jueves, 9 de mayo de 2013

Oficio y Desmadre/VI



Texto de Ramón Martínez de Velasco, colaborador invitado.

“Acepto el caos”: Bob Dylan.

Con esta entrega termino mi trilogía dedicada a la revista Desmadre, que vio la luz de 1982 a 1985, ininterrumpidamente.

De los fundadores, “Luciano murió de cirrosis. Martín se fue a Veracruz. Ramón a Querétaro. Juan Bautista se casó y desapareció. No sabemos si se retiraron o sigan escribiendo. Hace varios años que no se comunican”. (Alberto Vargas Iturbe, ‘Necropsia de un poeta’).

Martín Ortiz Zaldívar, en efecto, se fue a vivir a Xalapa, cuando todavía era habitable. Lleva 13 años allá, según me acabo de enterar por él mismo, pues gracias a esta serie de entregas que envío a Contadero (blog de Jaime Rosales, mi ex compañero reportero en la Gaceta UNAM) me halló y escribió.

Muchas de las portadas y de las viñetas que acompañaban los textos publicados en Desmadre son de su autoría. Sus narraciones y poemas eran muy ‘new age’ y nunca me gustaron del todo. Esa es la verdad. Lo que no recuerdo es cómo lo conocí, pero sí convivimos durante un largo tiempo.

Juan Bautista publica una cosa horrenda llamada Gaceta de Chicoloapan, uno de los 125 municipios del Estado de México donde habita con su esposa e hijos. Allí es dueño del negocio ‘Ciber 4 de Hidalgo’, nombre que sin duda responde a su origen, pues es de Ixmiquilpan.
Tampoco volví a verlo, aunque me lo encontré en un video pro-priísta (www.youtube.com/watch?v=qCGddzp0eBE).

Lo conocí porque era el adjunto de mi maestro de Historia, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. Era soltero, así que nos poníamos locos de vez en cuando, y esa locura se prolongó durante muchos años. Prácticamente le entramos a todo. Esa es la verdad. Todo ello se reflejó en nuestras lecturas y en nuestra escritura.

De Ramón Martínez de Velasco puedo afirmar que su llegada a la horrible ciudad de Querétaro es culpa de la Muerte. Nunca se ha sentido ni se sentirá queretano; no tiene ningún apego por esta provincia ni por su gente, y siempre estará agradecido por haber nacido en la populosa Ciudad de México, a donde viaja cada que la neurosis sube de tono para beber tarros de cerveza en su amado Centro Histórico, y específicamente en el Salón Corona, donde hubo decenas de reuniones cada que comenzaba a fraguarse un nuevo número de la revista Desmadre (de hecho, uno de los meseros todavía me recuerda y saluda. “Qué locos estaban”, me dice, y se sorprende de que yo siga vivo.)

“Ramón era más bien chaparro, de ojos verdes, cabello largo, delgado, risueño y desmadroso”, según me describe Alberto Vargas Iturbe, atinadamente. Sigo siendo. Tan es así que siempre que me miro al espejo, me pregunto: “¿otra vez yo?”.

Él mismo aporta un dato que no muy recordaba yo. Ese dato llevó a unos a la locura, a otros a la muerte, y a algunos nos hizo dar vuelta en U. “A mediados de los años 80 nos reuníamos en un café del Centro Histórico de la Ciudad de México. Nos llegamos a reunir hasta 40. El café se ubicaba en la esquina de Dolores y Victoria. Todo marchaba bien hasta que llegaron los Infrarrealistas. A ésos les gustaba el vicio de todo tipo. Pedían café y un vaso con agua, sacaban la botella a escondidas y estaban tome y tome. Al poco tiempo se enteró el dueño y nos corrió. Muchos ‘Infras’ publicaron en Desmadre”.

Recuerdo a dos hermanos michoacanos, de apellido Méndez. Uno falleció. Con el otro (Ramón) coincidí, en el 2002, como corrector de estilo en el tabloide Zócalo, fundado por el periodista Carlos Padilla en la Ciudad de México.

