La reforma en telecomunicaciones, aprobada por la Cámara de Diputados el 22 de marzo, dejó en claro que la clase político-empresarial que conforma el grupo hegemónico en el poder, sabe perfectamente el alcance de los medios de comunicación como adormecedores de conciencias y como instrumentos mediante los cuales asegura el control social y la prevalencia del sistema de dominación imperante.
La mencionada reforma --que aún se procesa en el Senado de la República, como cámara revisora-- niega a pueblos y comunidades indígenas la posibilidad de solicitar concesiones de radio y televisión.
La propuesta de reforma al artículo 28 constitucional, rechazada en bloque por los partidos Revolucionario Institucional (PRI), Acción Nacional (PAN), Verde Ecologista de México y Nueva Alianza, señalaba que las concesiones podrán ser para uso comercial, público, "de los pueblos y comunidades indígenas", social y privado, y se sujetarán, según sus fines, a los principios establecidos en los artículos segundo, tercero, sexto y séptimo constitucionales.
Apuntaba que las concesiones se otorgarían mediante licitación pública, y que en ningún caso el factor determinante para definir al ganador será meramente económico. Al obstaculizar esta propuesta de modificación, esos partidos recurrieron a un argumento insólito: dijeron que permitir a esos pueblos el uso de los medios de radiodifusión, les proporcionaría instrumentos de comunicación que podrían utilizar para alentar la subversión o rebeldía.
Más que un argumento, la aseveración parece una confesión de parte: el reconocimiento de que quienes usufructan las concesiones de radio y televisión concentran un enorme poder. Tanto, que si se difundieran contenidos alejados del mercantilismo, que dén cabida a nuevas ideas, enfoques y concepciones acerca del actual estado de cosas, podrían socavarse los valores del conservadurismo, y eso equivaldría a subvertir el orden establecido.
El miedo, dicen, no anda en burro, y ese temor a la democratización de los medios es el temor a perder el control y la hegemonía sobre unos instrumentos básicos para el sistema de dominación. Así, se proclama que habrá dos nuevas cadenas de televisión y todos se congratulan y felicitan porque ello --aseguran-- rompe el monopolio de Televisa y TV Azteca. Habrá, en efecto, más canales de televisión, no necesariamente más alternativas, porque se trata de proyectos comerciales que ofrecerán el mismo modelo de entretenimiento y distracción que conocemos. No entrañan ningún peligro.
En cambio, se niega ese derecho a los pueblos y comunidades indígenas, acaso porque se sabe que la cosmovisión multicultural y multiétnica se encuentra en las antípodas del establishment. Son dos mundos confrontados, pese a la retórica de la unidad nacional, porque imperan allí condiciones de abandono, explotación y exclusión que constituyen un germen de explosividad social que puede potencializarse con el uso de medios de comunicación autónomos y autogestivos.
Con frecuencia se niega el papel de los medios de comunicación como aparatos ideológicos. El argumento esgrimido para excluir a las comunidades de la posibilidad de obtenerlos en concesión confirma que en efecto lo son. Y lo saben quienes lo niegan.
jueves, 4 de abril de 2013
martes, 2 de abril de 2013
Julio Torri: la palabra como subversión
He aquí un
escritor radical. Dicho sea por cuanto a su capacidad para subvertir, mediante la imaginación literaria, el orden natural de nuestras nociones.
Considerado maestro de la brevedad por la cortedad de su obra –Ensayos y poemas (1917), De fusilamientos (1940), Tres libros— y el laconismo de los textos que la conforman, que no por la originalidad e intelectualismo que le otorgan vastos alcances dentro de la literatura mexicana.
Considerado maestro de la brevedad por la cortedad de su obra –Ensayos y poemas (1917), De fusilamientos (1940), Tres libros— y el laconismo de los textos que la conforman, que no por la originalidad e intelectualismo que le otorgan vastos alcances dentro de la literatura mexicana.
En efecto, en
Julio Torri (Saltillo, Coah., 27 de junio de1889-Cd. De México, 11 de mayo de
1970) tenemos a un buscador de esencias que incluyen el empleo de la palabra
exacta.
Dueño de una
sólida cultura, como los demás miembros de esa generación con la que coincidió
en el Ateneo de la juventud al
despuntar el siglo XX, Torri encuentra en el arsenal de nuestra lengua, el
término que significa y evoca hasta con elegancia, lo que exactamente quiere
decir, de lo que resulta un estilo riguroso, diríase quirúrgico, por su
precisión y asepsia.
No sólo nos
coloca frente a miradores insospechados desde los cuales atisbar acerca de
nuestras concepciones más enraizadas sobre la vida, la cultura y la muerte,
sino que, como buen connaisseur de su
materia prima –la palabra—cumple con esa otra tarea de todo gran escritor y
maestro: ampliar los límites de nuestro lenguaje, y con ello los de nuestro
mundo y cultura, al ponernos en contacto con términos inusuales que nos revelan
la riqueza expresiva de que disponemos.
“El epígrafe
–escribe en un texto de Ensayos y poemas—se
refiere pocas veces de manera clara y directa al texto que exorna…” (Torri,
1992 (p.12). (Exornar: adornar). A Torri, para aprender, hay que leerlo con el
diccionario en la mano.
Preguntado
alguna vez por su concepción estética, remitió a “El descubridor”, un relato
incluido en De fusilamientos, en el
que se lee:
“A semejanza del
minero es el escritor: explota cada intuición como una cantera. A menudo dejará
la dura faena pronto, pues la veta no es profunda. Otras veces dará con rico
yacimiento del mejor metal, del oro más esmerado. ¡Qué penoso espectáculo
cuando seguimos ocupándonos de un manto que acabó ha mucho! En cambio, ¡qué
fuerza la del pensador que no llega ávidamente hasta colegir la última
conclusión posible de su verdad, esterilizándola; sino que se complace en
mostrarnos que es ante todo un descubridor de filones y no un mísero barretero
al servicio de codiciosos accionistas” (Carballo, 1986 (p. 175).
