martes, 31 de agosto de 2010

El Informe y las percepciones

El periplo radiofónico realizado la semana pasada por Felipe Calderón para promocionar su IV informe de gobierno lo confirma como un político coptado por el establishment estadounidense y por los poderes fácticos locales cuyos mandatos debe cumplir pese a los resultados adversos.

Así maniatado, cuando se le cuestiona sobre los pobres resultados de su administración no le queda otra salida que mentir a la población.

Es comprensible que todo gobernante trate de magnificar logros y minimizar las pérdidas y aun las insuficiencias y limitaciones presentándolas de modo que no deterioren su imagen. Lo que resulta inadmisible es que lo hagan, como Calderón, con explicaciones tan falaces que resultan en un auténtico insulto a la inteligencia de los gobernados.

Preguntado sobre el insuficiente crecimiento del mercado interno --tema clave para la recuperación económica del país y de su gente, pues tiene que ver con el modelo económico que se le ha impuesto-- el michoacano recurrió a su salida favorita para pretender negar lo evidente: redujo el problema a un asunto de percepciones.

Si en el caso de su fallida guerra contra el narcotráfico insiste en que los narcobloqueos, las ejecusiones, los asesinatos de candidatos a gobernadores y de presidentes municipales y toda la violencia de que esos hechos reales dan cuenta, son en realidad un asunto de percepción, ahora ha traspolado esa visión también a la economía y es previsible que lo haga para explicar todos sus fracasos.

De acuerdo con Calderón, la economía ya está en crecimiento y si las personas no gastan ni invierten para dinamizar el mercado interno es porque no se han dado cuenta de ello. En vez de eso, siguen teniendo en su cabecita la idea de que hay crisis.

Así, el señor que ya tiene dinero para comprarse un coche o un refrigerador o una casa, no lo hace porque como cree que hay crisis, teme gastar esos centavos y de ese modo conservarlos por si las cosas empeoran. Según Calderón por eso no hay dinero, ni inversiones ni se crean empleos ni hay crecimiento.

Como en el caso de la violencia, su gobierno no es responsable del desastre económico. Él ha puesto las condiciones para el crecimiento, pero como los medios, los críticos y todo el mundo insiste en que hay crisis, pues peor para nosotros.

Más allá de ese voluntarismo económico habría que precisar que la experiencia inmediata y cotidiana de la gente, más que los datos del INEGI, es la que verifica todos los días la persistencia de la crisis.

La población que acude al mercado, al autoservicio, la que cancela servicios debido a sus insuficientes ingresos o porque de plano carece de éstos, de un empleo y de seguridad social; la que ve como se reduce el personal de las empresas y el que se queda es obligado a aceptar salarios más bajos o a alargar sus jornadas de trabajo.

Para el ocupante de Los Pinos esas son sólo percepciones.


Observemos por último que, de nuevo, Calderón ha decidido convertirse en vocero de sí mismo en los promocionales de su informe de gobierno. Sea porque no confía en nadie más, sea porque apuesta por lo último que de impacto le quede a la figura presidencial entre la población, o sea porque siente que nadie comunica mejor que él mismo, el caso es que su figura se sigue desgastando en mensajes insulsos, carentes de contenido y de un escaso impacto comunicativo.

Y eso que recién operó cambios en el área de comunicación de Los Pinos. La inoperancia para llevar el mensaje correcto a la ciudadanía, como reconoció en el caso de la guerra perdida contra el narco, se ha extendido a todas las esferas. Acaso porque la realidad se empeña en contradecir la publicidad y la verborrea oficial.

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