Una de las percepciones que el peñanietismo trata de posicionar con más fuerza entre la población es la idea de que el Estado mexicano, a través de su gobierno, está recuperando la rectoría sobre áreas estratégicas para el desarrollo del país.
El lector atento habrá notado que en cada acto en los que se presentaron las reformas educativa, de telecomunicaciones y financiera, se aseguró que los cambios propuestos permitirán al Estado recuperar el control sobre esos sectores clave.
Lo que se omite señalar es que la tal rectoría se perdió al adoptar los gobiernos priistas, desde 1982 --luego secundados por la docena trágica del PAN-- el modelo económico neoliberal impuesto por el Fondo Monetario Internacional (FMI)-Banco Mundial (BM), mediante el llamado Consenso de Washington.
Como se sabe, las tesis neoliberales en boga están en contra de cualquier forma de intervención del gobierno en la economía. Al proclamar el retorno del Estado al control de sectores clave de la actividad económica ¿Enrique Peña Nieto se está apartando del modelo neoliberal para regresar al Estado interventor como forma de compensar los desequilibrios sociales generados por el Mercado?
Desde luego que no. De lo que se trata en realidad es de recuperar el control corporativo de
sectores como el educativo, para impulsar cambios legales que legitimen
el actual proceso de acumulación capitalista y establecer nuevos
esquemas para la connivencia entre la clase política y los hombres del
dinero señalados genéricamente como poderes fácticos.
Para consumo del público mexicano, el discurso de que se recupera la rectoría del Estado trata de crear la falsa percepción de que Peña Nieto y su gobierno están al mando y aplican directrices que en realidad se diseñan en los centros del poder financiero internacional, cuyos organismos se encargan de legitimar mediante un discurso de neutralidad técnica que están lejos de practicar, como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
Un reiterado y reciente ejemplo de cómo desde el exterior se dictan mandatos disfrazados de "sugerencias" que luego --coincidencias del destino-- resultan similares a las reformas que aquí se nos proponen, lo acaba de dar precisamente la OCDE.
Dice el organismo en su evaluación sobre México que realiza cada 18 meses, que en virtud de nuestro "mediocre" desempeño económico de la última década, se requiere la apertura de Petróleos Mexicanos (Pemex) al capital privado, y la aplicación de un impuesto al consumo de bienes básicos que hoy están excentos (se refiere a gravar con IVA alimentos y medicinas, algo para lo que el PRI ya está listo, pues modificó su Programa de acción donde antes se manifestaba en contra de esto, pero ahora lo favorece).
Como se ve, no se trata de gobernar o legislar para poner los sectores clave de la economía al servicio del desarrollo propio (que eso sería efectivamente recuperar la rectoría del Estado), sino de hacerlo para cumplir con lo que desde afuera se "sugiere", de modo que se abran mayores espacios de rentabilidad para el capital financiero internacional y sus socios locales, no para beneficio del país.
Un ejemplo adicional de cómo se gobierna mirando más al interés del exterior que al propio, lo dio el ex gobernador del Banco de México y actual presidente de Banorte, Guillermo Ortiz. Preguntado por una periodista de radio sobre la conveniencia de gravar los capitales especulativos que llegan al país atraídos por las altas tasas de interés que se pagan aquí, rechazó tal posibilidad.
Pese a que el monto de esos capitales está sobrevalorando el peso, con lo que se afectan las exportaciones y las remesas que envían los connacionales de EUA (pues al cambiar sus dólares por pesos el dinero se les reduce), pese a esas afectaciones, Ortiz considera que si se les aplicara un impuesto, se enviaría una mala señal a los mercados financieros internacionales.
Es decir, si México impusiera un gravamen a esos capitales que no producen nada al país y sólo vienen por las ganancias que obtienen, significaría que el gobierno está interviniendo en el mercado, lo cual es inaceptable para el sistema.
¿Es eso tener la rectoría sobre nuestros sectores económicos clave, como lo pregona la propaganda gubernamental? Júzguelo el lector.
sábado, 18 de mayo de 2013
jueves, 9 de mayo de 2013
Oficio y Desmadre/VI
Texto de Ramón Martínez de Velasco, colaborador invitado.
“Acepto el caos”: Bob Dylan.
