lunes, 12 de agosto de 2013

Porqué no creceremos con las reformas

Aunque no lo parezca, la economía es más sencilla y lógica de lo que las estrambóticas formulaciones numéricas del neoliberalismo pretenden hacernos creer. El quid de la cuestión, tanto para una empresa como para un país, consiste en el equilibrio entre oferta y demanda.

Usted no puede atiborrar el mercado con enormes volúmenes de producto sin tener en cuenta la demanda. Si ésta es muy pobre el desequilibrio que usted cause lo afectará tarde o temprano: tendrá que reducir precios y crecerán sus inventarios.

Si para el siguiente ciclo de producción la demanda continúa deprimida, usted deberá producir menos, y para compensar la caída tendrá que reducir salarios, despedir trabajadores y cerrar contrataciones durante un largo periodo.

Pero si usted y miles de empresas se ven precisadas a aplicar estas medidas, el desempleo así provocado reducirá el poder adquisitivo de las familias, con la cual reducirán sus gastos y la demanda seguirá cayendo y con ella la producción. Se dirá entonces que el país vive una recesión, porque sin ventas las empresas no invierten, pagan poco, producen menos y no crean empleos.

El problema por resolver está muy claro: ¿cómo estimular la demanda para devolver el equilibrio al sistema? Esa ha sido en términos generales la cuestión que la economía ha tratado de resolver a lo largo de la historia del pensamiento económico.

Para unos, el gobierno debe generar condiciones de rentabilidad que permitan estimular el crecimiento económico; para otros (llamémosle el bando neoliberal), el gobierno no debe intervenir de ningún modo porque el mercado es tan eficiente que solito se encargará de corregir cualquier desequilibrio. Estos últimos son los que han dominado la ciencia de la economía en los últimos decenios. A ellos y sus teorías se debe la crisis económica mundial que aún padecemos. A ellos pertenece el equipo económico del licenciado Enrique Peña Nieto.

El caso es que en México llevamos tres décadas aplicando las políticas del bando neoliberal. El problema de este modelo radica en que su programa de reformas estructurales está --todo él-- orientado a seguir estimulando un sólo lado de la ecuación: el de la oferta, pero sin tener en cuenta la demanda. Por eso no crecemos.

Esto lo hacen porque siguen creyendo en la Ley de Say según la cual la oferta crea su propia demanda, lo cual no es cierto, porque como lo hizo notar Keynes, a partir de la evidencia empírica, cuando hay una crisis la gente deja de gastar y seguirá así incluso tiempo después de que la turbulencia haya pasado.

Con arreglo a lo anterior, las reformas estructurales mexicanas están orientadas a estimular la oferta sin atender la demanda. Veamos:

La reforma laboral se hizo para abaratar la mano de obra y para librar a los patrones del pago de prestaciones y liquidaciones, como una forma de aligerar los gastos de producción e incrementar las ganancias. Es decir, seguir produciendo (oferta), pero para un mercado que con esos bajos salarios carece de capacidad de consumo (demanda).

La reforma financiera está pensada (es un decir) para que los bancos otorguen más crédito y más barato a las pequeñas y medianas empresas, pues se supone que éstas no invierten ni crecen porque carecen de recursos. De acuerdo con esta idílica imagen con esos créditos podrán crear empleos y producir más (de nuevo de lo que se trata es de incentivar la oferta).

Está por verse cuántos empresarios se embarcarán con un crédito --así sea a tasas preferenciales-- que se convertirá en una deuda impagable cuando la producción así financiada no se venda porque está destinada a un mercado donde la demanda está por los suelos porque no hay políticas para estimularla.

La reforma fiscal, que debería ser uno de los instrumentos mediante los cuales el gobierno reasigne y redistribuya la riqueza social, será un medio para seguir afectando la demanda, pues al incrementar el IVA y generalizarlo a los alimentos y medicinas, la mayoría de la población reducirá aun más su consumo (la demanda) y, al hacerlo, volverán a caer las ventas, la inversión y la producción, con lo cual se le seguirán bajando puntos al Producto Interno Bruto, que refleja el crecimiento o estancamiento económicos.

Por estas sencillas razones, resulta obvio que el modelito y la receta de las reformas económicas no nos conducirá a un mayor desarrollo económico sino al precipicio, pues su aplicación no hará sino incubar las condiciones de la próxima crisis.

