Aunque no lo parezca, la economía es más sencilla y lógica de lo que las estrambóticas formulaciones numéricas del neoliberalismo pretenden hacernos creer. El quid de la cuestión, tanto para una empresa como para un país, consiste en el equilibrio entre oferta y demanda.
Usted no puede atiborrar el mercado con enormes volúmenes de producto sin tener en cuenta la demanda. Si ésta es muy pobre el desequilibrio que usted cause lo afectará tarde o temprano: tendrá que reducir precios y crecerán sus inventarios.
Si para el siguiente ciclo de producción la demanda continúa deprimida, usted deberá producir menos, y para compensar la caída tendrá que reducir salarios, despedir trabajadores y cerrar contrataciones durante un largo periodo.
Pero si usted y miles de empresas se ven precisadas a aplicar estas medidas, el desempleo así provocado reducirá el poder adquisitivo de las familias, con la cual reducirán sus gastos y la demanda seguirá cayendo y con ella la producción. Se dirá entonces que el país vive una recesión, porque sin ventas las empresas no invierten, pagan poco, producen menos y no crean empleos.
El problema por resolver está muy claro: ¿cómo estimular la demanda para devolver el equilibrio al sistema? Esa ha sido en términos generales la cuestión que la economía ha tratado de resolver a lo largo de la historia del pensamiento económico.
Para unos, el gobierno debe generar condiciones de rentabilidad que permitan estimular el crecimiento económico; para otros (llamémosle el bando neoliberal), el gobierno no debe intervenir de ningún modo porque el mercado es tan eficiente que solito se encargará de corregir cualquier desequilibrio. Estos últimos son los que han dominado la ciencia de la economía en los últimos decenios. A ellos y sus teorías se debe la crisis económica mundial que aún padecemos. A ellos pertenece el equipo económico del licenciado Enrique Peña Nieto.
El caso es que en México llevamos tres décadas aplicando las políticas del bando neoliberal. El problema de este modelo radica en que su programa de reformas estructurales está --todo él-- orientado a seguir estimulando un sólo lado de la ecuación: el de la oferta, pero sin tener en cuenta la demanda. Por eso no crecemos.
Esto lo hacen porque siguen creyendo en la Ley de Say según la cual la oferta crea su propia demanda, lo cual no es cierto, porque como lo hizo notar Keynes, a partir de la evidencia empírica, cuando hay una crisis la gente deja de gastar y seguirá así incluso tiempo después de que la turbulencia haya pasado.
Con arreglo a lo anterior, las reformas estructurales mexicanas están orientadas a estimular la oferta sin atender la demanda. Veamos:
La reforma laboral se hizo para abaratar la mano de obra y para librar a los patrones del pago de prestaciones y liquidaciones, como una forma de aligerar los gastos de producción e incrementar las ganancias. Es decir, seguir produciendo (oferta), pero para un mercado que con esos bajos salarios carece de capacidad de consumo (demanda).
La reforma financiera está pensada (es un decir) para que los bancos otorguen más crédito y más barato a las pequeñas y medianas empresas, pues se supone que éstas no invierten ni crecen porque carecen de recursos. De acuerdo con esta idílica imagen con esos créditos podrán crear empleos y producir más (de nuevo de lo que se trata es de incentivar la oferta).
Está por verse cuántos empresarios se embarcarán con un crédito --así sea a tasas preferenciales-- que se convertirá en una deuda impagable cuando la producción así financiada no se venda porque está destinada a un mercado donde la demanda está por los suelos porque no hay políticas para estimularla.
La reforma fiscal, que debería ser uno de los instrumentos mediante los cuales el gobierno reasigne y redistribuya la riqueza social, será un medio para seguir afectando la demanda, pues al incrementar el IVA y generalizarlo a los alimentos y medicinas, la mayoría de la población reducirá aun más su consumo (la demanda) y, al hacerlo, volverán a caer las ventas, la inversión y la producción, con lo cual se le seguirán bajando puntos al Producto Interno Bruto, que refleja el crecimiento o estancamiento económicos.
Por estas sencillas razones, resulta obvio que el modelito y la receta de las reformas económicas no nos conducirá a un mayor desarrollo económico sino al precipicio, pues su aplicación no hará sino incubar las condiciones de la próxima crisis.
En este contexto ¿por qué el gobierno insiste en que con este modelo se conseguirá el crecimiento cuando la evidencia empírica demuestra la mendacidad de esa afirmación? Lo veremos mañana.
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lunes, 12 de agosto de 2013
viernes, 31 de mayo de 2013
Reforma fiscal
La reforma fiscal que el gobierno mexicano propondrá al congreso en los próximos meses no contribuirá a mejorar la estructura de los ingresos tributarios, pues está orientada a dar certeza y protección al gran capital, particularmente al financiero, que además de no pagar impuestos exige para invertir aquí, condiciones como la acumulación de reservas, el equilibrio fiscal y la ampliación de la base tributaria.
Así lo señala un estudio del Grupo de Análisis de la Coyuntura de la Economía Mexicana (Gacem), del Instituto de Investigaciones Económicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Una auténtica reforma al régimen fiscal implicaría, de acuerdo con el Grupo, cobrar impuestos a las ganancias, sin la posibilidad de deducir mediante fundaciones; eliminar la consolidación fiscal --la cual permite que en un conjunto de empresas se puedan transferir las pérdidas para reducir las ganancias y pagar menos impuestos--, medidas contra el capital especulativo, tales como tasas tributarias o penalizaciones monetarias si abandonan el país en el corto plazo, e incluso gravar las utilidades de las compañías mineras.
Se trata, sin embargo, de medidas que no están en la agenda de las autoridades hacendarias, señalan Alejandro López Bolaños y Josefina Morales Ramírez, autores del análisis. En su lugar, la reforma en puerta buscará la aplicación generalizada del IVA en medicinas y alimentos, eliminar subsidios a los energéticos (aumentos de precio en luz y gasolina), aplicar impuestos a la economía informal, además de un posterior aumento del IVA, actualmente en 16 por ciento.
Con datos de la última encuesta sobre ingreso-gasto de las familias mexicanas (2010), los investigadores demuestran que la aplicación del IVA generalizado afectará significativamente a las familias de menos recursos, las cuales destinan 52.3 por ciento de su ingreso a la adquisición de alimentos, en contraste con 28.4 por ciento de su gasto que canalizan a ese renglón los hogares con mayores ingresos.
Estimaciones realizadas por Josefina Morales con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, indican que con la estructura actual del IVA los hogares más ricos pagan 41.1 por ciento del total de ese impuesto, y el 10 por ciento más pobre, 1.1 puntos porcentuales.
Con la generalización del gravamen los más pobres cubrirán 1.7 por ciento del pago total del impuesto en el país, es decir, 161.2 por ciento más que antes; en tanto que el decil de mayores ingresos pasará de pagar 41.1 a 36.2 por ciento, proporcionalmente menos que antes. En términos porcentuales representará para estos últimos un incremento menor de 50 por ciento (47.7).
El análisis señala que si bien los recursos públicos son escasos --la recaudación de impuestos en México equivale a cerca de 9.6 por ciento del PIB, cuando el promedio de los países de la OCDE es de 24.7 por ciento-- el verdadero problema es que están mal administrados.
En efecto, a los elevados salarios de la élite gobernante y la corrupción, se añade la cuantiosa devolución de impuestos, que sólo en 2011 ascendió a 284 854.3 millones de pesos, equivalente a 13.8 por ciento del total de impuestos recaudados.
Pero a los grandes contribuyentes --la industria automotriz con 11 por ciento del total de devoluciones, la de alimentos (6.1), comercio (5.4) y "otros grandes contribuyentes" no identificados ni desglosados (71.2 por ciento del total)-- se les regresaron más de 219 mil millones de pesos, equivalentes a 71.8 por ciento de todas las devoluciones, y a 10.7 por ciento de los impuestos recaudados.
A lo anterior, añade el documento, se suma la privatización de impuestos vía las fundaciones y la beneficiencia pública. Los cuantiosos recursos de las fundaciones de las grandes empresas son, en gran parte, impuestos no pagados al gobierno federal.
De acuerdo con el Sistema de Administración Tributaria (SAT), hay en México más de nueve mil entidades donatarias autorizadas que incluyen un universo de actividades asistenciales, educativas, ecológicas, museos privados, promotores culturales, entre otros.
Un ejemplo de ello, destacan los analistas, es el Teletón de Televisa, que entre 1997 y 2011 recaudó cerca de cuatro mil millones de pesos.
Los autores señalan que entre el conjunto de reformas económicas de corte neoliberal que pretende la actual administración, la reforma fiscal trata de justificar el posible cobro de impuestos generales al consumo aduciendo que con esta medida se obtendrán los ingresos necesarios para impulsar el crecimiento económico, dotar de servicios públicos esenciales, financiar un nuevo esquema de protección social, además de darle mayor sostenibilidad a las finanzas públicas.
De hecho afirman que la modificación que hizo el PRI a sus estatutos para favorecer la aplicación generalizada del IVA en alimentos y medicinas fue inspirada por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el cual propuso que para hacer viable una reforma al sistema de protección social el financiamiento se obtendrá de recursos públicos provenientes de impuestos generales al consumo, de la eliminación de los regímenes especiales y del subsidio a las gasolinas.
Así vamos...
Así lo señala un estudio del Grupo de Análisis de la Coyuntura de la Economía Mexicana (Gacem), del Instituto de Investigaciones Económicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Una auténtica reforma al régimen fiscal implicaría, de acuerdo con el Grupo, cobrar impuestos a las ganancias, sin la posibilidad de deducir mediante fundaciones; eliminar la consolidación fiscal --la cual permite que en un conjunto de empresas se puedan transferir las pérdidas para reducir las ganancias y pagar menos impuestos--, medidas contra el capital especulativo, tales como tasas tributarias o penalizaciones monetarias si abandonan el país en el corto plazo, e incluso gravar las utilidades de las compañías mineras.
Se trata, sin embargo, de medidas que no están en la agenda de las autoridades hacendarias, señalan Alejandro López Bolaños y Josefina Morales Ramírez, autores del análisis. En su lugar, la reforma en puerta buscará la aplicación generalizada del IVA en medicinas y alimentos, eliminar subsidios a los energéticos (aumentos de precio en luz y gasolina), aplicar impuestos a la economía informal, además de un posterior aumento del IVA, actualmente en 16 por ciento.
Con datos de la última encuesta sobre ingreso-gasto de las familias mexicanas (2010), los investigadores demuestran que la aplicación del IVA generalizado afectará significativamente a las familias de menos recursos, las cuales destinan 52.3 por ciento de su ingreso a la adquisición de alimentos, en contraste con 28.4 por ciento de su gasto que canalizan a ese renglón los hogares con mayores ingresos.
Estimaciones realizadas por Josefina Morales con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, indican que con la estructura actual del IVA los hogares más ricos pagan 41.1 por ciento del total de ese impuesto, y el 10 por ciento más pobre, 1.1 puntos porcentuales.
Con la generalización del gravamen los más pobres cubrirán 1.7 por ciento del pago total del impuesto en el país, es decir, 161.2 por ciento más que antes; en tanto que el decil de mayores ingresos pasará de pagar 41.1 a 36.2 por ciento, proporcionalmente menos que antes. En términos porcentuales representará para estos últimos un incremento menor de 50 por ciento (47.7).
