miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cofetel e inversión extranjera

Uno de los rasgos de la economía global es la preminencia del capital trasnacional en el jugoso negocio de las telecomunicaciones.

Fue precisamente el desarrollo tecnológico en este sector lo que detonó la actual fase neoliberal del capitalismo, ese que indujo la desregulación y la sustracción al control estatal de amplios sectores de la actividad productiva, que así fueron a dar a manos privadas bajo el garlito del impulso a la competitividad como vía hacia mejores niveles de vida.

En México ese proceso privatizador --iniciado en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y profundizado en los tres siguientes-- se realizó con el signo de la más escandalosa corrupción, pues se benefició a grupos empresariales en cuyos consejos de administración no fue infrecuente la presencia de ex funcionarios gubernamentales, o de cuadros que después pasaron a la función pública, lo que configuró un entramado de complicidades y tráfico de influencias que tornó imperceptible la necesaria frontera entre el interés empresarial y el público.

Esa característica condujo al premio Nobel de economía 2000, James J. Heckman, a caracterizar en octubre de 2009 a la economía mexicana como un "capitalismo de amigos".

El proceso privatizador no ha cesado (ahora incluye medidas pomposamente llamadas de segunda y tercera generación) y puede presumirse que la corrupción gubernamental tampoco. Cada vez con mayor anchura se continúa entregando la riqueza nacional al lucro del capital foráneo en desmedro de la economía local, bajo el supuesto --sobradamente comprobado como falso-- de que la inversión extranjera crea empleos y es un detonante del desarrollo económico.

La Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) anunció el pasado 19 de septiembre que promoverá la apertura de la inversión extranjera en telefonía fija. En rigor, debió anunciar que ampliará esa participación, pues actualmente se permite una composición de hasta 49 por ciento de capital foráneo.

Aunque se trata de un mercado en declive ante el auge de la telefonía móvil, llama la atención el hecho de que la Cofetel anuncie que alentará su extranjerización sin imponer la cláusula de reciprocidad, esa que permitiría que las empresas mexicanas reciban el mismo trato en el país que invierta aquí.

Las razones esgrimidas por el organismo regulador ilustran con suficiencia el ánimo entreguista que campea entre nuestros funcionarios: asegura la Cofetel que aplicar esa cláusula "resta atractivo a los potenciales inversionistas, representa una barrera a la competencia y limita los beneficios a los consumidores finales".

La argumentación para favorecer al capital trasnacional no ha variado desde hace dos décadas, con el agravante de que es falaz y hasta, si se quiere, ridícula, porque si representara un obstáculo para la competencia en ningún país existiría semejante disposición.  Los beneficios a los consumidores finales, parten del supuesto de que con mayor competencia los precios disminuyen, lo cual tampoco se verifica en la realidad.

Ocurre simplemente que otras naciones sí protejen su planta productiva y su mercado interno mediante restricciones al libre flujo del capital foráneo en áreas estratégicas, como las telecomunicaciones. Aquí, en cambio, pese a las lecciones de los años recientes, el panismo continúa aplicando puntual y  fielmente el designio en boga: maximizar las ganancias a costa del saqueo de los bienes que, administrados con un enfoque menos entreguista, favorecerían el bienestar de la población.





lunes, 26 de septiembre de 2011

Verdad jurídica y verdad histórica

 Fastidia a Felipe Calderón que la verdad histórica (esa por la que sabemos que un sujeto es claramente un delincuente) no coincida con la verdad jurídica (esa para la que el delincuente es inocente por no ser capaz el Ministerio Público de acreditar su culpa).

En su enojo lanza anatemas contra los jueces presuntamente corruptos que así dejan escapar a quienes el valeroso licenciado Calderón atrapa, atrapa y atrapa.

