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martes, 9 de marzo de 2010

Operación Peña Nieto


Los enredos políticos protagonizados estos días por los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y Acción Nacional (PAN) muestran la visión patrimonialista del poder que campea en nuestra clase política --esa que les permite disponer de los recursos públicos y ofrecerlos como moneda de cambio en acuerdos electorales--, pero sobre todo, han hecho evidente una cosa:

La vasta operación política puesta en marcha desde hace meses por el gran capital --con Televisa como cabeza visible de un conglomerado de empresas, capitales e intereses que conforman el verdadero bloque hegemónico de poder--  para ganar la presidencia en 2012, a través del gobernador mexiquense, Enrique Peña Nieto.

Poderes fácticos

PRI y PAN han sido cooptados por ese bloque y convertidos en los operadores políticos que procesan y gestionan los intereses del gran capital en la esfera pública. Si esa operación se concreta, lo que veremos es ni más ni menos que la sustitución de los poderes constitucionales por los poderes fácticos. Esa es la batalla de esta hora.

Los debates de los meses recientes constituyen las pequeñas batallas que ese bloque hegemónico está librando contra una parte de la sociedad, con el propósito de ir ganando posiciones para su proyecto de cara a lo que estiman que será su próximo gobierno.

El proyecto de la derecha

En ese marco deben situarse, por ejemplo, la alianza PRI-PAN para penalizar a las mujeres que abortan en 18 estados de la república; la férrea oposición de los sectores más reaccionarios de la sociedad --léase la Iglesia-- en contra de los derechos de la comunidad lésbico-gay; la controversia constitucional interpuesta por el gobierno de Calderón en contra de matrimonios entre personas del mismo sexo, acción con la que ha exhibido una interpretación ideológica y religiosa del artículo 4o. constitucional para torcer la interpretación de lo que debe ser una familia con lo cual ha hecho saber a esos sectores reaccionarios qué el gobierno está de su lado.

Otras muestras de ese proyecto de la derecha encaminado a sojuzgar aún más a la sociedad son las pretendidas reformas laboral, política y de seguridad nacional. La primera brinda todas las ventajas al capital para conculcar los derechos de huelga, de libre asociación y de estabilidad en el empleo.

La reforma política, en tanto, es una mascarada que se monta y alienta en el desprestigio de la política, no para dar más libertad y control a los ciudadanos, como engañosamente se afirma, sino para debilitar la división de poderes y eliminar los contrapesos que impiden una presidencia casi imperial, todo con el pretexto de que la pluralidad impide la gobernabilidad y los acuerdos para la modernización del país.

La iniciativa de reformas a la Ley de Seguridad Nacional enviada por Calderón al Congreso en abril del año pasado es otro flanco en la ofensiva de la derecha encaminada al control social y a la criminalización de los movimientos sociales disidentes.

Arropada en el pretexto de los peligros que entraña el narcotráfico y el crimen organizado, introdujo una figura jurídica denominada "Declaración de existencia de una afectación a la seguridad interior", con el fin de permitir la participación de las fuerzas armadas y otras instancias de seguridad del Estado para enfrentar actos que afecten la seguridad interior, como la sublevación en una entidad federativa.

Aguilar Camín y los intelectuales

Como todo proyecto político, éste también tiene una veta intelectual, cuya función es darle legitimidad frente a la sociedad, mediante una operación ideológica que consiste en justificar las principales tesis: en este caso, la extinción de los monopolios --considerados no los privados, sino los servicios a cargo del Estado, como la educación y la salud-- y la subordinación económica hacia los Estados Unidos.

Ese trabajo ideológico habría sido encomendado por Carlos Salinas de Gortari --quien evidentemente juega en el equipo de Peña Nieto, como lo muestra la nueva evidencia que reveló el presidente del Senado, Carlos Navarrete, al acusar al ex presidente de interceder para que se reuniera con el mexiquense--  a Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, entre otros.

Quien quiera abundar en la lista, no tiene más que revisar la relación de "los abajo firmantes" que suscribieron esa entelequia titulada "No a la generación del No". Mediante ese documento, pero sobre todo, mediante el texto denominado "Un futuro para México", publicado inicialmente en la revista Nexos de noviembre y ahora convertido en libro, esos intelectuales orgánicos están presionando en favor del actual proyecto de la derecha.