Esta declaración
de principios explica no sólo la brevedad de la obra --cuyo único reparo, al
decir de Alfonso Reyes, fue “su decidido apego al silencio”-- sino el cúmulo de
provocaciones que la conforman y que, a manera de un iceberg, constituyen
apenas un aviso o, si se quiere, una
premonición de las sólidas profundidades en las que es posible hurgar.
A Torri, desde
luego, y como buen provocador que es, no le interesa extender el alcance de las
ideas que suelta al ruedo, en parte por lo que nos ha dicho ya, que él “es ante
todo un descubridor…y no un mísero barretero” y en parte por un delicado
esteticismo que tiene mucho de elitista.
El autor es un
convenido –lo reafirma en “El ensayo corto”— de que agotar un tema es una tentación
que nos aleja “de las formas puras del arte” y que las apreciaciones fugaces
poseen una “delicada fragancia” que podemos dañar si detenemos en ellas por largo
tiempo la atención.
“Es el ensayo
corto la expresión cabal, aunque ligera, de una idea. Su carácter propio
procede del don de evocación que comparte con las cosas esbozadas y sin
desarrollo”. (Torri, 1992 (p. 33).
Lo inacabado, lo
que sólo es entrevisto mediante alusiones y sugerencias es la elección del
escritor ante el horror del aserrín insustancial o, peor, de las explicaciones
que lo acerquen al público.
En el texto
citado: “el desarrollo supone llegar a las multitudes. Es como un puente entre
las imprecisas meditaciones de un solitario y la torpeza intelectiva de un
filisteo (p. 34). ¿Pudor literario u orgullosa superioridad? ¿O un pesimismo
del tipo: nada existe y si algo existe no puede ser comunicado?
Como sea, Torri
(1992) parece abominar de la cercanía del vulgo. En “La oposición del
temperamento oratorio y el artístico” critica a los oradores por hallarse
“…demasiado sujetos al público, el cual nunca puede ser un útil colaborador del
artista. Las más exquisitas formas de arte requieren para su producción e
inteligencia algún alejamiento del vulgo” (p. 15).
El absurdo y la creación
Nuestro autor
parece decirnos que para que una idea merezca ese nombre debe ser corrosiva. De
ahí el carácter meditativo de su obra, en la que muchas veces destaca el lado
absurdo e impostado de nuestras costumbres y concepciones. Lo que en este
maestro universitario se considera irónico o burlesco es, en realidad, una
puerta de escape plenamente asumida:
“Se escribe
–confiesa a Emmanuel Carballo (1986), a quien le repite textualmente lo que
antes había fijado en “De la noble esterilidad de los ingenio”—algunas veces
para escapar a las formas tristes de una vida vulgar y monótona…Evadirnos de la
fealdad cotidiana por la puerta de lo absurdo: he aquí el mejor empleo de
nuestra facultad creadora” (p. 175).
Esa trasgresión o alteración de la lógica que constituye “la puerta de lo absurdo” instaura, en efecto, mundos fantásticos o imposibles en apariencia, pero que en cierto sentido evocan los descubrimientos de la física cuántica, durante las dos primeras décadas del siglo XX, y de los que acaso Torri haya tenido noticia.
Así como la
física subatómica descubrió que existe un ámbito de la naturaleza que escapa a
las restricciones de la lógica y en el que no rigen las leyes del mundo que
experimentamos mediante los sentidos (una “realidad” trastocada), el narrador
de “Mi único viaje” relata el caso de un amigo suyo tan mentiroso que cuando
hablaba de seres que sí existían, éstos dejaban de existir en el mundo de la
realidad para existir en el de la mentira, un mundo en el que, como en la nueva
Física, “no hay leyes naturales que limiten las posibilidades reales de los
fenómenos”, según explica el narrador al inicio del relato (Torri, 1987 (p.
21).
“Este género de
muerte (la súbita desaparición de la persona mencionada por el mentiroso en
alguna plática incidental) cogía desprevenidas a las gentes, que desaparecían,
verbi gratia, en lo más encarnizado de una riña, o en el punto de reconciliarse
dos antiguos enemigos, o en cualquier otro trance grave de la vida” (p.22).
La alegoría
parece una exploración sobre el poder fundacional de la palabra: ¿De verdad
–como suponía Quevedo—“las palabras son aire y van al aire”? o, mejor ¿instauran una
realidad inmaterial que cobra vida en cuanto es nombrada, por existir ya en el
conocimiento de los hablantes que la compartieron?
¿O sugiere todas
las posibilidades infinitas de realidades o mundos posibles surgidos de la
mentira o los prejuicios que pueblan las miles de conversaciones que a diario
tienen lugar entre los hombres?
La fantasía es en
Torri, como se ve, una forma de radicalidad, cuyo poder transformador puede
resultar hasta peligroso para un mundo que, como ha demostrado Foucault,
abomina de la locura, precisamente por su capacidad liberadora y predictiva.
La perplejidad
en que nos instala el universo de Torri resulta de lo que, al parecer, es su
convicción: no hay creación sin radicalismo. Y el suyo, es la subversión del
orden natural de las cosas mediante su reducción al absurdo.
En “De
fusilamientos” (1992), por ejemplo, ironiza sobre el tema de las ejecuciones
proponiendo “mejoras”: evitar que se realicen al amanecer, o que el pelotón
esté conformado por hombres aseados que debieran ofrecer una mejor presentación
al pararse frente al condenado para que éste no tenga ante sí un espectáculo
deplorable –como si el trance de la propia muerte no lo fuera de suyo-- y no
ande pidiendo que le venden los ojos.
