lunes, 9 de marzo de 2009

Transgénicos


Justo cuando acaba de confirmarse que los genes de cultivos genéticamente modificados pueden escaparse al ambiente y contaminar los sembradíos de semillas tradicionales, México autorizó el pasado viernes la siembra de maíz transgénico para fines experimentales, pero con miras a que en unos años pueda comercializarse.

El decreto --emitido por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa)-- reforma, adiciona y deroga diversas disposiciones del Reglamento de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados.

Como era de esperarse, la trasnacional Monsanto --líder en la producción de semillas genéticamente modificadas y cuestionada a escala mundial por el peligro potencial o real de sus productos sobre la salud humana, plantas, animales y sobre el medio ambiente-- se apresuró a aplaudir la medida, pues es la principal beneficiada por el negocio en ciernes.

Con una ignorancia enciclopédica, el ordenamiento que entró en vigor el sábado, prohíbe la liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado que contenga características que impidan o limiten su uso o consumo humano o animal, o bien su uso en procesamiento de alimentos para consumo humano.

Los niños que en el presente ciclo escolar cursan el tercero de primaria, aprendieron en el tercer bimestre que las aves o el aire transportan el polen de una flor a otra para fecundarla y que ese mecanismo se llama polinización.

El decreto de la Sagarpa prohíbe que tal fenómeno natural se lleve a cabo. De ese tamaño resulta el despropósito con el que supuestamente pretende evitar que los plantíos de las casi 60 razas de maíz criollo que existen en diversas zonas de la república queden contaminadas por el polen del maíz transgénico cuya siembra acaban de autorizar.

En otra parte, el decreto asienta que en los casos en que las autoridades determinen la presencia no permitida de material genéticamente modificado en razas, variedades y parientes silvestres de maíz, adoptarán medidas para eliminar, controlar o mitigar dicha presencia.

Revisemos ahora la evidencia científica actual:

Un estudio --realizado por investigadores mexicanos y estadounidenses y publicado en febrero de este año en la revista Molecular Ecology-- encontró transgenes en cerca de uno por ciento de unas dos mil muestras de maíz silvestre en Oaxaca.

La investigación confirma los resultados del controvertido estudio publicado en noviembre de 2001 por la revista Nature, en el que los investigadores Ignacio Chapela y David Quist, de la Universidad de California en Berkeley, Estados Unidos, encontraron ADN transgénico en el genoma de las especies de maíz criollo de la Sierra norte de Oaxaca.

En aquella ocasión ese trabajo fue cuestionado por supuestos errores en los procedimientos experimentales empleados por los autores, e incluso la propia revista virtualmente descalificó la investigación al reconocer en un editorial posterior que la evidencia disponible no era suficiente para justificar la publicación del informe original.

Ocho años después, la nueva investigación realizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad de California, Davis, confirma los resultados obtenidos por Chapela y Quist.

En una entrevista que publicó BBC/Ciencia el 26 de febrero pasado, la doctora Elena Álvarez-Buylla, del Laboratorio de Genética Molecular, Desarrollo y Evolución de Plantas, de la UNAM, quien dirigió el estudio afirmó que "los ensayos comerciales que se usan de manera tradicional pueden tener falsos negativos, asegurando que no hay transgenes cuando sí los hay".

Aunque este estudio no analiza los efectos de la contaminación transgénica, otras investigaciones sugieren que ésta podría tener consecuencias a largo plazo para la salud y el medio ambiente.

A continuación detalla lo que la Sagarpa ignora o pretende ignorar:

"El maíz es promiscuo -explica la doctora Álvarez- es decir, una mazorca se forma a partir de eventos de polinización de una multitud de donadores de polen. Y una vez que está la semilla formada, sus genes pueden viajar largas distancias tanto a través del polen como de la semilla".

La consecuencia es un "cruzamiento lejano", es decir, el desplazamiento de transgenes a cultivos convencionales o especies silvestres, y la mezcla de cultivos de semillas convencionales con cultivos genéticamente modificados.

Esto, dicen los expertos, podría tener un impacto importante sobre la inocuidad y la seguridad de los alimentos, principalmente en México, que es un centro de origen y diversidad genética del maíz.

Se piensa, por ejemplo, que la introducción de un nuevo gen a una planta puede crear un alergénico que cause una reacción en individuos susceptibles.

También hay temores sobre los riesgos desconocidos hasta ahora de la transferencia genética de alimentos transgénicos a células del organismo o bacterias gastrointestinales, que podrían afectar de forma adversa al ser humano.

Lo cierto, afirma la investigadora es que, como demuestra este estudio, los transgenes no se pueden contener. "Y mucho menos pueden coexistir sin contaminar a otras especies una vez que se siembren a campo abierto en un lugar como México, donde, como lo demuestra este estudio, los transgenes pueden pasar a las razas de maíz criollo".

Estos son maíces mejorados y seleccionados desde hace siglos para que se den bien en ciertas condiciones ambientales y respondan a las necesidades de alimentación de la región.

Por eso, dice la investigadora, la siembra de transgénicos en un centro de origen como México puede tener muchas más consecuencias e incertidumbres que la siembra en otros lugares como Estados Unidos.

"Ésta es una tecnología que puede ser muy virtuosa para la humanidad -dice Elena Álvarez-Buylla- pero necesitamos tener una visión mucho más objetiva de este tema".

Y agrega que "la bioseguridad tiene que ser parte de las políticas del Estado y por eso es necesario que el gobierno de México asuma la responsabilidad de proteger al maíz como un bien común".

¿Así o más claro?

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