Todo lo anterior constituye un bien organizado diseño encaminado a configurar un proyecto de gobierno que el grupo hegemónico ha decidido entregar para su administración a Enrique Peña Nieto. Eso es lo que representa el gobernador mexiquense.

En ese marco, el pacto que firmaron César Nava, Beatriz Paredes, Fernando Gómez Mont y el representante del mexiquense, es sólo una muestra de cómo se ha decidido arropar esa candidatura. Que fue mal operado y que dejó ver los hilos de la operación más general que está detrás, eso es algo que los priistas atribuyen a la inexperiencia y torpeza de los panistas.

En todo caso, Calderón y los suyos no se resignan a dejar el poder que les fue entregado merced a que la corrupción priista de fines de los 90 ponía en peligro la continuidad del proyecto hegemónico. Ahora es el michoacano y el panismo quienes ponen en riesgo ese diseño. Por eso los poderes fácticos han decidido que en 2012 debe ser sustituido y así será.

Pero el PRI no es monolítico y ahí otros grupos, como el del senador Manlio Fabio Beltrones están dispuestos a dar la pelea por ser ellos quienes den vida a la nueva etapa. Eso explica la corriente de opinión que quiere aprovechar el episodio del acuerdo descubierto para debilitar al grupo del Estado de México pidiendo la cabeza de Paredes, evidenciada como alfil del mexiquense. 

Así, con todo lo deleznable que el affair del acuerdo puso al descubierto, respecto del talante ético de los políticos involucrados, lo más grave para la República y sus libertades es la operación gansteril que está en marcha para mantener secuestrado al país y hacer del 2012 una elección decidida desde ahora.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Un futuro para México: ¿Norte o Sur?

La vieja aspiración de los conservadores mexicanos de anexar el país a los Estados Unidos nunca ha sido desterrada por completo. Reaparece cada tanto con nuevos y viejos argumentos, como los que ahora nos endilgan el historiador Héctor Aguilar Camín y el ex canciller foxista Jorge Castañeda, en el texto "Un futuro para México" (Nexos, noviembre 2009), el cual empezamos a comentar en nuestra entrega anterior.

En ese documento --de inocultable tufo salinista, por la biografía, trayectoria y propuestas de los firmantes-- los autores exponen los lineamientos de un programa de gobierno que ofrecen a la consideración de la clase media de este país, para que que lo adopte y lleve a la presidencia en 2012 al candidato que lo enarbole.

Para crecer --dicen Aguilar Camín y Castañeda-- México debe definir el lugar que quiere ocupar en el mundo. Ellos consideran que ese destino casi manifiesto está junto a los Estados Unidos. Piden que de una vez por todas se abandone la retórica nacionalista (se requiere una "nueva épica", dice el historiador) y con ella a América Latina, para mejor aliarnos con el Norte.

Llaman a desterrar consideraciones románticas como el lenguage (la teoría Gloria Stefan, le llaman burlonamente) que nos hacen creer que pertenecemos a América Latina, cuando nuestro aliado natural es Estados Unidos.

La realidad, dicen, así lo indica: somos el primer socio comercial de EUA. Alaban que nuestro comercio exterior (90 por ciento), la inversión extranjera (70 por ciento) y el turismo (90 por ciento) estén anclados y dependan de nuestro vecino.

Además, recuerdan, hay un millón de estadounidenses (jubilados) residentes en México y 12 millones de mexicanos trabajando allá. Esos datos, que para muchos analistas nos colocan más bien como el "patio trasero" y como la causa de nuestro subdesarrollo, son en cambio, para los ensayistas de Nexos, aspectos que refuerzan "los vínculos mexicanos con el Norte, no con el Sur".

Enseguida --con un tono despectivo nada disimulado, lo que indicaría que esta parte del ensayo fue redactada por Jorge Castañeda, cuya aversión hacia Cuba y todo lo que huela a Sudamérica es conocida-- nos ponen a escoger: "A cual queremos pertenecer: al universo de Zelaya y su sombrero, de Chávez y su boina, de Raúl y su senectud, de Brasil que no nos quiere en el vecindario o al de América del Norte".

