martes, 3 de noviembre de 2009

Impuestos o el asalto institucional

Después de lo ocurrido el fin de semana con la aprobación del paquete fiscal 2010 y si este país fuera otro, el PRI y el PAN tendrían que despedirse de sus aspiraciones presidenciales para 2012, pues con el sólo voto de los empresarios a los que favorecen, les sería imposible alcanzar la presidencia en ese año.

Pero no. Estamos ante un país en el que casi un tercio de la población es analfabeta, en el que uno de cada cuatro jóvenes en edad de estudiar no lo hace y en el que más de la mitad de la población no entiende lo que lee.

Se trata, así, de una masa de ciudadanos manipulable a través de múltiples y minuciosos mecanismos (de los que ya nos ocuparemos) puestos en práctica por la industria de los medios de comunicación, encargada, entre otras cosas, de administrar la amnesia colectiva y de hacer pasar como actos patrióticos lo que en realidad son agravios para la población.

Este fin de semana llegó a su fin la comedia escenificada por panistas y priistas encaminada a aprobar impuestos que deberán pagar las clases populares y a evitárselos a los grandes empresarios. Veamos:

El binomio PRI-PAN en el poder no sólo incrementó el IVA de 15 a 16 por ciento y el Impuesto sobre la Renta (ISR) de 28 a 30 por ciento para la población en general, sino que mantuvo los privilegios fiscales para 422 grandes consorcios e incluso aseguraron que los nombres de éstos y de los que no pagan impuestos se mantengan en secreto.

Así, Televisa no pagará durante dos años los impuestos que le corresponderían (5 mil 800 millones de pesos) por explotar comercialmente un bien público que le dejará millonarias ganancias: los servicios de voz, datos e Internet (el apetecible triple play) de la banda de 1,700 megahercios.

Adicionalmente, los grandes desarrolladores inmobiliarios tampoco pagarán el aumento de dos puntos porcentuales del ISR, por ser "uno de los negocios más golpeados por la crisis", pero sí lo harán quienes compren una vivienda.

Se consumó uno de los peores atracos a la economía popular que además acentuará el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo de los salarios y sumirá al país en una profunda recesión en momentos en que casi todo el resto del mundo se prepara para participar de una incipiente recuperación económica.

Con su actuación, el PRI ha confirmado lo que sólo algunos pretenden ignorar: que es el mismo partido entreguista de siempre, dispuesto a la transa, el chantaje y la manipulación, prendas a las que ahora ha agregado la cobardía, pues el sábado abandonó el salón de sesiones para no votar el aumento al IVA que previamente pactó con la Secretaría de Hacienda.

Formalmente podrá alegar que no votó ese gravamen, pero tampoco lo evitó como bien pudo hacerlo merced a la mayoría que los ciudadanos le entregaron en las urnas el pasado 5 de julio. En el colmo de la impostura publicó hoy un comunicado en el que niega haber hecho lo que exactamente hizo.

Es decir, acusa que la iniciativa de Ley de Ingresos de Calderón era "recaudatoria, cortoplacista y recesiva", pero así la dejaron; dicen que "privilegiaron el interés de México sobre el del partido aun por encima de costos políticos", pero huyeron del salón de plenos para no ser vistos sabiendo que se votarían medidas lesivas para la economía popular que con sus votos pudieron haber evitado.

Dice que actuó "como oposición responsable y en defensa de los intereses de la sociedad", pero lo que verdaderamente defendió fueron los intereses particulares de unos cuantos al justificar y aprobar que no se conózcan los nombres de las empresas privilegiadas fiscalmente.

Como se ve, el PRI miente descaradamente confiado seguramente en las condiciones de una ciudadanía como las que describimos al principio de esta entrega.

Lo que presenciamos en estos días, devela sin ambages, que este no es un país soberano cuyos ciudadanos están en pleno goce de sus derechos. Se trata, en cambio, de un país secuestrado por unos intereses económicos depredadores camuflajeados bajo un ropaje institucional (leyes, elecciones, partidos políticos, alternancia en el poder) que ocultan su verdadera condición: la de ser una banda organizada para esquilmar las riquezas nacionales y a su población.

¡Hasta la próxima!

viernes, 30 de octubre de 2009

Calderón vs empresarios: las revelaciones

Felipe Calderón está de rodillas.

En esa condición, este jueves pronunció un discurso definitorio. En la apertura del Foro Nacional de la Industria Química, el panista finalmente reveló al servicio de quienes está su malhadada administración: los grandes empresarios.

