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jueves, 26 de julio de 2012

El fraude intangible

"A López Obrador nunca lo iban a dejar llegar".

Con matices, la frase se repite en las conversaciones cotidianas, y en medio de la confusión y el vocinglerío poselectoral resulta de lo más significativo a escala de la calle.

Significativo, sí. Porque en ese vago "lo iban", donde el sujeto (ellos) aparece elidido, habita una certeza: la existencia de un poder superior, que no es obviamente el de los ciudadanos que depositan su voto en las urnas, pero capaz de decidir por encima de la voluntad de millones quien debe o quien no debe "llegar".

La aceptación fatalista de esa realidad ocurre, entre otras razones, porque no se sabe bien a bien quienes son esos decisores. Se habla del duopolio televisivo (Televisa-TV Azteca) y sus personeros que salen a cuadro y que, a manera de pararrayos, concitan de cuando en cuando la ira popular (recuérdese el caso de la supuesta agresión al periodista Carlos Marín del grupo Milenio-Televisa mientras caminaba por la calle cerca de una manifestación juvenil).

Ellos, así como otros opinadores de medios alineados con los intereses económicos dominantes (Excélsior, El Universal, Organización Editorial Mexicana, La Crónica de hoy, La Razón y Radio Fórmula, entre otros) Son ciertamente la cara visible y acaso los operadores de los mecanismos de dominación, pero no son el verdadero poder.

Éste se encuentra en la forma cómo está organizado el mundo: mediante un entramado de instituciones, organismos internacionales, empresas multinacionales (Procter and Gamble, Coca-cola, Walmart), entidades financieras y la industria militar, con ramificaciones en las oligarquías de cada país, y desde cuyos organigramas diariamente se manejan y controlan una multiplicidad de operaciones legales e ilegales en todo el  mundo. Incluidos, desde luego, los simulacros electorales que mantienen la ilusión de un "mundo libre", en el que, según eso, el poder y la voluntad de los ciudadanos se manifiesta en las urnas. 

Ese conglomerado de instituciones e intereses conforma el gran poder que rige nuestras vidas y cuya existencia está perfectamente intuida por el hombre de la calle en ese sujeto elidido, en ese "ellos" connotado en la frase  "...nunca lo iban (ellos) a dejar llegar". Fue ese entramado el que actuó durante el pasado proceso electoral para concretar su designio: imponer a Enrique Peña Nieto como presidente de México.

Tanto sus identidades como sus métodos permanecen ocultos; los primeros, camuflajeados entre nombres de "honorables" consejos de administración o protegidos por gobiernos; los segundos, los métodos, mediante la aplicación de modernas técnicas de la persuación y propaganda.

Ese secreto en que se desenvuelven y operan es vital para la supervivencia del sistema-mundo que regentean. Y si se duda, véase un ejemplo cercano e inmediato: el pasado 10 de julio en México, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en una decisión insólita, ordenó mantener en secreto la identidad de los beneficiados por el Sistema de Administración Tributaria que en 2007 canceló créditos fiscales por casi 74 mil millones de pesos.

Merced a ese secreto, por ejemplo, nunca sabremos los nombres de las empresas así beneficiadas por eso que en los hechos es una escandalosa e ilegal condonación de impuestos, ni tampoco conoceremos la identidad de sus dueños que permitiera establecer o descubrir ligas o nexos con el poder público.

Tampoco conoceremos si entre esos beneficiarios figuran sucursales de empresas nultinacionales y si éstas, en reciprocidad por el favor recibido, destinaron apoyos ilegales o encubiertos al candidato presidencial del PRI. O si hay empresas favorecidas con concesiones obtenidas vía sobornos a autoridades, como el caso nunca investigado aquí de la empresa Walmart.

Mientras eso ocurre en las alturas, a ras de calle se persigue y se boletina profusamente --pues allí no hay el subterfugio del secreto bancario-- a los causantes menores que se retrasan en sus pagos al fisco.


En lo que toca a los métodos son tan eficaces que resulta difícil seguirlos. Confróntese al efecto la siguiente (lamentable) declaración del consejero electoral Lorenzo Córdova al poner en duda el efecto de las encuestas sobre los ciudadanos: "Se emitieron metodologías, se rindieron informes de cumplimiento...no hay un elemento claro que en automático traduzca los sondeos en incidir en favor del puntero o en su caso desalentar a otros votantes. En eso entramos ya en las subjetividades".