Esos hermanos eran de carrera larga. Estar con ellos era como sentarse en la silla eléctrica. El peor de todos los ‘Infras’ era Mario Santiago Papasquiaro. El tipo daba miedo y era muy difícil seguirle el ritmo.

Sobre él ha escrito un tal poeta Luis Felipe Fabre, en su libro Arte & Basura, según me enteré apenas el pasado 28 de febrero.

“El mundo de Papasquiaro es un universo masticado, digerido, escupido y vomitado por los amigos con los que formó el Infrarrealismo, entre ellos el chileno Roberto Bolaño”.

Fabre describe a Santiago como alguien “de vida atribulada y dueño de una personalidad arrolladora, cruzada por la seria adicción al alcohol que lo acompañó desde edad temprana y que lo hizo morir, también prematuramente, en un accidente de tráfico” (1998).

Ramón Méndez lo describe como alguien “inteligente, perspicaz y culto”. Otros lo definen como una persona “de vida aciaga, totalmente entregado a la bohemia y a la escritura no ortodoxa de poemas”.

Yo ignoraba que escritores como Carmen Boullosa, Juan Villoro y Alejandro Aura lo conocieron y publicaron.

“Mario Santiago Papasquiaro es la mejor obra de Mario Santiago Papasquiaro”, escribe el tal Fabre.
No estoy de acuerdo. Anécdotas chistosas aparte, el tipo era insoportable. Dispuesto a llamar la atención al menor pretexto. Se sentía la última cerveza del estadio. Un ángel caído. Un rey en el exilio.

Su mundillo lo ha descrito bien el poeta Hugo Gutiérrez Vega: “Los Infrarrealistas vinieron a verme para pedirme un aula (en la Casa del Lago de Chapultepec). Se las di. Ahí comían y a veces dormían. Por entonces fueron contratados para dos recitales de poesía, pero pagaron esa hospitalidad robando cosas. Los ‘Infras’ eran un grupo de jóvenes greñudos, aspirantes a poetas, que iban de un lado a otro reventando recitales y lecturas de escritores como Octavio Paz. Una estrategia guerrillera de golpear al objetivo y retirarse”.
Tal cual.

El café ‘La Habana’ era la cueva de los ‘Infras’. Allí era también punto de encuentro de periodistas, intelectuales, artistas, pirujillas y burócratas oficinistas que trabajaban en la Secretaría de Gobernación, ubicada a 100 metros de distancia.

No sé cómo, pero Santiago olfateó las tertulias literarias que culminaban con un número más de la revista Desmadre. Sabía que le huíamos, pero nos seguía. Como un perrito. De veras no entiendo qué le admiran sus admiradores.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Adéndum al Pacto: engáñame, pero no me dejes

El ridículo Adéndum al Pacto por México firmado hoy entre el PRI-gobierno y los partidos satélite --la derecha panista y la izquierda colaboracionista del PRD con los chuchos a la cabeza-- para garantizar elecciones limpias, equidad y blindaje contra el uso electoral de los programas sociales, no hace sino repetir lo que ya se consigna como delitos electorales en la legislación vigente.

¿Tenía sentido toda la parafernalia y el gasto erogado para montar un tinglado en el que los concurrentes --delincuentes electorales todos ellos-- se comprometen a evitar conductas ilícitas tipificadas por la ley vigente en vez de simplemente aplicarla?

Se trata de lavarle la cara a un acuerdo cupular sin representación de la sociedad --pues los partidos han perdido legitimidad representativa-- firmado por unos políticos para llevar adelante programas de Ajuste Estructural encaminados a promover los negocios y la prosperidad de unos cuantos, a costa de las riquezas del país.

Asistimos entonces a la simulación de la simulación. Puesta en evidencia la ingenuidad de los opositores al creer que el gobierno y el PRI no utilizarían la llamada cruzada contra el hambre con fines electorales, como desde el principio se advirtió, ahora dizque lo forzaron a sentarse a firmar once compromisos adicionales con los que supuestamente se le atarán las manos para no seguir lucrando políticamente con los programas sociales en temporada de elecciones.