No es que no se supiera, pero al reconocerlo abiertamente al menos se quita la máscara con la que pretendía pasar --como es su incumplida obligación constitucional-- como un gobernante a cargo del interés general. 

Acuciado por las críticas de los empresarios, quienes además han declarado abiertamente su decepción con el michoacano, Calderón reveló varias cosas: que sabe que las grandes corporaciones empresariales no pagan impuestos y que además --contraviniendo el interés nacional-- lo ha permitido.

Admitió además que la eliminación de secretarías de Estado (y aunque no lo dijo, también de Luz y Fuerza, en virtud del negocio de fibra óptica) se hizo por presiones del sector privado y, lo más grave, que el pretendido cobro de dos por ciento --que se quiso hacer pasar como una contribución para combatir la pobreza-- se planteó en realidad para servir al interés empresarial que pugnaba por extender el cobro del IVA a medicinas y alimentos. Así lo dijo:

Lo que me parece inaceptable es que haya grandes corporativos que le exigen al gobierno que recorte su gasto, y el gobierno lo recorta; que le exigen al gobierno que ponga impuestos sobre alimentos y medicinas de la gente más pobre (aquí le falto decir: y el gobierno lo hace) pero a la hora de ver sus cifras en promedio pagan 1.7 por ciento durante varios años. Esto ya no puede ser
En otro pasaje de su discurso mostró su postrada condición al casi rogar al sector privado que pague "aunque sea una parte de los impuestos":
Está bien que los empresarios tengan actividades filantrópicas, que patrocinen eventos deportivos y culturales y nos regalen equipos médicos, pero también que paguen aunque sea una parte de los impuestos.
El párrafo anterior muestra que ni aun "enojado" Calderón es capaz de imponer la ley, pues pide "aunque sea una parte" de lo que por norma deben pagar. Y esto lo dice alguien que juró "cumplir y hacer cumplir la Constitución general de la República y las leyes que de ella emanen (como las fiscales).

La actual escaramuza Calderón-empresarios debe entenderse no como un rompimiento sino sólo como un desencuentro coyuntural auspiciado por una percepción de mutuo incumplimiento.El sector privado está seguramente molesto por la pobre operación política del equipo calderoniano, que ha complicado la aprobación de un paquete fiscal a su gusto.

Visceral como es, el panista reacciona con amagos y con revelaciones que lo incriminan a él mismo. Es seguro que pasada la disputa actual, esos dos grupos lleguen de nuevo a acuerdos, en virtud de los grandes negocios que en telecomunicaciones y energía están en puerta.

Por lo pronto, ese desencuentro coyuntural ha servido para que el atribulado Calderón hiciera confidencias que en un país democrático lo conducirían a un juicio político por su conducta omisa y permisible respecto de violaciones a la ley.

Lo que no podrá evitar es que la deslegitimación de su gobierno, que lo estaba de origen, continúe acentuándose. Lo malo es que mientras eso ocurre, la cabina de mando del país está vacía y la nave transcurre sin rumbo ni proyecto.   

¡Hasta la próxima!

jueves, 29 de octubre de 2009

Impuestos o el laberinto de mentiras

Felipe Calderón podría estar en vías de convertirse en el político más desquiciado de cuantos han habitado Los Pinos. A menos que, en realidad, sólo se trate de un mentiroso contumaz.

Deténgamonos en los síntomas y juzguemos. Al anochecer de este miércoles 28 inauguró un foro en Puerto Vallarta, donde defendió la miscelánea fiscal para 2010 y llamó al Senado a aprobar los impuestos que propuso, pues con ellos, dijo, se resolverá de manera responsable un problema estructural y grave de finanzas públicas en todos los niveles de gobierno.

Luego añadió que las más obligadas a aportar al gasto nacional son las empresas que más ganan "y que rara vez, muy rara vez, pagan impuestos al país".

Un lector atento podría recitar, ante semejante declaración, aquel aforismo de Monsiváis que reza: "No entiendo lo que pasa o ya pasó lo que estaba entendiendo". Veamos:

El dicho de Calderón bastaría por sí sólo para que el Congreso no aprobara ninguno de los impuestos que propuso el inquilino de Los Pinos, pues tales gravámenes apuntan precisamente a que paguen los que menos tienen y deja intocados los privilegios y exenciones de que gozan "las empresas que más ganan".

Estamos de nuevo ante una maniobra discursiva --como las que utiliza frecuentemente Calderón-- mediante la cual busca confundir a los ciudadanos, haciéndose pasar como si estuviera del lado de éstos.

