miércoles, 27 de junio de 2012

AMLO, desde luego

Este domingo 1 de julio votaré por Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cruzando el logotipo del Partido del Trabajo (PT), de modo que el sufragio se acredite a este instituto y no al PRD, una agrupación convertida en cascarón, secuestrada por los Chuchos, colaboracionista con los gobiernos de derecha y que apoya al político tabasqueño porque en esta coyuntura no les quedaba de otra.

Desde luego por AMLO porque coincido con su lectura de que el país necesita una política soberana que recupere para sí la autodeterminación perdida.

Se trata, me parece, de un asunto capital en un momento en que los centros mundiales del poder se afanan por consolidar la nueva fase neoliberal caracterizada por la preeminencia del capital financiero y especulativo que condena a las naciones a reducir el gasto público en educación, salud, empleo y vivienda

Este nuevo diseño de sociedad requiere de la adecuación del marco jurídico institucional para legitimarse. Es lo que Enrique Peña Nieto y Josefina Vázquez Mota llaman las "Reformas estructurales". Sin explicar cómo ni de dónde obtuvo semejante cálculo, la panista repite en cuanto foro tiene a la mano que por no haberse aprobado la Reforma laboral, dejaron de crearse 400 mil empleos anuales para los jóvenes.

Apenas si necesito decir que se trata de un chantaje. La tal reforma que junto con la energética y la fiscal constituyen las "reformas estructurales" por las que claman desde Felipe Calderón pasando por Agustín Carstens, el inefable gobernador del Banco de México, y terminando por los candidatos del PRI y PAN, son en realidad el instrumento que permitirá profundizar el dominio económico y político que las élites locales ejercen sobre la mayoría de la sociedad mexicana.

AMLO se ha opuesto a ellas de manera inequívoca porque entiende que se trata de la forma que adopta la aplicación de un modelo económico que profundizará las desigualdades sociales que nos laceran. En vez de ello, su propuesta de reactivación económica, se basa en el combate a la corrupción que genera el propio aparato estatal vía el sueldo de funcionarios, el dispendio en gastos de reprentación, viajes, asesorías, consultorías y toda clase de lujos innecesarios, así como en la inversión productiva, como ya lo hizo en el gobierno del Distrito Federal.

Desde luego no se me escapan las serias limitaciones del político tabasqueño. Su exasperante falta de conocimiento en muchas materias sobre las que sería fácil argumentar frente a sus críticos, como sucedió en los tres debates organizados en este periodo. Pero me convence su equipo de gobierno y su probada probidad.

Otras objeciones acerca de su falso izquierdismo me parecen injustas y desproporcionadas. López Obrador no es un izquierdista ni un revolucionario, si acaso un reformista socialdemócrata que desde luego no va a acabar con el capitalismo ni con el Estado como lo piden algunos grupos de izquierda que le regatean por ello su apoyo, sin tomar en cuenta que quizá la sociedad no sea eso lo que pida o necesite de un político que busque la presidencia. Como dirían los clásicos: la correlación de fuerzas no está para eso ni las condiciones objetivas están maduras.

Mientras tanto votaré por AMLO porque coincido con su diagnóstico del país y con las soluciones que propone para sus males, y porque me parece evidente que sus colaboradores son de primera línea y aportarán en sus sectores trabajo, experiencia, conocimientos y sensibilidad social.

Por eso...sólo por eso.

IFE: legitimar el resultado

Si algo, lo que se multiplica de cara a la elección presidencial del próximo 1 de julio es la evidencia del fraude vía el voto corporativo, la compra y coacción de sufragios, la denunciada operación Ágora del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), comandada por Elba Esther Gordillo y los múltiples videos y fotografías exhibidas en las redes sociales.

Y sin embargo, el Instituto Federal Electoral (IFE) declara que el impacto de tales marrullerías --sin descontar la muy amplia y documentada operación de posicionamiento mediático en favor de un candidato-- será, si acaso, marginal, aunque no aclaró si esa marginalidad puede ser mayor o menor de 0.56 por ciento.

La postura del árbitro electoral, Leonardo Valdés Zurita, coincide con la muy difundida versión de la "imposibilidad del fraude" ya sansionada por todo el aparato mediático. El candor --o cinismo, a elegir-- del consejero presidente se asienta en la abrumadora certeza de que la ley prohibe esas prácticas y de que "el ciudadano, cuando llega a la casilla, lo hace solo, nadie lo vigila y se expresa en libertad".