Y sin embargo, no son las únicas verdades que no coinciden. Aunque éstas otras parecen tener sin cuidado al ocupante (de ocupación) de Los Pinos. Por ejemplo, la verdad (¿dogma?) macroeconómica, esa de los índices estadísticos en los que el país está de maravilla, y que tanto pregona y presume, tampoco coincide con la economía del hombre de la calle. ¿A quien acusar de corrupción por este desencuentro? Es pregunta que se busca en los bolsillos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El México que ¿todos queremos?

La ventaja de las frases de contenido positivo es que concitan una adhesión inmediata. Lo malo es que son sólo eso: frases, retórica pura sin nada que ver con la realidad.

Ahora, por ejemplo, todo lo que hacen nuestros políticos o todo aquello que nos invitan a apoyar se realiza con cargo o en beneficio del "México que todos queremos". La frase resulta eficaz mientras se la mantenga en el difuso terreno de lo aludido, del sobreentendido. Pero cuando se la trata de precisar y de dar contenido surgen las primeras difiicultades.

Porque ¿En verdad todos queremos un mismo México? Y si es así ¿qué rasgos tiene ese ideal que puebla el imaginario colectivo? Intentemos una aproximación.

Según parece, el país que luchamos por forjar todos los días es uno con igualdad social, democrático, sin pobreza ni exclusión; sin ciudadanos ni funcionarios corruptos. Uno con educación básica de calidad y en el que los jóvenes tengan pleno acceso a la educación superior pública y cuya actuación profesional redunde en el progreso del país y la prosperidad económica personal.

Un pueblo cuyos gobernantes trabajen, en efecto, por el bien común y cuya estructura económica favorezca la reproducción del círculo virtuoso empleo-más ingreso-más ventas-más producción-más empleo. Un país soberano con políticas nacionales de explotación y conservación de sus recursos naturales en beneficio de sus conciudadanos y no en manos de empresas trasnacionales.

Con algunos matices, creo que ese es el diseño que la mayoría tiene en mente cuando se habla del "México que todos queremos". Por lo demás, es el gran proyecto nacional incumplido que está plasmado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

El problema radica en que es falso que todos queramos lo mismo, como lo afirma ese que, afuerza de repetirse, se ha convertido en un eslogan y que, como todos los de su tipo, no es más que una frase atractiva, de impacto, que concita simpatías, pero hasta ahí.

Puédese afirmar que más que un eslogan resulta una coartada tras de la cual se oculta una estructura social caracterizada por relaciones de poder que se expresan mediante la sujeción de una parte de la población a otra.

Ese hecho capital establece una diferencia de intereses que no son comunes ni los mismos para todos, pero que se insiste en que aparezcan como tales para disimular-encubrir la relación dominantes-dominados. Esta característica se encubre mediante distintas formas, una de las cuales es el Estado.

El Estado aparece ante todos como un ente independiente de todas las clases, incluso de la dominante, que de este modo camuflagea su dominio. Ya no es ella la que impone el modo de producción ni las leyes que lo regulan y protegen, sino un ente superior, al que incluso ella está sujeta, por encima de todos y sin intereses particulares.

Esta "neutralidad" le confiere al Estado la legitimidad y la aquiescencia de todos, pues --recuérdese a Hobbes-- existe por acuerdo de todos los hombres quienes aceptan ceder su soberanía a ese ente al que,  para imponer el interés general, se le concede el uso legítimo de la fuerza.

Pero el Estado, lo hemos dicho ya, no es un algo neutral, sino el instrumento para conservar las estructuras socioeconómicas de dominación. Y esta imposición se realiza no sólo mediante la aplicación de los medios coercitivos de que dispone, sino también, a través del llamado consenso social.

En la fabricación del consenso es donde se ubican todas las artimañas legales, retóricas, verbales; es el terreno privilegiado donde los medios de comunicación privados y gubernamentales, por ejemplo, aplican las técnicas disponibles de las teorías de la influencia y la persuación.

Es en este terreno donde se construyen frases como esa del "México que todos queremos", las cuales, de un golpe mediático, nos hermanan en una misma causa, nos hacen aparecer a todos del mismo lado al suprimir las diferencias y los intereses de clase realmente existentes y con ello difuminan las condiciones de dominación que es lo único que debe prevalecer.

