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martes, 17 de enero de 2017

Crisis mundial de confianza

La confianza está en crisis alrededor del mundo, asienta el 2017 Edelman Trust Barometer. La confianza de la población general sobre cuatro instituciones clave --negocios, medios de comunicación, gobierno y ONG's-- ha declinado notoriamente, un fenómeno no reportado desde que Edelman empezó a medir la confianza entre estos segmentos, en 2012.

Con la caída de la confianza, la mayoría de los entrevistados han dejado de creer totalmente en que el sistema esté trabajando por ellos. En este clima las preocupaciones de las personas acerca del trabajo, amenazado por temas como la globalización y la automatización, se han convertido de nuevo en temores, que incitan a la adopción de acciones populistas como las que ahora se aplican en varias democracias occidentales.

Para reconstruir la confianza y restaurar la fe en el sistema, las instituciones deben dar pasos fuera de sus tradicionales roles y trabajar hacia un nuevo y más integrado modelo de operaciones que ponga a la gente, y los temores que sienten, en el centro de lo que ellas hacen.

El reporte asienta que la confianza en los medios cayó a 43 por ciento y es la más baja de todos los tiempos en 17 países. En tanto, los niveles de confianza en el gobierno (41%) cayó en 14 marcadores y es la institución menos confiable en la mitad de los 28 países encuestados.

La credibilidad en líderes también está en riesgo: la credibilidad de los líderes empresariales se redujo 12 puntos globalmente, para quedar en un reducido 37% también el más bajo de todos los tiempos. Mientras, la credibilidad de los líderes gubernamentales (29%) permanece como la menos favorecida.
The Trust Barometer, encontró que 53% de los entrevistados cree que en términos generales el sistema les ha fallado, que es injusto y que ofrece pocas esperanzas para el futuro.

Sólo 15% cree que el sistema está funcionando y únicamente un tercio está indeciso. Incluso las élites carecen de fe en el sistema: 48% del nivel de más altos ingresos, 49% de quienes tienen educación escolar, y la mayoría de los mejor informados (51%), dicen que el sistema ha fallado.

Las implicaciones de la crisis global de confianza son profundas y de amplio rango, dijo Richard Edelman, presidente y CEO de la firma. Empezó con la gran recesión de 2008 y como segunda y tercera olas de un tsunami, la globalización y el cambio tecnológico han debilitado aún más la confianza global de la gente en las instituciones. Las consecuencias son un virulento populismo y nacionalismo con el que las masas populares han tomado el control, más allá de las élites, añadió.

Otro hallazgo del estudio es que la mitad de los países encuestados han perdido la fe en el sistema, y estos son encabezados por Francia e Italia (72%), seguidos por México, Sudáfrica y España (67%).

La encuesta de Edelman consistió en entrevistas on line de 25 minutos realizadas entre el 13 de octubre y el 16 de noviembre de 2016, entre unos 33 mil entrevistados, entre ellos 1,150 personas de la población en general mayores de 18 años; 500 personas publicamente informadas de EUA y China, así como 200 de cada uno del resto de los 28 países encuestados.

Una persona públicamente informada es definida por la encuesta como alguien de entre 25 y 64 años con ingreso familiar en el decil más alto.

miércoles, 31 de julio de 2013

México, reformas y expectativas racionales

La crisis del mundo actual, incluido desde luego México, tiene un nombre: crisis de la razón. Esta derrota del "deber ser" tiene su raíz en el sistema económico que es la base de la irracional organización política y social que nos ha conducido al caos actual.

Se trata de un fenómeno de larga data. Ya en 1936, al fijar los fines de la Teoría Crítica (Escuela de Francfort), Herber Marcuse hacía notar que la vida está organizada de tal modo que el destino de los individuos depende del azar y de la ciega necesidad de incontroladas relaciones económicas y no --como debía ser-- de la programada realización de las posibilidades humanas.

En efecto, esas "incontroladas relaciones económicas" condujeron a la crisis financiera que inició en 2008 y cuyos efectos seguimos padeciendo en términos de desempleo, bajos salarios, hambre, pobreza, desigualdad, inseguridad y muerte.

Esa crisis fue producto de un engaño monumental que superó todos los límites de la razón y la inteligencia humanas y que sin embargo pudo imponerse merced a un arreglo institucional que incluyó gobiernos, instituciones académicas, universidades, economistas, empresas, inversionistas, especuladores e instituciones como la Fundación Nobel.

El engaño consistió en sostener que los mercados son naturalmente eficientes, que se autorregulan y que cualquier desequilibrio es rápidamente compensado sin la intervención de agentes externos, específicamente, sin la intervención del Estado.

Paradójicamente el modelo teórico que sustentó esta falacia se denomina Hipótesis de las Expectativas Racionales (HER), y Robert Lucas recibió el Nobel de Economía por sus "contribuciones" al desarrollo de estos modelos.

Esta hipótesis parte de un despropósito irracional: que mediante complejos modelos matemáticos es posible predecir el futuro y que la incertidumbre acerca del mismo puede ser suprimida. En otras palabras: que es posible estimar el riesgo futuro de cualquier inversión a partir de la información del presente y de las estadísticas del pasado, pues para eso existe la tecnología que permite ese tipo de modelaciones. Toda predicción así obtenida es válida e infalible.

Supone, además, que todos los agentes económicos usan en forma racional toda la información disponible del presente y del pasado para calcular si una inversión les puede reportar pérdidas o ganancias futuras. Y dado que todos buscan el máximo beneficio nadie actuará contra sus propios intereses mediante comportamientos irracionales que provoquen una crisis en el sistema.

De estos supuestos falsos se desprendió la falacia a la que aludimos: la Teoría del Mercado Eficiente (TME), según la cual los mercados se autorregulan, pues dada su racionalidad, ningún agente incurriría conscientemente en un riesgo nocivo y, si así ocurriera, el resto lo penalizaría y emprendería las acciones correctivas para devolver su homeostasis --estabilidad-- al sistema.

En ese mundo perfecto creado por los economistas de Chicago a los que pertenece Milton Friedman, las crisis económicas son impensables, pues tendrían que ser producto de hechos que no han ocurrido antes; es decir, de cosas que no existen en el pasado de donde se extrapolan los datos para predecir el futuro. Si no existieron ayer, tampoco existirán mañana, parece ser el razonamiento.

Pero como apunta Carlos Obregón (La crisis financiera mundial, Siglo XXI, México, 2011) la razón básica de la quiebra de un banco como Leheman Brothers --que desató el vendaval en 2008-- fue que la volatilidad de los mercados no se comportó como nada que se hubiera visto antes. Es decir, la realidad no se ajustó al modelo y "el riesgo resultó ser algo distinto de lo que habían descrito los diversos premios nobel que lo estudiaron".

En ese sentido --continúa Obregón-- Frank Knight y John Maynard Keynes tuvieron razón. Éste postuló una teoría de la incertidumbre según la cual el futuro no podía ser inferido a partir del pasado y por ello era necesaria la regulación de los mercados.

Knight, por su parte, definió el riesgo como incertidumbre no probabilística, como lo que se desconoce. Ese, decía, es el tipo de riesgo que caracteriza el futuro. Por tanto, no hay manera de modelarlo, como pretendían los Chicago boys.

Lo verdaderamente trágico de la Hipótesis de las Expectativas Racionales (HER) y todo el edificio de la teoría económica dominante que se construyó sobre esa base, es que fue parte de un engaño de unos economistas que lograron engañar al mundo.

Como ha escrito Robert Skidelsky (El regreso de Keynes, Crítica, Barcelona, 2009), la HER se planteó como solución a un problema abstracto: ¿Qué condiciones de conocimiento se requerirían para que los mercados fueran perfectamente eficientes? ¿Por qué habrían de querer los economistas que los mercados fuesen perfectamente eficientes? Porque, dirían ellos,  tales mercados mejoran los resultados económicos (maximizan las ganancias).

"Si sabemos lo que es un milagro económico --escribe Robert Lucas, el creador de la HER---tendríamos que ser capaces de hacer uno". Y, en efecto, se avocaron a producir ese mundo platónico de eficiencia perfecta, para lo cual requerían de premisas inventadas, sin sustento en la realidad, pero que eran las que producirían su famoso milagro económico. Como se ve, un puro voluntarismo desprovisto de toda lógica.

Es verdad que casi todo el mundo material que conocemos existió antes en la idea o en la imaginación de alguien. Pero su concreción no fue producto de un capricho o de supuestos o herramientas abstractas. Incluso la teoría de la relatividad general de Einstein, si bien fue resultado sólo de cálculos mentales, debió ser corroborada con datos de la experiencia sensible.

Otro tanto puede decirse de la física cuántica, cuyos postulados muchas veces desafían nuestro sentido común, pero que han dado lugar a desarrollos tecnológicos que no hubieran sido posibles si no fuera cierto que la naturaleza subatómica se comporta de manera tan sorprendente, si sus inexplicables efectos hubieran sido producto sólo de la agitada mente de alguien, como nuestros inventores de la economía neoliberal.

Lo malo de todo esto es que estas teorías económicas, pese a su desprestigio por los reveses que ha recibido de parte de la realidad, sigan vigentes en países como México. Aquí las reformas estructurales que impulsa el gobierno de Enrique Peña Nieto están basadas en estos supuestos falaces de las expectativas racionales.

La reforma laboral plantea que si los empresarios no tienen que pagar altas primas de liquidación, entonces contratarán alegremente más trabajadores con lo que el desempleo se reducirá; la reforma financiera supone que si los bancos pueden embargar legalmente y rápido a sus deudores, entonces se animarán a dar mayores créditos, con lo que la economía crecerá; la reforma energética postula que si se enajena la renta petrolera a las compañías extranjeras, entonces habrá una inversión enorme que permitirá el crecimiento del país.

Todos esos supuestos que animan los argumentos oficiales no están fundados en otra cosa que en la fracasada hipótesis de las expectativas racionales. Se trata de teorías que ya han causado demasiados daños en el mundo, pero aquí nos las siguen vendiendo como la panacea que nos sacará del atraso.


viernes, 14 de diciembre de 2012

Mario Draghi, Hombre del año

El Financial Times designó a Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE) como el hombre del año por su éxito al preservar el euro luego de tres años de crisis. En un reportaje sobre el tema, Lionel Barber y Michael Steen señalan que el papel central del italiano en la crisis del euro --la historia más grande de 2012-- le ganó el voto del rotativo inglés.

Y aunque señala que otros notables personajes como la canciller alemana Angela Merkel y Mario Monti, el extrovertido reformista y primer ministro de Italia, han tenido también un papel central, Draghi ha sido un líder protagonista que insistentemente ha animado a gobiernos y bancos a apoyar las medidas necesarias para preservar al euro.

