La amenaza epidemiológica causada por un brote de influenza porcina que afecta al Distrito Federal y estados vecinos ha puesto de relieve la desconfianza de amplias capas de la población capitalina, respecto de las autoridades federales.
Es notorio que ante la gravedad de la emergencia, el temor, el enfrentarse los ciudadanos a algo desconocido, pero que tiene un claro potencial de exterminio ha exacerbado esta crisis de credibilidad y de confianza hacia la autoridad, que se expresa en sospechas y en peticiones, entre indignadas y desesperadas, de información veraz, confiable y oportuna.
Las versiones On line de los diarios de la ciudad de México permiten, como ahora se dice, cotejar en tiempo real, la respuesta de los lectores a informaciones o artículos de opinión de reporteros y columnistas, casi en el momento en que se publican.
Durante el fin de semana la mayoría de las notas relacionadas con el problema incluían algún comentario en que alguien ponía en duda la veracidad de la situación creada desde el jueves 23 de abril por la noche, cuando el secretario de Salud del gobierno federal, José Ángel Córdoba Villalobos, anunciara las primeras medidas para enfrentar la emergencia.
El tono general de esos comentarios discurría acerca de que la epidemia era en realidad una suerte de complot urdido por estrategas federales, ya para presentar al gobierno como el salvador de la población de cara a las próximas elecciones de julio, ya para infundir miedo en la gente con propósitos de control y distracción políticos.
Al anochecer del domingo los lectores reclamaban, además, información exacta sobre la situación en virtud de que encontraban discrepancias entre los números informados por el señor Felipe Calderón y los de su secretario de Salud; para otros resultaba inexplicable que en Estados Unidos no hubiera aún reportes de fallecidos y en México sí; o cuestionaban por qué allá se distribuirían 37 millones de dósis del antiviral Tamiflu y en México sólo se cuenta con un millón, según datos oficiales.
Con el paso de los días ha ido quedando claro que la alerta difundida tiene una base real, que se trata de un riesgo que ha puesto en guardia a los organismos internacionales para, primero, descifrar la nueva cepa del virus, determinar su potencial de contagio humano-humano y simultáneamente aplicar antivirales, en tanto se cuenta con una nueva vacuna capaz de neutralizar la nueva mutación.
Y sin embargo, no es improbable --ni los gobiernos carecen de los medios que les permitan hacerlo, si se lo propusieran-- manipular a la población del planeta acerca de casi cualquier tema. Hace apenas unos años George W. Bush desplegó una presión mundial para embarcar al mundo en una campaña bélica contra el terrorismo, a raíz del ataque al WTC de Nueva York, aquel 11 de septiembre de 2001.
Ataque que, en la misma línea de lo que ocurre hoy en México, algunos sectores de opinión atribuyeron a un plan de Washington que así se habría aprovisionado de una cuartada para sus aviesas intenciones en el Oriente Medio. Luego se hizo creer a la opinión pública mundial que Irak poseía armas de destrucción masiva, con lo que se justificó la invasión militar de EUA y sus aliados.
En el extremo de la suspicacia, ha llegado a sostenerse (Teoría de la conspiración), que la misión del Apolo 11 que el 20 de julio de 1969 convirtió a Neil Armstrong en el primer hombre en pisar la luna, fue un montaje de Estados Unidos realizado en el desierto de Nevada para anotarse un triunfo en la carrera espacial contra la entonces Unión Soviética, y para distraer del desastre en que se había convertido la invasión a Vietnam.
Lectores que comentan noticias on line han expuesto, asimismo, su sospecha de que la epidemia actual habría sido provocada por un virus escapado o liberado a propósito con fines experimentales de algún laboratorio en que los estadounidenses hacen pruebas de guerra bacteriológica.
Con todo, la posibilidad de esas conjeturas, que parecerían traídas de los pelos, no es lejana. A ello contribuye el propio gobierno estadounidense que, en voz de uno de sus voceros, señaló este domingo que no tenían evidencia de que el actual brote epidemiológico fuera resultado de algún acto de bioterrorismo, con lo que tácitamente reconoció que sí habían explorado esa vertiente del asunto.
