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martes, 18 de junio de 2013

EUA, espionaje masivo

Nadie puede tenerlo todo y menos al mismo tiempo. Es la consigna que por estos días enarbola el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, con la que pretende capear el temporal desatado tras las revelaciones de que su gobierno espía las comunicaciones telefónicas y la actividad en redes sociales (Apple, Facebook, Twitter, Yahoo, Youtube) de sus ciudadanos y de millones en el mundo, mediante el programa secreto PRISM.

"No se puede tener 100% de seguridad y cero inconvenientes", dijo Obama en lo que claramente es una justificación ante la abierta violación a las garantías de libertad de expresión y privacidad proclamadas en la Constitución que juró cumplir.

Todos los hombres del Presidente hacen esfuerzos por conducir el debate a un terreno de costo-beneficio: la libertad depende de un estado de vigilancia secreto, dicen. El mensaje admite sin ambages que la sobrevivencia del Poder lo justifica todo. Que está por encima de lo que ellos --ahora lo sabemos-- consideran entelequias, como la libertad y la privacidad.

Que el Leviatán --que según Hobbes acordamos crear los hombres para nuestra protección-- nos ha arrebatado el poder de decidir sobre su conformación y características y ahora es él quien nos controla. Que se ha convertido en un fin en sí mismo que vigila, espía y se protege de los sujetos a los que debería resguardar.

En efecto, la justificación de que se espía para proteger a la población contra actos terroristas es sólo la apariencia que ofrece el poder para encubrir el hecho capital de que todos somos considerados una amenaza potencial para sus intereses que, obviamente, ya no son los nuestros.

Glenn Greenwald, uno de los periodistas de The Guardian que divulgó la información sobre los programas de espionaje de comunicaciones, proporcionada por Edward Snowden, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EUA, colocó el asunto en sus justos términos:
La manera en que deben funcionar las cosas es que nosotros deberíamos saber casi todo lo que ellos hacen: por eso se llaman servidores públicos. Ellos deberían saber casi nada de lo que nosotros hacemos: por eso nos llamamos individuos privados. Esta dinámica ha sido radicalmente revertida. Ahora ellos saben todo lo que hacemos...Mientras nosotros sabemos cada vez menos lo que ellos hacen.
 En un intento por minimizar el alcance de los programas secretos de espionaje contra la población, el ex vicepresidente republicano Dick Cheney dijo que no se trata de obtener información sobre lo que hace la tía Fanny o quien quiera que sea. "Así no funcionan las cosas".

Así es, pero para interceptar un mensaje con material relevante en terminos de "inteligencia", se tienen que revisar 10 mensajes donde pueden enterarse acerca de lo que cree, siente o critica la ya no tan insignificante tía.

En todo caso, los doloridos familiares de las víctimas  y los sobrevivientes del atentado del mes pasado en Bostón, se estarán preguntando por el verdadero sentido de espiar ciudadanos dizque para protegerlos cuando no se es capaz de evitar que dos casi adolescentes estallen explosivos en una concentración pública a plena luz del día.

Además de poner en evidencia el vasto e intrusivo sistema de espionaje de que se vale Estados Unidos para perpetrar su dominio económico, ideológico y militar, Edward Snowden, el joven de 29 años responsable de la filtración hizo algo más: desnudó nuevamente el hipócrita discurso estadounidense que proclama los valores de la democracia y del mundo libre, que incluyen el valor y la iniciativa personal que se requieren para cambiar al mundo.

Snowden cumplió con eso, pero ya lo buscan para castigarlo. La muy publicitada y políticamente correcta ideología estadounidenses de la superación personal insta a la gente a "tomar acción" para lograr "que las cosas sucedan".

Eso es exactamente lo que hizo el ahora perseguido: "Aprendí --dijo-- que no puedes esperar a que alguien más actúe. Había estado buscando líderes, pero me di cuenta que el liderazgo tiene que ver con quién es el primero en actuar".

El ex asistente técnico de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y de la contratista militar privada Booz Allen Hamilton hizo su trabajo. El resto, como él mismo ha dicho, corresponde a la sociedad: "Ahora tiene el poder de decidir por sí misma si está dispuesta a sacrificar su privacidad al estado de vigilancia". Veremos.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Petraeus: sexo, mentiras y correos


Una serie de emails enviados por una amante celosa a la persona equivocada provocaron la semana pasada la caída del jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, el laureado y reconocido general David Petraeus; comprometieron seriamente la carrera del general John Allen como comandante de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Afganistán y de rebote, condujo a descubrir que el gobierno de Barack Obama mintió en el caso del ataque del 11 de septiembre contra el Consulado de EU en Bengasi, Libia, en el que murieron cuatro estadounidenses incluido el embajador Christopher Steven.

