sábado, 1 de septiembre de 2012

Democratizar los medios

En un manifiesto de seis puntos, el movimiento YoSoy132 afirma:
Televisa y TV Azteca son la cara visible y el principal instrumento de la oligarquía que gobierna este país, de los poderes fácticos que, de acuerdo con sus intereses, imponen y quitan gobernantes para que ejecuten los proyectos neoliberales de los grandes capitalistas, tanto nacionales como internacionales (La Jornada, 27 julio/2012, p. 13).
El diagnóstico es exacto.  Identifica al país como gobernado, controlado por una oligarquía; es decir, por un grupo minoritario, pero de gran poder e influencia económica. Y que ese grupo --y los poderes ocultos o fácticos que lo acompañan y complementan-- es puntual ejecutor de los designios neoliberales en boga dictados por el gran capital local en sintonía con el foráneo, en tanto que aquél constituye, en realidad, una ramificación subordinada de éste.

Tal es, en términos suscintos y acaso esquemáticos, como funciona el asunto en México. La demanda de "democratizar los medios" es pertinente dentro de ese diagnóstico porque apunta a arrebatar a la oligarquía el monopolio del principal instrumento de control y modelaje de la subjetividad colectiva.

Como se ve, no es un asunto menor, porque además implica abrir un mercado millonario --cuyo usufructuo en México y en el mundo está en manos de unas cuantas familias y grupos-- a la participación de un número mayor de agentes económicos y sociales.

Tanto los partidarios de la democratización de los medios, como quienes mantienen un férreo control sobre ellos saben que un reducido grupo de participantes --que más que competidores son aliados, como el caso de Televisa y TV Azteca, cuyos dueños son socios en Iusacell-- implica una uniformidad en cuanto a enfoques, puntos de vista y análisis de la realidad social y el control de lo que en Teorías de comunicación se denomina Agenta Setting (la agenda construida): no sólo qué pensar acerca de un tema, sino los temas acerca de los cuales hay que pensar, a partir de la mayor o menor relevancia que les conceden los medios de comunicación al hablar o no hablar de ellos). 

Todos esos elementos hacen de este un asunto clave en la lucha social contra la oligarquía dominante. De ahí que sea necesario recurrir a nuevas formas que trasciendan el expediente de marchas de protesta en las que se exige la democratización a quienes se benefician de su falta. Es como pedirles que se desprendan del multimillonario negocio que el actual estado de cosas les reporta.

Es como pedirles que cedan su principal fuente de control social --la otra es la violencia, pero implica costos como pérdida legitimidad--, el cerebro que fabrica los relatos que moldean aspiraciones, hábitos, actitudes, conductas y patrones de pensamiento de la mayoría.

Es como pedirles deshacerse del cerebro del que emanan las formas simbólicas que nos proporcionan las claves para interpretar la realidad en el sentido deseado y conveniente. Es, en suma, pedirles que se suiciden, que se deshagan de una de las estructuras fundamentales del sistema de dominación imperante.

¿Por qué querrían hacerlo? ¿sólo porque algunos miles lo exigen en la calle? Esto nos coloca frente a la cuestión de la organización y la correlación de fuerzas.

Una organización tan articulada que sea capaz de generar acciones eficaces y contundentes de resistencia civil por calle, por cuadra, por barrio, por colonia y delegación, de modo que se equilibren las fuerzas y se esté en condiciones de inducir los cambios deseados a partir de la autogestión y al margen de los órganos formales de representación, como las cámaras del congreso también cooptadas por los poderes oligárquicos.

Y no hablo de acciones ilegales. Porque siempre que se habla de "resistencia civil" pareciera que se trata de transgredir el orden casi de la vida normal. No, sino de acciones que se ajustan a los preceptos del "mundo libre". Por ejemplo. ¿A cuánto ascenderían las pérdidas de la trasnacional Coca-cola si únicamente por un día nadie comprara uno sólo de sus productos en una calle, en una colonia, en un estado? ¿y si el ejercicio se extiende por dos, tres días? ¿a cuánto por una semana?

¿A quien podrían acusar de trastocar la legalidad ante una acción semejante? ¿no sería acaso resultado del libre albedrío de los consumidores preconizado por las teorías del Libre mercado? ¿Y si luego esa medida se pusiera en práctica contra otras empresas?

Lo que trato de ilustrar es el potencial de la organización que debe construirse desde abajo y, sobre todo, la adopción de una práxis que se aparte de los caminos hasta ahora recorridos, porque en política, y ese es un principio elemental, nadie logra nada si no es desde una posición de fuerza.

Ellos detentan actualmente esa posición. Por eso pueden, como dice el movimiento YoSoy132 "imponer y quitar gobernantes". Bueno, pues acumulemos fuerzas. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Bienvenido a la sección Comentarios de Contadero. Gracias por permitirnos conocer tú opinión