Comicios a los que se presentarán esos partidos indigentes, autollamados de oposición, no se sabe en calidad de qué frente a los electores, pues si ya todos "están a partir un piñón" con el gobierno, y de acuerdo en el mismo proyecto de país, entonces para qué buscar el poder cada uno por su lado.

Partidos "opositores" que se convencieron a sí mismos, ellos solitos, de seguir en un mecanismo de concertación de élites políticas, al que se aferran como una forma de garantizar su presencia pública y  no quedar marginados o arrasados por la maquinaria gubernamental que con ellos o sin ellos podría llevar adelante el designio fondomonetarista de las reformas; adhesión que pretenden cobrar en su momento por migajas de poder habida cuenta de su ya sospechada debacle electoral en los comicios del próximo julio, dado su desdibujamiento ya no digamos ideológico sino como simples opositores en virtud de la magia pactista.

El PRD ha dado ya suficientes muestras de la forma en que se traiciona a sí mismo y de cómo racionaliza o justifica esos retrocesos con tal de seguir siendo parte de la cargada reformista del peñanietismo En ocasión de la recién aprobada reforma que redujo el arraigo de 80 a 40 días, el perredismo se pronunció inicialmente por la desaparición de esa figura que, en efecto, atenta contra los derechos humanos y el debido proceso de los acusados, pero terminó votando en favor sólo de la reducción del periodo.

Hubo de hacer publicar un desplegado para aclarar que aprobó la enmienda porque "se introdujeron elementos  de control y vigilancia para proteger los derechos humanos de los indiciados".

Algo similar a lo ocurrido con la firma del llamado Adendum al Pacto por México: el gobierno se burla de ellos, los trampea, pero terminan plegándose en razón, según ellos, de los sacrosantos "altos intereses de la nación", o del gradualismo al que los obliga su condición subordinada.


Tanto ha tergiversado y envenenado ese Pacto la estructura política del país, que no sólo los partidos  han perdido su perfil para conformar una masa informe, sino que la propia división de poderes parece naufragar ante el corporativismo pactista. Cosa de ver cómo la publicidad del Senado se ha plegado al Ejecutivo al utilizar como rúbrica de sus mensajes el mismo eslogan del gobierno: aquello de hacer leyes para mover a México.Así vamos.

jueves, 2 de mayo de 2013

Entre el oficio y el desmadre/V



Texto de Ramón Martínez de Velasco, colaborador invitado.

Visto con los ojos del presente, ahora caigo en la cuenta de que el oficio de escribir es un juego peligroso. O puede llegar a serlo.

Esta certeza aplica para la literatura y el periodismo, aún hoy.
Me remonto a los albores de los años 80, periodo al que me ha remitido Alberto Vargas Iturbe, quien en su texto titulado ‘Necropsia de un poeta’ nos cita a Luciano Cano Estrada, a Juan Bautista Mendoza, a Martín Ortiz Zaldívar y al autor de esta columna, fundadores de la revista Desmadre. (Entre el oficio y el desmadre/IV.)

Brevemente, citaré que a Vargas Iturbe (nacido en Jungapeo, Michoacán, y embrutecido en Ciudad Nezahualcóyotl, Distrito Federal) lo conocí en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, donde ambos fuimos alumnos del muy famoso periodista Fernando Benítez, quien impartía la materia de Géneros Periodísticos.

Allí, en clase, leyó un cuento que aterrorizó a don Fernando, y que ahora forma parte de su libro Miscelánea ‘Los Tarascos’. (Sexo en la trastienda). “Es usted un rufián”, le dijo, sin rodeos, Benítez, y todos soltamos la carcajada. Así que, al crearse la revista Desmadre, no la pensamos. Él tenía que escribir en sus páginas. Y así fue.

Al recordar aquellas épocas, y a quienes jugamos el peligroso juego de escribir, Alberto apunta en su ‘Necropsia de un poeta’:

“Luciano murió de cirrosis. Martín se fue a Veracruz. Ramón a Querétaro. Juan Bautista se casó y desapareció. No sabemos si se retiraron o sigan escribiendo. Hace varios años que no se comunican”.

