viernes, 22 de abril de 2011

Reforma penal de Calderón

Felipe Calderón envió a la Cámara de Senadores una iniciativa de reforma al Código Penal Federal y al Código Federal de Procedimientos Penales. Se trata de sancionar  con el decomiso de bienes a empresas, bancos, aseguradoras y otros organismos del sistema financiero responsables de operaciones ilegales en beneficio del narcotráfico y el crimen organizado.

Los acusados serían multados e inhabilitados para participar en contratos con el sector público y exhibidos públicamente, pues la sentencia se publicaría en el Diario Oficial de la Federación y en un periódico de circulación nacional.

En la iniciativa el término personas morales es sustituido por el de personas jurídicas de naturaleza privada. Plantea, además, dos nuevos tipos penales: el de "confabulación" y el de "facilitación delictiva", así como castigar hasta con 15 años de prisión a informantes del hampa (los llamados halcones), aunque se trate de menores de edad.

La propuesta de reforma incorpora al orden jurídico la figura de "injusto colectivo" con el fin de imputar la responsabilidad penal a quienes de alguna forma participen o se beneficien de los ilícitos cometidos por el grupo delictivo. Así, los delitos de alguna banda podrán imputarse a cualquiera de sus integrantes, aun cuando no hayan partcipado en la comisión del hecho que se juzgue, bajo la óptica de que los actos individuales permiten el funcionamiento de la organización.

Toda esta elucubración jrídica fue de inmediato cuestionada, con razón, por el senador perredista Pablo Gómez: "¿Para qué quiere Calderón más leyes si no las aplica? Nos sigue pidiendo y pidiendo leyes cada vez más complicadas ¿Para qué toda una maraña jurídica si lo que tenemos es una ineptitud manifiesta de todo el aparato gubernamental y de prevensión de justicia?" (La Jornada 16-IV-11, Andrea Becerril).

En efecto, ¿Para qué tantos nuevos conceptos y figuras jurídicas, cuando bastaría con intervenir los circuitos financieros del narcotráfico?

jueves, 21 de abril de 2011

Cárceles, psicología y violencia

Foto AP
El asunto ya es preocupante. Y más que en el ámbito político quizá deba ser sometido a consideraciones psicológicas. Me refiero a la obsesión de Felipe Calderón por la guerra. Su febril imaginación en este terreno lo ha conducido a pergueñar dos iniciativas de ley que, más que de un estadista o ya por lo menos de un hombre de Estado, nos hablan de un sujeto acosado por pulsiones vengativas.
Me refiero a la iniciativa con proyecto de decreto que expide la Ley Federal del Sistema Penitenciario y de Ejecusión de Sanciones, propuesta a la Cámara de Diputados.

Calderón plantea definir prisiones con seis niveles de seguridad, que van desde la mínima hasta las de máxima y súper máxima seguridad. En estas últimas, los reos sentenciados por delitos federales (delincuencia organizada) serán sometidos a vigilancia permanente, aislamiento, suspensión de estímulos y visitas sólo por medios electrónicos.

Las puerta de estas celdas tendrán un sistema electrónico de apertura y cierre desde un centro de control, módulos y estancias unitarios donde los sentenciados no conviven con otros reos; puertas dobles, de apertura una a la vez y a control remoto, y dispositivos con sensores y detectores de movimiento.

Es posible imaginar a Calderón urgiendo a sus asesores a diseñar cárceles semejantes dominado por la excitación que le produjera el haber leído las condiciones infrahumanas en que permanece recluido  el soldado Bradley Manning, acusado por el gobierno de Barack Obama de haber entregado a Julián Assange los 250 mil cables diplomáticos secretos difundidos por Wikileaks.

O después de haber leído alguna descripción de las cárceles estadounidenses de máxima seguridad, pues no otro ha sido el modelo que para todo sigue el michoacano en materia de vigilancia y castigo, aunque en México con los deplorables resultados ya conocidos.

Se trata, como ha dicho el legislador priista Arturo Zamora, integrante de la Comisión de Seguridad Pública, de una medida desesperada ante la incapacidad gubernamental por los índices de violencia que padecemos, pero que de ningún modo inhibirá la comisión de delitos (La Jornada 16/IV/11, p. 12)).

