lunes, 11 de abril de 2011

Enrique Diemecke



El director de orquesta mexicano Enrique Arturo Diemecke regresará al país el mes de junio próximo para hacerse cargo de la dirección artística de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM).

El autor de Contadero entrevistó al maestro Diemecke en marzo de 2007, cuando estaba por dejar la dirección de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), al frente de la cual estuvo durante 16 años y medio. Reproduzco aquí parte de esa conversación.

--¿Cuál es el margen de intervención de un director ante una partitura?

Diemecke: Los compositores nos dan una idea de lo que quieren que nosotros, a través del tiempo, vayamos entendiendo para poder interpretar. Las indicaciones que un compositor nos deja son, sin embargo, muy generales. Un movimiento de una sinfonía puede nada más indicar Allegro con brío. ¿Qué significa esto? Alegría con brillo. Pero esta alegría qué significa en el siglo XXI. ¿Cómo era la alegría en el siglo XIX?

El director conduce a la orquesta a comprender cómo se interpretaban estos términos en la época en que el compositor escribió. El director unifica a los artistas en la idea general de la obra. Porque puede suceder que algún músico piense que si una obra es del siglo XVIII no puede interpretarse como si fuera del XIX, porque así se lo enseñó su maestro. Entonces uno debe tener la fuerza para conducirlos a adoptar un criterio que afortunada o desafortunadamente es el del director.

El director tiene que consensar, pero la ley primaria es la del compositor. Uno tiene que pensar en la época en que una pieza fue compuesta, en el estado de ánimo del compositor y en lo que a través del tiempo se ha ido descubriendo acerca de esa obra.

--Usted suele comparar las orquestas con una República, pero por lo que dice, no sería una República democrática.

Diemecke: Vamos a introducir un matiz. El director consensa. Pero existe una ley que debe ser respetada, y esa ley se llama música. El director está al frente para que todo funcione de una manera perfecta, y la única forma de hacerlo es respetando la ley o viene la anarquía. Siempre hay un toma y daca y uno debe aprender a ceder en algunas cosas.

--Una orquesta puede sonar muy bien, pero no conmover ni lograr esa necesaria comunión con el público ¿cómo equilibra virtuosismo técnico con el sentimiento, con la pasión?

Diemecke: Esa fue una de las grandes batallas del siglo XX. La gente buscó la expresión técnica hasta la exageración y se olvidó de la pasión y de la expresión. Los propios compositores escribieron música con gran precisión técnica: donde sólo luciera lo técnico y donde no tuviera cabida ni la pasión ni la emoción.

El director debe buscar ese equilibrio. Y aunque una obra esté escrita con precisión técnica, si uno piensa que debe tener fogosidad el director puede imprimirla. Eso se trabaja en los ensayos. El director guía a los músicos y les señala hasta dónde debe buscarse la perfección y dónde debe empezar la pasión. Cuando se alcanzan ambos se logra algo muy especial, se rompen todas las barreras.Uno debe cuidar ambos factores, porque sólo así se consigue la perfección en una ejecusión.

--Usted es un director multipremiado, y de más en más vemos cómo se multiplican los premios para la música clásica. Hay incluso un Grammy para el mejor disco de la especialidad ¿Cree que esto contribuye a extender la cultura musical o es simple estrategia comercial?

Diemecke: Los premios estimulan al ejecutante a seguir desarrollándose, pero también para que uno sepa dónde está su nivel. Un premio no es para colgárselo y echarse a dormir, sino para medir el desarrollo personal alcanzado. La música clásica tiene mucha competencia con la música comercial, y por eso es importante que esté presente en los Grammys, para que no desaparezca del escaparate y se note que sigue existiendo.

--¿Pero esa exposición no se queda al nivel de los highlight? Vaya, todos conocemos la Pequeña serenata nocturna, pero no la segunda sinfonía de Jean Sibelius, por ejemplo.



