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lunes, 19 de noviembre de 2012

Petraeus: sexo, mentiras y correos


Una serie de emails enviados por una amante celosa a la persona equivocada provocaron la semana pasada la caída del jefe de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos, el laureado y reconocido general David Petraeus; comprometieron seriamente la carrera del general John Allen como comandante de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Afganistán y de rebote, condujo a descubrir que el gobierno de Barack Obama mintió en el caso del ataque del 11 de septiembre contra el Consulado de EU en Bengasi, Libia, en el que murieron cuatro estadounidenses incluido el embajador Christopher Steven.

Petraeus y Broadwell

Cuando Paula Broadwell decidió amenazar por correo electrónico a Jill Kelley nunca imaginó que su infundado ataque de celos provocaría todo este escándalo en la política estadounidense.

Broadwell --una experta en contrainsurgencia que vive en Charlotte, Carolina del Norte con su esposo y dos hijos-- envió a Kelley emails intimidantes que incluían frases como "aléjate de mi hombre", en referencia al general Petraeus con quien la remitente sostenía una relación extramarital.

Kelley, de 37 años, era amiga del ahora ex jefe de la CIA a quien conoció cuando se desempeñaba como voluntaria de enlaces sociales en la base de la fuerza aérea de Mac Dill, sede del comando central de EU, donde Petraeus y Allen estuvieron comisionados entre 2008 y 2010. En ese papel, organizaba cenas, fiestas y ayudaba a los generales y sus familias a ambientarse en su nueva sede.

Patraeus conoció a Broadwell en 2006 y le ofreció ayuda para una investigación que la mujer planeaba realizar. En 2010 y 2011 Broadwell viajó en numerosas ocasiones a Afganistán  donde el general estaba al mando de las fuerzas de la OTAN, pues su proyecto consistía en una biografía del laureado militar. Dos meses después de ser nombrado jefe de la inteligencia estadounidense, en noviembre de 2011, Petraeus y su biógrafa iniciaron una relación amorosa.

La amistad y cercanía de Petraeus con Kelley hizo pensar erróneamente a Broadwell que su amante había comenzado una nueva aventura y decidió intervenir. Lo que no calculó es que la destinataria de sus amenazantes mensajes, asustada por el contenido de éstos, los mostraría a un amigo suyo de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), cuya pesquisa puso al descubierto los amoríos del jefe de la CIA, por lo que debió renunciar al cargo.

Al principio, la renuncia de Petraeus fue interpretada por la oposición republicana como un ardid para no presentarse a declarar ante los legisladores sobre el ataque del 11 de septiembre contra el Consulado estadounidense en Libia, episodio sobre el que había dudas acerca de si efectivamente se había tratado de una agresión espontánea de islamitas ofendidos por el contenido de una película contra el profeta Mahoma.

En esas estábamos cuando se supo que el affair Petraeus había alcanzado también al general John Allen, quien estaba a punto de ser confirmado como comandante de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, y cuyo nombramiento fue congelado.
Jill Kelley
 Al parecer fue Allen quien sí tuvo flirteos con Jill Kelley (lo que confirma lo equivocada que estaba Broadwell). Una investigación del Pentágono reveló que mantuvo "comunicaciones inapropiadas" con la anfitriona de las fiestas a las que asistía junto con Petraeus.

Los correos electrónicos entre Allen y Kelley eran "inapropiados" por su carácter "insinuante", no porque incluyeran información sensible que implicara violaciones a los códigos de seguridad de la organización, señalaron fuentes del Pentágono.

Dado que sus correos fueron los que detonaron estos escándalos, el FBI registró el lunes pasado la casa de Paula Broadwell para cerciorárse de que Petraeus no hubiera compartido con ella información o material clasificado. No fue el caso. Pero esta incursión en correos de altos mandos reavivó el debate sobre la privacidad en Internet y la facultad de los gobiernos para espiar cuentas privadas de correo electrónico.

Chris Soghoian, miembro del Proyecto de Privacidad y Tecnología, de la American Civil Liberties Union, señaló que este caso "es un recordatorio de que la protección legal de los emails está muy por debajo de lo que debería".

Abrumado por los hechos y por una semana de escándalos, Petraeus compareció el viernes pasado ante los legisladores que investigan el ataque al Consulado de EU en Bengasi. Ante ellos, admitió que se trató de un acto de terrorismo en el que estuvo implicado el grupo Al Qaeda. Y pese a que sostuvo que había sido un ataque  espontáneo en respuesta a un film islamófobo, señaló que él se quedó con la impresión que desde el principio dejó en claro que había una participación terrorista significativa.

Ahora los republicanos acusan al gobierno de Obama de engañar a la gente para minimizar el hecho de que no pudo impedir un ataque terrorista, lo cual habría afectado sus posibilidades de reeleción el pasado 6 de noviembre.