La condena a
este acto de barbarie queda rubricada mediante una sutil operación que consiste
en reparar con la mayor seriedad en detalles aledaños, insignificantes y hasta
frívolos frente a algo que, sin importar cuánto se mejore seguirá siendo un drama:
el drama de la muerte. Mediante el recurso de desviar la atención de la
solución extrema hacia los detalles, logra precisamente lo contrario: que la
atención se fije en el acto de barbarie.
Otro tanto
ocurrirá en “El ladrón de ataúdes” (Torri, 1987 (p. 19), cuento en el que no
obstante los detallados datos que se proporcionan acerca de los fallecidos, lo
que importa son los ricos ornamentos con que se revisten las cajas mortuorias y
que le dan a éstas un interés propio más allá del personaje cuyos despojos
mortales está destinada a albergar.
Si ridículo
resulta el interés del coleccionista de ataúdes más lo es el afán de los
mortales por adquirir cajas cuya finura de materiales y confortables interiores
en nada benefician al difunto y mucho despiertan la avaricia de coleccionistas
que luego medrarán con la venta de esas reliquias tan valiosas que hasta
engendran un mercado negro con conocedores y toda la cosa.
Este género de
ironía es descrito por Helena Beristáin (2006) como disimulación o disimulo,
por sustituir el emisor un pensamiento por otro, con lo cual oculta su
verdadera opinión para que el receptor la adivine, por lo que juega durante un
momento con el desconcierto o el malentendido. La ironía por disimulación es
tan ingeniosa y delicada, que no parece de burla sino en serio, como los
consejos para mejorar los fusilamientos, o los que da el autor en el relato “De
funerales” en los que con sorna, se queja de lo mal que anda la oratoria
fúnebre y, en general, todo el ritual de las exequias.
Como se ha
sugerido (Carballo, 1986) la obra de Julio Torri prefigura entre nosotros los
textos de Juan José Arreola, por su estilo breve e intimista y una desbordada
imaginación, lo cual se extenderá en los años siguientes en autores como
Francisco Tario y Augusto Monterroso, en quienes la precisión es condición de
la brevedad.
Con Torri se
inaugura, pues, el humor y la aspiración hacia la quinta esencia extrema, al
punto que Lauro Zavala considera que el primer libro de minificción en
Hispanoamérica es precisamente Ensayos y
poemas, de Julio Torri.
BIBLIOGRAFÍA
Beristáin,
Helena (2006). Diccionario de retórica y
poética (9ª. Ed). México, D.F., México: Editorial Porrúa.
Carballo,
Emmanuel (1986). Protagonistas de la
literatura mexicana. México, D.F., México: Ediciones del Ermitaño/SEP
(Colección Lecturas Mexicanas 48. Segunda serie).
Torri, Julio
(1987). El ladrón de ataúdes. México,
D.F., México: FCE.
Torri, Julio (1992).
De fusilamientos y otras narraciones
(1a. reimp. De la 2ª. Ed., 1984) México, D.F., México: FCE/SEP (Colección Lecturas
mexicanas 17).
miércoles, 20 de marzo de 2013
Mover a México: claves del mensaje gubernamental
Cumplidos el pasado 10 de marzo los primeros 100 días desde que Enrique Peña Nieto ejerce la presidencia adquirida (en la acepción de que se adquiere lo que se compra) es posible trazar el perfil del esquema propagandístico (publicidad oficial) que se utiliza para posicionar favorablemente al gobierno, y justificar en el ánimo social la nueva tanda de reformas neoliberales en marcha.
Los ejes principales de la narrativa peñanietista son dos conceptos: "transformación" y "movimiento". El video promocional de tres minutos difundido por los 100 días enfatiza ambas ideas. Convoca a todos los mexicanos a "ser parte de esta gran transformación", e incluye frases como estas: "México, dispuesto a trascender sin miedo a la transformación"; "transformar a México implica mover todo lo que se tenga que mover: la gente, la mentalidad, las instituciones"; "Es momento de mover a México".
Me referiré primero al origen conceptual de esta estrategia, y enseguida, cómo se espera que funcione en la percepción ciudadana para ganar respaldo social y popularidad para políticas esencialmente antipopulares.
Los estrategas gubernamentales desarrollaron esta campaña copiando al antropólogo Clotaire Rapaille, un mercadólogo y publicista francés que cobró notoriedad, a partir de haber desarrollado la noción de Código cultural. Los lectores mexicanos han podido enterarse de la génesis de ese concepto gracias a la Editorial Norma, que en 2007 publicó aquí el libro El código cultural. Una manera ingeniosa para entender por qué la gente alrededor del mundo vive y compra como lo hace.
Rapaille plantea allí que cada cultura tiene sus propios códigos (evocación sentimental o significativa que el cerebro suministra inconscientemente y que afectan nuestra respuesta ante determinados estímulos) para temas como el amor, la seducción y el sexo; la belleza y la gordura; para la salud y la juventud; para el hogar, el trabajo y el dinero; códigos para la comida y el alcohol; para las compras y el lujo, y hasta para elegir presidentes.
Descubrir el significado inconsciente que le atribuimos a cada uno de esos temas --según seamos estadounidenses, franceses, ingleses o alemanes-- permite identificar por qué hacemos las cosas que hacemos, así como anticipar comportamientos.
A partir de una metodología específica, Rapaille descifró los códigos culturales asociados con esos temas, y desarrolló eficaces campañas de publicidad para Chrysler, General Electric, AT&T, Boeing, Holanda, Kellog's y L'Oreal.
Desde que el mercadólogo francés identificó que el código para la salud y el bienestar es la idea de MOVIMIENTO, muchas campañas de imagen institucional han explotado el concepto. Durante el gobierno de Marcelo Ebrard la Ciudad de México fue promovida como "Capital en movimiento". El Partido Acción Nacional (PAN) ahora se pretende como una entidad de "Ciudadanos que movemos a México", con lo cual reclamó al PRI y al gobierno por la copia del eslogan.