Porque...¿cómo se explica el hecho de que si todos queremos lo mismo, tenemos más de 200 años de vida independiente sin poder lograrlo? ¿Cómo es que después de tanto tiempo no hemos podido llevar a la práctica el gran proyecto de país plasmado en la Constitución? ¿Cómo es que con elecciones libres los representantres a los que seguimos eligiendo no parecen responder al interés colectivo una vez en los puestos de representación?

La respuesta está en que, de nuevo, es falso que todos tengamos los mismos intereses y aspiremos al mismo diseño de país como rezan las frases propagandísticas que se nos sorrajan a cada rato.  La cuestión radica en que hay una clase a la que le interesa mantener el mismo estado de cosas porque de esas condiciones de dominación dependen sus ganancias económicas y su condición primigenia en la sociedad.

Eso es lo que prevalece por encima de frases que nos encomian, como esa de que "Celebremos a los héroes de todos los días", o aquella otra que reza: "Somos más los buenos", o esa que da título a este post, según la cual todos los desvelos de nuestras élites políticas y las medidas que aplican en contra de la población, en realidad serían buscando esa entelequia resumida en el apotegma: El México que todos queremos.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

"Habla" la Oficina de Salinas

La carta que la oficina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari envío a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para negar que aquel lo haya retado a un debate, contiene elementos que conviene examinar por los símbolos políticos que incluye.

En primer lugar hemos de decir que Salinas tiene razón: nunca retó a debatir a AMLO. Si se lee el cuerpo de la nota en la que Víctor Cardozo reseña la participación del expresidente como conferenciante en el congreso de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública, A.C.(AMAI), se verá que, en efecto, en ningún momento se formuló el supuesto desafío.

Lo que sí hizo fue recomendar a los miembros de la AMAI que inviten al tabasqueño para someterlo a la "prueba del ácido". "Va a reprobar", auguró con malicia.

Extraña que los editores de La Jornada hayan dejado pasar un encabezado como ese ("Reta Salinas a López Obrador para que discutan propuestas; 'va a perder', dice") sin sustento en la información del reportero. Y más que el informador no haya formulado la aclaración correspondiente.

López Obrador tampoco se hizo cargo del inexacto titular periodístico, pues seguramente de ahí recogió el guante, y, ni tardo ni perezoso, envió al "innombrable", como suele referirse a Salinas, una carta en la que le comunica su aceptación y aun le propone que mueva sus influencias para que la confrontación se realice en Televisa.

El lunes 12 de septiembre la oficina del expresidente respondió lo previsto: que nunca se emplazó al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal a ningún debate. Se trata de una misiva que pretende ser pulcra y neutra, pero que, sin embargo, no alcanza a ocultar la inquina del ex presidente expresada en puyas y hasta en burla hacia el perredista, con lo que seguramente pretende cobrarle todo lo que el opositor dice de él en las plazas públicas del país.

Para empezar, Salinas establece una distancia insalvable con su contrincante al pretender que no es él quien responde, sino su "oficina", en lo que constituiría una redición del "Ni los veo ni los oigo", una forma de degradar al "otro" haciéndole saber que ni incluso es digno de que le responda personalmente. Por eso la respuesta es de la "oficina", es decir, de un ente impersonal que quien sabe quien será.

Pero de inmediato se nota el inconfundible estilo insidioso del priista, el cual revela su presencia como escribidor o dictador de aquellas frases, pues al negar que haya hecho ninguna invitación a debatir, dice que, por lo tanto, "carece de sustento la 'aceptación' del candidato presidencial derrotado en 2006 a la inexistente propuesta de sostener un debate con el ex presidente".

El párrafo vuelve a sobajar al interlocutor al recordarle, sin que venga al caso y con una evidente intensión burlesca, su condición de "derrotado". Asimismo, rechaza por falsas y carentes de sustento las afirmaciones incluidas en la carte de AMLO.