Los columnistas recuerdan la víspera de la inauguración de los juegos olímpicos de Londres, cuando Draghi se encontraba entre los panelistas de un evento planeado para promover la inversión extranjera en el Reino Unido. Eran momentos en que la moneda europea se desintegraba en medio de costosos y sofocantes préstamos a Grecia, España y a su natal Italia.

Estaban al día las especulaciones sobre el rompimiento de la Unión Europea y sus incalculables consecuencias financieras y políticas. Era el momento de trazar una línea en la crisis y el presidente del BCE lo hizo con dos frases:

"Dentro de nuestro mandato, el BCE está listo para hacer cualquier cosa para preservar el euro"...y después de una pausa efectista añadió: "Y créanme, será suficiente".

En retrospectiva, dicen los escritores, la declaración de julio --la cual en efecto emplazó a los mercados financieros a desafiar el ilimitado poder del Banco Central Europeo-- pudo bien ser vista como un punto de retorno en los tres años de crisis. El impacto de las dos breves frases de Draghi en aquel discurso fue inmediato y durable.

Lo describen como un hombre que deriva sus habilidades de una carrera variada: economista, banquero central, banquero comercial (Goldman Sachs) y servidor público. Pero por encima de todo, dicen, es un estratega que reflexiona profundamente sobre los problemas y una vez que su mente se impone del asunto es un duro perseguidor de sus metas. De algún modo ha sido más atrevido que su predecesor Jean-Claude Trichet.

Bajo el mando de éste último, el BCE respondió más rápido que el Banco de Inglaterra y que la Reserva Federal de EUA en la primera fase de la crisis financiera global, en el verano de 2007, cuando los mercados de crédito se enfriaron. Pero más tarde el francés se encontró acorralado por el Bundesbank, el banco central alemán, que era implacablemente hostil hacia pecados como deuda e inflación.

Draghi relevó a Trichet apenas hace un año. En esa ocasión dijo a sus amigos que estaba lejos de garantizar que triunfaría, no obstante la formidable política que apoyaría la moneda única. Estaba muy preocupado acerca del Bundesbank y la opinión pública alemana, pero él estaba decidido a darles su mejor golpe.

Su primer movimiento fue introducir una operación de refinanciamiento a largo plazo para los bancos. Como él mismo dijo, esa operación (la cual se desarrolló en dos faces en diciembre 2011 y febrero de 2012) removió la posibilidad de una crisis bancaria causada por una carencia de fondos. Al proveer de liquidez de corto plazo por los siguientes tres años, el EBC ayudó a evitar que el problema se extendiera a la soberanía y a los mercados de derivados de crédito.

Aunque la iniciativa calmó a los mercados preocupados por los bancos, no enfrentó el otro mayor problema de la eurozona: el amplio diferencial en el costo de los préstamos entre países deudores (Grecia, España, Italia, Chipre) y los países prestadores encabezados por Alemania.

Para la primavera de 2012 esto se había propagado hasta convertirse en una amenaza exacerbada por el riesgo de que la eurozona podría desmoronarse, con Grecia como el primer país en salir de la Unión. Enfrentado con este catastrófico escenario, Draghi y el estaf del BCE vinieron con una nueva propuesta: Transacciones monetarias inmediatas.

Aunque ninguno de los países deudores ha ido lejos en su aplicación, el resultado ha sido una dramática caída en el costo de los préstamos para los países periféricos y una renovada confianza en que el euro puede sobrevivir y lo hará.

lunes, 18 de junio de 2012

Grecia, México y el mundo

Grecia ilustra hoy la batalla que libra el mundo: el modelo neoliberal contra el Estado de bienestar.

El primero, diseñado para recuperar la rentabilidad del capital vía la disminución del Estado y la reducción del gasto público, con la coartada de un --como se ha visto hasta ahora-- improbable crecimiento económico.

El segundo, convencido de que el desarrollo no ocurrirá sin una política fiscal que lo promueva, lo cual implica intervención estatal y cierta dosis de regulación. Es decir, veneno puro para un capitalismo financiero sin freno, especulativo y desconectado de la economía real, en tanto que sus principales ganancias no provienen ya de la producción de bienes y servicios, lo cual explica, a su vez, el fenómeno del desempleo.

Ese es el drama de nuestros días. Las dos sopas de que consta el menú global. Los países y sus clases políticas de definen según se alineen a una u otra receta. El neoliberalismo imperante no está dispuesto a ceder un ápice.

Preconiza que los costos de sus crisis han de ser pagados por la población, en tanto el dinero público que se recorta al gasto social (salud, educación, alimentación, vivienda, empleo) se destina a salvar los bancos privados en quiebra (ahí el caso recentísimo del español Bankia).

Las elecciones legislativas realizadas el pasado domingo en Grecia retratan la dicotomía descrita:  esos comicios dieron el triunfo al partido Nueva Democracia (derecha), cuyo líder, Antonis Samaras, era el favorito de la comunidad financiera internacional por su proclividad a cumplir los programas de ajuste impuestos al país helénico por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La otra opción era la izquierda radical  Syrisa, de Alexis Tsipras, vista con recelo por su oposición a las medidas de austeridad (recortes al gasto y despidos) que castigan a la población y que condujeron al país a la recesión, y que en cambio exige medidas que alienten el crecimiento.

El triunfo de los conservadores griegos --quienes de algún modo son los mismos que condujeron a la actual tragedia de ese país-- tranquilizó a las corporaciones mundiales, que ven así servidos sus intereses políticos y económicos.

Y como para subrayar el yugo al que están sujetos los países bajo la égida neoliberal, el ministro alemán de relaciones exteriores, Guido Westerwelle, subrayó que  "no hay forma de salir de las reformas (los programas de ajuste y austeridad impuestos)".

Grecia --dijo-- debe ajustarse a lo acordado, como lo hacen todos los demás países europeos (Italia, España, Portugal, Irlanda) que "están aplicando sus reformas con insistencia y diligencia".

Como se ve, en Grecia --como en otros países incluido México-- la discusión y la disyuntiva es la misma. Aquí el diseño que se aplica a escala global adopta el nombre de Reformas estructurales. Son --en cierto modo-- las reformas a las que alude Westerwelle, esas de las que nadie puede escapar. Es el designio.

Por cierto, la distancia electoral entre los conservadores y la izquierda griega fue de sólo 3.31 por ciento. De acuerdo con algunos observadores, la diferencia pudo haber estado en la campaña de miedo enderezada contra Syrisa, pues ante la amenaza de que con el triunfo de la izquierda se impondrían "corralitos", como en Argentina, muchos griegos sacaron su dinero de los bancos...y votaron contra sí mismos.

Para quien guste de encontrar paralelismos con la actual situación electoral mexicana, escuchemos a Zisiz Novis, un comerciante de 56 años entrevistado por la corresponsal del diario La Jornada en Atenas: "Con Nueva Democracia (la derecha) las cosas van a empeorar. Seguirá la política de la medicina que mata al enfermo (recuérdese al doctor Felipe Calderón): dos mil suicidios en los dos años recientes, escasez de medicamentos, un millón 200 mil desempleados...".

Lo dicho, Atenas es hoy el escenario, pero el libreto de la farsa es el mismo en todo el mundo.



viernes, 17 de febrero de 2012

¿Capitalismo en crisis?



Se ha vuelto casi un lugar común hablar de la "crisis del capitalismo", sobre todo a raíz del desastre financiero ocurrido en 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers condujo al mundo a lo que fue calificado como la peor recesión conocida por Occidente desde 1929.

Diversos análisis, incluso de grupos que reinvindican la opción socialista, insisten en referirse a "la crisis del capitalismo", lo cual no parece sino un buen deseo, más cercano al voluntarismo --Wikipedia lo define como la afirmación de que algo es cierto o falso basándose simplemente en el deseo de que lo sea-- que a una realidad verificable empíricamente.

Los problemas económicos de la Eurozona --una continuación de la burbuja que estalló hace casi cuatro años-- son aducidos como una prueba de la pretendida crisis. No hay tal.

Los fundamentos económicos de ese sistema y la legitimidad de que lo revisten los intereses mediáticos que controlan y dictan los cánones de cómo ser y estar en el mundo permanecen intocados, intactos, de modo que a sus enterradores puede aplicárseles aquella frase atribuida falsamente al Don Juan, de José Zorilla: "Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud".

Es posible que el modo de acumulación capitalista haya conducido a los actuales problemas de deuda soberana que afecta a los países de aquella región, pero ello no implica que el sistema esté en crisis. Quienes lo están, en cambio, son los ciudadanos de esas naciones que con su sacrificio económico producto de la aplicación de los eufemísticamente denominados Planes de ajuste, tendrán que pagar los platos rotos.

Es decir, el capitalismo financiero trasnacional no perderá las ganancias obtenidas mediante los instrumentos especulativos que han conducido a casi la insolvencia a países como Grecia, Italia y España. Aunque sea a largo plazo, pero no perderán ese dinero, de ahí los planes que han obligado a firmar a esos países. ¿Dónde está la crisis de un sistema de producción cuyos organismos multilaterales tienen la fuerza para obligar a países supuestamente soberanos a casi autoinmolarse para cumplir con el pago de esos capitales?

El diseño capitalista previsto tras el desmantelamiento del llamado Estado de bienestar y encaminado básicamente a incrementar la rentabilidad del capital mediante lo que se conoce como el Consenso de Washington, está en marcha sin enemigo al frente.

Es cierto, existen movimientos globales opuestos al capitalismo, que denuncian la dominación de los pocos sobre los muchos, o el altermundista Foro Social Mundial, reputado como el mayor espacio de debate, ideas y propuestas de movimientos sociales, redes y ONG que se oponen al actual modelo de desarrollo y buscan alternativas.

Con todo lo prometedor que resultan esos esfuerzos, todavía no es posible afirmar que hayan hecho tambalear al sistema. Acaso se deba a lo que el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez --fallecido a los 95 años en julio del año pasado-- denominaba el desdén del socialismo como opción.

Aunque existen movimientos anticapitalistas y se incrementan en años recientes, ninguno de ellos --lamentaba-- se pronuncia abiertamente  por la necesidad de esta alternativa que a mi juicio continua siendo el socialismo.

Sánchez Vázquez alertaba que la idea de esa opción social ha desaparecido incluso de las reivindicaciones y de los programas de los grupos políticos de izquierda en gran parte del mundo.

A mi juicio --observaba-- una de las características de la izquierda no sólo en América Latina sino también en Europa es haber abandonado esta reivindicación y tratar de situarse en los cambios posibles dentro del sistema, pero perdiendo la perspectiva de que la alternativa verdaderamente emancipadora tiene que venir de un sistema que destruya las bases fundamentales del capitalismo. (La Jornada, 9 de julio/2011, p. 6).

