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viernes, 28 de octubre de 2011

¿Qué hacer con Salinas de Gortari?

El ex presidente de México, Carlos Salinas de Gortari es, quizá, una de las expresiones más acabadas de la mediocridad y la falta de ideas de la clase política mexicana. Se trata de un hombre que ascendió en la estructura del poder favorecido por el impulso paterno, tras sus estudios en el extranjero, como fue la norma entre los hijos de funcionarios públicos mexicanos de los años 60 y 70 del siglo pasado.

Él y otros como él, hicieron realidad el proyecto de un consejero estadounidense quien sugirió no invadir México. Mejor --habría dicho-- eduquemos en nuestras universidades a sus futuros políticos y una vez imbuidos del espíritu norteamericano, ellos mismos se encargarán de arraigar nuestros valores en aquella sociedad.

Salinas de Gortari y los tecnócratas que con él llegaron al poder cumplieron cabalmente ese proyecto. Con un discurso modernizador, inició aquí la aplicación indiscriminada del nuevo modelo de acumulación capitalista encaminado a incrementar la rentabilidad del capital, mediante la liberalización del comercio mundial y la consecuente destrucción de las de las cadenas productivas, del mercado interno y de las instituciones creadas por el llamado Estado de bienestar o modelo fordista.

Ese fue el gran proyecto "modernizador" del salinato, cuyas consecuencias aún padecemos, porque ha seguido aplicándose en las administraciones panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón. Los constantes llamados de Calderón y de su ex secretario de Hacienda y hoy gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, para que se aprueben las llamadas reformas estructurales no son otra cosa que pasar a otra etapa dentro del mismo proyecto para concluir con el desmantelamiento del Estado.

Refundido en la ignominia y el rechazo público, Salinas ha dedicado los años recientes a promover su reinserción en la vida política del país, mediante dos vías: amparado en la cortedad de la memoria histórica de la sociedad mexicana, y mediante la escritura de libros pergueñados al amparo de la jugosa pensión de que goza como ex presidente.

Se trata de textos en los que, primero, intentó lavar su inagen y, según él, conseguido el propósito, los siguientes volúmenes que hemos padecido los mexicanos tratan temas del debate político contemporáneo.

Aunque en rigor nunca ha dejado de hacer política, Salinas pretende que ahora sólo está dedicado a "la batalla de las ideas", como lo ha dicho en entrevistas concedidas a propósito de la publicación de su librito --en más de un sentido-- ¿Qué hacer? La alternativa ciudadana.

Intenta así no ser identificado como activo partícipe en el proyecto del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que pretende llevar a Enrique Peña Nieto a la presidencia de la República en 2012. En cambio, busca ser considerado como ideólogo, como si ese hecho no lo situara en la lucha política electoral que se avecina, pues un ideólogo lo que busca es difundir ideas que se conviertan en las concepciones dominantes. Y eso, aquí y donde sea, se llama hacer política. Como se ve, la mentira y el engaño parecen acompañar a Salinas, casi como algo consustancial.

Aun concediéndole el rango que pretende, al señor Salinas le falta, sin embargo, lo principal: las ideas. Lo que nos ofrece, en cambio, es un refrito de las consideraciones que estaban detrás de su programa social estrella: Solidaridad.

Lo que el innombrable llama la alternativa ciudadana, no significa entregar el poder al pueblo, mediante el desmantelamiento de las estructuras de dominio. La participación de la sociedad "en su propio progreso", como rezaban los promocionales de Solidaridad, sólo consiste, como en aquel programa, en que la gente en realidad asuma las responsabilidades gubernamentales en las obras de su comunidad y así vivir la apariencia de que participa, cuando en realidad lo único que hace es seguir manipulada, sin cambio en las condiciones estructurales que causan su pobreza.

Recuérdese cómo Salinas ofrecía material para la reconstrucción de guarniciones y banquetas o pintura, para escuelas, pero obligaba a que los miembros de la comunidad realizaran las obras con lo que el gobierno se ahorraba ese gasto y la comunidad era feliz "participando". 