Sea de ello lo que fuere, lo que ciertamente no es improbable, en el caso de México, es el uso político que el gobierno federal panista dará al asunto una vez pasada la emergencia. Es dable imaginar que, aprovechando el impulso de la contingencia, llamen a la población a mantenerse unida en torno del Presidente, pues se atribuirá a esa unidad el haber resuelto la crisis de salud.
La exaltación de la unidad en derredor de la figura presidencial y de las instituciones, será seguramente un tema en el que insistirá el PAN, cuando se inicien formalmente las campañas electorales.
Lo hará a despecho de la realidad, pues nuevamente ha quedado de manifiesto cuán difícil es aquí pasar de las palabras a los hechos, aun en situaciones límite, cuando está de por medio la vida de las personas. Una madre refirió al periódico La Jornada su peregrinar para lograr que atendieran a su hija que presentaba los síntomas de la enfermedad.
Pese al anuncio oficial de que el Seguro Social recibiría incluso a quienes no fueran derechohabientes, en una de esas clínicas se le negó el servicio precisamente por no serlo. Y una clínica particular también la rechazó por no tener los 10 mil pesos del depósito que le solicitaron para atenderla. La porfiada realidad utilitarista termina por imponerse a la ética médica y a la solidaridad que requiere cualquier paciente en semejante trance.
Otro filón que pronto desnudará esta emergencia es el abandono en que los sucesivos gobiernos neoliberales han mantenido al sector salud. En el hospital de especialidades médicas La Raza, no había hasta el sábado un espacio que permitiera aislar del resto a los pacientes afectados por la influenza porcina, e incluso algunos contagios se debieron a esa situación, según comentó a este blog una enfermera de ese nosocomio.
Falta de camas de hospital, desabasto de medicinas e insumos mostrarán y magnificarán en esta emergencia los errores y deficiencias de nuestros gobiernos en esta materia. Lo malo que, como siempre, los perjudicados seremos los usuarios de esos establecimientos de salud.
¡Hasta la próxima!
Es notorio que ante la gravedad de la emergencia, el temor, el enfrentarse los ciudadanos a algo desconocido, pero que tiene un claro potencial de exterminio ha exacerbado esta crisis de credibilidad y de confianza hacia la autoridad, que se expresa en sospechas y en peticiones, entre indignadas y desesperadas, de información veraz, confiable y oportuna.
Las versiones On line de los diarios de la ciudad de México permiten, como ahora se dice, cotejar en tiempo real, la respuesta de los lectores a informaciones o artículos de opinión de reporteros y columnistas, casi en el momento en que se publican.
Durante el fin de semana la mayoría de las notas relacionadas con el problema incluían algún comentario en que alguien ponía en duda la veracidad de la situación creada desde el jueves 23 de abril por la noche, cuando el secretario de Salud del gobierno federal, José Ángel Córdoba Villalobos, anunciara las primeras medidas para enfrentar la emergencia.
El tono general de esos comentarios discurría acerca de que la epidemia era en realidad una suerte de complot urdido por estrategas federales, ya para presentar al gobierno como el salvador de la población de cara a las próximas elecciones de julio, ya para infundir miedo en la gente con propósitos de control y distracción políticos.
Al anochecer del domingo los lectores reclamaban, además, información exacta sobre la situación en virtud de que encontraban discrepancias entre los números informados por el señor Felipe Calderón y los de su secretario de Salud; para otros resultaba inexplicable que en Estados Unidos no hubiera aún reportes de fallecidos y en México sí; o cuestionaban por qué allá se distribuirían 37 millones de dósis del antiviral Tamiflu y en México sólo se cuenta con un millón, según datos oficiales.
Con el paso de los días ha ido quedando claro que la alerta difundida tiene una base real, que se trata de un riesgo que ha puesto en guardia a los organismos internacionales para, primero, descifrar la nueva cepa del virus, determinar su potencial de contagio humano-humano y simultáneamente aplicar antivirales, en tanto se cuenta con una nueva vacuna capaz de neutralizar la nueva mutación.
