miércoles, 25 de marzo de 2009

¿Y la ciencia?

En medio de los debates cotidianos la gran ausente sigue siendo la política científica. Abandono quizá sea la palabra adecuada para ilustrar lo que ha ocurrido en la materia los últimos 9 años.

Como en el caso del combate a la pobreza, presupuestos van y vienen y el problema persiste incluso aumentado.

Una nota del Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados fechada el 28 de noviembre de 2008 refiere que de acuerdo con el Gasto Interno Bruto en Investigación y Desarrollo (GERD) --medida empleada usualmente en las comparaciones internacionales-- México figura en los últimos lugares entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

De hecho, en 2005 ocupó el último lugar, cuando el GERD erogado como proporción del Producto Interno Bruto (PIB) fue de sólo 0.43 por ciento, mientras que el promedio ese año para los países miembros de la OCDE fue de 2.26 por ciento y para la Unión Europea, de 1.9 por ciento.

De acuerdo con el CEFP, si se compara a México en un contexto más amplio que el de la OCDE, el resultado no es mejor. Conforme a los indicadores de Desarrollo Mundial 2007 del Banco Mundial, el gasto en Ciencia y Tecnología (CyT) de nuestro país se ubica debajo del promedio mundial que es de 2.28 por ciento.

Pero no sólo eso. Aun dentro de su categoría México no alcanza el promedio de los países de ingreso medio superior que es de 1.12 por ciento del PIB. Lo mismo sucede dentro de los propios países de la Región de Latinoamérica y del Caribe, donde el promedio es de 0.56 por ciento del PIB.

Aún más sorprendente resulta saber que incluso los países catalogados como de ingreso bajo invierten más que México en Ciencia y Tecnología. De acuerdo con el citado índice del Banco Mundial, esas naciones destinan 0.73 por ciento del PIB.

Las comparaciones internacionales en este renglón son desfavorables para México, pues se encuentra por debajo del promedio de naciones de nivel de desarrollo o categoría similar. Así, el CEFP concluye que nuestro país realiza menos de una quinta parte de la inversión en Ciencia y Tecnología que los promedios mundial y de la OCDE, y una octava parte, si la referencia se hace respecto de los países que mayor gasto destinan al rubro.

El problema no es sólo estadístico. Tiene repercusiones en el día a día, en el ingreso y en la calidad de vida de las personas. Estudios comparativos demuestran que los países que invierten en CyT logran marcados incrementos en el ingreso per cápita. Veamos:

Entre 1970 y 2000 la inversión de México en CyT como porcentaje del PIB creció 2 veces; la de Brasil se incrementó 4.5 veces, la de España, 5 y Corea aumentó 9 veces.

Como resultado de ello, el ingreso per cápita de los mexicanos se multiplicó en ese periodo sólo 3.8 veces; el de Brasil, 6.3; el ingreso de los españoles creció 7.4 veces y los coreanos aumentaron sus ingresos 25.4 veces en esos 30 años.

¿Dónde está la falla? En la asignación de recursos presupuestales, ahí donde --más allá de los rollos bienintencionados-- se expresan las verdaderas prioridades del gasto gubernamental.

Por ejemplo, el Programa Especial de Ciencia y Tecnología 2008-2012 publicado en el Diario oficial de la Federación el 16 de diciembre pasado reconoce que entre 2000 y 2006 "la inversión gubernamental en IDE (Investigación y Desarrollo) sólo creció anualmente 2 por ciento debido a las restricciones presupuestales".

Pero esas "restricciones" no estuvieron presentes a la hora de gastar en publicidad. Pues en esos mismos años el gasto en servicios de comunicación social y publicidad de las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal pasó de 2,547.8 millones de pesos en 2001 a más de 5, 000 millones de pesos en 2006, Es decir, registró un crecimiento de 196 por ciento. Los contrastes son explícitos y reveladores.

Pese al efecto multiplicador que tiene la ciencia y la tecnología en el crecimiento económico y en la competitividad del país, se prefiere invertir en gastos propagandísticos para legitimar o promover al gobierno en turno.

Si realmente trabajaran y ofrecieran resultados concretos, apenas si sería necesaria toda esa propaganda. Pero hay que maquillar esa falta de resultados con publicidad, pues siguiendo a Maquiavelo, nuestros próceres siguen pensando que "gobernar es hacer creer".

viernes, 20 de marzo de 2009

Banamex: otra claudicación

Un principio jurídico establece: la ley puede crear privilegios, pero no otorgarlos.