La proliferación abusiva en el uso del concepto habla de la creciente influencia del llamado neuromarketing. Y, en el caso mexicano, del oportunismo y desfachatez con que las agencias de imagen copian estrategias que seguramente venden a los políticos mexicanos como originales. El problema es que a todos les venden lo mismo y por eso se producen disputas por lemas como la que protagonizan PRI y PAN.
Para los estadounidenses --y por extensión para los mexicanos que compartiríamos el mismo código cultural-- la salud y el bienestar involucran siempre la acción; están asociados al movimiento. Éste nos hace sentir saludables y nos confirma que estamos vivos. Evoca una impronta positiva.
Los comunicólogos de Peña Nieto no han hecho sino fusilarse el concepto con el propósito de conectar con el código inconsciente de los mexicanos y lograr así una fuerte asociación emocional con la idea de que el país se encuentra en una dinámica de avance permanente hacia el bienestar y la prosperidad.
Así, la campaña Mover a México está enfocada a crear un ánimo nacional proclive al cambio como sinónimo de movimiento, salud, progreso y bienestar, como dicta el código. Paralelamente, la misma campaña tendería a crear un clima de opinión adverso que vaya minando las resistencias histórico-culturales ante reformas como la hacendaria (IVA en alimentos y medicinas) y energética (privatización del petróleo).
No es casual que precisamente estas últimas se hayan dejado para el final: primero se encarceló a Elba Esther Gordillo para hacer creer que ningún interés particular está sobre el de la nación; luego se anunció la reforma en telecomunicaciones, para simular que se golpea a los poderosos monopolios privados de la televisión y la telefonía, todo lo cual podrá esgrimirse a la hora de justificar las medidas antipopulares que significan esas últimas reformas.
El rechazo a las reformas sería una postura desprestigiada socialmente, pues, con arreglo al clima prefigurado por la campaña Mover a México, se consideraría una actitud de estancamiento, inmovilidad y atraso, nada más alejado del código.
Para avanzar en el proyecto de esta "gran transformación" peñanietista sin muchas resistencias sociales, los estrategas gubernamentales se valen de otro código cultural identificado por Rapaille, el que corresponde a la presidencia: MOISÉS.
El personaje bíblico evoca al líder con una visión fuerte y con la voluntad de sacar a la gente de los problemas. A poco que se analice, se verá que el discurso del mexiquense se mantiene dentro de ese código. Cuando habla de que no llegó para administrar el país sino para transformarlo, y que esta será una nueva etapa de nuestra historia que nos conducirá a trascender (atravesar el largo desierto del inmovilismo panista), lo que está intentando es crear esa visión de grandeza y asumirse como el guía que nos conducirá a la Tierra Prometida, porque él sabe lo que está mal y cómo arreglarlo.
En este esquema de la comunicación política el asunto de la visión es clave, lo mismo que la habilidad que se tenga para transmitir el mensaje inspirador.
Como en otros aspectos del peñanietismo, las similitudes con su antecesor Carlos Salinas son inevitables. La estrategia central del de Agualeguas fue crear una visión de país próspero, moderno; una narrativa de éxito que favoreció su tránsito de la ilegitimidad a la aceptación, y le permitió conducir la primera generación de reformas neoliberales.
Parece la marca de la casa: crear una visión o narrativa que cautive y pónga a soñar a los mexicanos. No en balde Héctor Aguilar Camín se quejaba hace unos años ("Un futuro para México", Nexos, noviembre 2009) de que al país le hacía falta una nueva narrativa, pues tras el discurso de la revolución y el de la fracasada modernización salinista, carecíamos de un cuento que nos pusiera a soñar de nuevo.
Los panistas nunca fueron capaces de crear algo similar, de ahí su fracaso, entre muchos otros factores.Con el regreso del PRI parece haberse reactivado aquel proyecto de ganar tiempo para las reformas oligárquicas mientras se engatusa al pueblo con una visión.
Mover a México hacia su destino trascendente es la visión elegida. Lo malo es que se trata de un cuento muy visto, que podría conducirnos a otra tragedia económico y social acaso de mayores proporciones que la provocada por el salinismo.
martes, 5 de marzo de 2013
Elba Esther y la restauración
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Foto: @PRI_NACIONAL |
La defenestración de Elba Esther Gordillo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y la declarada sumisión del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al gobierno de Enrique Peña Nieto marcan el inicio formal del proceso de restauración presidencialista, con su aura de autoritarismo vertical que caracterizó al sistema político mexicano desde su formación en 1929.
Asistimos hoy a la restauración de presidencialismo y a la puesta al día de uno de sus mecanismos más eficaces: el control corporativo de la sociedad como vía no para la construcción de consensos, sino para la imposición de la unanimidad.
En ese proyecto, resultaban esenciales dos cosas:
1. Que las distintas parcelas de poder --que tras el interregno panista parecían haber ganado autonomía-- recordaran dónde se encuentra la verdadera fuente de su poder y de sus negocios.
La temprana declaración del nuevo gobierno de que recuperaría la rectoría del Estado en materia educativa, era en realidad una advertencia de alcances más amplios: el poder político reestablecería para sí el control de los negocios y cacicazgos inherentes a éste o a cualquier otro sector, público o privado: petróleo, telecomunicaciones, gobiernos locales (recuérdese como al perder la presidencia, el partido se atrincheró en el ámbito de los gobiernos estatales, cuya mayoría nunca perdió, y que así ganaron cierta autonomía del poder central).
La caída de la maestra no fue sino el golpe de autoridad requerido para recordar a los principales liderazgos que el sistema está de vuelta, que, como siempre, está al tanto de las trapacerías de todos y que a menos que se plieguen a los nuevos designios, tendrán que entregar sus cotos de poder y, si se ofrece, ir a prisión previa exhibición pública de sus sabidas corruptelas. De ahí la advertencia-mensaje en voz de Peña Nieto durante su unción como jefe máximo del PRI: en México "no hay intereses intocables".