Para el consejero Córdova lo que vale, el dato duro y objetivo, fuera de toda "subjetividad" son las metodologías entregadas al IFE por las casas encuestadoras. Y pretende hacer creer que ese cientificismo de las metodologías prueba que las encuestas no fueron trampeadas. Lo que ignora Córdova es que la ciencia no funciona así. La ciencia no da cheques en blanco, no establece verdades eternas. Algo puede ser cierto hoy, pero dejar de serlo mañana a la luz de nuevas evidencias.

En todo caso ¿qué le dicen al consejero las amplias disparidades entre lo que difundieron las encuestas y el resultado real? ¿Cómo se explica a sí mismo que las metodologías, tan objetivas, tan científicas ellas, hayan fallado de tal modo?  

Habría que explicarle al ingenuo doctor Córdova que el sistema-mundo actúa en ambos terrenos, en el de la objetividad (la compra de votos es un dato real, acreditable empíricamente) y en el de la subjetividad. Y quizá más en éste que en aquél, porque éste se realiza en el terreno de la manipulación de formas simbólicas, donde los fraudes no dejan huellas dactilares.

Por eso al consejero --ignorante del empleo de las técnicas de la persuación estudiadas por las modernas teorías de la comunicación-- le resulta difícil concebir lo que es perfectamente realizable: influir en los electores mediante la difusión de encuestas mentirosas, de modo que se sientan compelidos a actuar en el sentido subliminalmente sugerido (en este caso votar por el "puntero" ante lo inevitable de su "triunfo").

Si ello no fuera perfectamente posible ¿tendría algún sentido que las multinacionales gastaran cada año en publicidad miles de millones de dólares?  Por ello resulta patético mirar a Ulises Beltrán, Roy Campos y a Francisco Agundiz haciéndose cruces por explicar lo inexplicale, cuando la verdad está tan a la mano: mintieron y de ello obtendrán beneficios económicos si se consuma la imposición.

Un último apunte acerca de cómo actúa el sistema en el terreno de lo subjetivo, de lo indemostrable hasta cierto punto. Si, como apuntaba Clifford Geertz, la función de la cultura es dotar de sentido al mundo y hacerlo comprensible, entonces lo que hacen los medios y toda la cauda de opinadores a su servicio, es traducir y hacer comprensible la realidad con arreglo a pautas preestablecidas que, a su vez, producen las actitudes que cada uno o su grupo social tiene hacia la vida.

En ese afán de traducir y hacer comprensible la realidad para el gran público, los medios tienen el efecto de suplantar incluso la propia experiencia. El ejemplo más a la mano es el de un individuo que asiste a un espectáculo de cualquier índole (musical, cultural, deportivo), pero que al día siguiente necesita leer las reseñas para confirmar o conformar su opinión acerca de lo que él mismo presenció.

La propia naturaleza de los medios, intermediarios cotidianos entre la realidad y nosotros, ha condicionado a la gente a desconfiar incluso de su propia experiencia. A esperar a ver qué se escribe o qué se dice de algo para conformar uno su propia opinión, y aun para confirmar que algo en efecto ocurrió.

En ese sentido resulta ilustrativo el comentario de Jorge Castañeda expuesto durante la cobertura especial que Televisa dispuso el día de la elección presidencial. Allí sugirió a los electores desconfiar y descreer de su experiencia inmediata. Aunque usted tenga --dijo-- un amplísimo círculo de amigos que hayan votado por un candidato, no crea que por ello éste resultará ganador.

Porque --continuó-- por mucho que usted escuche a miles decirlo, nunca podrán ser más que los millones de votantes que participan en una elección nacional. El intento de Castañeda es magistral porque el misil apuntaba a destruir, antes de que se generalizara, la percepción de que la mayoría habría votado por un candidato que no era el que las televisoras, el IFE y Los Pinos estaban a punto de anunciar como el ganador.

La lógica detrás del intento es esta: si destruimos la percepción aminoramos el conflicto y se pavimenta el camino para la imposición. Así es como operan. Así lo hicieron durante los últimos cinco años: mediante comentarios e imágenes aparentemente inocuos sembrados en la mente de millones así, como no queriendo la cosa, como lo intentó Castañeda ese domingo 1 de julio.