Diemecke: Creo que todo lo que ayude a presentar la música clásica en cualquier ambiente siempre es mejor que nada. La segunda sinfonía de Sibelius también es conocida, pero la gente no sabe que se trata de esa pieza...

--Hasta que la escucha en algún gingle

Diemecke: Sí, por ejemplo, Finlandia, que también es de Sibelius, aparece al final de la película Duro de matar II, y mucha gente la escucha, pero no sabe que se trata de esa obra. También aparece esta música en los ringtones. Incluso hay una orquesta londinense dedicada a grabar ringtones.

Lo único que sí pido es que la música clásica esté bien presentada. Que no se distorsione. En una época estuve en contra de arreglos sinfónicos con baterías y guitarras eléctricas, que pretendían actualizar a los clásicos, pero los deformaron porque le dieron una expresión totalmente errónea a la idea del compositor.

Que se presente, pero en su forma original para que el público la absorba de esa manera, de lo contrario sería como servir enchiladas...con catsup.

--Hace unos años comentó que un problema de los conjuntos orquestales mexicanos era la falta de continuidad. Usted lleva 16 años al frente de la OSN ¿cuál cree que sea el principal aporte que ha dejado a la orquesta en todo ese tiempo?

Diemecke: Dieciséis y medio para ser exactos. Una entrega total a la música para la que nacimos y fuimos entrenados y amamos. En la orquesta llegamos a la comprensión de que ante todo estaba la música. Y que podían ocurrir situaciones externas, pero que no debían afectar el amor y la pasión que sentimos por la música, pues mientras la música siga tocándose habrá vida.

viernes, 8 de abril de 2011

Ciro Gómez Leyva: manipular al oyente



Ciro Gómez Leyva es un periodista al servicio del poder. No se trata de una afirmación maniquea. Es, en cambio, una definición que puede verificarse empíricamente, mediante sus textos en el periódico Milenio, o mediante sus opiniones en su programa de radio o en Tercer Grado que graba en Televisa junto con Carlos Marín, Dennis Maerker y Joaquín López Dóriga.

Cobijado con el manto de una muy dudosa objetividad, que él pretende acreditar sólo porque procura entrevistar a todas las partes involucradas siempre que surge algún conflicto social o político, se ha lanzado contra aquellos periodistas que examinan con rigor crítico las posturas de los hombres del poder, acusándolos de tener una visión conspirativa de la realidad.

Gómez Leyva desestima todo análisis crítico que no se base en hechos demostrables. No está mal que así lo haga. Es un deber del periodista. Sólo que se trata de una postura que en realidad le hace el juego al grupo gobernante, porque también es un deber del periodista investigar los indicios que pueden conducir a revelar acciones impropias en el gobernante.

Él y sus compañeros rechazan las teorías de la conspiración y entonces parten del hecho de los grupos de poder actúan desinteresadamente, sin animosidades ni pasiones partidistas ni ideológicas. Esto, siempre que no se trate de opositores, porque, entonces sí, la famosa objetividad queda en un cajón.

Este viernes, por ejemplo, en su programa de radio, Fórmula de la tarde, Gómez Leyva fustigó a quienes critican al gobernador de Chihuahua, César Duarte, por su propuesta de hacer obligatoria la inscripción de ninis (la leva en la era de la informática) al ejército durante un periodo de tres años.

Lo critican, dijo el periodista, pero por ignorancia o falta de imaginación, nadie propone nada. En cambio --completó su parto de difíciles ideas-- a quien se atreve y sale a proponer algo, se lo acaban con críticas.

Este argumento de que nadie propone es falaz. Gómez Leyva miente o está desinformado. Sea de ello lo que fuere, en ambos casos, por ignorancia o mendacidad, manipula y predispone la opinión de los radioescuchas contra todos aquellos que formulan críticas a los poderes constituidos. En eso consiste su labor manipuladora.

Veamos: apenas es concebible que este comunicador ignore que desde distintas tribunas (académicos, intelectuales, partidos políticos, grupos de economistas y destacadamente el doctor José Narro Robles, rector de la UNAM) y en diversos tonos se ha propuesto que se abandone el actual modelo económico.

