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miércoles, 8 de mayo de 2013

Adéndum al Pacto: engáñame, pero no me dejes

El ridículo Adéndum al Pacto por México firmado hoy entre el PRI-gobierno y los partidos satélite --la derecha panista y la izquierda colaboracionista del PRD con los chuchos a la cabeza-- para garantizar elecciones limpias, equidad y blindaje contra el uso electoral de los programas sociales, no hace sino repetir lo que ya se consigna como delitos electorales en la legislación vigente.

¿Tenía sentido toda la parafernalia y el gasto erogado para montar un tinglado en el que los concurrentes --delincuentes electorales todos ellos-- se comprometen a evitar conductas ilícitas tipificadas por la ley vigente en vez de simplemente aplicarla?

Se trata de lavarle la cara a un acuerdo cupular sin representación de la sociedad --pues los partidos han perdido legitimidad representativa-- firmado por unos políticos para llevar adelante programas de Ajuste Estructural encaminados a promover los negocios y la prosperidad de unos cuantos, a costa de las riquezas del país.

Asistimos entonces a la simulación de la simulación. Puesta en evidencia la ingenuidad de los opositores al creer que el gobierno y el PRI no utilizarían la llamada cruzada contra el hambre con fines electorales, como desde el principio se advirtió, ahora dizque lo forzaron a sentarse a firmar once compromisos adicionales con los que supuestamente se le atarán las manos para no seguir lucrando políticamente con los programas sociales en temporada de elecciones.

Comicios a los que se presentarán esos partidos indigentes, autollamados de oposición, no se sabe en calidad de qué frente a los electores, pues si ya todos "están a partir un piñón" con el gobierno, y de acuerdo en el mismo proyecto de país, entonces para qué buscar el poder cada uno por su lado.

Partidos "opositores" que se convencieron a sí mismos, ellos solitos, de seguir en un mecanismo de concertación de élites políticas, al que se aferran como una forma de garantizar su presencia pública y  no quedar marginados o arrasados por la maquinaria gubernamental que con ellos o sin ellos podría llevar adelante el designio fondomonetarista de las reformas; adhesión que pretenden cobrar en su momento por migajas de poder habida cuenta de su ya sospechada debacle electoral en los comicios del próximo julio, dado su desdibujamiento ya no digamos ideológico sino como simples opositores en virtud de la magia pactista.

El PRD ha dado ya suficientes muestras de la forma en que se traiciona a sí mismo y de cómo racionaliza o justifica esos retrocesos con tal de seguir siendo parte de la cargada reformista del peñanietismo En ocasión de la recién aprobada reforma que redujo el arraigo de 80 a 40 días, el perredismo se pronunció inicialmente por la desaparición de esa figura que, en efecto, atenta contra los derechos humanos y el debido proceso de los acusados, pero terminó votando en favor sólo de la reducción del periodo.

Hubo de hacer publicar un desplegado para aclarar que aprobó la enmienda porque "se introdujeron elementos  de control y vigilancia para proteger los derechos humanos de los indiciados".

Algo similar a lo ocurrido con la firma del llamado Adendum al Pacto por México: el gobierno se burla de ellos, los trampea, pero terminan plegándose en razón, según ellos, de los sacrosantos "altos intereses de la nación", o del gradualismo al que los obliga su condición subordinada.


Tanto ha tergiversado y envenenado ese Pacto la estructura política del país, que no sólo los partidos  han perdido su perfil para conformar una masa informe, sino que la propia división de poderes parece naufragar ante el corporativismo pactista. Cosa de ver cómo la publicidad del Senado se ha plegado al Ejecutivo al utilizar como rúbrica de sus mensajes el mismo eslogan del gobierno: aquello de hacer leyes para mover a México.Así vamos.

jueves, 4 de abril de 2013

Telecomunicaciones y control social

La reforma en telecomunicaciones, aprobada por la Cámara de Diputados el 22 de marzo, dejó en claro que la clase político-empresarial que conforma el grupo hegemónico en el poder, sabe perfectamente el alcance de los medios de comunicación como adormecedores de conciencias y como instrumentos mediante los cuales asegura el control social y la prevalencia del sistema de dominación imperante.

La mencionada reforma --que aún se procesa en el Senado de la República, como cámara revisora-- niega a pueblos y comunidades indígenas la posibilidad de solicitar concesiones de radio y televisión.

La propuesta de reforma al artículo 28 constitucional, rechazada en bloque por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, señalaba que las concesiones podrán ser para uso comercial, público, "de los pueblos y comunidades indígenas", social y privado, y se sujetarán, según sus fines, a los principios establecidos en los artículos segundo, tercero, sexto y séptimo constitucionales.

Apuntaba que las concesiones se otorgarían mediante licitación pública, y que en ningún caso el factor determinante para definir al ganador será meramente económico. Al obstaculizar esta propuesta de modificación, esos partidos recurrieron a un argumento insólito: dijeron que permitir a esos pueblos el uso de los medios de radiodifusión, les proporcionaría instrumentos de comunicación que podrían utilizar para alentar la subversión o rebeldía.

Más que un argumento, la aseveración parece una confesión de parte: el reconocimiento de que quienes usufructan las concesiones de radio y televisión concentran un enorme poder. Tanto, que si se difundieran contenidos alejados del mercantilismo, que dén cabida a nuevas ideas, enfoques y concepciones acerca del actual estado de cosas, podrían socavarse los valores del conservadurismo, y eso equivaldría a subvertir el orden establecido.

El miedo, dicen, no anda en burro, y ese temor a la democratización de los medios es el temor a perder el control y la hegemonía sobre unos instrumentos básicos para el sistema de dominación. Así, se proclama que habrá dos nuevas cadenas de televisión y todos se congratulan y felicitan porque ello --aseguran-- rompe el monopolio de Televisa y TV Azteca. Habrá, en efecto, más canales de televisión, no necesariamente más alternativas, porque se trata de proyectos comerciales que ofrecerán el mismo modelo de entretenimiento y distracción que conocemos. No entrañan ningún peligro.

En cambio, se niega ese derecho a los pueblos y comunidades indígenas, acaso porque se sabe que la cosmovisión multicultural y multiétnica se encuentra en las antípodas del establishment. Son dos mundos confrontados, pese a la retórica de la unidad nacional, porque imperan allí condiciones de abandono, explotación y exclusión que constituyen un germen de explosividad social que puede potencializarse con el uso de medios de comunicación autónomos y autogestivos.

Con frecuencia se niega el papel de los medios de comunicación como aparatos ideológicos. El argumento esgrimido para excluir a las comunidades de la posibilidad de obtenerlos en concesión confirma que en efecto lo son. Y lo saben quienes lo niegan.

martes, 27 de noviembre de 2012

¿Qué hizo posible a Calderón?


Fiel a su mesianismo o, si se prefiere, a su torcida involución psicológica que lo condujo de más en más a sentirse y verse como un elegido, Felipe Calderón explica su paso por la presidencia de México como un designio divino.

En efecto, la semana pasada formuló en su natal Michoacán la siguiente declaración de fe:

"Yo asumo que a uno le toca vivir el momento que le toca vivir por alguna razón, que Dios sabe por qué pone a determinadas personas frente a determinadas circunstancias".

Ya habrá tiempo de analizar qué tiene el pueblo de México que así ha llevado a la conducción del país en los últimos doce años, primero a un locuaz ignorante, después a un místico de la violencia y la crueldad como forma de redimir culpas históricas de la nacionalidad, y ahora a un iletrado sin más idea que el rollo neoliberal repetido mecánicamente por convenir a los intereses a los que sirve.

¿Qué hizo posible un gobierno como el de Calderón? No desde luego su explicación teológica. Algo más simple: el entramado de instituciones e intereses nacionales y extranjeros que conforman el grupo hegemónico en el poder.

Intereses mediáticos, económicos, financieros, políticos --incluidos los de la presunta izquierda-- y hasta criminales, organizados para ejercer su dominio mediante la exclusión sistemática de los grupos sociales dominados, de modo que éstos encuentren inaccesible e infranqueable la ruta hacia un cambio en las relaciones asimétricas de poder que prevalecen.

Del lado de la sociedad, lo que permitió está que seguramente pasará a los anales como una aberración histórica que viene a confirmar aquello de que el triunfo de la derecha es moralmente imposible, se explica por la existencia de una población poco educada, empobrecida, esencialmente conservadora y tímida; dominada por un sentido fatalista de la historia, que le dicata frases asumidas como verdades inmutables que hacen ociosa cualquier clase de resistencia: "contra el gobierno nada se puede", que recuerda aquella del famoso tango gardeliano: "Contra el destino nadie la talla".

Este conjunto de factores --perfectamente históricos-- ha hecho posible que en el México del siglo XXI se haya producido un "gobierno" como el de Calderón. Lo que sin embargo más llama la atención es la falta de respuesta social, la incapacidad para detener a una administración que bañó de sangre al país, que enlutó a miles de familias sumiéndolas en el más atroz de los sufrimientos por la pérdida, desmembramiento, tortura, levantamiento o asesinato --que todas esas variedades macabras se dieron-- de sus seres queridos.

La pasividad y permisividad de la sociedad ante la muerte o exterminio de sus semejantes es acaso el signo más preocupante de todo este asunto, pues conduce a pensar que si ni ante el peligro extremo se reacciona como forma mínima de autodefensa, no lo haremos ante nada.

Todo el aparato crítico desplegado, a la postre no resultó sino testimonial porque no alcanzó para detener la masacre de miles. Los mecanismos institucionales tampoco resultaron eficaces fundamentalmente por la traición del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

En efecto, ya desde 2009, en las elecciones legislativas intermedias la población derrotó en las urnas la malhadada y desorganizada estrategia bélica, al arrebatarle al Partido Acción Nacional (PAN) la mayoría en el Congreso para cedérsela al PRI.

Y sin embargo, este partido traicionó el mandato de las urnas, pues continuó autorizando cada año crecientes partidas presupuestales para una guerra dirigida más al exterminio y control social que al combate al crimen organizado, como puede corroborarse a la luz de los nulos resultados.

Como ha documentado Mayolo Medina, presidente de la Fundación para el Estudio de la Seguridad y la Gobernanza, en los últimos 11 años (2001-2011) el presupuesto de la Secretaría de Seguridad Pública federal aumentó 668.1 por ciento (de 5.2 a 40.5 mil millones de pesos).

De todo ello habrá que extraer las lecciones pertinentes y la más inmediata es encaminar la lucha política por la vía de la organización social al margen de las instituciones formales de representación que hoy se encuentran cooptadas y reguladas por los grupos hegemónicos que las utilizan para llevar a cabo los procesos de legitimación y canalización de sus propios intereses.

