La decisión de la presidenta argentina, Cristina Fernández, de expropiar 51 por ciento de la empresa petrolera YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), controlada por la española Repsol, con el propósito de reactivar la alicaída producción y dejar de importar energéticos cada vez más caros que ponen el riesgo el superávit comercial del país, provocó el inmediato rechazo del mundo capitalista y de alguno que otro de sus serviciales palafreneros (Felipe Calderón).
¿Por qué esta condena tan generalizada? ¿Por qué la decisión soberana de un país de recuperar para sí los estratégicos recursos petrolíferos que estaban en manos de una compañía extranjera improductiva, ha causado tanto revuelo internacional, tanto rasgarse las vestiduras y hasta la reacción afrentosa y desproporcionada del gobierno mexicano, que así se confirma como el cancerbero de la región para el cuidado de los intereses de la derecha internacional?
Respuesta: porque expresa una ideología y una praxis que atentan contra la ortodoxia económica que domina al mundo, la cual plantea --sin aceptarlo abiertamente-- que los países y sus sociedades (los periféricos, claro) no existen más. Que lo único que rifa es el mercado y los intereses de las trasnacionales, lo cual significa que éstas pueden depredar los recursos naturales donde los encuentren (la proclama del libre mercado supresor de fronteras nacionales), enviar sus ganancias íntegras al exterior sin favorecer a los dueños originales de esas riquezas y que éstos acepten pasivamente integrarse a ese modelo neocolonial-global impuesto por los países dominantes (en el caso mexicano véanse los casos de la minería y los hidrocarburos). Eso es todo.
Bien lo dijo el propio presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, de visita en México, al explicar que defenderá Repsol no sólo porque son los intereses de una empresa española. "Vamos a hacerlo, enfatizó, porque creo que estamos defendiendo un modelo de relaciones internacionales y comerciales basado en el respeto mutuo entre los países y la seguridad jurídica que son principios básicos, capitales y elementales para el desarrollo y el bienestar colectivos".
En efecto, lo que Rajoy defiende es el actual modelo de acumulación capitalista neoliberal, al que eufemésticamente llama "modelo de relaciones internacionales y comerciales". Un modelo que, por cierto, tiene a la sociedad española oprimida y al borde del colapso, pero que en la lógica del sistema está bien mientras se siga pagando puntualmente dividendos a unos cuantos socios, los únicos gananciosos de la ruina colectiva (el uno por ciento, como los caracteriza el Movimiento de los Ocupa).
El episodio Argentino irrita tanto porque representa una férrea alternativa (Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela), así sea de tintes apenas reformistas en la mayoría de los casos, al capitalismo rampante.
Una piedra en el zapato de una economía mundial que exige manos libres (desregulación total) paras sus fechorías y corruptelas, no importa que esa "libertad" haya conducido en 2008 a la peor crisis económica que ha conocido el planeta.