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viernes, 17 de febrero de 2012

¿Capitalismo en crisis?



Se ha vuelto casi un lugar común hablar de la "crisis del capitalismo", sobre todo a raíz del desastre financiero ocurrido en 2008, cuando la quiebra de Lehman Brothers condujo al mundo a lo que fue calificado como la peor recesión conocida por Occidente desde 1929.

Diversos análisis, incluso de grupos que reinvindican la opción socialista, insisten en referirse a "la crisis del capitalismo", lo cual no parece sino un buen deseo, más cercano al voluntarismo --Wikipedia lo define como la afirmación de que algo es cierto o falso basándose simplemente en el deseo de que lo sea-- que a una realidad verificable empíricamente.

Los problemas económicos de la Eurozona --una continuación de la burbuja que estalló hace casi cuatro años-- son aducidos como una prueba de la pretendida crisis. No hay tal.

Los fundamentos económicos de ese sistema y la legitimidad de que lo revisten los intereses mediáticos que controlan y dictan los cánones de cómo ser y estar en el mundo permanecen intocados, intactos, de modo que a sus enterradores puede aplicárseles aquella frase atribuida falsamente al Don Juan, de José Zorilla: "Los muertos que vos matáis, gozan de cabal salud".

Es posible que el modo de acumulación capitalista haya conducido a los actuales problemas de deuda soberana que afecta a los países de aquella región, pero ello no implica que el sistema esté en crisis. Quienes lo están, en cambio, son los ciudadanos de esas naciones que con su sacrificio económico producto de la aplicación de los eufemísticamente denominados Planes de ajuste, tendrán que pagar los platos rotos.

Es decir, el capitalismo financiero trasnacional no perderá las ganancias obtenidas mediante los instrumentos especulativos que han conducido a casi la insolvencia a países como Grecia, Italia y España. Aunque sea a largo plazo, pero no perderán ese dinero, de ahí los planes que han obligado a firmar a esos países. ¿Dónde está la crisis de un sistema de producción cuyos organismos multilaterales tienen la fuerza para obligar a países supuestamente soberanos a casi autoinmolarse para cumplir con el pago de esos capitales?

El diseño capitalista previsto tras el desmantelamiento del llamado Estado de bienestar y encaminado básicamente a incrementar la rentabilidad del capital mediante lo que se conoce como el Consenso de Washington, está en marcha sin enemigo al frente.

Es cierto, existen movimientos globales opuestos al capitalismo, que denuncian la dominación de los pocos sobre los muchos, o el altermundista Foro Social Mundial, reputado como el mayor espacio de debate, ideas y propuestas de movimientos sociales, redes y ONG que se oponen al actual modelo de desarrollo y buscan alternativas.

Con todo lo prometedor que resultan esos esfuerzos, todavía no es posible afirmar que hayan hecho tambalear al sistema. Acaso se deba a lo que el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez --fallecido a los 95 años en julio del año pasado-- denominaba el desdén del socialismo como opción.

Aunque existen movimientos anticapitalistas y se incrementan en años recientes, ninguno de ellos --lamentaba-- se pronuncia abiertamente  por la necesidad de esta alternativa que a mi juicio continua siendo el socialismo.

Sánchez Vázquez alertaba que la idea de esa opción social ha desaparecido incluso de las reivindicaciones y de los programas de los grupos políticos de izquierda en gran parte del mundo.

A mi juicio --observaba-- una de las características de la izquierda no sólo en América Latina sino también en Europa es haber abandonado esta reivindicación y tratar de situarse en los cambios posibles dentro del sistema, pero perdiendo la perspectiva de que la alternativa verdaderamente emancipadora tiene que venir de un sistema que destruya las bases fundamentales del capitalismo. (La Jornada, 9 de julio/2011, p. 6).