2. La recuperación del Partido como suministrador, mediante sus tres sectores tradicionales, de la base social incondicional (las llamadas mayorías) que apoyará sin ambages el proyecto de privatización neoliberal del nuevo gobierno, y que le dotará de una imagen, así sea escenográfica, de respaldo popular.
El control corporativo se restaura y se recarga mediante la regla básica: sumisión e incondicionalidad absolutas al poder central. Así, el llamado Pacto por México es, a su modo, una variante ampliada del corporativismo oficial, dentro del cual cabe toda la sociedad. Sólo que a los tres sectores del Partido (campesino, obrero y popular) se agrega ahora un cuarto: el de los partidos políticos representados en el Congreso, dispuestos a aprobar las leyes necesarias para el nuevo diseño en el que concuerdan.
Así, el cerco de control y dominación política sobre la sociedad queda completo. Como antaño, la unanimidad es el rasgo distintivo. Todos a uno coinciden en qué es lo mejor para el país, y todos a uno están de acuerdo en los medios: las reformas estructurales en trabajo, educación, energética, telecomunicaciones y fiscal (incluido el IVA generalizado en alimentos y medicinas).
En esa redistribución del negocio-país, que supone cada una de esas reformas, la reafirmación del poder político, con el presidente en la punta de la pirámide, es necesaria para evitar que la clase política sea desplazada por el avasallante poder económico. Si bien aquélla es un desdoblamiento de éste, no hay una subordinación mecánica y en esa relación se producen confrontaciones y disputas por la definición de fronteras.
En ese marco, el reposicionamiento del poder político frente al económico tuvo otra señal en la reforma al juicio de amparo, la cual arrebató a los particulares en ejercicio de una concesión, el recurso de la suspensión provisional que les permitía seguir explotando el bien hasta en tanto se resolviera el asunto de fondo.
Pero se trata sólo de disputas coyunturales porque la clase política priista es parte de la burguesía local aliada al capital trasnacional en el diseño y aplicación aquí de los postulados del neoliberalismo globalizador ahora en su face financierista (esa a la que los costos de producción y el trabajo asalariado le pesan tanto que los considera una carga que reduce la renta del capital, y prefiere por ello concentrarse en obtener ganancias a partir de la especulación financiera, donde la deuda soberana de los países es una de los principales alimentadoras del sueño máximo: crear dinero sólo a partir de dinero, sin trabajadores, sin fábricas ni sindicatos).
A eso apuntan las reformas estructurales. Si se mira con atención, se verá cómo en la reforma laboral del año pasado, uno de los principales puntos consistió en favorecer el despido del trabajador sin responsabilidad ni costo para el patrón, cuando éste considerara, después de un contrato por un mes, que aquel no era apto.
Eso significa terminar con una conquista laboral: estabilidad en el empleo, que implica la obligación de indemnizar al trabajador despedido. La reforma educativa postula básicamente lo mismo. La permanencia en el empleo queda supeditada a la aprobación de exámenes que calificará el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), una entidad autónoma, pero cuyos comisionados serán designados por el presidente, con lo que se presume que cuando se requiera adelgazar la planta docente, se "reprobará" al número de maestros que se requiera en cada coyuntura.
Además, ese mecanismo de inestabilidad en el empleo servirá para favorecer a los empleadores particulares, pues no se olvide que el diseño de mediano plazo es avanzar también en éste ámbito hacia la privatización educativa.
martes, 5 de febrero de 2013
México ¿tigre Azteca?
Los "análisis" que la prensa extranjera escribe sobre México resultan casi siempre inexactos. Su tendencia a esquematizarlo todo, los hace incurrir en simplificaciones por completo ajenas a los complejos procesos políticos y sociales por los que transita nuestro país. Más si se trata de medios de la derecha financiera como el Financial Times.
En un texto titulado "México: tigre Azteca", firmado por Adam Thomson, el pasado 30 de enero, ese rotativo muestra su entusiasmo desbocado por la figura de Enrique Peña Nieto, mostrándolo como el reformador que salvará México. No obstante sus inclinaciones ideológicas, se trata de un medio de gran prestigio internacional, que arrastra en textos como el comentado, carente del mínimo rigor profesional y de un desconocimiento absoluto de la realidad que pretende analizar.
Juzgue el lector mediante esta traducción que ofrece Contadero:
México se ha convertido en el símbolo de un nuevo dinamismo económico y en la nación predilecta de los inversionistas internacionales, por encima de Brasil, cuya economía ha perdido lustre.
La economía mexicana creció cerca de cuatro por ciento durante el último año, casi el doble del promedio anual registrado en lo que va del siglo.
Este mes, Larry Fink, quien encabeza Black Rock, la compañía más grande del mundo en el manejo de valores llamó a México "una increíble historia de crecimiento". En tanto, Lisa Schillener, de Standar and Poor's, la agencia calificadora de deuda, dijo que el rango BBB de la deuda soberana del país podría estar a punto de ser elevado si México aprueba las cruciales reformas estructurales.
Los inversionistas extranjeros han salido masivamente a colocar su dinero en México, dice el rotativo inglés. Y añade como prueba que durante los primeros nueve meses de 2012 fondearon 57 mil millones de dólares en acciones y bonos mexicanos, más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo periodo.
Eso está a años luz de los tiempos sombríos que afectaron al país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses poco impresionados por el bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un Estado fallido.
¿Qué ocurrió que convirtió a México en un buen prospecto? y ¿está justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo --recuerda el texto-- la última vez que hubo tantas expectativas acerca de las perspectivas de la economía mexicana, durante la administración del priista Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el país terminó en la agonía del llamado efecto Tequila, con una aguda devaluación y una muy severa recesión.