En este contexto ¿por qué el gobierno insiste en que con este modelo se conseguirá el crecimiento cuando la evidencia empírica demuestra la mendacidad de esa afirmación? Lo veremos mañana.

lunes, 5 de agosto de 2013

Van Gogh: arte e infortunio

A la una y media de la mañana del 29 de julio de 1890 un hombre de rostro lívido y cuyas angulosas y rígidas facciones comunicaban a su rostro un aire angelical y terrible a la vez, balbuceó ante su hermano: "Quisiera morir ahora". Al cabo de unos instantes su deseo se cumplió.

Terminaba así la vida que durante 37 años padeció aquel espíritu cuyo temperamento y fuerza quedaron plasmados en lienzos que hoy imponen récord de cotización en las subastas de las casas de arte más prestigiadas del mundo.

Vincent Van Gogh jamás vendió un cuadro ni imaginó que ocurriría. En cambio, supo tangiblemente de una vida marcada por la estrechez económica y convulsionada por su condición esquizofrénica a la que él mismo puso fin disparándose un balazo en el pecho el 27 de julio de 1890. Murió dos días después del incidente.

Recién se conmemoró el 123 aniversario luctuoso de una de esas personalidades que con sus obras dio al mundo una nueva suerte de belleza, y a la que, no obstante, el infortunio pareció perseguir desde la cuna, como observa Baudelaire respecto de Edgar Allan Poe y como lo intuyó el propio Oscar Wilde al poner en boca de uno de sus personajes aquello de que: "Una fatalidad pesa sobre toda superioridad física o intelectual, esa especie de fatalidad que sigue, a través de la historia, los pasos vacilantes de los reyes".

Afirmación que completaba con un velado reproche al destino y a la sociedad: "Los feos y los estúpidos son los mejor librados desde ese punto de vista en este mundo...si no saben nada de la victoria les está, por lo menos, ahorrado el conocimiento de la derrota".

Nacer el mismo día

Fatalidad desde la cuna. Y en el caso de Van Gogh la afirmación es algo más que una imagen retórica: Anna Cornelia Carbentus, que casó en 1851 con el reverendo Théodore Van Gogh, dio a luz el 30 de marzo de 1852 a un niño que moriría a las pocas semanas.

Al año siguiente, sorprendentemente el mismo día y mes nació el segundo hijo de la pareja al que llamaron Vincen Willen, mismo nombre que habían impuesto al niño muerto. El hecho fue interpretado como crucial en la ulterior y desaforada lucha que Vincent libra para encontrar una identidad propia, una que le pertenezca a él sólo; un estilo único que, según sus palabras, le diferenciara de todos y permitiera reconocer su obra aun sin firma.

Luego de una infancia difícil en la que, al decir de su niñera, el comportamiento de Vincent era gracioso y desagradablemente excéntrico, lo que le valía bastantes castigos, a los 12 años es enviado como interno a la escuela de Zeverbergen.

Esta primera separación de la casa paterna produce en él un sentimiento de tristeza y abandono que lo acompañó el resto de sus días. En silencio y con los ojos anegados de lágrimas mira alejarse el carruaje que lleva a sus padres de vuelta al hogar.

Años después escribe a su hermano Théo, en una de las 688 cartas que le envió a lo largo de 17 años: "...cuando se vive en compañía de los suyos se da uno cuenta que hay una razón para vivir, se percibe que uno no es del todo inútil, un parásito, sino que, tal vez, se sirve para algo puesto que necesita uno del otro y que en el camino hay compañeros de viaje".

No obstante que abundan los testimonios que lo describen como un ser insociable, poco inclinado a la compañía de otros, Vincent reclama para sí la comprensión y estima de los demás: "Yo también necesito relaciones amistosas y afectuosas. No soy una fuente pública ni un reverbero de piedra o hierro; por lo tanto, como cualquier otro hombre normal no puedo prescindir de una extraña sensación de vacío, del sentimiento de que algo me falta".

En un momento de su vida descubre su vocación religiosa y se traslada a Amsterdam para iniciar estudios de predicador en la Universidad. Sin embargo, no soporta la preparación del examen de admisión: "Lo que uno debe saber es impresionante". Luego dirá a su profesor, el doctor Méndes de Costa: "¿Cree seriamente que tales horrores --se refiere al griego y al latín-- son indispensables para un hombre que quiere hacer lo que yo deseo: dar paz a las pobres criaturas y reconciliarlas con su presencia aquí en la tierra?".

