viernes, 25 de marzo de 2011

Las claves de Iniciativa México

Los "buenos"


¿Qué hace posible un reality como Iniciativa México? Si nos atenemos a los organizadores, la necesidad de convencernos a nosotros mismos de que somos una fuerza que puede transformar al país, que unidos por grandes ideas podemos romper ciclos e inercias.

Según esos mismos organizadores se trata de una iniciativa que en su primera versión movió la conciencia de millones de mexicanos agobiados por la violencia, divididos por los reclamos en un país confundido con su futuro.

El mensaje que recibieron esos millones de ciudadanos, según la televisión, es que en este país hay esperanza porque somos más los buenos que los malos.

El uso de la simplificación o, si se prefiere, del esquematismo buenos/malos atiende a la necesidad inmediata de que el público capte el mensaje. Hay que hablarle en el lenguaje de las telenovelas de donde han aprendido a tipificar conductas y a estereotipar sentimientos, apelar a las emociones para concitar el acuerdo y la convicción de que juntos --Televisa, los medios de comunicación y la sociedad-- somos una fuerza.

Por eso Iniciativa México, como antes el Teletón, le habla al corazón de las personas, al sentimiento en el que las ideologías los intereses y hasta la lucha de clases son entelequias que se disuelven ante la fuerza de la hermandad alcanzada.

En la presentación de la Iniciativa 2011 la escenografía y hasta el acomodo de los participantes es el mismo que hace un año y seguramente se repetirá el próximo. Detrás de los presentadores --Carlos Loret de Mola (Televisa) y Sergio Sarmiento (TV Azteca), el equilibrio del duopolio ante todo-- los capitanes de esas empresas Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego. El tiempo congelado en la fotografía de ese instante en que las diferencias desaparecen y todos somos uno. Lo uniforme permanece.

El esquema del concurso, avisan los presentadores, es el mismo: sacar del anonimato a quien sin pedir nada a cambio se organiza para mejorar y construir sin tener aspiraciones políticas y al margen del reconocimiento mediático.

Se trata --descubriría algún estratega-- de una fuerza social que debe ser mediatizada, es decir, sacada de su entorno para ponerla a concursar a nivel nacional con otros seres igualmente anónimos y desinteresados, en pos de un dinero que nunca soñaron tener.

Gente valiosa, sin duda, a la que es menester cooptar antes que lo hagan los partidos o antes de que, concientizada por su labor y liderazgo, se convierta en futuro opositor (a). ¿Cuál, si no, es el sentido de sacar de su medio a quien trabaja desinteresadamente y convertir su labor, que no fue iniciada con ese propósito, en una mercancía de concurso?

La lógica ensaya una interpretación: identifíquense a esos liderazgos sociales naturales, desprovéase su labor de todo componente social y sustitúyase con el sentimentalismo propio de una telenovela rosa. Por último,  hágaseles probar las mieles de la fama y devuélvanse a su medio, a su ostracismo, pero ya inoculados contra tentaciones opositoras de cualquier signo.

Quienes evaden impuestos, los que utilizan el poder para destruir prestigios de quienes denuncian sus intereses políticos; los que emplean sus relaciones para corromper autoridades y ganar ventajas de negocios para sí , los que manipulan campañas políticas y han polarizado a la nación; quienes tienen al país postrado porque así conviene a sus ganancias y utilidades, esos mismos vienen ahora a alentarnos para que sigamos "echándole ganas" mientras continúa el saqueo de recursos.

Con la coartada de la Unidad por delante, la televisión se lanza en busca del valor perdido: la credibilidad. Todo, para posicionarse de cara a las próximas batallas, una esencial: la elección presidencial de 2012 y ser, de nuevo, un factor de poder.

Para ello le es preciso recuperar la confianza de los electores, de la ciudadanía. Es menester que, como nunca, con iniciativas como ésta, la gente identifique a la televisión y los medios como parte de sí mismos, de su familia, interesados en sus problemas y en sacar adelante al país, como parte de "los buenos".

Es necesario que la gente crea que se comparten valores, afanes, intereses. Así preparado el terreno, podrá hacerse una mejor labor de zapa cuando se trate de desprestigiar a un candidato, cuando se haga campaña contra quien seguramente se identificará como una amenaza para la unidad y la paz del país. Para denunciar a los extremistas que demanden cambios, a quienes pretendan violentarnos sacándonos de la comodidad que da el ser televidentes.

Para socavar a quienes --outsiders-- se aparten del guión. Para eso se trabaja.

jueves, 24 de marzo de 2011

Cobertura informativa de la violencia

Ordenaditos y unidos. Foto: Notimex

Auspiciado por esa vasta operación política e ideológica encubierta denominada Iniciativa México, más de 700 medios de comunicación y grupos empresariales dedicados al rubro, firmaron el Acuerdo para la cobertura Informativa de la violencia.