Como se ha documentado, es este modelo basado en el denominado Consenso de Washington, el responsable de que este país haya crecido en los últimos 30 años a una tasa promedio de 1.9%, cuando se requieren tasas de crecimiento del orden de 6% anual.

Es este modelo el que favorece la concentración de ingreso, el que otorga ventajas a los capitales golondrinos  que obtienen ganancias en inversiones especulativas y no en las productivas; todo ello condujo a este país a la falta de empleos, la caída de los salarios en términos reales, el regateo de recursos para inversión en educación, ciencia, tecnología y cultura.

Es este modelo el que ha cancelado las oportunidades de educación y de trabajo a las jóvenes generaciones, ahora bautizados con el acrónimo ninis y que incluso medra con las pensiones de los más viejos.

La propuesta no puede ser otra que modificar el modelo económico que condujo al país a esta situación. Pero para Gómez Leyva y otros periodistas de su clase, eso no debe tocarse porque es el modelo impuesto y del que se benefician sus patrones.

Nada contra el statu quo al que sirven sin declararlo. Seguramente estaría contento con escuchar propuestas que no modifiquen el actual estado de cosas, propuestas cómodas que se ajusten al esquema conocido, propuestas cosméticas que en vez de resolver sólo sean paliativos ante los problemas.

Ese es el corazón de su manipulación: descalificar las críticas, hacer ver a los inconformes sólo como opositores irracionales. Y ocultar las propuestas, esas que apuntan a desmoronar el actual estado de cosas del cual él y otros como él creen beneficiarse, aunque en realidad sólo sean lamentables operadores.

PRD o el tonto inútil

Esta mañana Oscar Mario Beteta, el conductor del noticiario En los tiempos de la radio, "entrevistó" al presidente del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en el estado de México, Luis Sánchez Jiménez.

La conversación resultó de antología porque compendia el modo en que desde los medios de comunicación se denosta la figura política de Andrés Manuel López Obrador.

Beteta, en su bien conocida veta de vocero gubernamental, se "olvidó" de la objetividad periodística. Escribo lo anterior no porque crea que tal objetividad exista, sino porque él y otros periodistas (léase Ciro Gómez Leyva y Carlos Marín, entre otros) corren a cobijarse bajo su manto y la invocan desgarrándose las vestiduras cuando así conviene a los intereses de quienes sirven.

El intercambio entre ambos personajes no tiene desperdicio: el líder partidista lloriqueaba:
--Es que López Obrador se opuso a la alianza en el Edomex porque no le interesa la suerte de los mexiquenses; a lo que el comunicador secundaba:
--Sí, hombre, qué barbaridad, todo con tal de afianzar su candidatura hacia el 2012.
--Sí, sólo ve por sus intereses personales.
--Es increíble que eche a perder el esfuerzo de su partido y que no atienda la opinión ciudadana.

Ese fue el tono de la "entrevista". Pero vengamos al asunto de este post. Entre las declaraciones del "líder" del perredismo mexiquense destaco una: sin alianza el PRD no puede ganar en el Edomex; seamos realistas, admitió, solos no podemos ganar esa elección.

La declaración llama la atención porque constituye un abierto reconocimiento de la incapacidad de la militancia y sus líderes --desde luego del propio declarante-- para atraer las preferencias de los electores. Es un reconocimiento de la falta de trabajo político de ese partido entre los ciudadanos de ese estado.

Si llegado el tiempo de una elección, un partido reconoce que no tiene posibilidades de ganarla, eso significa que su oferta política no resulta atractiva para los electores porque o no se ha sido capaz de diferenciarla ni ha sido exitosa cuando se ha gobernado, o porque la población no conoce esa oferta.

En ambos casos, lo que esa situación revela es la incapacidad partidista para acercarse a los ciudadanos y realizar un trabajo político allí donde importa: en la colonia, en el barrio, en el ámbito cotidiano de las personas.¿Quien esperan que realice ese trabajo? ¿Creerán, por ventura, que sólo con espots concitarán adhesiones?