El análisis señala que si bien los recursos públicos son escasos --la recaudación de impuestos en México equivale a cerca de 9.6 por ciento del PIB, cuando el promedio de los países de la OCDE es de 24.7 por ciento-- el verdadero problema es que están mal administrados.
En efecto, a los elevados salarios de la élite gobernante y la corrupción, se añade la cuantiosa devolución de impuestos, que sólo en 2011 ascendió a 284 854.3 millones de pesos, equivalente a 13.8 por ciento del total de impuestos recaudados.
Pero a los grandes contribuyentes --la industria automotriz con 11 por ciento del total de devoluciones, la de alimentos (6.1), comercio (5.4) y "otros grandes contribuyentes" no identificados ni desglosados (71.2 por ciento del total)-- se les regresaron más de 219 mil millones de pesos, equivalentes a 71.8 por ciento de todas las devoluciones, y a 10.7 por ciento de los impuestos recaudados.
A lo anterior, añade el documento, se suma la privatización de impuestos vía las fundaciones y la beneficiencia pública. Los cuantiosos recursos de las fundaciones de las grandes empresas son, en gran parte, impuestos no pagados al gobierno federal.
De acuerdo con el Sistema de Administración Tributaria (SAT), hay en México más de nueve mil entidades donatarias autorizadas que incluyen un universo de actividades asistenciales, educativas, ecológicas, museos privados, promotores culturales, entre otros.
Un ejemplo de ello, destacan los analistas, es el Teletón de Televisa, que entre 1997 y 2011 recaudó cerca de cuatro mil millones de pesos.
Los autores señalan que entre el conjunto de reformas económicas de corte neoliberal que pretende la actual administración, la reforma fiscal trata de justificar el posible cobro de impuestos generales al consumo aduciendo que con esta medida se obtendrán los ingresos necesarios para impulsar el crecimiento económico, dotar de servicios públicos esenciales, financiar un nuevo esquema de protección social, además de darle mayor sostenibilidad a las finanzas públicas.
De hecho afirman que la modificación que hizo el PRI a sus estatutos para favorecer la aplicación generalizada del IVA en alimentos y medicinas fue inspirada por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, el cual propuso que para hacer viable una reforma al sistema de protección social el financiamiento se obtendrá de recursos públicos provenientes de impuestos generales al consumo, de la eliminación de los regímenes especiales y del subsidio a las gasolinas.
Así vamos...
jueves, 4 de abril de 2013
Telecomunicaciones y control social
La reforma en telecomunicaciones, aprobada por la Cámara de Diputados el 22 de marzo, dejó en claro que la clase político-empresarial que conforma el grupo hegemónico en el poder, sabe perfectamente el alcance de los medios de comunicación como adormecedores de conciencias y como instrumentos mediante los cuales asegura el control social y la prevalencia del sistema de dominación imperante.
La mencionada reforma --que aún se procesa en el Senado de la República, como cámara revisora-- niega a pueblos y comunidades indígenas la posibilidad de solicitar concesiones de radio y televisión.
La propuesta de reforma al artículo 28 constitucional, rechazada en bloque por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, señalaba que las concesiones podrán ser para uso comercial, público, "de los pueblos y comunidades indígenas", social y privado, y se sujetarán, según sus fines, a los principios establecidos en los artículos segundo, tercero, sexto y séptimo constitucionales.
Apuntaba que las concesiones se otorgarían mediante licitación pública, y que en ningún caso el factor determinante para definir al ganador será meramente económico. Al obstaculizar esta propuesta de modificación, esos partidos recurrieron a un argumento insólito: dijeron que permitir a esos pueblos el uso de los medios de radiodifusión, les proporcionaría instrumentos de comunicación que podrían utilizar para alentar la subversión o rebeldía.
Más que un argumento, la aseveración parece una confesión de parte: el reconocimiento de que quienes usufructan las concesiones de radio y televisión concentran un enorme poder. Tanto, que si se difundieran contenidos alejados del mercantilismo, que dén cabida a nuevas ideas, enfoques y concepciones acerca del actual estado de cosas, podrían socavarse los valores del conservadurismo, y eso equivaldría a subvertir el orden establecido.
El miedo, dicen, no anda en burro, y ese temor a la democratización de los medios es el temor a perder el control y la hegemonía sobre unos instrumentos básicos para el sistema de dominación. Así, se proclama que habrá dos nuevas cadenas de televisión y todos se congratulan y felicitan porque ello --aseguran-- rompe el monopolio de Televisa y TV Azteca. Habrá, en efecto, más canales de televisión, no necesariamente más alternativas, porque se trata de proyectos comerciales que ofrecerán el mismo modelo de entretenimiento y distracción que conocemos. No entrañan ningún peligro.
En cambio, se niega ese derecho a los pueblos y comunidades indígenas, acaso porque se sabe que la cosmovisión multicultural y multiétnica se encuentra en las antípodas del establishment. Son dos mundos confrontados, pese a la retórica de la unidad nacional, porque imperan allí condiciones de abandono, explotación y exclusión que constituyen un germen de explosividad social que puede potencializarse con el uso de medios de comunicación autónomos y autogestivos.
Con frecuencia se niega el papel de los medios de comunicación como aparatos ideológicos. El argumento esgrimido para excluir a las comunidades de la posibilidad de obtenerlos en concesión confirma que en efecto lo son. Y lo saben quienes lo niegan.
La mencionada reforma --que aún se procesa en el Senado de la República, como cámara revisora-- niega a pueblos y comunidades indígenas la posibilidad de solicitar concesiones de radio y televisión.
La propuesta de reforma al artículo 28 constitucional, rechazada en bloque por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, señalaba que las concesiones podrán ser para uso comercial, público, "de los pueblos y comunidades indígenas", social y privado, y se sujetarán, según sus fines, a los principios establecidos en los artículos segundo, tercero, sexto y séptimo constitucionales.
Apuntaba que las concesiones se otorgarían mediante licitación pública, y que en ningún caso el factor determinante para definir al ganador será meramente económico. Al obstaculizar esta propuesta de modificación, esos partidos recurrieron a un argumento insólito: dijeron que permitir a esos pueblos el uso de los medios de radiodifusión, les proporcionaría instrumentos de comunicación que podrían utilizar para alentar la subversión o rebeldía.
Más que un argumento, la aseveración parece una confesión de parte: el reconocimiento de que quienes usufructan las concesiones de radio y televisión concentran un enorme poder. Tanto, que si se difundieran contenidos alejados del mercantilismo, que dén cabida a nuevas ideas, enfoques y concepciones acerca del actual estado de cosas, podrían socavarse los valores del conservadurismo, y eso equivaldría a subvertir el orden establecido.
El miedo, dicen, no anda en burro, y ese temor a la democratización de los medios es el temor a perder el control y la hegemonía sobre unos instrumentos básicos para el sistema de dominación. Así, se proclama que habrá dos nuevas cadenas de televisión y todos se congratulan y felicitan porque ello --aseguran-- rompe el monopolio de Televisa y TV Azteca. Habrá, en efecto, más canales de televisión, no necesariamente más alternativas, porque se trata de proyectos comerciales que ofrecerán el mismo modelo de entretenimiento y distracción que conocemos. No entrañan ningún peligro.
En cambio, se niega ese derecho a los pueblos y comunidades indígenas, acaso porque se sabe que la cosmovisión multicultural y multiétnica se encuentra en las antípodas del establishment. Son dos mundos confrontados, pese a la retórica de la unidad nacional, porque imperan allí condiciones de abandono, explotación y exclusión que constituyen un germen de explosividad social que puede potencializarse con el uso de medios de comunicación autónomos y autogestivos.
Con frecuencia se niega el papel de los medios de comunicación como aparatos ideológicos. El argumento esgrimido para excluir a las comunidades de la posibilidad de obtenerlos en concesión confirma que en efecto lo son. Y lo saben quienes lo niegan.
martes, 5 de febrero de 2013
México ¿tigre Azteca?
Los "análisis" que la prensa extranjera escribe sobre México resultan casi siempre inexactos. Su tendencia a esquematizarlo todo, los hace incurrir en simplificaciones por completo ajenas a los complejos procesos políticos y sociales por los que transita nuestro país. Más si se trata de medios de la derecha financiera como el Financial Times.
En un texto titulado "México: tigre Azteca", firmado por Adam Thomson, el pasado 30 de enero, ese rotativo muestra su entusiasmo desbocado por la figura de Enrique Peña Nieto, mostrándolo como el reformador que salvará México. No obstante sus inclinaciones ideológicas, se trata de un medio de gran prestigio internacional, que arrastra en textos como el comentado, carente del mínimo rigor profesional y de un desconocimiento absoluto de la realidad que pretende analizar.
Juzgue el lector mediante esta traducción que ofrece Contadero:
México se ha convertido en el símbolo de un nuevo dinamismo económico y en la nación predilecta de los inversionistas internacionales, por encima de Brasil, cuya economía ha perdido lustre.
La economía mexicana creció cerca de cuatro por ciento durante el último año, casi el doble del promedio anual registrado en lo que va del siglo.
Este mes, Larry Fink, quien encabeza Black Rock, la compañía más grande del mundo en el manejo de valores llamó a México "una increíble historia de crecimiento". En tanto, Lisa Schillener, de Standar and Poor's, la agencia calificadora de deuda, dijo que el rango BBB de la deuda soberana del país podría estar a punto de ser elevado si México aprueba las cruciales reformas estructurales.
Los inversionistas extranjeros han salido masivamente a colocar su dinero en México, dice el rotativo inglés. Y añade como prueba que durante los primeros nueve meses de 2012 fondearon 57 mil millones de dólares en acciones y bonos mexicanos, más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo periodo.
Eso está a años luz de los tiempos sombríos que afectaron al país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses poco impresionados por el bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un Estado fallido.
¿Qué ocurrió que convirtió a México en un buen prospecto? y ¿está justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo --recuerda el texto-- la última vez que hubo tantas expectativas acerca de las perspectivas de la economía mexicana, durante la administración del priista Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el país terminó en la agonía del llamado efecto Tequila, con una aguda devaluación y una muy severa recesión.
La más reciente respuesta a la primera cuestión se llama Enrique Peña Nieto. Desde que el ex gobernador estatal de 46 años ganó la elección presidencial de julio para el PRI, los inversionistas lo han visto como la mejor oportunidad de liberar al congreso de la parálisis que ha bloqueado las reformas estructurales, las cuales muchos analistan creen que podrían transformar la, con frecuencia indolente economía mexicana, en un tigre Azteca.
Los intereses internacionales en México están demasiado enfocados en las capacidades del país como una base de producción desde donde las compañías pueden exportar hacia Estados Unidos. Pero las reformas del señor Peña Nieto intentan cultivar un ambiente más saludable para que las inversiones del exterior lleguen a la economía doméstica. Él está buscando introducir más competencia en telecomunicaciones y energía mientras da pasos para sacudir a los notoriamente ineficientes sistemas de impuestos y educativo.