El perredista Arturo Santana dijo en esa misma nota al reportero Roberto Garduño que la propuesta "se me hace muy de reality show", e ironizó: "¿Después de las cárceles de súper máxima seguridad cuáles van a seguir?". Quiza las de ultra mega máxima seguridad, respondemos nosotros.

La iniciativa de crear este tipo de cárceles corrobora meridianamente lo que ha expresado Javier Sicilia: "Calderón sólo tiene imaginación para la violencia".

domingo, 17 de abril de 2011

Narcotráfico ¿Quién paga la guerra?

Las cifras del gasto en seguridad dadas a conocer este sábado en Washington por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo, resultan alarmantes y reflejan la insensatez y el grave daño que causan al país las políticas aplicadas por Felipe Calderón Hinojosa.

El funcionario reveló que ese gasto asciende a 200 mil millones de pesos anuales, con lo que supera el presupuesto combinado para educación media superior y superior, que este año es de apenas 146 mil 300 millones de pesos.

Además es seis veces mayor que los recursos destinados al programa de desarrollo humano Oportunidades, orientado a combatir la pobreza extrema en el país, el cual tiene asignados para el presente ejercicio 35 mil 355 millones de pesos.

Ello significa que por cada peso destinado a combatir la pobreza, se gastan 5.6 pesos en la guerra contra el crimen organizado.

En la conferencia de prensa ofrecida por Cordero --en el marco de la reunión de primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que concluyó este sábado en la capital estadounidense (La Jornada, 16 de abril/2011/Roberto González Amador), el funcionario calderonista reconoció, además, que los recursos con que se financia el combate a la delincuencia no provienen de préstamos externos, sino de los propios contribuyentes.

Muy orondo, dijo que la administración de Calderón ha hecho dos reformas fiscales que aumentaron la recaudación tributaria en casi 1.4 puntos del producto interno bruto, que equivalen a unos 190 mil millones de pesos.

Eso significa que el famoso hoyo fiscal de 300 mil millones de pesos que se esgrimió en 2009 para aumentar los impuestos a los mexicanos en plena crisis económica, en realidad nunca existió, y que esos recursos de que ahora se ufana el secretario de Hacienda se requerían en realidad para financiar la guerra del michoacano instalado en Los Pinos.

Así, estamos ante un manejo inadmisible e irresponsable de los recursos públicos por al menos dos razones:

1. Porque se aumentaron los impuestos a una población afectada por la crisis económica  de 2008, de la que según el Banco Mundial México ha sido el último país latinoamericano en superar y eso a medias. Esa cascada de impuestos --que incluyó el aumento mensual en el precio de las gasolinas y el gas doméstico desde hace más de un año, el impuesto al valor agregado y el impuesto sobre la renta-- es dinero que sale del bolsillo de los ciudadanos y que Calderón emplea no para la reactivación del desarrollo económico, sino para una guerra fallida por la torpeza e ineficacia de la estrartegia gubernamental.

2. Porque además del saldo sangriento que representan las más de 40 mil muertes y que está pagando la sociedad mexicana, la insuficiente inversión en educación, salud y desarrollo humano está comprometiendo el desarrollo del país a largo plazo.

Es decir, el daño causado por Calderón al distraer recursos para su guerra afecta tanto el presente como el futuro del país, con un agravante mayúsculo: al rezagar la inversión que se requiere en educación y combate a la pobreza y el desempleo, se mantienen latentes dos de las causas que precisamente --como lo reconoció esta semana el Banco Mundial en su Informe sobre Desarrollo Humano 2011-- incuban la delincuencia y la violencia que con tanto ardor se dice combatir.

Con todo ello los mexicanos vivimos una cruel paradoja: somos víctimas de la violencia que nosotros pagamos con nuestros impuestos. En otras palabras: pagamos impuestos para que nos maten.

Por estas razones el grito de ¡Ya basta! no puede tener --como él quisiera en su intento por salvarse a sí mismo-- otro destinatario que el propio Felipe Calderón.

¡Que no se nos olvide!

lunes, 11 de abril de 2011

Enrique Diemecke



El director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke regresará al país el mes de junio próximo para hacerse cargo de la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).