"En la democracia republicana --dice el paladín de la participación ciudadana-- los individuos se convierten en ciudadanos al participar organizados y hacer por sí mismos lo que sólo ellos pueden por su comunidad. Con esto se evita que el Estado tome en sus manos responsabilidades que sólo corresponden a los ciudadanos"

Sí, como mantener limpios y pintados sus barrios, pero alejados de los verdaderos círculos del poder donde se adoptan las decisiones que afectan a esos ciudadanos movilizados sólo en torno de las labores de mano de obra.

Como se ve, el nuevo ideólogo de la República no sólo carece de ideas que merezcan ese nombre, sino que intenta volver a engañar con el mismo truco que aplicó hace más de 25 años. Y todo para que, en realidad, nada cambie.



miércoles, 14 de septiembre de 2011

"Habla" la Oficina de Salinas

La carta que la oficina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari envío a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para negar que aquel lo haya retado a un debate, contiene elementos que conviene examinar por los símbolos políticos que incluye.

En primer lugar hemos de decir que Salinas tiene razón: nunca retó a debatir a AMLO. Si se lee el cuerpo de la nota en la que Víctor Cardozo reseña la participación del expresidente como conferenciante en el congreso de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública, A.C.(AMAI), se verá que, en efecto, en ningún momento se formuló el supuesto desafío.

Lo que sí hizo fue recomendar a los miembros de la AMAI que inviten al tabasqueño para someterlo a la "prueba del ácido". "Va a reprobar", auguró con malicia.

Extraña que los editores de La Jornada hayan dejado pasar un encabezado como ese ("Reta Salinas a López Obrador para que discutan propuestas; 'va a perder', dice") sin sustento en la información del reportero. Y más que el informador no haya formulado la aclaración correspondiente.

López Obrador tampoco se hizo cargo del inexacto titular periodístico, pues seguramente de ahí recogió el guante, y, ni tardo ni perezoso, envió al "innombrable", como suele referirse a Salinas, una carta en la que le comunica su aceptación y aun le propone que mueva sus influencias para que la confrontación se realice en Televisa.

El lunes 12 de septiembre la oficina del expresidente respondió lo previsto: que nunca se emplazó al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal a ningún debate. Se trata de una misiva que pretende ser pulcra y neutra, pero que, sin embargo, no alcanza a ocultar la inquina del ex presidente expresada en puyas y hasta en burla hacia el perredista, con lo que seguramente pretende cobrarle todo lo que el opositor dice de él en las plazas públicas del país.

Para empezar, Salinas establece una distancia insalvable con su contrincante al pretender que no es él quien responde, sino su "oficina", en lo que constituiría una redición del "Ni los veo ni los oigo", una forma de degradar al "otro" haciéndole saber que ni incluso es digno de que le responda personalmente. Por eso la respuesta es de la "oficina", es decir, de un ente impersonal que quien sabe quien será.

Pero de inmediato se nota el inconfundible estilo insidioso del priista, el cual revela su presencia como escribidor o dictador de aquellas frases, pues al negar que haya hecho ninguna invitación a debatir, dice que, por lo tanto, "carece de sustento la 'aceptación' del candidato presidencial derrotado en 2006 a la inexistente propuesta de sostener un debate con el ex presidente".

El párrafo vuelve a sobajar al interlocutor al recordarle, sin que venga al caso y con una evidente intensión burlesca, su condición de "derrotado". Asimismo, rechaza por falsas y carentes de sustento las afirmaciones incluidas en la carte de AMLO.

Seguramente se refiere al texto en que López Obrador le recuerda que "usted, como parte de un grupo de potentados fue y sigue siendo el principal responsable de la actual tragedia nacional". Salinas se defiende atacando: dice que se trata de "gastados señalamientos inquisitoriales" con los que "trata de recobrar la visibilidad perdida, a partir de un lenguaje destructivo que le es característico...".