Con esta entrega termino mi
trilogía dedicada a la revista Desmadre,
que vio la luz de 1982 a
1985, ininterrumpidamente.
De los fundadores, “Luciano murió
de cirrosis. Martín se fue a Veracruz. Ramón a Querétaro. Juan Bautista se casó
y desapareció. No sabemos si se retiraron o sigan escribiendo. Hace varios años
que no se comunican”. (Alberto Vargas Iturbe, ‘Necropsia de un poeta’).
Martín Ortiz Zaldívar, en efecto,
se fue a vivir a Xalapa, cuando todavía era habitable. Lleva 13 años allá,
según me acabo de enterar por él mismo, pues gracias a esta serie de entregas
que envío a Contadero (blog de Jaime
Rosales, mi ex compañero reportero en la Gaceta UNAM)
me halló y escribió.
Muchas de las portadas y de las
viñetas que acompañaban los textos publicados en Desmadre son de su autoría. Sus narraciones y poemas eran muy ‘new
age’ y nunca me gustaron del todo. Esa es la verdad. Lo que no recuerdo es cómo
lo conocí, pero sí convivimos durante un largo tiempo.
Juan Bautista publica una cosa
horrenda llamada Gaceta de Chicoloapan,
uno de los 125 municipios del Estado de México donde habita con su esposa e
hijos. Allí es dueño del negocio ‘Ciber 4 de Hidalgo’, nombre que sin duda
responde a su origen, pues es de Ixmiquilpan.
Tampoco volví a verlo, aunque me
lo encontré en un video pro-priísta (www.youtube.com/watch?v=qCGddzp0eBE).
Lo conocí porque era el adjunto de
mi maestro de Historia, en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. Era soltero, así
que nos poníamos locos de vez en cuando, y esa locura se prolongó durante
muchos años. Prácticamente le entramos a todo. Esa es la verdad. Todo ello se
reflejó en nuestras lecturas y en nuestra escritura.
De Ramón Martínez de Velasco
puedo afirmar que su llegada a la horrible ciudad de Querétaro es culpa de la Muerte. Nunca se ha sentido
ni se sentirá queretano; no tiene ningún apego por esta provincia ni por su
gente, y siempre estará agradecido por haber nacido en la populosa Ciudad de
México, a donde viaja cada que la neurosis sube de tono para beber tarros de
cerveza en su amado Centro Histórico, y específicamente en el Salón Corona,
donde hubo decenas de reuniones cada que comenzaba a fraguarse un nuevo número
de la revista Desmadre (de hecho, uno
de los meseros todavía me recuerda y saluda. “Qué locos estaban”, me dice, y se
sorprende de que yo siga vivo.)
“Ramón era más bien chaparro, de
ojos verdes, cabello largo, delgado, risueño y desmadroso”, según me describe
Alberto Vargas Iturbe, atinadamente. Sigo siendo. Tan es así que siempre que me
miro al espejo, me pregunto: “¿otra vez yo?”.
Él mismo aporta un dato que no
muy recordaba yo. Ese dato llevó a unos a la locura, a otros a la muerte, y a algunos
nos hizo dar vuelta en U. “A mediados de los años 80 nos reuníamos en un café
del Centro Histórico de la
Ciudad de México. Nos llegamos a reunir hasta 40. El café se
ubicaba en la esquina de Dolores y Victoria. Todo marchaba bien hasta que
llegaron los Infrarrealistas. A ésos les gustaba el vicio de todo tipo. Pedían
café y un vaso con agua, sacaban la botella a escondidas y estaban tome y tome.
Al poco tiempo se enteró el dueño y nos corrió. Muchos ‘Infras’ publicaron en Desmadre”.
Recuerdo a dos hermanos
michoacanos, de apellido Méndez. Uno falleció. Con el otro (Ramón) coincidí, en
el 2002, como corrector de estilo en el tabloide Zócalo, fundado por el periodista Carlos Padilla en la Ciudad de México.
Esos hermanos eran de carrera
larga. Estar con ellos era como sentarse en la silla eléctrica. El peor de
todos los ‘Infras’ era Mario Santiago Papasquiaro. El tipo daba miedo y era muy
difícil seguirle el ritmo.