La más reciente respuesta a la primera cuestión se llama Enrique Peña Nieto. Desde que el ex gobernador estatal de 46 años ganó la elección presidencial de julio para el PRI, los inversionistas lo han visto como la mejor oportunidad de liberar al congreso de la parálisis que ha bloqueado las reformas estructurales, las cuales muchos analistan creen que podrían transformar la, con frecuencia indolente economía mexicana, en un tigre Azteca.
Los intereses internacionales en México están demasiado enfocados en las capacidades del país como una base de producción desde donde las compañías pueden exportar hacia Estados Unidos. Pero las reformas del señor Peña Nieto intentan cultivar un ambiente más saludable para que las inversiones del exterior lleguen a la economía doméstica. Él está buscando introducir más competencia en telecomunicaciones y energía mientras da pasos para sacudir a los notoriamente ineficientes sistemas de impuestos y educativo.
Muchas de las esperanzas de que pueda ser capaz de empujar las reformas descansan en el propio PRI, el cual gobernó México por 71 años consecutivos bajo una cuasi democracia, hasta que perdió el poder en 2000. Durante ese periodo muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral; como un partido cuya organización tentacular asfixiaba los procesos democráticos para retener el poder.
Al mismo tiempo, sin embargo, muchos vieron al partido como la única fuerza política con suficiente capital humano y experiencia para gobernar eficazmente. Es muy difícil decir lo mismo del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, el cual nunca ha conseguido la presidencia, o del conservador Partido Acción Nacional, el cual durante las pasadas dos administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón, promovió reformas estructurales, pero finalmente careció de la capacidad política para funcionar con un congreso dividido.
Como dice Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo: "El problema real de México es que por años no hemos tenido un presidente que pueda hacer las cosas".
Durante sus recorridos de campaña y ahora como presidente, el acicalado y pro empresarial señor Peña Nieto ha trabajado duro para distanciarse a sí mismo de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular durante el gobierno del señor Salinas, aunque éste tiene influencia en la actual administración. El señor Peña Nieto ha tratado de asociar su partido con una reputación de eficiencia y gobierno efectivo.
La imagen de eficiencia ha viajado rápidamente. Cuando el señor Peña Nieto se reunió con Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que desarrollaría una relación cercana con un líder mexicano que "tiene una excepcional de reputación de querer ver las cosas hechas".
Políticamente el señor Peña Nieto ha promovido la idea de un gobierno incluyente.Un ejemplo obvio es el señor José Antonio Meade, quien fue secretario de Hacienda durante la anterior andministración centro-derechista. Otro es el nombramiento de Rosario Robles, una ex líder del izquierdista PRD, como secretaria de Desarrollo Social, un cargo importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza.
Eso contrasta con el gabinete del señor Calderón, el cual careció de figuras pertenecientes a todo el espectro político. Poco después Peña Nieto extendió esta rama de olivo a la oposición, y apenas 24 horas después de haber sido investido como Presidente, produjo el Pacto por México, un documento con 95 propuestas de reformas firmado por los líderes de los principales partidos polìticos.
Algunos observadores vieron el pacto sólo como otra hoja de papel- "Ha habido decenas de esas cosas a través de los años", argumentó Carlos Elizondo, un profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), una institución de educación superior. "Y ninguno de ellos ha contado nunca para nada".
Pero Duncan Wood, quien encabeza el Instituto México del Wilson Center, cree que el pacto, con todo y su ambiguedad en algunos temas, muestra la determinación del señor Peña Nieto por sobreponerse a la parálisis política que ha impedido realizar las reformas. "es una propuesta política", dice el señor Wood. "Y se ajusta a la tradición del PRI de tratar de construir concensos".
Con el mismo espíritu, el señor Peña Nieto se convirtió este mes en el primer presidente mexicano en dos décadas en visitar la sede del Senado para desayunar con un grupo de legisladores. Por supuesto que los factores económicos también han ayudado. La hábil conducción económica ha producido una baja récord en la inflación y en las tasas de interés.
Ello ha resultado en un alza histórica en las reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. México está compitiendo eficazmente con China por los mercados estadounidenses. Los altos costos de transporte y el incremento de salarios en Asia, están haciendo de México una más atractiva base para la exportación de manufacturas.
Pero lo que ha emocionado a los inversionistas privados es la aparente determinación del señor Peña Nieto de acelerar el crecimiento pasando por los intereses creados del país. Esto lo enfrentará con los poderosos jefes sindicales, como Elba Esther Gordillo, la formidable líder del influyente sindicato de maestros.
Los críticos alegan que ella posee una impresionante colección de propiedades, incluida una lujosa villa cerca de San Diego. En diciembre, el señor Peña Nieto propuso sacudir el sistema restringiendo el poder sindical significativamente.
Los intereses creados también se extienden a los poderosos negocios, como los del señor Slim, los cuales dominan importantes sectores haciéndolo difícil para los competidores. Entre otras cosas, el Pacto del señor Peña Nieto propone introducir más competencia en telecomunicaciones, mientras debilita el control de Televisa y TV Azteca, el sector privado de emisoras, creando dos nuevas cadenas de televisión.
Aprovechando el pacto, el nuevo presidente de México está empujando las reformas fiscal y de energía, quizá para este mismo año. Esa no es una tarea sencilla. Los legisladores han invertido años debatiendo la necesidad de un ajuste fiscal, pero con poca utilidad.
Recientemente ellos han empezado a mirar el altamente protegido sector energético, el cual es controlado por Pemex, la compañía estatal de petróleo y un ícono histórico del orgullo nacional. México ha sido por largo tiempo uno de los 10 más grandes productores y aproximadamente un tercio del ingreso gubernamental proviene del petróleo.
Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y el envejecimiento de los pozos petroleros ha llevado a una caída de 24 por ciento en la producción desde 2004. Incluso se ha predicho que México podría convertirse en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite pronto al sector privado jugar un más grande papel en esa industria.
En una entrevista reciente con el Financial Times, el señor Peña Nieto reconoció las dificultades que estos temas podrían provocar. "Claramente hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas...no se trata de lograr una unanimidad, sino de alcanzar una mayoría".
Críticamente, aún hay restos de la guerra contra las drogas la cual ha cobrado alrededor de 70 mil vidas en los pasados seis años. El nuevo presidente quiere priorizar la seguridad de los mexicanos, sobre el asesinato o la captura de los más altos capos de las drogas. En un movimiento que él cree que dará resultados, colocó la seguridad pública, que hasta hace poco era un ministerio separado, bajo el control de la Secretaría de Gobernación.
La administración también está tratando de disuadir a los medios de la cobertura de la violencia desechando la práctica --común durante la administración del señor Calderón-- de citar a conferencias de prensa para mostrar la captura de traficantes.
Los expertos admiten que no hay soluciones rápidas. Como dijo el señor Wood, del Wilson Center: "si los niveles de violencia no caen, se convertirá en un gran problema para el gobierno".
Los desafíos son inmensos, pero los avances en el Congreso y los grandes signos de cooperación interpartidista sugieren que el señor Peña Nieto y su equipo poseen las habilidades políticas necesarias para levantar los candados políticos. Como dice el señor Rubio: "Los profesionales están de regreso. Ahora tenemos que ver si consiguen hacer las cosas".
En un texto titulado "México: tigre Azteca", firmado por Adam Thomson, el pasado 30 de enero, ese rotativo muestra su entusiasmo desbocado por la figura de Enrique Peña Nieto, mostrándolo como el reformador que salvará México. No obstante sus inclinaciones ideológicas, se trata de un medio de gran prestigio internacional, que arrastra en textos como el comentado, carente del mínimo rigor profesional y de un desconocimiento absoluto de la realidad que pretende analizar.
Juzgue el lector mediante esta traducción que ofrece Contadero:
México se ha convertido en el símbolo de un nuevo dinamismo económico y en la nación predilecta de los inversionistas internacionales, por encima de Brasil, cuya economía ha perdido lustre.
La economía mexicana creció cerca de cuatro por ciento durante el último año, casi el doble del promedio anual registrado en lo que va del siglo.
Este mes, Larry Fink, quien encabeza Black Rock, la compañía más grande del mundo en el manejo de valores llamó a México "una increíble historia de crecimiento". En tanto, Lisa Schillener, de Standar and Poor's, la agencia calificadora de deuda, dijo que el rango BBB de la deuda soberana del país podría estar a punto de ser elevado si México aprueba las cruciales reformas estructurales.
Los inversionistas extranjeros han salido masivamente a colocar su dinero en México, dice el rotativo inglés. Y añade como prueba que durante los primeros nueve meses de 2012 fondearon 57 mil millones de dólares en acciones y bonos mexicanos, más de cinco veces la cantidad que invirtieron en Brasil durante el mismo periodo.
Eso está a años luz de los tiempos sombríos que afectaron al país hace unos años, cuando algunos comentaristas estadounidenses poco impresionados por el bajo crecimiento y alarmados por la violencia relacionada con las drogas comenzaron a sugerir que México podría convertirse en un Estado fallido.
¿Qué ocurrió que convirtió a México en un buen prospecto? y ¿está justificado el optimismo del centrista Partido Revolucionario Institucional (PRI)? Después de todo --recuerda el texto-- la última vez que hubo tantas expectativas acerca de las perspectivas de la economía mexicana, durante la administración del priista Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), el país terminó en la agonía del llamado efecto Tequila, con una aguda devaluación y una muy severa recesión.
La más reciente respuesta a la primera cuestión se llama Enrique Peña Nieto. Desde que el ex gobernador estatal de 46 años ganó la elección presidencial de julio para el PRI, los inversionistas lo han visto como la mejor oportunidad de liberar al congreso de la parálisis que ha bloqueado las reformas estructurales, las cuales muchos analistan creen que podrían transformar la, con frecuencia indolente economía mexicana, en un tigre Azteca.
Los intereses internacionales en México están demasiado enfocados en las capacidades del país como una base de producción desde donde las compañías pueden exportar hacia Estados Unidos. Pero las reformas del señor Peña Nieto intentan cultivar un ambiente más saludable para que las inversiones del exterior lleguen a la economía doméstica. Él está buscando introducir más competencia en telecomunicaciones y energía mientras da pasos para sacudir a los notoriamente ineficientes sistemas de impuestos y educativo.
Muchas de las esperanzas de que pueda ser capaz de empujar las reformas descansan en el propio PRI, el cual gobernó México por 71 años consecutivos bajo una cuasi democracia, hasta que perdió el poder en 2000. Durante ese periodo muchos mexicanos asociaron al PRI con la corrupción y el fraude electoral; como un partido cuya organización tentacular asfixiaba los procesos democráticos para retener el poder.
Al mismo tiempo, sin embargo, muchos vieron al partido como la única fuerza política con suficiente capital humano y experiencia para gobernar eficazmente. Es muy difícil decir lo mismo del izquierdista Partido de la Revolución Democrática, el cual nunca ha conseguido la presidencia, o del conservador Partido Acción Nacional, el cual durante las pasadas dos administraciones de Vicente Fox y Felipe Calderón, promovió reformas estructurales, pero finalmente careció de la capacidad política para funcionar con un congreso dividido.
Como dice Luis Rubio, del Centro de Investigación para el Desarrollo: "El problema real de México es que por años no hemos tenido un presidente que pueda hacer las cosas".