Esas líneas recuperan lo que ha sido la campaña de desprestigio enderezada contra el líder del Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), cuyo eje radica en considerarlo un peligro para México, pues con sus críticas sólo trata de destruir lo que los mexicanos de bien construyen cada día. Se trata, en suma, de un destructor, un hombre cargado de negatividad en busca de notoriedad a costa del propio Salinas.

En efecto, Salinas sugiere aquí que el líder opositor es invisible, que no es nadie ni representa nada y que todo no es más que una estratagema para recobrar notoriedad. Alude así a las encuestas que muestran al ex jefe de gobierno en desventaja en las preferencias electorales, factor que seguramente seguirá explotándose, como se hizo en 2006 para inducir el supuesto crecimiento demoscópico de Calderón, aprovechado después para decretar su triunfo.

La "oficina" dice por último que resulta inviable "sostener con él un verdadero debate de ideas o un análisis de propuestas constructivas que es lo que le urge en esta hora a nuestro país". De nuevo el tono denigratorio y descalificador mediante el uso de términos que evocan cualidades positivas, las cuales estarían del lado de Salinas, como "Ideas" y "propuestas constructivas", en contraposición con "gastados señalamientos" y "lenguaje destructivo", nociones negativas que caracterizarían al contrincante (AMLO).

Mediante esa hábil contrastación de ideas que evocan en la mente de la audiencia nociones favorables/desfavorables se logra, en términos de comunicación masiva, la descalificación del adversario ante la opinión pública.

Si se ve más allá de la maniobra discursiva de Salinas, lo que su alegato oculta es su negativa precisamente a discutir Ideas, propuestas, resultados de gobierno y sistema económico, incluso a confrontar críticas. Se parapeta para evitarlo en la descalificación, e incluso para ello, se esconde y hace que su "oficina" hable.
  


 




 

martes, 9 de marzo de 2010

Operación Peña Nieto


Los enredos políticos protagonizados estos días por los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) muestran la visión patrimonialista del poder que campea en nuestra clase política --esa que les permite disponer de los recursos públicos y ofrecerlos como moneda de cambio en acuerdos electorales--, pero sobre todo, han hecho evidente una cosa:

La vasta operación política puesta en marcha desde hace meses por el gran capital --con Televisa como cabeza visible de un conglomerado de empresas, capitales e intereses que conforman el verdadero bloque hegemónico de poder--  para ganar la presidencia en 2012, a través del gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto.

Poderes fácticos

PRI y PAN han sido cooptados por ese bloque y convertidos en los operadores políticos que procesan y gestionan los intereses del gran capital en la esfera pública. Si esa operación se concreta, lo que veremos es ni más ni menos que la sustitución de los poderes constitucionales por los poderes fácticos. Esa es la batalla de esta hora.

Los debates de los meses recientes constituyen las pequeñas batallas que ese bloque hegemónico está librando contra una parte de la sociedad, con el propósito de ir ganando posiciones para su proyecto de cara a lo que estiman que será su próximo gobierno.

El proyecto de la derecha

En ese marco deben situarse, por ejemplo, la alianza PRI-PAN para penalizar a las mujeres que abortan en 18 estados de la república; la férrea oposición de los sectores más reaccionarios de la sociedad --léase la Iglesia-- en contra de los derechos de la comunidad lésbico-gay; la controversia constitucional interpuesta por el gobierno de Calderón en contra de matrimonios entre personas del mismo sexo, acción con la que ha exhibido una interpretación ideológica y religiosa del artículo 4o. constitucional para torcer la interpretación de lo que debe ser una familia con lo cual ha hecho saber a esos sectores reaccionarios qué el gobierno está de su lado.

Otras muestras de ese proyecto de la derecha encaminado a sojuzgar aún más a la sociedad son las pretendidas reformas laboral, política y de seguridad nacional. La primera brinda todas las ventajas al capital para conculcar los derechos de huelga, de libre asociación y de estabilidad en el empleo.