Muchas de las esperanzas de que pueda ser capaz de empujar las reformas descansan en el propio PRI, el cual gobernó México por 71 años consecutivos bajo una cuasi democracia, hasta que perdió el poder en 2000. Durante ese periodo muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral; como un partido cuya organización tentacular asfixiaba los procesos democráticos para retener el poder.
Al mismo tiempo, sin embargo, muchos vieron al partido como la única fuerza política con suficiente capital humano y experiencia para gobernar eficazmente. Es muy difícil decir lo mismo del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, el cual nunca ha conseguido la presidencia, o del conservador Partido Acción Nacional, el cual durante las pasadas dos administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón, promovió reformas estructurales, pero finalmente careció de la capacidad política para funcionar con un congreso dividido.
Como dice Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo: "El problema real de México es que por años no hemos tenido un presidente que pueda hacer las cosas".
Durante sus recorridos de campaña y ahora como presidente, el acicalado y pro empresarial señor Peña Nieto ha trabajado duro para distanciarse a sí mismo de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular durante el gobierno del señor Salinas, aunque éste tiene influencia en la actual administración. El señor Peña Nieto ha tratado de asociar su partido con una reputación de eficiencia y gobierno efectivo.
La imagen de eficiencia ha viajado rápidamente. Cuando el señor Peña Nieto se reunió con Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que desarrollaría una relación cercana con un líder mexicano que "tiene una excepcional de reputación de querer ver las cosas hechas".
Políticamente el señor Peña Nieto ha promovido la idea de un gobierno incluyente.Un ejemplo obvio es el señor José Antonio Meade, quien fue secretario de Hacienda durante la anterior andministración centro-derechista. Otro es el nombramiento de Rosario Robles, una ex líder del izquierdista PRD, como secretaria de Desarrollo Social, un cargo importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza.
Eso contrasta con el gabinete del señor Calderón, el cual careció de figuras pertenecientes a todo el espectro político. Poco después Peña Nieto extendió esta rama de olivo a la oposición, y apenas 24 horas después de haber sido investido como Presidente, produjo el Pacto por México, un documento con 95 propuestas de reformas firmado por los líderes de los principales partidos polìticos.
Algunos observadores vieron el pacto sólo como otra hoja de papel- "Ha habido decenas de esas cosas a través de los años", argumentó Carlos Elizondo, un profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), una institución de educación superior. "Y ninguno de ellos ha contado nunca para nada".
Pero Duncan Wood, quien encabeza el Instituto México del Wilson Center, cree que el pacto, con todo y su ambiguedad en algunos temas, muestra la determinación del señor Peña Nieto por sobreponerse a la parálisis política que ha impedido realizar las reformas. "es una propuesta política", dice el señor Wood. "Y se ajusta a la tradición del PRI de tratar de construir concensos".
Con el mismo espíritu, el señor Peña Nieto se convirtió este mes en el primer presidente mexicano en dos décadas en visitar la sede del Senado para desayunar con un grupo de legisladores. Por supuesto que los factores económicos también han ayudado. La hábil conducción económica ha producido una baja récord en la inflación y en las tasas de interés.
Ello ha resultado en un alza histórica en las reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. México está compitiendo eficazmente con China por los mercados estadounidenses. Los altos costos de transporte y el incremento de salarios en Asia, están haciendo de México una más atractiva base para la exportación de manufacturas.
Pero lo que ha emocionado a los inversionistas privados es la aparente determinación del señor Peña Nieto de acelerar el crecimiento pasando por los intereses creados del país. Esto lo enfrentará con los poderosos jefes sindicales, como Elba Esther Gordillo, la formidable líder del influyente sindicato de maestros.
Los críticos alegan que ella posee una impresionante colección de propiedades, incluida una lujosa villa cerca de San Diego. En diciembre, el señor Peña Nieto propuso sacudir el sistema restringiendo el poder sindical significativamente.
Los intereses creados también se extienden a los poderosos negocios, como los del señor Slim, los cuales dominan importantes sectores haciéndolo difícil para los competidores. Entre otras cosas, el Pacto del señor Peña Nieto propone introducir más competencia en telecomunicaciones, mientras debilita el control de Televisa y TV Azteca, el sector privado de emisoras, creando dos nuevas cadenas de televisión.
Aprovechando el pacto, el nuevo presidente de México está empujando las reformas fiscal y de energía, quizá para este mismo año. Esa no es una tarea sencilla. Los legisladores han invertido años debatiendo la necesidad de un ajuste fiscal, pero con poca utilidad.
Recientemente ellos han empezado a mirar el altamente protegido sector energético, el cual es controlado por Pemex, la compañía estatal de petróleo y un ícono histórico del orgullo nacional. México ha sido por largo tiempo uno de los 10 más grandes productores y aproximadamente un tercio del ingreso gubernamental proviene del petróleo.
Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y el envejecimiento de los pozos petroleros ha llevado a una caída de 24 por ciento en la producción desde 2004. Incluso se ha predicho que México podría convertirse en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite pronto al sector privado jugar un más grande papel en esa industria.
En una entrevista reciente con el Financial Times, el señor Peña Nieto reconoció las dificultades que estos temas podrían provocar. "Claramente hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas...no se trata de lograr una unanimidad, sino de alcanzar una mayoría".
Críticamente, aún hay restos de la guerra contra las drogas la cual ha cobrado alrededor de 70 mil vidas en los pasados seis años. El nuevo presidente quiere priorizar la seguridad de los mexicanos, sobre el asesinato o la captura de los más altos capos de las drogas. En un movimiento que él cree que dará resultados, colocó la seguridad pública, que hasta hace poco era un ministerio separado, bajo el control de la Secretaría de Gobernación.
La administración también está tratando de disuadir a los medios de la cobertura de la violencia desechando la práctica --común durante la administración del señor Calderón-- de citar a conferencias de prensa para mostrar la captura de traficantes.
Los expertos admiten que no hay soluciones rápidas. Como dijo el señor Wood, del Wilson Center: "si los niveles de violencia no caen, se convertirá en un gran problema para el gobierno".
Los desafíos son inmensos, pero los avances en el Congreso y los grandes signos de cooperación interpartidista sugieren que el señor Peña Nieto y su equipo poseen las habilidades políticas necesarias para levantar los candados políticos. Como dice el señor Rubio: "Los profesionales están de regreso. Ahora tenemos que ver si consiguen hacer las cosas".
En un texto titulado "México: tigre Azteca", firmado por Adam Thomson, el pasado 30 de enero, ese rotativo muestra su entusiasmo desbocado por la figura de Enrique Peña Nieto, mostrándolo como el reformador que salvará México. No obstante sus inclinaciones ideológicas, se trata de un medio de gran prestigio internacional, que arrastra en textos como el comentado, carente del mínimo rigor profesional y de un desconocimiento absoluto de la realidad que pretende analizar.
Juzgue el lector mediante esta traducción que ofrece Contadero:
México se ha convertido en el símbolo de un nuevo dinamismo económico y en la nación predilecta de los inversionistas internacionales, por encima de Brasil, cuya economía ha perdido lustre.
La economía mexicana creció cerca de cuatro por ciento durante el último año, casi el doble del promedio anual registrado en lo que va del siglo.
Este mes, Larry Fink, quien encabeza Black Rock, la compañía más grande del mundo en el manejo de valores llamó a México "una increíble historia de crecimiento". En tanto, Lisa Schillener, de Standar and Poor's, la agencia calificadora de deuda, dijo que el rango BBB de la deuda soberana del país podría estar a punto de ser elevado si México aprueba las cruciales reformas estructurales.
Los inversionistas extranjeros han salido masivamente a colocar su dinero en México, dice el rotativo inglés. Y añade como prueba que durante los primeros nueve meses de 2012 fondearon 57 mil millones de dólares en acciones y bonos mexicanos, más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo periodo.
Eso está a años luz de los tiempos sombríos que afectaron al país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses poco impresionados por el bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un Estado fallido.
¿Qué ocurrió que convirtió a México en un buen prospecto? y ¿está justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo --recuerda el texto-- la última vez que hubo tantas expectativas acerca de las perspectivas de la economía mexicana, durante la administración del priista Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el país terminó en la agonía del llamado efecto Tequila, con una aguda devaluación y una muy severa recesión.
La más reciente respuesta a la primera cuestión se llama Enrique Peña Nieto. Desde que el ex gobernador estatal de 46 años ganó la elección presidencial de julio para el PRI, los inversionistas lo han visto como la mejor oportunidad de liberar al congreso de la parálisis que ha bloqueado las reformas estructurales, las cuales muchos analistan creen que podrían transformar la, con frecuencia indolente economía mexicana, en un tigre Azteca.
Los intereses internacionales en México están demasiado enfocados en las capacidades del país como una base de producción desde donde las compañías pueden exportar hacia Estados Unidos. Pero las reformas del señor Peña Nieto intentan cultivar un ambiente más saludable para que las inversiones del exterior lleguen a la economía doméstica. Él está buscando introducir más competencia en telecomunicaciones y energía mientras da pasos para sacudir a los notoriamente ineficientes sistemas de impuestos y educativo.
Muchas de las esperanzas de que pueda ser capaz de empujar las reformas descansan en el propio PRI, el cual gobernó México por 71 años consecutivos bajo una cuasi democracia, hasta que perdió el poder en 2000. Durante ese periodo muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral; como un partido cuya organización tentacular asfixiaba los procesos democráticos para retener el poder.
Al mismo tiempo, sin embargo, muchos vieron al partido como la única fuerza política con suficiente capital humano y experiencia para gobernar eficazmente. Es muy difícil decir lo mismo del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, el cual nunca ha conseguido la presidencia, o del conservador Partido Acción Nacional, el cual durante las pasadas dos administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón, promovió reformas estructurales, pero finalmente careció de la capacidad política para funcionar con un congreso dividido.
Como dice Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo: "El problema real de México es que por años no hemos tenido un presidente que pueda hacer las cosas".
Durante sus recorridos de campaña y ahora como presidente, el acicalado y pro empresarial señor Peña Nieto ha trabajado duro para distanciarse a sí mismo de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular durante el gobierno del señor Salinas, aunque éste tiene influencia en la actual administración. El señor Peña Nieto ha tratado de asociar su partido con una reputación de eficiencia y gobierno efectivo.
La imagen de eficiencia ha viajado rápidamente. Cuando el señor Peña Nieto se reunió con Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que desarrollaría una relación cercana con un líder mexicano que "tiene una excepcional de reputación de querer ver las cosas hechas".
Políticamente el señor Peña Nieto ha promovido la idea de un gobierno incluyente.Un ejemplo obvio es el señor José Antonio Meade, quien fue secretario de Hacienda durante la anterior andministración centro-derechista. Otro es el nombramiento de Rosario Robles, una ex líder del izquierdista PRD, como secretaria de Desarrollo Social, un cargo importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza.
Eso contrasta con el gabinete del señor Calderón, el cual careció de figuras pertenecientes a todo el espectro político. Poco después Peña Nieto extendió esta rama de olivo a la oposición, y apenas 24 horas después de haber sido investido como Presidente, produjo el Pacto por México, un documento con 95 propuestas de reformas firmado por los líderes de los principales partidos polìticos.
Algunos observadores vieron el pacto sólo como otra hoja de papel- "Ha habido decenas de esas cosas a través de los años", argumentó Carlos Elizondo, un profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), una institución de educación superior. "Y ninguno de ellos ha contado nunca para nada".