Petraeus y Broadwell

Cuando Paula Broadwell decidió amenazar por correo electrónico a Jill Kelley nunca imaginó que su infundado ataque de celos provocaría todo este escándalo en la política estadounidense.

Broadwell --una experta en contrainsurgencia que vive en Charlotte, Carolina del Norte con su esposo y dos hijos-- envió a Kelley emails intimidantes que incluían frases como "aléjate de mi hombre", en referencia al general Petraeus con quien la remitente sostenía una relación extramarital.

Kelley, de 37 años, era amiga del ahora ex jefe de la CIA a quien conoció cuando se desempeñaba como voluntaria de enlaces sociales en la base de la fuerza aérea de Mac Dill, sede del comando central de EU, donde Petraeus y Allen estuvieron comisionados entre 2008 y 2010. En ese papel, organizaba cenas, fiestas y ayudaba a los generales y sus familias a ambientarse en su nueva sede.

Patraeus conoció a Broadwell en 2006 y le ofreció ayuda para una investigación que la mujer planeaba realizar. En 2010 y 2011 Broadwell viajó en numerosas ocasiones a Afganistán  donde el general estaba al mando de las fuerzas de la OTAN, pues su proyecto consistía en una biografía del laureado militar. Dos meses después de ser nombrado jefe de la inteligencia estadounidense, en noviembre de 2011, Petraeus y su biógrafa iniciaron una relación amorosa.

La amistad y cercanía de Petraeus con Kelley hizo pensar erróneamente a Broadwell que su amante había comenzado una nueva aventura y decidió intervenir. Lo que no calculó es que la destinataria de sus amenazantes mensajes, asustada por el contenido de éstos, los mostraría a un amigo suyo de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), cuya pesquisa puso al descubierto los amoríos del jefe de la CIA, por lo que debió renunciar al cargo.

Al principio, la renuncia de Petraeus fue interpretada por la oposición republicana como un ardid para no presentarse a declarar ante los legisladores sobre el ataque del 11 de septiembre contra el Consulado estadounidense en Libia, episodio sobre el que había dudas acerca de si efectivamente se había tratado de una agresión espontánea de islamitas ofendidos por el contenido de una película contra el profeta Mahoma.

En esas estábamos cuando se supo que el affair Petraeus había alcanzado también al general John Allen, quien estaba a punto de ser confirmado como comandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, y cuyo nombramiento fue congelado.
Jill Kelley
 Al parecer fue Allen quien sí tuvo flirteos con Jill Kelley (lo que confirma lo equivocada que estaba Broadwell). Una investigación del Pentágono reveló que mantuvo "comunicaciones inapropiadas" con la anfitriona de las fiestas a las que asistía junto con Petraeus.

Los correos electrónicos entre Allen y Kelley eran "inapropiados" por su carácter "insinuante", no porque incluyeran información sensible que implicara violaciones a los códigos de seguridad de la organización, señalaron fuentes del Pentágono.

Dado que sus correos fueron los que detonaron estos escándalos, el FBI registró el lunes pasado la casa de Paula Broadwell para cerciorárse de que Petraeus no hubiera compartido con ella información o material clasificado. No fue el caso. Pero esta incursión en correos de altos mandos reavivó el debate sobre la privacidad en Internet y la facultad de los gobiernos para espiar cuentas privadas de correo electrónico.

Chris Soghoian, miembro del Proyecto de Privacidad y Tecnología, de la American Civil Liberties Union, señaló que este caso "es un recordatorio de que la protección legal de los emails está muy por debajo de lo que debería".

Abrumado por los hechos y por una semana de escándalos, Petraeus compareció el viernes pasado ante los legisladores que investigan el ataque al Consulado de EU en Bengasi. Ante ellos, admitió que se trató de un acto de terrorismo en el que estuvo implicado el grupo Al Qaeda. Y pese a que sostuvo que había sido un ataque  espontáneo en respuesta a un film islamófobo, señaló que él se quedó con la impresión que desde el principio dejó en claro que había una participación terrorista significativa.

Ahora los republicanos acusan al gobierno de Obama de engañar a la gente para minimizar el hecho de que no pudo impedir un ataque terrorista, lo cual habría afectado sus posibilidades de reeleción el pasado 6 de noviembre.

