martes, 13 de diciembre de 2011
Ayotzinapa y la emergencia nacional
El asesinato de dos estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, ocurrido el 12 de diciembre durante el violento desalojo de la Autopista del Sol México-Acapulco que bloqueaban alumnos de ese plantel en protesta por los incumplimientos del gobernador, Angel Aguirre Rivero, es una nueva y ominosa evidencia de la emergencia nacional que se vive en México.
Los miles de asesinatos extrajudiciales, las ejecusiones, las desapariciones forzadas y los levantones, perpetrados tanto por miembros del llamado crimen organizado como por las propias fuerzas armadas de los tres órdenes de gobierno y aun de grupos paramilitares creados al amparo de la guerra de Felipe Calderón contra las bandas de narcotraficantes, configuran un estado de emergencia que ya no admite tanto análisis y que debiera ser encarado de inmediato por la sociedad mexicana mediante al menos tres acciones urgentes:
1. La salida inmediata de Felipe Calderón de la presidencia de la República, y desde luego del gobernador de Guerrero, Angel Aguirre Rivero.
2. La conformación de un gobierno provisional vigente, conformado por un grupo plural donde estén representados todos los sectores de la sociedad mexicana.
3. Que esta junta conforme un programa de gobierno con medidas inmediatas tendientes a restablecer el orden constitucional en materia de desarrollo económico, derechos a la educación, la salud, el trabajo y la alimentación.
4.Que convoque a elecciones adelantadas para el próximo 15 de abril y que quien resulte electo asuma la presidencia el 1 de julio de 2012 y con el compromiso de aplicar el programa acordado.
Se dirá que se trata de un plan de acción que atenta contra la institucionalidad vigente y aun contra el orden constitucional y que trastocaría toda la vida del país. Es posible, pero la institucionalidad vigente está rota desde por lo menos la elección presidencial de 2006 y la vida del país está dislocada en todos los ámbitos.
Tenemos una nación atada a un modelo económico impuesto por los conductores de la globalización rampante, que ha destruido cadenas productivas y deprimido el mercado interno al aplicarse una política económica cuya prioridad es el combate a la inflación, pero que genera una elevada informalidad y nulo crecimiento.
Vivimos ya lo que el doctor Diego Valadez ha llamado un creciente proceso de desconstitucionalización del Estado mexicano, caracterizado por la pérdida de positividad de la Constitución. Como ha explicado, ello no se refiere sólo a que haya violaciones a la carta magna, sino "al abandono progresivo y deliberado, y a veces imperceptible, de principios democráticos, republicanos, representativos y seculares.
El investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM ha señalado que ese proceso puede constatarse con sólo "cotejar los principios que la Constitución enuncia, con lo que estamos viviendo en la realidad sociológica, cultural, política y económica de nuestra nación".
El asesinato de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, se suma a los 67 mil 700 asesinatos que de acuerdo con Javier Sicilia se han cometido en el marco de las acciones de guerra contra el narcotráfico emprendiddas por el gobierno federal.
Es una reiterada evidencia del grado de descomposición institucional que priva en el país, de cómo las pulsiones autoritarias y represivas de las autoridades en contra de la población civil están cada vez más prontas a expresarse. De cómo se criminaliza la protesta social en aras de mantener el esquema de dominación imperante.
De la incapacidad de los tres órdenes de gobierno para garantizar la vida y la seguridad de las personas, o lo que sería más grave, de su connivencia con quienes perpetran crímenes y secuestros contra luchadores sociales como los cometidos contra Nepomuceno Moreno, Trinidad de la Cruz, Pedro Leyva Domínguez, Norma Andrade, Marcial Bautista Valle y Eva Alarcón Ortiz, para citar sólo los más recientes.
Lo ocurrido en Guerrero no debiera circunscribirse a un asunto policial. Es obligado, desde luego, investigar y dar con los responsables intelectuales, materiales y políticos para que no queden impunes. Pero más allá, el trágico episodio debiera conducir a una modificación radical de las condiciones y circunstancias que lo incubaron y que, de no cambiar, seguirán produciendo hechos similares a la vuelta de los días y de los meses.
viernes, 9 de diciembre de 2011
Narcotráfico y política, un cóctel polémico en México ante elecciones
Compartimos con ustedes una crónica de la agencia alemana DPA
Narcotráfico y política, un cóctel polémico en México ante elecciones
Narcotráfico y política, un cóctel polémico en México ante elecciones
miércoles, 7 de diciembre de 2011
¿Quien defiende a Peña Nieto?