Pero Duncan Wood, quien encabeza el Instituto México del Wilson Center, cree que el pacto, con todo y su ambiguedad en algunos temas, muestra la determinación del señor Peña Nieto por sobreponerse a la parálisis política que ha impedido realizar las reformas. "es una propuesta política", dice el señor Wood. "Y se ajusta a la tradición del PRI de tratar de construir concensos".
Con el mismo espíritu, el señor Peña Nieto se convirtió este mes en el primer presidente mexicano en dos décadas en visitar la sede del Senado para desayunar con un grupo de legisladores. Por supuesto que los factores económicos también han ayudado. La hábil conducción económica ha producido una baja récord en la inflación y en las tasas de interés.
Ello ha resultado en un alza histórica en las reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. México está compitiendo eficazmente con China por los mercados estadounidenses. Los altos costos de transporte y el incremento de salarios en Asia, están haciendo de México una más atractiva base para la exportación de manufacturas.
Pero lo que ha emocionado a los inversionistas privados es la aparente determinación del señor Peña Nieto de acelerar el crecimiento pasando por los intereses creados del país. Esto lo enfrentará con los poderosos jefes sindicales, como Elba Esther Gordillo, la formidable líder del influyente sindicato de maestros.
Los críticos alegan que ella posee una impresionante colección de propiedades, incluida una lujosa villa cerca de San Diego. En diciembre, el señor Peña Nieto propuso sacudir el sistema restringiendo el poder sindical significativamente.
Los intereses creados también se extienden a los poderosos negocios, como los del señor Slim, los cuales dominan importantes sectores haciéndolo difícil para los competidores. Entre otras cosas, el Pacto del señor Peña Nieto propone introducir más competencia en telecomunicaciones, mientras debilita el control de Televisa y TV Azteca, el sector privado de emisoras, creando dos nuevas cadenas de televisión.
Aprovechando el pacto, el nuevo presidente de México está empujando las reformas fiscal y de energía, quizá para este mismo año. Esa no es una tarea sencilla. Los legisladores han invertido años debatiendo la necesidad de un ajuste fiscal, pero con poca utilidad.
Recientemente ellos han empezado a mirar el altamente protegido sector energético, el cual es controlado por Pemex, la compañía estatal de petróleo y un ícono histórico del orgullo nacional. México ha sido por largo tiempo uno de los 10 más grandes productores y aproximadamente un tercio del ingreso gubernamental proviene del petróleo.
Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y el envejecimiento de los pozos petroleros ha llevado a una caída de 24 por ciento en la producción desde 2004. Incluso se ha predicho que México podría convertirse en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite pronto al sector privado jugar un más grande papel en esa industria.
En una entrevista reciente con el Financial Times, el señor Peña Nieto reconoció las dificultades que estos temas podrían provocar. "Claramente hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas...no se trata de lograr una unanimidad, sino de alcanzar una mayoría".
Críticamente, aún hay restos de la guerra contra las drogas la cual ha cobrado alrededor de 70 mil vidas en los pasados seis años. El nuevo presidente quiere priorizar la seguridad de los mexicanos, sobre el asesinato o la captura de los más altos capos de las drogas. En un movimiento que él cree que dará resultados, colocó la seguridad pública, que hasta hace poco era un ministerio separado, bajo el control de la Secretaría de Gobernación.
La administración también está tratando de disuadir a los medios de la cobertura de la violencia desechando la práctica --común durante la administración del señor Calderón-- de citar a conferencias de prensa para mostrar la captura de traficantes.
Los expertos admiten que no hay soluciones rápidas. Como dijo el señor Wood, del Wilson Center: "si los niveles de violencia no caen, se convertirá en un gran problema para el gobierno".
Los desafíos son inmensos, pero los avances en el Congreso y los grandes signos de cooperación interpartidista sugieren que el señor Peña Nieto y su equipo poseen las habilidades políticas necesarias para levantar los candados políticos. Como dice el señor Rubio: "Los profesionales están de regreso. Ahora tenemos que ver si consiguen hacer las cosas".
sábado, 1 de diciembre de 2012
El programa de Peña Nieto
Con un discurso que de seguro no entusiasmó ni a sus patrocinadores televisivos, se consumó lo que una amplia franja de la población considera la imposición de Enrique Peña Nieto como presidente de México.
En efecto, su discurso en Palacio Nacional fue un texto insustancial, con una retórica plagada de lugares comunes ("alentaré la unidad en la pluralidad") y un programa de 13 puntos de claro perfil gatopardista y, en algunos casos, hasta populista.
La estrategia del discurso recurrió claramente a viejas recetas priistas para conseguir dos efectos que sin embargo resultaron fallidos: primero, tratar de cambiar el ánimo social mediante llamados a la transformación del país por la vía --otra vez-- de la superación del atraso y la pobreza; y segundo: enumerando una serie de "decisiones" inmediatas para dar la impresión de que ya está al mando y de que no llega con las manos vacías.
Así, hizo saber que los cinco ejes de su gobierno serán: 1) un México en paz; 2) una nación incluyente que cierre la brecha de la desigualdad, que pase a ser una sociedad de clase media con igualdad de oportunidades, equidad y cohesión: 3) educación de calidad; 4) un México próspero con crecimiento económico y mayor competitividad en todos los ámbitos, y 5) Responsabilidad global con una diplomacia moderna e innovadora.
Nada que no hubieran ofrecido antes Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox o Felipe Calderón. Casi medio siglo (42 años) de los mismos propósitos incumplidos ahora vueltos a renovar.
¿Puede alguien creer que habrá un país incluyente, sin desigualdad y crecimiento cuando el modelo económico que se aplica y que permanecerá intocado es el que precisamente produce exclusión, desigualdad y estancamiento?
Y esto porque se trata de un modelo económico que depende de la inversión extranjera con la que se financia el gobierno (la promesa de cero déficit presupuestal está basada en este supuesto), y que a cambio exige tener a su disposición mano de obra barata, el pago de pocas prestaciones sociales y bajo costo por despidos, condiciones que garantiza la recién aprobada reforma laboral.
Se trata de un modelo que en esas condiciones produce escaso crecimiento económico, poco empleo y precario, mucha informalidad y, desde luego, mayor desigualdad. De ahí que los cinco ejes del programa peñanietista estén condenados al fracaso. O en todo caso serán la cortina de humo con la que se tratará de distraer al respetable del verdadero proyecto de saqueo nacional que se pondrá en marcha con las reformas estructurales que faltan y que en el discurso de hoy se mencionaron apenas de soslayo. Por algo será.
Por otra parte, las 13 "decisiones" de gobierno anunciadas como iniciales constituyen el ejemplo más acabado de gatopardismo: la cruzada nacional contra el hambre, el programa de seguro de vida para jefas de familia y la pensión para mayores de 65 años confirman el enfoque asistencialista y demagógico que seguirá teniendo la llamada política social, porque no atiende las causas estructurales de los problemas que se dice querer combatir.
La reforma al artículo tercero constitucional para crear las bases del Servicio Profesional de Carrera Docente, de nuevo hace recaer sólo en los profesores la responsabilidad del desastre educativo, como si éste no consistiera en realidad en el control corporativo del sindicato a manos de Elba Esther Gordillo, en los ineficaces modelos educativos y en los propios contenidos light que se imparten.
Estará por verse el alcance del decreto anunciado con medidas de austeridad en el gasto público, la unificación de los códigos penales, la licitación de dos nuevas cadenas de televisión abierta y la propuesta de Ley de Responsabilidad Hacendaria para poner en orden la deuda de los gobiernos de los estados que, en principio, parece violar el régimen federalista y la autonomía de las entidades.
La privatización de Pemex (reforma energética), el aumento del IVA y su aplicación en alimentos y medicinas (reforma fiscal) y la de seguridad social se anunciarán después. Y sin embargo, se trata de las llamadas reformas estructurales que delinean el verdadero proyecto entreguista del priismo restaurado.
El no referirse a ellos con amplitud en la toma de posesión seguramente obedece a la necesidad de no levantar temprana oposición y rechazo y empañar lo que los antiguos priistas solían llamar la "luna de miel" del nuevo gobernante con sus gobernados. Sólo que esta vez ni eso tendrá.
En efecto, su discurso en Palacio Nacional fue un texto insustancial, con una retórica plagada de lugares comunes ("alentaré la unidad en la pluralidad") y un programa de 13 puntos de claro perfil gatopardista y, en algunos casos, hasta populista.
La estrategia del discurso recurrió claramente a viejas recetas priistas para conseguir dos efectos que sin embargo resultaron fallidos: primero, tratar de cambiar el ánimo social mediante llamados a la transformación del país por la vía --otra vez-- de la superación del atraso y la pobreza; y segundo: enumerando una serie de "decisiones" inmediatas para dar la impresión de que ya está al mando y de que no llega con las manos vacías.
Así, hizo saber que los cinco ejes de su gobierno serán: 1) un México en paz; 2) una nación incluyente que cierre la brecha de la desigualdad, que pase a ser una sociedad de clase media con igualdad de oportunidades, equidad y cohesión: 3) educación de calidad; 4) un México próspero con crecimiento económico y mayor competitividad en todos los ámbitos, y 5) Responsabilidad global con una diplomacia moderna e innovadora.
Nada que no hubieran ofrecido antes Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox o Felipe Calderón. Casi medio siglo (42 años) de los mismos propósitos incumplidos ahora vueltos a renovar.
¿Puede alguien creer que habrá un país incluyente, sin desigualdad y crecimiento cuando el modelo económico que se aplica y que permanecerá intocado es el que precisamente produce exclusión, desigualdad y estancamiento?
Y esto porque se trata de un modelo económico que depende de la inversión extranjera con la que se financia el gobierno (la promesa de cero déficit presupuestal está basada en este supuesto), y que a cambio exige tener a su disposición mano de obra barata, el pago de pocas prestaciones sociales y bajo costo por despidos, condiciones que garantiza la recién aprobada reforma laboral.
Se trata de un modelo que en esas condiciones produce escaso crecimiento económico, poco empleo y precario, mucha informalidad y, desde luego, mayor desigualdad. De ahí que los cinco ejes del programa peñanietista estén condenados al fracaso. O en todo caso serán la cortina de humo con la que se tratará de distraer al respetable del verdadero proyecto de saqueo nacional que se pondrá en marcha con las reformas estructurales que faltan y que en el discurso de hoy se mencionaron apenas de soslayo. Por algo será.
Por otra parte, las 13 "decisiones" de gobierno anunciadas como iniciales constituyen el ejemplo más acabado de gatopardismo: la cruzada nacional contra el hambre, el programa de seguro de vida para jefas de familia y la pensión para mayores de 65 años confirman el enfoque asistencialista y demagógico que seguirá teniendo la llamada política social, porque no atiende las causas estructurales de los problemas que se dice querer combatir.
La reforma al artículo tercero constitucional para crear las bases del Servicio Profesional de Carrera Docente, de nuevo hace recaer sólo en los profesores la responsabilidad del desastre educativo, como si éste no consistiera en realidad en el control corporativo del sindicato a manos de Elba Esther Gordillo, en los ineficaces modelos educativos y en los propios contenidos light que se imparten.
