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miércoles, 4 de marzo de 2009

Tenencia

Los mexicanos vivimos un raro síndrome al que quizá algún lector --seguramente con más imaginación que este escribidor-- ayude a bautizar. Consiste éste en que según el gobierno, cualquier medida en beneficio del pueblo, en realidad lo perjudica.

Esa paradoja no es nueva, pero se ha reeditado con el asunto del impuesto que se cobra a los propietarios de vehículos automotores. La llamada tenencia vehicular es un gravamen que habría iniciado en 1968 como una medida temporal para financiar los juegos olímpicos que aquel infausto año se efectuaron en México.

En realidad surgió antes incluso que el Comité Olímpico Internacional designara oficialmente a México como organizador de la justa. Eso ocurrió en 1963 y la Ley de Ingresos del gobierno federal que entró en vigor el 1 de enero de 1962, un año antes, ya incluía esa obligación.

Y como palo dado ni dios lo quita, menos lo puede hacer un gobierno terrenal, así que el tal impuesto se quedó entre nosotros. Pero la demanda de eliminarlo reaparece cada tanto, señaladamente en periodos electorales.

El último en ofrecerlo fue el propio Felipe Calderón, sólo que una vez en la presidencia (obtenida "haiga sido como haiga sido", según su propia y ya célebre expresión) anunció que lo haría hasta 2012, es decir, en el ocaso de su administración, con lo cual se comporta de acuerdo con la conocida máxima: "que se friege el que sigue", clásica entre los políticos mexicanos.

Después de unos días de discusiones --iniciadas cuando el diputado panista Gerardo Buganza propuso suprimir ese pago a partir de este mes-- ayer finalmente los legisladores decidieron mantener el impuesto aduciendo que si se elimina, la perjudicada sería la propia población que lo paga, pues no habría recursos para educación, salud e infraestructura.

El alivio financiero que se procuraba con la medida en favor de los contribuyentes resultaba significativo, y constituía una auténtica medida de apoyo a la población agobiada en esta hora de turbulencia económica. Pero bien se ve que la solidaridad que se pregona sólo se concibe en un sentido: de la población hacia el gobierno, pero en ningún caso de éste hacia la sociedad.

El argumento de que se protege a la población esquilmándola --el síndrome al que me referí al principio-- no es nuevo. Durante muchos años el combate a la inflación se ha basado en la reducción del circulante. Es decir, restringiendo la cantidad de dinero disponible en la sociedad para evitar que con la mayor capacidad de compra (demanda) se elevara el precio de los productos (oferta).

Así se mantuvo la inflación baja, pero también se asfixió económicamente a las familias, con el argumento, otra vez, de que se las protegía, casi casi de sí mismas.

En contraparte, el gobierno no se anda con rubores al momento de pagarse. Un ejemplo de cómo se gasta el dinero de los contribuyentes, que incluye el que se recauda por concepto de tenencia, lo proporciona el gobierno de Tabasco.

El portal de la Secretaría de Administración y Finanzas de la entidad publicó el viernes 27 de febrero que la administración estatal eroga cada mes 50 millones de pesos --600 millones al año-- en el pago de una compensación denominada "bono de fatiga laboral", a trabajadores y funcionarios de primer nivel, a los que, dada la denominación del premio, ya se puede uno imaginar extenuados por la entrega y el celo con que se sacrifican por la patria.

Con un desenfado similar al mostrado por los consejeros del IFE, en su reciente affair, el gobernador Andrés Granier Melo señaló que la compensación es legal y garantiza la transparencia. Y ya con eso.

Ese modo de proceder no es, sin embargo, privativo de Tabasco; se repite puntualmente en cada una de las 31 entidades federativas restantes, por lo que es fácil comprender los verdaderos motivos que inspiran la renuencia a suprimir ingresos como los que les procura a los estados el pago de la tenencia.

Seguramente en 2012 los políticos se las volverán a arreglar para dejar sin efecto el decreto de 2007 que abroga el pago de la tenencia a partir de ese año, de modo que ésta siga representando una jugosa fuente de ingresos para funcionarios fatigados y gobernadores transparentes.

jueves, 26 de febrero de 2009

Regresiones

Próximo a convertirse en octagenario --el 4 de marzo cumplirá ocho décadas de vida, pues fue fundado por Plutarco Elías Calles en 1929-- se puede decir que ahí viene el PRI.