 El problema de catalogar como "crisis del capitalismo" los recurrentes o cíclicos (para emplear un término caro a los economistas) desajustes que causa en la economía real, esa que afecta al hombre de la calle, consiste en que distorciona el análisis de las llamadas condiciones objetivas, conduce a un falso triunfalismo, y resta rigor a la acción colectiva al pretender que el fin está cerca cuando aún falta mucho trabajo para empezar si quiera a minar sus fundamentos.

 


martes, 10 de enero de 2012

2012: crisis económica y crisis de legitimidad

En el plano internacional 2012 inició con las mismas oscuras previsiones con las que concluyó 2011: con una recesión económica mundial tocando a la puerta como efecto de la crisis de la eurozona.

Según The Economist, la mayor austeridad fiscal traerá consigo menos empleo y más presión sobre los servicios públicos, en lo que, decimos nosotros, constituye la mayor paradoja creada por la actual fase del capitalismo globalizado: reducir gastos e inversión gubernamental en momentos en que las economías requieren mayor estímulo.

Nada nuevo dentro de un modelo que --lo hemos dicho ya-- se impuso desde mediados de la séptima década del siglo XX para responder a la caída en la tasa de ganancia.


El nuevo modelo globalizador se manifestó en toda su crudeza durante estos años, pues entre sus efectos pueden señalarse un retroceso mundial de los sistemas de seguridad social, una reducción de las conquistas laborales de la población asalariada y la agudización del desempleo estructural que, según reportó en octubre del año pasado la Organización Internacional del Trabajo, afecta ya a unas 700 millones de personas en el mundo.

Como correlato a este contexto económico, la población de diversas partes del globo ha empezado a manifestar su repudio a un sistema económico mundial que los condena al atraso, la marginación y la desigualdad y que los excluye incluso de las decisiones políticas más elementales.

La llamada Primavera árabe, que condujo al derrocamiento de Hosni Mubarak en Egipto y de Muammar Kadafi en Libia, se completó con revueltas en Yemen, Siria y Túnez durante los primeros meses de 2011.

Si bien aún es pronto para prever las consecuencias finales de estos levantamientos en la región del Magreb, lo visible hasta ahora es que los nuevos gobiernos provisionales no han cumplido con las demandas de democratización que impulsaron los cambios en el amanecer del año pasado.

En Occidente la rebelión ha tenido un cariz menos sangriento, aunque no ha estado exenta de hechos violentos como los disturbios ocurridos en Inglaterra o las ofensivas de la policía española contra los integrantes del movimiento 15M, después llamados Indignados, que en mayo ocuparon la Plaza del Sol en Madrid y que extendieron sus protestas contra la visita del Papa Benedicto XVI quien a mediados de año llegó a España para encabezar el Encuentro Mundial de la Juventud, un evento que costó millones de euros al gobierno del socialista Rodríguez Zapatero, en momentos en que el país era azotado por la crisis de la deuda que amenaza destruir toda la zona euro.

La crisis de legitimidad que estos años afecta a los gobiernos constituidos –y que también se ha manifestado en las movilizaciones de los estudiantes chilenos en demanda de una educación gratuita y que ha costado ya al gobierno del derechista Sebastián Piñera, la cabeza de dos ministros de educación y la caída en su nivel de aceptación pública; así como en los movimientos de Ocupación de Wall Street y de otras ciudades de Estados Unidos, e incluso del mundo—tiene un denominador común: la idea de recuperar para los ciudadanos el gobierno del mundo más allá del que detentan las élites políticas.

La consigna: somos el 99 por ciento, describe de manera muy ilustrativa el sentimiento de que resulta inadmisible que una minoría --el 1 por cieto-- imponga sus criterios económicos y políticos y mantenga sojuzgada a la mayoría.

La crisis de legitimidad de las llamadas democracias occidentales se caracteriza por la cada vez más clara conciencia de que no es en las urnas, mediante el voto de las mayorías donde se decide el destino de los pueblos. Sino que éste se encuentra regido por los intereses económicos de las grandes corporaciones, por los centros de especulación financiera y por los cada vez más poderosos y omnipresentes intereses mediáticos.

En suma, que la suerte de millones en el mundo no depende de los órganos de representación política elegidos por los ciudadanos mediante el sufragio universal, sino de los poderes fácticos, los cuales gobiernan el planeta sin necesidad de aparecer en las boletas electorales, porque no lo necesitan para implantar su poder y decisiones.

La crisis de la deuda que tiene en jaque a la eurozona y que supuso la imposición de drásticos programas de ajuste en países como Portugal, Grecia, Irlanda, Italia y España, ha conducido a los ciudadanos a preguntarse por el sentido que tiene votar por gobiernos de izquierda o de derecha, si al final las decisiones importantes terminan por ser impuestas desde el extrerior.

España es un caso paradigmático. En elecciones adelantadas, el pasado 20 de noviembre los electores echaron de la Moncloa al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) que gobernó con José Luis Rodríguez Zapatero.
Los malos resultados económicos de los socialistas, que en muchos casos aplicaron medidas económicas antipopulares más propias de gobiernos de derecha, condujeron a los españoles a votar por el derechista Partido Popular y su candidato Mariano Rajoy.

Como era de esperarse, en su primera intervención pública como gobernante electo anunció recortes al gasto público y mayores impuestos. Es decir, la profundización de las políticas por las cuales los votantes se deshicieron del PSOE. ¿Tenían opción los españoles?

La respuesta a la cuestión muestra además otro rasgo de la crisis de legitimidad de esta hora: la difuminación de las fronteras ideológicas que permitían como el fundamento económico se ha impuesto sobre las definiciones ideológicas haciendo valer aquella consigna del fin de la historia y de las ideologías preconizada con la caída del inexactamente llamado socialismo real. Consigna que significaba precisamente la preeminencia del capitalismo y sus recetas aceptadas universalmente.

Hoy los gobiernos de izquierda han  abandonado sus fundamentos ideológicos en nombre de un pragmatismo que, una vez en el poder, les impide diferenciar sus políticas para acogerse a las muy limitadas posibilidades de sólo los cambios posibles. De ahí que los electores se encuentren ante simulacros de democracia dentro de los que los únicos gananciosos son los miembros de las élites, algo que empiezan a rechazar abiertamente.

Estas son las coordenadas por las que ha discurrido el mundo y que seguramente continuará marcando la agenda de los acontecimientos y los debates durante los próximos 12 meses.

martes, 4 de octubre de 2011

Reformas estructurales ¿qué hay detrás?

Al menos en dos ocasiones durante el último mes el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, pidió al Congreso que apruebe las "reformas estructurales que el país requiere" (la frase ya es casi un eslogan).

El pasado 28 de septiembre, durante la Cumbre de Comunicación aseguró incluso que con las reformas laboral, de telecomunicaciones y energética el país podría crecer hasta seis por ciento.

Ayer Felipe Calderón hizo su parte en esta que parece una campaña de presión. Al inaugurar el Foro del Mercado de Valores 2011 urgió a los legisladores a "aprobar las reformas económicas pendientes", pues con ellas se crearían más empleos, los jóvenes y las mujeres tendrían más oportunidades y el país lograría mayor competitividad.

Ambos desde luego mienten porque las tales reformas no están diseñadas ni para el crecimiento económico (bueno sí, pero sólo de los grandes capitales) ni para la generación de empleos como ya quedó demostrado con las aplicadas hasta ahora.

¿Por qué son tan importantes y urgentes para el grupo hegemónico en el poder esas reformas? Porque Calderón fue impuesto en la presidencia de México con el propósito de profundizar el designio que desde hace por lo menos dos decenios rige en el mundo: suprimir el llamado Estado de bienestar para incrementar los márgenes de rentabilidad del capital financiero por la vía de comprimir el trabajo asalariado (desempleo), restringir el consumo de las masas reduciendo el ingreso (bajos salarios), recorte a gastos sociales y privatizaciones. Exactamente lo que vemos que está ocurriendo en el mundo en el periodo referido.

Tales son las condiciones que requiere la oligarquía financiera internacional, cuyos representantes locales son el PRI y el PAN. En otras palabras, las reformas estructurales no son otra cosa que la forma concreta en que el capitalismo en su etapa neoliberal está reestructurando la sociedad para magnificar sus ganancias.

Conforme a este proyecto, detrás de la expresión "reformas estructurales" lo que hay es una política encaminada a reducir el gasto público para disminuir el déficit fiscal. El carácter global de este diseño puede constatarse en Europa, donde la receta de las reformas estructurales se ha prescrito para "salvar" la crisis de deuda que enfrentan los países de la eurozona. Sólo que se trata de un remedio que los hundirá más porque no genera crecimiento económico y sólo garantiza sacrificios sociales para garantizar el pago por las deudas contraídas.

De acuerdo con el doctor en economía José Blanco "reducir el gasto público es comprimir el tamaño de la rebanada del Producto Interno Bruto que va a dar a manos de los asalariados, buscando así el capital, aumentar sus beneficios y competitividad internacional".

Para que esto ocurra, es preciso que los países adecuen su legislación, sus estructuras socioeconómicas y sus instituciones de modo que apoyen y estén acordes con la nueva forma de valorización del capital que incluye reducir el tamaño del aparato estatal, mediante la desincorporación y privatización de industrias estratégicas (hidrocarburos, minería, telecomunicaciones, gas, electricidad), la eliminación de subsidios que atemperaban las desigualdades sociales, privatización de los regímenes de pensiones, además del abandono presupuestal de la educación pública y predominio de carreras técnicas formadoras de mano de obra calificada y barata para el mercado en detrimento de la formación humanística, científica y cultural (véase la eliminación de la Filosofía en los planes y programas de estudio del bachillerato que sostiene la Secretaría de Educación Pública, como el Colegio de Bachilleres).

Como se sabe, todo ese proceso ha sido acompañado y se ha legitimado a lo largo de los últimos 20 años mediante enmiendas constitucionales, reformas a leyes y reglamentos o creación de nuevos cuando se ha requerido, con el único propósito de acomodarlo a las nuevas necesidades de expansión del capital financiero internacional. Esos cambios han sido bautizados con el nombre de reformas estructurales

Como dice Carlos Salinas de Gortari: a lo que ya se aplicó, lo que ya fue gobierno hay que aplicarle la prueba del ácido de los resultados. Estas reformas ya se aplicaron, panistas y priistas han gobernado con ellas y el resultado es que México es una de las economías más débiles de América Latina por su subordinación a EUA, un país depauperado con 52 millones de personas en pobreza extrema, una clase media abolida o en vías de extinción, un mercado interno pulverizado y un crecimiento económico promedio de 1.9 por ciento en el sexenio de Calderón, el segundo peor de los últimos 75 años.

Con esos resultados impresentables, pero escudados en la desinformación de la sociedad y apuntalados por el aparato de comunicación público y privado, Calderón y sus adláteres creen llegado el momento de una nueva ofensiva y han iniciado una campaña de presión para concluir el ciclo de reformas estructurales,
revestidos esta vez con falacias como aquello de que una reforma laboral dará competitividad al país porque la planta productiva estará mejor vinculada al mercado laboral.