 El problema de catalogar como "crisis del capitalismo" los recurrentes o cíclicos (para emplear un término caro a los economistas) desajustes que causa en la economía real, esa que afecta al hombre de la calle, consiste en que distorciona el análisis de las llamadas condiciones objetivas, conduce a un falso triunfalismo, y resta rigor a la acción colectiva al pretender que el fin está cerca cuando aún falta mucho trabajo para empezar si quiera a minar sus fundamentos.

 


domingo, 1 de febrero de 2009

Otro mundo...

El mundo vive un momento axial.

El Foro Económico Mundial y el Foro Social Mundial realizados esta semana ilustran las coordenadas en las que se inscribe la crucial disputa a escala global, entre quienes pugnan por mantener el modelo que condujo a la crisis actual --máximizar las ganancias mediante un esquema de producción que además de depauperizar a las personas está depredando el planeta-- y quienes empujan por cambios a partir de la movilización popular.

En Los Alpes suizos la reunión anual de los banqueros y gobiernos que trazan el destino del mundo transcurrió en un ambiente deprimido en el que los principales llamados fueron a no abandonar, pese a todo, el modelo globalizador.

En Brasil, en tanto, el Foro Social Mundial reunió a los movimientos sociales con cuatro mandatarios latinoamericanos considerados como los más progresistas de la región bajo una consigna que aunque lo es en sí misma, cada día adquiere más fuerza de convicción: Otro mundo es posible.

Las fechas del Foro en Davos llegaron en el momento equivocado, como suele decirse eufemísticamente en el mundo anglosajón, prácticamente a dos meses del estallido de la que es considerada la peor crisis económica que ha enfrentado la humanidad en el último medio siglo.

Así que quienes en gran medida provocaron la turbulencia se vieron obligados a comparecer para desempolvar sus argumentos favoritos; las recomendaciones cuya aplicación extrema condujeron a este momento crítico.

Ante el fantasma del regreso del proteccionismo y la regulación de los mercados, se apresuran a advertir que no nos equivoquemos, que esas medidas afectarían más a los más pobres. Exactamente el mismo argumento que vendieron cuando impusieron al mundo la globalización rampante.

"Abandonar la globalización no es la solución", dijo el primer ministro británico Gordon Brown al hacer un llamado pra evitar el proteccionismo económico. Lo que falta, según él, son nuevas reglas para el funcionamiento del sistema financiero mundial. No empecemos un proceso de desglobalización, demandó.

Estos representantes saben que cuentan con el poder necesario para emprender la restructuración del capitalismo mundial, saben que habrá opositores. A lo largo de la historia mundial ha sido así y siempre salieron adelante.

De ahí que resulte crucial los modos en que los sectores progresistas del mundo delinien la estrategia. Eso se dicutió en el Foro Social Mundial: el modelo de relación entre la lucha política y la lucha social.

Por un lado están quienes descreen de los procesos institucionales y plantean que la única solución para el cambio social es que las clases populares acumulen fuerzas. Ni la televisión ni los votos resuelven los problemas, argumentan y explican: los cambios estructurales sólo se logran con la movilización popular.

Otros señalan que para cambiar las cosas en un sentido progresista lo fundamental es la gestión gubernamental que permita elaborar políticas públicas en favor de los sectores menos favorecidos. He ahí la disyuntiva.

Por lo pronto, y por si quedaran dudas, otra cosa que dejó clara esta semana y estos foros es con quien están alineados los intereses de los mandatarios latinoamericanos.

Mientras que los presidentes Evo Morales (Bolivia), Fernando Lugo (Paraguay), Rafael Correa (Ecuador), Hugo Chávez (Venezuela) y Luiz Inacio Lula da Silva (Brasil) acudieron al Foro Social Mundial donde se discuten las alternativas para dar contenido a la convicción de que otro mundo es posible, el señor Felipe Calderón se retrató en los Alpes junto con quienes están buscando sólo cambios cosméticos para reencausar el actual modelo de dominación.