El autor de Contadero entrevistó al maestro Diemecke en marzo de 2007, cuando estaba por dejar la dirección de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), al frente de la cual estuvo durante 16 años y medio. Reproduzco aquí parte de esa conversación.

--¿Cuál es el margen de intervención de un director ante una partitura?

Diemecke: Los compositores nos dan una idea de lo que quieren que nosotros, a través del tiempo, vayamos entendiendo para poder interpretar. Las indicaciones que un compositor nos deja son, sin embargo, muy generales. Un movimiento de una sinfonía puede nada más indicar Allegro con brío. ¿Qué significa esto? Alegría con brillo. Pero esta alegría qué significa en el siglo XXI. ¿Cómo era la alegría en el siglo XIX?

El director conduce a la orquesta a comprender cómo se interpretaban estos términos en la época en que el compositor escribió. El director unifica a los artistas en la idea general de la obra. Porque puede suceder que algún músico piense que si una obra es del siglo XVIII no puede interpretarse como si fuera del XIX, porque así se lo enseñó su maestro. Entonces uno debe tener la fuerza para conducirlos a adoptar un criterio que afortunada o desafortunadamente es el del director.

El director tiene que consensar, pero la ley primaria es la del compositor. Uno tiene que pensar en la época en que una pieza fue compuesta, en el estado de ánimo del compositor y en lo que a través del tiempo se ha ido descubriendo acerca de esa obra.

--Usted suele comparar las orquestas con una República, pero por lo que dice, no sería una República democrática.

Diemecke: Vamos a introducir un matiz. El director consensa. Pero existe una ley que debe ser respetada, y esa ley se llama música. El director está al frente para que todo funcione de una manera perfecta, y la única forma de hacerlo es respetando la ley o viene la anarquía. Siempre hay un toma y daca y uno debe aprender a ceder en algunas cosas.

--Una orquesta puede sonar muy bien, pero no conmover ni lograr esa necesaria comunión con el público ¿cómo equilibra virtuosismo técnico con el sentimiento, con la pasión?

Diemecke: Esa fue una de las grandes batallas del siglo XX. La gente buscó la expresión técnica hasta la exageración y se olvidó de la pasión y de la expresión. Los propios compositores escribieron música con gran precisión técnica: donde sólo luciera lo técnico y donde no tuviera cabida ni la pasión ni la emoción.

El director debe buscar ese equilibrio. Y aunque una obra esté escrita con precisión técnica, si uno piensa que debe tener fogosidad el director puede imprimirla. Eso se trabaja en los ensayos. El director guía a los músicos y les señala hasta dónde debe buscarse la perfección y dónde debe empezar la pasión. Cuando se alcanzan ambos se logra algo muy especial, se rompen todas las barreras.Uno debe cuidar ambos factores, porque sólo así se consigue la perfección en una ejecusión.

--Usted es un director multipremiado, y de más en más vemos cómo se multiplican los premios para la música clásica. Hay incluso un Grammy para el mejor disco de la especialidad ¿Cree que esto contribuye a extender la cultura musical o es simple estrategia comercial?

Diemecke: Los premios estimulan al ejecutante a seguir desarrollándose, pero también para que uno sepa dónde está su nivel. Un premio no es para colgárselo y echarse a dormir, sino para medir el desarrollo personal alcanzado. La música clásica tiene mucha competencia con la música comercial, y por eso es importante que esté presente en los Grammys, para que no desaparezca del escaparate y se note que sigue existiendo.

--¿Pero esa exposición no se queda al nivel de los highlight? Vaya, todos conocemos la Pequeña serenata nocturna, pero no la segunda sinfonía de Jean Sibelius, por ejemplo.



Diemecke: Creo que todo lo que ayude a presentar la música clásica en cualquier ambiente siempre es mejor que nada. La segunda sinfonía de Sibelius también es conocida, pero la gente no sabe que se trata de esa pieza...

--Hasta que la escucha en algún gingle

Diemecke: Sí, por ejemplo, Finlandia, que también es de Sibelius, aparece al final de la película Duro de matar II, y mucha gente la escucha, pero no sabe que se trata de esa obra. También aparece esta música en los ringtones. Incluso hay una orquesta londinense dedicada a grabar ringtones.

