martes, 28 de junio de 2011

Absurdos electorales

A ver: un servidor público en un puesto de elección popular ¿pierde su condición los fines de semana? El asunto viene a cuento por aquello de que los funcionarios gubernamentales sólo pueden acudir a actos proselitistas en días inhábiles, para evitar que incurran en el uso indebido de recursos públicos y violen los principios de imparcialidad y equidad.

El criterio es a todas luces disparatado y hasta risible porque asume que gobernantes como Marcelo Ebrard o Enrique Peña Nieto, se pueden desprender de su condición los fines de semana y acudir en apoyo, como lo han hecho, de sus correligionarios en otros estados.

¿Fueron electos para trabajar sólo de lunes a viernes? Ello implicaría que, como cualquier otro trabajador, podrían pasarse los fines de semana desentendidos de su oficina y sin emitir ninguna órden a nadie. Lo que a su vez supondría que en esos días habría un vacío de autoridad tanto en la ciudad de México como en el estado de México, donde ambos gobiernan.

Pero si los señores Ebrard y Peña Nieto utilizan celulares y otros medios que se les proveen para el desempeño de sus cargos para mantenerse en contacto o ser consultados, digamos por sus jefes policiacos, entonces implica que aun los fines de semana siguen siendo servidores públicos.

Imagine el lector que hubiera ocurrido una desgracia en en DF que requiriera la presencia del jefe de Gobierno, uno de esos domingos en que Ebrard se encontraba en Guerrero --despojado de su condición de gobernante, según este ridículo criterio-- apoyando la campaña al gobierno de la entidad de Ángel Aguirre Rivero.

Podrían ocurrir dos escenarios:

a) Notificado del hecho, Ebrard se desentiende de la emergencia y sigue en los mítines del guerrerense aduciendo que, puesto que se trata de un día inhábil, él no es en ese momento el gobernante capitalino.

b) Enterado del problema corre a una caseta telefónica, se despoja de su atuendo de ciudadano y vuela de regreso a la ciudad de México para, en su calidad de jefe de Gobierno dominical, atender el problema.

¿Se dan ustedes cuenta? En una interpretación que cabe, podría ser sancionado porque si elige regresar significa que acudía al mítin como jefe de Gobierno y no como ciudadano. Estaríamos como aquella paradoja del gato de Schroedinger, con que se ilustra la superposición de estados en la física cuántica.

Como se sabe, la materia y la energía pueden manifestarse, a la vez, como corpúsculos y como ondas, pues existen en una superposición de estados. Que se manifieste como uno o como otro depende de lo que sea en el momento en que es observada.

Así Ebrard. Si recibiera la llamada cuando en su superposición de estados, el momento corresponde al del ciudadano, entonces no regresa. Si la recibe cuando en su fluctuación se encuentra como jefe de Gobierno, entonces regresa y, en tal caso, podría ser sancionado por acudir como tal a un mitín de campaña. Ridículo ¿no creen?

Nadie sugiere que los gobernantes no tengan derecho a días o a horas de azueto. Pero eso es diferente a pretender que los fines de semana pueden desprenderse de su condición o a pensar ingenuamente que en esos días no utilizan recursos públicos.

Otro disparate semejante de nuestro sistema electoral se produce al pretender que los funcionarios o gobernantes pueden influir en las preferencias electorales cuando acuden a un mítin en días hábiles (de ahí la prohibición que se los impide) y no hacerlo cuando asisten en días inhábiles.

Véase la resolución que en 2009 emitió nuestro ínclito Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación: "La condición de funcionarios públicos, en sí misma, no es suficiente para estimar que la simple asistencia de éstos en días inhábiles a eventos proselitistas, genera la inducción al voto del electorado en determinado sentido". Barroco, ¿no?

El problema que da lugar a estos subterfugios disparatados es la corrupción de nuestra clase política que a la menor provocación incurre en trampas de toda laya. Todos esos galimatías e interpretaciones que increpan a toda lógica se evitarían si simplemente nuestros actores políticos tuvieran educación, principios y auténtica vocación democrática. Punto.

domingo, 26 de junio de 2011

Eruviel Ávila: el fraude que viene

En el estado de México está por concretarse un fraude a la vista de todos. El próximo domingo 3 de julio habrá allí comicios para elegir gobernador y el candidato de la coalición Unidos por ti (PRI, Verde ecologista y Nueva Alianza), Eruviel Ávila Villegas, se perfila como el ganador.