Si algo, lo que reveló el traspié bibliográfico en que incurrió Enrique Peña Nieto el sábado pasado en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, fue de qué lado están las preferencias mediáticas de cara a la próxima elección presidencial.
No es un delito que los medios de comunicación tengan un candidato.De hecho, así como se pide que hagan una clara distinción entre información y opinión, para no confundir ni engañar a los públicos dando una cosa por otra, sería deseable, que, como ocurre en otras partes del mundo, los medios declararan abiertamente cuál es su candidato y aún más, que hicieran explícita su agenda, que cada uno la tiene. Así los lectores sabríamos a qué atenernos respecto de cada cual.
Aunque eso no ocurre, quienes frecuentan los diferentes medios o son consumidores asiduos de sus contenidos y programación, saben de qué lado "batea" cada uno, a qué intereses responden: si a los de los lectores o a los económicos que los patrocinan y favorecen de muchos modos su prosperidad a cambio de promover un estado de cosas inamovible.
Lo malo viene cuando, como ocurre aquí, las preferencias mediáticas están presididas por los intereses, prebendas y beneficios económicos que buscan preservar y no son resultado de un análisis ponderado y crítico que ponga por delante el interés general de la población y el de la República.
Así, el librogate fabricado por el propio Peña Nieto contra sí mismo, ha tenido al menos dos virtudes: confirmó de la manera más penosa lo que ya se sabía: el talante iletrado del candidato, su incapacidad para reaccionar coherentemente ante situaciones fuera de libreto, su proclividad a mentir y, en fin, su fragilidad e indigencia intelectual.
Confirmó también que personajes y medios como Oscar Mario Beteta, Radio Fórmula, La Razón, de Pablo Hiriart; Milenio, de Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva; y por supuesto Televisa, con Joaquín López Dóriga al frente han votado ya por el mexiquense.
Aunque en política no hay casualidades --y el periodismo es una actividad esencialmente política-- se trata "casualmente" de los mismos medios y personajes de siempre defendiendo a los de siempre. Medios y personajes que para defenderse cuando son pillados, recurren al mismo expediente: acusar a quienes los señalan de adscribirse al delirio de las teorías de la conspiración.
La apasionada defensa y el control de daños que estos medios han emprendido para resguardar la figura del de Atlacomulco y que el affair no lo raspe demasiado ni afecte la intensión del voto, no tiene paralelo, pues ha oscilado entre la descalificación, la minimización y el insulto.
Ayer, Gómez Leyva llegó a sugerir que en nada afecta, ni les va la vida a quienes leen, el hecho que el vecino o su gobernante sean unos brutos. Carlos Marín determinó que el asunto no afectaría la campaña del candidato; López Dóriga omitió refererirse al revuelo causado por la hija de Peña Nieto con su retuit clasista en defensa de su padre.
Indignado (¿temeroso?) por el daño que el tema pueda causar a "su" candidato, Pablo Hiriart llama "fantoches" a los "perredistas" que en los medios y redes sociales han fustigado la incultura del mexiquense. El problema --dice magnánimo y comprensivo con la ignorancia de su favorito-- "se cura con un buen secretario de Educación Pública".
De pronto, para estos opinadores que en otras oportunidades dicen apoyar la promoción de la lectura y se sorprenden de lo mal que estamos en ese renglón, leer "no tiene la menor importancia", para decirlo en palabras y con el tono levemente argentinado de Arturo de Córdova.
Y no sólo eso, sino que insultan a quienes critican y se sorprenden por la incultura de quien aspira a gobernarlos, llamándolos "fantoches", "exhibicionistas y pedantes" y que los hace protagonistas sólo porque leen, como escribió ayer Fernando Escalante.