Durante el debate de las últimas semanas han quedado al descubierto los mecanismos y los galimatías legales que permiten a las grandes empresas eludir el pago de millonarias sumas por concepto de impuestos. El michoacano está al tanto de ello y, sin embargo, su propuesta original no incluía eliminar tales recovecos por los que el país pierde más de 450 mil millones de pesos cada año.

Venir a decir ahora que "paguen los que más ganan" resulta una postura hipócrita, pues la dice quien, con su propuesta está avalando precisamente lo contrario.

Acaso lo único que busca es endilgar al Congreso el costo político de incrementar los impuestos a los ciudadanos cautivos.

Calderón entra así al juego que ha entrampado la discusión de la miscelánea fiscal: todos quieren cargarle a los ciudadanos más impuestos para financiar los onerosos gastos de la clase política, pero nadie quiere ser percibido por la población como el causante de ese despojo.

La maniobra calderoniana lo desnuda como un político sin liderazgo, mediocre y convenenciero, interesado más en el juego de las descalificaciones y la manipulación que en el papel de un hombre con visión de Estado.

En tales condiciones, ya del rumbo del país mejor ni hablamos.

¡Hasta la próxima!

miércoles, 28 de octubre de 2009

Televisa exenta de impuestos



Como ninguna otra, la actual discusión del paquete económico para 2010 ha puesto en evidencia el rejuego de intereses, componendas y favores que, al margen de la institucionalidad, rigen el sistema político mexicano.

Ese "capitalismo de amigos" conformado por el binomio PRI-PAN y los poderes fácticos (medios de comunicación y consorcios nacionales y extranjeros) ha funcionado de nuevo ahora en favor de Televisa.

En efecto, ayer las comisiones de Hacienda y de Estudios Legislativos aprobaron la Ley Federal de Derechos, cuyo artículo 244-E establece privilegios fiscales a las empresas que incursionarán en las nuevas bandas de 1.7 y 1.9 gigahercios del servicio de telefonía móvil de triple play (voz, datos e Internet).

Es decir, las empresas que próximamente competirán en ese nuevo mercado, entre las que figura preponderantemente Televisa, no pagarán impuestos durante un periodo de entre dos y tres años, bajo el peregrino argumento de que quienes presten esos servicios tendrán que hacer "considerables" inversiones para montar la infraestructura necesaria.

Mientras que por un lado se pide a la población en general un esfuerzo "patriótico" para pagar aumentos al IVA (de 15 a 16 por ciento) y al Impuesto sobre la Renta (de 28 a 30 por ciento) para subsanar la falta de recursos del país, por el otro se le perdonan cargas millonarias a unas cuantas empresas que, casualidades del destino, pertenecen a los hombres más ricos del país.

Esa condonación de impuestos significa que el gobierno dejará de percibir cinco mil 600 millones de pesos en dos años (2, 800 millones de pesos por año), en momentos en que --se nos ha dicho-- el país tiene un déficit fiscal por 300 mil millones de pesos que se quieren reponer con los aumentos de impuestos en cascada para quienes no pertenecen al círculo de amigos, es decir, el resto de la población.

Aunque Televisa ha tratado de defenderse diciendo que semejante beneficio será para todos los prestadores de esos nuevos servicios, lo cierto es que empresas como Telcel (Carlos Slim), Telefónica y Iusacel no podrán participar en la licitación de los paquetes de 30 megahertz (Mghz) de las bandas 1,7 y 1.9 porque la Comisión Federal de Competencia (CFC) les impuso un candado que las elimina de la competencia.

La CFC, presidida por Eduardo Pérez Mota, estableció que ninguna empresa podrá tener más de 80 Mghz en esta banda, y las empresas mencionadas acumulan ya más de 30 Mghz con lo cual sólo podrán participar en la licitación correspondiente Axtel-Avantel, Nextel, Alestra, Maxcom y, la segura ganadora, Televisa.

La maniobra en favor de la televisora ha sido atribuida al senador priista Manlio Fabio Beltrones, a quien se identifica como el creador del artículo 244-E.

El senador panista Javier Corral, el único en ese partido que mantiene posturas críticas contra la televisora, ha dicho que con la redacción de ese artículo, Beltrones le estaría retribuyendo a Televisa las pérdidas que la empresa tuvo como resultado de la reforma electoral que impidió a los partidos y a los particulares comprar espacios en televisión para la difusión de sus campañas.

De este modo Beltrones limpiaría el "agravio" que les endilgó al votar aquella reforma y, de paso, le serviría para posicionarse en el favor de Televisa, de cara a sus aspiraciones presidenciales rumbo al 2010. Tan fuerte es la apuesta de Beltrones que casi ha condicionado la aprobación de ese artículo, a la aprobación de los aumentos al IVA y al ISR.