Estará por verse el alcance del decreto anunciado con medidas de austeridad en el gasto público, la unificación de los códigos penales, la licitación de dos nuevas cadenas de televisión abierta y la propuesta de Ley de Responsabilidad Hacendaria para poner en orden la deuda de los gobiernos de los estados que, en principio, parece violar el régimen federalista y la autonomía de las entidades.
La privatización de Pemex (reforma energética), el aumento del IVA y su aplicación en alimentos y medicinas (reforma fiscal) y la de seguridad social se anunciarán después. Y sin embargo, se trata de las llamadas reformas estructurales que delinean el verdadero proyecto entreguista del priismo restaurado.
El no referirse a ellos con amplitud en la toma de posesión seguramente obedece a la necesidad de no levantar temprana oposición y rechazo y empañar lo que los antiguos priistas solían llamar la "luna de miel" del nuevo gobernante con sus gobernados. Sólo que esta vez ni eso tendrá.
jueves, 4 de octubre de 2012
¿Por qué ESTA reforma laboral?
La reforma laboral que se procesa actualmente en el poder legislativo en México responde, en último término, al designio que desde hace por lo menos 25 años rige en el mundo: suprimir el Estado de bienestar, cuyo modelo de economía mixta facultaba al Estado a mediar entre los factores de la producción para garantizar el bienestar material de la población en general.
La idea subyacente en esa supresión es la de mantener los márgenes de rentabilidad no ya mediante la producción y el trabajo sino vía la expansión del sector financiero desregulado, cuyas prácticas especulativas con las deudas soberanas de los países --véanse los casos de Grecia, España, Italia, Portugal-- les reditúan mayores ganancias que la producción de mercancías y la creación de empleos.
De ahí que en México y el mundo las tasas de desempleo se encuentren al alza. En un artículodel blog Democracy in America, de The Economist (When the workers aren't needed) se señala que en EUA la porción laboral de los ingresos nacionales ha ido a la baja desde 1970 y la tendencia sólo ha conseguido empeorar desde la pasada crisis financiera.
Como lo señala ese artículo, los trabajadores están dejando de ser necesarios y aquellos que necesiten integrarse a la actividad económica deberán aceptar las condiciones del mercado expresadas en leyes laborales como la que está en curso en México.
Ello porque actualmente la valorización del capital --lo que da valor e incrementa la rentabilidad y ganancias del dinero-- se basa en la contracción del trabajo asalariado, en la restricción al consumo, la inversión especulativa y la desregulación estatal.
Esta nueva forma de valorizar el capital requiere de nuevas leyes que dén legitimidad a las prácticas socio-económicas y laborales que deben imponerse (como el outsourcing, la flexibilidad, los contratos de prueba, por ejemplo) y para eso está el aparato estatal (el ejecutivo, el legislativo y el judicial): para adaptar legalmente y dar legitimidad a las condiciones que requieran las relaciones de dominación imperantes.
No en balde, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) dice que la reforma laboral termina con la simulación y la ilegalidad. En efecto, pero lo hace no corrigiendo las violaciones sino legalizándolas. Con esa lógica mañana podría legalizarse, por ejemplo, el robo en propiedad ajena. Como se trata de algo que existe, pero que la ley prohíbe, configura lo que el CCE denomina una simulación con la que sería preciso terminar.
Así, las reformas estructurales --como la laboral-- no son otra cosa que el intento por darle al capital un andamiaje jurídico y legal que favorezca la acumulación de mayores ganancias por la vía de la supresión de los derechos económicos de los trabajadores o disminuyendo o eliminando prestaciones sociales.
La lógica de fondo es que las mayores ganancias ya no están en la producción de bienes, sino en la inversión financiera especulativa en ramas específicas. Por eso ya nadie crea empleos y por ello vendrá también la reforma energética, pues Pemex es otra jugosa veta que urge abrir a la inversión privada, nacional y extranjera, ávida de las millonarias ganancias que reporta el sector.
La idea subyacente en esa supresión es la de mantener los márgenes de rentabilidad no ya mediante la producción y el trabajo sino vía la expansión del sector financiero desregulado, cuyas prácticas especulativas con las deudas soberanas de los países --véanse los casos de Grecia, España, Italia, Portugal-- les reditúan mayores ganancias que la producción de mercancías y la creación de empleos.
De ahí que en México y el mundo las tasas de desempleo se encuentren al alza. En un artículodel blog Democracy in America, de The Economist (When the workers aren't needed) se señala que en EUA la porción laboral de los ingresos nacionales ha ido a la baja desde 1970 y la tendencia sólo ha conseguido empeorar desde la pasada crisis financiera.
Como lo señala ese artículo, los trabajadores están dejando de ser necesarios y aquellos que necesiten integrarse a la actividad económica deberán aceptar las condiciones del mercado expresadas en leyes laborales como la que está en curso en México.
Ello porque actualmente la valorización del capital --lo que da valor e incrementa la rentabilidad y ganancias del dinero-- se basa en la contracción del trabajo asalariado, en la restricción al consumo, la inversión especulativa y la desregulación estatal.
Esta nueva forma de valorizar el capital requiere de nuevas leyes que dén legitimidad a las prácticas socio-económicas y laborales que deben imponerse (como el outsourcing, la flexibilidad, los contratos de prueba, por ejemplo) y para eso está el aparato estatal (el ejecutivo, el legislativo y el judicial): para adaptar legalmente y dar legitimidad a las condiciones que requieran las relaciones de dominación imperantes.
No en balde, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) dice que la reforma laboral termina con la simulación y la ilegalidad. En efecto, pero lo hace no corrigiendo las violaciones sino legalizándolas. Con esa lógica mañana podría legalizarse, por ejemplo, el robo en propiedad ajena. Como se trata de algo que existe, pero que la ley prohíbe, configura lo que el CCE denomina una simulación con la que sería preciso terminar.
Así, las reformas estructurales --como la laboral-- no son otra cosa que el intento por darle al capital un andamiaje jurídico y legal que favorezca la acumulación de mayores ganancias por la vía de la supresión de los derechos económicos de los trabajadores o disminuyendo o eliminando prestaciones sociales.
La lógica de fondo es que las mayores ganancias ya no están en la producción de bienes, sino en la inversión financiera especulativa en ramas específicas. Por eso ya nadie crea empleos y por ello vendrá también la reforma energética, pues Pemex es otra jugosa veta que urge abrir a la inversión privada, nacional y extranjera, ávida de las millonarias ganancias que reporta el sector.
jueves, 14 de junio de 2012
CCE y el proyecto AMLO
Con empresarios |
Resulta notable la forma como ha reaccionado tanto la clase política como los varones del dinero ante el plan económico del candidato a la presidencia por el Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), basado en ahorrarle al país unos 800 mil millones de pesos por la vía, entre otras, de reducir los salarios de la alta burocracia y de suprimir toda la parafernalia con que suelen rodearse esos funcionarios.
Pareciera como si el candidato hubiera mentado la soga de la corrupción en la casa, no de los ahorcados por ella, sino de sus beneficiarios. Y es que, quiérase o no, el presupuesto público constituye un apetitoso botín del cual abrevan no sólo los agentes gubernamentales sino también los empresarios, pues merced a los múltiples negocios que se tejen al amparo de tales recursos (tráfico de influencias, otorgamiento de concesiones, asignación de contratos, compra de complicidades) éstos y aquellos han podido levantar cuantiosas, inmensas fortunas.
Cuántas veces hemos escuchado a los organismos del sector empresarial (Canacintra, Coparmex, Concanaco) agrupados en el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) quejarse de la obesidad del sector público y de cómo más de la mitad del presupuesto se va por el caño del gasto corriente.
Ahora sabemos que se trata de "críticas" de dientes para afuera, pues ahora que López Obrador ha propuesto ir en serio contra ese dispendio, los antes quejosos se manifiestan contra tales intensiones, aduciendo premisas increíblemente falaces, todo con el propósito de desvirtuar una iniciativa que amenaza con apartarlos de las ventajas del presupuesto, que los ha convertido en una clase empresarial más bien parasitaria.
En efecto, Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del CCE, salió ayer a declarar que reducir el salario a la alta burocracia del país conduciría a tener funcionarios de menor calidad, como si los que padecemos actualmente fueran unas mentes brillantes. Dijo también --en su parto de lo que difícilmente pueden llamarse ideas-- que la medida generaría más corrupción.
De acuerdo con la lógica del declarante, según la cual más salario equivale siempre a más calidad, la planta industrial sería más productiva y el país más competitivo si simplemente aumentaran el sueldo de todos los obreros del país.
Gutiérrez Candiani |
Ahora bien, a la luz de los resultados de la actual gestión gubernamental, que mantienen al país en los últimos lugares de las mediciones internacionales en productividad, competitividad, bienestar humano y eficiencia, y en los primeros lugares en cuanto a corrupción, sólo eso bastaría para derrumbar la premisa de Gutiérrez Candiani, según la cual nuestros funcionetas ganan mucho porque son unos súper ejecutivos.
Por otro lado, habría que acotar que un sueldo de 150 mil pesos mensuales, que es lo que resultaría en muchos casos de rebajar el salario de la alta burocracia, no es un ingreso despreciable ni menor a lo que ganan funcionarios de otras partes del mundo.
Para decirlo en plata, con lo que el CCE no está de acuerdo --más por razones ideológicas que técnicas, aunque esto no se quiera admitir-- es con la llegada de AMLO a la presidencia, entre otras cosas porque con medidas como las propuestas por el tabasqueño, tampoco serían necesarias las tan cacareadas Reformas estructurales y eso sí sería una tragedia para ellos, porque en esas reformas está la nuez del modelo económico al que se pretende atar al país en beneficio del capital financiero internacional, como ya hemos visto en una entrega anterior.
lunes, 16 de abril de 2012
Seis claves para votar en 2012
Si usted forma parte del grueso 24 por ciento de quienes --según las encuestas-- no ha decidido por quien votará en la próxima elección presidencial, le presentamos este Manual para indecisos con tips que quizá lo ayuden o...empeoren su indecisión.
1. No se fije en las propuestas (contenido) sino en la estructura. El contenido no es esencial. Lo importante es si traerá una historia (estructura) nueva. Si usted es aficionado a las telenovelas verá que Abismo de pasión, que se transmite actualmente, tiene diálogos, reparto y situaciones diferentes, pero en esencia cuenta la misma historia que una novela anterior llamada Cañaveral de pasiones.
Un ejemplo menos cool: West side story (Amor sin barreras) es un cover de Romeo y Julieta, de William Shakespeare (un amor imposible por el odio mutuo entre las familias de los protagonistas. En la segunda el diferendo de familias es sustituido por el odio entre pandillas, para adaptarla a su época).
Si usted elige un cover como gobierno, corre el riesgo de que --como en las series de TV-- al final de la sexta temporada (del sexenio, pues) usted habrá vivido y visto la misma historia de desempleo, inseguridad, mala educación, carestía y corrupción, aunque con personajes diferentes.
2. Cheque si porpuestas aisladas ("Me comprometo a concluir la autopista" "Daré más becas a estudiantes") impactarán realmente en su vida. Vaya, si le permitirán llegar al fin de quincena sin apuros y con sus necesidades de casa, vestido y sustento satisfechas.