Y rematan con una frivolidad y un entreguismo pasmosos: debemos escoger entre "buscar un trato especial, pero mejor al que le destinan a otros (se entiende que los estadounidenses), como ser recibidos primero, o ser primer destino de viaje, tener apoyo económico, y figurar en la agenda, o nos quedamos con América Latina por la doctrina Gloria Estefan de las relaciones internacionales: por el idioma; es una u otra", advierten.

Adoradores del salinismo (el de Salinas, dicen, fue "un gobierno audaz e ilustrado, pero --agregan como si fuera un dato menor-- autoritario"), Aguilar Camín y Castañeda reivindican el Tratado de Libre Comercio. Y a falta de argumentos recurren a la frivolidad: "Somos --se enorgullecen-- el único país de América Latina que pertenece a la OCDE gracias al TLC".

Y lo dicen sin rubor alguno, como si esa pertenencia no fuera cosmética, como todo mundo sabe, pues pertenecer a un club de ricos no nos hace como ellos, como lo muestra el hecho reconocido por la propia OCDE de que somos el país con el menor crecimiento económico de esa organización. Brasil, por ejemplo, no es miembro, pero su economía presenta mayores índices de desarrollo y ofrece a sus ciudadanos condiciones de vida superiores a la de los mexicanos.

Esto último ilustra muy bien lo que ofrece la derecha: un país de oropel, con lustrosa apariencia, pero con ejércitos de hombres sin empleo ni oportunidades muriendo en las calles detrás de esa escenografía impoluta construida por las televisoras, a la manera en que levantan sets maravillosos en los parajes más inhóspitos.

Cegados por una arrogancia que no quiere hacerse cargo del desplome de México, insisten en señalar que EUA nos brinda un trato distinto al de las "hermanas repúblicas" (véase la ironía burlesca al entrecomillar esa denominación) de América Latina porque somos distintos.

Los autores del texto acaso confían en la poca ilustración y condición manipulable de la "clase media" a la que se dirigen al abogar por una profundización de nuestra dependencia hacia los Estados Unidos, cuando analistas como Víctor Flores Oléa han sostenido, con razón y a la luz de todas las evidencias disponibles que:
La ausencia de diversificación económica de México (su concentración obtusa, interesada y unilateral en Estados Unidos, ampliamente redituable para unos cuantos) ha sido particularmente catastrófica para México en relación con los otros países latinoamericanos, sobre todo del cono Sur, que han fortalecido sus relaciones comerciales con Asia y Europa. La recuperación de Asia ayuda a América Latina, pero no a México (La Jornada, 23 de noviembre, 2009).
¿Ante qué estamos?

Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda han pergeñado un texto más ideológico que programático, en tanto que constituye una forma de racionalizar las ambiciones y fines de la derecha en el poder.

No se trata --como celebra la nota principal del periódico Crónica del 26 de noviembre pasado-- "de una ambiciosa agenda para reencauzar al país", sino de un conjunto articulado de ideas y opiniones tendientes a profundizar, internamente, el modelo de dominación económico imperante y, hacia afuera, el modelo de apertura dependiente y subordinado.

En suma, se trata de una estrategia que se sigue en muchos países para apuntalar la maltrecha concepción neoliberal de la economía en el marco del Consenso de Washington y, por esa vía, la política de poder unipolar norteamericano.

La derecha, pues ha dicho su palabra y en buena hora que así sea, pues de ese modo nadie puede llamarse a engaño, si en las próximas presidenciales se vota por alguna de sus versiones: el PRI o el PAN.

¡Hasta la próxima!

lunes, 30 de noviembre de 2009

Aguilar Camín y Castañeda: neoliberalismo "reloaded"

Digámoslo sin ambages: la agenda política con miras al 2012 que proponen Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda, en el número de noviembre de la revista Nexos, constituye una actualización del compendio neoliberal, que incluye evitar la diversificación comercial para seguir atados a la economía estadounidense, así como una profundización de las mismas recetas fallidas (privatizar lo que queda de la educación, los energéticos y los servicios de salud) que mantienen quebrado al país.

Son, además, una reedición del salinismo al que inocultablemente representan ambos personajes y, en tal sentido, bien pueden interpretarse como una forma de irle midiendo el agua social a los camotes ante el programa que en la próxima contienda presidencial enarbolará la derecha en su versión tricolor (léase Enrique Peña Nieto).