Por ello resulta previsible que este nuevo privilegio a Televisa, aprobado en comisiones, sea confirmado por el Senado cuando la Ley Federal de Derechos se discuta en el pleno. Se configurará así un nuevo atraco a los ciudadanos, pues el espectro radioeléctrico pertenecea la nación.

Se introducirá además un contrasentido inadmisible: en un paquete fiscal que para el resto de la población es recaudatorio --pues sacará dinero del bolsillo de la gente para sostener al gobierno-- se le abre un boquete por el que seguirán perdiéndose recursos sólo para beneficiar a los amigos.

¡Hasta la próxima!

jueves, 22 de octubre de 2009

La izquierda y su irresponsabilidad histórica

En esta hora del país salta más a la vista la irresponsabilidad histórica en que ha incurrido la izquierda partidista: ha sido incapaz de construir una alternativa electoral viable, a partir de organizar a la población y hacerla partícipe en las decisiones políticas que definen el proyecto y rumbo del país.

En vez de eso, la izquierda partidista, con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) a la cabeza, se ha mimetizado con los usos de una cultura política caracterizada por el uso patrimonialista de los cargos públicos y de los puestos de representación popular, por la corrupción, favoritismo, arribismo, clientelismo, corporativismo y fraudes en elecciones internas.

Con todo ello, la izquierda ha sido involuntaria, pero eficaz aliada de la derecha en eso de excluir a la población de la política y convertir los asuntos públicos en un tema de cúpulas, cuando no de facciones o tribus interesadas sólo en los presupuestos repartibles.

Las derrotas de la izquierda en los comicios federales de julio y las del pasado fin de semana en Coahuila y Tabasco, no son más que el corolario lógico que resulta del extravío y la indigencia ideológica que mantienen postrada a esta franja del espectro político.

El ascenso de la derecha en su versión Partido Revolucionario Institucional (PRI), no es sino resultado de la incapacidad de la izquierda para organizar a la población, para diferenciarse allí donde ha sido gobierno y de sus divisiones y sectarismo que serían justificables si fueran resultado de confrontaciones ideológicas. Pero no; se trata de algo más pueril: la ambición por alcanzar el poder sin contar con un proyecto ni con una base social de ciudadanos organizados.

Una clara muestra de lo anterior, es el feroz pragmatismo que ha conducido, por ejemplo a Andrés Manuel López Obrador a apoyar a candidatos como Ceferino Torreblanca (Guerrero) y Juan Sabines (Chiapas), que llegados al gobierno apoyados por el PRD han gobernado sin el menor apego a esas siglas, cuando algo representaban.

Ese pragmatismo --deponer principios en aras de aparentes triunfos electorales y ficticias posiciones de gobierno-- es el mismo que mantiene en el PRD al principal líder del movimiento ciudadano, cuando quienes lo siguen saben que ya no caben en ese partido convertido por sus líderes formales en un remedo de oposición.

Ahora se anuncia (martes 20 de octubre) la reactivación --con miras a la elección presidencial de 2010-- de un frente unificado de partidos de izquierda (PRD, PT y Convergencia) similar, pero con otra denominación aun por definir, al Frente Amplio Progresista (FAP) que postuló a Lopéz Obrador a la presidencia en 2006.

No se sabe si lo que armarán esos líderes convocantes será un Frankenstein (por las contrahechuras que resulten) o un caballo de Troya que incube traiciones, cuyas crónicas pueden prepararse desde ahora, dada la inclusión en ese intento de la autodenominada "izquierda moderna" (en realidad colaboracionista) del PRD "chuchista".

El capital histórico y político ha sido dilapidado por la izquierda mexicana de nuestros días, y lo peor es que no se distinguen maneras inteligentes de enfrentar la ofensiva derechista, más allá de las recetas de siempre: agruparse, crear frentes que se disgregan apenas pasadas las elecciones y vuelta al ostracismo.

En tanto, la derecha de los Peña Nieto, Beltrones y Salinas avanza sin aparente "novedad en el frente" lista para mantener el poder en manos de una oligarquía financiera y trasnacional, como quedó de manifiesto en la recién aprobada cascada de aumentos a los impuestos y servicios que deberá pagar la población, a partir del próximo año. En ese episodio, como en los que seguramente vendrán, la izquierda no apareció sino como convidado de piedra, como tímido testimonio de una porción de la sociedad que merecería estar mejor representada.

¡Hasta la próxima!