jueves, 21 de abril de 2011

Cárceles, psicología y violencia

Foto AP
El asunto ya es preocupante. Y más que en el ámbito político quizá deba ser sometido a consideraciones psicológicas. Me refiero a la obsesión de Felipe Calderón por la guerra. Su febril imaginación en este terreno lo ha conducido a pergueñar dos iniciativas de ley que, más que de un estadista o ya por lo menos de un hombre de Estado, nos hablan de un sujeto acosado por pulsiones vengativas.
Me refiero a la iniciativa con proyecto de decreto que expide la Ley Federal del Sistema Penitenciario y de Ejecusión de Sanciones, propuesta a la Cámara de Diputados.

Calderón plantea definir prisiones con seis niveles de seguridad, que van desde la mínima hasta las de máxima y súper máxima seguridad. En estas últimas, los reos sentenciados por delitos federales (delincuencia organizada) serán sometidos a vigilancia permanente, aislamiento, suspensión de estímulos y visitas sólo por medios electrónicos.

Las puerta de estas celdas tendrán un sistema electrónico de apertura y cierre desde un centro de control, módulos y estancias unitarios donde los sentenciados no conviven con otros reos; puertas dobles, de apertura una a la vez y a control remoto, y dispositivos con sensores y detectores de movimiento.

Es posible imaginar a Calderón urgiendo a sus asesores a diseñar cárceles semejantes dominado por la excitación que le produjera el haber leído las condiciones infrahumanas en que permanece recluido  el soldado Bradley Manning, acusado por el gobierno de Barack Obama de haber entregado a Julián Assange los 250 mil cables diplomáticos secretos difundidos por Wikileaks.

O después de haber leído alguna descripción de las cárceles estadounidenses de máxima seguridad, pues no otro ha sido el modelo que para todo sigue el michoacano en materia de vigilancia y castigo, aunque en México con los deplorables resultados ya conocidos.

Se trata, como ha dicho el legislador priista Arturo Zamora, integrante de la Comisión de Seguridad Pública, de una medida desesperada ante la incapacidad gubernamental por los índices de violencia que padecemos, pero que de ningún modo inhibirá la comisión de delitos (La Jornada 16/IV/11, p. 12)).

El perredista Arturo Santana dijo en esa misma nota al reportero Roberto Garduño que la propuesta "se me hace muy de reality show", e ironizó: "¿Después de las cárceles de súper máxima seguridad cuáles van a seguir?". Quiza las de ultra mega máxima seguridad, respondemos nosotros.

La iniciativa de crear este tipo de cárceles corrobora meridianamente lo que ha expresado Javier Sicilia: "Calderón sólo tiene imaginación para la violencia".

domingo, 17 de abril de 2011

Narcotráfico ¿Quién paga la guerra?

Las cifras del gasto en seguridad dadas a conocer este sábado en Washington por el secretario de Hacienda y Crédito Público, Ernesto Cordero Arroyo, resultan alarmantes y reflejan la insensatez y el grave daño que causan al país las políticas aplicadas por Felipe Calderón Hinojosa.

El funcionario reveló que ese gasto asciende a 200 mil millones de pesos anuales, con lo que supera el presupuesto combinado para educación media superior y superior, que este año es de apenas 146 mil 300 millones de pesos.

Además es seis veces mayor que los recursos destinados al programa de desarrollo humano Oportunidades, orientado a combatir la pobreza extrema en el país, el cual tiene asignados para el presente ejercicio 35 mil 355 millones de pesos.

Ello significa que por cada peso destinado a combatir la pobreza, se gastan 5.6 pesos en la guerra contra el crimen organizado.

En la conferencia de prensa ofrecida por Cordero --en el marco de la reunión de primavera del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que concluyó este sábado en la capital estadounidense (La Jornada, 16 de abril/2011/Roberto González Amador), el funcionario calderonista reconoció, además, que los recursos con que se financia el combate a la delincuencia no provienen de préstamos externos, sino de los propios contribuyentes.

