Carmen Aristegui se ha convertido, quizá a despecho de ella misma, en un fenómeno mediático de alcances masivos. Es, para decirlo en términos farandulescos, un imán de taquilla que abarrota cualquier escenario en el que se presenta.
Debe su celebridad a una ya persistente independencia editorial que le permite ejercer lo que Chomsky llama la primera obligación del periodista: presentar a su auditorio los temas que verdaderamente importan, lo cual no es poca cosa en un país en que la mayoría de las voces están constreñidas por compromisos comerciales o políticos.
Otros factores que han contribuido a su arrastre público son los polémicos despidos (Televisa en dos ocasiones y hasta de MVS) de que ha sido objeto y las ominosas maniobras de quienes por diversos medios intentan socavar su credibilidad.
Y sin embargo, alrededor de su figura se produce un sesgo pernicioso que es preciso advertir porque tiene que ver con el desarrollo político de las audiencias.
El pasado 23 de mayo Aristegui acudió al coloquio Los grandes problemas nacionales organizado en la UNAM. Las sesiones de lo que resultó un espléndido ciclo de conferencias transcurrían con regular entrada hasta ese viernes en el que, al influjo de su nombre, el lugar se colmó con sus seguidores. Concluida la participación de la periodista, la sala volvió a vaciarse, no obstante que enseguida otros reconocidos analistas examinarían el tema de la reforma del Estado.
El tumulto que se formó alrededor de la comunicadora se extendió hasta el lobby de la sala donde decenas de asistentes buscaron saludarla o tomarse una foto con ella, al cabo de lo cual abandonaron el lugar desentendiéndose del resto del coloquio.
El episodio llama la atención porque revela la persistencia, en ese público que se supone de otro nivel, de comportamientos fetichistas como los que se dice que Televisa induce entre el público para asegurar el culto acrítico hacia sus estrellas. En tales casos la imagen queda a cargo del escenario para ser consumida por una masa desatendida del contenido, si es que alguno hay.
Sorprende que un público que seguramente se considera a sí mismo consciente y politizado incurra en prácticas propias de fans de estrellas insustanciales. Es como corroborar que las estructuras de dominación, latentes en los medios de comunicación, están ya tan arraigadas que se expresan aunque no se ejerzan de forma deliberada o consciente, y que todas las relaciones que tienen lugar dentro de esas estructuras están indefectiblemente afectadas por éstas.
La hipótesis de trabajo al calce sería que con independencia de si se trata de personajes progresistas o no, la mediatización de que son objeto anula el mensaje reflexivo y crítico y sólo deja lo más a la mano: el culto a la personalidad propio del star system.
En un coloquio en el que se insistió --la propia Aristegui lo hizo-- en que la solución a los graves problemas que padecemos radica en la participación consciente, y en el empuje y rebeldía de que sea capaz la sociedad, resulta paradójico constatar que en la franja de población que se supone con mayor desarrollo político persistan prácticas y pulsiones propias de las masas despolitizadas a las que con frecuencia se critica.
En este caso el mensaje crítico, reflexivo e informado que Aristegui pretende hacer llegar a sus audiencias para que cuenten con elementos de análisis y participen en el debate democrático de las cuestiones públicas queda anulado o al menos diluido por la imagen mediática que se ha construido la propia Aristegui.
Hooolllaaaaaaaaaaaaaaaa! mi buen Alejandro, hace un buen que no vengo por esta tu sala, me gusta como escribes, me gusta como haces que el lector se adueñe de tus pensamientos como si fueran los de uno propios.
ResponderEliminarAristegui para mi no es más que otra del montoncillo televisesco, otra más que mordió el polvo y a la vez mordió la mano que le daba de comer. Que por defender sus propias ideas fue despedida y a la vez tratada de cruel manera ante un público que se había ganado en aquel entonces. Sin embargo creo que no es el tipo de persona que yo seguiría, ni siquiera pa la foto, eso me da flojera, o será acaso que prefiero sacar fotos de familia o de amigos muy amigos que con gente que jamás volveré a ver y que por consecuencia ni siquiera sabrá mi nombre.
mmmmh!
saaabe!
Gracias Por tu comentario Gaviota: resulta muy alentador. Saludos!
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