino contra otros actores.

Tiene razón. Pero ello no es porque todos aprueben su gestión, como trata de sugerir su dicho, sino porque ha dejado de ser interlocutor válido de la sociedad. Calderón ya no existe para nadie. Ya no es tenido en cuenta ni siquiera para reclamarle.

El sexenio nunca despegó y de hecho concluyó en 2009 con la derrota electoral en los comicios intermedios, que le arrebataron a él y a su partido el control del Congreso. Los actores sociales y políticos ya están en otra frecuencia: trabajando, cuestionando o discutiendo con los candidatos de entre los cuales surgirá el próximo Presidente.

Calderón ya perdió interlocusión. Lo sabe y le afecta. Ha dejado de ser factor aun antes de que se realice la elección de su sustituto. Está aislado y empieza a sentir la pérdida, el desvanecimiento de su poder. Invisible para casi todos, excluido de los reflectores, cree aprovechar en su favor el clima de protesta de los últimos días para hacer notar una supuesta popularidad.

En realidad su situación actual se parece mucho a la de un cadáver político que aún no se percata de su condición, como el doctor Malcom, el protagonista de la cinta Sexto sentido, que interactúa con el mundo de los vivos sin percatarse que murió desde que un paciente inadaptado le disparó un tiro al principio de la historia. Así con Calderón.

Como el personaje de Wilde, el que nadie proteste contra él antes que una virtud resulta más bien trágico.

domingo, 20 de mayo de 2012

Por qué piensan votar PRI

Una de las consejas más extendidas que explican por qué amplios sectores de votantes favorecerían el regreso del PRI a Los Pinos, tiene que ver con el factor económico.

Es frecuente escuchar a las personas decir que si bien los priistas eran y son un atajo de rateros dejaban que escurriera algo del botín. En cambio --se completa el "argumento"-- los del PAN sólo roban para ellos.

Ese mito popular se explica por la desesperación que  ahoga a comerciantes, autoempleados y micro-empresarios para quienes cada vez es más difícil obtener alguna ganancia de su trabajo.

La señora Vírgen Torres, locataria del mercado Benito Juárez, en Azcapotzalco, no sabe de porcentajes. Pero sí sabe que debido a que dos días a la semana tiene que contender con otros tantos mercados ambulantes que se instalan en los alrededores, sus ventas son cada vez menores.

Don Valentín González vende rosas en el crucero que conforman las calles Francisco Morazán, Fray Servando y Boulevar aeropuerto. Rememora: "hace 10 años llegaba a vender 600 ramos en un viernes; hoy no los vendo ni en una semana.

Ese es el tipo de situaciones que ocurren en la economía real y que están conduciendo a mucha gente a añorar otros tiempos. Lo que está operando en el imaginario popular es un curioso mecanismo psicológico que procura salidas ante la desesperante situación económica actual.

Ello los lleva a idealizar un pasado en realidad inexistente, porque más allá de las percepciones, fue el propio PRI el partido que puso las bases de lo que hoy vivimos al adoptar e implantar aquí el modelo neoliberal dictado desde los centros mundiales de poder.

El PAN --profesante de la misma doctrina, de ahí que se diga, con razón, que ambos partidos son una y la misma cosa-- no ha hecho sino continuar y profundizar la política económica consustancial a ese modelo.

Con algunos matices, si el PRI hubiera gobernado estos 12 años, la situación no sería distinta de la que prevalece porque con Miguel De la Madrid y luego con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo se inició el ciclo que ya no permite dejar que "escurra" parte del botín hacia la sociedad.

Ello así, porque la nuez del modelo neoliberal impuesto por la globalización consiste en incrementar la rentabilidad del capital aun a costa de estragar a los pueblos (véanse al efecto los casos de Grecia, España e Italia). La gente no lo recuerda, pero ya desde los tiempos del PRI se había dejado de "salpicar" al resto de la sociedad lo que "arriba" se robaban.

Así las cosas, lo que está ocurriendo en amplios sectores de la población es un falso recuerdo aderezado con falta de información y una débil memoria histórica: es decir, tendemos a tergiversar nuestro propio recuerdo idealizando situaciones pasadas que nunca existieron como tales (ideales), como una forma de fuga hacia adelante ante una realidad que obsesiona y oprime porque no se atisban salidas ni prontas ni fáciles.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Pedro Páramo revisitado

Al cumplirse este 16 de mayo el 95 aniversario del nacimiento de Juan Rulfo, ofrezco las posibilidades de lectura que encuentro en Pedro Páramo: el manejo del tiempo y el espacio; las aluciones simbólicas del relato y la figura del cacique.