Y esto es clave porque sin ello la dominación política no duraría ni un día. De ahí tiene que partir un programa de organización política de la sociedad.

miércoles, 6 de junio de 2012

La guerra contra AMLO

Bastó un incremento apenas sostenido en la percepción colectiva de que Andrés Manuel López Obrador puede ganar la presidencia de México este 1 de julio, para que --como los planetas ayer-- se alinearan los intereses económico, mediático, y político (PRI y PAN) en una embestida contra el tabasqueño.

Mediante una nueva remesa de espots que ya están saliendo al aire en estos días, ambos partidos la emprenden contra el candidato de las izquierdas mediante el recurso que tan buenos resultados les produjo en 2006: amedrentar a la población presentándolo como un enemigo de la democracia (el plantón de Reforma), una amenaza para el país por su presunta simpatía por la vía armada como medio de transformación social, y como un peligro para la economía, pues su gestión --afirman--  quebraría al país.

El PAN llega al extremo de manipular sin rubor alguno, un fragmento del discurso pronunciado por AMLO el pasado 21 de mayo en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco ante cientos de estudiantes, de modo que parezca que es partidario de la lucha armada como vía para la transformación de México.

Se trata de una maniobra tan descarada y evidente que muestra, sin matices, de qué lado está el verdadero odio y los afanes de violencia y polarización a que se está dispuesto a acudir con tal de envenenar el ambiente y torcer la voluntad ciudadana, esa que, por otro lado, se dice defender.

La desproporción con que PRI y PAN han reaccionado al crecimiento electoral del verdadero opositor, haría pensar que ese crecimiento es ya tal, que en verdad se perfila como el próximo ganador y han decidido cerrarle el paso incluso a costa de envilecer abiertamente la contienda.

El abrupto viraje operado por el PRI-PAN para olvidar sus escaramuzas y enfilarse con sospechosa similitud contra el opositor --al que creían controlado mediante la sostenida estrategia de mantenerlo en las "encuestas" confinado al tercer lugar y ajeno a cualquier posibilidad de triunfo-- revela asimismo que ante una amenaza externa, ambos partidos saben deponer sus diferencias y agruparse para defender los intereses vitales a los que realmente sirven.

En efecto, nadie puede negar que la disputa por la presidencia entre PRI y PAN es real. Aunque responden y representan a escala local los mismos intereses económicos que dominan el mundo, cada uno quiere ejercer el poder para beneficio de sus respectivas camarillas. De ahí su guerra.

Pero ante un estímulo que amenaza con desplazarlos a ambos del control del país y sus beneficios, no les queda otra que unirse y reaccionar con virulencia y desaseo ya sin la careta de atildamiento que mostraba Enrique, quien aseguraba que nunca recurriría a las descalificaciones personales, y ya sin la modosidad fingida con que suele dirigirse Josefina a sus auditorios escenográficos.

Lo que extraña en todo esto es la ausencia de la autoridad electoral que, parapetada en la argucia de que no puede ejercer la censura previa y de que requiere una queja para intervenir ante el escarnio que ocurre a los ojos de todos, solo reacciona para decir: no hay fraude a la vista.

La estrategia del miedo

La estrategia es conocida: consiste en recurrir a términos que evocan significados socialmente aceptados por todos como positivos, tales como: "democracia", "no violencia" "paz social" "respeto a las normas" "unidad", "estabilidad económica" y afirmar --mediante el manejo de imágenes, frases aisladas, voces, acentos y colores oscuros-- que el adversario carece de ellos: no cree en la democracia (¡qué apostasía!) porque encabeza protestas; es violento, promueve el odio, el rencor  y la división, no respeta las normas, cree en la revolución (con la cauda de violencia y sangre que implica) y nos puede arruinar económicamente a todos.

En el vértigo de las imágenes que presentan al acusado de encabezar protestas y levantamientos populares no se juzga sobre la validez de tales expresiones, sólo se les muestra como actos condenables por sí mismos. El corolario es tan inducido como inapelable: el que protesta se sale del escript, violenta nuestro ambiente y es un desadaptado que debe ser excluido.

A Andrés Manuel suele aplicársele aquel falso silogismo cuya conclusión conducía al mismo resultado: quemar la biblioteca de Alejandría:

Si la biblioteca de Alejandría tiene el Corán, hay que quemarla por inútil (pues ya otros acervos también lo tienen).

Si la biblioteca de Alejandría no tiene el Corán, hay quemarla, por impía.

Así, cuando se le acusa, como hizo Javier Sicilia, de ser intolerante y él responde que eso es falso, se le van encima: "¿Ya ven? lo niega, luego, no tolera la crítica, ergo, es intolerante". Y si se quedara callado, como otras veces: "¿Ya ven? no dijo nada, lo aceptó, no supo qué decir".

Ese es el tipo de trampas y bombardeo al que lo someten los medios y adversarios políticos para aniquilarlo.

No han podido y ahora creen llegado el momento del ataque final. Veremos.


   

domingo, 20 de mayo de 2012

Por qué piensan votar PRI

Una de las consejas más extendidas que explican por qué amplios sectores de votantes favorecerían el regreso del PRI a Los Pinos, tiene que ver con el factor económico.

Es frecuente escuchar a las personas decir que si bien los priistas eran y son un atajo de rateros dejaban que escurriera algo del botín. En cambio --se completa el "argumento"-- los del PAN sólo roban para ellos.

Ese mito popular se explica por la desesperación que  ahoga a comerciantes, autoempleados y micro-empresarios para quienes cada vez es más difícil obtener alguna ganancia de su trabajo.

La señora Vírgen Torres, locataria del mercado Benito Juárez, en Azcapotzalco, no sabe de porcentajes. Pero sí sabe que debido a que dos días a la semana tiene que contender con otros tantos mercados ambulantes que se instalan en los alrededores, sus ventas son cada vez menores.

Don Valentín González vende rosas en el crucero que conforman las calles Francisco Morazán, Fray Servando y Boulevar aeropuerto. Rememora: "hace 10 años llegaba a vender 600 ramos en un viernes; hoy no los vendo ni en una semana.

Ese es el tipo de situaciones que ocurren en la economía real y que están conduciendo a mucha gente a añorar otros tiempos. Lo que está operando en el imaginario popular es un curioso mecanismo psicológico que procura salidas ante la desesperante situación económica actual.

Ello los lleva a idealizar un pasado en realidad inexistente, porque más allá de las percepciones, fue el propio PRI el partido que puso las bases de lo que hoy vivimos al adoptar e implantar aquí el modelo neoliberal dictado desde los centros mundiales de poder.

El PAN --profesante de la misma doctrina, de ahí que se diga, con razón, que ambos partidos son una y la misma cosa-- no ha hecho sino continuar y profundizar la política económica consustancial a ese modelo.

Con algunos matices, si el PRI hubiera gobernado estos 12 años, la situación no sería distinta de la que prevalece porque con Miguel De la Madrid y luego con Carlos Salinas y Ernesto Zedillo se inició el ciclo que ya no permite dejar que "escurra" parte del botín hacia la sociedad.

Ello así, porque la nuez del modelo neoliberal impuesto por la globalización consiste en incrementar la rentabilidad del capital aun a costa de estragar a los pueblos (véanse al efecto los casos de Grecia, España e Italia). La gente no lo recuerda, pero ya desde los tiempos del PRI se había dejado de "salpicar" al resto de la sociedad lo que "arriba" se robaban.

Así las cosas, lo que está ocurriendo en amplios sectores de la población es un falso recuerdo aderezado con falta de información y una débil memoria histórica: es decir, tendemos a tergiversar nuestro propio recuerdo idealizando situaciones pasadas que nunca existieron como tales (ideales), como una forma de fuga hacia adelante ante una realidad que obsesiona y oprime porque no se atisban salidas ni prontas ni fáciles.

martes, 10 de abril de 2012

Josefina y las redes sociales


Se queja Josefina Vázquez Mota, la tambaleante candidata del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia de la república, de que en las llamadas redes sociales se le difama y calumnia. Se dice víctima de una estrategia de descalificación ilimitada y culpa de ello a "quienes proclaman la república amorosa".

La denuncia de la ahora llamada "Jefa" es un tácito reconocimiento de su derrota también en ese medio. Es natural. Sus estrategas --de algún modo hay que llamarlos-- debieran saber que los usuarios de Facebook, pero sobre todo los de Twitter, tienen un perfil diferente al de quienes, para asomarse al mundo, sólo disponen de los canales de televisión abierta que controla el duopolio Televisa-TV Azteca.

De acuerdo con una medición de Buendía y Laredo, difundida en marzo de 2011, si bien sólo 29 por ciento de los hogares tiene computadora en casa, un grueso 87 por ciento de esos usuarios, cuenta con estudios de preparatoria o una carrera universitaria.

El Perfil político de los usuarios de twitter y facebook obtenido por esa casa encuestadora reveló además que 70 por ciento son solteros; 90 por ciento tiene entre 18 y 39 años y 44 por ciento carece de una preferencia partidista.

Se trata, como puede verse, de electores jóvenes, preparados académicamente, difíciles de persuadir o de engatuzar mediante propaganda mal diseñada y peor realizada, con una postura crítica y casi la mitad de ellos sin pertenencia a partido político alguno.

Ese perfil hace previsible que el mundo de las redes sociales sea un terreno minado  y peligroso para quienes, como la candidata panista, carecen de una propuesta electoral que no sea la del continuismo o cuyas constantes pifias la hacen presa fácil de usuarios avispados como los descritos.

Ante esa realidad incontrastable Vázquez Mota recurre al fácil expediente de asumirse como víctima de una campaña calumniosa, como si los ciudadanos fueran incapaces de la crítica o como si ésta sólo fuera concebible en quienes abrigan dobles o aviesas intensiones.

El asunto tiene relevancia porque ilustra sin ambages lo mal que la pasarían políticos como la panista si contaramos con una sociedad mejor educada e informada. Ese es el quid del asunto porque, como dije en otra parte: para difamar a Josefina, no tiene uno más que...citarla.

lunes, 1 de agosto de 2011

Por qué los pobres de Calderón no son un fracaso


Criticar a Felipe Calderón porque durante su "gobierno" los mexicanos nos volvimos más pobres es pecar de ingenuidad. Indudablemente que los datos difundidos este viernes 29 de julio  por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), justificarían que proclamáramos el fracaso total de su administración, la ineficacia e ineptitud de las políticas aplicadas y hasta el mediocre desempeño profesional del michoacano.

Este tipo de descalificaciones vendrían al caso si el empeño y el proyecto del grupo gobernante fueran la justicia social con base en un desarrollo económico soberano, sustentable y de largo plazo. Pero como no es así, en realidad, el aumento de la pobreza en México es un resultado buscado y trabajado, derivado naturalmente del modelo económico aplicado conscientemente por lo cual no puede considerarse un fracaso. Veamos:

A mediados de la séptima década del siglo pasado (1975) se produjo un retroceso en la rentabilidad del capital. La necesidad de garantizar la recuperación de las ganancias capitalistas que se habían obtenido durante la posguerra condujo a lo que conocemos como neoliberalismo globalizador, la fase actual del sistema capitalista.