Lo único que sí pido es que la música clásica esté bien presentada. Que no se distorsione. En una época estuve en contra de arreglos sinfónicos con baterías y guitarras eléctricas, que pretendían actualizar a los clásicos, pero los deformaron porque le dieron una expresión totalmente errónea a la idea del compositor.

Que se presente, pero en su forma original para que el público la absorba de esa manera, de lo contrario sería como servir enchiladas...con catsup.

--Hace unos años comentó que un problema de los conjuntos orquestales mexicanos era la falta de continuidad. Usted lleva 16 años al frente de la OSN ¿cuál cree que sea el principal aporte que ha dejado a la orquesta en todo ese tiempo?

Diemecke: Dieciséis y medio para ser exactos. Una entrega total a la música para la que nacimos y fuimos entrenados y amamos. En la orquesta llegamos a la comprensión de que ante todo estaba la música. Y que podían ocurrir situaciones externas, pero que no debían afectar el amor y la pasión que sentimos por la música, pues mientras la música siga tocándose habrá vida.

viernes, 8 de abril de 2011

Ciro Gómez Leyva: manipular al oyente



Ciro Gómez Leyva es un periodista al servicio del poder. No se trata de una afirmación maniquea. Es, en cambio, una definición que puede verificarse empíricamente, mediante sus textos en el periódico Milenio, o mediante sus opiniones en su programa de radio o en Tercer Grado que graba en Televisa junto con Carlos Marín, Dennis Maerker y Joaquín López Dóriga.

Cobijado con el manto de una muy dudosa objetividad, que él pretende acreditar sólo porque procura entrevistar a todas las partes involucradas siempre que surge algún conflicto social o político, se ha lanzado contra aquellos periodistas que examinan con rigor crítico las posturas de los hombres del poder, acusándolos de tener una visión conspirativa de la realidad.

Gómez Leyva desestima todo análisis crítico que no se base en hechos demostrables. No está mal que así lo haga. Es un deber del periodista. Sólo que se trata de una postura que en realidad le hace el juego al grupo gobernante, porque también es un deber del periodista investigar los indicios que pueden conducir a revelar acciones impropias en el gobernante.

Él y sus compañeros rechazan las teorías de la conspiración y entonces parten del hecho de los grupos de poder actúan desinteresadamente, sin animosidades ni pasiones partidistas ni ideológicas. Esto, siempre que no se trate de opositores, porque, entonces sí, la famosa objetividad queda en un cajón.

Este viernes, por ejemplo, en su programa de radio, Fórmula de la tarde, Gómez Leyva fustigó a quienes critican al gobernador de Chihuahua, César Duarte, por su propuesta de hacer obligatoria la inscripción de ninis (la leva en la era de la informática) al ejército durante un periodo de tres años.

Lo critican, dijo el periodista, pero por ignorancia o falta de imaginación, nadie propone nada. En cambio --completó su parto de difíciles ideas-- a quien se atreve y sale a proponer algo, se lo acaban con críticas.

Este argumento de que nadie propone es falaz. Gómez Leyva miente o está desinformado. Sea de ello lo que fuere, en ambos casos, por ignorancia o mendacidad, manipula y predispone la opinión de los radioescuchas contra todos aquellos que formulan críticas a los poderes constituidos. En eso consiste su labor manipuladora.

Veamos: apenas es concebible que este comunicador ignore que desde distintas tribunas (académicos, intelectuales, partidos políticos, grupos de economistas y destacadamente el doctor José Narro Robles, rector de la UNAM) y en diversos tonos se ha propuesto que se abandone el actual modelo económico.

Como se ha documentado, es este modelo basado en el denominado Consenso de Washington, el responsable de que este país haya crecido en los últimos 30 años a una tasa promedio de 1.9%, cuando se requieren tasas de crecimiento del orden de 6% anual.

Es este modelo el que favorece la concentración de ingreso, el que otorga ventajas a los capitales golondrinos  que obtienen ganancias en inversiones especulativas y no en las productivas; todo ello condujo a este país a la falta de empleos, la caída de los salarios en términos reales, el regateo de recursos para inversión en educación, ciencia, tecnología y cultura.

Es este modelo el que ha cancelado las oportunidades de educación y de trabajo a las jóvenes generaciones, ahora bautizados con el acrónimo ninis y que incluso medra con las pensiones de los más viejos.