Con un aparato estatal volcado subrepticiamente en labores de organizaciòn y acarreo del voto, y una bien organizada maquinaria para la compra de voluntades y sufragios operando en su favor, aceitado todo con un gasto millonario en imagen pública, pago de encuestas a modo, redes sociales, logistica, acarreo de simpatizantes y reparto de todo tipo de bienes, todo está listo para la consumación del fraude.

Y sin embargo, se hablará de un ejercicio democrático en el que con su voto "libre" y secreto, los ciudadanos habrán ejercicio su derecho al sufragio. No está mal.

El Instituto Estatal Electoral, encargado de organizar y cuidar la legalidad de la elección, avalará el fraude, pues los consejeros "ciudadanos" que lo integran son todos afines al gobernador priista en la entidad, Enrique Peña Nieto. Nada dirán de la evidente y colosal compra previa de votos, ni sobre el rebase en los gastos de campaña que ameritarían la descalificación del candidato oficial.

Si acaso, las mediciones respectivas iniciarán después de la elección y sus resultados se conocerán por lo menos seis meses después, cuando se hayan legitimado, por la vía de los hechos consumados, los resultados y cuando los electores ya ni se acuerden del asunto.

En tanto, las quejas y recursos legales de impugnación que logren elevarse hasta el tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), se toparán con la presidenta de este órgano, María del Carmen Alanís, otra reconocida peñanietista, quien ya dio claras muestras de su condición subordinada al exonerar al gobernador mexiquense por la difusión nacional de espots promocionales que, de acuerdo con la ley, sólo debían difundirse en el estado.

Con todos esos elementos extralegales en su favor y con todos los flancos cubiertos (autoridades estatales, el árbitro electoral y la compra y coacción de voluntades vía la ilegal recolección y registro de credenciales) Eruviel Ávila será el gobernador.

Se habrá consumado así un monumental fraude electoral y nadie podrá legalmente demostrar lo contrario, pues ninguna autoridad estará dispuesta a dar curso legal y el debido proceso a las pruebas que logren presentarse.

Con todo, hay una forma fácil y sencilla en que los mexiquenses podrían quitarse de encima toda esta red de complicidades tejida para manipular su voto: ejerciendo masivamente su libertad individual y no cruzando su boleta por el candidato oficial.

Para eso se requiere de una ciudadanía que no esté dispuesta a ser parte de los actos de corrupción que luego reprocha; de una ciudadanía inmune a la manipulación de los medios de comunicación; de una ciudadanía dispuesta a romper con la lógica clientelar: votar por quien me ofrece satisfactores inmediatos y no por quien se compromete a respetar los derechos.

Se precisa de una ciudadanía informada, educada y capaz de reconocer a quienes jamás representarán sus intereses por estar al servicio de sus enemigos históricos; una ciudadanía interesada genuinamente en la política como algo que afecta su vida cotidiana aunque no lo parezca; una ciudadanía alejada del fatalismo que mira todo como algo natural y eterno, del tipo: "todos son iguales", "siempre ganan los mismos"; o del cinismo: "estos por lo menos reparten".

Veremos si los ciudadanos del estado de México tienen esos atributos.

viernes, 24 de junio de 2011

Sicilia, Calderón y el diálogo


Quien quiera evaluar el resultado del diálogo efectuado ayer en el Alcázar del Castillo de Chapultepec entre el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el poeta y periodista Javier Sicilia, y Felipe Calderón, no tiene más que echar una mirada a la página editorial del diario Milenio.

Escriben allí quienes en estos días acaso representan mejor los intereses del establishment mexicano, en cuanto que están a cargo de la construcción de las formas simbólicas de dominación mediante las que gobiernan los verdaderos poderes de este país: el aparato propagandístico televisivo y los intereses económicos trasnacionales.

En efecto, Joaquín López Dóriga, Ciro Gómez Leyva, Carlos Marín y Héctor Aguilar Camín quedaron muy complacidos por los resultados del "diálogo" que tuvo lugar ayer. Lo que estos columnistas celebran sin decirlo es el tono descafeínado empleado por un movimiento que inició con una consigna inequívoca contra la violencia del Estado en su ineficaz combate al narcotráfico.

Lo que celebran es que el diálogo "entre el poeta y el político" haya permanecido en el terreno de la ética, de la espiritualidad, del simbolismo religioso, en el ámbito donde las exigencias de justicia pueden fácilmente devenir sensiblería para consumo de la galería.

