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jueves, 23 de julio de 2009

Calderón o el desplome

Los desastrosos resultados del señor Felipe Calderón como titular ("haiga sido como haiga sido") del poder Ejecutivo conducen de nuevo a plantearse la necesidad de revisar --para cambiarlo-- el sistema político presidencialista que nos rige.

En un sistema parlamentario, por ejemplo, el actual inquilino de Los Pinos ya hubiera recibido del Parlamento una Moción de censura que implica la dimisión constitucional del Presidente. Ante los pobres y regresivos resultados en casi todos los renglones de su administración, el señor Calderón ha perdido en los hechos la confianza de la ciudadanía y, con apenas un tercio y medio de su sexenio, enfrenta la mayor crisis política por el descontrol de las principales variables en la conducción del país.

La impericia y las mentiras con que se conduce la economía, el aumento en los índices de corrupción, la falta de transparencia, el incremento de seis millones de personas que han caído en la pobreza en sólo dos años de la presente administración, el elevado porcentaje del desempleo abierto (aumentó 46 por ciento en el último año y tiende a empeorar, según Banamex), así como los insuficientes resultados en seguridad pública, pese a la virtual militarización del país, son algunos de los saldos negros de las políticas de Calderón.

Añádase a lo anterior los rezagos en materia de competitividad (según la evaluación del Foro Económico Mundial, México está en el lugar 60 entre 134 países en este renglón) y en la productividad.

Se trata, en fin, de un recuento hiper deficitario que hace urgente la necesidad de un cambio que en estos momentos es, sin embargo, imposible constitucionalmente porque México carece de las figuras de revocación del mandato o del voto de censura del sistema parlamentario.

Y pese a lo dicho por el renunciado presidente nacional del gobernante Partido Acción Nacional, Germán Martínez, no es cierto que en ese partido o en el país exista una "cultura de la dimisión" que haga probable que Calderón tome ese camino.

De modo que es necesario iniciar una nueva reflexión y debate sobre la conveniencia de modificar el sistema presidencial por otro más dúctil para casos de crisis de incompetencia, como la que afecta al actual grupo en el poder.

En los regímenes parlamentarios, de acuerdo con Wikipedia, la moción de censura permite al Parlamento dictaminar si el Presidente sigue teniendo o no su confianza y, por lo tanto, si puede seguir gobernando. En contraparte, el Ejecutivo puede solicitar una moción de confianza para afrontar una situación de debilidad o para solicitar el respaldo parlamentario a una política concreta o a un programa.

Si el Presidente pierde la moción de confianza, generalmente está obligado a dimitir, aunque no necesariamente. La renuncia, en cambio, es obligada, si pierde una moción de censura.

Si, como se ha dicho, el país no está listo para cambiar a un régimen parlamentario, existen otras vías, como el sistema semipresidencialista que puede combinar las ventajas del parlamentarismo con las del presidencialismo, como ha mostrado Francia, una de las naciones que cuenta entre las más industrializadas del mundo.

En fin, un debate como el propuesto aquí es necesario, para no dejar al país en la indefensión ante situaciones de retroceso como la que vivimos. Con todo y lo malo que resultan los actuales índices de involución en que está sumido México, eso no es lo peor. Lo peor vendrá cuando descubramos que para volver a encarrilar al país se necesite de una o dos generaciones porque la actual está en riesgo de convertirse en una generación perdida.

Ojalá entonces no sea demasiado tarde.

¡Hasta la próxima!