Abandona aquello y tras un curso de tres meses de formación para evangelistas consigue, con ayuda de su padre, un puesto en la región minera del Borinage, en Bélgica. Las autoridades eclesiásticas juzgan su actuación como excéntrica y critican sus excesos. Le piden que modere su práctica de las virtudes cristianas: un pastor harapiento y sucio no coincide con la imagen normal de un evangelista.

Al cabo de ese episodio Vincent está en una deplorable situación moral, física y económica. Ha perdido la fe, no tiene amigos, trabajo ni proyectos. Théo lo efende profundamente cuando le reprocha su tendencia a pasarse el tiempo sin hacer nada.

El sentimiento de ni siquiera servir a la familia despierta de nuevo: "Si tuviese que creer que soy un problema para ti o para la familia...de modo que sería mejor que no existiera...me invadiría la tristeza y la desesperación. Apenas puedo soportar el pensarlo y es aun más difícil de soportar la idea de que soy causa de discordias, de aflicción e inquietud entre nosotros y en nuestro hogar. Si esto fuera realmente así, preferiría no permanecer mucho tiempo en este mundo".

Después de este episodio habrían de pasar nueve meses para que la correspondencia entre ambos hermanos se reanudara. Y en el que quizá sea uno de los pasajes más definitivos de sus cartas, vuelve al reclamo de su hermano sobre su pereza: "Estaría muy contento si pudieses ver en mí algo más que a un holgazán. Porque hay dos tipos de pereza contrarías entre sí. Hay el hombre que es holgazán por pereza y por falta de carácter y porque su naturaleza es vil.

"Pero está el hombre que es perezoso a pesar de sí mismo, que en su interior está consumido por un gran deseo de acción, pero no hace nada porque es imposible para él hacer algo, porque está como aprisionado en una jaula, porque no posee lo que necesita para volverse productivo. Sirvo para algo ¡sé que podría ser un hombre completamente diferente! Hay algo dentro de mí ¿qué puede ser?".

Y ejemplifica la necesidad insatisfecha que lo consume mediante este ejemplo: "Un pájaro enjaulado en primavera sabe muy bien que hay algo que debe hacer, pero no puede hacerlo ¿qué es? Se le presentan entonces algunas ideas y se dice a sí mismo: 'Los otros construyen sus nidos y ponen sus huevos y crían a sus pequeños' y golpea la cabeza contra las barras de su jaula, pero la jaula sigue allí y el pájaro enloquece de angustia.

"'Mira ese pájaro holgazán' dice otro pájaro que pasa: 'parece vivir a sus anchas'. Sí, el prisionera vive, ningún signo externo indica lo que ocurre en su interior. Tal hombre holgazán se parece a este pájaro holgazán. No siempre puede decirse qué es lo que nos mantiene encerrados, confinados, qué es lo que parece enterrarnos...¿Sabes qué es lo que le libera a uno de esta prisión? Es todo afecto profundo, el amor, esto es lo que abre la prisión mediante algún poder supremo, mediante alguna fuerza mágica. Me alegraría mucho si solamente fuese posible que tú me vieses como algo más que un holgazán del peor tipo".

Esta carta es decisiva. Al cabo de algún tiempo Van Gogh se hallará por fin en el camino de la creación a través de la pintura donde encontró por fin el modo de expresarse, ese hacer algo que lo angustiaba sin poder definir qué era.

Así descubrió para el mundo la posibilidad luminosa del color: investigó en numerosos lienzos las posibilidades cromáticas que lo condujeron a utilizar colores menospreciados por los pintores de su tiempo. Vincent Van Gogh vivió solamente 37 años y ese breve lapso le bastó para recorrer todos los caminos de la perturbación y de la sensibilidad artística.