Sobre él ha escrito un tal poeta
Luis Felipe Fabre, en su libro Arte &
Basura, según me enteré apenas el pasado 28 de febrero.
“El mundo de Papasquiaro es un
universo masticado, digerido, escupido y vomitado por los amigos con los que
formó el Infrarrealismo, entre ellos el chileno Roberto Bolaño”.
Fabre describe a Santiago como
alguien “de vida atribulada y dueño de una personalidad arrolladora, cruzada
por la seria adicción al alcohol que lo acompañó desde edad temprana y que lo
hizo morir, también prematuramente, en un accidente de tráfico” (1998).
Ramón Méndez lo describe como
alguien “inteligente, perspicaz y culto”. Otros lo definen como una persona “de
vida aciaga, totalmente entregado a la bohemia y a la escritura no ortodoxa de
poemas”.
Yo ignoraba que escritores como
Carmen Boullosa, Juan Villoro y Alejandro Aura lo conocieron y publicaron.
“Mario Santiago Papasquiaro es la
mejor obra de Mario Santiago Papasquiaro”, escribe el tal Fabre.
No estoy de acuerdo. Anécdotas
chistosas aparte, el tipo era insoportable. Dispuesto a llamar la atención al
menor pretexto. Se sentía la última cerveza del estadio. Un ángel caído. Un rey
en el exilio.
Su mundillo lo ha descrito bien
el poeta Hugo Gutiérrez Vega: “Los Infrarrealistas vinieron a verme para
pedirme un aula (en la Casa
del Lago de Chapultepec). Se las di. Ahí comían y a veces dormían. Por entonces
fueron contratados para dos recitales de poesía, pero pagaron esa hospitalidad
robando cosas. Los ‘Infras’ eran un grupo de jóvenes greñudos, aspirantes a
poetas, que iban de un lado a otro reventando recitales y lecturas de
escritores como Octavio Paz. Una estrategia guerrillera de golpear al objetivo
y retirarse”.
Tal cual.
El café ‘La Habana’ era la cueva de los
‘Infras’. Allí era también punto de encuentro de periodistas, intelectuales,
artistas, pirujillas y burócratas oficinistas que trabajaban en la Secretaría de
Gobernación, ubicada a 100
metros de distancia.
No sé cómo, pero Santiago olfateó
las tertulias literarias que culminaban con un número más de la revista Desmadre. Sabía que le huíamos, pero nos
seguía. Como un perrito. De veras no entiendo qué le admiran sus admiradores.
miércoles, 8 de mayo de 2013
Adéndum al Pacto: engáñame, pero no me dejes
El ridículo Adéndum al Pacto por México firmado hoy entre el PRI-gobierno y los partidos satélite --la derecha panista y la izquierda colaboracionista del PRD con los chuchos a la cabeza-- para garantizar elecciones limpias, equidad y blindaje contra el uso electoral de los programas sociales, no hace sino repetir lo que ya se consigna como delitos electorales en la legislación vigente.
¿Tenía sentido toda la parafernalia y el gasto erogado para montar un tinglado en el que los concurrentes --delincuentes electorales todos ellos-- se comprometen a evitar conductas ilícitas tipificadas por la ley vigente en vez de simplemente aplicarla?
Se trata de lavarle la cara a un acuerdo cupular sin representación de la sociedad --pues los partidos han perdido legitimidad representativa-- firmado por unos políticos para llevar adelante programas de Ajuste Estructural encaminados a promover los negocios y la prosperidad de unos cuantos, a costa de las riquezas del país.
Asistimos entonces a la simulación de la simulación. Puesta en evidencia la ingenuidad de los opositores al creer que el gobierno y el PRI no utilizarían la llamada cruzada contra el hambre con fines electorales, como desde el principio se advirtió, ahora dizque lo forzaron a sentarse a firmar once compromisos adicionales con los que supuestamente se le atarán las manos para no seguir lucrando políticamente con los programas sociales en temporada de elecciones.
Comicios a los que se presentarán esos partidos indigentes, autollamados de oposición, no se sabe en calidad de qué frente a los electores, pues si ya todos "están a partir un piñón" con el gobierno, y de acuerdo en el mismo proyecto de país, entonces para qué buscar el poder cada uno por su lado.