Ese hecho ilustra con suficiencia la crisis del actual sistema de partidos: han abandonado la representación y gestión de los intereses ciudadanos, así como la educación político-ideológica que permita formar ciudadanos en el ejercicio cabal e intensivo de sus derechos y no simples clientelas políticas. 

Cuando un líder admite que su partido no puede ganar elecciones, lo que está admitiendo es la inutilidad de ese partido como representante de una franja del espectro ideológico de la sociedad. Quizá se trate, en efecto, de un espectro, puesto que resulta inexistente, fantasmal.

Hora de preguntar: ¿qué hacen los dirigentes partidarios con los millones de pesos que como prerrogativas les otorga la ciudadanía vía el Instituto Federal Electoral? ¿Si no es al trabajo político, a qué dedican esas fortunas? ¿Acaso se destinan únicamente a mantener a una --en esos casos y a juzgar por los resultados-- inútil burocracia partidista?

Un partido, hay que recordarlo, está catalogado por la ley como una entidad de interés público. Es decir, como medio y garante de la participación ciudadana en las cosas de la República (de ahí la etimología de la palabra: Res publica), es decir, en los asuntos públicos que regulan la vida política de una nación.

Si no cumple con esas condiciones --como evidentemente no lo hacen nuestros partidos-- está robando el dinero público.

Así, los líderes perredistas del Edomex que pugnan por la alianza con el PAN se han de creer muy listos y han de "pensar" que argumentan impecablemente cuando defienden esa mezcolanza mediante el dicho de que solos no pueden.

En su cortedad de miras no atinan a percibir, que lo único que ventilan con esas declaraciones es su incapacidad política o, mejor, su inutilidad. Pero eso, nadie parece estar dispuesto a discutirlo.

miércoles, 6 de abril de 2011

Marcha: ¡Ni un muerto más!

Ya basta

En México, los ciudadanos de este país necesitamos con urgencia un mecanismo legal, político --llámese revocación del mandato, plebiscito o asamblea popular-- que permita reorientar en cualquier momento la acción gubernamental. El empecinamiento o fascinación malsana de Felipe Calderón por la guerra, por el derramamiento de sangre, por la violencia atroz en que ha sumido al país hacen necesario ese instrumento en manos del pueblo.

Se han discutido ya con suficiencia las motivaciones políticas del michoacano para iniciar y mantener el actual estado de shock, como elemento de control social, incluido el hecho de su sujeción a los designios de Washington en detrimento de nuestra soberanía.

Digamos de paso que el desencuentro coyuntural entre Calderón y la administración Obama --provocado en buena medida por las revelaciones de Wikileaks-- parece superado. Ayer mismo, Michele Leonhart, directora de la agencia antidrogas estadounidense (DEA), regresó al discurso previo al diferendo:

Calificó a Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal, como "el mayor combatiente del narcotráfico en México"; reafirmó el objetivo transexenal de Washington de que esta guerra "debe ir más allá de un gobierno" y confirmó el discurso calderonista de que la violencia "es señal del éxito en la lucha contra los cárteles.

Con tales declaraciones, EUA y Calderón (pues su discurso es coincidente) se colocan claramente del otro lado de la raya y contrapuestos a los miles de ciudadanos mexicanos que esta tarde se manifestarán en 48 ciudades del país y en por lo menos 13 ciudades del extranjero contra esa violencia a la que ellos, sin el menor rubor, consideran "un éxito".

Así, cada uno de los casi 40 mil muertos que ha cobrado esta guerra, cada familia enlutada, cada joven y cada niño (los hermanos Almanza, los jóvenes de Villas de Salvárcar, los estudiantes del Tec de Monterrey, el taxista y la madre que recogió a sus hijos del colegio en Acapulco para morir en un tiroteo, el propio Juan Sicilia), cuyas vida, cuyos proyectos, esperanzas y afanes han sido segados por la brutalidad y la estupidez asesina que nos asola, todos ellos, son, para los gobiernos de uno y otro lado de la frontera --ahora lo confirmamos-- la prueba del "éxito" de la estrategia dictada por EUA y seguida obsecuentemente por Felipe Calderón.     