Un texto legal puede, sin proponérselo, por vía de una redacción equívoca o inexacta, crear una situación ventajosa para un individuo o un grupo social, pero jamás deberá hacerlo expresa e intencionadamente.

Pero eso es justo lo que hizo ayer el gobierno mexicano, respecto de su homólogo estadounidense al señalar que el apoyo de Estados Unidos a Citigroup, no viola la ley aplicable aquí que prohibe expresamente a personas morales extranjeras participar en el capital social de bancos, en este caso de Banamex, filial en México de Citigroup.

Con el agravante adicional que el gobierno de este país creará un privilegio retroactivo, es decir, intencional, pues anunció que propondrá reformas a la ley para legalizar esta violación y así ya nadie diga nada.

El 27 de febrero el gobierno de Barak Obama incrementó su participación de ocho a 36 por ciento en Citigroup. Se convirtió así en el dueño más grande del grupo y sus filiales (Banamex). De paso, se colocó en una situación ilegal respecto de México, cuya Ley de Instituciones de Crédito, artículo 13 establece:

"No podrán participar en forma alguna en el capital social de las instituciones de banca múltiple, personas morales extranjeras que ejerzan funciones de autoridad".

Tras más de 15 días de deliberaciones para encontrar una salida que la sacara del brete en que la colocó esa situación, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHyCP) emitió ayer el comunicado de prensa 012/2009 en el que tras una especiosa argumentación concluye que no se incumple la ley.

Ello porque para que la norma sea aplicable "se requiere que la compra sea directa, es decir, que haya una adquisición de acciones de los grupos financieros en México", y en este caso la adquisición de participaciones sociales de la institución se realizó en el extranjero.

Sabedora de la fragilidad de esa explicación --puesto que la propia SHyCP reconoce en el comunicado que "es innegable que los beneficios de los apoyos otorgados en el extranjero se extienden a sus filiales en México"-- expone hacia el final del boletín su explicación estrella: que al amparo de los tratados de libre comercio se aprobaron reformas a la legislación financiera que establecieron un régimen particular para la inversión extranjera aplicable a las filiales.

Este régimen específico de tenencia accionaria no incluye "la prohibición a la inversión de personas extranjeras que ejerzan actos de autoridad que aplica al régimen accionario general".

Sin embargo, en clara contradicción con este argumento, en otra parte de ese boletín se reconoce sin ambages que la nueva situación no está prevista en ninguna ley y lo justifica de manera pedestre al decir que la prohibición a que se refiere el artículo 13 citado "data de hace más de 20 años en un contexto en que la inversión extranjera sólo se permitía de manera minoritaria (no como ahora que puede ser hasta de 100 por ciento) y no consideraba los escenarios generados por una profunda crisis económica mundial.

"En consecuencia --reconoce Hacienda-- los preceptos vigentes, dada su antiguedad no alcanzan a regular la situación actual del sistema financiero mexicano...ni los escenarios de emergencia que enfrenta el sistema financiero internacional". Así, en un mismo comunicado, la Secretaría reconoce que el asunto no está previsto en la ley y, a la vez, que sí lo está (claro, en los tratados comerciales, que así estarían por encima de las leyes generales del país, lo cual, dicho sea de paso, es inconstitucional).

En un nuevo reconocimiento de que la situación es anómala, el gobierno se apresta a modificar la ley para legalizar la hoy ilegal intervención extranjera en bancos. Es decir, en lugar de aplicar la normatividad, la va a adecuar a la circunstancia: hará un traje a la medida, sobre pedido, lo cual resulta jurídicamente aberrante.

Afirma el gobierno que la simulación, perdón, la prohibición se mantendrá, pero para "reafirmar la rectoría del Estado sobre el sistema financiero nacional" (¿habrá algo parecido a eso cuando 90 por ciento de la banca que opera en el país pertenece al capital financiero trasnacional?) se establecerán las excepciones necesarias (que permitan violar la disposición del artículo 13 mencionado).

Adicionalmente, el gobierno justifica la violación de la ley mexicana al establecer que la medida adoptada por el gobierno de Obama es temporal, pero la ley no establece salvedades para casos temporales o para cuando la voracidad del capital provoque crisis como la actual. Eso ya es, como decían los antiguos: buscarle tres pies al gato.

