lunes, 24 de septiembre de 2012

"Acordaos de los atenienses"

Cuenta el maestro Justo Sierra, en "Las guerras heleno-pérsicas", que hacia el año 490 a. de C., el rey persa Darios enfrentó la insurrección de Miletos y otras ciudades ionias, a consecuencia de un conflicto entre el tirano Aristágoras y uno de los sátrapas.

A ruegos de Aristágoras, los atenienses tomaron parte en los comienzos de esa insurrección y en el incendio de Sardes, la capital occidental del imperio persa. Muy pronto los de Atenas abandonaron esa guerra, pero Darios no les perdonó el ultraje.

Sofocada la revuelta, el rey persa decidió enviar sus escuadras a castigar a los atenienses. Pero ocupado en las múltiples tareas del imperio que demandaban su atención, dio a uno de sus domésticos el encargo de repetirle a cada instante: "señor, acordaos de los atenienses".

Aunque sin el ánimo de venganza que insuflaba al rey Persa, pero sí como una forma de conciencia colectiva que guíe nuestra actuación como ciudadanos, los mexicanos de esta hora deberíamos --en medio del trajín cotidiano por la sobrevivencia y a falta de un sirviente que lo haga-- repetirnos de cuando en cuando: "Acordaos de cómo fue 'elegido' Enrique Peña". 

martes, 11 de septiembre de 2012

El gesticulador hoy



Es difícil encontrar una metáfora más a propósito para la hora actual que la pieza teatral El gesticulador, escrita por Rodolfo Usigli en 1937 y estrenada en Bellas Artes 10 años después, el 17 de mayo de 1947.

La anécdota es conocida:

César Rubio –un maestro universitario poco valorado, a pesar de su profundo conocimiento de la revolución mexicana-- se muda con su familia al norte de México.

Desde el principio asistimos al drama de una familia que rumia su pobreza y culpa al padre de sus propios fracasos, pues Miguel (el hijo) es un estudiante mediocre que nunca consiguió nada en la universidad y Julia (la hija), una joven que se considera fea e incapaz por ello de retener el amor de su vida.

Se trata de una familia enfrentada, inconforme consigo misma, en la que el juicio de los hijos sobre el padre es lapidario, pero incapaces ellos mismos de superar su propia mediocridad.

La vida de todos da un vuelco con la súbita presencia de un investigador estadounidense apasionado por la historia de México, quien busca datos que lo conduzcan a resolver la incógnita de la repentina y misteriosa desaparición del más importante precursor de la revolución mexicana, ocurrida en 1914, y de quien nunca más se supo nada: el gran revolucionario César Rubio.

La homonimia y el puntual conocimiento que tiene de esos episodios, hacen concebir al maestro César Rubio la idea de hacerse pasar por el héroe revolucionario desaparecido. Tentado por la idea y por los miles de dólares que la empresa le reportaría, hace creer al investigador universitario que él es el personaje que busca y que le cederá las pruebas necesarias a condición de que nunca revele el hallazgo.

El investigador no resiste la tentación, rompe el pacto y publica la historia. En México la revelación de la existencia del famoso revolucionario que pasó cerca de 24 años oculto bajo la fachada de un insignificante profesor universitario, provoca una conmoción política.

Por orden presidencial el líder del Partido Revolucionario de la Nación, el presidente municipal y los diputados federales visitan a César Rubio y tras pedirle pruebas de su identidad, le ofrecen competir por la candidatura a gobernador del estado, pues el actual precandidato sólo favorece a un grupo reducido de políticos y excluye al resto de los beneficios de ser gobierno.

La esposa, que está al tanto de la mentira, se opone y pide a César que decline el ofrecimiento, pero éste permite que la farsa continúe y acepta competir por la candidatura. Navarro, el otro precandidato del Partido, enfrenta a César Rubio, le hace saber que conoce la mentira porque él mismo se encargó de asesinar al verdadero revolucionario.

Le exige que se retire de la contienda o quedará exhibido. Rubio se niega y lo amenaza a su vez con denunciar su crimen.

Rubio acude al plebiscito del que, debido a su popularidad, todos suponen que saldrá ungido como el candidato oficial al gobierno de la entidad. Sin embargo, un sicario contratado por Navarro lo asesina al llegar al lugar de la elección. El victimario es, a su vez, muerto por los hombres de Navarro y presentado como un “fanático católico” por los crucifijos y escapularios que le habían hecho colgarse sus contratantes.

Al enterarse, la familia queda destrozada y, aunque todos saben que Navarro es quien ordenó el homicidio, se convierte en el candidato sustituto que de inmediato se gana el apoyo del pueblo, mediante el hipócrita expediente de honrar la memoria del político que mandó asesinar.