La reforma política, en tanto, es una mascarada que se monta y alienta en el desprestigio de la política, no para dar más libertad y control a los ciudadanos, como engañosamente se afirma, sino para debilitar la división de poderes y eliminar los contrapesos que impiden una presidencia casi imperial, todo con el pretexto de que la pluralidad impide la gobernabilidad y los acuerdos para la modernización del país.

La iniciativa de reformas a la Ley de Seguridad Nacional enviada por Calderón al Congreso en abril del año pasado es otro flanco en la ofensiva de la derecha encaminada al control social y a la criminalización de los movimientos sociales disidentes.

Arropada en el pretexto de los peligros que entraña el narcotráfico y el crimen organizado, introdujo una figura jurídica denominada "Declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior", con el fin de permitir la participación de las fuerzas armadas y otras instancias de seguridad del Estado para enfrentar actos que afecten la seguridad interior, como la sublevación en una entidad federativa.

Aguilar Camín y los intelectuales

Como todo proyecto político, éste también tiene una veta intelectual, cuya función es darle legitimidad frente a la sociedad, mediante una operación ideológica que consiste en justificar las principales tesis: en este caso, la extinción de los monopolios --considerados no los privados, sino los servicios a cargo del Estado, como la educación y la salud-- y la subordinación económica hacia los Estados Unidos.

Ese trabajo ideológico habría sido encomendado por Carlos Salinas de Gortari --quien evidentemente juega en el equipo de Peña Nieto, como lo muestra la nueva evidencia que reveló el presidente del Senado, Carlos Navarrete, al acusar al ex presidente de interceder para que se reuniera con el mexiquense--  a Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, entre otros.

Quien quiera abundar en la lista, no tiene más que revisar la relación de "los abajo firmantes" que suscribieron esa entelequia titulada "No a la generación del No". Mediante ese documento, pero sobre todo, mediante el texto denominado "Un futuro para México", publicado inicialmente en la revista Nexos de noviembre y ahora convertido en libro, esos intelectuales orgánicos están presionando en favor del actual proyecto de la derecha.

Todo lo anterior constituye un bien organizado diseño encaminado a configurar un proyecto de gobierno que el grupo hegemónico ha decidido entregar para su administración a Enrique Peña Nieto. Eso es lo que representa el gobernador mexiquense.

En ese marco, el pacto que firmaron César Nava, Beatriz Paredes, Fernando Gómez Mont y el representante del mexiquense, es sólo una muestra de cómo se ha decidido arropar esa candidatura. Que fue mal operado y que dejó ver los hilos de la operación más general que está detrás, eso es algo que los priistas atribuyen a la inexperiencia y torpeza de los panistas.

En todo caso, Calderón y los suyos no se resignan a dejar el poder que les fue entregado merced a que la corrupción priista de fines de los 90 ponía en peligro la continuidad del proyecto hegemónico. Ahora es el michoacano y el panismo quienes ponen en riesgo ese diseño. Por eso los poderes fácticos han decidido que en 2012 debe ser sustituido y así será.

Pero el PRI no es monolítico y ahí otros grupos, como el del senador Manlio Fabio Beltrones están dispuestos a dar la pelea por ser ellos quienes den vida a la nueva etapa. Eso explica la corriente de opinión que quiere aprovechar el episodio del acuerdo descubierto para debilitar al grupo del Estado de México pidiendo la cabeza de Paredes, evidenciada como alfil del mexiquense. 

Así, con todo lo deleznable que el affair del acuerdo puso al descubierto, respecto del talante ético de los políticos involucrados, lo más grave para la República y sus libertades es la operación gansteril que está en marcha para mantener secuestrado al país y hacer del 2012 una elección decidida desde ahora.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿Qué día es hoy? El que usted mande señor diputado

Es clásica la viñeta con que se suele ilustrar el autoritarismo priista, la servidumbre y el amplísimo poder que acumularon los mandatarios durante la "época dorada" del presidencialismo mexicano:

--¿Qué hora es? --pregunta el Ejecutivo
--Las que usted mande señor Presidente!!