Lo que a esos voceros de los poderes fácticos les interesa resaltar es la "civilidad" del diálogo que no exige nada, que no pone en peligro ni cuestiona las bases del sistema de dominación que regentean. "El mejor Calderón y el mejor Sicilia" titula casi eufórico Gómez Leyva. "El diálogo que sí fue", celebra por su parte Aguilar Camín. López Dóriga secunda: "Gracias al poeta".

En todos esos textos lo que se revela es, otra vez, el afán conciliador, el pulcro comportamiento de los demandantes de justicia, el reconocimiento de su dolor, la exigencia de atención a sus casos; y se destaca el talante "humano" mostrado por Calderón e incluso se llega a sugerir como afectuoso el abrazo final entre Sicilia y el ocupante de Los Pinos.

Esta vez no se catalogó al grupo opositor como "vociferante", extremista o maximalista o encabezado por un mesias de la redención o del dolor. No hubo necesidad. Era un grupo "light" que no llegó a Chapultepec a exigir cambios en el sistema de complicidades políticas y de negocios al amparo del poder en que abreva la clase política y que ha conducido a la degradación de las instituciones, imposibilitadas por ello de combatir con eficacia al crimen organizado.

Tampoco vinieron a plantear revoluciones educativas, ni cambios en el modelo económico que deja en la indigencia a nuestros jóvenes por la falta de oportunidades laborales. Nada de eso.

Por ello no merecieron denostación ni condena por parte de los medios. Al revés: la ocasión fue aprovechada para elaborar discursos ejemplarizantes, donde la abundancia de adjetivos oculta sin rubor el vacío de resultados: "encuentro excepcional, dramático y conmovedor"; "discusión genuina, a la vez profunda y clara"; "experiencia pedagógica y conmovedora".

La lección al calce es inmediata: así se dialoga en la democracia neoliberal, sin estridencias, sin exigencias que pongan en riesgo la continuidad del sistema, sin querer ganarlo todo, sin exabruptos que exigen renuncias o revocaciones del mandato. Todo con la tersura que da la espiritualidad.

Lo que el encuentro de ayer reveló ya sin ambages fue el carácter del movimiento encabezado por Sicilia: se trata exclusivamente de una demanda por justicia y atención a las víctimas. Se trata de que el Estado repare el daño que en términos de dolor y sufrimiento ha infringido a miles de hogares y familias en todo el país. Se trata de que los gobernantes asuman la dimensión ética del problema, que acepten y asuman públicamente sus culpas por cada muerte, por cada desaparecido, por cada levantado.

La duda que queda es si esos objetivos parten de una caracterización adecuada del origen del problema y de sus verdaderas soluciones. La euforia de los comentaristas de Milenio-Televisa, parecn confirmar que no. 

lunes, 13 de junio de 2011

Saramago: el privilegio de la lucidez


Juan Marcial
In Memoriam

Está por cumplirse un año de la desaparición física del escritor portugués José Saramago (Azinhaga, 1922-Tías, Lanzarote, 2010), ocurrida el 18 de junio del calendario pasado.

En el caso del premio nobel de literatura 1998, hablar de “desaparición física” no es un eufemismo para evitar decir muerte, menos cuando su lucidez para interpretar de qué va la cosa en este mundo sigue viva y está en el centro de las rebeliones que este año alentaron la llamada Primavera árabe y el movimiento de Los indignados, en España.

Saramago fue un incisivo denunciador de cómo está organizado el mundo, cómo funciona, quienes lo manejan más allá de los que creemos nuestros gobernantes, de qué medios de control y dominación material y simbólica se valen para lograr que con su inmovilismo y nula participación, naturalmente aceptados,  las sociedades sean cómplices de su propia esclavitud, en lugar de rebelarse contra éstá.

Se trata de temas capitales porque están en la base de todas las injusticias, crímenes, mentiras y desigualdades sociales, políticas y económicas que padece la mayoría de la población mundial.

En suma, lo que Saramago describe es cómo domina al mundo el sistema capitalista y, al hacerlo, pone de relieve que la principal arma de dominación es la mentira llamada democracia que se presenta como el valor supremo que ya ha sido alcanzado por el “mundo libre” y en consecuencia ya podemos tirarnos a la poltrona, pues el trabajo está hecho.

La democracia, sostiene el autor de Ensayo sobre la ceguera, es la mayor y más efectiva trampa jamás inventada por el sistema para perpetuarse porque, mediante una operación maestra,  a la vez que excluye a los ciudadanos de las decisiones importantes, los hace creer que participan.

