¿Por qué será que casi nadie parece capaz de emplear correctamente los términos "bien" y "muy"?
A cual más, lo mismo notables analistas y comentaristas que charlatanes que en la radio hacen las veces de locutores y los políticos, desde luego, incurren en el mal empleo de esos términos.
Casi no hay día en que no se escuche a alguien en la radio, la televisión e incluso por escrito, llenarse la boca, o la pluma, según sea el caso, con expresiones como: "Es bien importante que...", "Resulta bien interesante...", "Es una persona bien consciente".
La sustitución de "bien" por "muy" podrá parecer una minucia, pero sucede que no es la única, y que nos permitimos tantas licencias en tantos ámbitos de la vida que la falta de rigor se ha enseñoreado hasta convertirnos en una sociedad permisiva.
La dejadez todo lo inunda y, por esa vía, se nos han colado muchos de los males que padecemos incluidos, desde luego, nuestros gobernantes. Bien se ha dicho que cuando una sociedad se pudre lo primero que se degrada, corrompe o prostituye es el lenguaje.
La próxima vez que se sienta inclinado a utilizar el término "bien", corrobore su correcto empleo mediante esta sencilla operación: sustitúyalo por "mal". Si la frase pierde sentido significa que el término correcto que debe utilizar es "muy".
Así, la frase: "Es bien importante..." diría: "Es mal importante", lo cual carece de sentido. Debe utilizarse "muy importante" que es más precisa y con sentido lógico. La frase: "Resulta bien interesante..." diría: "Resulta mal interesante", lo cual es anómalo. Significa que la construcción correcta es: "Resulta muy interesante...". ¿Es mucho trabajo?
En cambio, "bien" está correctamente utilizado en: "Es un hombre bien informado" porque si se reemplaza por "mal", sigue siendo una frase con sentido.
martes, 25 de octubre de 2011
martes, 18 de octubre de 2011
Miguel Angel Granados Chapa
Al mediar la década de los 80, don Miguel Angel Granados Chapa participó con Benjamín Wong Castañeda en la fundación del periódico Punto. Un semanario que no alcanzó larga vida, pero que sirvió a los lectores del hidalguense como una tribuna más desde la cual seguir el examen de los asuntos públicos a que convocaba el periodista.
La columna que allí escribía --Interés público-- cerraba con una breve apostilla titulada "Mexicanos constructores" en la que --acaso para que valoráramos que no todo en la vida pública era deleznable ni corrupto-- hacía el elogio de quienes con su quehacer contribuyeron a forjar, en algún ámbito, la cultura de este país.
En la hora de su muerte, sobradamente puede incluírsele a él mismo como uno de esos mexicanos constructores. Lo fue porque con sus textos y su activismo político contribuyó en la formación de ciudadanía en un país en el que hasta hace apenas unos decenios los ciudadanos sólo valían en tanto clientelas partidistas
No es una cosa menor, porque para liberar una sociedad de las añagazas materiales y espirituales que la sujetan se requieren ciudadanos informados y en ejercicio intensivo de sus derechos y obligaciones. Y lo hizo sometiendo al escrutinio público los usos, abusos y prácticas gubernamentales que juzgaba contrarias al interés general, a despecho de gobiernos para los cuales la opacidad es garantía de impunidad.
Granados Chapa fue un acucioso observador de la vida pública, una conciencia vigilante que echaremos en falta, de más en más con el correr del tiempo.
Además de su valor informativo, había en sus textos y en sus alocusiones verbales con que cada mañana ejercía desde las frecuencias de Radio UNAM y desde el programa Encuentro de Radio Fórmula, una aspiración permanente por el buen decir, por la búsqueda del término preciso engarzado en un hilo discursivo impecable, a menudo enriquecido con digresiones o frases incidentales, que daban al conjunto un matiz complejo, pero disfrutable.
Acaso por ello ni aun en los textos más duros encontramos a un columnista exaltado o estridente. No, su prosa, como hija de la razón, combinaba austeridad con elegancia; peso argumentativo con una forma exterior serena y hasta comedida, lo que, a su modo, la hacía más filosa y penetrante.