Esos "abajo firmantes" se han percatado de que, entre las múltiples derrotas que el crimen organizado le ha infligido a la "estrategia" guerrera de Felipe Calderón, figura la que le ha propinado en el terreno de la comunicación.

La cada vez más extendida opinión ciudadana de que el michoacano ya perdió esa guerra, conduce ahora a los barones de la comunicación a entrar al rescate de la joya de la corona que para esos poderes fácticos representa la presidencia de la República.

De cara a los comicios presidenciales del próximo año, no pueden darse el lujo de permitir que Calderón pierda incluso la guerra mediática. Y no lo hacen por el panista, que desde hace mucho se convirtió en una pieza disfuncional para ellos, sino con miras a la protección de sus posiciones de poder y sus intereses que se manejan por medio de la presidencia, por lo cual no pueden permitir que ésta se desprestigie demasiado ni pierda su carácter cohesionador de esos intereses.

¿Y cómo piensan hacerlo? Mediante la única estrategia que conocen y que les ha dado buenos resultados siempre que se ha tratado de neutralizar a un enemigo: borrándolo del mapa, ignorándo su existencia, volviéndolo invisible. En eso consiste el acuerdo: en hacer que la guerra no exista.

Tras la "borrachera" informativa auspiciada por Wikileaks, que entre otras cosas desnudó las deficiencias del supuesto combate al crimen organizado, nuestros genios de la comunicación responden  en sentido contrario a los aires de transparencia informativa que ese portal alentó: cierran al público  los medios de información, amparados en lo que, a su parecer, es la coartada perfecta: no "hacerle el caldo gordo" a los delincuentes.

Con ese talento que tienen para escamotear los derechos ciudadanos (como el derecho a la información)  sin que parezca un atentado, y antes bien, haciéndose pasar como defensores del interés general, Televisa y el grupo de medios que lidera, advierten que el crimen organizado pone en riesgo la libertad de expresión, pero paradógicamente, a ello se responde silenciándose a sí mismos, es decir, limitando y autocensurando esa libertad.

La génesis

El acuerdo se ha venido fraguando desde hace meses. Desde que algunos intelectuales orgánicos como Héctor Aguilar Camín y Jesús Reyes Heroles plantearon la cuestión de hasta qué punto las noticias sobre la guerra de Calderón constituían una apología de la violencia, y hasta qué punto difundir imágenes o el contenido de las mantas escritas por narcotraficantes convertía a los medios en voceros de esos presuntos criminales.

El asunto tomó forma y fuerza conforme en la opinión pública crecía la percepción de la guerra fallida, y conforme las encuestas fueron reflejando el hartazgo y el rechazo de la población a la estrategia, de la cual la propia población era víctima creciente (los famosos "daños colaterales").

Un antecedente de la estrategia de silenciamiento que se concreta con este acuerdo fue ensayada en el caso del secuestro de Diego Fernández de Cevallos. Televisa, y varios medios con ella, decidieron no informar nada acerca del tema para no entorpecer las negociaciones y salvaguardar la vida del llamado "Jefe".

El contenido

El Acuerdo intenta atacar y desvanecer, la muy generalizada idea --que se ha comprobado conforme pasa el tiempo-- de que el gobierno provocó y es responsable de la violencia. Los argumentos, incluso su fraseo, son similares a los que ya ha utilizado fallidamente la propaganda gubernamental 

a) La violencia proviene de la delincuencia organizada
b) En qué momento se nos olvidó quienes eran los malos
c) Puede discutirse la estrategia, pero no culpar al gobierno por la guerra, pues es su obligación constitucional cumplir y hacer cumplir la ley .
d) Debe quedar claro que la violencia proviene de los grupos criminales.
e) Nueve de cada 10 muertes violentas son resultado de "ajuste de cuentas" (o sea, que como dice el gobierno, "se están matando entre ellos")

La idea de partida es exonerar al gobierno de culpas y responsabilidades respecto del actual baño de sangre y del terror en que vive la población, mediante la repetición machacona de una mentira: que los culpables son únicamente los malos, sin mencionar la parte que le toca al gobierno por haberse embarcado en una aventura sin los instrumentos de inteligencia adecuados, sin la tecnología necesaria, sin un ejército preparado y con la descoordinación de los órganos de seguridad.

De allí se pasa a los 10 puntos que conforman los criterios editoriales del Acuerdo, los cuales incluyen una reprimenda a la estrategia de comunicación seguida hasta ahora por Calderón (pues contribuyó a convertir a los delincuentes en héroes dignos de imitación), el referido voto de censura para no publicar las acciones del crimen organizado y una serie de obviedades acerca del manejo de la técnica periodística que, en otros casos esos medios ahora muy éticos violan flagrante y alégremente, como la obligación de dar contexto a los hechos, que no es otra cosa que explicar sus causas y consecuencias; ubicar los intereses y adscripciones de los declarantes o protagonistas de las noticias, algo de lo que nunca se han preocupado.