Es la domesticación total. Y esa, dice nuestro autor, ha sido la gran operación del sistema capitalista: la domesticación.

“Sólo nos piden el voto, no nos piden que participemos. Y cada cuatro años, acudimos a votar muy contentos, creyendo que estamos haciendo algo importante, pero lo importante ocurrió entre esos cuatro años”

Estas ideas se desprenden del libro José Saramago en sus palabras (Alfaguara, 2010), conformado por “un repertorio de declaraciones del autor recogidas en la prensa escrita desde la segunda mitad de los años setenta hasta comienzos de 2009”, como reza la solapa del volumen.

En esas intervenciones el escritor fija la tesis de que quienes gobiernan el mundo, imponen gobernantes y dictan el curso de nuestras vidas son, en realidad, las grandes corporaciones trasnacionales que tienen todo el poder.

Sin nunca recurrir al concepto, las declaraciones del escritor aluden a lo que los estudiosos de la ciencia política denominan poderes fácticos, aquellos que sin ser electos por nadie, son quienes deciden el destino de pueblos enteros desde su condición de invisibilidad, que les asegura impunidad y, sobre todo, la garantía de no ser molestados y mantenerse a buen resguardo de ataques o reclamos.

“No son los políticos los que gobiernan el mundo. Los lugares del poder, a parte de ser supranacionales, multinacionales, son invisibles” (p. 477).

“La diferencia entre la dictadura convencional y la del capitalismo reside en que (aquella) tenía cara, y decíamos es aquél, o aquellos militares, o Hitler, o Franco o Pinochet…pero ahora no tiene cara, no sabemos contra quien luchar. No hay contra quien luchar. El mercado no tiene cara, sólo tiene nombre. Está en todas partes y no podemos identificarlo, no podemos decir ‘eres tú’” (pp. 511-512).

“Hay que ser críticos en el análisis de la realidad social. El poder no está en manos de los gobiernos, puesto que no es democrático. Los gobiernos no son más que unos comisionados del poder real: Coca-Cola, Mitsubishi, General Motors…Las multinacionales son las que gobiernan el mundo. ¿Alguna vez la Coca-Cola se presentó a las elecciones? No lo necesitan porque el poder ya lo tienen. Hablar de democracia en este contexto es una pérdida de tiempo. Esta democracia es un engaño. La ciudadanía está anestesiada, el consumismo es la nueva ideología” (p. 513).

“Porque, a ver, ¿Quiénes son los que mandan en este mundo? ¿Mandan los ministros? ¿Los presidentes? No, señor, los que mandan en este mundo son los señores George Soros, Bill Gates y las grandes corporaciones financieras mundiales (y sin embargo) no se presentan a los comicios electorales; entonces ¿por qué seguir hablando de democracia? Si el poder está en otro nivel, y los poderes económicos y financieros privilegian sus especulaciones sobre cualquier otra cosa ¿cómo podemos seguir hablando de democracia? La democracia es algo que está fuera de las preocupaciones de los que realmente mandan en este mundo” (p. 431).

“Ya hemos comprobado que el verdadero poder no está en los palacios de los gobiernos: se encuentra en los consejos de administración de las multinacionales que deciden nuestra vida…Vivimos en una plutocracia, porque los ricos son quienes gobiernan y viven” (p. 433).

Tras fijar la verdadera naturaleza del poder que gobierna al mundo, el autor de Ensayo sobre la lucidez, desentraña la gran impostura de la democracia: la exclusión de los ciudadanos.

“Si todo va bien, volveremos a hacerlo (votar) cuatro años después. En ese espacio de tiempo los representantes elegidos pueden hacer cualquier cosa, hasta lo contrario de los motivos que llevaron al ciudadano a elegirlos. El momento álgido de la expresión democrática (el voto) es, a la vez, el momento de renuncia al ejercicio democrático” (p. 415).

“…no nos damos cuenta de que, en el mismo momento en que introduce en la urna su voto, el ciudadano está haciendo un acto de renuncia a su derecho y deber de participar, al delegar el poder que tiene en otras personas, que a veces ni siquiera sabe quienes son. La democracia puede ser sólo una fachada detrás de la cual no haya nada” (p. 429).

“Nosotros no podemos seguir hablando de democracia en el plano puramente formal. Es decir, que existan elecciones, un parlamento, leyes, etcétera…pero yo hablo de un problema más importante que es el problema del poder. Y el poder, aunque sea una trivialidad decirlo, no está en las instituciones que elegimos. El poder está en otro lugar” (p. 430).