Puede que si usted es comerciante una autopista le ayude a transportar más rápido su mercancía, pero si la economía no mejora, seguirá vendiendo poco, probablemente encuentre dificultades para capitalizarse e invertir; sus ganancias continuarán cayendo y sus deudas aumentando. La nueva autopista o el moderno circuito vial no cambiarán su situación. Y peor: terminará pagándolos usted mismo con sus impuestos y cuotas de peaje.
3. Cuando escuche a algún candidato prometer Reformas estructurales...¡descártelo de inmediato! Algunas de esas reformas ya aplicadas son: la entrega de la banca nacional a los extranjeros (lo que restringió y encareció el crédito); cambios en el régimen de pensiones, ahora operado por Afores, cuyos dueños ganan más jineteando su lana en la Bolsa, de lo que usted recibe como pensión; el retiro de subsidios al campo, cuando países desarrollados los mantienen, con lo que sus labriegos están en ventaja frente a los nuestros. Una de las causas de la ruina de nuestro agro.
Reformas estructurales significan menos recursos a educación, lo que equivale a deteriorada infraestructura y miles de alumnos rechazados (Para el ciclo escolar 2013-I la UNAM sólo pudo admitir 11 mil 116 estudiantes de los 122 mil aspirantes. Más de 110 mil quedaron excluidos.
Y todavía faltan las reformas laboral (suprimirá derechos de trabajadores), la energética (para seguir haciendo negocios privados con compañías extranjeras a cambio de nuestro petróleo) y la fiscal (para gravar con IVA alimentos y medicinas, mientras se perdonan y devuelven impuestos a las grandes empresas). Quien diga que apoya más reformas estructurales, esto es lo que está apoyando.
4. Desconfíe de los programas sociales. Un candidato que ofrece mantener y ampliar los programas sociales (Oportunidades, 60 y más, Seguro popular) lo que nos está diciendo en realidad es que los jodidos seguirán jodidos, como alguna vez reconoció con desparpajo Emilio Azcárraga Milmo.
Los programas sociales son válvulas de escape que impiden a los menesterosos, hartos de su condición, estallar revoluciones. La idea es calmarlos, darles algo para que "la vayan pasando" mientras otros se enriquecen a su costa. Entre menos programas sociales existan, mayor es la prosperidad y el nivel de vida de las personas, no al revés.
Con frecuencia escuchamos a nuestros políticos ufanarse de sus programas sociales. Es otra forma de cinismo. Ni un voto a quienes ofrezcan aumentar programas sociales en vez de reducirlos hasta su gradual extinción.
5. Identifique a sus enemigos de clase. Aunque en el mundo moderno se ha querido suprimir la noción de clase social, ésta existe y cada una tiene intereses diferentes. Si usted vota, como hasta ahora, por sus enemigos, éstos gobernarán para favorecer sus intereses propios, no los suyos.
¿Cómo saber quienes son? Muy simple: compruebe si compran, se divierten, estudian,vacacionan y viven donde usted lo hace. No es fácil encontrar a los Salinas de Gortari, a los Zedillo, a los Fox, a los Calderón, o a algunos de los apellidos que ahora disputan la presidencia de México en algún Liverpool o parque un fin de semana cualquiera.
En cambio, es probable que los pueda encontrar en alguna tienda exclusiva de Beverly Hills. Ellos pueden hacerlo porque usted no puede. Y, una vez en el gobierno, harán todo lo posible para asegurarse de que eso continúe siendo así.
6. No se deje influir por las encuestas. Las encuestas son deseos que aspiran a convertirse en profesías autocumplidas. En el México electoral de nuestros días son la forma "civilizada" que adopta lo que en realidad es una guerra sucia encubierta.
Su objetivo es doble: por un lado, inducir el llamado voto útil., aquel que se razona así: "si mi candidato no tiene posibilidad, voto por el que las encuestas dicen que va ganando para que mi decisión sirva de algo".
Por otra parte, tienen la función de desalentar, avergonzar y hacer sentir marginales a los votantes que no están con el candidato correcto (ese al que las encuestas y algunos medios dan como seguro ganador). Explotan el instinto gregario de las masas (ir donde va la bola).
Es como cuando usted prefiere entrar a un restauran en vez de al de junto sólo porque el primero está lleno de gente y el otro semivacío. Y piensa: "la gente prefiere este porque ha de ser mejor. Vayamos allí". Y aunque los comenzales estén lamentando su decisión por el pésimo sazón y servicio que encontraron, seguirá atrayendo a más y más personas sólo porque al verlo atiborrado todos piensan lo mismo.
Ese es el tipo de resortes psicológicos que están activando las encuestas, y funciona con electores con una pobre o nula formación política.
1. No se fije en las propuestas (contenido) sino en la estructura. El contenido no es esencial. Lo importante es si traerá una historia (estructura) nueva. Si usted es aficionado a las telenovelas verá que Abismo de pasión, que se transmite actualmente, tiene diálogos, reparto y situaciones diferentes, pero en esencia cuenta la misma historia que una novela anterior llamada Cañaveral de pasiones.
Un ejemplo menos cool: West side story (Amor sin barreras) es un cover de Romeo y Julieta, de William Shakespeare (un amor imposible por el odio mutuo entre las familias de los protagonistas. En la segunda el diferendo de familias es sustituido por el odio entre pandillas, para adaptarla a su época).
Si usted elige un cover como gobierno, corre el riesgo de que --como en las series de TV-- al final de la sexta temporada (del sexenio, pues) usted habrá vivido y visto la misma historia de desempleo, inseguridad, mala educación, carestía y corrupción, aunque con personajes diferentes.
2. Cheque si porpuestas aisladas ("Me comprometo a concluir la autopista" "Daré más becas a estudiantes") impactarán realmente en su vida. Vaya, si le permitirán llegar al fin de quincena sin apuros y con sus necesidades de casa, vestido y sustento satisfechas.
Puede que si usted es comerciante una autopista le ayude a transportar más rápido su mercancía, pero si la economía no mejora, seguirá vendiendo poco, probablemente encuentre dificultades para capitalizarse e invertir; sus ganancias continuarán cayendo y sus deudas aumentando. La nueva autopista o el moderno circuito vial no cambiarán su situación. Y peor: terminará pagándolos usted mismo con sus impuestos y cuotas de peaje.
3. Cuando escuche a algún candidato prometer Reformas estructurales...¡descártelo de inmediato! Algunas de esas reformas ya aplicadas son: la entrega de la banca nacional a los extranjeros (lo que restringió y encareció el crédito); cambios en el régimen de pensiones, ahora operado por Afores, cuyos dueños ganan más jineteando su lana en la Bolsa, de lo que usted recibe como pensión; el retiro de subsidios al campo, cuando países desarrollados los mantienen, con lo que sus labriegos están en ventaja frente a los nuestros. Una de las causas de la ruina de nuestro agro.
Reformas estructurales significan menos recursos a educación, lo que equivale a deteriorada infraestructura y miles de alumnos rechazados (Para el ciclo escolar 2013-I la UNAM sólo pudo admitir 11 mil 116 estudiantes de los 122 mil aspirantes. Más de 110 mil quedaron excluidos.
Y todavía faltan las reformas laboral (suprimirá derechos de trabajadores), la energética (para seguir haciendo negocios privados con compañías extranjeras a cambio de nuestro petróleo) y la fiscal (para gravar con IVA alimentos y medicinas, mientras se perdonan y devuelven impuestos a las grandes empresas). Quien diga que apoya más reformas estructurales, esto es lo que está apoyando.
4. Desconfíe de los programas sociales. Un candidato que ofrece mantener y ampliar los programas sociales (Oportunidades, 60 y más, Seguro popular) lo que nos está diciendo en realidad es que los jodidos seguirán jodidos, como alguna vez reconoció con desparpajo Emilio Azcárraga Milmo.
Los programas sociales son válvulas de escape que impiden a los menesterosos, hartos de su condición, estallar revoluciones. La idea es calmarlos, darles algo para que "la vayan pasando" mientras otros se enriquecen a su costa. Entre menos programas sociales existan, mayor es la prosperidad y el nivel de vida de las personas, no al revés.
Con frecuencia escuchamos a nuestros políticos ufanarse de sus programas sociales. Es otra forma de cinismo. Ni un voto a quienes ofrezcan aumentar programas sociales en vez de reducirlos hasta su gradual extinción.
5. Identifique a sus enemigos de clase. Aunque en el mundo moderno se ha querido suprimir la noción de clase social, ésta existe y cada una tiene intereses diferentes. Si usted vota, como hasta ahora, por sus enemigos, éstos gobernarán para favorecer sus intereses propios, no los suyos.
¿Cómo saber quienes son? Muy simple: compruebe si compran, se divierten, estudian,vacacionan y viven donde usted lo hace. No es fácil encontrar a los Salinas de Gortari, a los Zedillo, a los Fox, a los Calderón, o a algunos de los apellidos que ahora disputan la presidencia de México en algún Liverpool o parque un fin de semana cualquiera.
En cambio, es probable que los pueda encontrar en alguna tienda exclusiva de Beverly Hills. Ellos pueden hacerlo porque usted no puede. Y, una vez en el gobierno, harán todo lo posible para asegurarse de que eso continúe siendo así.
6. No se deje influir por las encuestas. Las encuestas son deseos que aspiran a convertirse en profesías autocumplidas. En el México electoral de nuestros días son la forma "civilizada" que adopta lo que en realidad es una guerra sucia encubierta.
Su objetivo es doble: por un lado, inducir el llamado voto útil., aquel que se razona así: "si mi candidato no tiene posibilidad, voto por el que las encuestas dicen que va ganando para que mi decisión sirva de algo".
Por otra parte, tienen la función de desalentar, avergonzar y hacer sentir marginales a los votantes que no están con el candidato correcto (ese al que las encuestas y algunos medios dan como seguro ganador). Explotan el instinto gregario de las masas (ir donde va la bola).
Es como cuando usted prefiere entrar a un restauran en vez de al de junto sólo porque el primero está lleno de gente y el otro semivacío. Y piensa: "la gente prefiere este porque ha de ser mejor. Vayamos allí". Y aunque los comenzales estén lamentando su decisión por el pésimo sazón y servicio que encontraron, seguirá atrayendo a más y más personas sólo porque al verlo atiborrado todos piensan lo mismo.
Ese es el tipo de resortes psicológicos que están activando las encuestas, y funciona con electores con una pobre o nula formación política.
martes, 4 de octubre de 2011
Reformas estructurales ¿qué hay detrás?
Al menos en dos ocasiones durante el último mes el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, pidió al Congreso que apruebe las "reformas estructurales que el país requiere" (la frase ya es casi un eslogan).
El pasado 28 de septiembre, durante la Cumbre de Comunicación aseguró incluso que con las reformas laboral, de telecomunicaciones y energética el país podría crecer hasta seis por ciento.
Ayer Felipe Calderón hizo su parte en esta que parece una campaña de presión. Al inaugurar el Foro del Mercado de Valores 2011 urgió a los legisladores a "aprobar las reformas económicas pendientes", pues con ellas se crearían más empleos, los jóvenes y las mujeres tendrían más oportunidades y el país lograría mayor competitividad.