Durante sus recorridos de campaña y ahora como presidente, el acicalado y pro empresarial señor Peña Nieto ha trabajado duro para distanciarse a sí mismo de la pobre relación histórica del PRI con la democracia y la transparencia, en particular durante el gobierno del señor Salinas, aunque éste tiene influencia en la actual administración. El señor Peña Nieto ha tratado de asociar su partido con una reputación de eficiencia y gobierno efectivo.
La imagen de eficiencia ha viajado rápidamente. Cuando el señor Peña Nieto se reunió con Barack Obama en noviembre, el presidente estadounidense expresó su confianza en que desarrollaría una relación cercana con un líder mexicano que "tiene una excepcional de reputación de querer ver las cosas hechas".
Políticamente el señor Peña Nieto ha promovido la idea de un gobierno incluyente.Un ejemplo obvio es el señor José Antonio Meade, quien fue secretario de Hacienda durante la anterior andministración centro-derechista. Otro es el nombramiento de Rosario Robles, una ex líder del izquierdista PRD, como secretaria de Desarrollo Social, un cargo importante en un país donde casi la mitad de la población vive en la pobreza.
Eso contrasta con el gabinete del señor Calderón, el cual careció de figuras pertenecientes a todo el espectro político. Poco después Peña Nieto extendió esta rama de olivo a la oposición, y apenas 24 horas después de haber sido investido como Presidente, produjo el Pacto por México, un documento con 95 propuestas de reformas firmado por los líderes de los principales partidos polìticos.
Algunos observadores vieron el pacto sólo como otra hoja de papel- "Ha habido decenas de esas cosas a través de los años", argumentó Carlos Elizondo, un profesor del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), una institución de educación superior. "Y ninguno de ellos ha contado nunca para nada".
Pero Duncan Wood, quien encabeza el Instituto México del Wilson Center, cree que el pacto, con todo y su ambiguedad en algunos temas, muestra la determinación del señor Peña Nieto por sobreponerse a la parálisis política que ha impedido realizar las reformas. "es una propuesta política", dice el señor Wood. "Y se ajusta a la tradición del PRI de tratar de construir concensos".
Con el mismo espíritu, el señor Peña Nieto se convirtió este mes en el primer presidente mexicano en dos décadas en visitar la sede del Senado para desayunar con un grupo de legisladores. Por supuesto que los factores económicos también han ayudado. La hábil conducción económica ha producido una baja récord en la inflación y en las tasas de interés.
Ello ha resultado en un alza histórica en las reservas internacionales y modestos niveles de deuda pública. México está compitiendo eficazmente con China por los mercados estadounidenses. Los altos costos de transporte y el incremento de salarios en Asia, están haciendo de México una más atractiva base para la exportación de manufacturas.
Pero lo que ha emocionado a los inversionistas privados es la aparente determinación del señor Peña Nieto de acelerar el crecimiento pasando por los intereses creados del país. Esto lo enfrentará con los poderosos jefes sindicales, como Elba Esther Gordillo, la formidable líder del influyente sindicato de maestros.
Los críticos alegan que ella posee una impresionante colección de propiedades, incluida una lujosa villa cerca de San Diego. En diciembre, el señor Peña Nieto propuso sacudir el sistema restringiendo el poder sindical significativamente.
Los intereses creados también se extienden a los poderosos negocios, como los del señor Slim, los cuales dominan importantes sectores haciéndolo difícil para los competidores. Entre otras cosas, el Pacto del señor Peña Nieto propone introducir más competencia en telecomunicaciones, mientras debilita el control de Televisa y TV Azteca, el sector privado de emisoras, creando dos nuevas cadenas de televisión.
Aprovechando el pacto, el nuevo presidente de México está empujando las reformas fiscal y de energía, quizá para este mismo año. Esa no es una tarea sencilla. Los legisladores han invertido años debatiendo la necesidad de un ajuste fiscal, pero con poca utilidad.
Recientemente ellos han empezado a mirar el altamente protegido sector energético, el cual es controlado por Pemex, la compañía estatal de petróleo y un ícono histórico del orgullo nacional. México ha sido por largo tiempo uno de los 10 más grandes productores y aproximadamente un tercio del ingreso gubernamental proviene del petróleo.
Pero la ausencia de nuevos descubrimientos y el envejecimiento de los pozos petroleros ha llevado a una caída de 24 por ciento en la producción desde 2004. Incluso se ha predicho que México podría convertirse en un importador neto de petróleo si el gobierno no permite pronto al sector privado jugar un más grande papel en esa industria.
En una entrevista reciente con el Financial Times, el señor Peña Nieto reconoció las dificultades que estos temas podrían provocar. "Claramente hay posiciones ideológicas y partidistas sobre ciertos temas...no se trata de lograr una unanimidad, sino de alcanzar una mayoría".
Críticamente, aún hay restos de la guerra contra las drogas la cual ha cobrado alrededor de 70 mil vidas en los pasados seis años. El nuevo presidente quiere priorizar la seguridad de los mexicanos, sobre el asesinato o la captura de los más altos capos de las drogas. En un movimiento que él cree que dará resultados, colocó la seguridad pública, que hasta hace poco era un ministerio separado, bajo el control de la Secretaría de Gobernación.
La administración también está tratando de disuadir a los medios de la cobertura de la violencia desechando la práctica --común durante la administración del señor Calderón-- de citar a conferencias de prensa para mostrar la captura de traficantes.
Los expertos admiten que no hay soluciones rápidas. Como dijo el señor Wood, del Wilson Center: "si los niveles de violencia no caen, se convertirá en un gran problema para el gobierno".
Los desafíos son inmensos, pero los avances en el Congreso y los grandes signos de cooperación interpartidista sugieren que el señor Peña Nieto y su equipo poseen las habilidades políticas necesarias para levantar los candados políticos. Como dice el señor Rubio: "Los profesionales están de regreso. Ahora tenemos que ver si consiguen hacer las cosas".
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