Esta bien, ya sabemos que Peña Nieto no tiene cultura literaria --se desespera Hiriart en su columna-- pero, agrega: "¿Y eso qué? ¿lo hace mejor o peor?" Pues según estos adláteres disfrazados de periodistas leer o no leer no tiene ningún efecto en la vida de las personas. Y menos en la de alguien que aspira a gobernar un país con los graves problemas que tiene México.
Lo que parecen no advertir estos acomedidos es que su defensa de Peña Nieto los ha hecho emplear "argumentos" traídos de los cabellos y que los coloca contra una parte de la sociedad que no son sólo los perredistas, como sugiere insidiosamente Hiriart.
No, la mayoría de los tuiteros y usuarios de redes sociales que se han burlado o que han ironizado lapidariamente al candidato son ciudadanos, con cierto nivel cultural, muchos de los cuales evidentemente sí leen, y que han mostrado una conciencia alerta y sobre todo mucho ingenio y humor --es lo que más duele-- para magnificar la escandalosa ignorancia del susodicho.
A Hiriart no le dice nada (but or course) el Retuitt clasista de la hija de Peña. Candoroso y tierno, sólo ve en él a una niña de 16 años defendiendo a su padre. Esa parece ser la estrategia acordada, pues Carlos Loret de Mola acude al mismo recurso en El Universal: fustigar a los malvados que así se ensañan con una pobre e inocente niña.
Ya sólo le faltó agregar: No somos dioses, sólo somos hombres tratando de dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Qué bonito, no?
Todo este episodio, lo que revela es la parcialidad con que la mayoría de los medios de comunicación intervendrán en la próxima campaña y en favor de quien han cargado, ya desde ahora, sus envenenados dados.
No es un delito que los medios de comunicación tengan un candidato.De hecho, así como se pide que hagan una clara distinción entre información y opinión, para no confundir ni engañar a los públicos dando una cosa por otra, sería deseable, que, como ocurre en otras partes del mundo, los medios declararan abiertamente cuál es su candidato y aún más, que hicieran explícita su agenda, que cada uno la tiene. Así los lectores sabríamos a qué atenernos respecto de cada cual.
Aunque eso no ocurre, quienes frecuentan los diferentes medios o son consumidores asiduos de sus contenidos y programación, saben de qué lado "batea" cada uno, a qué intereses responden: si a los de los lectores o a los económicos que los patrocinan y favorecen de muchos modos su prosperidad a cambio de promover un estado de cosas inamovible.
Lo malo viene cuando, como ocurre aquí, las preferencias mediáticas están presididas por los intereses, prebendas y beneficios económicos que buscan preservar y no son resultado de un análisis ponderado y crítico que ponga por delante el interés general de la población y el de la República.
Así, el librogate fabricado por el propio Peña Nieto contra sí mismo, ha tenido al menos dos virtudes: confirmó de la manera más penosa lo que ya se sabía: el talante iletrado del candidato, su incapacidad para reaccionar coherentemente ante situaciones fuera de libreto, su proclividad a mentir y, en fin, su fragilidad e indigencia intelectual.
Confirmó también que personajes y medios como Oscar Mario Beteta, Radio Fórmula, La Razón, de Pablo Hiriart; Milenio, de Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva; y por supuesto Televisa, con Joaquín López Dóriga al frente han votado ya por el mexiquense.
Aunque en política no hay casualidades --y el periodismo es una actividad esencialmente política-- se trata "casualmente" de los mismos medios y personajes de siempre defendiendo a los de siempre. Medios y personajes que para defenderse cuando son pillados, recurren al mismo expediente: acusar a quienes los señalan de adscribirse al delirio de las teorías de la conspiración.
La apasionada defensa y el control de daños que estos medios han emprendido para resguardar la figura del de Atlacomulco y que el affair no lo raspe demasiado ni afecte la intensión del voto, no tiene paralelo, pues ha oscilado entre la descalificación, la minimización y el insulto.
Ayer, Gómez Leyva llegó a sugerir que en nada afecta, ni les va la vida a quienes leen, el hecho que el vecino o su gobernante sean unos brutos. Carlos Marín determinó que el asunto no afectaría la campaña del candidato; López Dóriga omitió refererirse al revuelo causado por la hija de Peña Nieto con su retuit clasista en defensa de su padre.