Y sin embargo, no es improbable --ni los gobiernos carecen de los medios que les permitan hacerlo, si se lo propusieran-- manipular a la población del planeta acerca de casi cualquier tema. Hace apenas unos años George W. Bush desplegó una presión mundial para embarcar al mundo en una campaña bélica contra el terrorismo, a raíz del ataque al WTC de Nueva York, aquel 11 de septiembre de 2001.
Ataque que, en la misma línea de lo que ocurre hoy en México, algunos sectores de opinión atribuyeron a un plan de Washington que así se habría aprovisionado de una cuartada para sus aviesas intenciones en el Oriente Medio. Luego se hizo creer a la opinión pública mundial que Irak poseía armas de destrucción masiva, con lo que se justificó la invasión militar de EUA y sus aliados.
En el extremo de la suspicacia, ha llegado a sostenerse (Teoría de la conspiración), que la misión del Apolo 11 que el 20 de julio de 1969 convirtió a Neil Armstrong en el primer hombre en pisar la luna, fue un montaje de Estados Unidos realizado en el desierto de Nevada para anotarse un triunfo en la carrera espacial contra la entonces Unión Soviética, y para distraer del desastre en que se había convertido la invasión a Vietnam.
Lectores que comentan noticias on line han expuesto, asimismo, su sospecha de que la epidemia actual habría sido provocada por un virus escapado o liberado a propósito con fines experimentales de algún laboratorio en que los estadounidenses hacen pruebas de guerra bacteriológica.
Con todo, la posibilidad de esas conjeturas, que parecerían traídas de los pelos, no es lejana. A ello contribuye el propio gobierno estadounidense que, en voz de uno de sus voceros, señaló este domingo que no tenían evidencia de que el actual brote epidemiológico fuera resultado de algún acto de bioterrorismo, con lo que tácitamente reconoció que sí habían explorado esa vertiente del asunto.
Sea de ello lo que fuere, lo que ciertamente no es improbable, en el caso de México, es el uso político que el gobierno federal panista dará al asunto una vez pasada la emergencia. Es dable imaginar que, aprovechando el impulso de la contingencia, llamen a la población a mantenerse unida en torno del Presidente, pues se atribuirá a esa unidad el haber resuelto la crisis de salud.
La exaltación de la unidad en derredor de la figura presidencial y de las instituciones, será seguramente un tema en el que insistirá el PAN, cuando se inicien formalmente las campañas electorales.
Lo hará a despecho de la realidad, pues nuevamente ha quedado de manifiesto cuán difícil es aquí pasar de las palabras a los hechos, aun en situaciones límite, cuando está de por medio la vida de las personas. Una madre refirió al periódico La Jornada su peregrinar para lograr que atendieran a su hija que presentaba los síntomas de la enfermedad.
Pese al anuncio oficial de que el Seguro Social recibiría incluso a quienes no fueran derechohabientes, en una de esas clínicas se le negó el servicio precisamente por no serlo. Y una clínica particular también la rechazó por no tener los 10 mil pesos del depósito que le solicitaron para atenderla. La porfiada realidad utilitarista termina por imponerse a la ética médica y a la solidaridad que requiere cualquier paciente en semejante trance.
Otro filón que pronto desnudará esta emergencia es el abandono en que los sucesivos gobiernos neoliberales han mantenido al sector salud. En el hospital de especialidades médicas La Raza, no había hasta el sábado un espacio que permitiera aislar del resto a los pacientes afectados por la influenza porcina, e incluso algunos contagios se debieron a esa situación, según comentó a este blog una enfermera de ese nosocomio.
Falta de camas de hospital, desabasto de medicinas e insumos mostrarán y magnificarán en esta emergencia los errores y deficiencias de nuestros gobiernos en esta materia. Lo malo que, como siempre, los perjudicados seremos los usuarios de esos establecimientos de salud.
¡Hasta la próxima!
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