Se trata de un cinismo desbordado e inhumano que no piensa detenerse, pues ayer mismo también, el jefe del Comando Norte, de Estados Unidos, almirante James Winnefeld, luego de elogiar la cooperación militar con México, sugirió (¿ordenó?) que el gobierno de Calderón "tendría que abrir en su frontera Sur otro frente de lucha contra el crimen organizado", pues el norte de Centroamérica, definió, "es la zona más peligrosa del mundo", si se excluyen las regiones de guerra activa.

Como no piensan detenerse, los ciudadanos tampoco deberíamos hacerlo. En el corto plazo tendríamos que conformar una organización que nos mantenga movilizados de aquí hasta que sea necesario con tal de detener este tsunami de sangre al que estamos expuestos.

Y la marcha de esta tarde podría ser el inicio. Como ha propuesto el propio Javier Sicilia, debería acordarse una marcha nacional similar el día 7 de cada mes. Pero no sólo. Esa organización debería pugnar por empujar reformas constitucionales que hagan imposible que esto se repita.

Esas reformas deben apuntar a terminar con el elitismo democrático, ese que es justificado por autores como Giovanni Sartori, para quien en las elecciones los ciudadanos lo único que hacemos es "decidir quien va a decidir" el rumbo de un país.

Según esa concepción, Calderón estaría en todo su derecho de haber decidido por sí mismo esta guerra, pues quienes lo eligieron --en caso de que en efecto "haigan" sido mayoría y ese 0.56% sea real-- le entregó esa facultad. Se trata, como digo, de un elitismo democrático inaceptable en esta época y cuya concepción tendríamos que modificar, por la vía de instrumentos como la revocación del mandato, cuando no se atiendan las directrices de la sociedad.

Para lograr lo anterior, tendría que recuperarse el artículo 39 de nuestra Constitución (la soberanía reside esencial y originalmente en el pueblo) y modificar el artículo 41, pues, como con acierto ha observado el doctor Juventino V. Castro y Castro, al señalar que el pueblo ejerce su soberanía a través de las autoridades federales y estatales, en los hechos lo que hace es arrebatarle la soberanía al pueblo para reducirlo a la calidad de "simple gobernado".

Sólo liberándonos de estas y otras añagazas legaloides, políticas, sociales y hasta mentales que nos agobian podremos modificar nuestro destino. Por lo pronto, esta tarde

¡TODOS A LA MARCHA!


viernes, 1 de abril de 2011

Beltrones y Ebrard

Manlio Fabio Beltrones, el presidente priísta de la mesa directiva del Senado de la República y Marcelo Ebrard, jefe de gobierno perredista de la ciudad de México, intentaron esta semana relanzar sus figuras públicas como precandidatos presidenciales de sus respectivos partidos.

El detonante, sin duda, fue la forma tersa en que Enrique Peña Nieto, el gobernador priísta del Estado de México, resolvió la nominación de su partido al gobierno de la entidad, en la persona de Erubiel Ávila, un militante sin pedigree --si se le compara con el precandidato perdedor, Alfredo del Mazo Maza--, pero con arraigo, conocimiento de la entidad y, sobre todo, efectivo, pues ha ganado dos veces la alcaldía de Ecatepec.

El lance del fin de semana pasado sorprendió a muchos analistas, pues Peña Nieto libró sin aparentes sobresaltos un episodio --el de la definición del candidato a sucederlo-- en el que muchos calculaban que cometería algún desliz que comprometiera sus propias aspiraciones presidenciales.

No ocurrió así y su figura como principal carta del PRI para el 2012 se acrecentó, y lo hará aún más si Erubiel Ávila se alza con el triunfo en la elección mexiquense.