“Los ciudadanos tenemos todas las libertades democráticas posibles, pero estamos atados de manos y pies porque con el cambio de gobierno no podemos cambiar el poder” (p. 433).

“El problema fundamental es que por encima de lo que llamamos el poder político hay otro poder no democrático, el económico…Pienso que no se puede decir, con toda la ligereza del mundo, que vivimos en democracia cuando esa democracia no dispone de medios ni de ningún instrumento para controlar o para impedir los abusos del poder económico…Es una democracia de manos y pies atados” (p. 434).

“En realidad vivimos bajo una plutocracia, bajo el gobierno de los ricos. Vea el ejemplo del Fondo Monetario Internacional. Se trata de un organismo que no fue elegido por la población, pero que controla buena parte de la economía internacional” (p. 435).

¿Y cómo gobierna ese poder económico que nadie eligió? Simple: controla nuestras vidas: dicta qué música escuchar, qué cine ver, qué artistas idolatrar, a qué diversiones acudir, qué comida consumir, qué moda seguir, qué temas discutir.

Como su objetivo es el lucro inmediato y la explotación destructiva, todo lo anterior se concreta en el consumo. El consumo es la ideología y el centro comercial el nuevo espacio de formación de la mentalidad humana: consumidores autistas obsesionados por la posesión de cosas.

“Se ha introducido en nuestras mentes esa idea nueva de que si no consumes no eres nada. Si no consumes tú no eres nadie. Y eres tanto más cuanto eres capaz de consumir. A partir de que el ser humano se mira a sí mismo como un consumidor, todas sus capacidades disminuyen, porque todas van a ser puestas al servicio de una mayor capacidad de consumir” (p. 526).

“Si a ti te dicen que lo que importa es lo que compras, y según lo que compras te consideran más o menos, te conviertes en un ser que no piensa sino en satisfacer sus gustos, sus deseos y nada más…la propia experiencia social es la que nos está haciendo así (egoístas)…Ahora los valores se adquieren en los centros comerciales. Son las catedrales de nuestro tiempo” (pp. 512-513).

“La facilidad de consumir forma o deforma la conciencia de la persona. ¡Eso acaba con todo! Porque ocupa el espacio de una ideología determinada. Ya no es un ciudadano, es un consumidor, un cliente. A partir de ahí el individuo cumplirá las obligaciones inherentes a ese hecho: comprará, comprará y comprará. Eso acaba ocupando todo el espacio mental en su vida” (p. 530).

Todo ello constituye lo que el escritor cataloga como una gran mentira: “vivimos rodeados de mentiras, y ésta es un arma política de muy alta precisión” o “Vivimos en un sistema de mentiras organizadas, entrelazadas las unas con las otras…nunca se había mentido tanto. Vivimos en la mentira todos los días” (pp. 522, 527).

Superar ese estado de cosas implica recuperar nuestra forma de ser y estar en el mundo. En palabras de Saramago, eso significa que “uno mantenga una relación estrecha con los hechos, con la vida, con el mundo, con la sociedad”.

“Sigo creyendo que si uno no tiene ideas, no tiene nada, y que no basta tener ideas en general: hay que tener una idea del mundo, una idea del hombre, de la sociedad…” (p. 479).

“Si no cambiamos, no nos cambiamos; es decir, si no cambiamos de vida, no cambiamos la vida. Cuando digo cambiar de vida, no es dejar de ser albañil para pasar a ser médico. No es eso. Hay que cambiar la forma de entender el mundo. El mundo necesita acción; pero no se llega a la acción sin que eso haya sido elaborado por el espíritu” (p. 484).

“…estamos perdiendo la capacidad crítica de lo que pasa en el mundo…estamos abandonando nuestra responsabilidad de pensar, de actuar.” (p. 514).

“Se perfila una forma de entender el mundo definida por tres vectores muy claros: la neutralidad, el temor y la resignación” (p. 523).

En una declaración para O Globo de Río de Janeiro, formulada el 10 de mayo de 2003, Saramago apuntaba que democracia y derechos humanos son dos grandes batallas para este siglo. “Y si no las libramos, el siglo será un desastre” (p. 501).

Después de lo anotado, se comprende está última advertencia y se entiende, además, cuál debiera ser el contenido de esas batallas: la abolición del poder que ejercen sobre nosotros las grandes corporaciones. Y para eso, se requiere la participación convertida en acción de la sociedad.

Ahí el gran desafío planteado por el escritor, cuyos ecos, por eso, se mantienen vigentes a un año de su partida.