Lo que busca en realidad es garantizar mayores rendimientos al capital, que no estará obligado a pagar prestaciones onerosas, podrá ofrecer precarias condiciones de trabajo, no enfrentará sindicatos independientes y no tendrá que pagar ni grandes salarios ni indemnizaciones por despido, que todo eso legaliza el proyecto de reforma estructural en materia de empleo por el que tanto suspiran los panistas (y también los priistas, pero ellos esperarán para votarlo hasta su eventual regreso a Los Pinos).

La competitividad de que hablan Calderón y Carstens no se refiere a una que mejore las condiciones de vida cotidiana de las personas, sino a una que permita atraer capitales y favorezca las variables macroeconómicas, esa suerte de economía ficción, cuya saludable condición es de donde extrae sus ganancias el fraudulento capital financiero que domina el mundo.

La farsa o, si se quiere, el cinismo detrás de este nuevo intento es que el desastre económico que esas reformas han significado al país es utilizado para...¡justificar su necesidad!.

Así por ejemplo, cuando el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (Coneval) reveló que en en el sexenio de Calderón se incrementó en 3.2 millones el número de personas pobres, el senador Manlio Fabio Beltrones escribió en su cuenta de Twitter: "Ante cifras que revelan un incremento en la pobreza, sería mezquino aplazar las reformas que impulsen la economía y el empleo".

¿Se dan ustedes cuenta? Es como si dijera: "Visto lo mal que lo hemos hecho, debemos seguir haciéndolo". ¿Así o más desvergonzado?


lunes, 3 de octubre de 2011

Cómo entender la crisis global

La actual crisis del capitalismo global tiene su origen en los instrumentos financieros inventados por el propio sistema. Los signos externos de la emergencia económica de nuestros días son el débil crecimiento económico y el problema de la deuda de Estados Unidos y la eurozona.

La crisis de la deuda ha puesto en jaque al sistema económico del planeta y aunque esta vez los principales afectados son los países de la élite, el presidente del Banco Mundial (BM), Robert Zoellick, advirtió en estos días que ya existen señales de contagio en las naciones emergentes y en desarrollo.

En ello coincidió con Josef Ackermann, presidente del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés), entidad que representa a los grandes bancos privados del mundo, quien sostuvo que la crisis fiscal y de deuda de EUA y Europa dejó de ser un "desafío regional" para convertirse en un problema mundial.

Nada nuevo en un mundo acostumbrado a sacrificar a la población para recomponer los excesos del capitalismo financiero especulador.Y es que el problema de la deuda no sólo es resultado del "despilfarro" de algunos estados miembros, como acusó el Banco Central Europeo.

Es producto, sobre todo, de los ataques especulativos de los mercados sobre las deudas soberanas de países como Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España (los pigs --cerdos-- como los bautizó el despectivo acrónimo formado mediante la insidiosa colocación de sus iniciales en inglés).

Origen de la crisis

El instrumento para estos ataques son los llamados Credit Default Swaps (CDS) o Permutas de Incumplimiento Crediticio, los cuales funcionan de este modo:

El inversionista adquiere un título o bono de deuda emitido por un gobierno y, para cubrirse del posible riesgo de incumplimiento de pago, acude a un vendedor de CDS, le paga una prima anual y en caso de impago de la entidad emisora del bono de deuda, el vendedor del CDS responde pagando el importe del título y sus intereses al inversionista que lo posea.

Como se trata de operaciones que no están reguladas en ningún país (¡viva el libre mercado!), las entidades vendedoras de permutas por incumplimiento crediticio no están obligadas a cumplir ninguna norma de solvencia, como en el caso de los seguros.

Así, los bancos, que usualmente son los vendedores de estos seguros, pueden a su vez convertirse en inversionistas y asegurar la misma operación con otro banco, y éste comprar un CDS a otro por la misma deuda y así hasta el infinito, en algo que el economista José Blanco ha llamado con acierto "la clonación fatídica". (La Jornada, 2 de agosto/2011, p. 16).

De este modo, incluso es posible comprar CDS sin poseer títulos de deuda, con lo que puede darse la paradoja de que existan en el mercado más certificados de este tipo que bonos de deuda amparados por aquellos.

Debido a que se multiplica el número de inversionistas "colgados" de los bonos de deuda, su mayor ganancia depende de que se eleve la tasa de interés. Y mediante diversos mecanismos especulativos los mercados tienen maneras de presionar al alza esta forma de crédito para incrementar la tasa de interés de los rendimientos de los bonos de deuda emitidos por un país. De este modo aumenta de manera casi exponencial el costo de la deuda original hasta hacerla casi impagable. Eso ocurrió con Grecia.

Desde la crisis de 2008 las Permutas de Incumplimiento Crediticio se han utilizado como instrumentos de ataque a la deuda pública de países que ahora están casi en bancarrota (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España).

Como puede verse, la actual crisis de deuda que tiene a la élite capitalista al borde de un ataque de nervios es producto de instrumentos financieros fraudulentos inventados y desarrollados por el desmedido afán de lucro del propio sistema.

Las naciones así quebradas requieren préstamos adicionales para ser rescatados de su insolvencia, créditos que les son negados o regateados, aduciendo que la deuda no pagada ha puesto en peligro de quiebra a los bancos privados acreedores, los cuales, según cálculos del FMI requerirían ahora mismo  200 mil millones de euros (casi 300 mil millones de dólares) para evitar el riesgo de la descapitalización, lo cual --dicen-- conduciría inevitablemente a una recesión que agudizaría la crisis mundial.

Lo paradójico del caso es que muchos de esos bancos --que ahora abogan incluso por ser rescatados con fondos públicos-- participaron en la multiplicación de los panes (CDS), y al incrementar sus ganancias ocasionaron la insolvencia de sus acreedores. Ya ganaron con la especulación y volverán a ganar cuando cobren sus créditos.


Al rescate

La perversión y la voracidad, sin embargo, no acaban allí. Para que nuevos flujos de capitales lleguen a las sociedades así vulneradas (Grecia es por ahora el caso más crítico) el Comité Monetario y Financiero Internacional, el principal órgano de decisión política del FMI, compuesto por 24 gobernadores que representan a los 187 países agrupados en el organismo multilateral, dictaminó ya la estrategia para salir de la crisis: reducir el déficit fiscal de las naciones endeudadas.

Se trata de una medida atroz, pues significa mayores recortes al gasto público mediante estrictos programas de austeridad que se traducirán en mayores tasas de desempleo, fenómeno que según el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Juan Somavia, alcanzó ya un nivel histórico de 200 millones de personas en el mundo a causa de la crisis.

Así las cosas, para que Grecia --desplumada por la especulación de inversionistas y banqueros-- pueda recibir durante los primeros días de este mes de octubre ocho mil millones de dólares del plan de rescate acordado el año pasado con la llamada troika (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo), deberá cumplir estas condiciones:

a) Despedir a 20 mil empleados públicos; b) recortar o congelar los salarios y pensiones estatales; c) elevar el impuesto al aceite para calefacción; d) cerrar empresas estatales deficitarias; e) recortar el gasto en salud y acelerar privatizaciones.

Un programa similar de ajuste para reducir el déficit público se aplica en España, donde salud y educación han sido las principales áreas afectadas por la reducción del gasto y donde el gobierno regional de la derechista Esperanza Aguirre ha despedido a más de 2, 500 profesores.

Francia anunció que suprimirá también 30 mil empleos públicos en 2012 para reducir el déficit fiscal hasta 4.5 por ciento. Al presentar el 28 de septiembre los presupuestos para el próximo año, el presidente galo Nicolás Sarkozy adelantó que la reducción del déficit será de 5.7% en 2011 a 4.5% en 2012; 3% en 2013; 2% en 2014 y 1% en 2015.

Se trata de medidas calificadas como inviables por el nobel de Economía 2008, Paul Krugman, quien sostiene que lo peor que puede hacerse cuando una economía está deprimida y con altas tasas de desempleo es reducir el gasto del gobierno. Históricamente es algo que no ha funcionado ni aquí (EUA) ni en otros países.

Robert Reich, ex secretario de Trabajo de Bill Clinton también ha criticado estas medidas. "El problema no es el déficit, sino la falta de empleo y crecimiento, aseguró.

El asunto parece de sentido común y ha sido resumido en sus términos por Lakshman Achuthan, director del Economic cycle Research Institute, mediante esa sencilla, pero ilustrativa ecuación: Cuando el empleo cae, los ingresos caen; cuando los ingresos caen, las ventas caen; cuando las ventas caen, la producción cae y cuando la producción cae el empleo cae.


Especulación vs producción

Pero para la lógica de poder del capital financiero empeñado en imponer un nuevo régimen de acumulación que maximice las ganancias vía la especulación financiera y ya no mediante la producción de bienes y servicios, nada de eso cuenta.

Noam Chomsky, profesor emérito en linguística del Instituto Tecnológico de Massachusetts, lo resumió al afirmar que el sector financiero promovido por EUA destruyó al sector productivo. El resultado ominoso es, según José Blanco, que la especulación financiera se encamina a paralizar la economía real.

Es decir, añade, a congelar toda la infraestructura concentrada en fábricas, astilleros, puertos, carreteras, campos de labranza, así como a prescindir de científicos, ingenieros, técnicos y de miles de trabajadores.

De ahí los draconianos programas de ajuste. Si la población se queda sin empleo, sin ingresos, cae en la pobreza y muere, no importa. Porque a diferencia de la anterior fase del capitalismo mundial, en la que fue importante mantener vivas a las masas para estabilizar el consumo de los bienes producidos en serie, ahora las ganancias se obtienen mediante la especulación. El trabajo y los trabajadores se tornaron prescindibles.

En el fondo, las medidas exigidas a Grecia y al resto de la zona euro están orientadas a colapsar el Estado de bienestar, ese donde se ofrecía empleo, seguridad social y educación pública gratuita. El objetivo, como apunta el economista Alejandro Nadal, es "abrir todos los espacios para incrementar la rentabilidad o utilidades del capital y utilizar todo el poder del Estado para lograrlo".

Acaso por ello, durante la reunión anual del FMI y el BM celebrada hace dos semanas en Washington, la francesa Christine Lagarde, directora gerente del Fondo enfatizó que "Nuestros problemas pueden ser sobre todo económicos, pero las soluciones son esencialmente políticas".

Aludió así al hecho de que para supuestamente frenar el ataque de los mercados sobre las deudas de los países, los planes de ajuste deben ser aprobados por los parlamentos de cada nación, algo que, como ya hemos visto, está siendo cumplido en casi todas las cámaras de representantes. Incluso España --con el voto conjunto de socialistas y conservadores-- aprobó el pasado 2 de septiembre una reforma que limita el déficit presupuestal y aumenta el techo de la deuda.

