La carta que la oficina del ex presidente Carlos Salinas de Gortari envío a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) para negar que aquel lo haya retado a un debate, contiene elementos que conviene examinar por los símbolos políticos que incluye.
En primer lugar hemos de decir que Salinas tiene razón: nunca retó a debatir a AMLO. Si se lee el cuerpo de la nota en la que Víctor Cardozo reseña la participación del expresidente como conferenciante en el congreso de la Asociación Mexicana de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública, A.C.(AMAI), se verá que, en efecto, en ningún momento se formuló el supuesto desafío.
Lo que sí hizo fue recomendar a los miembros de la AMAI que inviten al tabasqueño para someterlo a la "prueba del ácido". "Va a reprobar", auguró con malicia.
Extraña que los editores de La Jornada hayan dejado pasar un encabezado como ese ("Reta Salinas a López Obrador para que discutan propuestas; 'va a perder', dice") sin sustento en la información del reportero. Y más que el informador no haya formulado la aclaración correspondiente.
López Obrador tampoco se hizo cargo del inexacto titular periodístico, pues seguramente de ahí recogió el guante, y, ni tardo ni perezoso, envió al "innombrable", como suele referirse a Salinas, una carta en la que le comunica su aceptación y aun le propone que mueva sus influencias para que la confrontación se realice en Televisa.
El lunes 12 de septiembre la oficina del expresidente respondió lo previsto: que nunca se emplazó al ex jefe de Gobierno del Distrito Federal a ningún debate. Se trata de una misiva que pretende ser pulcra y neutra, pero que, sin embargo, no alcanza a ocultar la inquina del ex presidente expresada en puyas y hasta en burla hacia el perredista, con lo que seguramente pretende cobrarle todo lo que el opositor dice de él en las plazas públicas del país.
Para empezar, Salinas establece una distancia insalvable con su contrincante al pretender que no es él quien responde, sino su "oficina", en lo que constituiría una redición del "Ni los veo ni los oigo", una forma de degradar al "otro" haciéndole saber que ni incluso es digno de que le responda personalmente. Por eso la respuesta es de la "oficina", es decir, de un ente impersonal que quien sabe quien será.
Pero de inmediato se nota el inconfundible estilo insidioso del priista, el cual revela su presencia como escribidor o dictador de aquellas frases, pues al negar que haya hecho ninguna invitación a debatir, dice que, por lo tanto, "carece de sustento la 'aceptación' del candidato presidencial derrotado en 2006 a la inexistente propuesta de sostener un debate con el ex presidente".
El párrafo vuelve a sobajar al interlocutor al recordarle, sin que venga al caso y con una evidente intensión burlesca, su condición de "derrotado". Asimismo, rechaza por falsas y carentes de sustento las afirmaciones incluidas en la carte de AMLO.
Seguramente se refiere al texto en que López Obrador le recuerda que "usted, como parte de un grupo de potentados fue y sigue siendo el principal responsable de la actual tragedia nacional". Salinas se defiende atacando: dice que se trata de "gastados señalamientos inquisitoriales" con los que "trata de recobrar la visibilidad perdida, a partir de un lenguaje destructivo que le es característico...".
Esas líneas recuperan lo que ha sido la campaña de desprestigio enderezada contra el líder del Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), cuyo eje radica en considerarlo un peligro para México, pues con sus críticas sólo trata de destruir lo que los mexicanos de bien construyen cada día. Se trata, en suma, de un destructor, un hombre cargado de negatividad en busca de notoriedad a costa del propio Salinas.
En efecto, Salinas sugiere aquí que el líder opositor es invisible, que no es nadie ni representa nada y que todo no es más que una estratagema para recobrar notoriedad. Alude así a las encuestas que muestran al ex jefe de gobierno en desventaja en las preferencias electorales, factor que seguramente seguirá explotándose, como se hizo en 2006 para inducir el supuesto crecimiento demoscópico de Calderón, aprovechado después para decretar su triunfo.
La "oficina" dice por último que resulta inviable "sostener con él un verdadero debate de ideas o un análisis de propuestas constructivas que es lo que le urge en esta hora a nuestro país". De nuevo el tono denigratorio y descalificador mediante el uso de términos que evocan cualidades positivas, las cuales estarían del lado de Salinas, como "Ideas" y "propuestas constructivas", en contraposición con "gastados señalamientos" y "lenguaje destructivo", nociones negativas que caracterizarían al contrincante (AMLO).
Mediante esa hábil contrastación de ideas que evocan en la mente de la audiencia nociones favorables/desfavorables se logra, en términos de comunicación masiva, la descalificación del adversario ante la opinión pública.
Si se ve más allá de la maniobra discursiva de Salinas, lo que su alegato oculta es su negativa precisamente a discutir Ideas, propuestas, resultados de gobierno y sistema económico, incluso a confrontar críticas. Se parapeta para evitarlo en la descalificación, e incluso para ello, se esconde y hace que su "oficina" hable.
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