lunes, 1 de marzo de 2010

Todos somos Juárez: maniobra para el olvido


El programa gubernamental "Todos somos Juárez" instituido para "reconstruir el tejido social" --como eufemísticamente se denomina al hecho de haber perdido el gobierno el control de la plaza, ahora en poder del crimen organizado-- está condenado al fracaso.

Primero, porque está en manos de un gobierno de incapaces. Segundo, porque deja intacta la raíz del problema: el modelo económico neoliberal que ha cancelado la capilaridad social vía la educación, que es incapaz de generar empleos y que lanza a la informalidad a millones de jóvenes que cada año se incorporan a la población económicamente activa (actualmente 18 millones de trabajadores no tienen prestaciones y 13 millomes más laboran sin contrato).

El programa --cuya denominación es una lamentable adaptación del grito de guerra de los zapatistas que hasta en eso deja ver la falta de imaginación gubernamental-- incluye inversiones millonarias en nuevos espacios educativos.

O sea ¿alguien cree que los jóvenes ya embaucados por el narco o por las adicciones las abandonarán sólo porque ya habrá lugares disponibles en los nuevos espacios educativos? ¿o que quienes están por incorporarse al crimen organizado desistirán ante semejante oferta educativa?

¿Y después? Suponiendo sin conceder que se logre arrancar a los jóvenes de las manos de las adicciones o de los empleos que les ofrece el narcotráfico para mejor regresar a las aulas ¿qué harán cuando terminen sus estudios y encuentren un mercado laboral deprimido que no tiene plazas para ellos y un mercado interno sin poder adquisitivo, merced al modelo económico que aplica el gobierno que ahora se dice interesado en reconstruir el "tejido social" en la entidad?

Las medidas de corte económico del programa resultan risibles e insuficientes, encaminadas sólo a cumplir con la escenografía de los primeros 100 días, que ya después la atención de la gente estará en otra cosa.

Véanse lo endeble de las propuestas:  financiamiento para empresarios mediante créditos preferenciales; información y financiamiento a quienes quieran autoemplearse; incremento en las becas de capacitación y generación de más de cuatro mil empleos temporales (¿por uno o dos meses y después?). ¿Los salarios que percibirían quienes se capaciten para el trabajo serán lo suficientemente remuneradores como para no ser tentados a volverse parte de la delincuencia organizada?

Se trata, así, de un programa coyuntural, cosmético y demagógico, encaminado sólo a atemperar el malestar de la dolida sociedad juarense, y para que con el transcurso del tiempo se olvide el asunto y se desmovilice la sociedad, tal como se pretende con el caso de los bebés quemados en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora.

¡Hasta la próxima!

viernes, 26 de febrero de 2010

Alcoholímetros y corrupción


El alcoholímetro es otro ejemplo de cómo una buena idea deviene corrupción. Pensados para evitar accidentes provocados por la excesiva ingesta de alcohol, lo cual en un segundo puede causar una tragedia sólo por la infausta circunstancia de coincidir un conductor sobrio con otro que no lo esté, se han convertido, sin embargo en otra fuente de corrupción y extorsión policiaca.

Y demuestran, además, el carácter represivo del gobierno con la ciudadanía, el cual contrasta con el ánimo paquidérmico con que la autoridad enfrenta a los verdaderos delincuentes.

Se ha dicho ya que el arresto inconmutable por 36 horas de un conductor pillado en falta es excesivo y que México es la única capital mundial en la que el castigo se produce a la primera infracción.

Ciudadanos hay que han propuesto detener al conductor hasta que un familiar acuda por él al retén para pagar una multa y conducir al infractor a casa. Y sólo en caso de que nadie acudiera en un tiempo perentorio entonces sí proceder al arresto.

Ni esa ni otras propuestas igualmente atendibles han sido consideradas por el Gobierno de la Ciudad, porque de lo que se trata en realidad es de castigar y extorsionar al ciudadano. Hay otras faltas igualmente peligrosas que sin embargo la autoridad tolera y que producen accidentes tan graves como los que puede provocar un conductor ebrio.

Taxistas y peseros que se detienen inopinadamente enmedio del arroyo vehicular; peseros, camiones urbanos y foráneos de pasajeros que no sólo circulan por carriles de alta velocidad en avenidas prohibidas para ellos, sino que incluso se detienen a subir y bajar pasaje poniéndo en grave riesgo la vida de los demás conductores, ante la mirada complaciente de patrulleros.