Con menos gracia, pero con similar cinismo los diputados de la LXI legislatura aprobaron este martes 17 de noviembre, cerca de las 6 de la mañana, el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2010, excediendo más de 24 horas el límite legal que les impone la Constitución, que es el 15 de noviembre de cada año a las cero horas.

Dirán luego, en la campaña de radio y televisión que seguramente mandarán pagar, que lo hicieron "en tiempo y forma", merced a una ficción denominada "Reloj legislativo", que les permite detener artificiosa y mañosamente el tiempo.

Consiste este recurso --inventado (but of course) por una priista, Beatriz Paredes en 2001-- en iniciar la sesión ordinaria correspondiente a la aprobación del documento días u horas antes del límite, y ante la falta de acuerdos decretar un receso.

De este modo, la sesión --y con ella el tiempo-- quedan detenidos incluso más allá del plazo legal, de modo que los diputados pueden tomarse los días que quieran, pues según su ficción, cuando reanuden los trabajos, seguirá siendo el día anterior al plazo legal y así no violan la ley.

Se trata, como se ve, de una reedición de aquel antiguo pasaje de la picaresca priista. No es ésta, sin embargo, la única ficción en que vivimos los mexicanos merced a la inventiva política priista. El primero de enero de 1993 entró en vigor una reforma promovida por Carlos Salinas de Gortari, que le quitó tres ceros al peso.

Se adujo entonces que la medida facilitaría las transacciones comerciales así como la comprensión de grandes cantidades. En realidad se pretendía maquillar la inestabilidad económica en curso, pues la inflación hizo crecer enormemente el precio de las mercancías, lo que obligaba a emitir billetes con denominaciones cada vez más altas.

Los jóvenes que hoy aún no alcanzan la mayoría de edad crecieron en esa ficción. Ignoran que los libros que compran en 120 pesos, en realidad valen 1, 200. O que la paridad peso-dolar no es de 13 pesos sino de 13 mil, y que si se tiene presente esa circunstancia, se verá que de 1976 (en que el tipo de cambio era de 12.50 peso-dólar)) a la fecha, nuestra moneda no se ha devaluado sólo siete por ciento sino ¡108 mil por ciento!


De las ficciones electoral, democrática, de transparencia y rendición de cuentas, de derechos humanos y del sistema de partidos, ya mejor ni hablamos.

miércoles, 13 de mayo de 2009

México o el abismo

Las revelaciones del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado acerca de la corrupción del también ex mandatario Carlos Salinas de Gortari y su familia, en una entrevista con Carmen Aristegui, constituyen un nuevo testimonio acerca del combustible que mueve la maquinaria del sistema político mexicano: la corrupción y la impunidad.

Reconoció un físicamente menguado De la Madrid: "Me equivoqué (en la designación de Carlos), pero en aquel entonces no tenía yo elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas".

Tras señalar que Raúl Salinas tuvo arreglos con el narcotráfico y que junto con su hermano Enrique obtuvo contratos con el gobierno, además de participar en negocios ilícitos, afirmó que la fortuna de esa familia depositada en Suiza pudo provenir del narcotráfico y que el testimonio de algunos empresarios (como el dueño de TV Azteca), en cuanto a que le habrían prestado ese dinero, fue otra mentira motivada quizá por el ofrecimiento de una tajada de ese capital.

Y sin embargo, la joya de la declaración es que al preguntarle la periodista acerca de si la impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en México, respondió con un lacónico, pero inequívoco: sí.

La declaración --formulada por alguien que conoció a fondo todos los entretelones del poder-- equivale a reconocer, de una vez por todas para que ya nadie se siga engañando, que quienes participan en esa maquinaria han incurrido en algún tipo de corrupción solapada.

Y por ello, nadie puede ser acusado penalmente, a riesgo de que revele otras corruptelas que involucren a algún compañero de andanzas y éste descubra lo que sabe y eso condene a otro que, a su vez, puede también hablar y así hasta tejer esa interminable red de corrupción, complicidades e impunidad que mantiene viva a nuestra clase política.