A este paso de interpretaciones legaloides, uno de estos días nos avisarán que es perfectamente legal el traslado de Florence Cassez a Francia para que allá le reduzcan o permuten la pena a la que fue condenada aquí.

El morbo del caso ya sólo radica en ver qué argucias se blandirán para justificar una nueva genuflexión del señor Calderón ante intereses extranjeros.

Prepárense!

jueves, 19 de marzo de 2009

Salarios máximos

El muy celebrado dictamen de la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados sobre la Ley de salarios máximos --ningún servidor público podrá ganar más que el Presidente de la República, a partir del 1 de enero de 2010-- deja intocada, sin embargo, la discusión sobre el costo social de los funcionarios de alto nivel.

El criterio según el cual el Presidente será el referente salarial en la pirámide jerárquica del poder es asaz subjetivo. En México, como veremos, nadie en realidad gana más que el titular del poder Ejecutivo y, rigurosamente, ningún funcionario percibe el sueldo asignado para cada puesto en el tabulador respectivo.

Aunque el nuevo ordenamiento prevé transparentar los ingresos percibidos vía bonos, prestaciones y compensaciones, existe todavía un costo social incuantificable y a salvo de cualquier escrutinio institucional (automóviles, celulares, equipos de radiocomunicación, gastos de alimentación, de representación, vales de gasolina, vestuario) y servicios personales, entre los que figuran una cauda de ayudantes, jardineros, carpinteros, choferes, sastres, cocineros, meseros, guardaespaldas, peluqueros, médicos.

Esos ingresos en especie son tan significativos que, como en el caso del Presidente y quizá de otros funcionarios, le permiten incluso no vivir de su salario. Es decir, alguien con todos esos servicios a su disposición puede muy bien no gastar un centavo de su ingreso y acumularlo íntegramente.

No se pide que los considerados funcionarios de primer nivel, de los tres poderes de la Unión, carezcan de los apoyos necesarios para el atingente desempeño de sus labores, o que se les escatimen recursos que los priven de la dignidad y el decoro que debe corresponder a quienes están al servicio de la República, pero de ahí a procurarles una vida pagada, equivale a remunerarlos dos veces.

Equivale, además, a mantener una casta dorada, separada del resto de los trabajadores que sí viven de su sueldo. Los políticos no tienen por qué ser la excepción, puesto que también son profesionales.

Muchas veces se ha oído decir a los políticos que si el gobierno no pagara bien, no habría quien quisiera aceptar un cargo público. El argumento es falaz. Equivale a un velado chantaje, como el expresada por un ministro de la Corte, quien para justificar los desproporcionados salarios que devengan sugirió que de ese modo se evita que caigan en la tentación de algún soborno.

Eso es como si estuvieran al mejor postor. "Si no nos pagan bien, podemos torcer la ley en favor de quien sí nos llegue al precio", parece ser el cínico razonamiento detrás de esa declaración.

Enhorabuena que en un país en las circunstancias del nuestro se intente cerrar la puerta a los abusos que tienen lugar en casi todas las esferas del poder público, señaladamente en materia de salarios. Pues como ya se ha visto en el caso de los llamados órganos autónomos, este rasgo a menudo se confunde con discrecionalidad y ha dado lugar a la autoasignación de remuneraciones socialmente insultantes.

Sin embargo, el criterio de que el tope sea el Presidente tiene sus bemoles, como hemos visto. Un criterio objetivo, cercano a la realidad e incontrastable para fijar esos sueldos debería ser el salario mínimo vigente en el Distrito Federal.

Cuántos de esos minisalarios debe ganar un secretario de Estado, un ministro de la Corte o un consejero del IFE incluidos los ingresos ocultos o costos sociales: ¿100, 1000, 10 mil o 20 mil salarios mínimos? Además de que se establecería un criterio medible, serviría para tener siempre presente la brecha entre unos y otros, no como un referente mazoquista, sino de auténtica transparencia.

lunes, 16 de marzo de 2009

Días festivos


El asunto parece trivial. Pero encierra una complicada operación política e ideológica.

Cambiar los días festivos en que se conmemora una fecha relevante para la historia del país y trasladarlos al lunes de la semana correspondiente en aras de un criterio estrictamente económico es una forma de borrar la memoria histórica.