La confianza en el mundo ideal instaurado por la ley es tal, que a Valdés Zurita sólo le faltó decir que comprado o no, coaccionado o no, cualquier voto es legítimo sólo porque fue depositado por un ciudadano.

En su imperfección, la coartada es convincente porque alude al arte de la apariencia y lo escenográfico propio del sistema político mexicano inaugurado por el PRI: para qué queremos campesinos si podemos contratar extras. Para qué convocar ciudadanos si podemos arreglárnosla con su credencial de elector.

Lo que al IFE le interesa es que el elector llegue a la casilla y vote, porque lo que importa es legitimar el resultado, no el proceso que lo produjo. Acaso porque en el proceso, como en los detalles, está el diablo.


En su anacronismo convenientemente asumido, para Valdés Zurita el único fraude posible consiste en el relleno y robo de urnas. La compra y coacción previa de votos, los carruseles o el rebase en los gastos de campaña constituyen sólo un anecdótico "intento de influir sobre la decisión del ciudadano", pero nada más.    

Entrevistado por Alonso Urrutia y Fabiola Martínez para La Jornada, el consejero presidente desestima, por ejemplo, que el rebase de gastos de campaña incida en el resultado de la elección porque quien recibe el financiamiento es el partido, no el candidato (sic).

Pero los beneficiarios son el candidato y el partido, reviran los reporteros. Y la respuesta impresiona porque ilustra los alcances y la perspicacia del árbitro central: --"Podría ser".

lunes, 18 de junio de 2012

Grecia, México y el mundo

Grecia ilustra hoy la batalla que libra el mundo: el modelo neoliberal contra el Estado de bienestar.

El primero, diseñado para recuperar la rentabilidad del capital vía la disminución del Estado y la reducción del gasto público, con la coartada de un --como se ha visto hasta ahora-- improbable crecimiento económico.

El segundo, convencido de que el desarrollo no ocurrirá sin una política fiscal que lo promueva, lo cual implica intervención estatal y cierta dosis de regulación. Es decir, veneno puro para un capitalismo financiero sin freno, especulativo y desconectado de la economía real, en tanto que sus principales ganancias no provienen ya de la producción de bienes y servicios, lo cual explica, a su vez, el fenómeno del desempleo.

Ese es el drama de nuestros días. Las dos sopas de que consta el menú global. Los países y sus clases políticas de definen según se alineen a una u otra receta. El neoliberalismo imperante no está dispuesto a ceder un ápice.

Preconiza que los costos de sus crisis han de ser pagados por la población, en tanto el dinero público que se recorta al gasto social (salud, educación, alimentación, vivienda, empleo) se destina a salvar los bancos privados en quiebra (ahí el caso recentísimo del español Bankia).

Las elecciones legislativas realizadas el pasado domingo en Grecia retratan la dicotomía descrita:  esos comicios dieron el triunfo al partido Nueva Democracia (derecha), cuyo líder, Antonis Samaras, era el favorito de la comunidad financiera internacional por su proclividad a cumplir los programas de ajuste impuestos al país helénico por la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

La otra opción era la izquierda radical  Syrisa, de Alexis Tsipras, vista con recelo por su oposición a las medidas de austeridad (recortes al gasto y despidos) que castigan a la población y que condujeron al país a la recesión, y que en cambio exige medidas que alienten el crecimiento.

El triunfo de los conservadores griegos --quienes de algún modo son los mismos que condujeron a la actual tragedia de ese país-- tranquilizó a las corporaciones mundiales, que ven así servidos sus intereses políticos y económicos.

Y como para subrayar el yugo al que están sujetos los países bajo la égida neoliberal, el ministro alemán de relaciones exteriores, Guido Westerwelle, subrayó que  "no hay forma de salir de las reformas (los programas de ajuste y austeridad impuestos)".

Grecia --dijo-- debe ajustarse a lo acordado, como lo hacen todos los demás países europeos (Italia, España, Portugal, Irlanda) que "están aplicando sus reformas con insistencia y diligencia".

Como se ve, en Grecia --como en otros países incluido México-- la discusión y la disyuntiva es la misma. Aquí el diseño que se aplica a escala global adopta el nombre de Reformas estructurales. Son --en cierto modo-- las reformas a las que alude Westerwelle, esas de las que nadie puede escapar. Es el designio.

Por cierto, la distancia electoral entre los conservadores y la izquierda griega fue de sólo 3.31 por ciento. De acuerdo con algunos observadores, la diferencia pudo haber estado en la campaña de miedo enderezada contra Syrisa, pues ante la amenaza de que con el triunfo de la izquierda se impondrían "corralitos", como en Argentina, muchos griegos sacaron su dinero de los bancos...y votaron contra sí mismos.