Si bien el conflicto de valores humanos está presente en toda la trama, lo que aparece como telón de fondo determinando y empujando esa transgresión ética es el naciente sistema político mexicano que hacia la tercera década del siglo XX había ya tergiversado los ideales revolucionarios.

No es casual que la acción se escenifique en un estado del norte del país. Recuérdese que finalmente la revolución fue ganada por el grupo Sonora, a la cabeza del cual figuraban los generales Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón. De hecho, el asesinato de César Rubio, atribuido a la acción de un “fanático católico”, recuerda el asesinato de Obregón en el restaurante La bombilla, en San Ángel.

En este caso, José León Toral, catalogado de inmediato como fanático religioso, también fue ultimado en el lugar de su magnicidio, el cual, por cierto, impidió que se consumara la primera traición de los sonorenses al espíritu de la revolución y a la letra de la Constitución que impedía la reelección presidencial que se hubiera consumado si Obregón no muere en ese atentado.

Pero más allá de esa alusión histórica, lo que El gesticulador pone de manifiesto es la forma como los ideales revolucionarios (en la pieza teatral representados por el revolucionario César Rubio) fueron posteriormente encarnados y adulterados por impostores (el maestro César Rubio), quizá en ocasiones involuntarios, pero dispuestos a medrar con los anhelos populares en cuanto se presentara la oportunidad.

Y ello merced a un complejo, pero sutil mecanismo político que aseguraba impunidad y hasta honores a cambio de complicidades silenciosas. En un país en el que la cultura no paga –el maestro César Rubio cobraba cuatro pesos por sus clases en la universidad—el camino más rápido de ascenso en la pirámide social es la política.

Y ésta se encuentra ya tan corrompida que el sendero hacia la prosperidad económica encuentra los atajos del chantaje. De ahí que el profesor Rubio piense utilizar lo que sabe de los políticos locales para hacerse de algún hueso en el gobierno.

La posterior suplantación del héroe revolucionario le parece a César Rubio casi un acto de justicia inmanente: total, razona, “todo el mundo vive aquí de apariencias, de gestos…Y ellos sí hacen daño y viven de su mentira. Yo soy mejor que muchos de ellos. ¿Por qué no…?”.

Esa postura tomará carta de naturalización mediante la justificación instantánea de riquezas inexplicables con cargo al eufemismo aquel de “hacerle a uno justicia la Revolución” y que más tarde daría paso al cinismo conceptual que encriptaba la corrupción en la frase “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.

Usigli es un perspicaz observador de los resortes que mueven la política de la época en la que escribe y la vigencia de su obra, se debe a que esos mecanismos persistirán afinados y renovados a lo largo de las siguientes décadas, a saber:

a)      El atropello y la adecuación de la ley a las necesidades no del país sino de las ambiciones políticas personales y las necesidades coyunturales del grupo gobernante:

En este sentido, César Rubio hace notar a los políticos que insisten en postularlo que existe un impedimento legal: la constitución prescribe que el elegido deberá acreditar una residencia de por lo menos un año en el estado y él acaba de llegar.

Lo que sigue es la más pura manifestación de la picarezca política del sistema:

--Estrella (presidente del Partido): Los gobiernos no pueden regirse por leyes de carácter general sin excepción…Deje usted al partido encargarse de legalizar la situación.

Además --dice el personaje, en lo que constituye una perla del contorsionismo político-- no se trata de transgredir la ley sino de "legalizar una situación".
 
b)      Nadie puede ir a contracorriente de las creencias populares. Fijada una idea en el manipulable imaginario colectivo, sin importar lo falsa que sea, adquiere rango de verdad incontrovertible (Confróntese con el caso actual de las encuestas).

Cuando Navarro amenaza con desenmascararlo ante la gente, César Rubio le grita:

“¡Imbécil! No puedes luchar contra una creencia general. Para todo el Norte soy César Rubio…Anda y denúnciame. Anda y cuéntale al indio que la virgen de Guadalupe es una invención de la política española. Verás qué te dice. Soy el único César Rubio porque la gente lo quiere, lo cree así”.

c)      La simulación que convierte a quienes traicionan los anhelos populares y a los criminales en héroes nacionales.

Navarro, por ejemplo, fue hecho coronel por haber asesinado al revolucionario César Rubio, como sale a relucir en la discusión que sostiene con el maestro que ha tomado el lugar de aquél. Para rematar, éste le dice:

“¿Quién es cada uno en México? Dondequiera encuentras impostores, simuladores; asesinos disfrazados de héroes, burgueses disfrazados de líderes; ladrones disfrazados de diputados, caciques disfrazados de demócratas, charlatanes disfrazados de licenciados, demagogos disfrazados de hombres. ¿Quién les pide cuentas? Todos son unos gesticuladores hipócritas”.