Pues sí, Luciano falleció. Y cuando me lo informaron no me sorprendí. Esa es la verdad. De hecho, lo primero que pregunté fue: ¿se suicidó? Ya era cuarentón, tirándole a cincuentón. No se suicidó, pero la suya fue una muerte prolongada.

A él se debe la idea de la revista. El nombre, Desmadre, se le ocurrió para hacerle dizque competencia al de Caos, una revista hispano-mexicana que dirigían el académico Héctor Subirats y el poeta veracruzano José Luis Rivas.

Héctor Subirats fue mi maestro de Metodología en la FCPyS, de la que ahora reniega. Un tipo divertido, inteligente, intelectual, fumador empedernido, medio farsante, discípulo del filósofo Fernando Savater (e-veracruz.mx/2013/index.php/2012-06-13-18-40-00/universidades/item/claridad-humor-y-prosa-esplendida-meritos-de-savater-hector-subirats).

Rivas era su patiño durante la clase (www.elfaro.net/es/201006/el_agora/1965/).
De Subirats tengo dos anécdotas:

Una la narra Alberto Vargas: “Ramón y Luciano hablaban del suicidio, influenciados por un maestrito pendejo que daba clases de Metodología en la Facultad”. (Ese “maestrito pendejo” es Héctor Subirats. Claro, muy su opinión.)

“Un joven estudiante se suicidó por hacerle caso y ese maestro pendejo tenía el descaro de presumir ese hecho”. (No me constan ambas situaciones, ni nunca intentó influirme para suicidarme.) “(Héctor) Se iba a tomar vino tinto y nunca se suicidó”.

En efecto, sigue vivito y coleando. Y sí, tomaba bastante vino tinto. A mí me invitó a un par de tertulias a su departamento y de ambas salí girando de allí.
Ahora, va la segunda anécdota.

Líneas arriba he afirmado que era “medio farsante”. A Héctor Subirats le encantaba la anti-Metodología, así que en su clase hablaba mucho de anarquía, suicidio, transgresión, la muerte de Dios, locura y cosas por el estilo.

Héctor formaba grupos de trabajo. Cuando a mi equipo le tocó exponer, mi amigazo Pepe propuso que todos saliéramos del aula y fuéramos a ‘las islas’ de Ciudad Universitaria a tomar vino tinto.

Subirats aceptó (no le quedaba de otra) pero ya en ‘las islas’ volteaba para todos lados. Unos 25 alumnos bebimos nuestras respectivas dosis de vino tinto. De pronto, Pepe saca y prende un churro de mota y le ofrece a Héctor un ‘toque’. Éste se hace para atrás, asustado, y hasta se derrama vino en su camiseta. (Nomás de acordarme estoy carcajeándome.) Inventa un pretexto y se larga de allí, casi corriendo.

Pepe apaga el churro y les dice a todos los compañeros que nuestra exposición consistía en exhibir a Héctor Subirats. Exhibirlo como un rollero. Como alguien que nos invitaba a quebrantar valores, leyes, normas y costumbres, pero que a la hora de la hora se ponía paranóico y se iba tragando camote.

Pepe era un cabrón. De barrio bravo. A donde era muy difícil entrar sin conocer a alguien. Un tipo de una pieza. Siempre me pareció como un personaje nacido en el país equivocado, en la época equivocada.

Para la siguiente clase, Subirats y su patiño José Luis Rivas se vieron casi obligados a quitarse la máscara de dizque desmadrosos y anarquistas.

Mi equipo de trabajo, conformado por seis locos a quienes muy difícilmente se les podía engañar, abandonó el barco. La moraleja de esta anécdota es: no hay que ser hablador.

Nos leemos en la próxima entrega. Será la entrega número VI.

lunes, 29 de abril de 2013

Vivir experiencias, nuevo paradigma del consumismo

Las nuevas estrategias de incitación al consumo buscan presentarlo, no ya como un acto mecánico de mera adquisición, sino como una experiencia disfrutable de vida, y como tal inolvidable, de modo que busque repetirse incesantemente.