Para quien guste de encontrar paralelismos con la actual situación electoral mexicana, escuchemos a Zisiz Novis, un comerciante de 56 años entrevistado por la corresponsal del diario La Jornada en Atenas: "Con Nueva Democracia (la derecha) las cosas van a empeorar. Seguirá la política de la medicina que mata al enfermo (recuérdese al doctor Felipe Calderón): dos mil suicidios en los dos años recientes, escasez de medicamentos, un millón 200 mil desempleados...".

Lo dicho, Atenas es hoy el escenario, pero el libreto de la farsa es el mismo en todo el mundo.



jueves, 14 de junio de 2012

CCE y el proyecto AMLO

Con empresarios

Resulta notable la forma como ha reaccionado tanto la clase política como los varones del dinero ante el plan económico del candidato a la presidencia por el Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), basado en ahorrarle al país unos 800 mil millones de pesos por la vía, entre otras, de reducir los salarios de la alta burocracia y de suprimir toda la parafernalia con que suelen rodearse esos funcionarios.

Pareciera como si el candidato hubiera mentado la soga de la corrupción en la casa, no de los ahorcados por ella, sino de sus beneficiarios. Y es que, quiérase o no, el presupuesto público constituye un apetitoso botín del cual abrevan no sólo los agentes gubernamentales sino también los empresarios, pues merced a los múltiples negocios que se tejen al amparo de tales recursos (tráfico de influencias, otorgamiento de concesiones, asignación de contratos, compra de complicidades) éstos y aquellos han podido levantar cuantiosas, inmensas fortunas.

Cuántas veces hemos escuchado a los organismos del sector empresarial (Canacintra, Coparmex, Concanaco) agrupados en el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) quejarse de la obesidad del sector público y de cómo más de la mitad del presupuesto se va por el caño del gasto corriente.

Ahora sabemos que se trata de "críticas" de dientes para afuera, pues ahora que López Obrador ha propuesto ir en serio contra ese dispendio, los antes quejosos se manifiestan contra tales intensiones, aduciendo premisas increíblemente falaces, todo con el propósito de desvirtuar una iniciativa que amenaza con apartarlos de las ventajas del presupuesto, que los ha convertido en una clase empresarial más bien parasitaria.


En efecto, Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del CCE, salió ayer a declarar que reducir el salario a la alta burocracia del país conduciría a tener funcionarios de menor calidad, como si los que padecemos actualmente fueran unas mentes brillantes. Dijo también --en su parto de lo que difícilmente pueden llamarse ideas-- que la medida generaría más corrupción.

De acuerdo con la lógica del declarante, según la cual más salario equivale siempre a más calidad, la planta industrial sería más productiva y el país más competitivo si simplemente aumentaran el sueldo de todos los obreros del país.
Gutiérrez Candiani
En realidad subyase en el argumento un componente ideológico (ellos que tanto dicen aborrecer la ideología) que consiste en la falsa tesis de que el mercado es el que asigna el valor de las personas en la economía, y de cada uno obtiene de acuerdo con la calidad y cantidad del trabajo que aporta.

Ahora bien, a la luz de los resultados de la actual gestión gubernamental, que mantienen al país en los últimos lugares de las mediciones internacionales en productividad, competitividad, bienestar humano y eficiencia, y en los primeros lugares en cuanto a corrupción, sólo eso bastaría para derrumbar la premisa de Gutiérrez Candiani, según la cual nuestros funcionetas ganan mucho porque son unos súper ejecutivos.

Por otro lado, habría que acotar que un sueldo de 150 mil pesos mensuales, que es lo que resultaría en muchos casos de rebajar el salario de la alta burocracia, no es un ingreso despreciable ni menor a lo que ganan funcionarios de otras partes del mundo.

Para decirlo en plata, con lo que el CCE no está de acuerdo --más por razones ideológicas que técnicas, aunque esto no se quiera admitir-- es con la llegada de AMLO a la presidencia, entre otras cosas porque con medidas como las propuestas por el tabasqueño, tampoco serían necesarias las tan cacareadas Reformas estructurales y eso sí sería una tragedia para ellos, porque en esas reformas está la nuez del modelo económico al que se pretende atar al país en beneficio del capital financiero internacional, como ya hemos visto en una entrega anterior.