En realidad, el Acuerdo parece ser un mensaje que los señores de la comunicación envían a los criminales: "hasta hoy se enfrentaron a un bisoño en el manejo de los medios; pero vienen las elecciones y no permitiremos que nos echen a perder el numerito; ahora se enfrentarán a quienes somos expertos en el arte de la manipulación".

La cargada mediática, esta especie de corporativismo empresarial que tiene todos los visos del populismo que tanto critican los impulsores del acuerdo lleva implícita, además, una descalificación a todos aquellos medios que no se unan a esta "cruzada por México".

Dentro de las frases propagandísticas difundidas hoy durante la transmisión televisiva en que se presentó el Acuerdo, destaca esta: "Unos prefieren mirar al abismo; otros, mirar al cielo", la cual parece especialmente destinada a satanizar a esos medios y a quienes, sin tragarse los garlitos y las coartadas mediáticas, insisten en ver desnudo al emperador.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Calderón: "Mi reino por un caballo"




Felipe Calderón es un peligro para México. Lo es por varias razones, pero destaco su proclividad a salvarse a sí mismo aun a costa del país. Esa actitud lo condujo tras su derrota en las elecciones legislativas intermedias de 2009, a intentar relanzar su gobierno mediante una serie de reformas que él sabía inviables, pero que buscaban salvar su prestigio.


Muchos observadores hicieron notar que esas propuestas llegaban con tres años de retraso. El propio Carlos Pascual, en ese momento embajador de Estados Unidos, al tanto de la maniobra, mandó decir a Washington, según mostraron los cables de Wikileaks, que se trataba de “sueños de opio”, pues no tendrían futuro en un congreso dominado por la oposición.

Y así era, pero lo que Calderón buscaba era recuperar la iniciativa política perdida ante el revés electoral. La derrota que le propinaron los electores fue muy significativa porque basó su campaña en un programa –su guerra contra el narcotráfico-- diseñado precisamente para lograr la aprobación general y para tratar de remontar el déficit de legitimidad que lo persigue desde 2006.

Pero sobre todo, la idea era mostrarse como un presidente que quiso cambiar al país, pero que se topó con un congreso que se lo impidió. La prioridad, como se ve, era salvarse a sí mismo.

Su ansia por obtener algo de reconocimiento para su gobierno y para su persona lo condujo también a comprometer la soberanía nacional y a supeditar los intereses nacionales a los de EUA.

Los informes de Pascual son, en este sentido, reveladores. Según el diplomático, por esos días de 2009 Calderón había estado dispuesto a “ampliar nuestra cooperación dentro del Plan Mérida y a dar pasos decisivos en la frontera” pues “cree que un repentino éxito en la lucha contra el narcotráfico dará un impulso a su situación política”.

En esa obsesión por remontar “su situación política” (de nuevo él como prioridad) no ha dudado en entregar al país y favorecer la injerencia de EUA. Véase al efecto la petición –revelada por Wikileaks-- que en febrero de 2010 formuló Calderón a la secretaria de Seguridad Interior estadounidense, Janet Napolitano, para que el Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC, por sus siglas en inglés), interviniera para “pacificar Ciudad Juárez” y “responder a la presión pública de hacer algo por la localidad”.

Las evidencias de cómo Calderón se ha sujetado a los designios de Washington en aras de obtener resultados rápidos que lo salven en su combate al crimen organizado se multiplican: ahí está el caso de la operación Rápido y furioso, o su acatamiento al mandato del Norte para, primero, permitir que diseñara la estrategia en Ciudad Juárez de combate al narcotráfico mediante el ejército y luego, una vez que no funcionó, para acatar la orden de relegar a los militares y sustituirlos por la policía federal, y que incluso el embajador Pascual haya conocido los detalles del repliegue castrense meses antes de que el gobierno lo hiciera público.

Las revelaciones del New York Times sobre los vuelos que realizan en territorio mexicano aviones estadounidenses no tripulados, constituyen una prueba adicional del entreguismo y el vasallaje que Calderón ha permitido que se le imponga a México.

Diversas voces desde el Senado de la República, desde la academia –señaladamente el rector de la UNAM José Narro Robles-- y ONG’s han exigido a Calderón frenar el injerencismo de EU y adoptar una actitud firme en defensa de nuestra soberanía. Se trata de llamados que parecen no asumir el hecho de que ese injerencismo fue y es alentado por el propio ocupante de Los Pinos.

Lo malo para Calderón es que no sólo no se salvó ni a sí mismo (hoy su desprestigio es superlativo y quizá pase a la historia como uno de los presidentes más abyectos que ha padecido México ), sino que ha causado un enorme daño al país al ponerlo de rodillas ante una potencia extranjera.