Partidos "opositores" que se convencieron a sí mismos, ellos solitos, de seguir en un mecanismo de concertación de élites políticas, al que se aferran como una forma de garantizar su presencia pública y no quedar marginados o arrasados por la maquinaria gubernamental que con ellos o sin ellos podría llevar adelante el designio fondomonetarista de las reformas; adhesión que pretenden cobrar en su momento por migajas de poder habida cuenta de su ya sospechada debacle electoral en los comicios del próximo julio, dado su desdibujamiento ya no digamos ideológico sino como simples opositores en virtud de la magia pactista.
El PRD ha dado ya suficientes muestras de la forma en que se traiciona a sí mismo y de cómo racionaliza o justifica esos retrocesos con tal de seguir siendo parte de la cargada reformista del peñanietismo En ocasión de la recién aprobada reforma que redujo el arraigo de 80 a 40 días, el perredismo se pronunció inicialmente por la desaparición de esa figura que, en efecto, atenta contra los derechos humanos y el debido proceso de los acusados, pero terminó votando en favor sólo de la reducción del periodo.
Hubo de hacer publicar un desplegado para aclarar que aprobó la enmienda porque "se introdujeron elementos de control y vigilancia para proteger los derechos humanos de los indiciados".
Algo similar a lo ocurrido con la firma del llamado Adendum al Pacto por México: el gobierno se burla de ellos, los trampea, pero terminan plegándose en razón, según ellos, de los sacrosantos "altos intereses de la nación", o del gradualismo al que los obliga su condición subordinada.
Tanto ha tergiversado y envenenado ese Pacto la estructura política del país, que no sólo los partidos han perdido su perfil para conformar una masa informe, sino que la propia división de poderes parece naufragar ante el corporativismo pactista. Cosa de ver cómo la publicidad del Senado se ha plegado al Ejecutivo al utilizar como rúbrica de sus mensajes el mismo eslogan del gobierno: aquello de hacer leyes para mover a México.Así vamos.
¿Tenía sentido toda la parafernalia y el gasto erogado para montar un tinglado en el que los concurrentes --delincuentes electorales todos ellos-- se comprometen a evitar conductas ilícitas tipificadas por la ley vigente en vez de simplemente aplicarla?
Se trata de lavarle la cara a un acuerdo cupular sin representación de la sociedad --pues los partidos han perdido legitimidad representativa-- firmado por unos políticos para llevar adelante programas de Ajuste Estructural encaminados a promover los negocios y la prosperidad de unos cuantos, a costa de las riquezas del país.
Asistimos entonces a la simulación de la simulación. Puesta en evidencia la ingenuidad de los opositores al creer que el gobierno y el PRI no utilizarían la llamada cruzada contra el hambre con fines electorales, como desde el principio se advirtió, ahora dizque lo forzaron a sentarse a firmar once compromisos adicionales con los que supuestamente se le atarán las manos para no seguir lucrando políticamente con los programas sociales en temporada de elecciones.
Comicios a los que se presentarán esos partidos indigentes, autollamados de oposición, no se sabe en calidad de qué frente a los electores, pues si ya todos "están a partir un piñón" con el gobierno, y de acuerdo en el mismo proyecto de país, entonces para qué buscar el poder cada uno por su lado.
Partidos "opositores" que se convencieron a sí mismos, ellos solitos, de seguir en un mecanismo de concertación de élites políticas, al que se aferran como una forma de garantizar su presencia pública y no quedar marginados o arrasados por la maquinaria gubernamental que con ellos o sin ellos podría llevar adelante el designio fondomonetarista de las reformas; adhesión que pretenden cobrar en su momento por migajas de poder habida cuenta de su ya sospechada debacle electoral en los comicios del próximo julio, dado su desdibujamiento ya no digamos ideológico sino como simples opositores en virtud de la magia pactista.
El PRD ha dado ya suficientes muestras de la forma en que se traiciona a sí mismo y de cómo racionaliza o justifica esos retrocesos con tal de seguir siendo parte de la cargada reformista del peñanietismo En ocasión de la recién aprobada reforma que redujo el arraigo de 80 a 40 días, el perredismo se pronunció inicialmente por la desaparición de esa figura que, en efecto, atenta contra los derechos humanos y el debido proceso de los acusados, pero terminó votando en favor sólo de la reducción del periodo.