Muy orondo, dijo que la administración de Calderón ha hecho dos reformas fiscales que aumentaron la recaudación tributaria en casi 1.4 puntos del producto interno bruto, que equivalen a unos 190 mil millones de pesos.

Eso significa que el famoso hoyo fiscal de 300 mil millones de pesos que se esgrimió en 2009 para aumentar los impuestos a los mexicanos en plena crisis económica, en realidad nunca existió, y que esos recursos de que ahora se ufana el secretario de Hacienda se requerían en realidad para financiar la guerra del michoacano instalado en Los Pinos.

Así, estamos ante un manejo inadmisible e irresponsable de los recursos públicos por al menos dos razones:

1. Porque se aumentaron los impuestos a una población afectada por la crisis económica  de 2008, de la que según el Banco Mundial México ha sido el último país latinoamericano en superar y eso a medias. Esa cascada de impuestos --que incluyó el aumento mensual en el precio de las gasolinas y el gas doméstico desde hace más de un año, el impuesto al valor agregado y el impuesto sobre la renta-- es dinero que sale del bolsillo de los ciudadanos y que Calderón emplea no para la reactivación del desarrollo económico, sino para una guerra fallida por la torpeza e ineficacia de la estrartegia gubernamental.

2. Porque además del saldo sangriento que representan las más de 40 mil muertes y que está pagando la sociedad mexicana, la insuficiente inversión en educación, salud y desarrollo humano está comprometiendo el desarrollo del país a largo plazo.

Es decir, el daño causado por Calderón al distraer recursos para su guerra afecta tanto el presente como el futuro del país, con un agravante mayúsculo: al rezagar la inversión que se requiere en educación y combate a la pobreza y el desempleo, se mantienen latentes dos de las causas que precisamente --como lo reconoció esta semana el Banco Mundial en su Informe sobre Desarrollo Humano 2011-- incuban la delincuencia y la violencia que con tanto ardor se dice combatir.

Con todo ello los mexicanos vivimos una cruel paradoja: somos víctimas de la violencia que nosotros pagamos con nuestros impuestos. En otras palabras: pagamos impuestos para que nos maten.

Por estas razones el grito de ¡Ya basta! no puede tener --como él quisiera en su intento por salvarse a sí mismo-- otro destinatario que el propio Felipe Calderón.

¡Que no se nos olvide!

lunes, 11 de abril de 2011

Enrique Diemecke



El director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke regresará al país el mes de junio próximo para hacerse cargo de la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).

El autor de Contadero entrevistó al maestro Diemecke en marzo de 2007, cuando estaba por dejar la dirección de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), al frente de la cual estuvo durante 16 años y medio. Reproduzco aquí parte de esa conversación.

--¿Cuál es el margen de intervención de un director ante una partitura?

Diemecke: Los compositores nos dan una idea de lo que quieren que nosotros, a través del tiempo, vayamos entendiendo para poder interpretar. Las indicaciones que un compositor nos deja son, sin embargo, muy generales. Un movimiento de una sinfonía puede nada más indicar Allegro con brío. ¿Qué significa esto? Alegría con brillo. Pero esta alegría qué significa en el siglo XXI. ¿Cómo era la alegría en el siglo XIX?

El director conduce a la orquesta a comprender cómo se interpretaban estos términos en la época en que el compositor escribió. El director unifica a los artistas en la idea general de la obra. Porque puede suceder que algún músico piense que si una obra es del siglo XVIII no puede interpretarse como si fuera del XIX, porque así se lo enseñó su maestro. Entonces uno debe tener la fuerza para conducirlos a adoptar un criterio que afortunada o desafortunadamente es el del director.

El director tiene que consensar, pero la ley primaria es la del compositor. Uno tiene que pensar en la época en que una pieza fue compuesta, en el estado de ánimo del compositor y en lo que a través del tiempo se ha ido descubriendo acerca de esa obra.

--Usted suele comparar las orquestas con una República, pero por lo que dice, no sería una República democrática.