La propuesta no puede ser otra que modificar el modelo económico que condujo al país a esta situación. Pero para Gómez Leyva y otros periodistas de su clase, eso no debe tocarse porque es el modelo impuesto y del que se benefician sus patrones.

Nada contra el statu quo al que sirven sin declararlo. Seguramente estaría contento con escuchar propuestas que no modifiquen el actual estado de cosas, propuestas cómodas que se ajusten al esquema conocido, propuestas cosméticas que en vez de resolver sólo sean paliativos ante los problemas.

Ese es el corazón de su manipulación: descalificar las críticas, hacer ver a los inconformes sólo como opositores irracionales. Y ocultar las propuestas, esas que apuntan a desmoronar el actual estado de cosas del cual él y otros como él creen beneficiarse, aunque en realidad sólo sean lamentables operadores.

PRD o el tonto inútil

Esta mañana Oscar Mario Beteta, el conductor del noticiario En los tiempos de la radio, "entrevistó" al presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el estado de México, Luis Sánchez Jiménez.

La conversación resultó de antología porque compendia el modo en que desde los medios de comunicación se denosta la figura política de Andrés Manuel López Obrador.

Beteta, en su bien conocida veta de vocero gubernamental, se "olvidó" de la objetividad periodística. Escribo lo anterior no porque crea que tal objetividad exista, sino porque él y otros periodistas (léase Ciro Gómez Leyva y Carlos Marín, entre otros) corren a cobijarse bajo su manto y la invocan desgarrándose las vestiduras cuando así conviene a los intereses de quienes sirven.

El intercambio entre ambos personajes no tiene desperdicio: el líder partidista lloriqueaba:
--Es que López Obrador se opuso a la alianza en el Edomex porque no le interesa la suerte de los mexiquenses; a lo que el comunicador secundaba:
--Sí, hombre, qué barbaridad, todo con tal de afianzar su candidatura hacia el 2012.
--Sí, sólo ve por sus intereses personales.
--Es increíble que eche a perder el esfuerzo de su partido y que no atienda la opinión ciudadana.

Ese fue el tono de la "entrevista". Pero vengamos al asunto de este post. Entre las declaraciones del "líder" del perredismo mexiquense destaco una: sin alianza el PRD no puede ganar en el Edomex; seamos realistas, admitió, solos no podemos ganar esa elección.

La declaración llama la atención porque constituye un abierto reconocimiento de la incapacidad de la militancia y sus líderes --desde luego del propio declarante-- para atraer las preferencias de los electores. Es un reconocimiento de la falta de trabajo político de ese partido entre los ciudadanos de ese estado.

Si llegado el tiempo de una elección, un partido reconoce que no tiene posibilidades de ganarla, eso significa que su oferta política no resulta atractiva para los electores porque o no se ha sido capaz de diferenciarla ni ha sido exitosa cuando se ha gobernado, o porque la población no conoce esa oferta.

En ambos casos, lo que esa situación revela es la incapacidad partidista para acercarse a los ciudadanos y realizar un trabajo político allí donde importa: en la colonia, en el barrio, en el ámbito cotidiano de las personas.¿Quien esperan que realice ese trabajo? ¿Creerán, por ventura, que sólo con espots concitarán adhesiones?

Ese hecho ilustra con suficiencia la crisis del actual sistema de partidos: han abandonado la representación y gestión de los intereses ciudadanos, así como la educación político-ideológica que permita formar ciudadanos en el ejercicio cabal e intensivo de sus derechos y no simples clientelas políticas. 

Cuando un líder admite que su partido no puede ganar elecciones, lo que está admitiendo es la inutilidad de ese partido como representante de una franja del espectro ideológico de la sociedad. Quizá se trate, en efecto, de un espectro, puesto que resulta inexistente, fantasmal.

Hora de preguntar: ¿qué hacen los dirigentes partidarios con los millones de pesos que como prerrogativas les otorga la ciudadanía vía el Instituto Federal Electoral? ¿Si no es al trabajo político, a qué dedican esas fortunas? ¿Acaso se destinan únicamente a mantener a una --en esos casos y a juzgar por los resultados-- inútil burocracia partidista?