Si a los propietarios de esas unidades se les revocara la concesión a la primera falta, siguiendo el esquema de cero tolerancia que se aplica a los particulares, mucho se aliviaría el desorden vial que padecemos. Pero allí el gobierno de Marcelo Ebrard, a través de la policía capitalina aplica una doble vara.

Ahora se anuncia que en los puntos de revisión del programa Conduce sin alcohol se instalarán juzgados cívicos móviles que agilizarán el proceso de sanción, contra aquellos conductores que resulten positivos en la prueba.

Lo dicho, se trata de castigar, no de servir a la ciudadanía. Si tal fuera la idea, también se habilitarían permanentemente ministerios públicos móviles junto a las patrullas de policía. De este modo, se facilitaría al ciudadano levantar de inmediato el acta correspondiente, cuando fuera objeto de un robo en la vía pública o en algún establecimiento, como las gasolineras, donde es frecuente el contubernio de los despachadores con bandas de asaltantes.

De ese modo se agilizaría todo el proceso penal. Pues en las condiciones actuales encontrar una patrulla después de un asalto sólo sirve para que le sugieran a uno acudir a una oficina del MP que no siempre están a la mano y en la que seguramente se perderán varias horas. La mayoría no hará esa gestión y así se pierden pistas vitales sobre la actuación de los delincuentes.

Con MP móviles, las denuncias serían inmediatas, el ciudadano no perdería el tiempo, la policía judicial podría investigar cualquier ilícito casi en tiempo real y se tendrían indicios más aproximados del mapa delincuencial de la ciudad.

Pero no. Cuando se trata de perseguir delincuentes, la policía no repara en trámites burocráticos; en cambio, para castigar a los ciudadanos de inmediato se adoptan medidas expeditas, como los juzgados móviles que ahora se anuncian.

Romo Trujano

Por cierto, acaban de liberar a José Luis Romo Trujano, el joven que en marzo de 2009 quiso evadir el alcoholímetro y al hacerlo atropelló y mató a un policía y derrumbó la estatua de Juan Pablo II.

Los magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal decidieron reclasificar el delito de homicidio calificado por el de homicidio culposo agravado, el cual no es considerado grave y permite al inculpado quedar libre bajo fianza.

El razonamiento de los juzgadores resulta inadmisible: sostienen que si bien el joven asesinó a un policía, su intención original no era el homicidio sino escapar del alcoholímetro. Puede ser que así hubiera sido originalmente, pero el uniformado se colocó delante del automóvil y le indicó que se detuviera, el conductor tuvo tiempo de mirarlo y decidió arrollarlo.

Lo único que faltó a la tal resolución fue achacar al policía fallecido la culpa de su muerte y hacer pagar a su familia una indemnización a Romo Trujano por los meses que permaneció en la cárcel a causa de la imprudencia del uniformado.

¡Hasta la próxima!

martes, 23 de febrero de 2010

Aguirre "el jodido"

 Del episodio de Javier Aguirre resulta notable el empeño de la industria de la televisión, a través de sus comentaristas y editorialistas, por devolver al Vasco la credibilidad perdida. Bastó que el seleccionador nacional saliera a disculparse, a decir que se equivocó y a hacer profesión de fe, respecto de las posibilidades deportivas de su equipo en el próximo mundial.

Es natural. Les urgía restaurar la confianza del aficionado, de modo que ese entusiasmo insuflado desde los micrófonos se convierta en ganancias para patrocinadores, anunciantes y televisoras. Contra eso atentaban las declaraciones de Aguirre.

En un tono desespañolizado --a diferencia del que se le escuchó emplear ante su entrevistador de la Cadenar Ser-- el Vasco compareció, debidamente conminado desde Los Pinos, ante los medios de comunicación para desdecirse de sus dichos.

Es la segunda vez que lo hace. Antes debió disculparse por patear a un rival durante la pasada Copa Oro.

Aguirre acometió su acto de contricción seguramente pensando en lo "jodido" que resultaba tener que hacerlo, sólo por dirigir en un país de "jodidos" que casi exigen ser engañados con tal de tener una esperanza con que vivir durante la primera parte de este año. Después Dios dirá.