En esas condiciones, Manlio Fabio Beltrones urgió a su partido a iniciar la discusón sobre el programa de gobierno que enarbolará el tricolor rumbo al 2012 y a definir para qué quieren regresar a Los Pinos, pues, según el legislador, "primero (debe ser) el programa y luego el candidato" para no incurrir en equivocaciones.

Se trata de una maniobra encaminada a bajar la atención de la figura de Peña Nieto. El senador sabe que si la discusión sigue centrándose en la figura política y personal del gobernador, éste ganaría en la batalla de las percepciones. Calcula, en cambio, que tendría alguna oportunidad de fortalecerse si la discusión se desplaza de las personas al terreno de las "ideas".

Ebrard, por su parte, recibió dos reveses en una semana: primero, no logró ser el "fiel de la balanza" en la elección de la dirigencia nacional del PRD, y después debió abandonar el barco de las alianzas en el puerto del Estado de México, donde la maniobra zozobró ante la negativa de Alejandro Encinas de participar en una coalición de la izquierda con el Partido Acción Nacional (PAN).


De modo que esta semana, en un intento de atemperar esas malas jornadas, debió organizarse un nuevo destape, pues desde hace por lo menos un año, anunció que buscaría la candidatura del PRD a la presidencia y en esa condición se ha placeado por el país, en apoyo de los candidatos de la alianza PAN-PRD que participaron en elecciones en ese lapso.

Quizá calculó que le vendría bien reposicionarse como presidenciable fuerte y para ello requería un acto de apoyo a su candidatura para no perder demasiado ante Andrés Manuel López Obrador en el terreno de las percepciones, tras los fracasos señalados.

viernes, 25 de marzo de 2011

Las claves de Iniciativa México

Los "buenos"


¿Qué hace posible un reality como Iniciativa México? Si nos atenemos a los organizadores, la necesidad de convencernos a nosotros mismos de que somos una fuerza que puede transformar al país, que unidos por grandes ideas podemos romper ciclos e inercias.

Según esos mismos organizadores se trata de una iniciativa que en su primera versión movió la conciencia de millones de mexicanos agobiados por la violencia, divididos por los reclamos en un país confundido con su futuro.

El mensaje que recibieron esos millones de ciudadanos, según la televisión, es que en este país hay esperanza porque somos más los buenos que los malos.

El uso de la simplificación o, si se prefiere, del esquematismo buenos/malos atiende a la necesidad inmediata de que el público capte el mensaje. Hay que hablarle en el lenguaje de las telenovelas de donde han aprendido a tipificar conductas y a estereotipar sentimientos, apelar a las emociones para concitar el acuerdo y la convicción de que juntos --Televisa, los medios de comunicación y la sociedad-- somos una fuerza.

Por eso Iniciativa México, como antes el Teletón, le habla al corazón de las personas, al sentimiento en el que las ideologías los intereses y hasta la lucha de clases son entelequias que se disuelven ante la fuerza de la hermandad alcanzada.

En la presentación de la Iniciativa 2011 la escenografía y hasta el acomodo de los participantes es el mismo que hace un año y seguramente se repetirá el próximo. Detrás de los presentadores --Carlos Loret de Mola (Televisa) y Sergio Sarmiento (TV Azteca), el equilibrio del duopolio ante todo-- los capitanes de esas empresas Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego. El tiempo congelado en la fotografía de ese instante en que las diferencias desaparecen y todos somos uno. Lo uniforme permanece.

El esquema del concurso, avisan los presentadores, es el mismo: sacar del anonimato a quien sin pedir nada a cambio se organiza para mejorar y construir sin tener aspiraciones políticas y al margen del reconocimiento mediático.

Se trata --descubriría algún estratega-- de una fuerza social que debe ser mediatizada, es decir, sacada de su entorno para ponerla a concursar a nivel nacional con otros seres igualmente anónimos y desinteresados, en pos de un dinero que nunca soñaron tener.