Con esa misma serenidad se despidió de sus lectores el viernes 14 de octubre, con una frase en cuyo laconismo escapa un dejo de molestia e insatisfacción, acaso por tener que dejar su asiento de primera fila como observador de la realidad nacional. La puntualidad de su adiós --sólo dos días antes de su deceso-- da cuenta de que hasta el final, y pese a la enfermedad que lo consumía, mantuvo un espíritu despierto al tanto en todo momento de lo que estaba por ocurrir.
Hoy muchos se asumen como discípulos suyos aunque nunca hayan compartido un salón de clase con el autor de la Plaza Pública. No hacía falta. Su magisterio nunca precisó de aulas porque lo ejerció con su vida misma. Allí el verdadero talante de esta cumbre del periodismo y de las letras mexicanas.
jueves, 13 de octubre de 2011
Alfonso Reyes. Visión de Anáhuac
Tiénese por visión, en su
acepción religiosa, una revelación inspiradora; o, en un sentido más secular,
la representación imaginativa producida en el interior que supone la acción de
la imaginación. Todavía más simple: el punto de vista particular sobre un tema
o asunto.
Atenidos a lo anterior, digamos
que Visión de Anáhuac, de Alfonso
Reyes, es un texto más cercano a la revelación inspiradora por la exaltación
del pasado mexicano, del que resulta una percepción más bien idílica. Así, dirá
que los primeros mexicanos “Extáticos ante el nopal del águila y de la
serpiente –compendio feliz de nuestro campo—oyeron la voz del ave agorera que
les prometía seguro asilo sobre aquellos lagos hospitalarios” (p. 15).
Antes que un ensayo, quizá habría
que apuntar que se trata de un trozo poético de gran calado tejido a partir de
una prosa brillante, sobre la situación de la ciudad de México a la llegada de
los españoles y durante la conquista o “encuentro de dos mundos”, si se quiere
utilizar el eufemismo que, en ocasión del V centenario, se acuñó para exorcizar
el espíritu eurocentrista que entrañaba el término “descubrimiento”.
Y en ese canto a las
bienaventuranzas del ser mexicano, comienza Reyes por decir que nuestro suelo
constituye un “nuevo arte de naturaleza”, en el que, en una feliz metáfora, ve
al maguey como una especie que lanza “a los aires su plumero” y al nopal como
un candelabro cuyos discos han sido “conjugados en una superposición necesaria,
grata a los ojos” (p.12).
Se trata, como digo, de un texto
más cercano a la poesía que a los recovecos y tanteos que entraña el ensayo. En
cambio, en él abundan la rica descripción del paisaje, la alusión a la cultura
helenística acerca de la cual Reyes era un erudito y la evocación imaginativa y
pinturera de la casa de los dioses, del mercado y el palacio del emperador
Moctezuma.
De la primera destaca el portento
arquitectónico que significó su construcción. “Pocos pueblos –dice citando a
Humboldt—habrán movido mayores masas” (p. 19). Del mercado, recuerda que desde
entonces la venta de mercaderías estaba organizada por calles: “Hay calles para
la caza, donde se encuentran todas las aves que congrega la variedad de los
climas mexicanos…” (p.20).
Hay también calles de herbolarios
y a partir de eso Reyes traza una pormenorizada descripción de la variadísima y rica oferta de productos
que allí se expenden “por cuenta y medida”: leña, astilla de ocote, carbón,
verduras, frutas, tintes, aceites, granos, vasijas decoradas o pintadas por el primoroso
arte indígena.
Como Hemingway respecto de París,
el políglota regiomontano nos hace ver que con toda aquella actividad,
Tenochtitlán era una fiesta, pues –afirma citando esta vez a Bernal Díaz del
Castillo—“el zumbar y ruido de la plaza asombra a los mismos que han estado en
Constantinopla y en Roma” (p.21).
La descripción del palacio de
Moctezuma no es menos suntuosa ni le va a la zaga en cuanto a la abundancia de
detalles y en la exaltación de la riqueza. Tanto, que nos recuerda como, ante
el conquistador extremeño, el emperador “¿no
ha de levantar sus vestiduras para convencer a Cortés de que no es de oro?”
(p.24).