Lo más "jodido", sin embargo, es que haya aceptado hacerlo a cambio de mantener su puesto. Las televisoras y los comentaristas han destacado su hombría y buena cuna al rectificar sus declaraciones. Pero quizá sea al revés: un biennacido o un hombre de verdad habrían sostenido sus convicciones ante el vendaval.

De todos modos nadie creyó en sus aclaraciones y lo más seguro es que, como lo adelantó, cuando termine el mundial regrese a Europa pensando lo mismo de lo que ahora, por dinero y "jodido", se desdijo.

¡Hasta la próxima!

jueves, 18 de febrero de 2010

Javier Aguirre y la imagen de México


Muy mal debieron caer en la Federación Mexicana de Fútbol y en Los Pinos las declaraciones que el técnico de la selección mexicana de fútbol, Javier Aguirre, formuló en España a la Cadena Ser, el martes pasado.

En pocas palabras, lo que el llamado Vasco afirmó es que "México está jodido" por las inundaciones y la inseguridad. Que él por eso regresará a Europa al día siguiente de terminado el mundial y que sus hijos mayores viven en Madrid, a causa precisamente de los elevados índices de inseguridad que privan en la capital mexicana.

Ya en los futbolístico vaticinó que la selección terminará entre el 10o. y el 15o. lugar en la justa mundialista, y casi casi puso en duda que su equipo supere la fase de grupos, pues dijo que en la historia de los mundiales el anfitrión siempre clasifica, de modo que dio por descontado que Sudáfrica lo hará, por lo que el boleto restante lo tendrá que disputar con Francia y Uruguay.

Con unas cuantas frases, el seleccionador nacional puso en jaque el negocio de "la esperanza verde" con que desde ahora se infla el orgullo de los aficionados de modo que se refleje en el consumo intensivo de productos asociados con la marca selección nacional.

Pero no sólo. También propinó un revés mayúsculo a la imagen del México de fábula que Felipe Calderón está empeñado en transmitir al mundo a despecho de lo que indica la cruda y porfiada realidad. Las palabras condenatorias de una figura pública como Aguirre habrán seguramente tenido ya un efecto confirmatorio, pues corroboran lo que se sabe en todo el mundo y que aquí se insiste en negar con mensajes promocionales.

Calderón suele denostar a quienes "viven de hablar mal de nuestro país". No es que los críticos celebren lo que aquí ocurre. Sólo hacen notar las insuficiencias e ineptitudes oficiales que nos han conducido a este caos y que podrían incluso llevar a perder lo que aún queda de bueno.

Lo que el calderonismo nunca conseguirá es modificar la realidad a punta de mensajes publicitarios. Y sin embargo insiste en ello. Apenas el 10 de febrero se anunció que un grupo selecto de consultores y asesores fue convocado a proponer proyectos para "rehabilitar y mejorar" la reputación e imagen internacional del gobierno.

Según un despacho publicado ese día en El Universal online, la invitación escrita en inglés y enviada por Los Pinos señala:
La meta final del gobierno es rehabilitar y mejorar su imagen y reputación internacional, con el propósito de mejorar su actuación en el mercado mundial y, por lo tanto, atraer más flujos de turismo, comercio e inversión.
 En el texto el gobierno reconoce que su imagen se ha deteriorado como resultado de la inseguridad, el narcotráfico y el crimen organizado, pues la exposición mediática alcanzada por esos temas ha modificado de manera negativa la imagen tradicional que del país tienen otras naciones.

No está mal. Sólo que en Los Pinos parece que confieren demasiada credibilidad al apotegma actual del marketing, según el cual lo importante no es cómo seas sino cómo te perciban. Olvidan sin embargo que los teóricos de la imagen también sostienen que lo que proyecte una persona o una organización debe tener algún asidero real en su interior.

Además pasan por alto que los hechos suelen ser, en su silencio, más ruidosos que cualquier vocinglerío organizado con fines promocionales. Así, a la opinión pública nacional y mundial una masacre de jóvenes inocentes o el atentado contra un futbolista famoso le dicen más sobre la realidad de nuestro país, que cualquier anuncio con el que se pretenda minimizar esos hechos y sustituirlos por otra realidad.

Mientras las evidencias no demuestren otra cosa, el mundo le creerá más a Aguirre que a cualquier campaña de imagen. Lo malo es que esos promocionales, que desde ahora podemos augurar como fallidos, a quien le cuestan es al erario público.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 17 de febrero de 2010

Fernando Gómez Mont : corromper la política



A Fernando Gómez Mont, el secretario de Gobernación de Felipe Calderón, bien puede aplicársele aquel silogismo que los musulmanes idearon para deshacerse de la famosa Biblioteca de Alejandría.