Seguramente se refiere al texto en que López Obrador le recuerda que "usted, como parte de un grupo de potentados fue y sigue siendo el principal responsable de la actual tragedia nacional". Salinas se defiende atacando: dice que se trata de "gastados señalamientos inquisitoriales" con los que "trata de recobrar la visibilidad perdida, a partir de un lenguaje destructivo que le es característico...".

Esas líneas recuperan lo que ha sido la campaña de desprestigio enderezada contra el líder del Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), cuyo eje radica en considerarlo un peligro para México, pues con sus críticas sólo trata de destruir lo que los mexicanos de bien construyen cada día. Se trata, en suma, de un destructor, un hombre cargado de negatividad en busca de notoriedad a costa del propio Salinas.

En efecto, Salinas sugiere aquí que el líder opositor es invisible, que no es nadie ni representa nada y que todo no es más que una estratagema para recobrar notoriedad. Alude así a las encuestas que muestran al ex jefe de gobierno en desventaja en las preferencias electorales, factor que seguramente seguirá explotándose, como se hizo en 2006 para inducir el supuesto crecimiento demoscópico de Calderón, aprovechado después para decretar su triunfo.

La "oficina" dice por último que resulta inviable "sostener con él un verdadero debate de ideas o un análisis de propuestas constructivas que es lo que le urge en esta hora a nuestro país". De nuevo el tono denigratorio y descalificador mediante el uso de términos que evocan cualidades positivas, las cuales estarían del lado de Salinas, como "Ideas" y "propuestas constructivas", en contraposición con "gastados señalamientos" y "lenguaje destructivo", nociones negativas que caracterizarían al contrincante (AMLO).

Mediante esa hábil contrastación de ideas que evocan en la mente de la audiencia nociones favorables/desfavorables se logra, en términos de comunicación masiva, la descalificación del adversario ante la opinión pública.

Si se ve más allá de la maniobra discursiva de Salinas, lo que su alegato oculta es su negativa precisamente a discutir Ideas, propuestas, resultados de gobierno y sistema económico, incluso a confrontar críticas. Se parapeta para evitarlo en la descalificación, e incluso para ello, se esconde y hace que su "oficina" hable.
  


 




 

lunes, 12 de septiembre de 2011

Crecimiento y reformas estructurales

Si los ciudadanos dejáramos de escuchar lo que tienen que decirnos los funcionarios del gobierno mexicano y el propio Felipe Calderón, y mejor pusiéramos atención en sus resultados expresados en números, seríamos inmunes a la manipulación informativa a la que estamos sometidos.

Toda la verborrea oficial incluida en los discursos diarios que nos receta Calderón, oportunamente magnificados por los medios de comunicación,  no tienen otro objeto que ocultar la realidad para mantener sojuzgada a la sociedad sin que se note, de manera que puedan imponer, sin demasiados contratiempos, su proyecto de clase sin que las mayorías adviertan que se trata de un proyecto que básicamente está en su contra, que las hace más pobres, dependientes y que nunca las sacará del estado de postración en que se vive.

Veamos: el único indicador que refleja la realidad del país más allá de las palabras es el crecimiento económico. El documento Criterios Generales de Política Económica incluido en el paquete económico para 2012 que Calderón envío al Congreso, establece que el próximo año el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá 3.5 por ciento.

Si esa previsión se cumple, con Felipe Calderón la economía del país habrá crecido a una tasa promedio anual de 1.9 por ciento, la segunda más baja en los últimos 70 años.

La peor ha sido la de Miguel de la Madrid (1982-1988), en cuya administración el PIB creció en promedio 0.18 por ciento anual.

Ese único dato explica por qué usted perdió su empleo, por qué sus ingresos se han reducido en términos reales, por qué su dinero disminuyó su poder de compra y por qué, en términos generales, siente que su calidad de vida es peor que hace cinco años y por qué, en fin, con Calderón --entre 2006 y 2010-- 13 millones de mexicanos se han sumado a la pobreza, con lo que casi la mitad de la población (46%) sobrevive en esa condición.