Con fino y señorial estilo, traza
Reyes el perfil acaudalado del gobernante, al que describe rodeado todo el día
por un séquito de hasta 600 servidores; su abundante y dispendiosa mesa asiduamente
ocupada por convidados; sus diversiones, placeres y pasatiempos, y hasta la
forma en que se ataviaba (“Vestíase todos los días cuatro maneras de
vestiduras, todas nuevas y nunca más se las vestía otra vez”. P. 25).
Junto con ello, el trato y la
reverencia que estaban obligados a profesarle quienes lo encontraban por la
calle en sus inusuales paseos fuera de palacio custodiado por una larga
procesión, o a quienes recibía en éste con alguna embajada o encargo. Todos
cuantos acudían a su presencia, debían hacerlo descalzados, “con la cabeza baja
y sin mirarlo a la cara” (p.25).
En esta pintura alfonsina del
Anáhuac, el pueblo no es menos feliz que
su gobernante y, para empezar, como aquél, “se atavía con brillo, porque está a
la vista de un gran emperador” y “sus caras morenas tienen una impavidez
sonriente, todas en el gesto de agradar” (p.18).
Y si en lo físico se muestra una
loable dignidad, otro tanto ocurre con el alma mexica, en cuyo lenguaje, suave,
armonioso y exento de gritos y destemplanzas, ve el poeta “una canturía
gustosa. Esas Xés, esas tlés, esas chés que tanto nos alarman escritas,
escurren de los labios del indio con una suavidad de aguamiel” (p. 18).
Acaso por ello lamenta la pérdida
de la poesía indígena mexicana, la verdadera, no la que nos ha llegado
adulterada “poco después que la vieja lengua fue reducida al alfabeto español”
(pp. 31-32).
Como en las grandes piezas
musicales concluidas por segundones tras la muerte del maestro, así aquí,
advierte Reyes el decaimiento en la parte final de algunos poemas, “y es quizá
aquella en la que el misionero español puso más la mano” (p. 35).
Una poesía en la que traslucía la
flor y el canto (flor, signo de lo noble y lo precioso), la naturaleza y el
paisaje del Valle.
Al final del texto, Alfonso Reyes
parece justificar su encendida evocación del Anáhuac al señalar que “la emoción
histórica es parte de la vida actual, y, sin su fulgor, nuestros valles y
nuestras montañas serían como un teatro sin luz” (p.36).
Como corolario, pide no negar la
evocación ni desperdiciar la leyenda, menos si éstos, como objetos de belleza
son capaces de engendrar “eternos goces”. (p. 38).
Noticia biográfica
De acuerdo con la nota biográfica
incluida por José Luis Martínez, en el tomo I de El ensayo mexicano moderno, Alfonso Reyes (Monterrey, Nuevo León,
17 de mayo de 1889-México, DF, 27 de diciembre de 1959) hizo traducibles para
el mundo nuestras mejores esencias.
Por la aguda y pródiga belleza de
su estilo, por el dominio magistral que tiene sobre todos los matices de las
letras y por la lucidez y originalidad de sus estudios y ensayos –especialmente
en el campo de la teoría literaria—Alfonso Reyes es uno de los escritores que
honran la cultura mexicana.
Tras iniciar sus estudios en
Monterrey, en 1905 los continuó en la Escuela Nacional Preparatoria.
Se graduó como abogado y participó en las empresas culturales de El Ateneo de
la juventud.
La trágica muerte de su padre, el
general Bernardo Reyes lo empujaron a Europa a mediados de 1913. Tras una
estancia de 13 años en aquel continente en el que ocupó puestos diplomáticos, a
principios de 1939 regresó a México donde preside La Casa de España que luego de
transformó en El Colegio de México.
Bibliografía
Reyes, Alfonso (2004). Visión de Anáhuac y otros ensayos.
México: FCE (Col. Conmemorativa 70 aniversario).
Martínez, José Luis (2001). El
ensayo mexicano moderno I. México: FCE (Letras mexicanas).
miércoles, 12 de octubre de 2011
Pro Víctima: Propaganda y simulación
La creación de la Procuraduría Social de Atención a las Víctimas del Delito (Pro-víctima) constituye la expresión más acabada de la simulación gubernamental.