Un partido, hay que recordarlo, está catalogado por la ley como una entidad de interés público. Es decir, como medio y garante de la participación ciudadana en las cosas de la República (de ahí la etimología de la palabra: Res publica), es decir, en los asuntos públicos que regulan la vida política de una nación.

Si no cumple con esas condiciones --como evidentemente no lo hacen nuestros partidos-- está robando el dinero público.

Así, los líderes perredistas del Edomex que pugnan por la alianza con el PAN se han de creer muy listos y han de "pensar" que argumentan impecablemente cuando defienden esa mezcolanza mediante el dicho de que solos no pueden.

En su cortedad de miras no atinan a percibir, que lo único que ventilan con esas declaraciones es su incapacidad política o, mejor, su inutilidad. Pero eso, nadie parece estar dispuesto a discutirlo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Marcha: ¡Ni un muerto más!

Ya basta

En México, los ciudadanos de este país necesitamos con urgencia un mecanismo legal, político --llámese revocación del mandato, plebiscito o asamblea popular-- que permita reorientar en cualquier momento la acción gubernamental. El empecinamiento o fascinación malsana de Felipe Calderón por la guerra, por el derramamiento de sangre, por la violencia atroz en que ha sumido al país hacen necesario ese instrumento en manos del pueblo.

Se han discutido ya con suficiencia las motivaciones políticas del michoacano para iniciar y mantener el actual estado de shock, como elemento de control social, incluido el hecho de su sujeción a los designios de Washington en detrimento de nuestra soberanía.

Digamos de paso que el desencuentro coyuntural entre Calderón y la administración Obama --provocado en buena medida por las revelaciones de Wikileaks-- parece superado. Ayer mismo, Michele Leonhart, directora de la agencia antidrogas estadounidense (DEA), regresó al discurso previo al diferendo:

Calificó a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal, como "el mayor combatiente del narcotráfico en México"; reafirmó el objetivo transexenal de Washington de que esta guerra "debe ir más allá de un gobierno" y confirmó el discurso calderonista de que la violencia "es señal del éxito en la lucha contra los cárteles.

Con tales declaraciones, EUA y Calderón (pues su discurso es coincidente) se colocan claramente del otro lado de la raya y contrapuestos a los miles de ciudadanos mexicanos que esta tarde se manifestarán en 48 ciudades del país y en por lo menos 13 ciudades del extranjero contra esa violencia a la que ellos, sin el menor rubor, consideran "un éxito".

Así, cada uno de los casi 40 mil muertos que ha cobrado esta guerra, cada familia enlutada, cada joven y cada niño (los hermanos Almanza, los jóvenes de Villas de Salvárcar, los estudiantes del Tec de Monterrey, el taxista y la madre que recogió a sus hijos del colegio en Acapulco para morir en un tiroteo, el propio Juan Sicilia), cuyas vida, cuyos proyectos, esperanzas y afanes han sido segados por la brutalidad y la estupidez asesina que nos asola, todos ellos, son, para los gobiernos de uno y otro lado de la frontera --ahora lo confirmamos-- la prueba del "éxito" de la estrategia dictada por EUA y seguida obsecuentemente por Felipe Calderón.     

Se trata de un cinismo desbordado e inhumano que no piensa detenerse, pues ayer mismo también, el jefe del Comando Norte, de Estados Unidos, almirante James Winnefeld, luego de elogiar la cooperación militar con México, sugirió (¿ordenó?) que el gobierno de Calderón "tendría que abrir en su frontera Sur otro frente de lucha contra el crimen organizado", pues el norte de Centroamérica, definió, "es la zona más peligrosa del mundo", si se excluyen las regiones de guerra activa.

Como no piensan detenerse, los ciudadanos tampoco deberíamos hacerlo. En el corto plazo tendríamos que conformar una organización que nos mantenga movilizados de aquí hasta que sea necesario con tal de detener este tsunami de sangre al que estamos expuestos.

Y la marcha de esta tarde podría ser el inicio. Como ha propuesto el propio Javier Sicilia, debería acordarse una marcha nacional similar el día 7 de cada mes. Pero no sólo. Esa organización debería pugnar por empujar reformas constitucionales que hagan imposible que esto se repita.