Recuperar y mantener los márgenes de rentabilidad para el gran capital era vital pues, como se sabe,  sin un régimen de acumulación que garantice una masa suficiente de ganancia el capitalismo se desplomaría. Eso era lo que estaba en juego en aquellos años. Para superar la emergencia y recuperar los niveles de ganancia o rentabilidad el neoliberalismo recurrió a una constante reducción de los salarios, se desmontó el andamiaje de la seguridad social, se privatizaron los servicios a cargo del Estado para reducir su tamaño y su costo.

Ello se tradujo en políticas de contensión salarial, la privatización de pensiones, el abandono de la seguridad social que en México se expresó en las reformas a las leyes del IMSS e ISSSTE, desregulación y reducción de impuestos a las grandes empresas locales y trasnacionales. Además, se adoptaron modificaciones tecnológicas para incrementar la productividad laboral o el grado de explotación técnica de los asalariados.

Exactamente lo que hemos vivido desde principios de los años 80. Así, Calderón y sus antecesores han seguido puntualmente las políticas dictadas por el capital financiero internacional, encaminadas a que existan las condiciones apropiadas para que los grandes capitales recuperen e incrementen su tasa de ganancia.

Ese es el gran diseño, el único proyecto al que han estado abocados nuestros gobiernos (PRI-PAN) en los últimos 30 años. Toda la verborrea oficial plasmada en los cientos de páginas de los llamados planes nacionales de desarrollo no ha tenido otro objetivo que encubrir el gran engaño.

Si el modelo económico que se aplica conscientemente está diseñado para aumentar las ganancias del capital y depauperar a la población ¿Cómo puede ser un fracaso una estrategia que arroja los resultados esperados?

Entre 2008 y 2010 --informa el Coneval-- se volvieron pobres 3.2 millones de personas. En total, en el país hay ahora 52 millones de pobres que equivalen a 46.2% de la población.

Gonzalo Hernández Licona, secretario Ejecutivo del Coneval formuló una consideración clave: Este aumento de 3.2 millones de pobres --dijo-- indica que el efecto de la reducción del ingreso fue mayor que el impacto de la reducción de las carencias del país.

Esto significa que usted puede repartir dádivas mediante programas sociales como Solidaridad (Carlos Salinas de Gortari), Progresa (Ernesto Zedillo) y Oportunidades (Felipe Calderón), puede echarle cemento a todas las casas con piso de tierra que haya en el país, puede introducir drenaje y agua potable, pero mientras no aumente los salarios de los trabajadores, todo lo demás es demagogia, porque no tiene ningún efecto en el desarrolo económico ni del país ni de las personas.

El capitalismo y el alacrán

Ahí es precisamente donde se inserta la crítica al modelo neoliberal del capitalismo rampante, pues el dogma, seguido por nuestros gobernantes, es reducir el ingreso de las personas para maximizar las ganancias ¿Se dan ustedes cuenta cuál es el verdadero origen de nuestros males?

Por ello, denostar a Calderón y centrarse en su figura es desentenderse de la causa primigenia. No digo que el panista sea una víctima inocente del malvado sistema capitalista, pues él, como antes De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, se adscribieron gustosos a ese proyecto desnacionalizador que quebró al país, pero que a ellos y a sus cómplices les redituó millonarias ganancias.

Lo que digo es que para que la crítica resulte eficaz debemos situar la actuación de estos hombres dentro de la estructura capitalista a la que sirven.

En México la izquierda electoral se desentiende de estos fenómenos producidos por el capitalismo mundial y por eso no los denuncia. En vez de eso se empeña en moverse en la lógica de que la sociedad capitalista es modificable o puede funcionar mediante reformas que aminoren la desigualdad, pero sin cambiar el régimen de acumulación que produce esa desigualdad y que fabrica tanto pobre.

Ese reformismo no la ha conducido ni la conducirá a ninguna parte. La razón es sencilla: detrás del glamour y las comodidades con que nos seduce, el capitalismo es esencialmente una relación de poder entre dominantes y dominados; es explotación del hombre y depredación de la ecología del planeta.

Y si se le preguntara por qué lo hace, respondería como el alacrán de la fábula: porque es mi naturaleza.

martes, 22 de marzo de 2011

PRD: los fines y los medios

Una de las frases históricamente más mal interpretadas es aquella atribuida a Nicolás Maquiavelo, según la cual “el fin justifica los medios”. La interpretación ha sido tan torcida que incluso ha derivado en el adjetivo “maquiavélico”, con el que se califica aquello que encierra una maldad intrínseca y que no se detiene ante ninguna consideración de tipo moral o ética para alcanzar sus propósitos.

En realidad, lo que Maquiavelo dijo es que el fin proporciona los medios. Que éstos deben ser acordes con lo buscado. Es decir, que para lograr alguna meta, existen ciertos pasos o procesos lógicos que tengo que cumplir para llegar a ella y que me dicta el propio fin.

Así, si mi objetivo es cursar una carrera universitaria, mal haría en inscribirme en un Conalep. Por principio de cuentas su plan de estudios es terminal, es decir, no equivale a los estudios de preparatoria que son exigibles para ingresar a la universidad. En este caso, el medio que estoy empleando, no se justifica, es decir, no está acorde con mi objetivo. Está desviado de éste.

En cambio, el camino adecuado, según el fin que persigo es cursar el bachillerato. Y este medio me lo está dictando el propio objetivo. Tal es el exacto sentido de la frase del autor de El Príncipe.

Esa confusión conceptual –aceitada por otros intereses políticos y económicos menos intelectuales ni claros-- es la misma que padece el perredismo oficial que el domingo 27 de marzo consultará a la población del Estado de México para determinar si en las elecciones del próximo 3 de julio se presenta coaligado con el Partido Acción Nacional (PAN), con un candidato común.

Para la corriente Nueva Izquierda, mejor conocida como los chuchos, que domina la estructura formal del PRD –aunque ahora con la cuña en el zapato que representa Dolores Padierna, elegida el domingo pasado como Secretaria General del partido en mancuerna con Jesús Zambrano, quien ocupa la presidencia--, la estrategia aliancista (por muy amoral o antiética que resulte para muchos) se justifica merced al fin intrínsecamente bueno que persigue: evitar que el PRI gane las presidenciales de 2012.

Incluso analistas como Dennis Dresser se han adscrito a esa lógica torcida. Plantea Dresser: ¿qué es peor, la alianza o el regreso del PRI con todo lo malo que implica para la democracia mexicana? Sin la alianza, completa su argumento, la victoria del PRI sería contundente. Ni PRD ni PAN podrán ganar solos.

Para empezar, ya vimos que la frase de Maquiavelo no los justifica, porque no es ese su sentido, y segundo, el fin no está acorde con el medio porque en las elecciones de 2012 PAN y PRD enfrentarán separados al PRI, según mandata al segundo el resolutivo aprobado también este domingo por su Consejo Nacional.

Si lo que están demostrando, según ellos, es que el PRI no es invencible, que se le puede ganar y, adicionalmente, están destruyendo la percepción generalizada en el imaginario popular del inevitable regreso del tricolor a Los Pinos; junto con eso, el mensaje paralelo es que eso se puede lograr sólo unidos PAN-PRD.

¿Dónde está pues la lógica de pretender derrotarlo por separado en las presidenciales? ¿Qué elementos hacen presumir a los líderes del PAN y del PRD y a analistas como Dresser que pueden derrotar al PRI separados, cuando únicamente lo han podido hacer cuando van juntos? ¿Qué los hace creer que el elector que votó contra el PRI en su estado –entre otras cosas quizá porque el candidato no fue el adecuado o porque renunció y fue postulado por la alianza— volverá a votar en su contra en las presidenciales, cuando el candidato sea uno con mayor arrastre?

Salvo ese supuesto utilitario de que el PRI es derrotable ¿para qué más habrán servido las alianzas estatales? ¿Cambiará el modelo neoliberal de desarrollo estatal? ¿Los gobiernos aliados traerán más prosperidad y libertad en sus comarcas? ¿Qué postura adoptarán frente a temas como el aborto o los matrimonios gay que los enfrentan a escala nacional, o simplemente dejarán las cosas como están? ¿Qué nuevas formas de hacer política –como pretende la misma Dresser—se inaugurarán, por ejemplo en Guerrero, donde gobernará el ex priísta Ángel Aguirre Rivero?

Se podrá argüir que una elección presidencial es diferente y que la idea es llegar, como insisten en afirmar Manuel Camacho y los chuchos, con la cancha nivelada y no en desventaja desde el inicio.

Sea, pero precisamente porque en una elección presidencial suelen contar factores que no están presentes en una elección estatal, el hecho de que se empiece con la cancha nivelada no significa que estén en igualdad de circunstancias.

Es como si se creyera –como pretendía el demagogo Vicente Fox, siguiendo a Milton Friedman— que con un programa como el denominado “Arranque parejo en la vida” se iban a igualar automáticamente las condiciones y oportunidades de niños indígenas y pobres con los que nacen en el seno de familias adineradas.

Como puede verse, los aliancistas del PRD carecen de razones y hasta de lógica política, de principios, por supuesto. Ocurre simplemente que, en el fondo, su única lógica es, por un lado, pactar con la derecha para mostrarle al grupo hegemónico que se han olvidado de sus radicalismos, de sus pretensiones de cambio social (si es que algún día las tuvieron) y que están listos y son confiables para administrar el poder.

La otra parte de su lógica –y que es consecuente con lo anterior—es evitar y obstruir la opción que representa Andrés Manuel López Obrador, y en esa tarea ya han demostrado que pueden utilizar los mismos medios y métodos utilizados por la derecha para descalificar y tratar de desprestigiar al tabasqueño.

lunes, 14 de marzo de 2011

Reforma laboral del PRI

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos ha obsequiado estos días dos pruebas irrefutables de que los intereses populares no figuran en su agenda, y que su ya celebrado regreso a Los Pinos significará la continuidad de las políticas neoliberales que tanto afectan el bienestar de las familias mexicanas.

Me refiero a las iniciativas de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) y la de reforma Fiscal, presentadas la semana pasada, respectivamente, por el grupo parlamentario en la cámara de diputados y por el senador Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva del Senado.

Más allá de los discursos y de la fachada de renovación con que pretende engatusar a los electores, las iniciativas presentadas revelan que, en realidad, sigue siendo un partido esencialmente antipopular, un instrumento –como el PAN— en manos del grupo hegemónico en el poder y por tanto, contrario a los intereses y necesidades de las mayorías.

La iniciativa encaminada a “modernizar” la legislación laboral constituye un arsenal de beneficios y ventajas para los patrones, pero lesivo para los trabajadores, quienes quedan casi sin derechos frente a sus empleadores.