Espacio y tiempo


En Pedro Páramo el tiempo y el espacio conforman una unidad espacio-temporal de múltiples dimensiones que se enrollan y desenrollan simultáneamente –como la lengua de aquella mujer, de la que Juan Preciado nos dice “que se trababa y destrababa al hablar” (p. 11)-- por lo que siempre tenemos la impresión de que la multitud de hechos que se suceden ocurren en este momento. El antes y el después parecen fundidos en una misma secuencia, de ahí la unidad espacio-tiempo.

Véase la escena en que el padre Rentaría no pudo dormir y sale a recorrer las calles solitarias de Comala. Durante su paseo recuerda el día que le entregó a Pedro Páramo un bebé (Miguel) parido por una mujer que murió al dar a luz y que al parecer es hijo del cacique. Enseguida se le ve al padre caminar hacia Contla y sin que apenas lo notemos ya está de regreso en su casa porque escuchamos a su sobrina Ana peguntarle dónde había estado.

De inmediato el recuerdo de Rentaría nos regresa a Contra, durante su entrevista con el padre del lugar quien se negó a confesarlo, y cuando tras despedirse del cura, se levanta y va hacia la puerta escuchamos de nuevo a Ana preguntarle: “¿Adónde va usted tío?” Y por esta intervención sabemos que su remembranza terminó y que ya está de nuevo dispuesto a salir a caminar y que sus pasos lo conducirán hasta la Media Luna para dar a Pedro Páramo el pésame por la muerte de Miguel, episodio de cuyos detalles ya nos habíamos enterado casi al principio del relato, pero que de nuevo “aparece” ante nosotros.

De regreso a su iglesia, lo vemos confesar a Dorotea, quien le revela que ella le “conchavaba” las mujeres al joven difunto.

Este encabalgamiento de hechos que están sucediendo “ahora” con otros que ocurrieron “antes”, pero que parecen estar teniendo lugar también en este momento, le dan a la trama un sentido de simultaneidad. Y en este suceder todo al mismo tiempo quedan anuladas las nociones de pasado y presente: todo se remite a la eternidad, es decir, a una dimensión en la que el tiempo no existe –tal vez porque no hay nadie que lo piense como tal ni lo sienta transcurrir-- o ha perdido sentido, como en Comala.

En esa dimensión de eternidad las secuencias no existen y todo es, como dirían los personajes de la novela, un puro transcurrir de recuerdos donde “el amanecer; la mañana; el mediodía y la noche (son) siempre los mismos”.

Ese amontonamiento de acontecimientos puede deberse a que las vidas de todos ocurren en apenas un breve espacio-temporal. Véase al efecto esta significativa frase que Rulfo deja caer en medio del relato así como si nada, como no queriendo la cosa: “El reloj de la iglesia dio las horas, una tras otra, una tras otra, como si se hubiera encogido el tiempo” (p. 16).

Y en ese “tiempo encogido” –que en la eternidad sería apenas un puntito negro, como los que se divisan en la lejanía, por el camino de Comala y que después se convierten en hombres que vienen en auxilio de Pedro Páramo, cuando Abundio lo ataca-- se apretuja y cabe todo lo que ocurre en la novela, incluso el regresar del propio tiempo ya bien avanzada la acción:

“Como si hubiera retrocedido el tiempo. Volví a ver la estrella junto a la luna. Las nubes deshaciéndose. Las parvadas de los tordos…El arriero que me decía: ‘¡búsque a doña Eduviges, si todavía vive!’”. (p. 47).


Simbolismo y mito

 
El descenso

Un simbolismo evidente en la novela es lo que pudiera considerarse un descenso de Juan Preciado al infierno que es Comala, un lugar situado simbólicamente “…sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno”, es decir, en la entrada, en el límite que separa la tierra del inframundo. Este límite, por lo demás, define una ambigüedad que recorrerá todo el relato: no se está ni aquí ni allá, es un lugar suspendido entre dos entidades donde esa misma indeterminación hace que todo parezca “como en espera de algo” (p. 9).