Claro que esos resultados no son gratuitos ni se llegó a ellos, pese a los esfuerzos del gobierno que nos dice a cada rato que trabaja por nosotros. Son resultado de una política intencional que se aplica conscientemente para incrementar las ganancias y proteger los intereses financieros del capitalismo trasnacional,  a costa del bienestar de las "familias mexicanas", como les gusta a los funcionarios dirigirse a nosotros.

Y sin embargo, el proyecto de Presupuesto de Egresos 2012, último año del calderonato, insiste en las mismas políticas que nos condujeron a esos desastrosos resultados. Esos son los hechos.

Ahora compárese el discurso: Dice Calderón que para evitar los riesgos (véase el uso de términos intimidantes) del mercado internacional, su política económica (esa que ha fracasado) persistirá trabajando en dos frentes:

1) Continuar fortaleciendo las finanzas públicas (traducción: seguirá aumentando el costo al ciudadano de los bienes y servicios del gobierno. Anuncio anticipado de que continuarán cada mes los gasolinazos con lo que esto incide en el aumento de precios en alimentos y otros bienes. Es la clásica política que conduce a tener un gobierno rico con ciudadanos empobrecidos.), y el sistema financiero (traducción: se seguirá favoreciendo la inversión especulativa del capital financiero).

2) Lograr mayor competitividad de la economía mexicana (traducción: salarios bajos a los trabajadores para maximizar la tasa de ganancia del capital extranjero y ventajas para la contratación de mano de obra calificada en condiciones precarias, para lo cual se reformará la Ley federal del Trabajo).

Para cerrar la pinza, Agustín Carstens, el ex secretario de Hacienda, fallido aspirante a la dirección del Fondo Monetario Internacional y hoy gobernador del Banco de México, viene a decirnos que hoy más que nunca son necesarias las reformas estructurales (otra vez la palabrita).

Ello para evitar el colapso de la economía mexicana (otra vez el discurso intimidante) y porque el motor del crecimiento del exterior está apagado.(las exportaciones a Estados Unidos). Curioso el razonamiento de quien también es conocido como el Doctor catarrito, porque es precisamente a lo que nos ha conducido el modelo económico seguido al pie de la letra: atar y subordinar nuestro desarrollo a la economía estadounidense.

Además, a eso le apostó el modelo capitalista neoliberal iniciado por Carlos Salinas y al que se han adscrito los gobiernos panistas: a hacer de las exportaciones a un solo mercado (EUA) el motor de nuestro desarrollo, lo que equivalía, como ahora se confirma, a subordinar el manejo de la economía a lo que ocurriera con el vecino, todo ello en detrimento del mercado interno al que ahora se dice querer desarrollar.

Ahora que ese motor está "apagado" nuestro país se encuentra en la indigencia, pero Carstens aprovecha el viaje para llevar agua a su molino neoliberal e insistir en que si concluyéramos las reformas estructurales que faltan, podríamos crecer a tasas superiores a cuatro por ciento.

Como se ve, esto de las falacias en el discurso gubernamental es cuento de nunca acabar, porque el país no está creciendo ni incluso a una tasa de cuatro por ciento, como demuestran las cifras del INEGI citadas más arriba.

El raquítico crecimiento promedio anual de 1.9 por ciento es resultado de la aplicación de las primeras reformas estructurales, con las que también se nos dijo que nos lanzarían al primer mundo y nos harían crecer a tazas superiores al cinco por ciento.

El quid del asunto es que el capital global requiere seguir maximizando sus ganancias, para lo cual requiere que existan condiciones legales que se lo permitan, y para lograrlo disfraza sus pretenciones con el garlito del crecimiento económico, el cual nunca se alcanzará por la subordinación estructural que padece el país.

Así, la única, verdadera y efectiva reforma estructural que se requiere es abandonar el actual régimen de acumulación capitalista. Mientras eso no se haga todo lo demás serán trampas verbales para disfrazar resultados cada vez más catastróficos.