sábado, 13 de junio de 2009
Campañas: el PRD
Los "estrategas" contratados por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) para la presente campaña electoral resultan anacrónicos. Una antigua conseja recomienda --a quienes tienen necesidad de salir a un escenario a ganar aplausos fáciles-- actuar o con perros o con niños. El PRD eligió lo segundo.
En general, la suya es una campaña anodina, pero acorde con lo que buscan tras el cochinero en que convirtieron su elección interna del año pasado: recuperar una imagen más o menos civilizada que, según ellos, los congraciará con los electores.
Los mandos formales del partido, o lo que queda de él, están en manos de la corriente Nueva Izquierda --los "Chuchos"-- la cual ha decidido colaborar comedidamente con la administración del Presidente al que un sector de ese instituto, y aun de la sociedad, consideran espurio e ilegítimo, en tanto impuesto mediante un fraude electoral.
Ese colaboracionismo --que desde la corriente lopezobradorista e incluso desde Los Pinos es más bien considerado como servilismo, como lo acreditó el episodio de la redada de alcaldes y funcionarios michoacanos-- ha dejado a ese partido en una condición endeble (ante sí mismo, ante el gobierno y ante los electores) que trata de subsanar mediante una campaña pretendidamente "amable".
Las concesiones o claudicaciones a que está dispuesto el PRD no son sólo conceptuales, sino de imagen. Ya desde la precampaña, el emblema del partido --el Sol azteca-- fue alterado con una media elipse que lo iguala con la carita sonriente de la trasnacional que comercializa papas fritas, como una forma de presentar un look más light.
Luego, la que podría considerarse dentro de la estrategia como la campaña "paraguas", nos presentó al presidente formal del partido, Jesús Ortega Martínez, acompañado de la niña Mariana, a la que ya muchos llaman con sorna la "chilindrinita del PRD".
Como si fueran magos de mala categoría, a los publicistas contratados por el partido se les notan desde gayola los hilos de sus trucos. Resulta obvia la intensión de superar la pésima imagen del partido a partir del indudable carisma de la protagonista infantil.
La apuesta está reforzada en el nivel discursivo. El "Así sí, gana la gente" no apunta tanto --como a primera vista parece-- a dar la idea de que se está cercano del interés general, sino a una operación psicológica que consiste en inducir la aceptación en la mente del elector, mediante el empleo de una doble afirmación (Así=de este modo=esto es lo correcto; sí= aceptación remarcada).
Los antiguos manuales norteamericanos de persuación recomendaban a sus lectores enfrentar cualquier situación conflictiva haciendo decir al oponente "Sí" varias veces antes de llegar al quid del problema. Estas afirmaciones repetidas operarían un cambio positivo en la mente y en la adrenalina del reclamante, hasta relajarlo subconcientemente.
De acuerdo con semejante concepción, el "Sí" actúa como una llave mágica sobre la sinapsis (comunicación) neuronal que predispone de mejor manera el ánimo de la gente para recibir cualquier mensaje. Esa es la apuesta perredista.
Lo malo es que se queda en eso. Al parecer, al PRD de los chuchos no interesa tanto obtener una nutrida fracción parlamentaria, como ser percibido por la ciudadanía como un instituto político "decente" y bien portadito. En su lógica colaboracionista, acaso su cálculo sea que sirven mejor al gobierno de Calderón no haciendo demasiado bulto en la Cámara, para mejor dedicar su campaña sólo a mejorar la imagen de cara a futuras contiendas.
La exclusión del PRD del próximo debate pactado entre el PRI y el PAN, parece confirmar la hipótesis. Ni los propios contendientes reconocen algún peso al actual perredismo que sólo es tratado como comparsa de campaña. Jesús Ortega reclamó tibiamente su derecho a participar, pero tras consumarse la exclusión quedó desactivado, como resignado al triste papel de administrador de un cascarón.
Se trata, en fin, de una campaña indigna de un partido que se pretende de izquierda. Sus propuestas, más que plantear verdaderos cambios estructurales que modifiquen el estado de cosas prevaleciente, son acomodaticias a lo que ya existe. Véase, al efecto, este ejemplo:
Ante la falta de empleos, Jesús Ortega propone --¡¡hágame usted el desempleado favor!!-- aumentar la cobertura del seguro de desempleo. O sea, en lugar de apuntar al objetivo de trabajar en políticas que permitan generar puestos de trabajo bien remunerados, este lidercillo se limita a proponer paliativos.
Como si el desempleo fuera una fatalidad ante la cual no quedara más que aguantarse y buscarle atenuantes para que la olla del conflicto social no estalle. Ese es el verdadero talante del Presidente del PRD, un hombre políticamente limitadísimo, y del propio partido cooptado desde hace un rato por quienes mandan hoy en el país y reducido casi a nada.
De ahí la pobreza y el anacronismo conceptual de la tal campaña. De ahí tambien su pobre credibilidad.
¡Hasta la próxima!
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A lo que recurren estos para convencernos!
ResponderEliminarves! esa chilindrinita da mucho de que hablar, de verdad que chafas, chafas, chafas!
ResponderEliminarMe uno al discurso del artazgo, Me uno al el repudio total por los partidos, y me uno a creer que no existirá un cambio verdadero hasta que acabemos como sea con ESTA CLASE POLITICA que hasta hoy MAL GOBIERNAN A NUESTRO PAIS. No creo en ninguna de sus promesas ni en sus absurdas e imposibles propuestas electorales, finalmente me uno al NO VOTO, VOTO BLANCO, de verdad no hay pa donde ir,al menos de esa manera se darán cuenta que estamos cansados de su mentiras y baratas propuestas ...
saludos
anónimo MVZ