Entretanto, puntuales seguidores de la máxima según la cual time is money, ejecutivos  de Hollywood ya preparan guiones para una película sobre estos escándalos al interior de la CIA. Lo que no está claro es si alguno de los protagonistas de esta historia --ya sea Petraeus o Broadwell-- venderán los derechos de su relación, que tiene todos los visos de convertirse en un éxito de taquilla.

Y todo por unos correos equivocados... 

(Con información de La Jornada y Agencias).

martes, 11 de agosto de 2009

Latinoamérica: el Norte y el Sur

En política, dicen los que saben, no hay coincidencias. Y hoy, coincidentemente, los periódicos muestran dos fotografías contrastantes: por un lado, los "líderes" de América del Norte y su minicumbre (más por los resultados que por su duración) y por otro lado los presidentes del cono Sur participantes en la cumbre de la Unión de Naciones de Sudamérica (Unasur).

Ambos hechos parecen confirmar la actual ubicación de México en el continente. Su adscripción como parte de América del Norte no sólo es, en esta hora, un accidente geográfico, sino una elección ideológica. No es la primera vez, sin embargo, que esta circunstancia se muestra simbólicamente.

Este mismo año, en febrero, mientras los presidentes de Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela se encontraron en el Foro Social Mundial, el de México acudió al Foro Económico de Davos, Suiza, en lo que constituyó una muestra, más de fondo que de forma, que exhibe de qué lado se adscribe México en la geopolítica del continente.

Aunque separadas por miles de kilómetros, las dos cumbres que terminaron ayer en Guadalajara y en Quito, intercambiaron mensajes.

Acaso en respuesta a los dichos del depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, que ha calificado como "tibia" la actuación de Estados Unidos ante el golpe militar en ese país, Barack Obama calificó como "hipócrita" la visión de quienes hoy le exigen intervenir en la región, pero que en otros momentos han criticado y repudiado esas intervenciones.

La hipocrecía no está, en todo caso, de un sólo lado. Obama ha dicho que durante su administración Estados Unidos ya no será el policía del mundo. Sin embargo, mantiene la intervención militar de la OTAN en Afganistan y recién firmó un plan para ampliar la fuerza militar estadounidense en siete bases militares que mantiene en Colombia (pasaría de 250 a 800 soldados en un país con el segundo ejército más grande de la región).

Se trata de algo que, en opinión de los presidentes latinoamericanos, trasciende la relación bilateral Bogotá-Washington, pues, como lo señaló la mandataria argentina Cristina Kichner, "se crea en la región un estado de beligerancia inaceptable e inédito."

Otro punto que pareció poner distancia entre el Norte y el Sur fue el tema Honduras: los tres líderes norteños insistieron en remitir todo a la entrampada mediación de la OEA y en mantener un apoyo abstracto, subrayado por el dicho del señor Calderón al señalar que no se trata de abogar por una persona en particular, sino de defender la institucionalidad democrática.

En el Sur, en cambio, se expresaron claras condenas a los golpistas hondureños y se exigió el regreso del presidente Manuel Zelaya a su cargo constitucional.

Esos son los contrastes y asimetrías que pueblan hoy la correlación de fuerzas en el continente.

En lo que concierne en particular con la cumbre de América del Norte, no se puede decir sino que se trató de una reunión protocolaria organizada sólo para cumplir con el calendario, es decir, con el requisito.

No se resolvió nada: Canadá insistió en mantener el requisito de visas para mexicanos que viajan a ese país y Obama no destrabó los recursos prometidos para la asistencia contra el narcotráfico en el marco de la Iniciativa Mérida, debido a las dudas del congreso estadounidense en cuanto a que en México se respeten los derechos humanos.

Más llamativo fue lo que ocurrió en el entorno de la cumbre. Hoy el New York Times publica en primera plana un reportaje titulado: "Los traficantes de droga en México continúan su comercio desde prisión".

Se describe ahí el video que muestra cómo se fugaron de una cárcel de Zacatecas 53 presos vinculados con los principales cárteles de las drogas, en lo que constituye una nueva desautorización o por lo menos cuestionamiento a la eficacia de la lucha del gobierno mexicano contra el tráfico de estupefacientes.

Otra coincidencia en torno de la reunión de presidentes, fue la muy conveniente captura, divulgada ayer, de un presunto sicario, Dimas Díaz Ramos, que --según se dijo sin ninguna prueba fehaciente-- habría sido encargado de planear y llevar a cabo un atentado contra Felipe Calderón.