Esas reformas deben apuntar a terminar con el elitismo democrático, ese que es justificado por autores como Giovanni Sartori, para quien en las elecciones los ciudadanos lo único que hacemos es "decidir quien va a decidir" el rumbo de un país.

Según esa concepción, Calderón estaría en todo su derecho de haber decidido por sí mismo esta guerra, pues quienes lo eligieron --en caso de que en efecto "haigan" sido mayoría y ese 0.56% sea real-- le entregó esa facultad. Se trata, como digo, de un elitismo democrático inaceptable en esta época y cuya concepción tendríamos que modificar, por la vía de instrumentos como la revocación del mandato, cuando no se atiendan las directrices de la sociedad.

Para lograr lo anterior, tendría que recuperarse el artículo 39 de nuestra Constitución (la soberanía reside esencial y originalmente en el pueblo) y modificar el artículo 41, pues, como con acierto ha observado el doctor Juventino V. Castro y Castro, al señalar que el pueblo ejerce su soberanía a través de las autoridades federales y estatales, en los hechos lo que hace es arrebatarle la soberanía al pueblo para reducirlo a la calidad de "simple gobernado".

Sólo liberándonos de estas y otras añagazas legaloides, políticas, sociales y hasta mentales que nos agobian podremos modificar nuestro destino. Por lo pronto, esta tarde

¡TODOS A LA MARCHA!


viernes, 1 de abril de 2011

Beltrones y Ebrard

Manlio Fabio Beltrones, el presidente priísta de la mesa directiva del Senado de la República y Marcelo Ebrard, jefe de gobierno perredista de la ciudad de México, intentaron esta semana relanzar sus figuras públicas como precandidatos presidenciales de sus respectivos partidos.

El detonante, sin duda, fue la forma tersa en que Enrique Peña Nieto, el gobernador priísta del Estado de México, resolvió la nominación de su partido al gobierno de la entidad, en la persona de Erubiel Ávila, un militante sin pedigree --si se le compara con el precandidato perdedor, Alfredo del Mazo Maza--, pero con arraigo, conocimiento de la entidad y, sobre todo, efectivo, pues ha ganado dos veces la alcaldía de Ecatepec.

El lance del fin de semana pasado sorprendió a muchos analistas, pues Peña Nieto libró sin aparentes sobresaltos un episodio --el de la definición del candidato a sucederlo-- en el que muchos calculaban que cometería algún desliz que comprometiera sus propias aspiraciones presidenciales.

No ocurrió así y su figura como principal carta del PRI para el 2012 se acrecentó, y lo hará aún más si Erubiel Ávila se alza con el triunfo en la elección mexiquense.

En esas condiciones, Manlio Fabio Beltrones urgió a su partido a iniciar la discusón sobre el programa de gobierno que enarbolará el tricolor rumbo al 2012 y a definir para qué quieren regresar a Los Pinos, pues, según el legislador, "primero (debe ser) el programa y luego el candidato" para no incurrir en equivocaciones.

Se trata de una maniobra encaminada a bajar la atención de la figura de Peña Nieto. El senador sabe que si la discusión sigue centrándose en la figura política y personal del gobernador, éste ganaría en la batalla de las percepciones. Calcula, en cambio, que tendría alguna oportunidad de fortalecerse si la discusión se desplaza de las personas al terreno de las "ideas".

Ebrard, por su parte, recibió dos reveses en una semana: primero, no logró ser el "fiel de la balanza" en la elección de la dirigencia nacional del PRD, y después debió abandonar el barco de las alianzas en el puerto del Estado de México, donde la maniobra zozobró ante la negativa de Alejandro Encinas de participar en una coalición de la izquierda con el Partido Acción Nacional (PAN).


De modo que esta semana, en un intento de atemperar esas malas jornadas, debió organizarse un nuevo destape, pues desde hace por lo menos un año, anunció que buscaría la candidatura del PRD a la presidencia y en esa condición se ha placeado por el país, en apoyo de los candidatos de la alianza PAN-PRD que participaron en elecciones en ese lapso.

Quizá calculó que le vendría bien reposicionarse como presidenciable fuerte y para ello requería un acto de apoyo a su candidatura para no perder demasiado ante Andrés Manuel López Obrador en el terreno de las percepciones, tras los fracasos señalados.