Democracia en crisis

Medidas como ésta están incubando otra crisis: la llamada crisis de representatividad de gobiernos y parlamentos. Los primeros indicios son las revueltas del pasado mes de agosto en Gran Bretaña, el movimiento estudiantil chileno, los indignados españoles y las huelgas de trabajadores en Grecia.

Se trata de movimientos sociales que rechazan el modelo político y económico en boga, en el que las instituciones han sido capturadas y puestas al servicio de quienes provocan las crisis financieras en serie. Ello ha echo caer el velo de la democracia mostrándola como lo que en realidad es: un sistema en el que los gobiernos no están para servir a los ciudadanos que aparentemente los eligen, sino que trabajan para sus bases principales que son quienes conforman el fraudulento sector financiero.

La razón es que más allá del espejismo electoral, quienes eligen a los gobiernos del mundo son las grandes empresas trasnacionales y sus corporativos (los llamados poderes fácticos), como lo repetía el escritor portugués José Saramago: el ejercicio del poder real reside en fuerzas que nunca han aparecido ni aparecerán en las boletas electorales, porque no lo necesitan para ejercer su dominio.

Así estamos.








viernes, 30 de abril de 2010

Buenas noticias, malas noticias

Sueña Felipe Calderón con algún día abrir los periódicos y encontrarse con dos partes de la página: "de un lado las noticias malas y del otro las buenas, para que los lectores puedan "ponderar" (La Jornada 29/abr/2010).

No es infrecuente que los políticos mexicanos se refieran al tema. Unas veces abiertamente, y otras de manera soterrada --como en esta frase de Calderón-- su reclamo más frecuente a los medios de comunicación es que para ellos sólo lo negativo es noticia.

Vicente Fox convirtió esta crítica en eslogan al rubricar sus mensajes de radio y televisión con el apotegma "Las buenas noticias también son noticia".

En realidad el sueño de Calderón es regresar a los tiempos en que los boletínes de las oficinas de prensa gubernamentales se convertían en "la de ocho". Sueña con que si inaugura una presa o un hospital eso sea lo que se destaque y no el hecho de que, por ejemplo, tras la inauguración, desmantelen de nuevo el nosocomio para continuar con las obras.

Lo que parece ignorar es que, por definición, una noticia es lo que rompe o rasga la línea de continuidad de la vida, y a eso se atienen los reporteros. Es decir, que inaugure obras es algo tan cotidiano y rutinario, como reportar que el sol sale cada mañana (aunque, en rigor, el sol nunca "sale" ni se "oculta", es el movimiento de rotación terrestre el que origina los periodos de luz y oscuridad).

En cambio, si un día ese astro no iluminara la parte de la tierra en que vivimos,¡vaya que sería un notición! Indicaría que algo bastante inusual está ocurriendo en el universo y habría que investigarlo y reportarlo.

Menos se pueden considerar noticias los dichos gubernamentales, cuando frecuentemente se constata que las cifras oficiales o están maquilladas, o son incompletas o de plano son mentiras acabadas.

Y la veracidad es uno de los principales elementos de una noticia. Así, ¿qué es más noticia: que Calderón diga en un discurso que está comprometido con la transparencia o que se demuestre que desde que arribó a Los Pinos aumentó 64 por ciento el número de expedientes clasificados.

En 2006 había tres millones 800 mil expedientes relativos a la gestión gubernamental a los que usted y yo no podíamos tener acceso; en marzo de 2009 esa cantidad se había elevado a cinco millones 935 mil.

Como puede verse, los dichos no se verifican en los hechos, de ahí que el licenciado Calderón podrá seguir soñando con algo que nunca se verificará, pues las "buenas noticias" gubernamentales a menudo están manipuladas y se ofrecen no para informar, sino para ensalzar la figura del político en turno.

Así que haciéndole al Rubencito Aguilar diremos que lo que Calderón quiso decir es: "sueño con que un día los periódicos crean mis cifras, mis datos y mis dichos y los publiquen sin ningún cuestionamiento".

Las cifras de su gestión, sin embargo, ya configuran un déficit que van perfilando su administración como una de las más desastrozas del último medio siglo. Acaso por ello el michoacano insiste en justificarse pretendiendo que todo es una cuestión de percepción.

Retroceso en el Indice Global de Tecnologías

A contrapelo de su propia percepción, hay índices medibles que no tienen forma de atribuirse a pareceres subjetivos, como el ranking que divulgó antier el Foro Económico Mundial denominado Informe Global de Tecnologías de la Información.

A propósito de "malas noticias" ese informe documenta que México bajó 11 posiciones respecto del año anterior al ubicarse en el lugar 78, por debajo de Uruguay, Panamá, Colombia, Brasil, Jamaica y República Dominicana, de entre un total de 133 países.

¿Y sabe usted qué mide ese índice? nada menos que el uso que hace la población de las nuevas tecnologías.

Lo cual indica que, a diferencia de la corriente mundial que da prioridad a estos instrumentos para convertir a sus países en economías del conocimiento, en México vamos hacia atrás debido, primero, al deterioro en el nivel adquisitivo de la población merced al modelo económico impuesto y segundo, por la zona de desastre en que la alianza Calderón-Gordillo tiene sumido al sistema educativo.

Así que siguiendo los sueños de Calderón y emulando al buen Marco Antonio Flota podríamos decir:

La buena: a Calderón sólo le quedan dos años y medio
La mala: el que viene es más de lo mismo si no nos organizamos
La peor: ellos se irán, pero la mayoría seguiremos aquí.

¡Hasta la próxima!

lunes, 7 de diciembre de 2009

Efectos de la liberalización financiera y comercial

El siguiente texto es una colaboración especial para Contadero de César Soto, autor del blog Salvemos México (http://salvemosmexico-casr.blogspot.com), con la cual inauguramos una serie de Columnas invitadas que publicaremos durante el próximo año.


La liberalización financiera le ha dado más poder al capital financiero, a tal grado que son los dueños de estos recursos quienes dictan la política económica de este país junto con los organismos financieros internacionales.

Actualmente la política económica tiene la misión de generar las condiciones más favorables para los capitalistas financieros, es decir, lograr el equilibrio macroeconómico para garantizar altísimas ganancias en esta esfera (financiera-especulativa). con el menor riesgo posible.

El capital financiero exige baja inflación y estabilidad cambiaria, lo cual se ha logrado a cambio de reducir las tasas de crecimiento de la economía y provocando más desempleo y pobreza.

Las ganancias en la esfera financiera-especulativa han hecho una reasignación de recursos en la economía, debido a que las ganancias en dicha esfera son por mucho superiores a las que se dan en la esfera real, por lo cual los capitales fluyen hacia el sector financiero marginando al sector productivo.

En la esfera financiera no se genera riqueza ni empleo ni bienestar social, por eso vemos el boom que hay en la Bolsa Mexicana de Valores y en todo el sector financiero mientras continúa la decadencia de la economía mexicana. La liberalización financiera permite que algunos se enriquezcan de una manera muy sencilla, sin necesidad de producir nada para la sociedad; es una manera fácil de hacer dinero.

La apertura comercial sólo ha servido para generar un déficit comercial que debe ser financiado mediante la entrada de capitales, y entonces tenemos que las autoridades mexicanas no trabajan en favor del crecimiento sino en atraer capitales (divisas/dólares) al país, con todo lo que ello implica.

La liberalización comercial significó entrar en un proceso de desindustrialización y maquilización, además de la pérdida de la soberanía alimentaria al destruir el sector agrícola nacional. Son unas cuantas industrias élite las que se benefician del libre comercio, por ejemplo, la industria exportadora de hortalizas, los monopolios como Cemex, Grupo Modelo, Gruma, entre otros, pero los pequeños empresarios difícilmente pueden competir en la economía globalizada.

Los verdaderos ganadores del libre comercio son los países industrializados y sus grandes transnacionales que encuentran en países como México una fuente abundante de mano de obra barata, privilegios fiscales y ambientales, por citar sólo algunos, que les ayudan a reducir sus costos y a incrementar sus ganancias.

El Tratado de Libre Comercio (TLC) ya no es capaz de dinamizar la economía mexicana y sólo resulta en una transferencia de riqueza de México hacia norteamérica debido a los desfavorables términos de intercambio que se acentúan más debido a la apreciación cambiaria (peso sobrevaluado/caro).

El TLC está agotado. La demagogia que decía que el libre mercado iba a generar el crecimiento económico que necesitaba México ya no puede sostenerse. El volumen de comercio y los flujos de Inversión Extranjera Directa se han estancado y el algunos casos han disminuido por la pérdida de competitividad de México, por lo que no se puede seguir esperando que el libre comercio saque al país del atraso y el subdesarrollo.

La liberalización financiera y comercial nunca cumplió con las expectativas de crecimiento que se prometieron; al contrario, desde que se aplicaron esas políticas la economía crece menos que durante el periodo de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).

La economía crece a una tasa promedio que representa la mitad de la que se tuvo durante el ISI. Con estas políticas nuestro país está hoy en día más subdesarrollado de lo que estaba en los años 80 del siglo pasado, por lo que puede afirmarse que este modelo económico (neoliberal) es un enemigo del desarrollo nacional./César Soto. Facultad de Economía-UNAM.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Pobreza y modelo económico

Como a la mayoría de los mexicanos, a Felipe Calderón se le hace que todavía faltan "tres largos años" para el final de su impugnado gobierno (de algún modo hay que llamarle).

Ese deliz declarativo o, si se prefiere recurrir a Freud, ese acto fallido del panista tuvo lugar este miércoles 25, al encabezar el primer Encuentro por un México sin pobreza, donde dijo que "la primera de las prioridades" de su gobierno "para los tres largos años que faltan" será reducir la pobreza extrema.

Abrámos un paréntesis para recordar que en 2006, poco antes de llegar a Los Pinos, y para apaciguar la persistente irritación de un vasto sector del electorado convencido del fraude electoral que se había perpetrado, los amanuenses calderónicos hicieron circular entre algunos columnistas la especie de que el michoacano preparaba un gobierno con el que "rebasaría a AMLO por la izquierda".

Querían significar con ello que aplicaría un programa para arrebatar a López Obrador sus banderas. Al cabo de sólo tres años, en vez de eso el rebasado por los cuatro costados es Calderón, quien además parece reinvindicar al tabasqueño al copiar no sólo sus intenciones sino incluso sus palabras.

Y es que eso de que la "primera prioridad" son los pobres recuerda mucho aquello de "primero los pobres", que enarboló López Obrador durante su campaña y aún antes.

Pero vengamos de nuevo al tema. El llamado de Calderón (¿cree sinceramente estar en aptitud de formular una convocatoria de esa magnitud desde su menguada y maltrecha condición actual?) a políticos y empresarios para que analicen las acciones a seguir en el combate a la pobreza, lo coloca, otra vez, en el terreno de la simulación: dice querer una cosa, pero hace todo lo que conduce a otra.