 




miércoles, 6 de junio de 2012

La guerra contra AMLO

Bastó un incremento apenas sostenido en la percepción colectiva de que Andrés Manuel López Obrador puede ganar la presidencia de México este 1 de julio, para que --como los planetas ayer-- se alinearan los intereses económico, mediático, y político (PRI y PAN) en una embestida contra el tabasqueño.

Mediante una nueva remesa de espots que ya están saliendo al aire en estos días, ambos partidos la emprenden contra el candidato de las izquierdas mediante el recurso que tan buenos resultados les produjo en 2006: amedrentar a la población presentándolo como un enemigo de la democracia (el plantón de Reforma), una amenaza para el país por su presunta simpatía por la vía armada como medio de transformación social, y como un peligro para la economía, pues su gestión --afirman--  quebraría al país.

El PAN llega al extremo de manipular sin rubor alguno, un fragmento del discurso pronunciado por AMLO el pasado 21 de mayo en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco ante cientos de estudiantes, de modo que parezca que es partidario de la lucha armada como vía para la transformación de México.

Se trata de una maniobra tan descarada y evidente que muestra, sin matices, de qué lado está el verdadero odio y los afanes de violencia y polarización a que se está dispuesto a acudir con tal de envenenar el ambiente y torcer la voluntad ciudadana, esa que, por otro lado, se dice defender.

La desproporción con que PRI y PAN han reaccionado al crecimiento electoral del verdadero opositor, haría pensar que ese crecimiento es ya tal, que en verdad se perfila como el próximo ganador y han decidido cerrarle el paso incluso a costa de envilecer abiertamente la contienda.

El abrupto viraje operado por el PRI-PAN para olvidar sus escaramuzas y enfilarse con sospechosa similitud contra el opositor --al que creían controlado mediante la sostenida estrategia de mantenerlo en las "encuestas" confinado al tercer lugar y ajeno a cualquier posibilidad de triunfo-- revela asimismo que ante una amenaza externa, ambos partidos saben deponer sus diferencias y agruparse para defender los intereses vitales a los que realmente sirven.

En efecto, nadie puede negar que la disputa por la presidencia entre PRI y PAN es real. Aunque responden y representan a escala local los mismos intereses económicos que dominan el mundo, cada uno quiere ejercer el poder para beneficio de sus respectivas camarillas. De ahí su guerra.

Pero ante un estímulo que amenaza con desplazarlos a ambos del control del país y sus beneficios, no les queda otra que unirse y reaccionar con virulencia y desaseo ya sin la careta de atildamiento que mostraba Enrique, quien aseguraba que nunca recurriría a las descalificaciones personales, y ya sin la modosidad fingida con que suele dirigirse Josefina a sus auditorios escenográficos.

Lo que extraña en todo esto es la ausencia de la autoridad electoral que, parapetada en la argucia de que no puede ejercer la censura previa y de que requiere una queja para intervenir ante el escarnio que ocurre a los ojos de todos, solo reacciona para decir: no hay fraude a la vista.

La estrategia del miedo

La estrategia es conocida: consiste en recurrir a términos que evocan significados socialmente aceptados por todos como positivos, tales como: "democracia", "no violencia" "paz social" "respeto a las normas" "unidad", "estabilidad económica" y afirmar --mediante el manejo de imágenes, frases aisladas, voces, acentos y colores oscuros-- que el adversario carece de ellos: no cree en la democracia (¡qué apostasía!) porque encabeza protestas; es violento, promueve el odio, el rencor  y la división, no respeta las normas, cree en la revolución (con la cauda de violencia y sangre que implica) y nos puede arruinar económicamente a todos.

En el vértigo de las imágenes que presentan al acusado de encabezar protestas y levantamientos populares no se juzga sobre la validez de tales expresiones, sólo se les muestra como actos condenables por sí mismos. El corolario es tan inducido como inapelable: el que protesta se sale del escript, violenta nuestro ambiente y es un desadaptado que debe ser excluido.

A Andrés Manuel suele aplicársele aquel falso silogismo cuya conclusión conducía al mismo resultado: quemar la biblioteca de Alejandría:

Si la biblioteca de Alejandría tiene el Corán, hay que quemarla por inútil (pues ya otros acervos también lo tienen).

Si la biblioteca de Alejandría no tiene el Corán, hay quemarla, por impía.

Así, cuando se le acusa, como hizo Javier Sicilia, de ser intolerante y él responde que eso es falso, se le van encima: "¿Ya ven? lo niega, luego, no tolera la crítica, ergo, es intolerante". Y si se quedara callado, como otras veces: "¿Ya ven? no dijo nada, lo aceptó, no supo qué decir".