Por eso un día de 2009 Televisa transmitió un programa especial del día del Padre desde la Plaza de los Mártires, en pleno centro de Toluca, con Enrique Peña Nieto y su familia (¡qué bonito, no?) como anfitriones. Por eso telenovelas como Mañana es para siempre tuvieron locaciones en Toluca y, para inducir la idea de progreso industrial de la entidad (y por asociación automática de su gobernante copetón) el guión del melodrama incluyó una exitosísima feria del queso y de la leche organizada en la región.

Todo eso se niega. "No hay pruebas", dice la televisora "de que hayamos contruido y tratemos de imponer un candidato", cuando lo hicieron a la vista de todos mediante fraudes intangibles que al ponerse al descubierto se intentan descalificar por "subjetivos".

Lo muy objetivo, aunque ya no tan ocultos, son los poderes e intereses alineados y aliados en impedir el voto libre de los electores mexicanos, quienes ya están al tanto de que existen unos "ellos" empeñados en burlar la voluntad general. De ahí la resistencia a la imposición.


miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Hay partidocracia en México?

Suele achacarse a los partidos políticos el atorón de nuestra así llamada transición a la democracia. Se los acusa de no legislar "las reformas que el país requiere", de obstaculizar el funcionamiento de las instituciones democráticas, y de servir al interés de sus cúpulas empeñadas en mantenar sus cuotas y cotos de poder en detrimento del avance social.

El hartazgo que esto provoca condujo a movimientos ciudadanos que en las pasadas elecciones intermedias (2009) llamaron incluso a no votar o hacerlo en blanco, como una forma de repudio a esa partidocracia o gobierno abusivo y dictatorial de los partidos.

Es cierto, los políticos y sus partidos resultan impresentables: son mentirosos, marrulleros y en un verdadero Estado de derecho la mayoría estaría en la cárcel y no medrando con el dinero público en los altos puestos que ostentan.

En alguna de sus crónicas, al reseñar la boda de la hija de un político encumbrado, Carlos Monsiváis imaginó la larga cadena que formarían los amparos que cada uno de los asistentes estaría obligado a cargar consigo si la ley se aplicara.

Y sin embargo, no hay tal partidocracia en México. Si nos atenemos al análisis del politólogo alemán Joachim Hirsch, el Estado (la sociedad política) y la economía son manifestaciones empíricas objetivas de la misma forma social. Es decir, que la sociedad política es, en realidad, una de las formas en que se desdobla el capital.

De acuerdo con esta perspectiva, el poder político no es un poder separado del poder económico. Así, las instituciones políticas como el Congreso, los partidos políticos y el Estado son entidades patrocinadas por los poderes fácticos --el capital-- quienes delegan su poder en aquellos.

No se trata, desde luego, de una relación de subordinados. Cada esfera presenta manifestaciones, racionalidades y contenidos peculiares diferentes. De ahi que no sea una relación excenta de tensiones y contradicciones entre dos poderes que parecen separados y distintos.

Ello explica que la lucha por el poder político en México esté centrada en los representantes de la burguesía nacional (PRI y PAN) ligada desde hace décadas al capital trasnacional. Por ello, gobierne quien gobierne en México, se aplica el mismo modelo que mantiene al país en la órbita de dominio del capital estadounidense y alejado ideológicamente del resto de América Latina.

La lucha por el poder político entre los dos partidos de la derecha adscritos a este esquema es real y sin concesiones; regida por el cálculo que evite dar al contrario alguna ventaja explotable electoralmente, lo cual produce acusaciones mutuas y un empantanamienpo legislativo que hacia afuera es lo que ha sido caracterizado por el aparato de comunicación oficialista como partidocracia, es decir, la preeminencia del interés y el cálculo partidista por sobre lo que se supone es el interés ciudadano o de la Nación, cuando en realidad lo que predomina es el interés de la propia olicarquía financiera, cuyos intereses se ven momentáneamente estorbados por la lucha política de sus propios representantes.

Con el término partidocracia lo que se busca, una vez más, es difuminar y mantener en el anonimato el dominio que ejerce el capital sobre las decisiones fundamentales de un país, atribuyendo a la clase política, es decir, a los empleados, los fracasos, iniquidades e injusticias producidos por el sistema económico y el régimen de acumulación dominante.