La iniciativa autoriza a los empresarios evadir obligaciones mediante contratos de prueba que permiten despedir empleados sin responsabilidad para la empresa, cuando ésta declare que el solicitante carece de la habilitación para el puesto. De este modo, un buen número de empleados podrá ser echado a la calle, digamos cada tres meses, con lo que se libera a los empresarios de obligaciones derivadas del factor antigüedad, con lo que además se vulnera la estabilidad en el empleo.

Del mismo modo, se amplían los requisitos para declarar la existencia de una huelga, se elimina cualquier mención a la semana de 40 horas, lo que pulveriza la jornada laboral de 8 horas y autoriza notificar despidos a las juntas de conciliación antes que al trabajador.

Se trata, de nuevo, del mismo argumento falaz con que el año pasado se presentó la iniciativa del Partido Acción Nacional: que se protegerán los derechos y permitirá la creación de nuevos empleos, cuando el efecto buscado es tener empleados con bajos sueldos, sin prestaciones ni seguridad social.

A diferencia del blanquiazul, los priístas muestran que están vivas y actuantes sus viejas prácticas corporativas, pues la reforma en cuestión fue pergueñada mediante una negociación previa con el Consejo Coordinador Empresarial que, a cambio de las ventajas obtenidas, mantendrá protegidas las viejas estructuras del charrismo sindical que usufructan las organizaciones gremiales priístas.

Así, con el pretexto de no vulnerar la autonomía sindical, la iniciativa favorece la opacidad que permite todo tipo de corruptelas, al señalar que la obligación de informar sobre la administración del patrimonio de las dirigencias se cumpla en los términos que establezca cada organización.

Una prueba más de la hermandad de proyectos y objetivos que, a despecho de sus riñas electorales de coyuntura, prevalece entre los dos partidos de la derecha, tuvo lugar apenas conocida la iniciativa de reforma laboral del PRI: de inmediato, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social --a cuyo titular, Javier Lozano, se adosó la paternidad de la iniciativa panista rechazada el año pasado—expresó su beneplácito con el proyecto tricolor, pues “se enmarca en el propósito fundamental de contribuir a que nuestro país pueda ser más productivo y competitivo”.

El propio Felipe Calderón se mostró complacido al señalar que esa reforma “permitirá la generación de mejores condiciones de empleo para jóvenes y mujeres y elevará la competitividad”.

Como puede verse, el PRI –que hace un año reaccionó furibundo contra la iniciativa panista—ahora presenta una versión similar, apenas maquillada, porque seguramente cree llegado el momento de empezar a sentar las bases para su retorno al poder, mediante la aprobación de leyes que le servirán para apuntalar el modelo económico neoliberal, sin los costos políticos que le significaría hacerlo una vez en el gobierno.

Mañana nos referiremos a la reforma fiscal propuesta por Beltrones.





miércoles, 9 de marzo de 2011

La política del absurdo

Los mexicanos nos relacionamos con la política como espectadores en una sala de cine o en un espectáculo teatral. Sabemos que en la pantalla o sobre el escenario discurre una ficción. Pero establecemos lo que los semiólogos llaman un contrato de verosimilitud: para vivirlo, para emocionarnos y hasta para disfrutarlo tenemos que hacer como si lo que se nos ofrece fuera real y novedoso.

En estos días, por ejemplo, asistimos ya con mayor fuerza que en los meses pasados al espectáculo puntual de cada seis años: la danza de partidos y sus seguros o presuntos candidatos para disputarse la presidencia del país.

El espectáculo --aunque tiene su atractivo porque en el juego de estrategias lo que cuenta son las señales, los signos-- es en general bastante chafa por previsible. La sociedad, ausente de todo proyecto y obligada a jugar el papel de espectadora, se entretiene en observar y tratar de descifrar los movimientos, los dichos, las insinuaciones de los protagonistas.

Los medios de comunicación recuperan el papel que, en realidad, siempre han tenido: no el de adalides de la libertad de expresión y el derecho a la información, sino el de correas de transmisión de la élite política. Es decir, el espacio privilegiado a través del cual esa clase política, los grupos de poder intercambia mensajes crípticos que los observadores, columnistas, editorialistas se encargarán de descifrar para el consumo popular. Es otro más de los valores entendidos de nuestra democracia.

El espectáculo, como digo, empieza a intensificarse y los signos se multiplican aunque, como también dije, es bastante corriente. Por el lado del PRD, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador se disputan la nominación.

Resulta obvio que están distanciados, que es falso aquello de que será candidato aquel que se encuentre mejor posicionado en las encuestas al momento de la decisión. Pero recurren al contrato de verosimilitud para que el respetable les crea, acaso porque en los cálculos políticos, de ellos o de sus estrategas, no conviene que ya desde ahora se aprecie la ruptura, la colisión que ya se produjo.

Los signos son inequívocos: ante los embates del tabasqueño contra las alianzas que respalda Ebrard, éste endurece su discurso y declara a un periódico que en este momento superaría a AMLO en una encuesta de popularidad. Y fue más allá al contrastar el estilo de liderazgo que cada uno representa: el suyo, dijo, es moderno y escucha a la gente. Ya no se detuvo en calificar el estilo de AMLO, pero el contraste estaba hecho.

Otra señal de su rompimiento: interrogado en Univisión por el periodista Jorge Ramos respecto si hubo fraude en 2006, Ebrard evadió diciendo: hubo múltiples irregularidades, después elogió la decisión de Calderón de enfrentar al crimen organizado.

De modo que la ruptura ya es pública y notoria, pero ellos, pésimos histriones, actúan como si no fuera así y pretenden que se les compre esa apariencia, confiados en que el público sabe agradecer siempre tales esfuerzos, pues, como recordaba Arreola: "paga por ver una pulga vestida; y no tanto por la belleza del traje, sino por el trabajo que ha costado ponérselo".

En el PAN un día Calderón declara que el candidato del partido podría ser algún no militante. De inmediato las conjeturas: se refirió a Juan Ramón de la Fuente. Otros, más sagaces, interpretaron que aludió al secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, quien no pertenece al partido.

Los panistas reaccionan contra el dicho presidencial. Después, para que ese choque de posiciones no se lea como lo que es, una división, introducen un matiz. Sabedores de que en política jamás hay que parecer ni derrotado ni dividido, aunque así sea, por voz del diputado Javier Corral arguyen que el partido siempre ha estado abierto a la ciudadanía y que el ciudadano presidente se refería a esa situación.

Los presidenciables blanquiazules toman el salvavidas y, dado que no pueden discrepar abiertamente de la opinión de su jefe Calderón, ni aceptar sus dichos porque equivaldría a reconocer que no tienen "patas para gallo", empiezan el control de daños mediante una reinterpretación a modo de lo afirmado por Calderón: "sus palabras responden a la historia de apertura del PAN a los ciudadanos"; otros niegan lo evidente: "no hay contraposición entre el presidente y el partido, pues somos un partido de ciudadanos, que siempre ha estado abierto a las candidaturas externas".

Calderón fue muy claro, pero los panistas no se dan por aludidos y empiezan a reinterpretar el sentido de las palabras originales de modo que no parezcan sobajados. Un verdadero teatro del absurdo.

Notoriamente, a partir de la declaración de Calderón, tanto Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los diputados panistas en el Congreso, como Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, aceptan abiertamente --antes evitaron reconocerlo-- que buscarán la nominación de su partido para las presidenciales. No tuvieron más remedio. No vaya a ser que Calderón también se vaya con la finta de que nadie en el PAN aspira y tenga, como ya advirtió, que voltear hacia afuera.

Como se ve, la política mexicana sigue siendo una impostura, una gesticulación, un espectáculo en el que todos sabemos la verdad, pero los políticos actúan, y dejamos que lo hagan, como si nadie la supiera; nos proponen un imposible contrato de verosimilitud porque viola una condición esencial: el espectador nunca debe intuir el desenlace.

Así, nuestro teatro político resulta un espectáculo deplorable. Lo malo es que nos creemos espectadores de una farsa, cuando en realidad, somos protagonistas de una tragedia.

¡Que no se nos olvide!

jueves, 7 de octubre de 2010

AMLO, PRD y el 2012

Andrés Manuel López Obrador decidió dar un tirón a la cuerda de su ya de por sí tensa relación con los dirigentes formales del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Este domingo 3 de octubre, en el marco de su Gira por la Lealtad por municipios del sur del Estado de México, AMLO llamó a la militancia del PRD, PT y Convergencia a unirse para derrotar al PRI, PAN y a los dirigentes "alcahuetes y paleros" del PRD que insisten en aliarse con Acción Nacional, en una acción que, dijo, "tiene como verdadera intensión dejarnos fuera de la contienda" de 2012.

Urgió a los dirigentes del PRD a que "se quiten la careta y revelen qué acuerdos tienen con Felipe Calderón" y añadió que ese partido no nació para ser instrumento de la mafia en el poder como ahora pretenden sus dirigentes nacionales al impulsar una alianza con el blanquiazul.

De inmediato, los dirigentes de Nueva Izquierda (NI), la tribu que controla los mandos formales del partido y mejor conocida como los chuchos, acusó recibo del obús.

Jesús Zambrano señaló el lunes siguiente que el ex jefe de gobierno del DF ha caído en un discurso irresponsable, vulgar, maniqueo y mesiánico con el que busca descalificar las alianzas promovidas por el presidente nacional del PRD, Jesús Ortega.

Añadió: "Lo que Andrés Manuel está haciendo es levantar una campaña de odio, de descalificaciones, estigmatizaciones, de ubicar a quienes no están de acuerdo con él del lado de los anticristos, con una visión mesiánica donde sólo el Dios supremo tiene la razón". (El Universal on line, 4/oct/10, 15:12).

Jesús Ortega, el líder formal del PRD, pidió al tabasqueño serenarse y no andar lanzando anatemas. Casi al mismo tiempo Marcelo Ebrard, jefe de gobierno del DF, volvió a defender la estrategia de las alianzas al considerarlas exitosas.

Por la forma en que evolucionan las circunstancias puede afirmarse que, pese a lo que ambos bandos insisten en afirmar, para las presidenciales de 2012 no habrá una candidatura común de todas las izquierdas. En primer lugar porque tanto AMLO como Ebrard tienen su proyecto propio que no necesariamente es coincidente.

Si bien el tema de las alianzas no los ha confrontado directamente, ambos sostienen posiciones públicas encontradas. Además, Ebrard ha dado pasos concretos en busca de una candidatura que desde hace por lo menos un año aceptó que buscaría.

El pasado 30 de septiembre presentó la fundación Equidad y Progreso, la cual constituye su plataforma de lanzamiento, pues con ella busca articular un proyecto político "de avanzada".

La fundación le brindará la coartada perfecta para recorrer el país, como ya anunció que lo haría, en giras de fin de semana que le permitan, según eso, ir recogiendo propuestas, pero que principalmente le servirán para placearse ante los electores de los estados.