Indignado (¿temeroso?) por el daño que el tema pueda causar a "su" candidato, Pablo Hiriart llama "fantoches" a los "perredistas" que en los medios y redes sociales han fustigado la incultura del mexiquense. El problema --dice magnánimo y comprensivo con la ignorancia de su favorito-- "se cura con un buen secretario de Educación Pública".
De pronto, para estos opinadores que en otras oportunidades dicen apoyar la promoción de la lectura y se sorprenden de lo mal que estamos en ese renglón, leer "no tiene la menor importancia", para decirlo en palabras y con el tono levemente argentinado de Arturo de Córdova.
Y no sólo eso, sino que insultan a quienes critican y se sorprenden por la incultura de quien aspira a gobernarlos, llamándolos "fantoches", "exhibicionistas y pedantes" y que los hace protagonistas sólo porque leen, como escribió ayer Fernando Escalante.
Esta bien, ya sabemos que Peña Nieto no tiene cultura literaria --se desespera Hiriart en su columna-- pero, agrega: "¿Y eso qué? ¿lo hace mejor o peor?" Pues según estos adláteres disfrazados de periodistas leer o no leer no tiene ningún efecto en la vida de las personas. Y menos en la de alguien que aspira a gobernar un país con los graves problemas que tiene México.
Lo que parecen no advertir estos acomedidos es que su defensa de Peña Nieto los ha hecho emplear "argumentos" traídos de los cabellos y que los coloca contra una parte de la sociedad que no son sólo los perredistas, como sugiere insidiosamente Hiriart.
No, la mayoría de los tuiteros y usuarios de redes sociales que se han burlado o que han ironizado lapidariamente al candidato son ciudadanos, con cierto nivel cultural, muchos de los cuales evidentemente sí leen, y que han mostrado una conciencia alerta y sobre todo mucho ingenio y humor --es lo que más duele-- para magnificar la escandalosa ignorancia del susodicho.
A Hiriart no le dice nada (but or course) el Retuitt clasista de la hija de Peña. Candoroso y tierno, sólo ve en él a una niña de 16 años defendiendo a su padre. Esa parece ser la estrategia acordada, pues Carlos Loret de Mola acude al mismo recurso en El Universal: fustigar a los malvados que así se ensañan con una pobre e inocente niña.
Ya sólo le faltó agregar: No somos dioses, sólo somos hombres tratando de dar lo mejor de nosotros mismos. ¿Qué bonito, no?
Todo este episodio, lo que revela es la parcialidad con que la mayoría de los medios de comunicación intervendrán en la próxima campaña y en favor de quien han cargado, ya desde ahora, sus envenenados dados.
martes, 6 de diciembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
La Jornada, Krauze y el ministro Lelo
Es difícil no ver en el fallo emitido ayer por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) en contra del periòdico La Jornada y en favor de la revista Letras Libres, la forma en cómo se expresa en el México de nuestros días la lucha entre el sistema dominante y quienes se le oponen.
Más allá de las formalidades jurídicas --que también éstas fueron atropelladas-- quedó de manifiesto el designio de castigar a un medio de comunicación crítico que mediante el registro cotidiano de las imposturas de los poderosos, escapa a la uniformidad informativa y opinativa que priva en nuestro medio.
En efecto, lo que La Jornada representa en el periodismo mexicano es lo que el periodista chileno Pedro Santander ha definido respecto de la función del oficio de informar: esa voluntad por investigar y desnudar la trama que tejen permanentemente los poderosos (gobiernos y corporaciones o poderes fácticos) para mantener su hegemonía a cualquier precio.
Entrevistado esta mañana por Carmen Aristegui, Enrique Krauze, el director de Letras Libres, confirmó mediante una frase, que eso es precisamente lo que molesta a los poderes establecidos y al conglomerado de intereses empresariales, políticos y mediáticos a los que el historiador y su revista están adscritos. Dijo que el periódico que dirige Carmen Lira está siempre de lado de los movimientos sociales revolucionarios. Y aunque llamó a desterrar el odio del debate público, enseguida calificó de estalinista al diario que lo demandó por difamación.