Como ha quedado de manifiesto en la crisis de la zona euro --específicamente en los casos de Grecia, Italia, España y Portugal-- ha sido el capital financiero, mediante los organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, quienes, por encima de los gobernantes elegidos mediante el supuesto voto libre y secreto de los ciudadanos, han terminado por imponer y dictar las políticas de ajuste y sacrificio popular que deben aplicarse.

En tales casos ¿dónde quedaron los gobiernos electos libremente por el sufragio popular? ¿En qué momento del que nadie se enteró los ciudadanos de esos países eligieron o cedieron su voluntad a los especuladores para que impongan, como lo hacen, sus políticas restrictivas?

Como se ve, las clases políticas de todo el mundo están en realidad dominadas por el gran capital financiero internacional. Aquí ese dominio denominado báctico porque se ejerce desde las sombras, detrás del trono, adopta el ropaje de una partidocracia. Pero en realidad no existe tal cosa. Los partidos y sus políticos no dominan nada. Son sólo instrumentos, la fachada más bien grotesca que oculta el verdadero poder.

lunes, 31 de mayo de 2010

Aguirre, el bicentenario y la manipulación colectiva

Vamos acercándonos a una temporada de distracciones mediáticas que permitirán al grupo en el poder desplegar diversas formas de manipulación colectiva encaminadas a aseguir moldeando el imaginario colectivo de acuerdo con ciertas pautas de comportamiento que luego se expresarán inconscientemente en acciones específicas, como votar por ciertos candidatos, compras de temporada mundialista y en un patriotismo emparentado con las ideas de orden y respeto hacia los gobernantes y el estado de cosas imperante.

Con el telón de fondo de la cada vez más próxima justa mundialista, el gobierno federal y los poderes fácticos (la televisión y los intereses comerciales)iniciaron una campaña encaminada a ensalzar el "orgullo de ser mexicanos", montados en tres acontecimientos: el mundial, el spot de Javier Aguirre suscrito por un membrete de ocasión denominado Iniciativa México y el virtual inicio de los festejos oficiales por el bicentenario.

Casualmente, la arenga patriotera del seleccionador nacional de fútbol --que apenas en febrero llamó a este un "país jodido"-- se presentó en cadena nacional la noche del mismo domingo en que con gran despliegue publicitario se invitó a la población a la "solemnísima" ceremonia de traslado de los restos de los caudillos de la Independencia, del Angel al Castillo de Chapultepec.

El pretendidamente encendido y emotivo discurso que dice un hombre que, como Aguirre, ni siquiera vive en México por la inseguridad que priva aquí, tiene el mismo eje que todos los discursos motivacionales que el conservadurismo panista nos ha recetado antes: la población es corrupta, transa, floja e incrédula y por ello no somos el gran país que podemos ser.

Como si todas esas actitudes no hubieran sido inoculadas a partir del comportamiento poco ético de los gobernantes: el arribismo de los políticos, el amiguismo que por encima de la ley priva en la asignación de millonarios contratos, en la obtención de franquicias y en los cientos de historias de enriquecimiento ilícito al amparo del poder.

Un sistema de justicia que protege a los poderosos y se ensaña con quienes nada tienen; un sistema político diseñado para burlar la ley y la voluntad popular; una industria del entretenimiento concesionada ad perpetum a dos influyentes familias que han puesto esos medios al servicio de la ignorancia.

La lista de ilícitos perpetrados por quienes controlan el poder político y económico en México tendría que incluir además el atropello a los derechos laborales, económicos y humanos de la población, los desaparecidos políticos, la evasión de impuestos solapada en favor de los grandes consorcios, mientras se hace pagar más a la mayoría asalariada.

La lista de atropellos no es, desde luego, exhaustiva, pero ha generado lo que podría denominarse una subcultura de la sobrevivencia resumida en el apotegma: "el que no transa no avanza".

Cualquier ciudadano que haya intentado realizar un trámite oficial por vías legales se enfrenta en México a una maraña de intereses creados y corruptelas que sencillamente impiden transitar por los caminos de la ley.

Hasta la "informalidad" --ese fenómeno de sobrevivencia cotidiana a que han sido orillados millones ente la inoperancia y corrupción de un modelo económico que los excluye del mercado laboral-- tan vituperado en el discurso oficial, está convertido en una mina de oro explotada por una cauda de lidercillos e inspectores controlados a su vez por funcionarios de más alto rango.

