Es clásica la viñeta con que se suele ilustrar el autoritarismo priista, la servidumbre y el amplísimo poder que acumularon los mandatarios durante la "época dorada" del presidencialismo mexicano:
--¿Qué hora es? --pregunta el Ejecutivo
--Las que usted mande señor Presidente!!
Con menos gracia, pero con similar cinismo los diputados de la LXI legislatura aprobaron este martes 17 de noviembre, cerca de las 6 de la mañana, el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2010, excediendo más de 24 horas el límite legal que les impone la Constitución, que es el 15 de noviembre de cada año a las cero horas.
Dirán luego, en la campaña de radio y televisión que seguramente mandarán pagar, que lo hicieron "en tiempo y forma", merced a una ficción denominada "Reloj legislativo", que les permite detener artificiosa y mañosamente el tiempo.
Consiste este recurso --inventado (but of course) por una priista, Beatriz Paredes en 2001-- en iniciar la sesión ordinaria correspondiente a la aprobación del documento días u horas antes del límite, y ante la falta de acuerdos decretar un receso.
De este modo, la sesión --y con ella el tiempo-- quedan detenidos incluso más allá del plazo legal, de modo que los diputados pueden tomarse los días que quieran, pues según su ficción, cuando reanuden los trabajos, seguirá siendo el día anterior al plazo legal y así no violan la ley.
Se trata, como se ve, de una reedición de aquel antiguo pasaje de la picaresca priista. No es ésta, sin embargo, la única ficción en que vivimos los mexicanos merced a la inventiva política priista. El primero de enero de 1993 entró en vigor una reforma promovida por Carlos Salinas de Gortari, que le quitó tres ceros al peso.
Se adujo entonces que la medida facilitaría las transacciones comerciales así como la comprensión de grandes cantidades. En realidad se pretendía maquillar la inestabilidad económica en curso, pues la inflación hizo crecer enormemente el precio de las mercancías, lo que obligaba a emitir billetes con denominaciones cada vez más altas.
Los jóvenes que hoy aún no alcanzan la mayoría de edad crecieron en esa ficción. Ignoran que los libros que compran en 120 pesos, en realidad valen 1, 200. O que la paridad peso-dolar no es de 13 pesos sino de 13 mil, y que si se tiene presente esa circunstancia, se verá que de 1976 (en que el tipo de cambio era de 12.50 peso-dólar)) a la fecha, nuestra moneda no se ha devaluado sólo siete por ciento sino ¡108 mil por ciento!
De las ficciones electoral, democrática, de transparencia y rendición de cuentas, de derechos humanos y del sistema de partidos, ya mejor ni hablamos.
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