Así, por ejemplo, sostiene que para combatir la pobreza extrema el programa Oportunidades es la panacea. Si en verdad lo cree estamos ante un hombre sin ideas y con una pobre visión de la realidad. Y si sabe que el problema es el modelo económico y que mientras no haya un viraje sus intensiones no pasarán del discurso, entonces estamos ante un simulador.

 En el mismo foro en el que habló Calderón, el representante del Banco Interamericano de Desarrollo en México, Ellis Juan, dijo lo que todo mundo sabe: que programas sociales como Oportunidades no son suficientes para reducir los índices de pobreza si en el país no hay crecimiento económico mínimo de 5 por ciento anual.

Y para ello, agregamos nosotros, es preciso un nuevo modelo económico, pues en 30 años de administraciones neoliberales México registra en promedio tasas de crecimiento anual de 2.48 por ciento.

Si se desagregan los datos, tenemos que con Miguel de la Madrid el crecimiento promedio anual fue de 0.34 por ciento, con Carlos Salinas de Gortari  la economía alcanzó 3.9 por ciento, con Ernesto Zedillo, 3.5 por ciento, con Vicente Fox, 2.2 por ciento y en tres años de Felipe Calderón, 0.9 por ciento.

De Lázaro Cárdenas a José López Portillo, el país creció a tasas promedio de 6 por ciento, tres veces más que en las cinco últimas administraciones neoliberales.

Así, aunque para Calderón y los mexicanos todavía falten "tres laaargos años" desde ahora puede afirmarse que vamos derechito a un nuevo sexenio perdido.

¡Hasta la próxima!

viernes, 20 de noviembre de 2009

Premios Nobel reprueban a Calderón

Casi no hay día en que los mexicanos no nos enteremos de alguna descalificación internacional a la gestión de Felipe Calderón. El gobierno --que para amplios sectores de la población usurpa el panista-- es reprobado en todos los rubros en que se evalúa.

En todas las mediciones internacionales el país ocupa los últimos lugares o ha perdido posiciones y se mantiene de media tabla para abajo. Lo mismo en derechos humanos que en corrupción, en competitividad, en educación, en economía o en transparencia y rendición de cuentas, la gestión felipista es una auténtica zona de desastre.

Calderón inicio el año defendiéndose de las aseveraciones que lo situaban como líder de un Estado fallido y lo concluye acusado --nada menos que por un premio Nobel de Economía-- de responder mal y tarde a la crisis económica mundial, lo que habría conducido el país a ser uno de los más golpeados y que más tardarán en salir del hoyo económico.

En este y otros espacios de la prensa nacional se ha documentado con suficiencia que, en efecto, el equipo económico del michoacano primero subestimó los efectos de la recesión mundial que se avecinaba (será para nosotros como un "catarrito", vaticinó un despreocupado secretario de Hacienda). Y cuando se sintió la catastrófica magnitud de la emergencia, se reaccionó con medidas tardías y endebles, como las publicitadas medidas anticíclicas que en realidad nunca se concretaron.

Todo eso lo ha venido a confirmar Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía 2001. El investigador de la Universidad de Columbia dijo que el desempeño que el gobierno de México ha tenido para enfrentar la recesión "ha sido uno de los peores en el mundo".

Durante su participación en la ExpoManagement 2009, Stiglitz añadió que los programas anticíclicos aplicados aquí para enfrentar la crisis fueron limitados y se aplicaron tardíamente en comparación con los planes de estímulo de países como Australia y Brasil.

Además deslizó una advertencia a Calderón y su equipo económico: "Algunas personas en México están apostando todo a la recuperación de Estados Unidos, como parte central de una estrategia económica, pero México debe empezar a pensar en una estrategia alternativa porque la actual quizá no sea la mejor".

Balbuceante y endeble --como las políticas que pone en práctica-- ha sido la respuesta gubernamental a los señalamientos del Nobel. Los secretarios de Hacienda, Agustín Carstens, y de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, trataron de descalificar a Stiglitz diciendo que no conoce la realidad mexicana.

El primero dijo que el estadounidense desconoce que México fue azotado por dos golpes: la desaceleración económica global y la caída en la producción petrolera en 800 mil barriles diarios.

Cordero lo acuso de no conocer con detalle "las políticas anticíclicas que instrumentó el gobierno mexicano, no conoce la realidad de las finanzas públicas mexicanas. Yo creo que mejor se ponga a leer un poquito más de México".

A juzgar por las prendas intelectuales de uno y otro, acaso resulte mejor que Cordero lea la obra de Stiglitz antes de que éste sepa más sobre nuestro país, pues si así fuera la crítica sería más demoledora.

Como se ve, los funcionarios mexicanos no argumentaron nada sólido. Sólo trataron de desautorizar al visitante, a partir de su supuesta y poco creíble falta de información.

Tres Nobel tres

Y sin embargo no es la primera vez que un premio Nobel reprueba la política económica de Calderón. En los últimos tres meses, tres economistas con ese galardón criticaron esa política.

El 22 de septiembre Robert Engle, premio Nobel de Economía 2003 dijo que el gobierno mexicano incurre en una decisión equivocada al pretender incrementar los impuestos a la población cuando la economía continúa en un periodo recesivo.

Invitado a participar en la Semana de la Ciencia y la Innovación, organizada por el gobierno del Distrito Federal, Engle señaló que otros países que han enfrentado una inestabilidad financiera similar han reaccionado de manera contraria al conservar sus gastos altos, pero con gravámenes bajos.

Dos días después, el 24 de septiembre, Erick Maskin, premio Nobel de Economía 2007 alertó: La pretensión del gobierno de Felipe Calderón de elevar los impuestos para aumentar los ingresos del gobierno provocará (...) un incremento en el número de pobres del país, reducirá la capacidad de consumo de la población y frenará la actividad productiva.

"Es un principio general de la economía no subir impuestos enmedio de una recesión", dijo tras dictar una conferencia en la Universidad Iberoamericana.

Maskin dijo además que la propuesta económica del gobierno implica efectos negativos para toda la sociedad porque desalienta la producción y reduce la posibilidad de ingresos, además de aumentar el número de personas que viven en la pobreza.

No acabó allí el enjuiciamiento crítico a la política recaudatoria que aplicará Calderón a los mexicanos a partir de 2010. El 23 de octubre en Guadalajara, el premio Nobel de Economía 2004, Edward C. Prescott aseveró que "un aumento de impuestos lo que hace es distorsionar a las economías, de manera que las empresas no contratarán nuevos empleados ni capacitarán a sus trabajadores actuales". De pasadita recomendó reducir los niveles de corrupción.

Todo esto se dijo en el marco del debate surgido tras la presentación del paquete fiscal para 2010 que incluyó un aumento de impuestos para toda la población.

La historia posterior la conocemos. Los representantes del binomio PRI-PAN en el Congreso hicieron lo contrario de lo prescrito por los premios Nobel y por el sentido común: aprobaron elevar los impuestos enmedio de la peor crisis en que se encuentra sumergido el país.

martes, 15 de septiembre de 2009

Pobres: chantaje, coartada y polarización

La insistencia del equipo de Felipe Calderón en justificar la cascada de impuestos con una supuesta y repentina preocupación por los pobres es una de las coartadas más miserables que gobierno alguno se haya podido inventar.

Los pobres y la pobreza siempre han estado ahí. Las políticas sociales de los gobiernos posrevolucionarios, primero, y las de los panistas después, sólo se han ocupado de administrar el problema mediante programas-paliativo cuya estructura está diseñada precisamente para reproducir las condiciones que mantienen a la gente en la pobreza.

Para tratar de legitimar el nuevo aluvión de impuestos incluido el de 2 por ciento al consumo generalizado, el panismo armó una estrategia que Calderón puso en marcha con su discurso del 2 de septiembre en Palacio Nacional, en el que llamó a cambiar para "lograr el México que queremos".

Su llamado-chantaje principal, lo sabemos porque lo ha repetido casi textual en cuanto acto posterior ha tenido oportunidad es: "romper las inercias y hacer a un lado cálculos e intereses particulares y asumir la gravedad de la hora para transformar al país".

La frase resulta, a la vez, una coartada y un chantaje. Lo primero porque según ha de pensar Calderón, lo eximirá de la responsabilidad histórica que ya pesa sobre él por su fallida administración. Lo segundo, porque la emplea para presionar a los legisladores de modo que le aprueben su ley de ingresos para 2010.

Adviértase como, de nuevo como en 2006, su estrategia es la polarización social. Acaso el autor de su estratagema sea el propio Antonio Solá o algún alumno aventajado de éste ya que la estructura y la lógica es la misma: enfrentar a unos contra otros.

El gobierno se pondría del lado de los pobres y así obtendría el apoyo de éstos para presionar a los inhumanos legisladores que se niegan a autorizar un impuesto que se les devolvería a los menesterosos no "copeteado" como diría Fox, sino "multiplicado" como sostiene el clásico --por su malísima alusión a José Zorrilla-- Gustavo Madero.

Ya nada más falta que pronto veamos manifestaciones de pobres acarreados por los panistas frente al Palacio Legislativo exigiendo a los diputados que les aprueben el impuesto que los afecta de manera principal a ellos mismos.

¿Qué se trata de un sacrificio para los mismos pobres? No importa. En la lógica calderoniana, incluso deberían estar dispuestos a morir por la patria. En este sentido resulta llamativa la alusión de Calderón a una frase atribuida a Morelos.

En efecto, en un acto efectuado el pasado 14 de septiembre en el Colegio Militar citando al Siervo de la Nación dijo: "Morir es nada, cuando por la patria se muere". Si se trató de un mensaje para que la gente esté dispuesta a cualquier sacrificio en aras de un mejor país, será un mensaje extremo que en esta hora nadie está dispuesto a llevar adelante.

Creer que tadavía se puede manipular con estos llamados al patrioterismo es mostrar el abismal desconocimiento que priva en Los Pinos acerca de la realidad nacional (o sea, de las condiciones de la gente).

¡Hasta la próxima!

lunes, 14 de septiembre de 2009

Lehman Brothers, un año de crisis

La agencia alemana DPA recuerda que mañana se cumplirá un año de la quiebra del banco inversor estadounidense Lehman Brothers, la cual es considerada como el punto de inflexión en la crisis financiera global.

La noticia --recuerda la agencia en su despacho-- sacudió los mercados, minó la confianza en los bancos, obligó a gobiernos de todo el mundo a lanzar programas multimillonarios de reactivación y sumió a la economía en la peor recesión global de la posguerra.

Entre las múltiples causas del desastre hay una combinación, infaltable en estos casos, de ambición, codicia desmedida por ganancias fáciles, falta de regulación en los mercados que, según la tesis neoliberal podían regularse a sí mismos sin la intervención estatal y, desde luego, corrupción.