Y lo peor quizá esté por venir, porque no se sabe qué otros episodios de entreguismo pueda protagonizar el abrumado michoacano en su desesperación por rescatar algo para sí.

Acaso pronto lo oiremos gritar, como el trágico Ricardo III: “¡Un caballo, un caballo. Mi reino (país) por un caballo!”, aunque, a diferencia del héroe Sheakespereano, no lo pedirá para continuar en la batalla sino para huir dejando hipotecado al país. Por eso es un peligro para México.

martes, 22 de marzo de 2011

PRD: los fines y los medios

Una de las frases históricamente más mal interpretadas es aquella atribuida a Nicolás Maquiavelo, según la cual “el fin justifica los medios”. La interpretación ha sido tan torcida que incluso ha derivado en el adjetivo “maquiavélico”, con el que se califica aquello que encierra una maldad intrínseca y que no se detiene ante ninguna consideración de tipo moral o ética para alcanzar sus propósitos.

En realidad, lo que Maquiavelo dijo es que el fin proporciona los medios. Que éstos deben ser acordes con lo buscado. Es decir, que para lograr alguna meta, existen ciertos pasos o procesos lógicos que tengo que cumplir para llegar a ella y que me dicta el propio fin.

Así, si mi objetivo es cursar una carrera universitaria, mal haría en inscribirme en un Conalep. Por principio de cuentas su plan de estudios es terminal, es decir, no equivale a los estudios de preparatoria que son exigibles para ingresar a la universidad. En este caso, el medio que estoy empleando, no se justifica, es decir, no está acorde con mi objetivo. Está desviado de éste.

En cambio, el camino adecuado, según el fin que persigo es cursar el bachillerato. Y este medio me lo está dictando el propio objetivo. Tal es el exacto sentido de la frase del autor de El Príncipe.

Esa confusión conceptual –aceitada por otros intereses políticos y económicos menos intelectuales ni claros-- es la misma que padece el perredismo oficial que el domingo 27 de marzo consultará a la población del Estado de México para determinar si en las elecciones del próximo 3 de julio se presenta coaligado con el Partido Acción Nacional (PAN), con un candidato común.

Para la corriente Nueva Izquierda, mejor conocida como los chuchos, que domina la estructura formal del PRD –aunque ahora con la cuña en el zapato que representa Dolores Padierna, elegida el domingo pasado como Secretaria General del partido en mancuerna con Jesús Zambrano, quien ocupa la presidencia--, la estrategia aliancista (por muy amoral o antiética que resulte para muchos) se justifica merced al fin intrínsecamente bueno que persigue: evitar que el PRI gane las presidenciales de 2012.

Incluso analistas como Dennis Dresser se han adscrito a esa lógica torcida. Plantea Dresser: ¿qué es peor, la alianza o el regreso del PRI con todo lo malo que implica para la democracia mexicana? Sin la alianza, completa su argumento, la victoria del PRI sería contundente. Ni PRD ni PAN podrán ganar solos.

Para empezar, ya vimos que la frase de Maquiavelo no los justifica, porque no es ese su sentido, y segundo, el fin no está acorde con el medio porque en las elecciones de 2012 PAN y PRD enfrentarán separados al PRI, según mandata al segundo el resolutivo aprobado también este domingo por su Consejo Nacional.

Si lo que están demostrando, según ellos, es que el PRI no es invencible, que se le puede ganar y, adicionalmente, están destruyendo la percepción generalizada en el imaginario popular del inevitable regreso del tricolor a Los Pinos; junto con eso, el mensaje paralelo es que eso se puede lograr sólo unidos PAN-PRD.

¿Dónde está pues la lógica de pretender derrotarlo por separado en las presidenciales? ¿Qué elementos hacen presumir a los líderes del PAN y del PRD y a analistas como Dresser que pueden derrotar al PRI separados, cuando únicamente lo han podido hacer cuando van juntos? ¿Qué los hace creer que el elector que votó contra el PRI en su estado –entre otras cosas quizá porque el candidato no fue el adecuado o porque renunció y fue postulado por la alianza— volverá a votar en su contra en las presidenciales, cuando el candidato sea uno con mayor arrastre?

Salvo ese supuesto utilitario de que el PRI es derrotable ¿para qué más habrán servido las alianzas estatales? ¿Cambiará el modelo neoliberal de desarrollo estatal? ¿Los gobiernos aliados traerán más prosperidad y libertad en sus comarcas? ¿Qué postura adoptarán frente a temas como el aborto o los matrimonios gay que los enfrentan a escala nacional, o simplemente dejarán las cosas como están? ¿Qué nuevas formas de hacer política –como pretende la misma Dresser—se inaugurarán, por ejemplo en Guerrero, donde gobernará el ex priísta Ángel Aguirre Rivero?