Si ya la narrativa de la innovación (variante semántico de la moda), empuja a los consumidores a comprar aceleradamente nuevos productos para no ser arrasados por la "obsolescencia", el nuevo paradigma del consumo como "experiencia" es una invitación al disfrute instintivo de la vida. No en balde la innovación comercial está sustentada en este principio: hacer la vida de los clientes más sencilla, más productiva, más cómoda, más divertida, más fácil.

Así ¿para qué ocuparnos los demás de pensar si basta con los sentidos para apropiarse del mundo?: mira (enamórate de las formas, de imágenes más nítidas, en alta definición y multidimensionales); escucha (sonidos envolventes, estereofónicos producidos digitalmente); huele (aromas cautivantes); saborea y toca.

Si desde siempre, la publicidad ha sido dirigida a nuestra parte afectiva, hoy da un nuevo paso: nos induce a vivir lo que se siente no sólo desear, sino, sobre todo, lo que se siente poseer-tener-comprar. Nos conduce a lo que llama "vivir una experiencia".

Es el principio de la llamada estrategia del oceáno azul, propuesta en 2005 por W. Chan Kim: La gente compra experiencias. Está dispuesta  a pagar por vivir nuevas formas de sentir, nuevas sensaciones. De allí han surgido estrategias de venta como las empleadas por las agencias automotrices.

Lo que ahora se conoce como "prueba de manejo", no es otra cosa que acercar al cliente a la experiencia vívida de conducir el auto con el que ya sueña. Transformar el sueño-deseo en realidad al alcance de la mano, en hacer que la vida ya no pueda concebirse sin aquello. El comerciasl del cliente que llama en la madrugada al agente de ventas para confirmar a qué hora abren al día siguiente porque ya no puede estar sin el auto que le mostraron, ilustra lo anterior.

El cine es un claro ejemplo de cómo la venta de sensaciones rescató una industria. La irrupción masiva de videocaseteras a mediados de los años 80 del siglo XX disminuyó drásticamente la asistencia a las salas. Los videocentros y negocios similares se multiplicaron y se volvieron prósperos. Allí las personas podían rentar o comprar películas para disfrutarlas en casa. La experiencia de ver cine era muy similar y, lo mejor: más barata.

Campañas de publicidad como aquella de que "El cine se ve mejor en el cine" no fueron capaces de lograr que la gente regresara a las salas. El sonido digital, primero, y la tecnología 3D y 4D en los años recientes fraguaron la diferencia. Hoy, pese a que es posible conseguir copias en CD incluso de los estrenos, y aun antes de que estén en cartelera, el público forma largas filas ante las taquillas de los cines porque quieren vivir la "experiencia" de "Ver", oir y casi "tocar" el cine (de nuevo el imperio de los sentidos).

El auge ha sido tal que las modernas plazas comerciales se diseñan y construyen teniendo como negocio "ancla" un conjunto cinematográfico. En contraparte, los videocentros se extinguieron.

Hacer que el cliente perciba la compra no como una adquisición, sino como toda una experiencia que lo colmará de sensaciones nunca antes experimentadas y que despertarán en él el deseo de repetirlas, es el nuevo paradigma.

Véase al efecto, la declaración de Patricio Slim Domit, presidente del Consejo de Administración de Sears, al inaugurar esa cadena de tiendas una nueva sucursal en Santa Fe:

"Centro Santa Fe es un mundo de vanguardia, glamour, exclusividad, versatilidad, servicio y entretenimiento. Un lugar hecho para que los visitantes alcancen y vivan experiencias inolvidables" (Reforma, sección Sociales, 17 de marzo de 2013)
Sportia (bicicletas, accesorios y servicios especializados), se define a sí misma como una Concept Store (Tienda de concepto), que "va más allá de una simple tienda de deportes; aquí se pueden encontrar una serie de servicios especializados y únicos que respaldan ese deseo de compra" (Reforma, secc. Sociales, p. 2, 17 de marzo de 2013).