Sí, el partido que perdió en 2000 el monopolio del poder tras ejercerlo por más de 70 años, y que en las pasadas elecciones presidenciales (2006) ocupó un lejano tercer lugar (22 por ciento), está electoralmente de regreso.

Una encuesta publicada el lunes pasado por el periódico Reforma sobre la intención del voto documenta empíricamente lo que ya es una percepción más o menos generalizada.

Entre diciembre de 2008 y febrero de este año el Partido Revolucionario Institucional transitó de 36 a 41 por ciento en la intención del voto, en tanto que el Partido Acción Nacional (PAN) perdió en ese mismo periodo 10 puntos porcentuales: pasó de 39 a 29 por ciento.

Como se sabe, el próximo 5 de julio se elegirán 500 diputados que integrarán la LXI legislatura, así como los gobernadores de seis entidades. Aunque es temprano aún para considerar esos números como definitivos, pueden sí, configurar una incipiente tendencia si se considera que desde 2006 el PRI ha ganado en los estados las elecciones para gobernador que estuvieron en juego.

De mantenerse de aquí a julio los porcentajes que prefigura la encuesta, el tricolor estaría, además, muy cerca del 42.3 por ciento que constituye uno de los dos criterios --el otro es obtener 160 victorias de mayoría-- que le darían a un partido el derecho a tener 251 diputados en la próxima legislatura, es decir, 50 por ciento más uno de los votos; en otros términos, la mayoría y el control de la Cámara de Diputados.

Esa nutrida fracción parlamentaria dejaría al partido en una correlación de fuerzas muy favorable para encarar las elecciones presidenciales de 2012, con lo que la sociedad mexicana habría caminado en círculo para llegar adonde empezó: con el PRI en el poder.

Las pifias y omisiones de las administraciones panistas, la percepción generalizada de falta de control y pericia de los operadores gubernamentales y el desorden que priva en la conducción de los asuntos públicos estarían conduciendo a la gente a pensar que "antes estábamos mejor".

Hacia la segunda mitad del sexenio de Vicente Fox, en la calle las voces ya denotaban la desilusión con el autodenominado gobierno del cambio, al grado que la nostalgia por el PRI --que ahora sabemos también aqueja al secretario panista de Comunicaciones y Transportes, Luis Téllez-- solía expresarse en la fórmula: "prefiero a los corruptos que a los pendejos".

Ahora el PAN estaría peor posicionado, pues ya ni el halo de honestidad lo envuelve, habida cuenta de los casos de corrupción documentados en los gobiernos y entre funcionarios surgidos de sus filas.

En ese contexto el PRI se ha mantenido más o menos a salvo de tormentas internas graves y mediante cuadros como su presidenta Beatriz Paredes, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa ha dado una imagen de experiencia ante los vaivenes, indecisiones e ineficacia política de la actual élite.

Acaso como un signo ominoso de los tiempos por venir, esta semana y la anterior ocurrieron episodios que podrían considerarse, a la vez, como reminiscencias del pasado y como anuncios de un pasado que estaría por reeditarse.

Este martes 24 la 131 Asamblea General Ordinaria de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) reeligió "por unanimidad" como su secretario general al impresentable Joaquín Gamboa Pascoe, uno de los íconos sobrevivientes de la más pura tradición priísta de la antidemocracia, la corrupción, el enriquecimiento (in)explicable y el control corporativo de los trabajadores.

Antes, el 18 de febrero, el mismo Gamboa Pascoe --también octogenario, como su partido-- fue electo presidente del Congreso del Trabajo, y en Los Pinos, como en los viejos tiempos, elogió a Calderon por su actitud "valiente y viril" ante el crimen organizado, al cual estaría "afrontando con calidad de hombre y de presidente". Ese es el talante y el estilo de los hombres que están por regresar a los primeros planos de la política nacional.

Por cierto, de acuerdo con la encuesta mencionada, los mayores porcentajes del voto priísta estarían, por edad, en el segmento de 50 años o más (52 por ciento); por escolaridad, entre quienes sólo cuentan con formación básica (45 por ciento) y por escala social, entre quienes pertenecen a las clases baja o trabajadora y marginal (73 por ciento).

Así, la población de más edad, los más pobres y los menos educados constituyen el grueso de los electores que traerían de regreso a los priístas. Resulta paradójico que quienes han resultado más afectados por las políticas de esos gobiernos, sigan constituyendo su base social más amplia.

Ese fenómeno bien podría explicarse con aquella frase de Karl Marx que desnuda el fundamento de la dominación: la conciencia de los dominantes debe vivir en la conciencia de los dominados.