“¿Adónde va usted?” Pregunta Juan Preciado al arriero Abundo Martínez y éste responde: “Voy para abajo, señor”. Y ese descenso se acentúa: “…bajamos cada vez más. Habíamos dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire” (p. 9).

Ese hundirse en el “puro calor sin aire” parece aludir a otro simbolismo que da el tono a la novela: el descenso de los muertos al sepulcro, pues un signo de la vida es el aire que permite la actividad vital y allí, bajo la tierra, se carece de él.

Este simbolismo mítico del abajo/arriba se multiplicará a lo largo del texto en varias referencias:

“El aire soplaba allá arriba, aunque aquí abajo se convertía en calor” (p. 36)

“Sentí allá arriba la huella por donde había venido, como una herida abierta entre la negrura de los cerros” (p. 40).

“Siento como si alguien caminara sobre nosotros” (p. 52).


Abundio Martínez, el acompañante en el descenso, parece ser una especie de Caronte, el baquero de la muerte que, en la mitología griega, es el encargado de conducir a los muertos a través de la laguna Estigia, hasta el Hades.

Pero como, al parecer –porque en esta atmósfera nada hay de certidumbre—Juan Preciado aún no está muerto, el arriero es una especie de médium que comunica a ambos mundos, pues, como dirá más adelante Eduviges Dyada, “Nos contaba cómo andaban las cosas allá del otro lado del mundo, y seguramente a ellos les contaba cómo andábamos nosotros” (p. 17).

El incesto

Otro simbolismo mítico presente es la figura de los hermanos incestuosos con los que se topa Juan Preciado:

“--¿A dónde fue su marido?
--No es mi marido. Es mi hermano; aunque él no quiere que se sepa” (p. 44).

Aunque no queda claro el por qué de esta figura en la novela, aventuremos que se trata de una reminiscencia de la pareja original, el mito de Adán y Eva recobrado. Si estamos en un lugar donde el pecado es la norma, no podrían dejar de figurar a quienes se atribuye la fuente original del mal que parece mover a todos los hombres en el universo rulfiano.

Donis y su hermana se justifican porque no fueron ellos sino las circunstancias las que los condujeron al mal: “Yo le quise decir que la vida nos había juntado, acorralándonos y puesto uno junto al otro. Estábamos tan solos aquí, que los únicos éramos nosotros. Y de algún modo había que poblar el pueblo” (p. 45).

Además, resulta indicativo el hecho de que la mujer, la hermana, al contrario de su pareja, carezca de nombre, como si su humanidad se la otorgara sólo su carácter sexual. Digamos de paso que el sexo adquiere la forma de tabú al que sólo se le refiere por alusiones y desviaciones retóricas:

“¿Te fijas cómo se revuelca? Igual que si lo zangolotearan por dentro. Lo sé porque a mí me ha sucedido.
--¿Qué te ha sucedido a ti?
--Aquello.
--No sé de qué hablas
--No hablaría si no me acordara al ver a ése, rebulléndose, de lo que me sucedió a mí la primera vez que lo hiciste. Y de cómo me dolió y de lo mucho que me arrepentí de eso.
--¿De cual eso?
--De cómo me sentía apenas me hiciste aquello, que aunque tú no quieras yo supe que estaba mal hecho” (p. 42).

El parricidio

La novela concluye con la muerte de Pedro Páramo, el cual “se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras” (p. 101), luego de que, al parecer, Abundió Martínez, uno de los muchos hijos a los que el cacique abandonó –recuérdese como al principio, al mostrarle a Juan Preciado los vastos dominios pertenecientes a aquél, se queja: “Y es de él todo ese terrenal. El caso es que nuestras madres nos malparieron en un petate aunque éramos hijos de Pedro Páramo” (p. 10)— lo acuchilla cuando acude, borracho, “por una ayudadita para enterrar a mi muerta” (p. 99).

“Abundio siguió avanzando, dando traspiés, agachando la cabeza y a veces caminando en cuatro patas. Sentía que la tierra se retorcía, le daba vueltas y luego se le soltaba…hasta que llegó frente a la figura de un señor sentado junto a una puerta”

“La cara de Pedro Páramo se escondió debajo de las cobijas como si se escondiera de la luz, mientras que los gritos de Damiana se oían salir más repetidos, atravesando los campos: ¡Están matando a don Pedro!” (p. 99).