Se trata de una clara maniobra escenográfica destinada a mostrar a los visitantes la dimensión y el "valor" de Calderón que así expone su vida en su lucha por salvar a México y en una de esas hasta al mundo del flagelo que representan las drogas.

¡Hasta la próxima!

sábado, 4 de abril de 2009

Y ahora...la OTAN

Una intensa semana diplomática concluirá este día cuando se ponga fin en Estrasburgo (Francia) y Baden Baden (Alemania), a la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la llamada Alianza Atlántica creada después de la Segunda Guerra Mundial con el propósito de organizar Europa ante la amenaza de la Unión Soviética.

En el siguiente artículo, traducido del periódico inglés The Independent, se señala que la situación en Afganistán y la expansión de la alianza son dos de los principales temas que debe enfrentar en este momento.

El 60 aniversario de la organización --considerada la más exitosa alianza militar jamás creada-- tuvo lugar en ambos lados de la frontera franco-alemana, como una forma de simbolizar no sólo las más de seis décadas de paz entre ambas naciones, sino el retorno de Francia al comando militar tras 43 años de ausencia.

Las celebraciones, sin embargo, siempre han estado enmarcadas por momentos difíciles. El 20 aniversario ocurrió sólo un año después de que las tropas soviéticas invadieran Checoslovaquia. Los 40 años coincidieron con la confusión por el colapso del comunismo, precedido unos meses por la caída del Muro de Berlín.

La fiesta por el 50 aniversario, en fin, tuvo lugar en Washington, en momentos en que la disputa trasatlántica por Kosovo estaba en su punto más alto, y dos años antes de los ataques del 9/11, que reagruparon a la alianza en el enfrentamiento de una hasta entonces inimaginada amenaza.

Este 60 aniversario la encuentra en otra coyuntura difícil. Sus fuerzas de riesgo están cerca del empantanamiento en Afganistán y hay crecientes cuestionamientos acerca del objetivo de su misión allí.

Debido a que la alianza dio la bienvenida a dos nuevos miembros, Croacia y Albania, algunos de sus prominentes integrantes se preguntan qué tan lejos puede ir la expansión sin diluir su capacidad. Y la primera cuestión planteada después del colapso soviético nunca ha sido realmente respondida: si el objetivo de la OTAN no es más la defensa de Occidente contra Rusia, para qué es la alianza?

La prioridad inmediata es Afganistán y lo que suceda ahí determinará mucho más. El calendario que el presidente estadounidense Barak Obama ha establecido para el retiro de sus tropas de Irak hace posible un redireccionamiento de los recursos de EUA.

Pero también ha dejado claro que EUA mira Afganistán como un esfuerzo de la OTAN que debe ser adecuadamente compartido. Como tal, ello constituye una suprema prueba de la alianza. Que el señor Obama no sólo esté pensando en términos de operaciones militares, sino también en proyectos de entrenamiento e infraestructura, debería hacer más fácil que los países europeos aumentaran su contribución.

El presidente de EUA ha sido claro acerca de los objetivos de la organización: prevenir que Afganistán vuelva a convertirse en un paraíso para los terroristas y retirarse tan pronto como ese país pueda mirar por su propia seguridad.

El señor Obama insistió ayer de nueva cuenta en que la OTAN no es y no debe convertirse en una fuerza de ocupación. La mayoría de los miembros europeos serán capaces de aceptar esto. Si ellos están dispuestos a ayudar para aterrizar la iniciativa en estos tiempos de austeridad, ese es otro tema.

Como dijo ayer el saliente Secretario General del organismo, Jaap de Hoop Scheffer, algunos europeos pueden también ser disuadidos de ayudar si el gobierno de Kabul aprueba una nueva ley que podría frenar los derechos civiles, especialmente los de las mujeres.

Su advertencia dio en el corazón de un dilema que será planteado muy frecuentemente: si --como algunos creen que debe ser-- la OTAN opera más fuera del área, hasta donde debería una alianza occidental apuntalar regímenes cuyas autoridades pueden profesar valores tan diferentes.

Es probable que seal algo difícil hablar acerca de la OTAN hoy; no tan difícil como podría haberlo sido antes de las elecciones de EUA. Barak Obama ha construido un nuevo tono de consensos para la alianza. La distancia conceptual entre los EUA y los aliados europeos es más estrecha que hace algunos años. Eso es un buen presagio para algunas necesarias nuevas ideas.

¡Hasta la próxima!

jueves, 22 de enero de 2009

Virajes

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, divulgada ayer por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la tasa de desocupación nacional en diciembre de 2008 afectó a 4.32 por ciento de la población económicamente activa, y es la segunda más elevada desde abril de 2000.