Integer México es parte de Integer Group, la agencia de Shopper Marketing más importante del mundo. El grupo inauguró recientemente una Shopper Stage (estación del comprador), un foro --dicen ellos-- "en el que las experiencias de marca se vuelven tangibles y se magnifican". La frase carece de sentido, pero así es el lenguaje de los genios del nuevo marketing.

Y, creyéndose originales, añaden lo que para ellos es la definición de una compra, aunque en realidad lo único que hacen es repetir el paradigma:

"La cultura del Shopper Marketing debe experimentarse. Además de tener buenas ideas y grandes anuncios, el Shopper Marketing requiere de un entendimiento profundo de todo lo que una compra conlleva: porque al final todos somos compradores y todos queremos vivir experiencias".
 Y no se crea que sólo los consorcios más exclusivos están intentando explotar el concepto. Las marcas de la gente de a pie también lo hacen: Pizza hut promete a sus consumidores "una experiencia de sabor"; las farmacias San Isidro ofrecen "una experiencia de compra al mejor precio".

Incluso la estrategia ya se emplea digamos que a ras de tierra: algunos vendedores ambulantes que suben a los llamados "peseros", antes de ofrecer nada pasan a cada lugar a depositar en las manos de los pasajeros su producto. A su modo, el concepto es el mismo: hacer vivir la experiencia de tener el producto, que el comprador experimente sentirlo y, si es comestible, despertar el antojo.

Y así. La experiencia, la vivencia de sensaciones agradables que proporciona la compra, sólo comparable al estado de felicidad suprema, un nirvana, pues.

martes, 16 de abril de 2013

Oficio y desmadre/IV



Ofrecemos a los lectores de Contadero, un texto del periodista capitalino, avecindado en Querétaro, Ramón Martínez de Velasco. La primera entrega de esta serie fue publicada aquí el 22 de abril de 2010.

Y no comprendo cómo el tiempo pasa,
 yo que soy tiempo y sangre y agonía
 Jorge Luis Borges.

Ahora que escribo esta cuarta entrega, noto que la primera data del 26 febrero del año 2007 y la segunda del 28 de marzo del 2011. De la tercera no tengo referencia, pero supongo que también data de hace casi dos años.

Por tanto, debo adelantar a los lectores de la actualidad que ‘Entre el oficio y el desmadre’ es algo así como una semblanza personal, pero cuyo centro es el periodismo; o, si se quiere, lo que fui encontrándome en torno a mi oficio, que aún hoy es el periodismo, carrera que decidí estudiar en 1978 durante mi estancia en el Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM, el muy famoso CCH (Sur).

Con ese sueño, y gracias al bendito ‘pase automático’, en 1980 ingresé a la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), que se ubicaba juntito a las famosas ‘islas’ de Ciudad Universitaria, donde sucedían muchas cosas y a donde llegaba gente de todo tipo, no precisamente a estudiar.

Sobre aquella etapa, época o periodo, un conocido mío me envió un texto que halló en la Internet, donde su autor me cita. O sea, menciona mi nombre y apellidos. El autor es Alberto Vargas Iturbe, “escritor necense miembro de la Cofradía de Coyotes”, según lo cita la revista que le brindó un espacio, por cuyo ‘link’ supongo que se llama Espartaco y que publica la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Azcapotzalco.

Su texto, titulado ‘Necropsia de un poeta’, gira en torno a dos cuestiones: la revista Desmadre, y a quien la nombró así.

Citaré algunas líneas de Alberto Vargas Iturbe (a quien le apodaban ‘el kung-fu’, y nunca supe porqué), y alrededor de ellas tejeré las propias.

“A principios de 1980 se reunió un grupo de escritores principiantes en la FCPyS de la UNAM: Luciano Cano Estrada, Juan Bautista Mendoza, Ramón Martínez de Velasco y Martín Ortiz Saldivar. Ellos fundaron la revista Desmadre.

“La idea original era la de publicar y abrir sus puertas a otros jóvenes que escribieran lo que se les diera la gana. Los cuatro cabrones eran de ideas anarquistas. Les gustaba harto chupar y fumar mota. Todos tenían trabajo y hacían cooperación para sacar las copias a un original.