Hubo de hacer publicar un desplegado para aclarar que aprobó la enmienda porque "se introdujeron elementos de control y vigilancia para proteger los derechos humanos de los indiciados".
Algo similar a lo ocurrido con la firma del llamado Adendum al Pacto por México: el gobierno se burla de ellos, los trampea, pero terminan plegándose en razón, según ellos, de los sacrosantos "altos intereses de la nación", o del gradualismo al que los obliga su condición subordinada.
Tanto ha tergiversado y envenenado ese Pacto la estructura política del país, que no sólo los partidos han perdido su perfil para conformar una masa informe, sino que la propia división de poderes parece naufragar ante el corporativismo pactista. Cosa de ver cómo la publicidad del Senado se ha plegado al Ejecutivo al utilizar como rúbrica de sus mensajes el mismo eslogan del gobierno: aquello de hacer leyes para mover a México.Así vamos.
jueves, 2 de mayo de 2013
Entre el oficio y el desmadre/V
Texto de Ramón Martínez de Velasco, colaborador invitado.
Visto con los ojos del presente,
ahora caigo en la cuenta de que el oficio de escribir es un juego peligroso. O
puede llegar a serlo.
Esta certeza aplica para la
literatura y el periodismo, aún hoy.
Me remonto a los albores de los
años 80, periodo al que me ha remitido Alberto Vargas Iturbe, quien en su texto
titulado ‘Necropsia de un poeta’ nos cita a Luciano Cano Estrada, a Juan
Bautista Mendoza, a Martín Ortiz Zaldívar y al autor de esta columna,
fundadores de la revista Desmadre. (Entre el oficio y el desmadre/IV.)
Brevemente, citaré que a Vargas
Iturbe (nacido en Jungapeo, Michoacán, y embrutecido en Ciudad Nezahualcóyotl,
Distrito Federal) lo conocí en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, donde ambos fuimos
alumnos del muy famoso periodista Fernando Benítez, quien impartía la materia
de Géneros Periodísticos.
Allí, en clase, leyó un cuento
que aterrorizó a don Fernando, y que ahora forma parte de su libro Miscelánea ‘Los Tarascos’. (Sexo en la
trastienda). “Es usted un rufián”, le dijo, sin rodeos, Benítez, y todos
soltamos la carcajada. Así que, al crearse la revista Desmadre, no la pensamos. Él tenía que escribir en sus páginas. Y
así fue.
Al recordar aquellas épocas, y a
quienes jugamos el peligroso juego de escribir, Alberto apunta en su ‘Necropsia
de un poeta’:
“Luciano murió de cirrosis.
Martín se fue a Veracruz. Ramón a Querétaro. Juan Bautista se casó y
desapareció. No sabemos si se retiraron o sigan escribiendo. Hace varios años
que no se comunican”.
Pues sí, Luciano falleció. Y
cuando me lo informaron no me sorprendí. Esa es la verdad. De hecho, lo primero
que pregunté fue: ¿se suicidó? Ya era cuarentón, tirándole a cincuentón. No se
suicidó, pero la suya fue una muerte prolongada.
A él se debe la idea de la
revista. El nombre, Desmadre, se le
ocurrió para hacerle dizque competencia al de Caos, una revista hispano-mexicana que dirigían el académico Héctor
Subirats y el poeta veracruzano José Luis Rivas.
Héctor Subirats fue mi maestro de
Metodología en la FCPyS,
de la que ahora reniega. Un tipo divertido, inteligente, intelectual, fumador
empedernido, medio farsante, discípulo del filósofo Fernando Savater (e-veracruz.mx/2013/index.php/2012-06-13-18-40-00/universidades/item/claridad-humor-y-prosa-esplendida-meritos-de-savater-hector-subirats).
Rivas era su patiño durante la
clase (www.elfaro.net/es/201006/el_agora/1965/).
De Subirats tengo dos anécdotas:
Una la narra Alberto Vargas: “Ramón
y Luciano hablaban del suicidio, influenciados por un maestrito pendejo que
daba clases de Metodología en la
Facultad”. (Ese “maestrito pendejo” es Héctor Subirats.
Claro, muy su opinión.)