Se podrá argüir que una elección presidencial es diferente y que la idea es llegar, como insisten en afirmar Manuel Camacho y los chuchos, con la cancha nivelada y no en desventaja desde el inicio.

Sea, pero precisamente porque en una elección presidencial suelen contar factores que no están presentes en una elección estatal, el hecho de que se empiece con la cancha nivelada no significa que estén en igualdad de circunstancias.

Es como si se creyera –como pretendía el demagogo Vicente Fox, siguiendo a Milton Friedman— que con un programa como el denominado “Arranque parejo en la vida” se iban a igualar automáticamente las condiciones y oportunidades de niños indígenas y pobres con los que nacen en el seno de familias adineradas.

Como puede verse, los aliancistas del PRD carecen de razones y hasta de lógica política, de principios, por supuesto. Ocurre simplemente que, en el fondo, su única lógica es, por un lado, pactar con la derecha para mostrarle al grupo hegemónico que se han olvidado de sus radicalismos, de sus pretensiones de cambio social (si es que algún día las tuvieron) y que están listos y son confiables para administrar el poder.

La otra parte de su lógica –y que es consecuente con lo anterior—es evitar y obstruir la opción que representa Andrés Manuel López Obrador, y en esa tarea ya han demostrado que pueden utilizar los mismos medios y métodos utilizados por la derecha para descalificar y tratar de desprestigiar al tabasqueño.

domingo, 20 de marzo de 2011

Carlos Pascual




El retiro del embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, anunciado ayer, es uno de los saldos de las revelaciones de Wikileaks. En ese sentido cabe preguntarse cuántos de nuestros funcionarios, incluido el propio Felipe Calderón, dejarían de ser confiables para la ciudadanía y tendrían que renunciar si la opinión pública conociera los análisis, motivaciones y maneras que utilizan para ejercer el poder y controlar, cuando no para manipular, a la población.

De hecho, las violaciones a la soberanía nacional que ha permitido quien es el primer responsable de defenderla por mandato constitucional –me refiero a Calderón--, así como su postura entreguista y de subordinación ante el gobierno de Estados Unidos, puesta en evidencia por esos mismos cables, harían ya exigible un juicio político y, si fuera el caso, su inmediata defenestración.

Eso sería posible si no viviéramos en una sociedad controlada y adormecida por el poder televisivo –ahora elevado por el secretario Lujambio al rango de verdadera secretaría de educación pública-- conformado y alentado por la corrupción oficial y corporativa, precisamente para brindar esos servicios de conformismo inducido en las masas que así desmovilizadas y desprovistas de liderazgos (cuando surgen son satanizados y desprestigiados por esos mismos medios), son incapaces de reaccionar ante la entrega de su país a los intereses extranjeros.

Aunque Calderón había solicitado al presidente Obama el retiro del embajador Pascual, durante su visita a Washington el 3 de marzo pasado, la dimisión del diplomático de origen cubano no puede considerarse un triunfo de la diplomacia mexicana, como tratarán seguramente de venderlo los corifeos y la prensa asociada al panista.

En realidad, la molestia de Calderón no deriva de su celo por defender a la patria del injerencismo estadounidense –Wikileaks ha mostrado cómo en varias ocasiones el propio Calderón o sus enviados aparecen pidiendo ayuda desesperada a Washington o acatando sus designios, como la sustitución de militares por policías en Ciudad Juárez— sino de su coraje por ver cómo sus esfuerzos eran descalificados y hasta ridiculizados en esos informes a la Casa Blanca.

En efecto, el enojo contra Pascual es porque corrobora lo que aquí siempre se criticó: que la guerra de Calderón contra el narcotráfico carecía de estrategia, que la descoordinación e incluso los pleitos entre Genaro García Luna (SSP) y Eduardo Medina Mora (PGR) impedían el éxito de los operativos; que el ejército no contaba con instrumentos de inteligencia y que incluso sus miembros tenían “aversión al riesgo”; y en fin, que los operativos más espectaculares, como el asesinato de Arturo Beltrán Layva, se debieron a la información proporcionada por la inteligencia estadounidense, más que a las investigaciones de nuestras fuerzas armadas.

En una palabra, lo que Pascual describía era el fracaso total de la guerra calderonista, casi en los mismos términos en que los críticos nacionales lo señalaron desde el inicio de las operaciones bélicas. Por eso se entiende perfectamente aquel “no me ayudes compadre” que le mandó decir Calderón, en la entrevista que ofreció a editores y reporteros de The Washington Post, durante la referida visita de principios de marzo a la Casa Blanca.

En resumen, Pascual había desnudado el fracaso, la confusión, y la debilidad del calderonismo no sólo en la guerra contra el crimen organizado, sino incluso su extravío en otros ámbitos de la política interna.