Ese modo de actuar, mediante silencios comprados que luego son pagados con altos puestos, contratos, prebendas, privilegios o comisiones en el gobierno, hermana a nuestra élite gobernante con los métodos típicos de la mafia.

De ahí que pueda afirmarse que el testimonio de De la Madrid corrobora sin ambages que, con diversos matices, el gobierno de este país ha estado sucesivamente en manos de una caterva de mafiosos, criminales, delincuentes y corruptos de todos los signos.

El asunto es gravísimo porque vuelve a poner sobre la mesa la urgentísima necesidad de una profunda reforma del sistema político mexicano. Quizá equivalente a una Refundación.

Ello debiera incluir, para empezar, una renovación del sistema jurídico y judicial, cuya maraña de leyes sólo parece estar diseñada para encubrir el delito. Ahora mismo, por ejemplo, ningún tribunal podría llevar a la cárcel a los Salinas o a otros políticos, porque la cadena de complicidades se extiende a todas las instituciones del país.

Una cadena que ha sido aceitada con dinero público, mediante desvíos, desfalcos, peculados, fraudes y todas las figuras delictivas que se quieran, y que explican la falta de inversión en infraestructura básica, en educación, en hospitales, en seguridad social, en vivienda, en empleo, en salarios, en alimentos, todo lo cual tiene postrado a este país en el subdesarrollo.

A principios del año cobró forma la discusión acerca de si México era o no un Estado fallido. A la luz de todo lo anterior bien puede afirmarse que así es, porque no otra cosa ocurre cuando la corrupción y la impunidad se enseñorean como normas de conducta en todas las instituciones, desde la presidencia de la república.

Como no considerar fallido un país en el que gobernadores como Mario Marín son pillados planeando por teléfono violar la ley que juraron hacer cumplir y siguen en su puesto gracias a que apoyó un fraude electoral; o en el que legisladores como Emilio Gamboa, también vía celular, ofrecen frenar una ley que afectará ciertos intereres, o en el que el director de la agencia de seguridad nacional participa en un complot contra un político y luego es designado procurador General de la República.

En cualquier país eso sería escandaloso. Aquí no, porque para eso está la impunidad.

En este momento de la vida del país, no existe una entidad imparcial, ni confiable ante la que se pueda denunciar algún ilícito de cualquier político de alto rango. El denunciado siempre tendrá un contacto, alguien que le deba un favor, o un silencio que vender al mejor postor con tal de verse exonerado por la dizque justicia.

Por ello, la necesidad de la recomposición del sistema político es evidente. Pero la pregunta clave la formularon aquellos ratones que idearon una forma de no ser sorprendidos por el gato: ¿quién le va a poner el cascabel?

En efecto, no hay a la vista ninguna institución que pueda llevar a cabo una empresa refundadora de la envergadura requerida. Menos existen los políticos confiables que la garanticen. Así que puestos a escoger los mexicanos parecemos estar ante esta disyuntiva: la corrupción y la impunidad o el abismo...

Una cosa es segura: de seguir así, pronto habrán de incrementarse las dudas acerca de si la vía electoral es el mejor camino para sacudirse a los hampones que gobiernan. Un IFE cooptado por los partidos e incapaz de hacer respetar la ley respectiva, candidatos que se ofrecen al mejor postor y los poderes fácticos conduciendo todo ello hacen ver que por el momento ese camino está cancelado.

Alguna vez el viejo Fidel Velázquez lanzó esta admonición contra aquellos que se quejaban de la corrupción priista: "Nosotros llegamos al poder a balazos (aludía a la revolución) y sólo así nos van a sacar de él".

Afortunadamente llegar a eso no fue estrictamente necesario, aunque no podemos olvidar que la lucha por la democracia costó la vida a cientos de opositores sólo durante el gobierno del propio Carlos Salinas, además de los desaparecidos políticos que son una realidad en este país.

Así las cosas, parece llegada la hora de la organización ciudadana, algo para lo que no se está preparado porque la "democracia" representativa que practicamos sólo nos ha enseñado a delegar responsabilidades.