El porcentaje significa que al finalizar 2008 casi dos millones de personas en todo el país se encontraban en la búsqueda de un empleo.

El dato ilustra con suficiencia las insuficiencias de nuestro sistema económico. Y no sólo es resultado de la crisis. Desde hace por lo menos una década se afirma que el país requiere crear un millón de empleos anuales. Después el reto ascendió a un millón 250 mil.

El autodenominado “presidente del empleo” tiene ahora el paliativo de la crisis. Pero antes de ésta las cifras tampoco le favorecen. Sin empleos bien remunerados, que es un derecho constitucional, los demás también se van por la borda: el derecho a la educación, a la salud, a la alimentación, a una vivienda digna.

Se trata de necesidades prácticas. De esas que se viven día a día. Acaso por ello resulta elocuente una frase de Barak Obama al tomar posesión este martes como presidente de Estados Unidos.

“La cuestión que hoy debemos plantearnos no es si nuestro gobierno es demasido grande o demasiado pequeño, sino si funciona. Si ayuda a las familias a buscar trabajo y sueldos decentes, a tener cuidados médicos asequibles y una jubilación digna…cuando la respuesta sea negativa pondremos fin a esos programas”.

La aseveración pone el acento en la esencia de lo que es y debe ser la formación política denominada Estado y aun sobre la política económica que lo acompaña para cumplir sus fines.

Desde que Ronald Reagan y Margaret Tatcher se instalaron en la Casa Blanca y en el número 10 de Downing Street, hacia el final de los años 70 del siglo pasado, cancelaron esa concepción. El mundo supo entonces que estaba a las puertas de una nueva reorganización del capital (neoliberalismo) que requeriría la expansión de las fronteras (globalización).

El alegato inicial fue precisamente cuestionar lo que ahora Obama parece criticar: el tamaño del Estado. De ahí pasaron a su desmantelamiento (privatización de empresas públicas) arguyendo que los agentes privados tienden a ser más productivos y eficientes.

El mercado, decían, no podía estar sujeto a tantas regulaciones estatales. Eso lo distorsionaba e impedía una correcta asignación de la riqueza. La intervención gubernamental era, de acuerdo con esas directrices, nociva para el crecimiento económico, pues al tratar de equilibrar quitando a unos para dar a otros, lo que hacía era frenar el desarrollo.

Esas y otras medidas constituyeron el decálogo conocido como el Consenso de Washington, postulado como el mejor programa económico para que los países de Latinoamérica alcanzaran el crecimiento.

No ocurrió así, sin embargo. Al contrario, las tribulaciones económicas de la población se reflejaron en las inquietantes conclusiones del informe La democracia en América Latina, preparado en 2004 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La investigación reveló que los ciudadanos del continente estarían de acuerdo en votar por gobiernos autoritarios si éstos fueran capaces de conseguir mejorar la economía personal y la de sus países.

Considerando la amarga experiencia que han dejado esos regímenes en la región, la tendencia expresada habla del grado de desesperación en que se encuentra una población que no halla respuestas a sus demandas por mejor calidad de vida.

El abandono del Welfare state (Estado de bienestar) keynesiano y su sustitución por el Estado mínimo no trajo mejores condiciones de vida a los hogares de las personas.

En términos llanos, el Estado se alejó de su concepción original: una empresa colectiva encaminada a lograr el bienestar de sus componentes.

De ahí que las palabras de Obama puedan ser leídas como una crítica a la renuncia del Estado a sus obligaciones básicas con sus representados, bajo la patraña de que el mercado se encargaría de la distribución de los beneficios.

El corolario tendría que ser un cambio en las directrices de política económica –no del capitalismo-- dentro y fuera de Estados Unidos. Aún es prematuro afirmar que esto vaya a ocurrir. Acaso se trate sólo de un reajuste. De poner “un ojo vigilante” para evitar las perversiones de ese mercado.

Pero esa y otras frases deben haber calado hondo de este lado de la frontera. Aquí –con los reflejos de subordinación de nuestra clase gobernante-- se sigue amarrando la superación de la crisis a la recuperación del vecino del Norte, pero seguramente se hará tratando de disimular el matiz en el paradigma que las palabras del nuevo gobernante implican.

Es decir, seguirá sin importar si el Estado es capaz de generar el bienestar que la población demanda. Ello así, porque implicaría un viraje en el programa político-ideológico. Algo que esa clase política medrosa no esta dispuesta a cumplir. Veremos y diremos.