“Un joven estudiante se suicidó
por hacerle caso y ese maestro pendejo tenía el descaro de presumir ese hecho”.
(No me constan ambas situaciones, ni nunca intentó influirme para suicidarme.)
“(Héctor) Se iba a tomar vino tinto y nunca se suicidó”.
En efecto, sigue vivito y
coleando. Y sí, tomaba bastante vino tinto. A mí me invitó a un par de
tertulias a su departamento y de ambas salí girando de allí.
Ahora, va la segunda anécdota.
Líneas arriba he afirmado que era
“medio farsante”. A Héctor Subirats le encantaba la anti-Metodología, así que
en su clase hablaba mucho de anarquía, suicidio, transgresión, la muerte de
Dios, locura y cosas por el estilo.
Héctor formaba grupos de trabajo.
Cuando a mi equipo le tocó exponer, mi amigazo Pepe propuso que todos
saliéramos del aula y fuéramos a ‘las islas’ de Ciudad Universitaria a tomar vino
tinto.
Subirats aceptó (no le quedaba de
otra) pero ya en ‘las islas’ volteaba para todos lados. Unos 25 alumnos bebimos
nuestras respectivas dosis de vino tinto. De pronto, Pepe saca y prende un
churro de mota y le ofrece a Héctor un ‘toque’. Éste se hace para atrás,
asustado, y hasta se derrama vino en su camiseta. (Nomás de acordarme estoy
carcajeándome.) Inventa un pretexto y se larga de allí, casi corriendo.
Pepe apaga el churro y les dice a
todos los compañeros que nuestra exposición consistía en exhibir a Héctor
Subirats. Exhibirlo como un rollero. Como alguien que nos invitaba a quebrantar
valores, leyes, normas y costumbres, pero que a la hora de la hora se ponía
paranóico y se iba tragando camote.
Pepe era un cabrón. De barrio
bravo. A donde era muy difícil entrar sin conocer a alguien. Un tipo de una
pieza. Siempre me pareció como un personaje nacido en el país equivocado, en la
época equivocada.
Para la siguiente clase, Subirats
y su patiño José Luis Rivas se vieron casi obligados a quitarse la máscara de
dizque desmadrosos y anarquistas.
Mi equipo de trabajo, conformado
por seis locos a quienes muy difícilmente se les podía engañar, abandonó el
barco. La moraleja de esta anécdota es:
no hay que ser hablador.
Nos leemos en la próxima entrega. Será la entrega número VI.
lunes, 29 de abril de 2013
Vivir experiencias, nuevo paradigma del consumismo
Las nuevas estrategias de incitación al consumo buscan presentarlo, no ya como un acto mecánico de mera adquisición, sino como una experiencia disfrutable de vida, y como tal inolvidable, de modo que busque repetirse incesantemente.
Si ya la narrativa de la innovación (variante semántico de la moda), empuja a los consumidores a comprar aceleradamente nuevos productos para no ser arrasados por la "obsolescencia", el nuevo paradigma del consumo como "experiencia" es una invitación al disfrute instintivo de la vida. No en balde la innovación comercial está sustentada en este principio: hacer la vida de los clientes más sencilla, más productiva, más cómoda, más divertida, más fácil.
Así ¿para qué ocuparnos los demás de pensar si basta con los sentidos para apropiarse del mundo?: mira (enamórate de las formas, de imágenes más nítidas, en alta definición y multidimensionales); escucha (sonidos envolventes, estereofónicos producidos digitalmente); huele (aromas cautivantes); saborea y toca.
Si desde siempre, la publicidad ha sido dirigida a nuestra parte afectiva, hoy da un nuevo paso: nos induce a vivir lo que se siente no sólo desear, sino, sobre todo, lo que se siente poseer-tener-comprar. Nos conduce a lo que llama "vivir una experiencia".
Es el principio de la llamada estrategia del oceáno azul, propuesta en 2005 por W. Chan Kim: La gente compra experiencias. Está dispuesta a pagar por vivir nuevas formas de sentir, nuevas sensaciones. De allí han surgido estrategias de venta como las empleadas por las agencias automotrices.