López Obrador, por su parte, había anunciado que irá de nuevo por la presidencia, desde el 25 de julio durante la multitudinaria asamblea informativa que organizó su movimiento ciudadano en el zócalo capitalino, en el que mostró la fuerza del apoyo popular que aún conserva.

Es obvio que ni Ebrard ni López Obrador dilucidarán su candidatura a partir de quien se encuentre "mejor posicionado" en las encuestas al momento de elegir al candidato, como insisten en afirmar quienes abogan en la retórica por la unidad de las izquierdas.

La tal unidad no existe, y el rompimiento entre la estructura del PRD y el tabasqueño viene de lejos. Se ha acentuado con el gradual pero constante acercamiento del PRD a las posturas de Felipe Calderón y alcanzó su clímax con la política de alianzas --ideada por el camaleónico Manuel Camacho y apoyada por Ebrard-- que impulsa la dirigencia perredista a despecho de lo que opina el tabasqueño.

Aunque pudiera parecer un dato menor, la forma en que los dirigentes de Nueva Izquierda han pretendido descalificar a AMLO por su oposición a las alianzas con el PAN --acusándolo de emprender una campaña de odio y de adoptar actitudes mesiánicas-- es exactamente el mismo discurso utilizado por la derecha y por la mayoría de los medios de comunicación para tratar de anular al ex jefe de gobierno del DF.

El contenido del discurso antiobrador es el mismo y da idea del grado de asimilación-cooptación que mantienen los actuales usufructuarios de las siglas PRD con la derecha en el poder. Este fenómeno de asimilación recuerda aquella frase de Marx: la clave de la dominación consiste en hacer que los dominados piensen como los dominadores. Y el PRD ya piensa como el PAN.

En ese escenario lo más probable es que la contienda por el 2012 sea entre Enrique Peña Nieto (PRI), Marcelo Ebrard (PRD-Convergencia), AMLO (Partido del Trabajo) y Alonso Lujambio-Ernesto Cordero (PAN). Veremos. 

viernes, 9 de julio de 2010

Autoritarismo, fase inferior del calderonismo


En México, el autoritarismo gubernamental ha presentado siempre un rostro que se quiere amable. El priismo encontró una fórmula: el sistema corporativo.

Mediante agrupaciones como sindicatos, organizaciones campesinas y populares en las que se hacía caber todo el país, se confería al sistema una legitimidad, pero sobre todo una unanimidad que lo blindó contra la protesta social.

La sociedad eran sus líderes y éstos interpretaban, encarnaban y expresaban las aspiraciones y anhelos de esa sociedad. Todo lo que existía fuera de esa ficción, todo lo que no se aviniera a esa pretendida uniformidad en realidad no existía, o existía como una forma de desadaptación que, cómo todo lo anómalo, amenazaba la salud del cuerpo social y debía por ello ser, alternativamente, ignorada, combatida, desprestigiada o todo a la vez.

Esa organización corporativa dio además la apariencia de gobiernos con amplia base social. Se configuró así un férreo autoritarismo atenuado con tintes paternalistas. Flores sobre las cadenas mientras los outsiders eran cooptados, perseguidos o exterminados fuera del escenario, en contraste con las dictaduras latinoamericanas que lo hicieron abiertamente.

La derecha panista llegó al poder sin un proyecto democratizador, pero también sin un esquema de gobernabilidad que sustituyera eficazmente el modelo corporativo de manipulación y control social. A ello se añadió el déficit de legitimidad con que Felipe Calderón ocupó Los Pinos --fue literalmente una ocupación-- a partir de 2006.

El 0.56 por ciento con que dijo haber superado en las urnas al opositor Andrés Manuel López Obrador no le aseguraba una sólida base social, necesaria para las condiciones de gobernabilidad que todo proyecto político requiere.

Inspirado en la figura del también impugnado Carlos Salinas de Gortari --quien con dos manotazos, uno contra los líderes del sindicato petrolero y otro contra el líder vitalicio del magisterio, agrupaciones con pésima fama pública por ser paradigmas de la corrupción institucionalizada, logró una rápida legitimación-- Calderón declaró la guerra a los cárteles de la droga y sacó al ejército a las calles.

El michoacano no logró, sin embargo, la ansiada legitimidad, como lo demostró un hecho incontrastable: a diferencia de Salinas, quien arrasó en las elecciones intermedias de 1991, Calderón perdió en 2009 la mayoría que su partido tenía en el Congreso.

Para muchos observadores esa derrota significó la terminación de un sexenio que nunca cobró impulso. En un intento fallido por relanzar su presidencia, el panista convocó a un programa de 10 puntos que se tradujeron en iniciativas de reforma política, de seguridad pública y laboral que no han prosperado, pues carece de los votos legislativos necesarios y no tiene una base social para presionar por esos cambios que, además, resultan claramente antipopulares.

Calderón y su partido están y actúan como acorralados. Han hecho a un lado las formas y la han emprendido contra la sociedad, mediante un autoritarismo descarnado, ya sin el barniz de la "dictablanda" priista.

Como si se tratara de castigar el rechazo que la sociedad le ha manifestado en las urnas, y en medio de la crisis económica global que causó en México los peores estragos debido a la errática y tardía, cuando no omisa reacción gubernamental --según los principales organismos económicos internacionales-- a fines del año pasado incrementó los impuestos.

Adicionalmente, la guerra contra el crimen organizado devino guerra contra la sociedad civil. Los ejemplos se multiplican: los asesinatos a manos del ejército de dos estudiantes del "Tec" de Monterrey, y de los niños Bryan y Martín Almanza Salazar, en Tamaulipas. La masacre de 16 jóvenes reunidos en una fiesta en Villas de Salvárcar, en Ciudad Juárez.

En esos y otros episodios menos difundidos, calificados por Calderón como "daños colaterales" destaca la intensión gubernamental por, en ese orden, criminalizar a los caídos, ocultar su identidad, alterar ilegalmente la escena del crimen, engañar atribuyendo los decesos al "fuego cruzado" y obstruir las labores de investigación de los organismos de derechos humanos.

El procedimiento es, a la vez, un mensaje: "somos un gobierno en guerra y nadie de los nuestros será juzgado por sus acciones, así se juzguen criminales, ni en éste ni en otros ámbitos".

El ejemplo más reciente: César Nava, presidente nacional del PAN, presentó, en el marco de la recién concluida disputa electoral,  grabaciones atribuidas a mandatarios estatales priistas. Incurrió con ello en un delito federal en los mismos términos por los que fue acusada y se le sigue un proceso penal a la ex subsecretaria de Comunicaciones Purificación Carpinteyro (quien habría filtrado la conversación en la que el entonces secretario del ramo, Luis Téllez acusaba a Salinas de Gortari de haberse robado la partida secreta). Nava, en cambio, no ha sido molestado por su delito ni con el pétalo de una averiguación previa.

La ofensiva autoritaria de Calderón contra la sociedad es abierta y total e incluye no ceder ninguna plaza, ninguna cabeza, así se atropellen todas las formas legales, como lo muestran las presiones contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para no responsabilizar al ex director del IMSS, Juan Molinar Horcasitas, por el desorden generalizado que condujo a la tragedia en que murtieron calcinados 49 infantes y otros 104 resultaron heridos.

En una insólita resolución se determinó que hubo responsabilidades incumplidas, pero no responsables, con lo que además quedaron exonerados el actual director del IMSS, Daniel Karam, el ex gobernador de Sonora, Eduardo Bours, así como los dueños de la Guardería ABC, entre los que figuraba Marcia Gómez del Campo, prima de Margarita Zavala, esposa de Calderón.

Inclúyase en la lista de agravios ilegales y autoritarios, la extinción de Luz y Fuerza del Centro, la ofensiva contra la huelga minera de Cananea o contra los familiares de los mineros que reclaman los cuerpos de los mineros muertos en Pasta de Conchos.

Desembozado, Calderón añade como enemigos a los medios de comunicación y a la Comisión Nacional de Derechos Humanos. A los primeros les mandó decir --a través del ya infaltable secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont-- que moderen su lenguaje al reportear hechos de violencia; y a la segunda, a no convertirse en "tonta útil" del crimen organizado, sólo porque reveló las maniobras gubernamentales y de la Sedena para tergiversar los hechos y proteger a los militares que asesinaron a los niños Almanza en Tamaulipas.

Tenemos, pues, un gobierno en abierta confrontación con la sociedad, un gobierno que vulnera garantías fundamentales, que atropella derechos humanos y que, en conjunto, viola los principios del Estado de derecho al actuar impunemente contra la sociedad, todo lo cual está configurando un clima autoritario con todos los rasgos de una dictadura.

Veremos...

lunes, 5 de julio de 2010

PRI-PAN: el gran acuerdo

Más allá de los resultados electorales de la jornada de ayer, y de las escaramuzas poselectorales que vendrán, lo que estas elecciones mostraron fue la degradación de la legalidad --también en este ámbito-- y el acuerdo básico que existe entre el binomio PRI-PAN, a una década de iniciada lo que los voceros gubernamentales y sus propagandistas (columnistas, editorialistas e intelectuales orgánicos) llamaron la "transición a la democracia" o la vuelta a la normalidad democrática.

Ello porque --sostenían-- por fin los votos se contaban y eran éstos los que decidían quien debía gobernar.

Lo malo es que las elecciones en México siguen siendo una apariencia que los ciudadanos vemos a través de lo que reflejan los medios, algo así como los presos de Platón (véase la alegoría de la caverna), los cuales permanecían desde su nacimiento encadenados sin poder moverse ni voltear hacia atrás donde una hoguera proyectaba hacia el muro que podían ver, sólo las sombras de los objetos reales que pasaban a sus espaldas.

Estos hombres encadenados se habían acostumbrado a tomar como verdad las sombras de los objetos proyectadas sobre las rocas, pero no podían conocer todo lo que ocurría a sus espaldas, ni cómo eran en realidad esos objetos.

Una década después de la llamada transición a la democracia, y luego de las evidencias disponibles, puede afirmarse que la tal transición sólo fue un eslogan propagandístico con el que el grupo hegemónico en el poder disfrazó la sustitución de un grupo gobernante por otro: El PAN en lugar del PRI.

Ambos partidos mantienen una alianza histórica que, como recuerda Jaime Avilés (La jornada, 3 de julio/2010)se remonta a 1988 con la convalidación panista del fraude electoral que impuso a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia, y cuyo principal instrumento fue el hoy secuestrado Diego Fernández de Cevallos.

El acuerdo volvió a funcionar en 2006. Relegado a un lejano tercer lugar en las preferencias electorales de ese año, el PRI convalidó el fraude electoral operado para imponer a Calderón en Los Pinos, a sabiendas de que ese resultado no representaba ningún riesgo de cambio en las estructuras políticas y de gobierno edificadas sobre las bases de la corrupción y la impunidad, durante más de 70 años de priismo.