El texto de DPA repasa esas causas y destaca:

Dinero barato: Tras los atentados de 2001 la Agencia Federal estadounidense (FED) aplicó una política de dinero barato y rebajó drásticamente las tasas de interés. El aumento continuo de los precios de la vivienda y la caída de los réditos hizo que millones de personas utilizaran su casa como máquina de producir dinero. Los propietarios cancelaron sin penalización algunas hipotecas con tasas fijas y las refinanciaron.

Todo ese dinero fluyó al consumo y comenzó a generar una fiebre de compra de crédito. Alimentado por la propia política, Estados Unidos vivió hasta 2006 un inusitado boom inmobiliario.

Fiebre de consumo: Muchos propietarios aumentaron su hipoteca y compraron con ese dinero nuevos inmuebles, automóviles y electrodomésticos. La burbuja inmobiliaria y de consumo siguió inflándose. Un dólar sobrevaluado impulsó también a muchos estadounidenses a lanzarse a comprar en el extranjero.

Boom de los mercados: Las tasas bajas impulsaron los mercados de todo el mundo, en tanto que el crédito barato financió la fiebre consumista. El círculo vicioso de endeudamiento y burbuja de crédito se expandió.

Riesgo excesivo: Las garantías exigidas para respaldar un crédito hipotecario fueron rebajándose con el consentimiento de los gobiernos, hasta alcanzar la concesión de préstamos sin ningún tipo de garantía (las llamadas hipotecas subprime). Muchos hipotecados quedaron sobreendeudados y sin posibilidad de pagar los créditos contraídos.

Productos financieros complejos: En la búsqueda de mayores beneficios los banqueros de Wall Street inventaron productos financieros complejos: millones de créditos subprime se combinaron y distribuyeron en paquetes vendidos a inversores de todo el mundo, que apenas sabían el contenido real de esos productos. Hoy se les conoce como "activos tóxicos".

Codicia: Los banqueros cobraron bonificaciones vinculadas a la cantidad de papeles de riesgo vendidos, sin asumir responsabilidad alguna por las eventuales pérdidas que aportaran. Esta práctica alentó a que se corrieran riesgos cada vez mayores.

Agencias de calificación: Los especialistas en evaluar riesgos dieron altas calificaciones a valores que no las merecían. En muchos casos, las empresas pagaban a las agencias de calificación para que dieran buenas notas a sus títulos.

Regulación insuficiente: Amplios ámbitos del mundo financiero actuaron sin ningún tipo de normativa o regulación.

Escasa supervisión: Tampoco hubo supervisión eficaz del sector. Los mecanismos de vigilancia de bancos y bolsas fracasaron a la hora de prever los peligros de la burbuja que se estaba formando. Las advertencias llegaron cuando el peligro era ya inevitable. Ni siquiera fueron escuchadas, en parte porque los gobiernos veían con buenos ojos un boom económico que, entre otras cosas, hizo caer el desempleo en muchos países.

Explosión de la burbuja: Como había ocurrido con el mercado inmobiliario, también el comercio con los valores del sector se vino abajo. La caída fue tan drástica como había sido antes la subida.

Los mercados bursátiles se derrumbaron, los bancos dejaron de prestarse dinero y el sistema financiero quedó varado en una crisis de confianza como no se había conocido jamás. La industria financiera global sufrió amortizaciones por un valor que aún resta precisar, pero que se estima en billones de dólares.

El sistema global amenazaba con colapsarse cuando el 15 de septiembre de 2008 el banco inversor estadounidense Lehman Brothers anunció su quiebra. La crisis se extendió a la economía real y los problemas originalmente limitados al sector inmobiliario terminaron por contagiarse al resto de la economía hasta desencadenar una recesión mundial.

Mañana pues, se cumple un año del inicio de la pesadilla, aunque fue generada por la irresponsabilidad, la ambición y la corrupción de financieros y gobiernos, desde por lo menos siete años antes.

¡Hasta la próxima!

viernes, 11 de septiembre de 2009

Presupuesto 2010, adiós a las máscaras

La declaración es insólita porque revela sin asomo de duda la ideología antipopular y retrógrada de un hombre que ejerce la presidencia perseguido por la certeza del fraude. Dijo Felipe Calderón:

"Si nosotros logramos que las familias más pobres consuman menos agua, sin sacrificar sus satisfactores, y consuman menos electricidad, vamos a hacerle ahorrar a esas familias dinero contante y sonante sobre su ingreso disponible, pero también vamos a ahorrar nosotros porque cada kilovatio/hora que deje de consumirse es un subsidio que dejamos también de pagar"

Los ciudadanos también podrían proponerse, siguiendo esa lógica, lo siguiente:

"Si nosotros logramos que Calderón no viaje en aviones ni helicópteros privados sino en comerciales, y que tampoco gaste en su aparato de guardaespaldas, claro sin sacrificar su seguridad, que pague su propio automóvil, sus comidas, su gasolina y sus teléfonos, vamos a hacerle ahorrar al país dinero contante y sonante, pero también vamos ahorrar porque cada uno de esos gastos que deje de hacer con el dinero público es un subsidio que dejamos también de pagar los ciudadanos"

Resulta claro que el eje de la argumentación gubernamental para defender su política económica está centrada en ese ritornello: "el que gasta más paga más; el que gasta menos paga menos". La frase, digna de Perogrullo, ha sido repetida del martes para acá por el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, por el senador panista Gustavo Madero, por el presidente de ese partido, César Nava, y seguramente la seguiremos escuchando tan machacona como inútilmente los próximos días.

La frase dibuja, además, el verdadero y limitado sentido de los "cambios" a que se refirió Calderón al exponer su decálogo de elementos necesarios para lograr "el México que queremos".

En efecto, el cambio buscado por el grupo en el poder consiste en que la población entienda, de una vez por todas, que el Estado no está para promover la generación de empleos, ni el crecimiento económico y mucho menos para proteger pobres (por eso deben pagar impuestos para financiar la ayuda que reciben) ni para subsidiar a la población.

Se trata de una anacrónica profundización de medidas neoliberales y una descarnada forma de declarar que, ahora sí, el Estado abandona completamente las obligaciones que tiene con sus gobernados.

Es difícil saber si tal comportamiento, además de inspirado por la ideología conservadora propia de la derecha, no está además aderezado por una pizca de venganza personal de un desquiciado por el rechazo que le propinó el pueblo en las urnas el pasado 5 de julio.

Cuando Calderón dijo aquello del "México que queremos" no especificó tampoco el "quienes queremos". Ahora es obvio que se refería al país que queremos "nosotros, los que tenemos el poder".

En abono de esta teoría acerca de cómo se concibe el cambio en Los Pinos, recuérdese que el presupuesto de ingresos para 2010 deja intocados los regímenes tributarios especiales de que son beneficiarios los grandes empresarios favoritos del régimen.

Tales regímenes representan cuatro por ciento del PIB y traducido en pesos superan los 502 mil millones de pesos, cantidad con la que bien podría taparse el boquete de 300 mil millones de pesos que tendrán las finanzas públicas en 2010, sin necesidad de recurrir a un plan de choque recesivo que sólo profundizará la crisis actual y que incluso pone en riesgo la viabilidad del país.

Si el Congreso aprueba en noviembre estos despropósitos, los ciudadanos sabrán en carne propia que las ideologías existen y que ellos las convierten en expresión de la vida diaria al votar, elección tras elección, por sus enemigos históricos. Por ello, además de organización, no sobra un granito de preparación.

¡Hasta la próxima!

martes, 1 de septiembre de 2009

Modelo económico agotado (II)

El tercer Informe de gobierno de Felipe Calderón llega en medio de un descontrol en todos los órdenes de la vida pública, subrayado por la inoperancia gubernamental manifiesta hasta en las desaseadas maneras que tienen de operar incluso sus propios proyectos, como la pretendida fiesta personal que se habían organizado en Palacio Nacional, a despecho de las más elementales formas políticas y republicanas.

La emergencia nacional, evidente en casi todas las mediciones que se hacen de la economía, ha puesto en marcha a diversos sectores de la sociedad civil que ante la parálisis y el continuismo gubernamental han dado voces de alerta, construido consensos y formulado propuestas para tratar de enderezar el rumbo.

En ese contexto, economistas con diverso enfoque participantes en el seminario El agotamiento del modelo de desarrollo ¿Hacia dónde va México? coincidieron en tres propuestas básicas:

1. Plan de emergencia para protección del empleo y la planta productiva: Debe ser de carácter nacional y provenir de un gran acuerdo entre diversos grupos de la sociedad. Por ello, la propuesta plantea que sea en el Congreso donde se discuta y apruebe este Plan de Emergencia.

En ausencia del Plan, pero sólo de manera temporal, los expertos urgieron al Ejecutivo a promover

a) una reingeniería del presupuesto para ampliar los márgenes de política contracíclica
b) mejorar la instrumentación de los proyectos de gobierno
c) unir recursos y esfuerzos para defender empleos de la población vulnerable, así como a las pequeñas y medianas empresas; y
d) fortalecer el papel de la banca de desarrollo para ampliar el crédito destinado a vivienda, infraestructura y necesidades productivas.

2. Evitar reformas cosméticas o de mampara para mejor emprender reformas relevantes, como la Reforma del Estado de Derecho, una auténtica Reforma Fiscal integral y una Reforma a la Política Social.

Esta última con un enfoque de universalidad en materia de acceso a la educación y a los servicios de salud, basada en los principios de justicia social y de derechos humanos y sociales, no sólo en la eficiencia económica.

3. Reforma Fiscal integral: Para serlo debe mejorar la eficiencia del gasto, ser progresiva, no sólo recaudatoria y con efectos distributivos. Debe eliminar las exenciones del Impuesto sobre la Renta y no generalizar la aplicación del IVA.

Los especialistas alertaron sobre los costos sociales de una reforma que buscara aplicar impuestos a alimentos y medicinas. Asimismo, se plantearon críticas a la existencia del IETU, debido a sus propias características y por hacer aún más complejo el sistema impositivo.

Así, con una economía que no crece, con acentuadas desigualdades sociales y con una espiral de violencia que ya se nos volvió torbellino, los investigadores concuerdan en que no se puede salir adelante sólo con medidas como los anunciados recortes al gasto.

Lo que debe modificarse es el modelo económico y la agenda para ver al futuro con otra óptica. En ese contexto demandaron asimismo revisar la forma en que se adoptan las decisiones importantes en este país.

Ya no es posible decidir las principales políticas de gobierno de forma aislada o unilateral, sino mediante acuerdos que incluyan a servidores públicos, legisladores, académicos y sociedad civil, pues vivimos en una realidad política distinta.