Si la biblioteca tiene entre sus obras al Corán, hay que quemarla por inútil (pues la obra, razonaban, ya existe en otras colecciones). Y si no lo tiene, hay que quemarla...por impía. 

Del mismo modo, Gómez Mont tiene sus días contados como secretario de Gobernación, a menos que el cinismo haya terminado por apoderarse de esta administración. Su vacilante y ambigua actuación de los últimos días ha concluido con una especie de inmolación que lo deja vacío de credibilidad y, lo que es peor, sin honorabilidad ante él mismo y ante la nación.

Su renuncia de la semana pasada al Partido Acción Nacional (PAN), por estar supuestamente en contra de las alianzas electorales con el Partido de la Revolución Democrática, lo colocó como el único panista del gabinete con personalidad y convicción propias. Pese a que su lance lo dejaba fuera de un partido, para varios observadores su figura creció políticamente hasta tomar la talla de precandidato a la presidencia.

Pero vinieron las revelaciones. Primero, se conjeturó que Gómez Mont habría ofrecido al PRI detener la alianza PAN-PRD en Oaxaca a cambio de que los del tricolor aprobaran la Ley de Ingresos 2010 de Calderón.

Pero eso dejaba mal parado al michoacano, pues se asumía que él estaba detrás de ese presunto acuerdo, y que al autorizar las alianzas con el PRD incurría en una doble traición: dejaba colgado de la brocha a su secretario de Gobernación y le incumplía al PRI.

Sea porque se lo hayan ordenado o porque decidió que era menester hacerlo ante la andanada de conjeturas, el lunes pasado Gómez Mont tomó el teléfono y llamó a Pascal Beltrán del Río, director Editorial de Excélsior, para confirmar que, en efecto, el tal pacto con el PRI sí existió, pero que fue una iniciativa suya, "una decisión personal" de la cual enteró a Calderón "ex post", es decir, hasta enero.

Si eso ocurrió, Calderón tiene un secretario de Gobernación proclive a adoptar graves decisiones sin su participación, lo cual lo desautoriza como conductor del diálogo político con los partidos, pues ofrece compromisos que no puede cumplir.

En cambio, si el ocupante de Los Pinos siempre estuvo al tanto del acuerdo --lo cual es muy posible-- y lo incumplió premeditadamente en su ansia por detener el presunto avance priista hacia la presidencia, entonces Gómez Mont queda como un pelele que prefiere sacrificar su autoridad moral y credibilidad (cualquiera que ésta sea) para salvar a su jefe.



En ambos supuestos, Gómez Mont ya no tiene nada qué hacer en Bucareli. Mantenerlo allí no parece sino una confirmación de que Calderón fue quien urdió el referido acuerdo y es la forma en que trata de pagar la autodefenestración de su secretario. 

Ahora se sabe que su renuncia al PAN no fue sino una desesperada maniobra distractora o un intento por dar al Secretario una salida digna que dejara a salvo su credibilidad al presentarla sólo como resultado de su oposición a las alianzas.


Falló el cálculo, surgieron las revelaciones y ahora la figura política del número dos del gabinete quedó reducida a nada, pues de paso su infidencia destapó al PRI al revelar la complicidad de este partido en un acuerdo que sacrificó a la población, al aceptar el aumento a los impuestos en un entorno de crisis a cambio de ventajas electorales.


En último término, lo que el episodio deja al descubierto es la forma perversa en que se negocia el interés nacional en el seno de los partidos, a cambio de ventajas económicas, políticas o electorales. No es que no se supiera, pero ahora ha quedado plenamente documentado.

Revela, además, el grado de descomposición y corrupción políticas al que el binomio PRI-PAN, coptado por los poderes fácticos, ha conducido al país. Y por añadidura, desnudan la hipócrita tesis de la reforma política del calderonismo que supuestamente pretende devolver el poder a los ciudadanos.

Sin transparencia, con acuerdos secretos adoptados de espaldas a la nación y a conveniencia de la coyuntura política, aquellos seguirán excluidos por más reformas cosméticas que se intenten y cuyo fin último, ahora se ve, es mantenerlos manipulados.

¡Hasta la próxima!