Ello ha configurado un país en el que, en efecto, predomina la cultura de la ilegalidad, la cual no será desterrada por discursos sensibleros dichos por figuras públicas de dudoso prestigio, como el señor Aguirre.

"Pasar del país del sí se puede al del ya se pudo", como reza una de las frases del mencionado spot, requiere desterrar la corrupción en las cúpulas del poder. Y de ahí para abajo, no al revés.

Eso que aparece ante los ojos de todos como una tarea asaz imposible como titánica es en realidad muy simple. El gobierno tiene todos los días múltiples oportunidades para modificar ese estado de cosas sin necesidad de pagar por sí o a través de membretes como Iniciativa México, costosos comerciales lava-cerebros.

Ahí está, por citar sólo un caso, el asunto de los 49 niños muertos en el incendio de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora. A casi un año de esa tragedia ningún responsable ha sido juzgado y los padres de las víctimas siguen su lucha personal en busca de algo que en cualquier otro país sería una cuestión de trámite: la justicia.

Pero eso no depende de que la vendedora ambulante no estorbe el paso en alguna acera, o del empleado que se hace tonto para trabajar poco y salir más temprano, como lo sugieren los spots previos al rollo de Aguirre.

Eso depende de que terminen la corrupción y la impunidad en las cúpulas del poder. En un país donde los méritos no pagan, como se han empeñado en demostrarnos por años los dueños del dinero y del poder político, cualquier arenga proveniente de quienes han propalado esos comportamientos sólo serán ganas de seguir manipulando y lucrando con situaciones que se dice combatir.

¡Hasta la próxima!

martes, 30 de junio de 2009

Televisa y TV Azteca, el asalto al poder

La derecha en el poder está empeñada en ganar las próximas elecciones. Lo hace desde varios frentes, cuyo común denominador es la manipulación y las trampas a la ley electoral vigente.

Tales medios son el duopolio de la televisión (Televisa-TV Azteca), la organización SOS (Alejandro Martí), partidos políticos (PAN-PVEM-PRI), comunicadores embozados tras el movimiento del voto nulo (Jaime Sánchez Susarrey) y con revistas como Vértigo y Cambio.

El punto central de su campaña es la inquina contra la reforma electoral que aprobó el Congreso en 2007 y que, entre otras cosas, prohíbe a los partidos políticos e incluso a los particulares la contratación de anuncios en medios electrónicos para promover candidatos en tiempos de elecciones.

Con un oportunismo eficaz, la estrategia elegida ha sido montarse en el hartazgo ciudadano con los políticos y los gobiernos de todos los partidos por la falta de resultados en la conducción del país.

Con esa bandera al frente, sus propuestas están encaminadas, en realidad, a vengarse de esa clase política que con la citada reforma los marginó del jugoso negocio de las campañas electorales, pues ahora éstas se difunden utilizando el tiempo gratuito que los concesionarios están obligados a cederle al Estado.

Aprovechando y alimentando el desencanto ciudadano, las televisoras han emparentado sus afanes vengativos con las aspiraciones de la gente. Así, han articulado propuestas para afectar a los partidos, pero atractivas para el elector que siente que aquellos no representan sus intereses.

En ese contexto, llama la atención la coincidencia entre las propuestas de Alejandro Martí ("Mi voto por tu compromiso") y las del movimiento (Basta10) que encabeza el periodista Jaime Sánchez Susarrey.

Ambos plantean reducir el financiamiento público a los partidos, disminuir el número de diputados de representación proporcional, derogar el párrafo del artículo 41 constitucional que, según ellos, limita la libertad de expresión de los ciudadanos), reelección de diputados, senadores y presidentes municipales, permitir candidaturas independientes y activar mecanismos como el plebiscito, el referéndum y la iniciativa popular.

"¿Qué bonito, no?" podríamos decir parafraseando al insulso Carlos Loret de Mola. Da la casualidad que el artículo 41 es el que precisamente prohíbe la contratación de espacios publicitarios (lo que más duele a las televisoras).

Le llaman a eso coartar la libertad de expresión, como si no se supiera que los ciudadanos comunes nunca van a contratar esos costosos espacios. Lo harán quienes tienen el dinero para hacerlo, o sea, los empresarios, y la oligarquía financiera ligada a los intereses del consorcio y de los grupos de la derecha empresarial.