Al final lo que queda claro es, en efecto, la impostura de todos: el sistema mandó asesinar al verdadero César Rubio; cuando reaparece, intenta incorporarlo de inmediato a la esfera del poder; el maestro –justificado a sí mismo porque todos son impostores, se acoge al simulacro; cuando es asesinado por los sicarios de Navarro, éste asume la candidatura y gana el reconocimiento popular al honrar la memoria del héroe caído.

La historia así, recomienza una y otra vez: los traicionados y repudiados de ayer, serán los héroes de mañana, entronizados, en una cruel paradoja, por quienes los asesinaron, pero a quienes sirven hoy como fetiches, pues, como dice Navarro al joven Miguel: “México necesita de sus héroes para vivir”.

Sin importar que en ese panteón de próceres haya de todo: impostores, simuladores, gesticuladores.

El diálogo entre Navarro y Miguel con que concluye la obra es la rúbrica que muestra como en este país nadie podrá probar nunca un crimen político, un acto de corrupción, una traición al pueblo...un fraude electoral, porque todos, tarde o temprano, se convierten en cómplices y, por tanto, en rehenes del sistema.

Eso es lo que Usigli describe con maestría en su obra. De ahí su vigencia.


  









miércoles, 5 de septiembre de 2012

Causa en común: legitimar a EPN


Las organizaciones no gubernamentales se han convertido en México en una burda figura de legitimación del poder. Las más representativas de ésto último, aunque no las únicas, son Causa en común, Mexicanos primero e Iluminemos México.

Se trata de organizaciones civiles que se pretenden ciudadanas, pero que en realidad constituyen entidades paragubernamentales, encabezadas por personeros de poderes fácticos como Televisa (Claudio X González de Mexicanos primero), y encargadas de legitimar, apoyar y promover iniciativas oficiales, como si ese apoyo proviniera de ciudadanos comunes que lo hicieran desinteresadamente mirando en todo por el bien de México.

En realidad tales organizaciones no se representan más que a sí mismas y sus intereses y su fin último, más que empoderar y organizar a los ciudadanos ante los abusos, el incumplimiento y la opacidad gubernamental y de la clase política en general --como pomposamente lo anuncian-- son los reflectores, la cercanía con el poder y la gestión de beneficios personales.

Su carácter de membretes ciudadanos lo confirma el hecho de que ningún movimiento o causa popular que verdaderamente se oponga a las políticas antipopulares de la actual clase política, está adherido a ninguna de esas entidades light.

Una confirmación del carácter servil de tales ONG's lo proporciona el comunicado difundido ayer por Causa en Común de María Elena Morera (en imagen con EPN). Se trata de un "llamado a la ciudadanía, y a las organizaciones civiles y sociales y a los actores políticos a reconocer la decisión del tribunal electoral y a trabajar unidos por el país."

Ignorantes de cualquier consideración filosófica que distingue entre lo legal, lo justo y lo legítimo, señalan como premisa que "Todos los ciudadanos tenemos la obligación de respetar la ley". Y si la ley determina que no hubo delito en el hecho de que algunos la infringieran para comprar la presidencia de la República, hay que respetar esa determinación porque es de la Ley.

El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación --dice Causa en común-- en forma definitiva calificó la elección presidencial como legal y declaró presidente electo. En consecuencia, llama a que "todos los mexicanos reconozcamos la decisión del Tribunal y respetemos las instituciones, como debe ser en una democracia constitucional".

Así, pide que se respeten las instituciones que no respetó a quien se designó como presidente electo. ¿Puede una organización que se dice de contrapeso al poder, tener alguno cuando se rinde ante ese poder y se presta a su legitimación, pese a las graves evidencias de que defraudó las leyes de la "democracia constitucional"? ¿Puede haber mayor cinismo que el de una ONG como Causa en común?

Asaltada de pronto por un prurito de veracidad, Causa en común cree salvar su mala conciencia aludiendo al escándalo del fraude mediante una fórmula más bien fariseica, cuando dice: "Reconocemos también que la ley es siempre perfectible, y debemos aprender de cada elección, para tener cada día una mejor democracia electoral".

Es decir, si alguien está convencido de que en la elección hubo irregularidades graves que harían necesaria su declaración de invalidez, no importa, la ley es perfectible y sólo podremos llegar a la democracia plena por aproximaciones sucesivas. No importa lo que eso le cueste al país en términos de corrupción, saqueo, pérdida de soberanía y muertes.