Diemecke: Vamos a introducir un matiz. El director consensa. Pero existe una ley que debe ser respetada, y esa ley se llama música. El director está al frente para que todo funcione de una manera perfecta, y la única forma de hacerlo es respetando la ley o viene la anarquía. Siempre hay un toma y daca y uno debe aprender a ceder en algunas cosas.

--Una orquesta puede sonar muy bien, pero no conmover ni lograr esa necesaria comunión con el público ¿cómo equilibra virtuosismo técnico con el sentimiento, con la pasión?

Diemecke: Esa fue una de las grandes batallas del siglo XX. La gente buscó la expresión técnica hasta la exageración y se olvidó de la pasión y de la expresión. Los propios compositores escribieron música con gran precisión técnica: donde sólo luciera lo técnico y donde no tuviera cabida ni la pasión ni la emoción.

El director debe buscar ese equilibrio. Y aunque una obra esté escrita con precisión técnica, si uno piensa que debe tener fogosidad el director puede imprimirla. Eso se trabaja en los ensayos. El director guía a los músicos y les señala hasta dónde debe buscarse la perfección y dónde debe empezar la pasión. Cuando se alcanzan ambos se logra algo muy especial, se rompen todas las barreras.Uno debe cuidar ambos factores, porque sólo así se consigue la perfección en una ejecusión.

--Usted es un director multipremiado, y de más en más vemos cómo se multiplican los premios para la música clásica. Hay incluso un Grammy para el mejor disco de la especialidad ¿Cree que esto contribuye a extender la cultura musical o es simple estrategia comercial?

Diemecke: Los premios estimulan al ejecutante a seguir desarrollándose, pero también para que uno sepa dónde está su nivel. Un premio no es para colgárselo y echarse a dormir, sino para medir el desarrollo personal alcanzado. La música clásica tiene mucha competencia con la música comercial, y por eso es importante que esté presente en los Grammys, para que no desaparezca del escaparate y se note que sigue existiendo.

--¿Pero esa exposición no se queda al nivel de los highlight? Vaya, todos conocemos la Pequeña serenata nocturna, pero no la segunda sinfonía de Jean Sibelius, por ejemplo.



Diemecke: Creo que todo lo que ayude a presentar la música clásica en cualquier ambiente siempre es mejor que nada. La segunda sinfonía de Sibelius también es conocida, pero la gente no sabe que se trata de esa pieza...

--Hasta que la escucha en algún gingle

Diemecke: Sí, por ejemplo, Finlandia, que también es de Sibelius, aparece al final de la película Duro de matar II, y mucha gente la escucha, pero no sabe que se trata de esa obra. También aparece esta música en los ringtones. Incluso hay una orquesta londinense dedicada a grabar ringtones.

Lo único que sí pido es que la música clásica esté bien presentada. Que no se distorsione. En una época estuve en contra de arreglos sinfónicos con baterías y guitarras eléctricas, que pretendían actualizar a los clásicos, pero los deformaron porque le dieron una expresión totalmente errónea a la idea del compositor.

Que se presente, pero en su forma original para que el público la absorba de esa manera, de lo contrario sería como servir enchiladas...con catsup.

--Hace unos años comentó que un problema de los conjuntos orquestales mexicanos era la falta de continuidad. Usted lleva 16 años al frente de la OSN ¿cuál cree que sea el principal aporte que ha dejado a la orquesta en todo ese tiempo?

Diemecke: Dieciséis y medio para ser exactos. Una entrega total a la música para la que nacimos y fuimos entrenados y amamos. En la orquesta llegamos a la comprensión de que ante todo estaba la música. Y que podían ocurrir situaciones externas, pero que no debían afectar el amor y la pasión que sentimos por la música, pues mientras la música siga tocándose habrá vida.

viernes, 8 de abril de 2011

Ciro Gómez Leyva: manipular al oyente



Ciro Gómez Leyva es un periodista al servicio del poder. No se trata de una afirmación maniquea. Es, en cambio, una definición que puede verificarse empíricamente, mediante sus textos en el periódico Milenio, o mediante sus opiniones en su programa de radio o en Tercer Grado que graba en Televisa junto con Carlos Marín, Dennis Maerker y Joaquín López Dóriga.