Resulta notable que entre esas propuestas o compromisos que firman los candidatos (PAN, PRI, pero principalmente del partido Verde cooptado ya por las televisoras, como hemos documentado en posts anteriores) no figuren, por ejemplo, el compromiso de no gravar con el IVA los alimentos y medicinas; no regresar al esquema de los gasolinazos semanales, no endeudar más al país, no privatizar Pemex, el de votar una reforma fiscal que grave a los grandes contribuyentes o el compromiso de instaurar la figura de la revocación del mandato, ese sí un auténtico poder ciudadano para destituir a los malos gobernantes.

Los compromisos a que llaman esas organizaciones resultan cosméticos, pues no apuntan a resolver problemas estructurales del país ni a devolver, como supuestamente se pretende, el poder a los ciudadanos.

En su cruzada contra la reforma electoral de 2007, las televisoras no pierden oportunidad para denostarla. Lo hacen permanentemente a través de sus noticiarios y de sus publicaciones, como la revista Vértigo, perteneciente a la televisora del Ajusco.

En un artículo de esta semana ("Extraviada, la legitimidad de la democracia"), señala que los tres principales partidos políticos "no encuentran dentro de su propia reforma electoral aprobada en 2007 la fórmula para detener la creciente ola ciudadada (del voto en blanco)".

En el ejemplar del 14 de junio el texto "Del abstencionismo al voto en blanco" vuelve a la carga: "La inconsistencia de la reforma electoral aprobada en 2007 ha vuelto un caos los próximos comicios y motiva el creciente rechazo de los ciudadanos a los partidos políticos..."

Como se ve, endosan a los ciudadanos el rechazo a los partidos, no al hecho de que aquellos no se sientan representados por éstos, sino al hecho de la reforma, que es en realidad el pleito de las televisoras. Esa es la manipulación que llevan a cabo.

Al modo de la propaganda encubierta de TV y Novelas, en favor del Partido Verde, la revista Vértigo promueve al PAN desde su portada. Más que informativo, el encabezado de esta semana resulta un promocional: "El presidente le cumple a México".

El presidente es del PAN, así que la asociación mental inducida consiste en que ese partido es el único que le cumple al país. Resulta muy sugerente que ese encabezado se publique justamente en la semana previa a los comicios.

La revista Cambio hace otro tanto, pero en favor del Partido Verde al que dedica su portada con el titular: "Crece el verde". Citando diversas "encuestas" lo coloca en un supuesto tercer lugar de las preferencias, lo que significa que habría desplazado al PRD hasta el cuarto sitio.

Los recursos descritos aquí constituyen el modo encubierto y opaco en que la derecha está utilizando, incluso ilegalmente, a los llamados poderes fácticos --las empresas televisoras y sus medios de comunicación-- para asaltar el congreso y desde ahí preparar el otro gran asalto: el de la presidencia de la República en 2012, que les permita acrecentar el poder político y mantenerlo al servicio de sus intereses económicos.

¡Hasta la próxima!

lunes, 23 de febrero de 2009

Salinas Pliego

En la entrada titulada "Poderes fácticos", el 5 de febrero pasado escribimos aquí que esos poderes no son abstractos: detrás de ellos hay nombres y apellidos. Ahora, uno de eso hombres, el señor Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, ha venido a decirnos personalmente que, en efecto, el día (1o. de febrero) que su empresa y Televisa decidieron burlar la Ley transmitiendo espots de los partidos y del IFE en un bloque, lo hicieron mediante un acuerdo entre ambas.

En una conferencia ante estudiantes del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), Salinas Pliego reconoció que idearon ese mecanismo con tal de no perder audiencia.

"El problema era que si hacíamos un corte a cierta hora y Televisa a otra, íbamos a perder nuestra audiencia y viceversa, entonces lo lógico era ponernos de acuerdo y hacerlo a una misma hora para no perder la audiencia".

Al revelar este brillante modo de razonar, Salinas pretendió además restar importancia al negocio que ha significado para los medios la propaganda política. Negó que la nueva ley que impide a los partidos políticos contratar publicidad en los medios, vaya en detrimento de sus finanzas, pues ese tipo de anuncios sólo ha representado para su empresa menos de tres por ciento en ventas en los últimos 12 años.