Lo que ahora se conoce como "prueba de manejo", no es otra cosa que acercar al cliente a la experiencia vívida de conducir el auto con el que ya sueña. Transformar el sueño-deseo en realidad al alcance de la mano, en hacer que la vida ya no pueda concebirse sin aquello. El comerciasl del cliente que llama en la madrugada al agente de ventas para confirmar a qué hora abren al día siguiente porque ya no puede estar sin el auto que le mostraron, ilustra lo anterior.
El cine es un claro ejemplo de cómo la venta de sensaciones rescató una industria. La irrupción masiva de videocaseteras a mediados de los años 80 del siglo XX disminuyó drásticamente la asistencia a las salas. Los videocentros y negocios similares se multiplicaron y se volvieron prósperos. Allí las personas podían rentar o comprar películas para disfrutarlas en casa. La experiencia de ver cine era muy similar y, lo mejor: más barata.
Campañas de publicidad como aquella de que "El cine se ve mejor en el cine" no fueron capaces de lograr que la gente regresara a las salas. El sonido digital, primero, y la tecnología 3D y 4D en los años recientes fraguaron la diferencia. Hoy, pese a que es posible conseguir copias en CD incluso de los estrenos, y aun antes de que estén en cartelera, el público forma largas filas ante las taquillas de los cines porque quieren vivir la "experiencia" de "Ver", oir y casi "tocar" el cine (de nuevo el imperio de los sentidos).
El auge ha sido tal que las modernas plazas comerciales se diseñan y construyen teniendo como negocio "ancla" un conjunto cinematográfico. En contraparte, los videocentros se extinguieron.
Hacer que el cliente perciba la compra no como una adquisición, sino como toda una experiencia que lo colmará de sensaciones nunca antes experimentadas y que despertarán en él el deseo de repetirlas, es el nuevo paradigma.
Véase al efecto, la declaración de Patricio Slim Domit, presidente del Consejo de Administración de Sears, al inaugurar esa cadena de tiendas una nueva sucursal en Santa Fe:
Integer México es parte de Integer Group, la agencia de Shopper Marketing más importante del mundo. El grupo inauguró recientemente una Shopper Stage (estación del comprador), un foro --dicen ellos-- "en el que las experiencias de marca se vuelven tangibles y se magnifican". La frase carece de sentido, pero así es el lenguaje de los genios del nuevo marketing.
Y, creyéndose originales, añaden lo que para ellos es la definición de una compra, aunque en realidad lo único que hacen es repetir el paradigma:
Incluso la estrategia ya se emplea digamos que a ras de tierra: algunos vendedores ambulantes que suben a los llamados "peseros", antes de ofrecer nada pasan a cada lugar a depositar en las manos de los pasajeros su producto. A su modo, el concepto es el mismo: hacer vivir la experiencia de tener el producto, que el comprador experimente sentirlo y, si es comestible, despertar el antojo.
Y así. La experiencia, la vivencia de sensaciones agradables que proporciona la compra, sólo comparable al estado de felicidad suprema, un nirvana, pues.
Si ya la narrativa de la innovación (variante semántico de la moda), empuja a los consumidores a comprar aceleradamente nuevos productos para no ser arrasados por la "obsolescencia", el nuevo paradigma del consumo como "experiencia" es una invitación al disfrute instintivo de la vida. No en balde la innovación comercial está sustentada en este principio: hacer la vida de los clientes más sencilla, más productiva, más cómoda, más divertida, más fácil.
Así ¿para qué ocuparnos los demás de pensar si basta con los sentidos para apropiarse del mundo?: mira (enamórate de las formas, de imágenes más nítidas, en alta definición y multidimensionales); escucha (sonidos envolventes, estereofónicos producidos digitalmente); huele (aromas cautivantes); saborea y toca.
Si desde siempre, la publicidad ha sido dirigida a nuestra parte afectiva, hoy da un nuevo paso: nos induce a vivir lo que se siente no sólo desear, sino, sobre todo, lo que se siente poseer-tener-comprar. Nos conduce a lo que llama "vivir una experiencia".
Es el principio de la llamada estrategia del oceáno azul, propuesta en 2005 por W. Chan Kim: La gente compra experiencias. Está dispuesta a pagar por vivir nuevas formas de sentir, nuevas sensaciones. De allí han surgido estrategias de venta como las empleadas por las agencias automotrices.