Hay mucho que corregir y revisar en el corto plazo. No hacerlo será costosísimo. Y sin embargo, habrá que dar ese debate porque el actual grupo en el poder ha dado signos de que no está dispuesto ha emprender cambios estructurales ni a modificar la estructura de privilegios que aceita la actual maquinaria.

¡Hasta la próxima!

lunes, 31 de agosto de 2009

Modelo económico agotado (I)

Al instalarse, este sábado 29 de agosto, la 61 legislatura de la Cámara de diputados, Ifigenia Martínez, del Partido del Trabajo, llamó a "terminar con el ciclo neoliberal para implementar una política económica de desarrollo equitativo" a riesgo de provocar, "junto con la desigualdad imperante y la pérdida de ingresos y empleos, un estallido social de graves proporciones, en vísperas, precisamente, del segundo centenario de la guerra de Independencia y del primer centenario de la primera revolución social del siglo XX".

El llamado de la legisladora para "terminar con el ciclo neoliberal" no es una ocurrencia. De más en más, y desde muy diversos sectores, proliferan las voces que demandan un giro a la política económica por considerar "agotado" el esquema imperante.

Apenas el lunes 24 de agosto se presentaron las conclusiones de política económica del seminario El agotamiento del modelo de desarrollo ¿hacia dónde va México? organizado en la Escuela de Administración Pública del Gobierno del Distrito Federal.

Entre los analistas y expertos participantes figuraron Fausto Hernández Trillo (CIDE), Ricardo Samaniego (ITAM), Sergio Cervantes (Canacintra), Arturo Mendicuti (Concanaco), Carlos Tello Macías (UNAM), Jesús Silva Herzog (ex secretario de Hacienda), Francisco Suárez Dávila (ex diputado y ex subsecretario de Hacienda), Rolando Cordera (UNAM), Rogelio Ramírez de la O (Ecanal), así como Mario Delgado y Marcelo Ebrard (GDF).

Provenientes de muy diversas instituciones académicas y de diferentes áreas de los sectores público y privado, los expertos concluyeron que el actual modelo de desarrollo económico se ha agotado, y coincidieron en la necesidad de establecer, en el corto plazo, un Plan de emergencia económica que proteja al empleo y la planta productiva.

Pero ¿cuál es el modelo del que se habla? Al presentar la relatoría de las conclusiones, el profesor-investigador del Centro de Estudios Económicos de El Colegio de México, Gerardo Esquivel, explicó que los economistas no se refieren al capitalismo, sino que la crítica se refiere a dos aspectos de la versión mexicana de ese sistema:

1. El modelo económico mexicano ha privilegiado la estabilización macroeconómica por encima del crecimiento, el desarrollo económico y la generación de empleos; y

2. El muy limitado papel del Estado en una doble dimensión: la económica y la social. En la primera, porque se ha optado por un modelo económico en el cual el Estado no desempeña el papel de rector y guía del desarrollo y, en la segunda, porque el Estado no ha cumplido con los derechos sociales establecidos en la Constitución.

El más claro indicio de la inoperancia de ese modelo es, de acuerdo, con los expertos, el pobre crecimiento de las últimas tres décadas. En efecto, el crecimiento promedio del ingreso per cápita en ese periodo ha sido demasiado bajo (cercano a 1 por ciento al año) y, con la caída de este año, el ingreso per cápita en México regresará al nivel de hace una década.

Las carencias son demasiadas, la pobreza es rampante (la mitad de los mexicanos) y la desigualdad de oportunidades es ya irremontable, señalan.

Con respecto al papel del Estado, los economistas coinciden en su debilidad e incapacidad para cumplir y satisfacer las garantías sociales consagradas en la Carta Magna, ello debido a que existe una disociación importante entre las políticas social y económica.

La política social --acusaron los participantes en el seminario-- ha sido subordinada a los criterios de la política económica, la cual está dominada por criterior de estabilización y de corto plazo. Esto último ha convertido a la política social en una especie de "ambulancia que va recogiendo los heridos que deja la política económica".

Lo anterior, concluyen los analistas, ya no es sostenible y ahora se debe replantear el papel del Estado para que vuelva a ser un Estado fuerte, no obeso, pero tampoco grande y débil (fofo), como el que tenemos ahora.

Se debe buscar que el Estado intervenga en la economía en forma activa y decidida, mediante la provisión de infraestructura, pero también como promotor y rector de la economía y, sobre todo, como garante de los derechos sociales de los mexicanos.

Esto último es una cuestión capital que incluso fue puesta sobre la mesa por Barack Obama, cuando en su discurso de toma de posesión como presidente de Estados Unidos dijo: "La cuestión que debemos plantearnos hoy no es si el gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino si funciona".

Apenas el viernes pasado, al reconocer el riesgo de que se produzcan estallidos sociales, el secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero Arroyo declaro: "No hay ninguna política social que pueda compensar una recesión económica como la que sufre el mundo".

La afirmación muestra cómo en los círculos del poder, todo se sigue atribuyendo a la "crisis que nos vino de fuera". Los expertos que participaron en el seminario que aquí comentamos, documentaron lo contrario: todo se debe al modelo económico seguido por los gobiernos mexicanos.

Está ahí dibujado, en esas dos posturas, el debate ideológico que es preciso emprender.

Mañana nos referiremos a las Propuestas del seminario.

¡Hasta entonces...!

jueves, 20 de agosto de 2009

Crisis: errores y oportunidades

Se multiplican las evidencias de cómo la crisis "que nos vino de fuera" se acentuó en México debido a la pésima conducción del equipo económico de Felipe Calderón.

Al menos tres fuentes en los últimos días han exhibido los errores que ahora se quieren remediar mediante el fácil expediente de aumentar impuestos a la población y recortar presupuestos en rubros prioritarios, como el de educación.

Nadie podría acusar de izquierdistas al gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, al ex secretario de Hacienda Jesús Silva Herzog o a los investigadores José Luis de la Cruz y Carlos Canfield, del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), quienes han señalado puntualmente las insuficiencias de la estrategia económica gubernamental.

Los académicos del Tec de Monterrey señalan que la menor recaudación fiscal de que se queja el gobierno y el recorte al gasto fueron consecuencia de los errores en la proyección del crecimiento económico formulada por la Secretaría de Hacienda.

Señalan que, como siempre, se recurre a medidas inmediatistas como los cambios fiscales, pero se olvida que al país le urge una reforma en sus finanzas públicas, en la cual se establecen las bases para alcanzar niveles de desarrollo superiores.

"La reforma a las finanzas públicas es necesaria, aunque el debate debe alcanzar a todos los sectores de la sociedad y el gobierno debe ser más autocrítico, ya que gran parte de los problemas actuales son por los yerros históricos que cometieron ellos mismos".

Durante una conferencia de prensa en la que presentaron las perspectivas económicas para el segundo semestre de 2009, De la Cruz comentó que si las autoridades sólo ven la salida a la crisis resolviendo el problema que hay en los ingresos del erario federal, se están negando a reconocer que también hay un problema en el ejercicio del gasto (es decir, agregamos nosotros, la ineficiencia y el derroche con que el gobierno gasta los recursos públicos).

Una muestra de lo mal distribuido que está el presupuesto la proporciona el hecho de que 74 por ciento se destina al gasto corriente y sólo 26 por ciento al gasto en infraestructura. De acuerdo con los investigadores, ese indicador muestra claramente que el gobierno no sabe gastar en proyectos productivos.

Es muy avezado, en cambio, en gastar en rubros que no tienen ningún impacto en el desarrollo económico, como compensaciones, asignaciones adicionales al sueldo, servicios de asesoría y consulta, subcontratación a terceros, seguros de vida personal para los altos funcionarios, seguros de gastos médicos, servicios de comunicación social y publicidad, pasajes y viáticos para "trabajos de campo", donativos a entidades sin fines de lucro, a entidades federativas y fideicomisos.

De ahí que en vez de gravar alimentos y medicinas, De la Cruz y Canfield señalan que debe eliminarse el gasto corriente ineficiente y mejorar el que se destina a inversiones productivas.

Casi en la misma línea de razonamiento, Jesús Silva Herzog afirmó (Excélsior, 14 de agosto) que
el gobierno necesita mejorar su capacidad de gasto. "No sabe gastar". Los recursos que decide ejercer se enfrentan a la burocracia, a la falta de proyectos productivos y de capacidad técnica para realizarlos.

Criticó que mientras el gobierno de Barack Obama se endeudará brutalmente al aumentar su déficit público en casi seis por ciento del PIB --en México apenas será de 1.8 por ciento-- para que sus ciudadanos salgan rápido de su situación económica difícil, en México ni siquiera hay capacidad para llevar a cabo los proyectos productivos a los que se aplicaría el gasto público.

La razón es porque no existen tales proyectos ni la capacidad técnica para llevarlos a cabo, dijo el ex embajador de México en España. Se requiere, agregó, una política gubernamental más agresiva, que sea promotora, aunque suba un poco el déficit. De lo contrario , "tendremos un déficit mayor, pero no por mayor gasto, sino por menor ingreso, completó.

"Con 11 por ciento de coeficiente tributario, y con la mayor parte de esos ingresos comprometido en gasto corriente, difícilmente podemos llevar a cabo una política realmente compensatoria y de promoción del desarrollo".

Guillermo Ortiz, el gobernador del Banco de México ha confirmado, además, que los enormes recursos adicionales por un mayor precio del petróleo se utilizaron en financiar el gasto corriente del gobierno, tanto a escala federal como estatal, en vez de destinarlos a proyectos productivos.

Por ello considera necesario, lo mismo que los investigadores del ITESM, que se revise a fondo en qué se está gastando y cómo se está gastando, así como los mecanismos de rendición de cuentas que aún son muy imperfectos a escala estatal.

También apunta como causantes del problema el tema de las finanzas públicas y la dependencia de los ingresos petroleros (que han disminuido por la caída del precio y de la producción). Esto último, según los economistas del ITESM, es algo que estaba en el horizonte y que debió estar programado.

Ahora que Calderón ha reconocido que el gobierno "no puede por sí solo" adoptar las medidas para salir del "hoyo" e hizo un llamado al dialogo a los partidos políticos, será necesario tomarle la palabra e introducir los cambios requeridos: disminuir el gasto gubernamental en salarios, prestaciones y gastos personales; en vez de afectar con más impuestos a una población ya golpeada por los efectos de la crisis, emprender una reforma fiscal que grave a los grandes capitales hasta ahora excentos de pago y emprender proyectos productivos y de infraestructura que apunten a un verdadero desarrollo económico.

En las próximas semanas se verá si la convocatoria de Calderón está presidida por un verdadero sentido de buscar ideas y nuevos consensos, o si sólo se trató de un disfrazado discurso que en realidad sólo quiera significar: "ayúdenme los partidos a aprobar nuevos impuestos y a compartir el costo político que ello signifique".

¡Hasta la próxima!