Entretanto, puntuales seguidores de la máxima según la cual time is money, ejecutivos  de Hollywood ya preparan guiones para una película sobre estos escándalos al interior de la CIA. Lo que no está claro es si alguno de los protagonistas de esta historia --ya sea Petraeus o Broadwell-- venderán los derechos de su relación, que tiene todos los visos de convertirse en un éxito de taquilla.

Y todo por unos correos equivocados... 

(Con información de La Jornada y Agencias).

sábado, 4 de abril de 2009

Y ahora...la OTAN

Una intensa semana diplomática concluirá este día cuando se ponga fin en Estrasburgo (Francia) y Baden Baden (Alemania), a la cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la llamada Alianza Atlántica creada después de la Segunda Guerra Mundial con el propósito de organizar Europa ante la amenaza de la Unión Soviética.

En el siguiente artículo, traducido del periódico inglés The Independent, se señala que la situación en Afganistán y la expansión de la alianza son dos de los principales temas que debe enfrentar en este momento.

El 60 aniversario de la organización --considerada la más exitosa alianza militar jamás creada-- tuvo lugar en ambos lados de la frontera franco-alemana, como una forma de simbolizar no sólo las más de seis décadas de paz entre ambas naciones, sino el retorno de Francia al comando militar tras 43 años de ausencia.

Las celebraciones, sin embargo, siempre han estado enmarcadas por momentos difíciles. El 20 aniversario ocurrió sólo un año después de que las tropas soviéticas invadieran Checoslovaquia. Los 40 años coincidieron con la confusión por el colapso del comunismo, precedido unos meses por la caída del Muro de Berlín.

La fiesta por el 50 aniversario, en fin, tuvo lugar en Washington, en momentos en que la disputa trasatlántica por Kosovo estaba en su punto más alto, y dos años antes de los ataques del 9/11, que reagruparon a la alianza en el enfrentamiento de una hasta entonces inimaginada amenaza.

Este 60 aniversario la encuentra en otra coyuntura difícil. Sus fuerzas de riesgo están cerca del empantanamiento en Afganistán y hay crecientes cuestionamientos acerca del objetivo de su misión allí.

Debido a que la alianza dio la bienvenida a dos nuevos miembros, Croacia y Albania, algunos de sus prominentes integrantes se preguntan qué tan lejos puede ir la expansión sin diluir su capacidad. Y la primera cuestión planteada después del colapso soviético nunca ha sido realmente respondida: si el objetivo de la OTAN no es más la defensa de Occidente contra Rusia, para qué es la alianza?

La prioridad inmediata es Afganistán y lo que suceda ahí determinará mucho más. El calendario que el presidente estadounidense Barak Obama ha establecido para el retiro de sus tropas de Irak hace posible un redireccionamiento de los recursos de EUA.

Pero también ha dejado claro que EUA mira Afganistán como un esfuerzo de la OTAN que debe ser adecuadamente compartido. Como tal, ello constituye una suprema prueba de la alianza. Que el señor Obama no sólo esté pensando en términos de operaciones militares, sino también en proyectos de entrenamiento e infraestructura, debería hacer más fácil que los países europeos aumentaran su contribución.

El presidente de EUA ha sido claro acerca de los objetivos de la organización: prevenir que Afganistán vuelva a convertirse en un paraíso para los terroristas y retirarse tan pronto como ese país pueda mirar por su propia seguridad.

El señor Obama insistió ayer de nueva cuenta en que la OTAN no es y no debe convertirse en una fuerza de ocupación. La mayoría de los miembros europeos serán capaces de aceptar esto. Si ellos están dispuestos a ayudar para aterrizar la iniciativa en estos tiempos de austeridad, ese es otro tema.

Como dijo ayer el saliente Secretario General del organismo, Jaap de Hoop Scheffer, algunos europeos pueden también ser disuadidos de ayudar si el gobierno de Kabul aprueba una nueva ley que podría frenar los derechos civiles, especialmente los de las mujeres.

Su advertencia dio en el corazón de un dilema que será planteado muy frecuentemente: si --como algunos creen que debe ser-- la OTAN opera más fuera del área, hasta donde debería una alianza occidental apuntalar regímenes cuyas autoridades pueden profesar valores tan diferentes.

Es probable que seal algo difícil hablar acerca de la OTAN hoy; no tan difícil como podría haberlo sido antes de las elecciones de EUA. Barak Obama ha construido un nuevo tono de consensos para la alianza. La distancia conceptual entre los EUA y los aliados europeos es más estrecha que hace algunos años. Eso es un buen presagio para algunas necesarias nuevas ideas.

¡Hasta la próxima!