El cacique como presencia social

El Cacique es una presencia omnipresente en nuestros pueblos y regiones. De él como centro depende la economía del lugar: el comercio, las tierras, las leyes y las relaciones de parentesco; la prosperidad o la ruina de los lugareños; es juez que decide destinos; protege, encubre o abandona y juzga sobre la vida y la muerte de sus dominados.

Todo se diseña y se cumple conforme a su voluntad.

En el relato que nos ocupa, el tiempo referencial histórico o en el que ocurren los hechos narrados, comprende desde el porfiriato hasta mediados de la segunda década del siglo XX, pues por Dorotea venimos a saber que “…ya cuando le faltaba poco para morir (se refiere a Pedro Páramo) vinieron las guerras esas de los ‘cristeros’” (p. 67).

Se trata de un México al que los historiadores han caracterizado como un capitalismo feudal en el que los dueños de la tierra se convertían en la única autoridad en todos los ámbitos de la vida social de las regiones dominadas por ellos, y esto incluía ser dueños de las vidas de sus siervos o peones acasillados, para lo cual recurrían a la violencia  y al atropello:

“—La semana venidera irás con el Aldrete. Y le dices que recorra el lienzo. Ha invadido tierras de la Media Luna.
--Él hizo bien sus mediciones. A mí me consta
--Pues dile que se equivocó. Que estuvo mal calculado…
--¿Y las leyes?
--¿Cuáles leyes, Fulgor? La ley de ahora en adelante la vamos  hacer nosotros” (p. 36).

Esa presencia omnímoda es de tal magnitud que cuando el cacique decide acabar con la región en venganza por las fiestas que Comala organizó los días en que murió Susana San Juan, aquello se convierte en un páramo inservible:

“Desde entonces la tierra se quedó baldía y como en ruinas. Daba pena verla llenarse de achaques con tanta plaga que la invadió en cuanto la dejaron sola. De allá para acá se consumió la gente; se desbandaron los hombres en busca de otros ‘bebederos’” (p. 67).

Es de tal magnitud la influencia personal, que una decisión, un desánimo y un deseo de venganza personales acaban y condenan a la postración a todo un pueblo o una región.




viernes, 11 de mayo de 2012

Peña Nieto en la Ibero

José Carreño Carlón, el director de la División de Estudios Profesionales de la Universidad Iberoamericana, quizá deba renunciar en los próximos días, pues de acuerdo con lo que declaró esta tarde al noticiero en Radio fórmula de Joaquín López Dóriga, dirige una comunidad desinformada e ignorante de los problemas sociales que ocurren en el país e incapaz de ejercer un pensamiento crítico, valores mínimos que requiere todo aquel que se diga universitario.

Si bien Carreño Carlón no lo dijo en esos términos, esa idea quedó claramente implicada al tratar de formular un control de daños tras la bochornosa visita que realizó esta mañana a esa Universidad el candidato de la coalición Compromiso por México (PRI-PVEM) a la presidencia de la República, Enrique Peña Nieto.

El mexiquense fue duramente cuestionado por las graves violaciones a los derechos humanos ocurridas contra mujeres y hombres de San Salvador Atenco en 2005, cuando la policía estatal reprimió a quienes protestaban contra la expropiación de sus tierras para la construcción de un aeropuerto alterno al de la ciudad de México.

Peña Nieto asumió la responsabilidad de los hechos, luego de lo cual salió del campus acompañado por una multitud de estudiantes que lo increparon durante su recorrido hacia la salida con gritos de ¡Fuera, fuera! ¡La Ibero no te quiere!¡asesino! ¡asesino!

El hecho fue recogido por las redes sociales hasta convertir en twitter varios trending topic, como MeEscondoEn ElBañoComoEPN, Ibero, UIA y Pedro Joaquín Codwell.

Como en los viejo tiempos, el presidente del PRI, Pedro Joaquín Coldwell ha recurrido a minimizar el tropezón de su candidato afirmando que sólo se trató de "un puñado" de jóvenes, de expresiones de "intolerancia" e "incivilizadas" y deslizó una censura a la Ibero al señalar que ha abandonado el espíritu crítico, plural, pero respetuoso.

Menos pragmático, pero igualmente descalificador de los críticos, Carreño Carlón sostuvo en la entrevista referida, que ignora si los impugnadores de Peña Nieto eran de fuera, "lo que sí eran jóvenes entrenados fuera".