En una afirmación que dibuja con precisión el carácter de dueños del país con que se conciben a sí mismos estos empresarios, Salinas Pliego dijo que obligarlos a transmitir 23 millones de espots previstos para este año electoral equivale a expropiarlos.

"Una cosa es que no me compren y otra es que me vengan a robar", dijo entre divertido y retador ante la algarabía del juvenil público que celebró su ocurrencia.

Porque de ello se trata, de una ocurrencia y de una tergiversación. Los concesionarios de los medios de comunicación, como dijo Salinas Pliego, pueden ser, en efecto, dueños de sus artistas (conste, así lo dijo), de sus cámaras y de sus costosos estudios de televisión.

No lo son, en cambio, de algo fundamental para la existencia del medio: el espacio a través del cual viajan las señales que emiten sus estaciones. El así llamado espacio radioeléctrico es un bien propiedad de la nación. Y los concesionarios lo explotan en razón precisamente de un título de concesión que, aunque prorrogable, tiene fecha de caducidad.

En razón de esa propiedad originaria del Estado, los medios están obligados a ceder tiempo gratuito para los mensajes de interés público y los partidos, quiérase o no, tienen ese carácter. Así que reglamentar el uso de ese tiempo es una facultad del Estado y los concesionarios no pueden considerarse robados por ello.

En México, la venalidad gubernamental ha pervertido tanto la frontera entre funcionarios públicos y empresarios que lo que priva en ambas esferas es una concepción patrimonialista. Es decir, se actúa, al amparo del poder, como si los bienes de la nación pertenecieran a quienes los administran o usufructuan.

Esa idea es la que subyace en las palabras de Salinas Pliego. Y lo dice así, abiertamente, pasando sobre las consideraciones legales, porque lo sabe o se lo han hecho saber y sentir.

En mala hora para un país que las televisoras estén en manos de empresarios que conspiran contra la legalidad y cuyo talante antidemocrático se placee a sus anchas. Malo porque a la hora de la democracia y los cambios reales, son de los primeros en aliarse con los sectores golpistas y autoritarios.

En la historia de los movimientos golpistas en América Latina, los empresarios de la comunicación han jugado casi siempre al lado de las botas militares. Vale la pena recordarlo porque el reino de la historia es también el reino de la amnesia.

jueves, 5 de febrero de 2009

Poderes fácticos

La actual controversia entre el duopolio televisivo (Televisa-TV Azteca) y el Instituto Federal Electoral (IFE) por la transmisión de propaganda política durante el curso de programas deportivos en el que la continuidad para el televidente es vital, ha puesto en evidencia --como ningún otro episodio podría hacerlo-- el carácter y el rabioso dominio que ejercen los poderes fácticos sobre la sociedad mexicana.

Fáctico proviene de factum (hecho). Un poder fáctico es, así, aquel que gobierna en los hechos, realmente, detrás del trono, sin ser parte del aparato político formal. El poder real detrás de la apariencia de las elecciones y el voto popular.

Es el que decide y conforma el rumbo de la sociedad, más allá de los planes y quehacer gubernamentales, y cuando la clase política adopta decisiones contrarias a sus intereses, abandona su ostracismo y se encarga de recordar a todos quién manda.

Su poder y capacidad les viene del hecho de que los poderes fácticos tienen en sus manos recursos estratégicos mediante los cuales influyen y controlan la ideología o la economía de un país, en este caso ese recurso es la televisión.

Jacqueline Peschard (citada por Fátima Fernández Christlieb en "¿Cómo se constituyó Televisa en un poder fáctico?") los describe como "aquellos poderes que tienen la fuerza para condicionar la acción del Estado mexicano, cuando no para amenazarlo o neutralizarlo".

Otra estudiosa del tema, María Amparo Casar, los caracteriza como aquellos poderes que han crecido al amparo y con el beneplácito, cuando no con el contubernio de las autoridades. Están constituidos formalmente por monopolios privados y públicos. De ellos depende que no se avance en la competitividad, en el crecimiento, en el combate a la pobreza, y en la distribución del ingreso. Constituyen un veto a la acción pública. Hasta aquí las referencias.

