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viernes, 3 de abril de 2009

México: la peor economía de AL

Pese a los signos incontrastables de la realidad, el gobierno mexicano siempre se las arregla para mentir y aun para celebrar lo que en realidad debería ser motivo de preocupación.

El préstamo por 47 mil millones de dólares solicitado al Fondo Monetario Internacional y aprobado en el marco de la pasada cumbre del G-20 fue promovido como un signo de confianza en el país por su "buena aplicación de políticas económicas".

De inmediato, medios de comunicación y líderes políticos se unieron al coro celebratorio de algo que debería ser una verguenza y suscitar dudas sobre la marcha de la economía, pues ningúna otra nación latinoamericana ha necesitado de esos recursos.

Los incontrastables signos de la realidad a que nos referimos tienen que ver con las estimaciones divulgadas ayer por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Durante el Latin American Emerging Markets Forum 2009 inaugurado ayer en Bogotá, Colombia, el organismo dio a conocer el crecimiento estimado para la región durante este año. En esa lista de 22 países, el nuestro ocupa...el último sitio.

Su decrecimiento se sitúa en -2.0 por ciento, el peor comportamiento económico para cualquier país del área. En contraste, Panamá, Perú, Cuba y Bolivia registrarán crecimientos de 4, 3.5, 3 y 3 por ciento, respectivamente, lo cual resulta notable en un año en el que de acuerdo con la OCDE las 30 economías más avanzadas del mundo tendrán una caída del PIB de 4.3 por ciento y en el que la economía, según el FMI, se reducirá 2.7 por ciento, la peor caída en 60 años.

Incluso países como Haití y Venezuela, registrarán un crecimiento de 0.5 y uno por ciento respectivamente. En esa lista de naciones superavitarias figuran Cuba, Venezuela y Bolivia, los cuales han salido de la órbita señalada por los organismos internacionales y que con frecuencia son fustigados por sus regímenes autoritarios o por su supuesta falta de democracia.

México se gana estrellitas de reconocimeinto por su "buena aplicación" a esos dictados, pero la realidad muestra que es el que a la postre obtiene los peores resultados económicos en su región y eso se expresa en la calidad de vida de la gente.

Ninguno de los países señalados ha necesitado blindajes especiales ni de créditos "para enfrentar posibles contingencias", ni acuden a cumbres mundiales. Hacen su trabajo y ya. Y lo hacen, al parecer, con eficiencia.

En cambio aquí, en una nueva demostración de su incapacidad e impericia técnica, las autoridades mexicanas reconocieron ayer que el escenario macroeconómico será distinto del que previeron el año pasado y con base en el cual se formularon las leyes de ingresos y egresos de la federación.

Véase, nuevamente, la distancia entre la realidad y los hechos: la Secretaría de Hacienda previó un crecimiento de 1.8 por ciento del PIB. Ahora reconoce que más bien habrá una contracción de -2.8 por ciento.

El consumo caerá 2.2 por ciento, ellos estimaron un crecimiento de 3.3 por ciento; la inversión registrará una baja de 8.4 cuando se estimó un crecimiento de 5.4; el ingreso de divisas por exportaciones se desplomará 18.4, pero se calculó un crecimiento de 6.3 por ciento.

En cuanto al tipo de cambio se prevé que en promedio sea de 14.5 pesos por dólar y se había calculado que sería de 11.7

Hay, como se ve, un abismo entre unos porcentajes y otros. Es la medida de la incapacidad de nuestras autoridades hacendarias o, si se quiere, la medida de sus mentiras, de su falta de previsión, de su afán por ocultar la magnitud de la crisis a la que Carstens, el inefable secretario de Hacienda, calificó el año pasado sólo como un "catarrito".

Por cierto, el celebrado préstamo del FMI a México al que nos referimos al principio se quiere hacer pasar como un logro en favor del país. En realidad no es así. El punto 18 del comunicado final de la cumbre del G-20 celebra el acuerdo, especifica que, entre otras cosas, ese dinero es para enfrentar "particularmente el retiro de flujos de capital externo a los bancos y a los sectores corporativos".