Recuérdese el cable 09MEXICO3423 fechado el 4 de diciembre de 2009 y publicado por La Jornada el pasado 10 de marzo. Allí Carlos Pascual daba cuenta de lo “abrumado e inseguro” que se encontraba Calderón “acerca de qué ruta seguir para aterrizar sus proyectos políticos”, tras su derrota en las elecciones intermedias de aquel año.

En tales condiciones, el embajador estadounidense calificó como “sueños de opio” el paquete de reformas (fiscal, energética, laboral, educativa, telecomunicaciones y política) que propuso el michoacano para “recuperar la iniciativa”, luego del revés electoral.

La descalificación y la desconfianza que merecen ante los ojos de EUA, los fallidos afanes de su gobierno en casi todos los ámbitos, constituye un duro golpe político para el panista, pues debilitaba aún más su posición interna, al quedar en evidencia la frustración que su ineficacia causa en uno de sus principales aliados.

Imagine el lector el efecto demoledor de estos señalamientos sobre la fortaleza política de Calderón hacia la recta final de su administración, en la que todavía deberá enfrentar los retos de operar la sucesión presidencial y de mantener a su partido en la presidencia.

La dimisión del embajador Carlos Pascual entraña una paradoja: en vez de fortalecer a Calderón merced a un aparente triunfo diplomático, lo dejará expuesto a las represalias encubiertas que Washington adopte vía presiones para conseguir que siga cediendo porciones más amplias de la soberanía.

La factura que le pasará Hillary Clinton por haber tenido que sacrificar a una de sus piezas más apreciadas será, sin duda, muy alta. Veremos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La reforma fiscal de Beltrones


  • Garlito para atrapar contribuyentes
  • Promueve la segregación social de los más pobres
  • Reforma recaudatoria; no favorece el desarrollo económico


La iniciativa de reforma fiscal presentada la semana pasada por el senador priísta Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva del senado de la república tiene muchos bemoles.

Acaso el principal consista en que se trata de una reforma claramente recaudatoria, encaminada a ampliar la base de contribuyentes mediante el garlito de cobrar un IVA de 16 por ciento, y ofreciendo devolver tres por ciento a quienes compren en comercios formales, obtengan una factura y estén registrados ante Hacienda.

La medida apunta claramente a incrementar el número de contribuyentes, pues ya es proverbial que uno de los problemas del país es la baja recaudación impositiva en relación con el PIB, que nos ha colocado como la peor economía de la OCDE en el rubro, con 17.52 % del PIB en 2009, por debajo de Chile con 18.23%, Estados Unidos 23.95% y de Turquía con 24.57%.

No está mal que eso se pretenda, lo criticable es que esa ampliación de la base gravable se siga buscando entre los ciudadanos de medianos ingresos y que para ello se tenga que recurrir a subterfugios como el de la devolución de 3%, y se mantenga la mancha ancha con los grandes contribuyentes, amparados en los regímenes especiales que no toca la iniciativa. ¿Por que no, por ejemplo, se fija el IVA en 13 por ciento y nos dejamos de cuentos?

Pareciera entonces que el mensaje que envía el PRI a los grandes contribuyentes fuera el siguiente: te aumentamos el impuesto sobre la renta a 35 por ciento, pero no te preocupes, mediante los regímenes especiales podrás obtener la devolución de tus impuestos.

Es la misma lógica de, por ejemplo, las cruzadas contra la corrupción de Calderón y los panistas. En aquel caso todo el peso de la ley está orientado a combatir la corrupción de ventanilla, esa en la que el empleado infla por su cuenta alguna factura o presupuesto, pero nada más. La corrupción de las élites permanece intocada.

En la reforma fiscal de Beltrones, se procede con igual lógica: hacer que paguen más mexicanos, quienes sobreviven en la informalidad, para seguir beneficiando a los verdaderamente grandes contribuyentes vía la devolución de impuestos.

La política fiscal es el medio más directo que tiene un país para la redistribución del ingreso, pues el dinero recaudado ha de destinarse a servicios de educación, salud y vivienda que beneficien a los más pobres, y que toda esta inversión vaya estimulando paralelamente el desarrollo económico de la nación.

En México no ocurre así; aquí los impuestos se utilizan para financiar el gasto gubernamental, con lo cual no se invierte en la infraestructura necesaria, los servicios son deficientes y ello hace a los ciudadanos reacios a pagar un dinero que sabe que no será devuelto mediante el gasto social.

Por otro lado, mantener sin el pago del IVA a una canasta básica conformada por los productos que consume la población de menores ingresos (alimentos en estado natural, más carne, pollo, pan, tortilla, harina y atún) es una medida francamente discriminatoria y fatalista.

¿Por qué? Porque amplía la brecha entre lo que pueden consumir los ricos y lo que pueden o, con la nueva ley, lo que estarán condenados a consumir los más pobres. Es decir, la medida propuesta por Beltrones, en vez de contribuir con la redistribución del ingreso, vía impuestos, los pobres vayan superando su condición y alcanzando cada vez mejor calidad de vida, pone un candado real a lo que deben y a lo que no deberán consumir los más necesitados.