Ese es el tipo de trampas y bombardeo al que lo someten los medios y adversarios políticos para aniquilarlo.

No han podido y ahora creen llegado el momento del ataque final. Veremos.


   

viernes, 1 de junio de 2012

Embestida mediática contra #YoSoy132


Pablo Hiriart, director del periódico La Razón y Jaime Sánchez Susarrey, conductores de En contexto, un programa que se transmite los jueves por canal 13 de TV Azteca, delinearon anoche la estrategia que los poderosos intereses mediáticos y comerciales (los poderes fácticos, pues) emplearán contra el movimiento #YoSoy132.

Pasado el momento de la sorpresiva irrupción de ese movimiento en medio de la elección presidencial --a la que en 20 días dieron un vuelco-- y en el que lo políticamente correcto fue tratarlo en los medios con fingida simpatía, ahora los opinadores oficiosos contraatacan para ir erosionando o restando legitimidad a la crítica juvenil, dado que se ha extendido a los más importantes pilares del sistema de dominación imperante, especialmente a la joya de la corona de ese sistema: el duopolio televisivo y su capacidad de control social mediante la desinformación.

Así, Carlos Brito Ocampo, egresado del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) y Daniel Cubría Trujillo, estudiante del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), miembros del movimiento universitario #YoSoy132, fueron sometidos no a una entrevista periodística, sino a un interrogatorio desarrollado conforme al siguiente plan:

1. Cuestionar la representatividad del movimiento, mediante preguntas sobre el número de estudiantes de los aproximadamente cinco mil del ITAM habían elegido a Cubría Trujillo como su vocero. Asimismo, buscando poner en duda la operatividad del proceso para decidir las propuestas de la asamblea realizada el miércoles 30 de mayo en la UNAM.

2. Destacar las posibles fracturas del movimiento. Hiriart fue incisivo en preguntar qué pasaría si el ITAM no concordara con un resolutivo en favor del juicio político contra Felipe Calderón, o qué pasaría si el movimiento fuera arrastrado por quienes tienen una agenda política, en un intento por quitarle al movimiento esa condición de ser precisamente un estallido político.

3. Criticar y ridiculizar las demandas. Fieles a su condición oficialista, a ambos conductores les pareció una desproporción la demanda de juicio político contra Felipe Calderón, pues en su lógica interesada no es responsable de los 60 mil muertos que han enlutado al país. También criticaron el apoyo del movimiento a la Coordinadora de Trabajadores de la Educación (CNTE) si representa valores contrarios "a lo que son ustedes".

4, Hacer aparecer al movimiento sin objetivos precisos. Sánchez Susarrey preguntó varias veces, en un tono de alguien a quien no le termina por quedar claro un hecho confuso: "Bueno, pero...vaya...qué quieren?"

5. Descalificar la legitimidad y prestigio social del movimiento al ligarlo con las propuestas de Andrés Manuel López Obrador.  
Hiriart fue claro: el movimiento, dijo, ya fue rebasado porque tiene demandas que se acercan a las de un candidato presidencial que es AMLO. Es más --acusó-- hay gente que está logrando empalmar las agendas.

6. La defensa a ultranza de los medios de comunicación. Los entrevistadores insistieron en que este punto está influido por AMLO. Para defender a sus televisoras la emprendieron contra el tabasqueño mediante falacias como afirmar que durante seis años acaparó los medios con sus entrevistas mañaneras. Lo que no dijeron es que no eran pagadas.

Los oficiosos conductores insistieron en negar las acusaciones de #YoSoy132 contra televisoras al señalar que cómo puede haber conjura cuando el IFE monitorea la presencia de los partidos en los medios.

Los jóvenes entrevistados reviraron diciendo que, en todo caso la petición de juicio político contra Elba Esther Gordillo los acercaba más a Josefina Vázquez Mota quien se ha confrontado abiertamente con la lideresa magisterial.

Insistieron en que los medios no informan porque no se trata de que dediquen el mismo tiempo a todos los partidos, sino el cómo lo hacen criticando siempre a unos y ensalsando a otros, mediante la coartada de igualdad de tiempos.

La evidente actitud de los conductores de En contexto de tratar a sus invitados como si estuvieran equivocados, las críticas y el permanente afán por denostar y descalificar a López Obrador, lo mismo que la defensa férrea de los medios de comunicación, son una muestra perfecta de la pertinencia de la demanda juvenil: el desmontaje del viejo régimen y el derecho de la sociedad a ser informada sin las mentiras de esos medios.