Desde el advenimiento del neoliberalismo y su correlato, la globalización, de más en más ha ido campeando la idea de que así como no deben existir fronteras para el intercambio de bienes y servicios entre países, tampoco debería haber identidades nacionales. Estorban al libre flujo de mercancías impuesto por los mercados.

Una forma de terminar con las identidades es borrando la historia. En México este ejercicio de tabula rasa inició con reformas al sistema educativo. Con el peregrino argumento que que teníamos una educación enciclopédica (exceso de datos) se simplificaron al extremo, cuando no se suprimieron, importantes pasajes de la historia de México.

Lo que resulta enciclopédica es, lo hemos dicho antes, la ignorancia de nuestra clase política.

Ahora, para evita los llamados "puentes" las conmemoraciones históricas ya no existen. Tampoco su significado. Los jóvenes de hoy desconocen qué ocurrió el 18 de marzo de 1938 y lo que eso significó en términos de la defensa de la soberanía y los intereses nacionales. En síntesis, el "olvido" inducido de fechas conduce al desconocimiento de los procesos históricos e ideológicos que han estructurado lo que queda de una maltrecha identidad nacional.

Ello tiene efectos políticos prácticos. Mucha gente jamás comprendió el año pasado por qué tanto revuelo con las iniciativas de ley del señor Felipe Calderon para modernizar la industria petrolera, las cuáles enajenaban en favor de extranjeros la riqueza del subsuelo.

Pero ello no se entendía porque se desconocen los fundamentos que condujeron al general Lázaro Cárdenas a expropiar esa industria y lo que significa en términos de la geopolítica mundial actual el dominio y control de esos recursos.

Para muchos de esos jóvenes el 21 de marzo es el día del festival de primavera, no el natalicio de Benito Juárez. Si ya era difícil que la gente relacionara fechas del calendario cívico con la evolución histórica e ideológica de su país, ahora que esas efemérides han sido prácticamente borradas, menos.

La operación política detrás de esa ley no es tan evidente, pero al menos es hipócrita. El calendario de la Secretaria de Educación Pública (SEP), por ejemplo, promueve y autoriza los "puentes". Con ese raro sentido para el humor involuntario o, si se prefiere, con esa habilidad para el eufemismo que disfraza significados e intensiones, la SEP los llama "suspensión de labores por sucesión de días inhábiles".

Agréguese a lo anterior que en muchos estados del país los días de quincena son días inhábiles. En Veracruz, Fidel Herrera suspende clases cada vez que en el puerto amanece nublado. Todo ello pone en evidencia el verdadero carácter ideológico de un decreto como este.

Foto: El pueblo contribuyó hasta con gallinas para
sufragar los gastos de la expropiación

domingo, 15 de marzo de 2009

Forbes, once again


En estos días la política nacional ha tenido su dosis de divertimento. Primero, la revista Forbes asestó un golpe mediático al incluir a Joaquín "El chapo" Guzmán en su ya legendaria lista de los hombres más ricos del mundo.

Enseguida el señor Felipe Calderón y sus adláteres (el secretario de Gobernación y el procurador General de la República) reaccionaron muy enojados y serios, ante el evidente buscapiés, diciendo que era una irresponsabilidad, una apología del delito y hasta un insulto para los otros acaudalados.

Los editores de la publicación debieron estar muy complacidos por el efecto alcanzado. Una lista como la que publican cada año corre el riesgo de perder notoriedad, pues resulta difícil que en sólo 12 meses se produzcan cambios sustanciales en, digamos, el Top 10 de esa relación.

De modo que como buenos editores saben que deben introducir de cuando en cuando algún dato que despunte, que sea noticioso y hasta sorprenda al respetable, como un modo de seguir vigentes. Ese fue el caso este año. Y en Los Pinos tragaron el garlito: respondieron y concedieron notoriedad y resonancia a la famosa lista.

Con un pésimo sentido del humor, esos funcionarios empezaron a cuestionar la metodología empleada por la revista para calcular la fortuna del Chapo, cuando debieron descalificarla con alguna buena frase igualmente humorística o ingeniosa, pero certera. Hasta el propio Calderon, en un foro con empresarios estadounidenses de nuevo se puso a reñir con la publicación.