Si se observa con atención, se comprobará como esos dos partidos escenifican escaramuzas en torno a temas difíciles que aparentemente los contraponen, pero al fin de cuentas terminan apoyándose uno a otro, parapetados en el cuento de que lo hacen en nombre del interés nacional y del mantenimiento de una institucionalidad que defienden porque se traduce en lucrativos negocios.

Los aumentos de impuestos a la población, la privatización de empresas públicas en favor de intereses nacionales y trasnacionales, la política laboral inclinada a los intereses patronales, la ofensiva contra sindicatos independientes y con tradición de lucha como el Mexicano de Electricistas, o los mineros de Cananea. En todos esos temas el PRI ha criticado el proceder del gobierno federal panista, pero cuando se trata de traducir esas críticas en votos, desaparece la oposición y se avala cualquier medida antipopular.

El reclamo que la presidenta nacional del PRI, Beatriz Paredes, enderezó el martes pasado contra Calderón, en ocasión del asesinato del candidato priista al gobierno de Tamaulipas, puede leerse como el reclamo de un socio a su contraparte que ha incumplido con las cláusulas no escritas de un pacto esencial: disputémonos el poder entre nosotros, repartámonos el control y la explotación de los recursos de este país, pero sin necesidad de guerras sucias y, sobre todo, sin alianzas que puedan constituir una fractura en la rotación del poder.

El tema de las alianzas escoece al PRI de manera notable. Acuciado por un panorama que se preveía catastrófico para las elecciones de ayer en 14 estados, el PAN decidió incluir en ese acuerdo fundamental, sin notificación previa, a un PRD encabezado por una dirigencia débil y ya cooptada, vía los buenos oficios de Manuel Camacho con Calderón, con el fin de no retrasarse demasiado en la disputa por la presidencia del 2012.

No se piense que el tácito acuerdo PRI-PAN incluye la rotación mecánica del poder. El bipartidismo de facto que proponen, incluye que cada uno buscará ganar y usufructuar ese poder. De ahí el empleo de todo el arsenal de tácticas fraudulentas de que hemos sido testigos en estos meses de campañas electorales en los estados.

La autoridad electoral (el IFE) y las instancias aledañas como la Fiscalía Especial contra Delitos Electorales (Fepade) o el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) son, en este esquema, organismos cooptados y sin fuerza convertidos en componentes de ese juego de apariencias que los ciudadanos vemos proyectado como sombras en los medios de comunicación, cuyos intereses comerciales y políticos quedan bien servidos dentro del gran Acuerdo.

Un dato revelador de la existencia cosmética o aparente de la autoridad electoral: El IFE dictó el viernes medidas cautelares para que ningún funcionario público, incluido el presidente de la República, divulgara, entre viernes y lunes, logros que pudieran considerarse promoción para algún partido o candidato.

La medida, natural y adecuadamente tardía, era un mero formalismo, pues ya Calderón había concluido su ilegal campaña de tres semanas difundiendo "buenas noticias" con la clara intensión de atenuar la derrota electoral que ya se preveía para su partido.

Este y otros comportamientos dan cuenta del gran acuerdo y su correlato: impedir a toda costa que un tercero, llámese Andrés Manuel López obrador u otro con similares intenciones, se cuele al ejercicio del poder e intente cambiar las reglas. Cerrar el paso a todo lo que amenace la continuidad del gran negocio expresado en el modelo económico neoliberal. Esa es la gran matriz que debe preservarse.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 17 de febrero de 2010

Fernando Gómez Mont : corromper la política



A Fernando Gómez Mont, el secretario de Gobernación de Felipe Calderón, bien puede aplicársele aquel silogismo que los musulmanes idearon para deshacerse de la famosa Biblioteca de Alejandría.

Si la biblioteca tiene entre sus obras al Corán, hay que quemarla por inútil (pues la obra, razonaban, ya existe en otras colecciones). Y si no lo tiene, hay que quemarla...por impía. 

Del mismo modo, Gómez Mont tiene sus días contados como secretario de Gobernación, a menos que el cinismo haya terminado por apoderarse de esta administración. Su vacilante y ambigua actuación de los últimos días ha concluido con una especie de inmolación que lo deja vacío de credibilidad y, lo que es peor, sin honorabilidad ante él mismo y ante la nación.

Su renuncia de la semana pasada al Partido Acción Nacional (PAN), por estar supuestamente en contra de las alianzas electorales con el Partido de la Revolución Democrática, lo colocó como el único panista del gabinete con personalidad y convicción propias. Pese a que su lance lo dejaba fuera de un partido, para varios observadores su figura creció políticamente hasta tomar la talla de precandidato a la presidencia.

Pero vinieron las revelaciones. Primero, se conjeturó que Gómez Mont habría ofrecido al PRI detener la alianza PAN-PRD en Oaxaca a cambio de que los del tricolor aprobaran la Ley de Ingresos 2010 de Calderón.

Pero eso dejaba mal parado al michoacano, pues se asumía que él estaba detrás de ese presunto acuerdo, y que al autorizar las alianzas con el PRD incurría en una doble traición: dejaba colgado de la brocha a su secretario de Gobernación y le incumplía al PRI.

Sea porque se lo hayan ordenado o porque decidió que era menester hacerlo ante la andanada de conjeturas, el lunes pasado Gómez Mont tomó el teléfono y llamó a Pascal Beltrán del Río, director Editorial de Excélsior, para confirmar que, en efecto, el tal pacto con el PRI sí existió, pero que fue una iniciativa suya, "una decisión personal" de la cual enteró a Calderón "ex post", es decir, hasta enero.

Si eso ocurrió, Calderón tiene un secretario de Gobernación proclive a adoptar graves decisiones sin su participación, lo cual lo desautoriza como conductor del diálogo político con los partidos, pues ofrece compromisos que no puede cumplir.

En cambio, si el ocupante de Los Pinos siempre estuvo al tanto del acuerdo --lo cual es muy posible-- y lo incumplió premeditadamente en su ansia por detener el presunto avance priista hacia la presidencia, entonces Gómez Mont queda como un pelele que prefiere sacrificar su autoridad moral y credibilidad (cualquiera que ésta sea) para salvar a su jefe.



En ambos supuestos, Gómez Mont ya no tiene nada qué hacer en Bucareli. Mantenerlo allí no parece sino una confirmación de que Calderón fue quien urdió el referido acuerdo y es la forma en que trata de pagar la autodefenestración de su secretario. 

Ahora se sabe que su renuncia al PAN no fue sino una desesperada maniobra distractora o un intento por dar al Secretario una salida digna que dejara a salvo su credibilidad al presentarla sólo como resultado de su oposición a las alianzas.


Falló el cálculo, surgieron las revelaciones y ahora la figura política del número dos del gabinete quedó reducida a nada, pues de paso su infidencia destapó al PRI al revelar la complicidad de este partido en un acuerdo que sacrificó a la población, al aceptar el aumento a los impuestos en un entorno de crisis a cambio de ventajas electorales.


En último término, lo que el episodio deja al descubierto es la forma perversa en que se negocia el interés nacional en el seno de los partidos, a cambio de ventajas económicas, políticas o electorales. No es que no se supiera, pero ahora ha quedado plenamente documentado.

Revela, además, el grado de descomposición y corrupción políticas al que el binomio PRI-PAN, coptado por los poderes fácticos, ha conducido al país. Y por añadidura, desnudan la hipócrita tesis de la reforma política del calderonismo que supuestamente pretende devolver el poder a los ciudadanos.

Sin transparencia, con acuerdos secretos adoptados de espaldas a la nación y a conveniencia de la coyuntura política, aquellos seguirán excluidos por más reformas cosméticas que se intenten y cuyo fin último, ahora se ve, es mantenerlos manipulados.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 27 de enero de 2010

César Nava, el PAN y los niños



Una desafortunada coincidencia --para César Nava, presidente del Partido Acción Nacional-- hizo coincidir ayer por varias horas su artículo semanal en la versión online de El Universal, con una nota que desnuda el fariseísmo panista.

El texto del presidente nacional del PAN reafirma la justificación que ha propalado en cuanta entrevista ha concedido durante los últimos días, acerca de por qué se opone a la adopción de niños por matrimonios del mismo sexo.

Como se sabe, para camuflajear su homofobia y abierto sentido discriminatorio y mantenerse en lo políticamente correcto, recurrió al expediente de fundar su alegato en una pretendida defensa de los derechos de los niños que eventualmente sean adoptados por esas parejas.

Pues bien, junto a su artículo se mostraba este titular: "Trabajan 3.6 millones de menores en México: OIT"

En el cuerpo de esa nota el director de la oficina de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para Cuba y México, Germán López Morales, señalaba que de esa cantidad, una tercera parte, labora en la agricultura y sus subsectores, una de las tres más peligrosas para el sector infantil junto con la construcción y la minería.

El funcionario del organismo añadió que la mayoría de esos menores (personas entre 5 y 17 años) no recibe remuneración alguna y que 1.5 millones no asiste a la escuela.

Ante esta realidad que viola cotidianamente las disposiciones sobre el trabajo infantil y el derecho de los niños a la educación y a la salud, el súbito defensor de los derechos de la infancia en que se ha convertido César Nava no ha dicho una palabra.

Quizá le parezca bien que eso ocurra o tema confrontarse con los intereses de las empresas que así explotan el trabajo infantil. No sería raro que así fuera, pues en otro ámbito --el de la comida chatarra-- el PAN ha frenado en el Congreso, durante los dos últimos años, la aprobación de reformas a la Ley General de Salud para acotar la publicidad de ese tipo de productos y obligar a los fabricantes a incluir en las etiquetas la leyenda: "el abuso en el consumo de este producto puede provocar obesidad" (La Jornada, 27 enero/10).

Ante las presiones de empresas como Sabritas, Bimbo y Marinela, el Congreso no ha dictaminado 60 iniciativas para frenar la venta de comida chatarra y la publicidad en los programas destinados al público infantil.

Todavía más, no obstante que apenas la semana pasada la Secretaría de Salud (Ssa) presentó un informe que coloca a México como el país con mayor población infantil obesa, los legisladores panistas presionaron ayer para que la Comisión de Educación de la Comisión Permanente acordara solicitar al gobierno de Felipe Calderón que no publique los lineamientos de venta de comida chatarra en las escuelas, hasta en tanto la Ssa no realice un estudio integral sobre el efecto del consumo de frituras y refrescos en la salud de los niños.

Así protege el PAN los intereses de esas industrias y descobija los derechos de los niños, como los de alimentación, educación y trabajo.

A la luz de estos hechos, juzgue el lector si, en el caso de las adopciones, se trata de defender los derechos infantiles que en otros ámbitos se desprotegen impune y abiertamente, o si en realidad estamos, de nuevo, ante la inmoral doble moral panista, esa sí de origen claramente genético.