Parapetado tras una argucia verbal, Krauze pretendió explicar que el término "cómplice" utilizado en el texto en que Fernando García Ramírez acusó al periódico de estar "al servicio de asesinos hipernacionalistas", debe ser considerado en su acepción de "simpatizar alguien con algo", pues, dijo, es evidente que la línea editorial del diario "simpatiza" con el grupo separatista español ETA.
La aseveración muestra que o bien Krauze es un ignorante o es un cínico, porque el término "cómplice" tiene una connotación y una consecuencia jurídica, pues implica la imputación de una conducta ilícita tipificada en el Código Penal. De acuerdo con la teoría del Derecho del historiador, de aquí en adelante ningún cómplice, por ejemplo de secuestro, podrá ser imputado penalmente, pues le bastará con alegar que su condición no era la de coadyuvante en el delito, sino que sólo participó como "simpatizante".
El dictamen del ministro Arturo Saldívar Lelo de Larrea es, a su vez, un atropello sin más al sentido común y al sentido jurídico, pero sobre todo, a la letra del texto constitucional que no prevé, como argulló el juzgador la preeminencia del derecho a la libertad de expresión por sobre el derecho al honor.
Cuando la razón se ausenta, aparecen los sinsentidos. Eso ocurrió con los ministros de la Corte. El designio era liberar de la acusación a Letras Libres y los intereses que representa. Desde esa perspectiva el asunto era menos un tema jurídico y de justicia que ideológico. Aunque todavía haya quien lo niegue. Por eso prevaleció la irracionalidad de la resolución.
Más allá de las formalidades jurídicas --que también éstas fueron atropelladas-- quedó de manifiesto el designio de castigar a un medio de comunicación crítico que mediante el registro cotidiano de las imposturas de los poderosos, escapa a la uniformidad informativa y opinativa que priva en nuestro medio.
En efecto, lo que La Jornada representa en el periodismo mexicano es lo que el periodista chileno Pedro Santander ha definido respecto de la función del oficio de informar: esa voluntad por investigar y desnudar la trama que tejen permanentemente los poderosos (gobiernos y corporaciones o poderes fácticos) para mantener su hegemonía a cualquier precio.
Entrevistado esta mañana por Carmen Aristegui, Enrique Krauze, el director de Letras Libres, confirmó mediante una frase, que eso es precisamente lo que molesta a los poderes establecidos y al conglomerado de intereses empresariales, políticos y mediáticos a los que el historiador y su revista están adscritos. Dijo que el periódico que dirige Carmen Lira está siempre de lado de los movimientos sociales revolucionarios. Y aunque llamó a desterrar el odio del debate público, enseguida calificó de estalinista al diario que lo demandó por difamación.
Parapetado tras una argucia verbal, Krauze pretendió explicar que el término "cómplice" utilizado en el texto en que Fernando García Ramírez acusó al periódico de estar "al servicio de asesinos hipernacionalistas", debe ser considerado en su acepción de "simpatizar alguien con algo", pues, dijo, es evidente que la línea editorial del diario "simpatiza" con el grupo separatista español ETA.
La aseveración muestra que o bien Krauze es un ignorante o es un cínico, porque el término "cómplice" tiene una connotación y una consecuencia jurídica, pues implica la imputación de una conducta ilícita tipificada en el Código Penal. De acuerdo con la teoría del Derecho del historiador, de aquí en adelante ningún cómplice, por ejemplo de secuestro, podrá ser imputado penalmente, pues le bastará con alegar que su condición no era la de coadyuvante en el delito, sino que sólo participó como "simpatizante".
El dictamen del ministro Arturo Saldívar Lelo de Larrea es, a su vez, un atropello sin más al sentido común y al sentido jurídico, pero sobre todo, a la letra del texto constitucional que no prevé, como argulló el juzgador la preeminencia del derecho a la libertad de expresión por sobre el derecho al honor.
Cuando la razón se ausenta, aparecen los sinsentidos. Eso ocurrió con los ministros de la Corte. El designio era liberar de la acusación a Letras Libres y los intereses que representa. Desde esa perspectiva el asunto era menos un tema jurídico y de justicia que ideológico. Aunque todavía haya quien lo niegue. Por eso prevaleció la irracionalidad de la resolución.
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