Ya lo había hecho en enero, cuando en el Foro Económico Mundial realizado en Davos, Suiza, se entrevistó con el director de Forbes para refutar el reportaje publicado en diciembre que hablaba del desmoronamiento mexicano y catalogaba a nuestro país como un Estado fallido.

Lo ocurrido esta semana mostró a un gobierno abrumado y a un Calderón que parece haber perdido la proporción de los asuntos que le conciernen. Un presidente de un país --así se ostenta, pese a las dudas que persisten sobre la legitimidad de su elección-- no puede ponerse a pelear con una revista, para eso hay otros niveles.

Tampoco puede rebajar su jerarquía respondiendo cada vez que los secretarios, representantes, militares y asesores estadounidenses formulan juicios que ponen en duda la capacidad de su gobierno para enfrentar al narcotráfico, como ocurrió esta semana.

Quienes lo conocen dicen de Calderón que es de mecha corta (se enoja muy rápido), pero no es con bravuconerías o pirotecnia verbal como atajará lo que llamó una campaña contra México. Casi todo el año el señor Calderón ha estado contra las cuerdas, a la defensiva, librando una batalla --esa sí fallida-- por convencer a la opinión pública nacional e internacional que no gobierna un Estado fracasado.

Su estrategia de comunicación ha fallado porque no ha podido posicionar en la percepción o en el imaginario colectivo un mensaje de eficacia a partir de resultados medibles y verificables. Por ejemplo, para refutar a quienes afirman que ha perdido el control sobre vastas zonas del territorio nacional, les responde invitándolos a que vengan a visitarlas. "Yo los llevo", les mandó decir.

¿Y cómo haría ese viaje con sus hipotéticos visitantes? ¿rodeado por militares, con helicópteros sobrevolando la zona previamente acordonada 48 horas antes y con francotiradores apostados en los edificos por donde pasen, como acostumbra en sus recorridos? ¿No sería eso la mejor prueba de que, en efecto, las bandas del crimen organizado son una amenaza real que asolan, cuando no controlan de muy diversos modos esos territorios?

Aparte la amenaza real que significa el narcotráfico la actual administración tiene otro problema: está empeñada en obtener la aprobación externa. Esa es su debilidad. Cuando hay elogios de Washington por su actuación, los blande como un timbre de orgullo, cuando hay críticas y presiones se desquicia totalmente. Eso es lo malo de trabajar para la galería: se está siempre en busca del aplauso fácil.

Como aficionado que es a la fiesta brava, Calderón debe saber que el toreo efectista (como su guerra) puede entusiasmar a los villamelones, pero nunca le ganará la estima de los conocedores. Una figura del toreo, en cambio, lo mismo que un estadista, ganan su sitio y respetabilidad cuando basan su actuación en actos que verdaderamente revolucionan el entorno.

Así, no pueden los gobiernos panistas ni de ningún otro signo pretender combatir el crimen organizado sin al mismo tiempo modificar las estructuras institucionales que alientan la otra delincuencia: la de cuello blanco, la que trafica con influencias al amparo del poder público, la que defiende ferozmente privilegios personales y de grupo en desmedro de los de la sociedad, la que está enquistada en las estructuras del poder político, económico, sindical, laboral, educativo, partidista.

Como esto último no va a ocurrir, la actual es una guerra perdida. Piénsese tan sólo en la creciente capacidad del narcotráfico para ofrecer empleos a la masa de desocupados que el sistema no puede absorber por estar diseñado sólo para el beneficio de unos cuantos. Si las actuales estructuras de dominación no cambian, y al ritmo que van las cosas, en unos años el narcotráfico podría convertirse en el mayor generador de empleos privados en México.

El cinismo de nuestros gobernantes es tal que quizá sólo entonces acepten legalizar los enervantes. Algo similar ocurrió ya con el fenómeno de la migración hacia Estados Unidos. Constituía un problema que se trataba de evitar, pero en cuanto se vio el efecto favorable que en las finanzas públicas tenían las elevadas remesas de dólares que enviaban los migrantes, lo que se buscó no fue incrementar las oportunidades de empleo aquí para detener su partida, sino abogar demagógicamente para que mejoraran sus condiciones laborales del otro lado de la frontera.

En tal escenario ésta y todas las guerras que se emprendan en semejantes condiciones serán inútiles. Y para colmo, ni siquiera se responde con humor a las gracejadas del Norte.


Foto: Edificio Forbes en la Quinta Avenida
de Nueva York