Para expresarlo con una imagen popular: "Son la mano que mece la cuna"; los que determinan qué se hace y qué no. Todo en ánimo de mantener un estado de cosas conveniente a sus intereses. Son los que verdaderamente eligen qué persona o qué partido debe gobernar. Y cuando ven en riesgo su decisión recurren a todo tipo de recursos, legales o no, para influir en los electores formales (Recuérdese aquella campaña que tachaba a Andrés Manuel López Obrador como "Un peligro para México". Ellos la idearon, la financiaron y la difundieron).

El verdadero peligro para cualquier país es quedar atrapado enmedio de estos poderes. Entonces se convierte en una sociedad secuestrada, cuya productividad y esfuerzo se distribuye sólo entre las empresas y representantes de esos poderes fácticos.

Ya podrán venir discursos acerca de que le hechemos ganas, que vamos a salir adelante, que tú esfuerzo personal vale mucho; ya podremos hacer largas filas ante las oficinas del IFE para obtener o actualizar la credencial de elector. "Alguien", antes, ya decidió y eligió por nosotros.

Y es que los gobiernos, en países como México, se han convertido sólo en el instrumento, el brazo ejecutor y protector de los intereses de esos poderes fácticos.

En la novela Drácula de Bram Stoker, el doctor Van Helsing dice de pronto, refiriéndose al vampiro: su mayor poder es que la gente no cree que exista. Eso ocurre con los poderes fácticos.

La gente opina y debate en periódicos, en programas de radio y televisión en vivo. Y los temas siempre son lo que ocurre en la esfera pública: la inseguridad, la economía, los pleitos entre partidos y políticos. Le llaman a eso ser una sociedad democrática que discute abiertamente sus problemas.

Es, sin embargo, una sociedad secuestrada. Discute y hace hasta donde conviene a los poderes fácticos, dentro de los límites permitidos por éstos. Pero de ellos nunca se habla ni se debate. Esa es su fuerza.

No se crea, sin embargo, que tales poderes son un ente abstracto, inasible. Tienen nombres y apellidos: son los capitanes de empresas como Televisa, Tv Azteca, los representantes de la élite eclesiástica, empresarios nacionales y extranjeros.

En el caso del actual episodio las coordenadas están trazadas. A las televisoras no les gustó la reforma electoral de 2007 que impide a los partidos gastar fortunas en propaganda mediática. Se recurrirá a los tiempos gratuitos que los concesionarios deben otorgar por ley a la publicidad oficial.

El duopolio reacciona furibundo; interrumpe programas deportivos para transmitir mensajes de partidos políticos. Desafía a la autoridad electoral y ésta reacciona con tibieza. Con el comedimiento propio de un subordinado, cuando se dirige al patrón, el IFE, a través del señor Leonardo Valdés Zurita, consejero Presidente, dice que investigará la difusión "atípica" de esos anuncios.

Ahí está la supuesta máxima autoridad electoral temerosa de llamar a los hechos por su nombre. A la provocación y desacato a las normas le llama, simple, timorata y neutralmente, conducta "atípica". Está en su papel. Él sabe quien manda y sólo acata.

Véanse, además, la reacción de los partidos políticos ante la arbitrariedad de las televisoras: "El PRI no se inmiscuirá en ese debate" (Beatriz Paredes); "No es acusando ni sancionando como se va a resolver este asunto" (Germán Martínez, PAN); "No hay motivo para sancionar a las televisoras, estamos en un periodo de afinación y de ajuste" (Carlos Navarrete, PRD).

Es evidente que ni el IFE ni los partidos tienen el poder ni la voluntad para sancionar esta tergiversación de la ley que han encabezado las televisoras. Seguramente se enredarán en declaraciones de ocasión y así hasta que con el paso de los días se diluya el tema. Un adelanto de que así será lo tuvimos ayer

Se reunieron representantes del duopolio televisivo, el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, los presidentes de las dos cámaras del Congreso y los coordinadores parlamentarios del PRI, PAN y PRD con el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont.

Al final de la reunión se dijo que "todos los actores reconocen, como base fundamental, que el IFE es la única autoridad en la materia (electoral)".¿y?

Nada, uno de los poderes fácticos (la televisión) hizo saber a los políticos lo que es capaz de hacer si no se comportan con la debida sumisión. Éstos entendieron el mensaje y listo, todos a trabajar para las próximas elecciones libres.

¿Alguien sigue sin creer en drácula?