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lunes, 16 de febrero de 2009

Camboya

El próximo jueves 19 iniciará en Camboya el juicio contra uno de los feroces ejecutores de lo que se considera el más metódico y frío genocidio del siglo XX, incluso por encima de la mostruosidad nazi.

Un envejecido y antiguo maestro de escuela comparecerá ante un tribunal para responder por sus crímenes contra la humanidad perpetrados hace 30 años. Kang Keg Leu, conocido como Comrado Duch, fue el director de la infaustamente célebre prisión de Tuol Sleng, un centro de interrogatorios y tortura ubicado en la ciudad de Phnom Penh, donde miles de inocentes fueron enviados a la muerte.

El proceso será un parteaguas para los camboyanos, la mayoría de los cuales había perdido la esperanza de que los hombres y mujeres que destruyeron sus vidas fueran enviados algún día ante la justicia.

"Nunca pensé que este día llegaría", dijo al Times de Londres Vann Nath, uno de los tres únicos sobrevivientes de Tuol Sleng.

Duch fue uno de los líderes del régimen de Pol Pot (en realidad Saloth Sar), quien se hizo del poder en Camboya mediante la rebelión de los jemeres rojos y que en sólo cuatro años (1975-1979) convirtió una tranquila y pacífica nación asiática en un pueblo de esclavos.

Más de 1.7 millones de camboyanos, cerca de un cuarto de la población, murieron de inanición, por enfermedades o ejecutados tras ser acusados de inexistentes crímenes contra la revolución encabezada por Pol Pot.

La pesadilla concluyó con la invasión vietnamita en enero de 1979. Pol Pot y los suyos pasaron a la clandestinidad desde donde continuaron una guerra civil durante la siguiente década.

En la orgía de crueldad desatada en Camboya durante el régimen del Jemer Rojo, Tuol Sleng, una antigua preparatoria en la ciudad de Phnom Penh, fue convertida en un símbolo apocalíptico de ese régimen. Envuelta en la secrecía e identificada sólo por el código S-21 existió unicamente para asesinar a los casi 17 mil hombres, mujeres y niños encarcelados tras sus paredes.

Anne Barrowclough, la enviada del Times de Londres a Phnom Penh habló con sobrevivientes, guardias e incluso con aquellos que llevaron acabo las peores atrocidades. Todos describen a Duch como un hombre de crueldad sobrehumana.

"Los alaridos de los prisioneros torturados se escuchaban todo el tiempo", contó Vann Nath. Los prisioneros eran considerados culpables simplemente por haber sido acusados. Muchos admitieron imputaciones que incluso no entendían.

"Los torturábamos hasta que confesaban", reconoce Prak Khan, un antiguo guardia de la prisión. "Si no lo hacían el castigo empeoraba. Arrancábamos las uñas de pies y manos y aplicábamos choques eléctricos. Algunas veces atábamos una bolsa en sus cabezas hasta que se sofocaran. La retirábamos cuando estaban a punto de caer inconcientes. Si aun así no confesaban, entonces eran asesinados".

Algunos prisioneros fueron enviados a clínicas como donadores de sangre para los hospitales del ejército. Prak Khan, cuya sala de intorrogatorios era adyacente a una de esas clínicas, explica la naturaleza de esas "donaciones": Enviaban a los prisioneros con los ojos vendados, atados a sus camas y con los brazos y piernas extendidos.

Entonces ataban ligas a sus brazos y bombeaban toda la sangre hacia un bote colocado en el piso, hasta que el cuerpo quedara completamente vacío, inerte. Los cuerpos de los prisioneros así asesinados eran arrojados en fosas comunes.

Esas sepulturas aún están siendo descubiertas. Se estima que un mínimo de 20 mil campos con fosas secretas están diseminados en todo el territorio de Camboya.

Chum Mey, un mecánico que pasó las primeras dos semanas en el S-21 siendo torturado día y noche hasta que firmó su confesión, recuerda: "Cada noche esperábamos escuchar la llegada del camión (en el que los prisioneros eran conducidos fuera de la prisión para ser asesinados). Si a la media noche no había llegado, sabíamos que viviríamos otras 24 horas".

Comrado Duch, el exdirector de esa cárcel, cuyo juicio empieza este jueves, se convirtió al cristianismo en los años 90. Fue arrestado en 1999 luego de que un periodista siguió sus huellas en Tailandia.

Su juicio será seguido por los hombres que pertenecieron al círculo íntimo de Pol Pot: Nuom Chea, leng Sary y su esposa leng Thirith, así como por el antiguo jefe de Estado del jemer rojo, Khieu Zampan, todos ellos también arrestados.

La esperanza de que esos líderes serían enviados a la justicia empezó en 1997, cuando el gobierno camboyano y las Naciones Unidas iniciaron discusiones sobre la creación de una corte penal internacional.

La pesada máquinaria de la justicia empezará a crujir finalmente al ser puesta en movimiento este jueves. Pero ahora el tiempo es esencial. Los verdugos del Jemer Rojo y sus víctimas son ya unos ancianos. Leng Sary (ministro del exterior de Pol Pot), es el más viejo. Tiene 84 años y Duch, el más joven, tiene 66.

Muchos tienen problemas de salud y no hay certeza de que sobrevivirán hasta escuchar el veredicto final, el cual podría aún llevar varios años.