No es que quienes han sido víctimas de la delincuencia o de las propias fuerzas armadas encargadas de combatirla no necesiten atención y procuración de justicia, lo que digo es que no lo conseguirán mediante una entidad oficial que nace marcada por la simulación y el oportunismo y animada más con un propósito propagandístico que por una genuina preocupación por quienes han perdido seres queridos a manos de la delincuencia o de los propios cuerpos del gobierno.
Pro-víctima es una simulación porque está enfocado a los efectos y no a las causas que han provocado la proliferación de víctimas a lo largo y ancho de la ensangrentada geografía nacional. El mensaje que Felipe Calderón envía a la sociedad al crear este nuevo órgano burocrático no puede ser más ominoso: seguirá habiendo víctimas porque continuará la militarización del país con el pretexto de la guerra contra el narcotráfico.
Lo cosmético de la medida queda subrayado por el hecho de ser una instancia que nace apresuradamente, sin presupuesto asignado, con instalaciones inacabadas y con una junta de gobierno en la que figuran personajes como Isabel Miranda de Wallace, María Elena Morera y Alejandro Martí, favorecedores de la política calderonista que produce las millares de víctimas a las que ahora --sólo ahora-- se pretende "atender".
Digo "sólo ahora" porque apenas en junio de este año la Procuraduría General de la República (PGR) envió a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión el Informe sobre avances y resultados de la estrategia de seguridad pública en el periodo 2006-2011.
Allí, el mismo gobierno que hoy se dice "preocupado" por quienes han perdido amigos o familiares, negaba que hubiera víctimas: "Se estima --dice el informe-- que no hay base jurídica para concluir que existen víctimas, daños materiales y pérdidas económicas por la estrategia de seguridad pública 2006-2011".
Los afanes de hoy son, por ello, una respuesta oportunista a los planteamientos formulados por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el poeta Javier Sicilia, quien ha descalificado la medida.
Por lo demás, seguirá intacta la estrategia fallida y el modelo económico aplicado dogmáticamente el cual genera la criminalidad, cuyo combate ha quebrantado el todo el país el llamado Estado de Derecho, provocado desapariciones forzadas por parte de las propias fuerzas gubernamentales y ha provocado, además, afectaciones a la economía del orden de los 210 mil millones de pesos que equivalen a 1.53 por ciento del Producto Interno Bruto, según datos del INEGI.
La escandalosa impunidad que alienta toda esta situación tampoco ha sido combatida por el Eliot Ness mexicano (Obama dixit), pues según la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública 2011, difundida el mes pasado por el INEGI, de los casi 18 millones de delitos denunciados, en 81 por ciento de los casos no pasó nada o no se resolvió, no se inició averiguación previa o está en trámite.
Todo lo cual revela la incapacidad, actitud omisa y la corrupción de las "autoridades" que priva en los tres órdenes de gobierno.
Por todo ello Pro-víctima no es más que una maniobra propagandística de Felipe Calderón a quien debiera recordársele que la principal responsabilidad constitucional de un gobierno legalmente constituido --aunque el suyo no cumple cabalmente este supuesto-- es garantizar la seguridad de los ciudadanos y no abrir ventanillas para atender a los danmificados por esta responsabilidad tan impunemente incumplida.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Steve Jobs
El mensaje de Apple tras confirmarse hace unos momentos la muerte de quien fuera la mente maestra detrás de esa compañía:
Apple ha perdido a un visionario y creativo genio, y el mundo ha perdido a un sorprendente ser humano. Aquellos de nosotros quienes hemos sido suficientemente afortunados de conocer y trabajar con Steve hemos perdido a un querido amigo y a un mentor inspirador. Steve deja detrás a una compañía que sólo él pudo haber construido y su espíritu estará por siempre en la fundación de Apple
Steve Jobs
1955-2011
Apple ha perdido a un visionario y creativo genio, y el mundo ha perdido a un sorprendente ser humano. Aquellos de nosotros quienes hemos sido suficientemente afortunados de conocer y trabajar con Steve hemos perdido a un querido amigo y a un mentor inspirador. Steve deja detrás a una compañía que sólo él pudo haber construido y su espíritu estará por siempre en la fundación de Apple
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