Y es que son tales las condiciones de crisis económica y desempleo en el país, que gravar con IVA los productos industrializados, los pondrá en definitiva fuera del alcance de la población de menores ingresos, lo que constituye una suerte de segregación social encubierta.

lunes, 14 de marzo de 2011

Reforma laboral del PRI

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos ha obsequiado estos días dos pruebas irrefutables de que los intereses populares no figuran en su agenda, y que su ya celebrado regreso a Los Pinos significará la continuidad de las políticas neoliberales que tanto afectan el bienestar de las familias mexicanas.

Me refiero a las iniciativas de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) y la de reforma Fiscal, presentadas la semana pasada, respectivamente, por el grupo parlamentario en la cámara de diputados y por el senador Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva del Senado.

Más allá de los discursos y de la fachada de renovación con que pretende engatusar a los electores, las iniciativas presentadas revelan que, en realidad, sigue siendo un partido esencialmente antipopular, un instrumento –como el PAN— en manos del grupo hegemónico en el poder y por tanto, contrario a los intereses y necesidades de las mayorías.

La iniciativa encaminada a “modernizar” la legislación laboral constituye un arsenal de beneficios y ventajas para los patrones, pero lesivo para los trabajadores, quienes quedan casi sin derechos frente a sus empleadores.

La iniciativa autoriza a los empresarios evadir obligaciones mediante contratos de prueba que permiten despedir empleados sin responsabilidad para la empresa, cuando ésta declare que el solicitante carece de la habilitación para el puesto. De este modo, un buen número de empleados podrá ser echado a la calle, digamos cada tres meses, con lo que se libera a los empresarios de obligaciones derivadas del factor antigüedad, con lo que además se vulnera la estabilidad en el empleo.

Del mismo modo, se amplían los requisitos para declarar la existencia de una huelga, se elimina cualquier mención a la semana de 40 horas, lo que pulveriza la jornada laboral de 8 horas y autoriza notificar despidos a las juntas de conciliación antes que al trabajador.

Se trata, de nuevo, del mismo argumento falaz con que el año pasado se presentó la iniciativa del Partido Acción Nacional: que se protegerán los derechos y permitirá la creación de nuevos empleos, cuando el efecto buscado es tener empleados con bajos sueldos, sin prestaciones ni seguridad social.

A diferencia del blanquiazul, los priístas muestran que están vivas y actuantes sus viejas prácticas corporativas, pues la reforma en cuestión fue pergueñada mediante una negociación previa con el Consejo Coordinador Empresarial que, a cambio de las ventajas obtenidas, mantendrá protegidas las viejas estructuras del charrismo sindical que usufructan las organizaciones gremiales priístas.

Así, con el pretexto de no vulnerar la autonomía sindical, la iniciativa favorece la opacidad que permite todo tipo de corruptelas, al señalar que la obligación de informar sobre la administración del patrimonio de las dirigencias se cumpla en los términos que establezca cada organización.

Una prueba más de la hermandad de proyectos y objetivos que, a despecho de sus riñas electorales de coyuntura, prevalece entre los dos partidos de la derecha, tuvo lugar apenas conocida la iniciativa de reforma laboral del PRI: de inmediato, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social --a cuyo titular, Javier Lozano, se adosó la paternidad de la iniciativa panista rechazada el año pasado—expresó su beneplácito con el proyecto tricolor, pues “se enmarca en el propósito fundamental de contribuir a que nuestro país pueda ser más productivo y competitivo”.

El propio Felipe Calderón se mostró complacido al señalar que esa reforma “permitirá la generación de mejores condiciones de empleo para jóvenes y mujeres y elevará la competitividad”.

Como puede verse, el PRI –que hace un año reaccionó furibundo contra la iniciativa panista—ahora presenta una versión similar, apenas maquillada, porque seguramente cree llegado el momento de empezar a sentar las bases para su retorno al poder, mediante la aprobación de leyes que le servirán para apuntalar el modelo económico neoliberal, sin los costos políticos que le significaría hacerlo una vez en el gobierno.

Mañana nos referiremos a la reforma fiscal propuesta por Beltrones.





miércoles, 9 de marzo de 2011

La política del absurdo

Los mexicanos nos relacionamos con la política como espectadores en una sala de cine o en un espectáculo teatral. Sabemos que en la pantalla o sobre el escenario discurre una ficción. Pero establecemos lo que los semiólogos llaman un contrato de verosimilitud: para vivirlo, para emocionarnos y hasta para disfrutarlo tenemos que hacer como si lo que se nos ofrece fuera real y novedoso.