Cobijado con el manto de una muy dudosa objetividad, que él pretende acreditar sólo porque procura entrevistar a todas las partes involucradas siempre que surge algún conflicto social o político, se ha lanzado contra aquellos periodistas que examinan con rigor crítico las posturas de los hombres del poder, acusándolos de tener una visión conspirativa de la realidad.

Gómez Leyva desestima todo análisis crítico que no se base en hechos demostrables. No está mal que así lo haga. Es un deber del periodista. Sólo que se trata de una postura que en realidad le hace el juego al grupo gobernante, porque también es un deber del periodista investigar los indicios que pueden conducir a revelar acciones impropias en el gobernante.

Él y sus compañeros rechazan las teorías de la conspiración y entonces parten del hecho de los grupos de poder actúan desinteresadamente, sin animosidades ni pasiones partidistas ni ideológicas. Esto, siempre que no se trate de opositores, porque, entonces sí, la famosa objetividad queda en un cajón.

Este viernes, por ejemplo, en su programa de radio, Fórmula de la tarde, Gómez Leyva fustigó a quienes critican al gobernador de Chihuahua, César Duarte, por su propuesta de hacer obligatoria la inscripción de ninis (la leva en la era de la informática) al ejército durante un periodo de tres años.

Lo critican, dijo el periodista, pero por ignorancia o falta de imaginación, nadie propone nada. En cambio --completó su parto de difíciles ideas-- a quien se atreve y sale a proponer algo, se lo acaban con críticas.

Este argumento de que nadie propone es falaz. Gómez Leyva miente o está desinformado. Sea de ello lo que fuere, en ambos casos, por ignorancia o mendacidad, manipula y predispone la opinión de los radioescuchas contra todos aquellos que formulan críticas a los poderes constituidos. En eso consiste su labor manipuladora.

Veamos: apenas es concebible que este comunicador ignore que desde distintas tribunas (académicos, intelectuales, partidos políticos, grupos de economistas y destacadamente el doctor José Narro Robles, rector de la UNAM) y en diversos tonos se ha propuesto que se abandone el actual modelo económico.

Como se ha documentado, es este modelo basado en el denominado Consenso de Washington, el responsable de que este país haya crecido en los últimos 30 años a una tasa promedio de 1.9%, cuando se requieren tasas de crecimiento del orden de 6% anual.

Es este modelo el que favorece la concentración de ingreso, el que otorga ventajas a los capitales golondrinos  que obtienen ganancias en inversiones especulativas y no en las productivas; todo ello condujo a este país a la falta de empleos, la caída de los salarios en términos reales, el regateo de recursos para inversión en educación, ciencia, tecnología y cultura.

Es este modelo el que ha cancelado las oportunidades de educación y de trabajo a las jóvenes generaciones, ahora bautizados con el acrónimo ninis y que incluso medra con las pensiones de los más viejos.

La propuesta no puede ser otra que modificar el modelo económico que condujo al país a esta situación. Pero para Gómez Leyva y otros periodistas de su clase, eso no debe tocarse porque es el modelo impuesto y del que se benefician sus patrones.

Nada contra el statu quo al que sirven sin declararlo. Seguramente estaría contento con escuchar propuestas que no modifiquen el actual estado de cosas, propuestas cómodas que se ajusten al esquema conocido, propuestas cosméticas que en vez de resolver sólo sean paliativos ante los problemas.

Ese es el corazón de su manipulación: descalificar las críticas, hacer ver a los inconformes sólo como opositores irracionales. Y ocultar las propuestas, esas que apuntan a desmoronar el actual estado de cosas del cual él y otros como él creen beneficiarse, aunque en realidad sólo sean lamentables operadores.