Esa es la lógica de nuestras organizaciones "ciudadanas", un negocio que empieza a revelarse tan lucrativo política y económicamente como el propio sistema de partidos al que dicen combatir.


sábado, 1 de septiembre de 2012

Democratizar los medios

En un manifiesto de seis puntos, el movimiento YoSoy132 afirma:
Televisa y TV Azteca son la cara visible y el principal instrumento de la oligarquía que gobierna este país, de los poderes fácticos que, de acuerdo con sus intereses, imponen y quitan gobernantes para que ejecuten los proyectos neoliberales de los grandes capitalistas, tanto nacionales como internacionales (La Jornada, 27 julio/2012, p. 13).
El diagnóstico es exacto.  Identifica al país como gobernado, controlado por una oligarquía; es decir, por un grupo minoritario, pero de gran poder e influencia económica. Y que ese grupo --y los poderes ocultos o fácticos que lo acompañan y complementan-- es puntual ejecutor de los designios neoliberales en boga dictados por el gran capital local en sintonía con el foráneo, en tanto que aquél constituye, en realidad, una ramificación subordinada de éste.

Tal es, en términos suscintos y acaso esquemáticos, como funciona el asunto en México. La demanda de "democratizar los medios" es pertinente dentro de ese diagnóstico porque apunta a arrebatar a la oligarquía el monopolio del principal instrumento de control y modelaje de la subjetividad colectiva.

Como se ve, no es un asunto menor, porque además implica abrir un mercado millonario --cuyo usufructuo en México y en el mundo está en manos de unas cuantas familias y grupos-- a la participación de un número mayor de agentes económicos y sociales.

Tanto los partidarios de la democratización de los medios, como quienes mantienen un férreo control sobre ellos saben que un reducido grupo de participantes --que más que competidores son aliados, como el caso de Televisa y TV Azteca, cuyos dueños son socios en Iusacell-- implica una uniformidad en cuanto a enfoques, puntos de vista y análisis de la realidad social y el control de lo que en Teorías de comunicación se denomina Agenta Setting (la agenda construida): no sólo qué pensar acerca de un tema, sino los temas acerca de los cuales hay que pensar, a partir de la mayor o menor relevancia que les conceden los medios de comunicación al hablar o no hablar de ellos). 

Todos esos elementos hacen de este un asunto clave en la lucha social contra la oligarquía dominante. De ahí que sea necesario recurrir a nuevas formas que trasciendan el expediente de marchas de protesta en las que se exige la democratización a quienes se benefician de su falta. Es como pedirles que se desprendan del multimillonario negocio que el actual estado de cosas les reporta.

Es como pedirles que cedan su principal fuente de control social --la otra es la violencia, pero implica costos como pérdida legitimidad--, el cerebro que fabrica los relatos que moldean aspiraciones, hábitos, actitudes, conductas y patrones de pensamiento de la mayoría.

Es como pedirles deshacerse del cerebro del que emanan las formas simbólicas que nos proporcionan las claves para interpretar la realidad en el sentido deseado y conveniente. Es, en suma, pedirles que se suiciden, que se deshagan de una de las estructuras fundamentales del sistema de dominación imperante.

¿Por qué querrían hacerlo? ¿sólo porque algunos miles lo exigen en la calle? Esto nos coloca frente a la cuestión de la organización y la correlación de fuerzas.

Una organización tan articulada que sea capaz de generar acciones eficaces y contundentes de resistencia civil por calle, por cuadra, por barrio, por colonia y delegación, de modo que se equilibren las fuerzas y se esté en condiciones de inducir los cambios deseados a partir de la autogestión y al margen de los órganos formales de representación, como las cámaras del congreso también cooptadas por los poderes oligárquicos.

Y no hablo de acciones ilegales. Porque siempre que se habla de "resistencia civil" pareciera que se trata de transgredir el orden casi de la vida normal. No, sino de acciones que se ajustan a los preceptos del "mundo libre". Por ejemplo. ¿A cuánto ascenderían las pérdidas de la trasnacional Coca-cola si únicamente por un día nadie comprara uno sólo de sus productos en una calle, en una colonia, en un estado? ¿y si el ejercicio se extiende por dos, tres días? ¿a cuánto por una semana?

¿A quien podrían acusar de trastocar la legalidad ante una acción semejante? ¿no sería acaso resultado del libre albedrío de los consumidores preconizado por las teorías del Libre mercado? ¿Y si luego esa medida se pusiera en práctica contra otras empresas?

Lo que trato de ilustrar es el potencial de la organización que debe construirse desde abajo y, sobre todo, la adopción de una práxis que se aparte de los caminos hasta ahora recorridos, porque en política, y ese es un principio elemental, nadie logra nada si no es desde una posición de fuerza.

Ellos detentan actualmente esa posición. Por eso pueden, como dice el movimiento YoSoy132 "imponer y quitar gobernantes". Bueno, pues acumulemos fuerzas.