La proclividad de México hacia Estados Unidos de América y su alejamiento, cuando no agresividad con los países latinoamericanos no es extraño tratándose del derechista-yunquista Partido Acción Nacional y de quien, surgido de esas filas, ocupa la presidencia del país.
Aparte de los evidentes perjuicios económicos que acarrea esa dependencia voluntariamente aceptada respecto del vecino del Norte, México ha perdido presencia, credibilidad y liderazgo entre los países del Sur.
(Hagamos una digresión para señalar que esa minusvalidad de México ante el mundo, bien podría ser catalogada como resultado de la denigración que su actual titular hace de la institución presidencial y del prestigio del país, para que pueda ser juzgada por algún IFE oficioso o alguna entidad encargada de cuidar el buen nombre y fama de la tal institución.)
Para subrayar su plena adscripción y aquiescencia ideológica con el Norte, el licenciado Calderón juzga adecuado traerla a colación de cuando en cuando y, de paso, darle un raspón a las democracias latinoamericanas, como Venezuela, Bolivia, Brasil, Ecuador o Paraguay.
Apenas el viernes pasado, durante la clausura en Morelia del Encuentro empresarial 2010 organizado por la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), y a la que asistió el ex presidente colombiano Álvaro Uribe, Calderón dijo de éste: "acaba de dejar la presidencia y ya lo extrañamos tanto, y lo extrañamos porque existe una América Latina exacerbada, o si se quiere entusiasmada, con el retorno y el renuevo del populismo, de la demagogia, de la autocracia y de la invencibilidad del crimen".
Seguramente en el cono Sur han debido tomar nota de estas palabras porque ¿a qué llama populismo y demagogia Calderón? ¿al respaldo social de que carece su gobierno y que en cambio ha concitado el rescate emprendido por los bolivianos de sus hidrocarburos? ¿a la estabilidad macroeconómica que han logrado sin seguir las recetas neoliberales del FMI? ¿a la nueva constitución votada en 2007 que creó un Estado plurinacional que dota de iguales derechos a sus pueblos originarios?
¿O acaso le parezca demagógico y populista el rechazo que los 12 presidentes de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) expresaron en agosto de 2009 a la instalación de siete bases militares de Estados Unidos en Colombia con el pretexto de combatir el narcoterrorismo?
¿Se referirá por ventura al acuerdo de 33 países de América Latina y el Caribe adoptado en febrero de este año en Cancún para constituir una organización hemisférica sin Estados Unidos y Canadá, ante el declive de la hegemonía estadounidense?
¿Será que Calderón considera demagógico el rechazo de los países de la región a la iniciativa estadounidense para construir el Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA)? ¿o considera que la invencibilidad del crimen se fortalece con el activismo y el liderazgo del presidente de Brasil, Luis Inacio Lula da Silva, al defender el diálogo con Irán y rechazar sanciones contra la república Islámica, acusada permanentemente por EUA por el programa nuclear que desarrolla?
Esas pocas palabras de Calderón dichas al ex presidente Uribe, describen de un plumazo la nuez de la subordinada política exterior mexicana y, al mismo tiempo, constituyen un virtual aval al asesinato de cuatro estudiantes mexicanos de la UNAM perpetrado por militares colombianos --todavía bajo la presidencia de Uribe-- el primero de marzo de 2008 en la región ecuatoriana de Sucumbíos.
El desplante declarativo de Calderón muestra, además, un desprecio por el dolor y el luto de los familiares de esas víctimas, quienes se mantienen en lucha por el esclarecimiento y castigo a los responsables de aquella matanza.
¡Que no se nos olvide!
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