Su amor, su sacrificio religioso, la expansión prodigiosa y extraña de su ego; en síntesis, su vida sólo interrumpida por él mismo es el reflejo de su pintura. De la obra de un hombre al que todo se le negó: las posibilidades económicas (su hermano Théo lo mantuvo muchos años), compañía y reconocimiento, pero que derramó frenesí para pintar su única obsesión: la vida, que, sin embargo, se obstinó en excluirlo de ella.

domingo, 4 de agosto de 2013

El fracaso de la economía

Las últimas cuatro décadas la historia del mundo ha sido una: la lucha de las sociedades contra la imposición neoliberal. Éste ha prevalecido pese al evidente fracaso intelectual de la teoría económica dominante, fundada, como hemos dicho en un post anterior, en supuestos sin sustento en la realidad. El principal --en palabras de Robert Skidelsky, el notable biógrafo de John Maynard Keynes-- en creer que su sistema económico es perfecto porque todos los agentes participantes disponen de información perfecta acerca del futuro, lo cual es evidentemente absurdo.

La causa principal de la presente crisis --sostiene el historiador-- se encuentra en el fracaso intelectual de la economía. Fueron las ideas equivocadas de los economistas las que legitimaron la desregulación de las finanzas que causó el desastre posterior. Es difícil transmitir el daño que ha hecho esta escuela dominante hasta hace poco.

Pocas veces con anterioridad --remata nuestro autor-- ha habido mentes tan brillantes dedicadas a ideas tan extrañas. La más disparatada, la que propugna que todos los participantes en el mercado tienen creencias correctas acerca de lo que pasará a los precios en un futuro infinito. Eso no es otra cosa que el elefante de las expectativas racionales que los economistas se tragaron, afirma.

Esa ideología es precisamente la que ha estado detrás de los fracasados programas gubernamentales aplicados en México desde que en 1982 llegó al poder Miguel de la Madrid y con él, el grupo de economistas formados en esas teorías: Carlos Salinas de Gortari, Pedro Aspe, Ernesto Zedillo, Herminio Blanco, Guillermo Ortiz, Santiago Levy, entre otros.

La siguiente generación, incluidos los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, y ahora Luis Videgaray y el equipo económico alrededor de Enrique Peña Nieto, han sido y son fieles seguidores de las teorías económicas derrotadas por la realidad de una crisis que todavía no han sido capaces de explicar, y de la que no han podido salir porque no saben cómo hacerlo.

En los últimos 30 años México ha estado en manos de economistas de medio pelo adoctrinados en teorías que seguramente no entienden, pero que aplican dócilmente por el compromiso que adquirieron con los centros de poder estadounidense que los impusieron en los cargos de mando que desempeñaron.

No es casual por ello que de los cinco más recientes presidentes de México, incluido el actual, cuatro hayan sido impuestos por la fuerza mediante fraudes electorales, monumentales y evidentes en los casos de Salinas de Gortari, Calderón y Peña Nieto. Era preciso que fuera así.

A despecho de las supuestas formas democráticas del mundo libre (eufemismo con el que EUA designa a los países bajo su égida), era preciso imponerlos para que cumplieran el designio del exterior: abrir nuevos espacios de rentabilidad para el capital trasnacional, mediante el despojo de la riqueza nacional vía el programa privatizador conocido como reformas estructurales.

Merced a ese proceso ya se apoderaron de los bancos, de la minería, la electricidad --casi 60% de la energía que general el país es producida por particulares-- la producción agrícola, y ahora van por la joya de la república: la riqueza petrolera.

Una evidencia incontrastable del fracaso de las políticas neoliberales la aportó el pasado 29 de julio el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) al informar que en México 53.3 millones de personas (45.5% de la población) viven en la pobreza.

Pero si se suprimen los criterios de medición que introdujo la nueva metodología oficial a partir de 2008 (acceso a la alimentación, salud, seguridad social, educación, vivienda) y sólo se considera el ingreso, entonces esa cifra aumenta a 61.4 millones de pobres hasta 2012, es decir, más de la mitad de la población (52.3%).

Este es el saldo de 31 años de economía neoliberal y reformas estructurales: La imposición --mediante fraudes electorales-- de un sistema económico igualmente fraudulento que mantiene al país estancado y a su población empobrecida.

Esto lo sabe muy bien Luis Videgaray Caso, el secretario mexicano de Hacienda. Pero a él le pagan por jurar que el rey va vestido. Y en plena aceptación de ese papel lacayuno sale a decir:

"Sólo con la aprobación de más reformas estructurales, como la energética y la hacendaria, México podrá generar crecimientos económicos mayores que permitan a millones de mexicanos salir de la pobreza" (La Jornada, 30/VII/2013, p. 11). ¿Se dan ustedes cuenta?