¡Hasta la próxima!

lunes, 25 de enero de 2010

Partidos políticos y alianzas

A Jordana, porque desde que 
llegaste la vida es una fiesta

Acaso lo único positivo que han mostrado las posibles alianzas electorales entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sea el hecho de que han corroborado cómo duele al partido oficial la negativa de amplias franjas de ciudadanos de reconocer como legítima la investidura presidencial de Felipe Calderón.

El hecho de que la primerísima condición que han impuesto los panistas a quienes pretendan ser candidatos de esa malhadada alianza sea precisamente que reconozcan al michoacano como Presidente, muestra hasta qué punto les afecta esa ilegitimidad de origen.

Ese reconocimiento sería --incluso más que gobernar los estados donde eventualmente se alíen-- la mayor ganancia política que obtendrían los panistas, pues además del reconocimiento del propio partido que se dijo ofendido por el robo electoral, el hecho desautorizaría el cuestionamiento permanente sobre la ilegitimidad presidencial del movimiento cívico que encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Tras la debacle electoral de julio de 2009, la llamada izquierda partidista ve en esas alianzas su última oportunidad de sobrevivencia. Tal es la indigencia ideológica en la que se desenvuelve y tal su incapacidad para ofrecer a los ciudadanos una alternativa real allí donde ha sido gobierno.

Esto último y la falta de trabajo político de base explican su pobre condición electoral actual que la conduce, en nombre de un crudo pragmatismo --en realidad burdo oportunismo-- a aceptar aliarse con una porción de la derecha partidaria aun incluso a cambio de avalar las elecciones de 2006.

Los argumentos son insólitos: Manuel Camacho Solís, coordinador nacional del Diálogo por la Reconstrucción de México (DIA) --que agrupa al PRD, PT y Convergencia-- sostiene que si el PRI gana este año todas las elecciones estatales tendrá el camino despejado a la presidencia en 2012.

Y añade: "Si no empezamos a ganar elecciones no vamos a concretar la inconformidad por las condiciones del país con la política". Su lógica no deja de ser curiosa: pretende capitalizar electoralmente la inconformidad de la ciudadanía aliándose con el partido que, precisamente, ha generado con sus políticas antipopulares y erráticas esa inconformidad.

La segunda justificación resulta aún más falaz. Afirman que es necesario abrir la puerta a la alternancia en entidades como Durango, Hidalgo y Oaxaca, las cuales padecen cacicazgos que niegan libertades y violan derechos.

Estamos ante la versión recargada del "voto (in)útil", añagaza que el propio Camacho y otros personajes empujaron para instalar a Vicente Fox en Los Pinos, con los resultados ya conocidos. Para los "chuchos" y para Camacho, la alternancia es un valor en sí mismo que mágicamente cambiará las relaciones sociales y económicas de los pueblos.

Lo que no dicen --sería insólito que lo ignoraran-- es que sin un cambio en el modelo económico y de participación ciudadana la alternancia, como se ha demostrado en este país, no pasa de ser un "Quítate tú para ponerme yo" para seguir reproduciendo el esquema de dominación económica y política en que se vive.

Documéntese lo anterior con los casos de Nayarit (Antonio Echevarría), Chiapas (Pablo Salazar y Juan Sabines) y Guerrero (Zeferino Torreblanca). En todos ellos, el PRD impulsó candidatos en coalición. Es cierto, ganó las elecciones, pero ninguno de esos personajes hizo un gobierno de izquierda. Antes bien, se acercaron más a los postulados del PAN y en nada cambiaron las condiciones de vida de los lugareños.

Así las cosas, el daño y el desprestigio que los aliancistas están a punto de infringir a la izquierda en México podría ser de proporciones históricas en términos de descreimiento de la gente y de cara al 2012 podría dejar al PRD en una condición aún más precaria de la que se quiere evitar.

Una imagen ilustra lo anterior: Gabino Cué se placeó el año pasado junto con López Obrador por todos los pueblos gobernados por Usos y Costumbres (los más pobres entre los pobres) de Oaxaca. Fue presentado y recibido como la alternativa por la que esos pobladores tendrían que votar para quitarse el yugo del PRI y enfrentar las lesivas políticas del gobierno federal panista.

¿Qué dirán esos pueblos cuando lo vean ahora competir aliado con uno de sus enemigos históricos (PAN)? ¿Qué opinarán cuando ese mismo Gabino Cué les diga --como ha declarado-- que "por congruencia" reconoce como presidente legítimo a Calderón a quien en aquellos mítines en medio del polvo y casuchas mal construidas llamaba "ilegítimo"?

La traición de los "chuchos" y sus acompañantes es mayúscula si se tiene en cuenta que se alían con uno de los representantes de los poderes fácticos que controlan este país. Como ha escrito el maestro universitario Arnaldo Córdova:

"...se sabe muy bien que el PRI y el PAN, siendo diferentes entre sí, no son fuerzas políticas autónomas. Ambos han sido coptados por el gran capital y las fuerzas más reaccionarias de la sociedad mexicana que forman un sólo bloque hegemónico de poder. El PAN gobernó pésimamente y los dueños del poder ya no lo soportan".
Es decir, el PRI y el PAN no son --como pretenden ignorar Camacho y su club-- partidos políticos conformados por ciudadanos que legítimamente enarbolan una ideología específica. Son, en cambio, dos piezas que el poder hegemónico trasnacional utiliza para imponer su modelo de dominación en México.

Cuando alguno de esos dos partidos deja de serle funcional a ese poder, éste lo desecha y recurre al otro. Así se asegura la continuidad de su dominio, con la ventaja adicional que mantiene a los ciudadanos engañados con la ilusión de la "alternancia" y la "democracia".

Desde esta perspectiva, acaso la maniobra aliancista del PRD no sea, en el fondo, más que un guiño destinado al bloque hegemónico en el poder para hacerle ver que esa "izquierda moderna y bien portada" también puede ser confiable en la defensa de sus intereses y que está lista para que le presten el poder durante seis años.

¡Hasta la próxima!

lunes, 6 de julio de 2009

Calderón, el gran perdedor

El Programa de Resultados Preeliminares (PREP) del Instituto Federal Electoral (IFE) indica que, conforme a lo previsto por diversas encuestas previas, en las elecciones de este domingo en México el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tendrá la mayoría en la LXI legislatura de la Cámara de Diputados, y habría ganado cinco de las seis gubernaturas estatales en disputa, pues salvo Sonora, se perfilaba como ganador en San Luis Potosí, Querétaro, Nuevo León, Campeche y Colima.

En el Distrito Federal el Partido Acción Nacional (PAN) habría ganado las delegaciones Benito Juárez, Miguel Hidalgo y Cuajimalpa, en tanto que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) mantendría el control en 12 delegaciones y en la Asamblea Legislativa.

En Iztapalapa se perfilaba como ganador el Partido del Trabajo (PT) al que apoyó la corriente de Andrés Manuel López Obrador tras el fallo del Tribunal Federal Electoral que a tres semanas de la elección determinó que Silvia Oliva, la candidata de Nueva Izquierda (NI) tendría que ser la candidata del PRD en la demarcación en lugar de Clara Brugada.

Así que PRI, PAN, PRD en ese orden, se mantienen como las principales fuerzas políticas del país. En cuarto sitio se estaría posicionando el Partido Verde Ecologista (PVEM), mientras que el Partido Social Demócrata (PSD) perdería su registro al no alcanzar el 2 por ciento de la votación nacional.

Es preciso acotar que, de acuerdo con el PREP, el PVEM estaría disputando la cuarta posición con el llamado voto nulo (1.3 millones de sufragios) y en estados como Jalisco y Aguascalientes ese voto sería la tercera fuerza política. Ello no es otra cosa que la manifestación de la crisis de credibilidad y re representatividad que aqueja a nuestros sistema político y de lo cual habrá que tomar debida nota.

Una primera aproximación a estos resultados indica que los grandes perdedores han sido Felipe Calderón y Germán Martínez, este último como líder nacional del derechista Partido Acción Nacional, quien mantuvo una dura campaña contra el PRI al relacionarlo con el narcotráfico, la corrupción y las crisis económicas.

Aunque extrañamente el tema económico y su manifestación en el creciente desempleo y carestía, fue uno de los grandes ausentes en las campañas, se mantuvo presente en el ánimo de los electores quienes se han inclinado mayoritariamente por el PRI al que si bien identifican con la corrupción, también admiten que por lo menos "deja caer algo para los de abajo".

Un aspecto que llama la atención es la falta de correspondencia entre los altos índices de aprobación que entre la gente presuntamente mantiene el señor Calderón, de acuerdo con varias encuestas, y la estrepitosa derrota que acaba de sufrir su partido.

Quizá estemos ante un efecto boomerang, pues los medios de comunicación denostan constantemente a los partidos políticos, pero en general mantienen intocada la figura presidencial. El propio PAN habría entonces sido víctima de esa percepción contraria a los partidos.

Otra primera lectura de estos resultados confirmaría el desdibujamiento de la izquierda en México, cuyo principal representante, el PRD, si bien está en el tercer sitio de las preferencias, se mantiene a 15 puntos porcentuales del segundo lugar y a casi 25 del primer sitio, en algo que seguramente es resultado de las disputas internas que lo mantienen en vilo desde la elección de su dirigencia en marzo de 2008.

El presidente nacional de ese instituto, Jesús Ortega, seguramente acusó el golpe y esta misma noche ha declarado que se expulsará a quienes dentro del partido hayan apoyado a otras fuerzas políticas, lo que prefigura el conflicto anunciado y largamente pospuesto entre las corrientes Nueva Izquierda (NI) y la lopezobradorista Izquierda Unida (IU).

Quien volvió a demostrar su eficacia operativa fue precisamente López Obrador. Todos sus enemigos, desde Carlos Salinas de Gortari hasta el actual ocupante de Los Pinos debieron haber tomado nota de cómo una vez más parece haber escapado al intento de arrebatarle a su corriente el control de Iztapalapa, un importante y clave reservorio de votos para quien pretenda dominar la capital del país.

En una rápida maniobra ante el fallo del Tribunal Federal Electoral que quitó a Clara Brugada su condición de candidata a delegada por esa demarcación, para otorgársela a la representante de NI, López Obrador llamó a votar por el PT para que una vez ganada la delegación el candidato de este partido renunciara y así el jefe de gobierno pudiera proponer a Brugada como sustituta para el puesto.

La ventaja preeliminar que manifiesta el PT de 22 mil 600 votos por 21, 500 del PRD hacen presumir que la estrategia de López Obrador se habría impuesto sobre su propio partido y sobre quienes a escala federal quisieron endilgarle una derrota a su movimiento.

Y sin embargo, habrá que acreditarle al propio AMLO y a la izquierda en general su parte de responsabilidad en el ascenso del PRI, pues salvo en algunos momentos, la izquierda nunca pudo diferenciarse plenamente del resto de los partidos una vez llegados al poder.