“Luciano murió de cirrosis. Varios de los que escribieron ahora son escritores con trayectoria, y con algunos libros publicados. Martín se fue a Veracruz. Ramón a Querétaro. Juan Bautista se casó y desapareció. No sabemos si se retiraron o sigan escribiendo. Hace varios años que no se comunican. Aquí en Neza nos aferramos y siguió publicándose la revista Desmadre.

“De hecho. Desmadre fue la primera revista de literatura en Neza. Se repartía entre los amigos y los allegados de los amigos. Iba de mano en mano, de modo que era una cadenita que se alargaba hasta que alguno no continuaba, o se limpiaba la cola con la revista. El tiempo dirá cuáles fuimos buenos. Si ninguno pasa a la inmortalidad, pues que chingue a su madre el tiempo. Ya pasaron más de 25 años y algunos seguimos chingándole.

Ramón fue quien nos invitó a publicar. Le llevábamos poemas y cuentos. Era la primera vez que publicábamos. Nos pusimos felices. Una noche conocí a los integrantes del Consejo Editorial, y tomamos mucha cerveza y tequila de puro gusto.

“Ramón era más bien chaparro, de ojos verdes, delgado, risueño y desmadroso. Juan Bautista era moreno, de estatura regular y soltaba unas carcajadotas. Martín tenía la barba de candado y era flaco como coyote. Luciano era moreno, usaba lentes, de complexión ni gordo ni flaco. Trabajaba en el Departamento del Distrito Federal (DDF), andaba arregladito y usaba saco y corbata. Cuando agarró el pedo fuerte dejó el trabajo y no se volvió a parar allí nunca más.  

“Ramón y Luciano hablaban del suicidio, influenciados por un maestrito pendejo que daba clases de ‘Metodología’ en la Facultad. Un joven estudiante se suicidó por hacerle caso y ese maestro pendejo tenía el descaro de presumir ese hecho. Se iba a tomar vino tinto y nunca se suicidó. Tenia una buena vieja y los amigos lo empedaban para hacerlo güey.

“A Ramón y a Luciano les recomendé leer a Henry Miller, porque él sí disfrutó las mieles de esta vida. Yo soy vitalista. Fumé mota unos tres meses y luego aventé esa chingadera y fui feliz echándome unas copas de alcohol, que tuve que dejar porque me dio esquizofrenia. Los vitalistas amamos la vida y nos reímos de cualquier cosa, por insignificante que sea. Luciano agarró el vicio por puro pendejo. En unos meses se acabaron sus ahorros y empezó a vender sus cosas de valor. Al último vendió sus libros, baratos, y decidió morirse de borracho.

“A mediados de los años 80 nos reuníamos en un café en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Nos llegamos a reunir hasta 40. Muchos se creían escritores, otros intelectuales. Pero de esta parvada de cabrones que se creían muy nalgas, ninguno salió escritor ni intelectual. El café se ubicaba en la esquina de Dolores y Victoria. Todo marchaba bien hasta que empezaron a ir los Infrarrealistas. A ésos les gustaba el vicio de todo tipo. Pedían café y un vaso con agua, sacaban la botella a escondidas y estaban tome y tome. Al poco tiempo se enteró el dueño y nos corrió. . Muchos ‘Infras’ publicaron en la revista Desmadre.

“Cuando Luciano se salió de trabajar fue cuando mejor funcionó la revista, porque casi él lo hacía todo. Luciano tenía una maquinita Olivetti que le había regalado Ramón Martínez de Velasco. Pinche maquinita aguantó bastante. Luciano publicó en todos los números de la revista Desmadre y hacía las editoriales. A Luciano le gustaba tanto tomar que de eso murió”.

Si los lectores desean saber más de Alberto Vargas Iturbe, accedan a: albertovargasiturbe.blogspot.mx

En la próxima entrega, que ahora sí voy a escribir y a enviar a este blog en cosa de días, voy a detallar algunas anécdotas que aquí reproduje, y que no me llevaron a la locura de puro milagro.

Será la entrega número V.