En estos días, por ejemplo, asistimos ya con mayor fuerza que en los meses pasados al espectáculo puntual de cada seis años: la danza de partidos y sus seguros o presuntos candidatos para disputarse la presidencia del país.

El espectáculo --aunque tiene su atractivo porque en el juego de estrategias lo que cuenta son las señales, los signos-- es en general bastante chafa por previsible. La sociedad, ausente de todo proyecto y obligada a jugar el papel de espectadora, se entretiene en observar y tratar de descifrar los movimientos, los dichos, las insinuaciones de los protagonistas.

Los medios de comunicación recuperan el papel que, en realidad, siempre han tenido: no el de adalides de la libertad de expresión y el derecho a la información, sino el de correas de transmisión de la élite política. Es decir, el espacio privilegiado a través del cual esa clase política, los grupos de poder intercambia mensajes crípticos que los observadores, columnistas, editorialistas se encargarán de descifrar para el consumo popular. Es otro más de los valores entendidos de nuestra democracia.

El espectáculo, como digo, empieza a intensificarse y los signos se multiplican aunque, como también dije, es bastante corriente. Por el lado del PRD, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador se disputan la nominación.

Resulta obvio que están distanciados, que es falso aquello de que será candidato aquel que se encuentre mejor posicionado en las encuestas al momento de la decisión. Pero recurren al contrato de verosimilitud para que el respetable les crea, acaso porque en los cálculos políticos, de ellos o de sus estrategas, no conviene que ya desde ahora se aprecie la ruptura, la colisión que ya se produjo.

Los signos son inequívocos: ante los embates del tabasqueño contra las alianzas que respalda Ebrard, éste endurece su discurso y declara a un periódico que en este momento superaría a AMLO en una encuesta de popularidad. Y fue más allá al contrastar el estilo de liderazgo que cada uno representa: el suyo, dijo, es moderno y escucha a la gente. Ya no se detuvo en calificar el estilo de AMLO, pero el contraste estaba hecho.

Otra señal de su rompimiento: interrogado en Univisión por el periodista Jorge Ramos respecto si hubo fraude en 2006, Ebrard evadió diciendo: hubo múltiples irregularidades, después elogió la decisión de Calderón de enfrentar al crimen organizado.

De modo que la ruptura ya es pública y notoria, pero ellos, pésimos histriones, actúan como si no fuera así y pretenden que se les compre esa apariencia, confiados en que el público sabe agradecer siempre tales esfuerzos, pues, como recordaba Arreola: "paga por ver una pulga vestida; y no tanto por la belleza del traje, sino por el trabajo que ha costado ponérselo".

En el PAN un día Calderón declara que el candidato del partido podría ser algún no militante. De inmediato las conjeturas: se refirió a Juan Ramón de la Fuente. Otros, más sagaces, interpretaron que aludió al secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, quien no pertenece al partido.

Los panistas reaccionan contra el dicho presidencial. Después, para que ese choque de posiciones no se lea como lo que es, una división, introducen un matiz. Sabedores de que en política jamás hay que parecer ni derrotado ni dividido, aunque así sea, por voz del diputado Javier Corral arguyen que el partido siempre ha estado abierto a la ciudadanía y que el ciudadano presidente se refería a esa situación.

Los presidenciables blanquiazules toman el salvavidas y, dado que no pueden discrepar abiertamente de la opinión de su jefe Calderón, ni aceptar sus dichos porque equivaldría a reconocer que no tienen "patas para gallo", empiezan el control de daños mediante una reinterpretación a modo de lo afirmado por Calderón: "sus palabras responden a la historia de apertura del PAN a los ciudadanos"; otros niegan lo evidente: "no hay contraposición entre el presidente y el partido, pues somos un partido de ciudadanos, que siempre ha estado abierto a las candidaturas externas".

Calderón fue muy claro, pero los panistas no se dan por aludidos y empiezan a reinterpretar el sentido de las palabras originales de modo que no parezcan sobajados. Un verdadero teatro del absurdo.

Notoriamente, a partir de la declaración de Calderón, tanto Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los diputados panistas en el Congreso, como Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, aceptan abiertamente --antes evitaron reconocerlo-- que buscarán la nominación de su partido para las presidenciales. No tuvieron más remedio. No vaya a ser que Calderón también se vaya con la finta de que nadie en el PAN aspira y tenga, como ya advirtió, que voltear hacia afuera.

Como se ve, la política mexicana sigue siendo una impostura, una gesticulación, un espectáculo en el que todos sabemos la verdad, pero los políticos actúan, y dejamos que lo hagan, como si nadie la supiera; nos proponen un imposible contrato de verosimilitud porque viola una condición esencial: el espectador nunca debe intuir el desenlace.

Así, nuestro teatro político resulta un espectáculo deplorable. Lo malo es que nos creemos espectadores de una farsa, cuando en realidad, somos protagonistas de una tragedia.

¡Que no se nos olvide!