Ambos desde luego mienten porque las tales reformas no están diseñadas ni para el crecimiento económico (bueno sí, pero sólo de los grandes capitales) ni para la generación de empleos como ya quedó demostrado con las aplicadas hasta ahora.
¿Por qué son tan importantes y urgentes para el grupo hegemónico en el poder esas reformas? Porque Calderón fue impuesto en la presidencia de México con el propósito de profundizar el designio que desde hace por lo menos dos decenios rige en el mundo: suprimir el llamado Estado de bienestar para incrementar los márgenes de rentabilidad del capital financiero por la vía de comprimir el trabajo asalariado (desempleo), restringir el consumo de las masas reduciendo el ingreso (bajos salarios), recorte a gastos sociales y privatizaciones. Exactamente lo que vemos que está ocurriendo en el mundo en el periodo referido.
Tales son las condiciones que requiere la oligarquía financiera internacional, cuyos representantes locales son el PRI y el PAN. En otras palabras, las reformas estructurales no son otra cosa que la forma concreta en que el capitalismo en su etapa neoliberal está reestructurando la sociedad para magnificar sus ganancias.
Conforme a este proyecto, detrás de la expresión "reformas estructurales" lo que hay es una política encaminada a reducir el gasto público para disminuir el déficit fiscal. El carácter global de este diseño puede constatarse en Europa, donde la receta de las reformas estructurales se ha prescrito para "salvar" la crisis de deuda que enfrentan los países de la eurozona. Sólo que se trata de un remedio que los hundirá más porque no genera crecimiento económico y sólo garantiza sacrificios sociales para garantizar el pago por las deudas contraídas.
De acuerdo con el doctor en economía José Blanco "reducir el gasto público es comprimir el tamaño de la rebanada del Producto Interno Bruto que va a dar a manos de los asalariados, buscando así el capital, aumentar sus beneficios y competitividad internacional".
Para que esto ocurra, es preciso que los países adecuen su legislación, sus estructuras socioeconómicas y sus instituciones de modo que apoyen y estén acordes con la nueva forma de valorización del capital que incluye reducir el tamaño del aparato estatal, mediante la desincorporación y privatización de industrias estratégicas (hidrocarburos, minería, telecomunicaciones, gas, electricidad), la eliminación de subsidios que atemperaban las desigualdades sociales, privatización de los regímenes de pensiones, además del abandono presupuestal de la educación pública y predominio de carreras técnicas formadoras de mano de obra calificada y barata para el mercado en detrimento de la formación humanística, científica y cultural (véase la eliminación de la Filosofía en los planes y programas de estudio del bachillerato que sostiene la Secretaría de Educación Pública, como el Colegio de Bachilleres).
Como se sabe, todo ese proceso ha sido acompañado y se ha legitimado a lo largo de los últimos 20 años mediante enmiendas constitucionales, reformas a leyes y reglamentos o creación de nuevos cuando se ha requerido, con el único propósito de acomodarlo a las nuevas necesidades de expansión del capital financiero internacional. Esos cambios han sido bautizados con el nombre de reformas estructurales.
Como dice Carlos Salinas de Gortari: a lo que ya se aplicó, lo que ya fue gobierno hay que aplicarle la prueba del ácido de los resultados. Estas reformas ya se aplicaron, panistas y priistas han gobernado con ellas y el resultado es que México es una de las economías más débiles de América Latina por su subordinación a EUA, un país depauperado con 52 millones de personas en pobreza extrema, una clase media abolida o en vías de extinción, un mercado interno pulverizado y un crecimiento económico promedio de 1.9 por ciento en el sexenio de Calderón, el segundo peor de los últimos 75 años.
Con esos resultados impresentables, pero escudados en la desinformación de la sociedad y apuntalados por el aparato de comunicación público y privado, Calderón y sus adláteres creen llegado el momento de una nueva ofensiva y han iniciado una campaña de presión para concluir el ciclo de reformas estructurales,
revestidos esta vez con falacias como aquello de que una reforma laboral dará competitividad al país porque la planta productiva estará mejor vinculada al mercado laboral.
Lo que busca en realidad es garantizar mayores rendimientos al capital, que no estará obligado a pagar prestaciones onerosas, podrá ofrecer precarias condiciones de trabajo, no enfrentará sindicatos independientes y no tendrá que pagar ni grandes salarios ni indemnizaciones por despido, que todo eso legaliza el proyecto de reforma estructural en materia de empleo por el que tanto suspiran los panistas (y también los priistas, pero ellos esperarán para votarlo hasta su eventual regreso a Los Pinos).
La competitividad de que hablan Calderón y Carstens no se refiere a una que mejore las condiciones de vida cotidiana de las personas, sino a una que permita atraer capitales y favorezca las variables macroeconómicas, esa suerte de economía ficción, cuya saludable condición es de donde extrae sus ganancias el fraudulento capital financiero que domina el mundo.
La farsa o, si se quiere, el cinismo detrás de este nuevo intento es que el desastre económico que esas reformas han significado al país es utilizado para...¡justificar su necesidad!.
Así por ejemplo, cuando el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) reveló que en en el sexenio de Calderón se incrementó en 3.2 millones el número de personas pobres, el senador Manlio Fabio Beltrones escribió en su cuenta de Twitter: "Ante cifras que revelan un incremento en la pobreza, sería mezquino aplazar las reformas que impulsen la economía y el empleo".
¿Se dan ustedes cuenta? Es como si dijera: "Visto lo mal que lo hemos hecho, debemos seguir haciéndolo". ¿Así o más desvergonzado?
El pasado 28 de septiembre, durante la Cumbre de Comunicación aseguró incluso que con las reformas laboral, de telecomunicaciones y energética el país podría crecer hasta seis por ciento.
Ayer Felipe Calderón hizo su parte en esta que parece una campaña de presión. Al inaugurar el Foro del Mercado de Valores 2011 urgió a los legisladores a "aprobar las reformas económicas pendientes", pues con ellas se crearían más empleos, los jóvenes y las mujeres tendrían más oportunidades y el país lograría mayor competitividad.
Ambos desde luego mienten porque las tales reformas no están diseñadas ni para el crecimiento económico (bueno sí, pero sólo de los grandes capitales) ni para la generación de empleos como ya quedó demostrado con las aplicadas hasta ahora.
¿Por qué son tan importantes y urgentes para el grupo hegemónico en el poder esas reformas? Porque Calderón fue impuesto en la presidencia de México con el propósito de profundizar el designio que desde hace por lo menos dos decenios rige en el mundo: suprimir el llamado Estado de bienestar para incrementar los márgenes de rentabilidad del capital financiero por la vía de comprimir el trabajo asalariado (desempleo), restringir el consumo de las masas reduciendo el ingreso (bajos salarios), recorte a gastos sociales y privatizaciones. Exactamente lo que vemos que está ocurriendo en el mundo en el periodo referido.
Tales son las condiciones que requiere la oligarquía financiera internacional, cuyos representantes locales son el PRI y el PAN. En otras palabras, las reformas estructurales no son otra cosa que la forma concreta en que el capitalismo en su etapa neoliberal está reestructurando la sociedad para magnificar sus ganancias.
Conforme a este proyecto, detrás de la expresión "reformas estructurales" lo que hay es una política encaminada a reducir el gasto público para disminuir el déficit fiscal. El carácter global de este diseño puede constatarse en Europa, donde la receta de las reformas estructurales se ha prescrito para "salvar" la crisis de deuda que enfrentan los países de la eurozona. Sólo que se trata de un remedio que los hundirá más porque no genera crecimiento económico y sólo garantiza sacrificios sociales para garantizar el pago por las deudas contraídas.
De acuerdo con el doctor en economía José Blanco "reducir el gasto público es comprimir el tamaño de la rebanada del Producto Interno Bruto que va a dar a manos de los asalariados, buscando así el capital, aumentar sus beneficios y competitividad internacional".
Para que esto ocurra, es preciso que los países adecuen su legislación, sus estructuras socioeconómicas y sus instituciones de modo que apoyen y estén acordes con la nueva forma de valorización del capital que incluye reducir el tamaño del aparato estatal, mediante la desincorporación y privatización de industrias estratégicas (hidrocarburos, minería, telecomunicaciones, gas, electricidad), la eliminación de subsidios que atemperaban las desigualdades sociales, privatización de los regímenes de pensiones, además del abandono presupuestal de la educación pública y predominio de carreras técnicas formadoras de mano de obra calificada y barata para el mercado en detrimento de la formación humanística, científica y cultural (véase la eliminación de la Filosofía en los planes y programas de estudio del bachillerato que sostiene la Secretaría de Educación Pública, como el Colegio de Bachilleres).
Como se sabe, todo ese proceso ha sido acompañado y se ha legitimado a lo largo de los últimos 20 años mediante enmiendas constitucionales, reformas a leyes y reglamentos o creación de nuevos cuando se ha requerido, con el único propósito de acomodarlo a las nuevas necesidades de expansión del capital financiero internacional. Esos cambios han sido bautizados con el nombre de reformas estructurales.
Como dice Carlos Salinas de Gortari: a lo que ya se aplicó, lo que ya fue gobierno hay que aplicarle la prueba del ácido de los resultados. Estas reformas ya se aplicaron, panistas y priistas han gobernado con ellas y el resultado es que México es una de las economías más débiles de América Latina por su subordinación a EUA, un país depauperado con 52 millones de personas en pobreza extrema, una clase media abolida o en vías de extinción, un mercado interno pulverizado y un crecimiento económico promedio de 1.9 por ciento en el sexenio de Calderón, el segundo peor de los últimos 75 años.
Con esos resultados impresentables, pero escudados en la desinformación de la sociedad y apuntalados por el aparato de comunicación público y privado, Calderón y sus adláteres creen llegado el momento de una nueva ofensiva y han iniciado una campaña de presión para concluir el ciclo de reformas estructurales,
revestidos esta vez con falacias como aquello de que una reforma laboral dará competitividad al país porque la planta productiva estará mejor vinculada al mercado laboral.
Lo que busca en realidad es garantizar mayores rendimientos al capital, que no estará obligado a pagar prestaciones onerosas, podrá ofrecer precarias condiciones de trabajo, no enfrentará sindicatos independientes y no tendrá que pagar ni grandes salarios ni indemnizaciones por despido, que todo eso legaliza el proyecto de reforma estructural en materia de empleo por el que tanto suspiran los panistas (y también los priistas, pero ellos esperarán para votarlo hasta su eventual regreso a Los Pinos).
La competitividad de que hablan Calderón y Carstens no se refiere a una que mejore las condiciones de vida cotidiana de las personas, sino a una que permita atraer capitales y favorezca las variables macroeconómicas, esa suerte de economía ficción, cuya saludable condición es de donde extrae sus ganancias el fraudulento capital financiero que domina el mundo.
La farsa o, si se quiere, el cinismo detrás de este nuevo intento es que el desastre económico que esas reformas han significado al país es utilizado para...¡justificar su necesidad!.
Así por ejemplo, cuando el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) reveló que en en el sexenio de Calderón se incrementó en 3.2 millones el número de personas pobres, el senador Manlio Fabio Beltrones escribió en su cuenta de Twitter: "Ante cifras que revelan un incremento en la pobreza, sería mezquino aplazar las reformas que impulsen la economía y el empleo".