Si bien es difícil hacer cambios radicales en, por ejemplo, el modelo de desarrollo económico el cual es aplicado desde la presidencia de la República, sí existe cierto margen de maniobra que permitiría a la izquierda diferenciar sus gobiernos, su comportamiento ético y sus procedimientos internos de modo que la gente percibiera una forma diferente de hacer política.

No ha sido el caso. En vez de eso se han cometido fraudes a sí mismos, no tienen un programa unificado para ofrecer al país y para colmo, algunos de sus representantes, cuando son gobierno, han incurrido en las mismas prácticas clientelares y corruptas que los partidos de derecha. Así no han sido capaces de ofrecer a la ciudadanía una auténtica alternativa de gobierno. Esa es una alta responsabilidad por lo que un ajuste de cuentas interno está pendiente y debiera ser obligado en una coyuntura como la presente.

Lo que vendrá con una legislatura dominada por el PRI es que Calderón tendrá que negociar más de cerca con un partido al que, a través de Germán Martínez, calificó de corrupto y ligado al narco. El PRI, por su parte, seguramente aprobará algunas de las reformas que envíe Calderón, tratándo de consolidar su imagen como una agrupación que sabe negociar y aportar soluciones, esto de cara a las presidenciales de 2012.

En ese contexto es muy previsible que el PRI-PAN aprueben para empezar, el paquete económico de 2010 que seguramente incluirá gravar con el IVA alimentos y medicinas que le permitan al gobierno tapar el "boquete financiero" provocado por la caída en la recaudación.

El PRI está de nuevo entre nosotros. Y en un país que no fue capaz de completar su transición a la democracia, ese regreso no es una buena noticia.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 15 de abril de 2009

PAN: la transición perdida

Cuando casi todo mundo vacacionaba a cuenta de la semana santa, la Auditoría Superior de la Federación (ASF), dependiente de la Cámara de Diputados, vino a recordarnos la catástrofe que para el país significó en todos los ámbitos de la vida pública el gobierno panista de Vicente Fox.

Al concluir la fiscalización de la cuenta pública de 2006, último año de gobierno del político guanajuatense, la dependencia concluye que ha sido la administración con el peor desempeño en los últimos 18 años (tres sexenios), pues en el periodo 2000-2006 la economía creció apenas 2.3 por ciento al año (con Ernesto Zedillo creció 3.5 por ciento, pese a la crisis de 1994-1995); en competitividad en el mundo México pasó del lugar 42 al 64 y sólo se generaron 224 mil empleos anuales, mientras que su antecesor creó 600 mil puestos de trabajo cada año.

En ese informe figuran otras cifras que dan cuenta del errático y hasta presuntamente corrupto manejo de las finanzas públicas, pues el último año de esa malhadada administración panista, el gobierno contó con 310 mil millones de pesos adicionales debido a los excedentes por ingresos petroleros, de los cuales hasta ahora no hay indicios de que se hayan aplicado en algún rubro.

Esos datos son, en sí mismos, demoledores, pero además tienen la virtud de centrar la atención en tres cuestiones a menudo soslayadas en el debate político actual: primero, que en México el cacareado proceso de transición democrática no fue tal; segundo, cómo combatir la impunidad de los gobernantes fallidos y tercero, la necesidad de revisar los sistemas de información y fiscalización institucional, pues son lentos y evitan que la sociedad adopte a tiempo las medidas correctivas pertinentes.

Un auténtico proceso de transición a la democracia requiere de varias condiciones, ante todo, de una reforma del Estado que garantice transparencia, una efectiva rendición de cuentas, no la contrahechura en que se ha convertido el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI).

Un dato demuestra la simulación de la pretendida política de transparencia: en el actual sexenio aumentó 64 por ciento el número de expedientes clasificados por el gobierno. Al cierre de la gestión de Fox había tres millones 839 mil 296 documentos a cuyo contenido la ciudadanía no podía tener acceso, los cuales se incrementaron a cinco millones 935 mil 808 durante la presente administración, según datos del Índice de Expedientes Reservados del IFAI.

Otra condición para una real transición democrática es la necesidad de un nuevo orden político, que incluya eliminar todo el andamiaje institucional diseñado para alentar la corrupción, el encubrimiento, el tráfico de influencias, la opacidad y la ineficiencia en el quehacer gubernamental.

Eso, como se sabe, no ha sido una prioridad en los gobiernos federales panistas, quienes han pretendido vender, con relativo éxito, la falsa idea de que la alternancia en el poder es en sí misma, un proceso de transición democrática.

El segundo aspecto, el de la impunidad, tiene que ver con ese entramado institucional que le permite al señor Felipe Calderón mantener lejos de la justicia y protegido a su antecesor, pero aún peor, la falta de mecanismos para que la propia sociedad pueda llevar ante los tribunales a los gobernantes cuyas fallas atentan contra el desarrollo del país.

Paralelo a lo anterior, es preciso que los mecanismos de fiscalización sean más ágiles, pues no es posible que después de casi tres años, apenas vengamos a enterarnos de los datos duros que configuraron el auténtico fraude a la nación que representó la presidencia foxista.

Eso demuestra la urgencia de legislar en asuntos como la revocación del mandato, pues con una figura legal como esa y con información oportuna, se evitaría, a tiempo, mantener en el poder a quienes hunden al país.

En las próximas elecciones del 5 de julio, el PAN se ha propuesto obtener una mayoría legislativa que le permita imponer leyes que, como en el caso de la reforma petrolera, están claramente en contra del interés nacional.

Los datos que ahora reveló la ASF, deberán ser tomados en cuenta por los electores para decidir si extienden un nuevo cheque en blanco y le otorgan esa mayoría a gobernantes que han ofrecido tan magros y lamentables resultados.

¡Hasta la próxima!

lunes, 6 de abril de 2009

Campaña sucia, el otro debate

La política fue, en principio, el arte de
impedir a la gente meterse en lo que le
importaba. Después agregósele el arte de
comprometer a la gente a decidir sobre lo
que no entiende

Paul Valery


El dirigente del Partido Acción Nacional (PAN) inició hace tres semanas lo que se califica como una "campaña sucia" contra el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al que primero emplazó a definir, de cara a la opinión pública, si estaba con el Presidente o no, en la lucha contra el crimen organizado, y luego lo acusó de ser un partido narco.

Ese episodio reavivó en los medios de comunicación la polémica acerca de la validez de las campañas sucias. Algunos columnistas las rechazan; otros sostienen que son parte de la competencia democrática. Ponen como ejemplo a Estados Unidos. Allá, argumentan, los candidatos "se tiran con todo", pero tras las elecciones saben acatar los resultados y se circunscriben a la institucionalidad.

El problema, nos parece, depende de la cultura política de los electores. En México, hay que decirlo, en general la gente tiene una pobre formación política que la hace fácilmente influenciable por este tipo de propaganda. Y eso ocurre en todos los ámbitos del espacio público.

Recién lo vimos en el fútbol. Un seleccionado nacional insultó a un reportero diciéndole que la diferencia entre ambos era que él estaba en Europa. Ese fue un comentario claramente denigratorio y racista. Tácitamente le dijo que quienes viven aquí son, por ese sólo hecho, ciudadanos inferiores.

Tres días después el público --generoso y paciente como es, según algunos-- coreaba el nombre de ese jugador como si no los hubiera insultado, así sea de manera indirecta.

En una campaña electoral lo que tratan de evitar los políticos es que el de enfrente se les adelante, no en cuanto a ganar la preferencia del electorado, sino en las formas de manipularlo.

De ahí que si se analiza con detenimiento, se verá que toda la historia de las reformas en materia electoral realizadas aquí los últimos 20 años tienen que ver con la imposición de candados para evitar que los hombres del poder o los propios partidos políticos, obtengan alguna ventaja frente al electorado. No se trata de reformas positivas, sino negativas.

Nuestra democracia es muy cara, suele afirmarse. Y en efecto lo es, y todo porque se construyen instituciones para evitar que unos manipulen más que otros. El IFE, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y toda la maraña burocrática construida alrededor de las elecciones cuesta dinero al país, lo lamentable es que sean tan ineficaces y que no tengan otro propósito más que cuidarle las manos al de junto.

De ahí que en este país el Presidente esté legalmente impedido para hacer proselitismo abiertamente en favor de su partido, aunque siempre se las arregle --faltaba más-- para transgredir esa norma.

No es aventurado afirmar que la verdadera razón de esa prohibición radica en el peso simbólico que entre los mexicanos conserva la figura presidencial. Y esa preeminencia de los símbolos sólo se observa en sociedades políticamente atrasadas.

Pese a los avances registrados, en vastos sectores de la población, la autoridad, y más si se trata del Presidente de la República, tiene aún un halo de respetabilidad y fuerza. Es, sin duda, de uno de los resabios más funestos del exacerbado presidencialismo que vivimos por más de siete décadas.

La falta de madurez política del electorado que asiste a las elecciones como quien acude a un mercado, a escuchar la mejor oferta del día --y ello incluye quien y cómo le pega a su contrincante-- lo hace fácil presa de las imágenes simplificadas en que se basan las campañas sucias.

Los gobiernos y sus partidos conocen muy bien al público. Lo tienen bien medido. Saben cómo y cuándo espantarlo, deslumbrarlo o azuzarlo, es decir, cómo y cuando manipularlo.

El PAN está recurriendo a la misma táctica que le resultó en 2006, cuando calificó a Andrés Manuel López Obrador como "un peligro para México". Es probable que no mienta al recordar el talante antidemocrático y corrupto del PRI. Pero de ellos podría decirse exactamente lo mismo, y ejemplos sobran.

La discusión, sin embargo, no es saber quien miente o quien le tira más lodo al adversario. Tampoco debe centrarse el debate en el contenido, eticidad y consecuencias políticas de las campañas sucias; si deben permitirse o no. Es intrascendente legislar para impedirlas (los tramposos siempre encontrarán un resquicio para violar la ley).

El verdadero debate --y en eso tienen responsabilidad los partidos políticos y la sociedad en su conjunto-- es cómo convertir al elector, que actualmente es tratado como un cliente al que se compra o inhibe con despensas o campañas de miedo, en un verdadero ciudadano.

Si en lugar de sólo electores tuviéramos ciudadanos concientes, informados y en pleno ejercicio de sus derechos, este tipo de propaganda sería impensable en nuestro medio.

Los propios ciudadanos la condenarían. El partido que lo intentara quedaría en ridículo y expuesto al rechazo generalizado. Las campañas sucias son una verguenza, no tanto porque reflejen el atraso de la clase política, sino porque reflejan el atraso de los ciudadanos que las permitimos, las consumimos, las atendemos y hasta dejamos que orienten nuestro voto.

¡Hasta la próxima!