Lo que ahora se conoce como "prueba de manejo", no es otra cosa que acercar al cliente a la experiencia vívida de conducir el auto con el que ya sueña. Transformar el sueño-deseo en realidad al alcance de la mano, en hacer que la vida ya no pueda concebirse sin aquello. El comerciasl del cliente que llama en la madrugada al agente de ventas para confirmar a qué hora abren al día siguiente porque ya no puede estar sin el auto que le mostraron, ilustra lo anterior.
El cine es un claro ejemplo de cómo la venta de sensaciones rescató una industria. La irrupción masiva de videocaseteras a mediados de los años 80 del siglo XX disminuyó drásticamente la asistencia a las salas. Los videocentros y negocios similares se multiplicaron y se volvieron prósperos. Allí las personas podían rentar o comprar películas para disfrutarlas en casa. La experiencia de ver cine era muy similar y, lo mejor: más barata.
Campañas de publicidad como aquella de que "El cine se ve mejor en el cine" no fueron capaces de lograr que la gente regresara a las salas. El sonido digital, primero, y la tecnología 3D y 4D en los años recientes fraguaron la diferencia. Hoy, pese a que es posible conseguir copias en CD incluso de los estrenos, y aun antes de que estén en cartelera, el público forma largas filas ante las taquillas de los cines porque quieren vivir la "experiencia" de "Ver", oir y casi "tocar" el cine (de nuevo el imperio de los sentidos).
El auge ha sido tal que las modernas plazas comerciales se diseñan y construyen teniendo como negocio "ancla" un conjunto cinematográfico. En contraparte, los videocentros se extinguieron.
Hacer que el cliente perciba la compra no como una adquisición, sino como toda una experiencia que lo colmará de sensaciones nunca antes experimentadas y que despertarán en él el deseo de repetirlas, es el nuevo paradigma.
Véase al efecto, la declaración de Patricio Slim Domit, presidente del Consejo de Administración de Sears, al inaugurar esa cadena de tiendas una nueva sucursal en Santa Fe:
"Centro Santa Fe es un mundo de vanguardia, glamour, exclusividad, versatilidad, servicio y entretenimiento. Un lugar hecho para que los visitantes alcancen y vivan experiencias inolvidables" (Reforma, sección Sociales, 17 de marzo de 2013)Sportia (bicicletas, accesorios y servicios especializados), se define a sí misma como una Concept Store (Tienda de concepto), que "va más allá de una simple tienda de deportes; aquí se pueden encontrar una serie de servicios especializados y únicos que respaldan ese deseo de compra" (Reforma, secc. Sociales, p. 2, 17 de marzo de 2013).
Integer México es parte de Integer Group, la agencia de Shopper Marketing más importante del mundo. El grupo inauguró recientemente una Shopper Stage (estación del comprador), un foro --dicen ellos-- "en el que las experiencias de marca se vuelven tangibles y se magnifican". La frase carece de sentido, pero así es el lenguaje de los genios del nuevo marketing.
Y, creyéndose originales, añaden lo que para ellos es la definición de una compra, aunque en realidad lo único que hacen es repetir el paradigma:
"La cultura del Shopper Marketing debe experimentarse. Además de tener buenas ideas y grandes anuncios, el Shopper Marketing requiere de un entendimiento profundo de todo lo que una compra conlleva: porque al final todos somos compradores y todos queremos vivir experiencias".Y no se crea que sólo los consorcios más exclusivos están intentando explotar el concepto. Las marcas de la gente de a pie también lo hacen: Pizza hut promete a sus consumidores "una experiencia de sabor"; las farmacias San Isidro ofrecen "una experiencia de compra al mejor precio".
Incluso la estrategia ya se emplea digamos que a ras de tierra: algunos vendedores ambulantes que suben a los llamados "peseros", antes de ofrecer nada pasan a cada lugar a depositar en las manos de los pasajeros su producto. A su modo, el concepto es el mismo: hacer vivir la experiencia de tener el producto, que el comprador experimente sentirlo y, si es comestible, despertar el antojo.
Y así. La experiencia, la vivencia de sensaciones agradables que proporciona la compra, sólo comparable al estado de felicidad suprema, un nirvana, pues.
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