¿Se dan ustedes cuenta? Es como si dijera: "Visto lo mal que lo hemos hecho, debemos seguir haciéndolo". ¿Así o más desvergonzado?
lunes, 12 de septiembre de 2011
Crecimiento y reformas estructurales
Si los ciudadanos dejáramos de escuchar lo que tienen que decirnos los funcionarios del gobierno mexicano y el propio Felipe Calderón, y mejor pusiéramos atención en sus resultados expresados en números, seríamos inmunes a la manipulación informativa a la que estamos sometidos.
Toda la verborrea oficial incluida en los discursos diarios que nos receta Calderón, oportunamente magnificados por los medios de comunicación, no tienen otro objeto que ocultar la realidad para mantener sojuzgada a la sociedad sin que se note, de manera que puedan imponer, sin demasiados contratiempos, su proyecto de clase sin que las mayorías adviertan que se trata de un proyecto que básicamente está en su contra, que las hace más pobres, dependientes y que nunca las sacará del estado de postración en que se vive.
Veamos: el único indicador que refleja la realidad del país más allá de las palabras es el crecimiento económico. El documento Criterios Generales de Política Económica incluido en el paquete económico para 2012 que Calderón envío al Congreso, establece que el próximo año el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá 3.5 por ciento.
Si esa previsión se cumple, con Felipe Calderón la economía del país habrá crecido a una tasa promedio anual de 1.9 por ciento, la segunda más baja en los últimos 70 años.
La peor ha sido la de Miguel de la Madrid (1982-1988), en cuya administración el PIB creció en promedio 0.18 por ciento anual.
Ese único dato explica por qué usted perdió su empleo, por qué sus ingresos se han reducido en términos reales, por qué su dinero disminuyó su poder de compra y por qué, en términos generales, siente que su calidad de vida es peor que hace cinco años y por qué, en fin, con Calderón --entre 2006 y 2010-- 13 millones de mexicanos se han sumado a la pobreza, con lo que casi la mitad de la población (46%) sobrevive en esa condición.
Claro que esos resultados no son gratuitos ni se llegó a ellos, pese a los esfuerzos del gobierno que nos dice a cada rato que trabaja por nosotros. Son resultado de una política intencional que se aplica conscientemente para incrementar las ganancias y proteger los intereses financieros del capitalismo trasnacional, a costa del bienestar de las "familias mexicanas", como les gusta a los funcionarios dirigirse a nosotros.
Y sin embargo, el proyecto de Presupuesto de Egresos 2012, último año del calderonato, insiste en las mismas políticas que nos condujeron a esos desastrosos resultados. Esos son los hechos.
Ahora compárese el discurso: Dice Calderón que para evitar los riesgos (véase el uso de términos intimidantes) del mercado internacional, su política económica (esa que ha fracasado) persistirá trabajando en dos frentes:
1) Continuar fortaleciendo las finanzas públicas (traducción: seguirá aumentando el costo al ciudadano de los bienes y servicios del gobierno. Anuncio anticipado de que continuarán cada mes los gasolinazos con lo que esto incide en el aumento de precios en alimentos y otros bienes. Es la clásica política que conduce a tener un gobierno rico con ciudadanos empobrecidos.), y el sistema financiero (traducción: se seguirá favoreciendo la inversión especulativa del capital financiero).
2) Lograr mayor competitividad de la economía mexicana (traducción: salarios bajos a los trabajadores para maximizar la tasa de ganancia del capital extranjero y ventajas para la contratación de mano de obra calificada en condiciones precarias, para lo cual se reformará la Ley federal del Trabajo).
Para cerrar la pinza, Agustín Carstens, el ex secretario de Hacienda, fallido aspirante a la dirección del Fondo Monetario Internacional y hoy gobernador del Banco de México, viene a decirnos que hoy más que nunca son necesarias las reformas estructurales (otra vez la palabrita).
Ello para evitar el colapso de la economía mexicana (otra vez el discurso intimidante) y porque el motor del crecimiento del exterior está apagado.(las exportaciones a Estados Unidos). Curioso el razonamiento de quien también es conocido como el Doctor catarrito, porque es precisamente a lo que nos ha conducido el modelo económico seguido al pie de la letra: atar y subordinar nuestro desarrollo a la economía estadounidense.
Además, a eso le apostó el modelo capitalista neoliberal iniciado por Carlos Salinas y al que se han adscrito los gobiernos panistas: a hacer de las exportaciones a un solo mercado (EUA) el motor de nuestro desarrollo, lo que equivalía, como ahora se confirma, a subordinar el manejo de la economía a lo que ocurriera con el vecino, todo ello en detrimento del mercado interno al que ahora se dice querer desarrollar.
Ahora que ese motor está "apagado" nuestro país se encuentra en la indigencia, pero Carstens aprovecha el viaje para llevar agua a su molino neoliberal e insistir en que si concluyéramos las reformas estructurales que faltan, podríamos crecer a tasas superiores a cuatro por ciento.
Como se ve, esto de las falacias en el discurso gubernamental es cuento de nunca acabar, porque el país no está creciendo ni incluso a una tasa de cuatro por ciento, como demuestran las cifras del INEGI citadas más arriba.
El raquítico crecimiento promedio anual de 1.9 por ciento es resultado de la aplicación de las primeras reformas estructurales, con las que también se nos dijo que nos lanzarían al primer mundo y nos harían crecer a tazas superiores al cinco por ciento.
El quid del asunto es que el capital global requiere seguir maximizando sus ganancias, para lo cual requiere que existan condiciones legales que se lo permitan, y para lograrlo disfraza sus pretenciones con el garlito del crecimiento económico, el cual nunca se alcanzará por la subordinación estructural que padece el país.
Así, la única, verdadera y efectiva reforma estructural que se requiere es abandonar el actual régimen de acumulación capitalista. Mientras eso no se haga todo lo demás serán trampas verbales para disfrazar resultados cada vez más catastróficos.
Toda la verborrea oficial incluida en los discursos diarios que nos receta Calderón, oportunamente magnificados por los medios de comunicación, no tienen otro objeto que ocultar la realidad para mantener sojuzgada a la sociedad sin que se note, de manera que puedan imponer, sin demasiados contratiempos, su proyecto de clase sin que las mayorías adviertan que se trata de un proyecto que básicamente está en su contra, que las hace más pobres, dependientes y que nunca las sacará del estado de postración en que se vive.
Veamos: el único indicador que refleja la realidad del país más allá de las palabras es el crecimiento económico. El documento Criterios Generales de Política Económica incluido en el paquete económico para 2012 que Calderón envío al Congreso, establece que el próximo año el Producto Interno Bruto (PIB) crecerá 3.5 por ciento.
Si esa previsión se cumple, con Felipe Calderón la economía del país habrá crecido a una tasa promedio anual de 1.9 por ciento, la segunda más baja en los últimos 70 años.
La peor ha sido la de Miguel de la Madrid (1982-1988), en cuya administración el PIB creció en promedio 0.18 por ciento anual.
Ese único dato explica por qué usted perdió su empleo, por qué sus ingresos se han reducido en términos reales, por qué su dinero disminuyó su poder de compra y por qué, en términos generales, siente que su calidad de vida es peor que hace cinco años y por qué, en fin, con Calderón --entre 2006 y 2010-- 13 millones de mexicanos se han sumado a la pobreza, con lo que casi la mitad de la población (46%) sobrevive en esa condición.
Claro que esos resultados no son gratuitos ni se llegó a ellos, pese a los esfuerzos del gobierno que nos dice a cada rato que trabaja por nosotros. Son resultado de una política intencional que se aplica conscientemente para incrementar las ganancias y proteger los intereses financieros del capitalismo trasnacional, a costa del bienestar de las "familias mexicanas", como les gusta a los funcionarios dirigirse a nosotros.
Y sin embargo, el proyecto de Presupuesto de Egresos 2012, último año del calderonato, insiste en las mismas políticas que nos condujeron a esos desastrosos resultados. Esos son los hechos.
Ahora compárese el discurso: Dice Calderón que para evitar los riesgos (véase el uso de términos intimidantes) del mercado internacional, su política económica (esa que ha fracasado) persistirá trabajando en dos frentes:
1) Continuar fortaleciendo las finanzas públicas (traducción: seguirá aumentando el costo al ciudadano de los bienes y servicios del gobierno. Anuncio anticipado de que continuarán cada mes los gasolinazos con lo que esto incide en el aumento de precios en alimentos y otros bienes. Es la clásica política que conduce a tener un gobierno rico con ciudadanos empobrecidos.), y el sistema financiero (traducción: se seguirá favoreciendo la inversión especulativa del capital financiero).
2) Lograr mayor competitividad de la economía mexicana (traducción: salarios bajos a los trabajadores para maximizar la tasa de ganancia del capital extranjero y ventajas para la contratación de mano de obra calificada en condiciones precarias, para lo cual se reformará la Ley federal del Trabajo).
Para cerrar la pinza, Agustín Carstens, el ex secretario de Hacienda, fallido aspirante a la dirección del Fondo Monetario Internacional y hoy gobernador del Banco de México, viene a decirnos que hoy más que nunca son necesarias las reformas estructurales (otra vez la palabrita).
Ello para evitar el colapso de la economía mexicana (otra vez el discurso intimidante) y porque el motor del crecimiento del exterior está apagado.(las exportaciones a Estados Unidos). Curioso el razonamiento de quien también es conocido como el Doctor catarrito, porque es precisamente a lo que nos ha conducido el modelo económico seguido al pie de la letra: atar y subordinar nuestro desarrollo a la economía estadounidense.
Además, a eso le apostó el modelo capitalista neoliberal iniciado por Carlos Salinas y al que se han adscrito los gobiernos panistas: a hacer de las exportaciones a un solo mercado (EUA) el motor de nuestro desarrollo, lo que equivalía, como ahora se confirma, a subordinar el manejo de la economía a lo que ocurriera con el vecino, todo ello en detrimento del mercado interno al que ahora se dice querer desarrollar.
Ahora que ese motor está "apagado" nuestro país se encuentra en la indigencia, pero Carstens aprovecha el viaje para llevar agua a su molino neoliberal e insistir en que si concluyéramos las reformas estructurales que faltan, podríamos crecer a tasas superiores a cuatro por ciento.
Como se ve, esto de las falacias en el discurso gubernamental es cuento de nunca acabar, porque el país no está creciendo ni incluso a una tasa de cuatro por ciento, como demuestran las cifras del INEGI citadas más arriba.
El raquítico crecimiento promedio anual de 1.9 por ciento es resultado de la aplicación de las primeras reformas estructurales, con las que también se nos dijo que nos lanzarían al primer mundo y nos harían crecer a tazas superiores al cinco por ciento.
El quid del asunto es que el capital global requiere seguir maximizando sus ganancias, para lo cual requiere que existan condiciones legales que se lo permitan, y para lograrlo disfraza sus pretenciones con el garlito del crecimiento económico, el cual nunca se alcanzará por la subordinación estructural que padece el país.
Así, la única, verdadera y efectiva reforma estructural que se requiere es abandonar el actual régimen de acumulación capitalista. Mientras eso no se haga todo lo demás serán trampas verbales para disfrazar resultados cada vez más catastróficos.
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