El ex vocero del presidente Carlos Salinas de Gortari y actual conductor de Agenda pública en Televisa, basa su afirmación en lo bien informados que estaban los alumnos que realizaron preguntas al candidato. Así que de acuerdo con el funcionario universitario resulta inverosímil que los estudiantes de esa Universidad tengan la información que les permita adoptar posiciones críticas frente al poder.

Digo que Carreño Carlón tendría que renunciar a su cargo porque tiene una pobre opinión de esa comunidad, contraria demás a la de la propia dirección del plantel que --a través de su cuenta de twitter (@IBERO_MX)-- puntualizó que: "Nuestros alumnos constituyen una comunidad universitaria informada, crítica y que no es ajena a la realidad del país".

El director de la División de Estudios Profesionales no piensa lo mismo. ¿Qué hace entonces en una universidad de jóvenes manipulables, que pueden ser "entrenados fuera" con aviesos propósitos?

martes, 1 de mayo de 2012

Televisoras y debate

Televisa y TV Azteca han decidido  no transmitir en sus cadenas nacionales el debate entre candidatos presidenciales programado por el Instituto Federal Electoral (IFE)  para el próximo domingo 6 de mayo a las 8 de la noche.

A esa hora, la empresa de Emilio Azcárraga transmitirá por canal 2, como cada domingo, el reality show Pequeños gigantes, en tanto que la televisora de Ricardo Salinas difundirá por canal 13 el partido de liguilla del torneo de clausura, Morelia vs Tigres de la UANL.

Si ese amago se concreta, estaremos ante una de las más descarnadas muestras del poder televisivo utilizado en contra del interés nacional  y el derecho a la información, perpetrada por unos concesionarios cuyo poder fáctico --paradójicamente-- deriva de la explotación comercial de un bien público, como lo es el espectro radioeléctrico, a través del cual cursan sus señales. 

La medida constituye un claro ajuste de cuentas de las televisoras contra los poderes constitucionales por la aprobación de la reforma electoral de 2007, que las privó del millonario negocio de la venta de espots a los partidos políticos y que prohibió a los particulares contratar espacios para propaganda electoral, como una forma de evitar los abusos de 2006 (recuérdese la campaña sucia patrocinada por el Consejo Coordinador Empresarial contra el candidato de la izquierda), y mantener la equidad en la contienda.

Se trata, por añadidura, de mantener alejados a los ciudadanos de los procesos de decisión política que les conciernen. En efecto, el conservadurismo y la despolitización de la sociedad que cotidianamente promueve el duopolio con su programación es coronado con esta nueva maniobra que podría privar a una vasta porción del electorado quizá del único foro que les serviría para normar su voto, más allá de los espots partidistas.

Silenciar el debate entre candidatos presidenciales tendría, además, el efecto de beneficiar al candidato favorito de los poderosos intereses que conforman la industria de la comunicación y el entretenimiento. Ello porque sin ese ejercicio de confrontación de ideas, los electores seguirían a merced del bombardeo de encuestas que un día sí y otro también, crean en la masa la percepción de que la elección ya está decidida y que por tanto no queda más que sumarse a la corriente pretendidamente mayoritaria.

Otro aspecto ominoso del episodio es la demostración palmaria del control que las televisoras ejercen sobre las audiencias y del favor que éstas les dispensan, pues sólo una pequeña porción de la ciudadanía se ha mostrado inconforme con la decisión de no transmitir el debate.

A la mayoría el asunto parece no importarle y hasta agradecen que no se les prive de su precaria diversión dominical, sin hacerse cargo de que en la emisión suprimida podría estarse decidiendo su vida real y no la de otros, como sucede en las telenovelas.

Se dirá que las empresas de televisión están en su derecho de manejar esos negocios de acuerdo con sus intereses  y que en esa libertad pueden elegir qué difundir. Sólo que no se trata de empresas cualquiera, sino de comunicación que cumplen --o deberían-- una función social: la de informar a la sociedad.

En último término la apuesta no es por el raiting, como escribió Salinas Pliego en su twitter, ni por el interés comercial que implica un partido de fútbol, como supone Valdés Zurita, el consejero presidente del IFE.

No, la apuesta real de las televisoras es más alta: demostrar a la clase política que cuando se lo proponen, son ellas las que tienen y ejercen el control real del país y de los ciudadanos. Y que si quisieran, incluso podrían hacer que la gente olvidara que hay elecciones el próximo 1 de julio.