He ahí a quienes va dirigida esa ayuda.

¡Hasta la próxima!

lunes, 30 de marzo de 2009

El G-20: más de lo mismo

Mientras el mundo se moviliza en favor de acciones para superar la actual crisis económica mundial, México y América Latina parecen impasibles ante el fenómeno.

Este fin de semana salieron a la calle unas 80 mil personas en Londres, Berlín, Francfort, Viena y París para presionar a los líderes de las economías más desarrolladas --que se reunirán en Londres el próximo jueves 2 de abril en la Cumbre del G-20-- con el propósito de que las medidas que adopten no sean sólo para salvar de la quiebra los bancos.

Las pancartas de esos activistas resumen bien las críticas por cómo se está enfrentando esta emergencia: "Si el mundo fuera un banco, ya lo habrían salvado" y "Nosotros no pagaremos por su crisis".

La ONU adelantó que en ese encuentro pedirá medidas para "frenar una potencial catástrofe del desarrollo humano". Las perspectivas no son alentadoras y lo peor es que no parece haber una propuesta alternativa que haga frente a los países dominantes que se aprestan a restaurar el mismo sistema económico --ese sí fallido-- que condujo a esta situación.

Para ello recurren a la ayuda del Estado, un ente del que abominaban hasta hace no mucho por ser un agente distorsionador del libre juego de las fuerzas del mercado. Así, gran parte del mundo está centrado en los rescates bancarios o en los paquetes de estímulos, sin poner demasiada atención en la crisis humanitaria que podría estarse incubando.

Apenas el martes pasado el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz alertó sobre el fenómeno. Afirmó que el plan del gobierno estadounidense para sanear los activos tóxicos de los bancos --un billón de dólares-- es un robo a los contribuyentes. A ellos les están cargando el pago por esos rescates, dijo. Algo así como un Fobaproa americano.

El presidente Barak Obama lo sabe. Por eso en una entrevista que publica hoy el Financial Times de Londres, admite que los contribuyentes tienen un saludable escepticismo, cuando perciben que su dinero no está siendo gastado en ellos sino en quienes ayudaron a precipitar esta debacle.

Sin embargo insistió en que "necesitamos estímulos y regulaciones, además de asegurarnos que daremos los pasos para prevenir que este tipo de quibras no sucedan otra vez." Pero el más claro objetivo que trazó para los participantes en la reunión es el de "dejar un contundente mensaje de unidad en el enfrentamiento de esta crisis".

En tanto, este sábado se reunieron en Chile (Viña del Mar) los presidentes de Argentina, Brasil, Chile, España, Estados Unidos, Gran Bretaña, Noruega y Uruguay. Ahí se comprometieron a llegar a la cumbre del G-20 --considerada como la más fatídica en décadas-- con el planteamiento de crear una nueva economía que permita que la prosperidad sea ampliamente compartida.

Gran cosa. Eso sí, pidieron evitar incurrir en políticas proteccionistas y concluir exitosamente la Ronda de Doha, sobre la eliminación de obstáculos al comercio internacional. Es decir, más de lo mismo: la restauración del sistema económico en crisis. Esto y la unidad que proclama Obama, para que nadie se confunda y piense en cambios más drásticos.

Mientras tanto, en México priva la parálisis. Con un criterio aldeano, la clase política local sólo parece interesada en las próximas elecciones. Las ganancias económicas y las parcelas de poder que obtendrán son suficiente razón para desentenderse de lo que ocurre en el mundo.

La gente está desmovilizada. Es cierto que la crisis vino de fuera, como insiste en señalar la propaganda gubernamental. Pero se gestó en un sistema económico seguido comedida y fielmente por nuestra clase gobernante. Así que no está exenta de responsabilidades.