En el texto referido, titulado "Un futuro para México", Aguilar Camín y Castañeda se apuran a aclarar sospechosamente que "no se trata de un programa de gobierno", sino de una "agenda" que "puede resultar aceptable para la heterogénea clase media mexicana que define las elecciones".

Sabedores de que cualquier programa político requiere una base social que lo respalde, ambos escritores tienden el anzuelo a la "creciente clase media, vieja y nueva", pues creen que en ese segmento de la población hay las condiciones políticas para crear una coalición identificada con sus planteamientos.

Aunque no lo dicen abiertamente, a lo que apuestan en realidad es al conservadurismo de esa clase social. Conocedores de los resortes que favorecen el control de los ciudadanos y su inmovilismo, dicen que se trata de un sector que ha gozado de los beneficios de la globalización, pues tiene "acceso al crédito y a bienes y servicios a los cuales no se renuncia fácilmente: vivienda, autos, vacaciones, crédito en tiendas".

Así posicionados, los autores estructuran su ensayo a partir de lo que consideran cuatro decisiones estratégicas que México debe adoptar: 1) Asumir los cambios que requiere la economía para crecer. 2) Decidir el lugar que se quiere ocupar en el mundo. 3) Universalizar derechos y garantías sociales y 4) Hacer producir la democracia con reformas institucionales que garanticen la seguridad de los ciudadanos.

Nada nuevo ni original para un texto que desea convertirse en un "referente del debate nacional" e "inducir definiciones". Y es que estamos, otra vez, ante el viejo neoliberalismo que cree llegada la hora de terminar la obra iniciada en 1982 durante el sexenio de Miguel De la Madrid, y que consiste en desmantelar lo que queda del Estado mexicano ya que, de acuerdo con la lógica del documento, nos ha ido tan mal porque nos quedamos a medias en ese proceso.

Así, estos intelectuales orgánicos sostienen que para crecer es preciso abrir la economía a la inversión y a la competencia global. Afirman que el país no genera riqueza porque, al revés de lo que ocurre en las grandes economías del mundo, aquí esos espacios generadores "están capturados por empresas públicas monopólicas y por la red de intereses asociados (los sindicatos de las empresas públicas)".

A renglón seguido proponen "la deconstrucción (extinción, como en el caso de Luz y Fuerza del Centro, de la que dicen que está muy bien su cancelación, pero que no basta) de los monopolios estatales en todas las esferas" (entiéndase: petróleo, electricidad, educación, salud, telecomunicaciones).

Si bien reconocen de pasadita que es preciso "dominar los poderes fácticos, estatales, privados, económicos, sindicales, mediáticos y políticos" vuelven a la carga al subrayar que "en sentido estricto, los únicos monopolios que existen en la república son los estatales, en particular de energía y por ahí debe empezar la agenda antimonopólica (para) abrir estas empresas a la inversión privada nacional y extranjera". En su curiosa y conveniente lógica los monopolios privados, como el de Televisa, "en sentido estricto" no existen.

Ya encarrerados demandan que además de Luz y Fuerza, también debe terminarse con los "monopolios en salud (IMSS, ISSSTE, SSA) y en educación ("la red del Estado atiende sin evaluación rigurosa ni competencia reguladora al 85 por ciento de alumnos en educación básica").

Asimismo ponen en la mira la extinción de los sindicatos de maestros, electricistas, petroleros, burócratas federales y estatales; los de las universidades públicas y de los trabajadores de la salud.

Se trata, en fin, de una grosera reedición del Consenso de Washington; de una oferta para el crecimiento económico envuelta en el viejo discurso de la derecha antiestatista y apoyada en las mismas premisas que condujeron a la economía del país a su postración actual.

A Héctor Aguilar Camín y a Jorge Castañeda habría que recordarles las palabras del presidente brasileño Luiz Inacio Lula Da Silva, en una reciente cumbre mundial:

"La vieja discusión sobre el papel del Estado concluyó como resultado de la crisis global, cuando los mercados desfondados fueron rescatados por el Estado".


Mañana: Un futuro para México: ¿Norte o Sur?