Gente valiosa, sin duda, a la que es menester cooptar antes que lo hagan los partidos o antes de que, concientizada por su labor y liderazgo, se convierta en futuro opositor (a). ¿Cuál, si no, es el sentido de sacar de su medio a quien trabaja desinteresadamente y convertir su labor, que no fue iniciada con ese propósito, en una mercancía de concurso?

La lógica ensaya una interpretación: identifíquense a esos liderazgos sociales naturales, desprovéase su labor de todo componente social y sustitúyase con el sentimentalismo propio de una telenovela rosa. Por último,  hágaseles probar las mieles de la fama y devuélvanse a su medio, a su ostracismo, pero ya inoculados contra tentaciones opositoras de cualquier signo.

Quienes evaden impuestos, los que utilizan el poder para destruir prestigios de quienes denuncian sus intereses políticos; los que emplean sus relaciones para corromper autoridades y ganar ventajas de negocios para sí , los que manipulan campañas políticas y han polarizado a la nación; quienes tienen al país postrado porque así conviene a sus ganancias y utilidades, esos mismos vienen ahora a alentarnos para que sigamos "echándole ganas" mientras continúa el saqueo de recursos.

Con la coartada de la Unidad por delante, la televisión se lanza en busca del valor perdido: la credibilidad. Todo, para posicionarse de cara a las próximas batallas, una esencial: la elección presidencial de 2012 y ser, de nuevo, un factor de poder.

Para ello le es preciso recuperar la confianza de los electores, de la ciudadanía. Es menester que, como nunca, con iniciativas como ésta, la gente identifique a la televisión y los medios como parte de sí mismos, de su familia, interesados en sus problemas y en sacar adelante al país, como parte de "los buenos".

Es necesario que la gente crea que se comparten valores, afanes, intereses. Así preparado el terreno, podrá hacerse una mejor labor de zapa cuando se trate de desprestigiar a un candidato, cuando se haga campaña contra quien seguramente se identificará como una amenaza para la unidad y la paz del país. Para denunciar a los extremistas que demanden cambios, a quienes pretendan violentarnos sacándonos de la comodidad que da el ser televidentes.

Para socavar a quienes --outsiders-- se aparten del guión. Para eso se trabaja.

jueves, 24 de marzo de 2011

Cobertura informativa de la violencia

Ordenaditos y unidos. Foto: Notimex

Auspiciado por esa vasta operación política e ideológica encubierta denominada Iniciativa México, más de 700 medios de comunicación y grupos empresariales dedicados al rubro, firmaron el Acuerdo para la cobertura Informativa de la violencia.

Esos "abajo firmantes" se han percatado de que, entre las múltiples derrotas que el crimen organizado le ha infligido a la "estrategia" guerrera de Felipe Calderón, figura la que le ha propinado en el terreno de la comunicación.

La cada vez más extendida opinión ciudadana de que el michoacano ya perdió esa guerra, conduce ahora a los barones de la comunicación a entrar al rescate de la joya de la corona que para esos poderes fácticos representa la presidencia de la República.

De cara a los comicios presidenciales del próximo año, no pueden darse el lujo de permitir que Calderón pierda incluso la guerra mediática. Y no lo hacen por el panista, que desde hace mucho se convirtió en una pieza disfuncional para ellos, sino con miras a la protección de sus posiciones de poder y sus intereses que se manejan por medio de la presidencia, por lo cual no pueden permitir que ésta se desprestigie demasiado ni pierda su carácter cohesionador de esos intereses.

¿Y cómo piensan hacerlo? Mediante la única estrategia que conocen y que les ha dado buenos resultados siempre que se ha tratado de neutralizar a un enemigo: borrándolo del mapa, ignorándo su existencia, volviéndolo invisible. En eso consiste el acuerdo: en hacer que la guerra no exista.

Tras la "borrachera" informativa auspiciada por Wikileaks, que entre otras cosas desnudó las deficiencias del supuesto combate al crimen organizado, nuestros genios de la comunicación responden  en sentido contrario a los aires de transparencia informativa que ese portal alentó: cierran al público  los medios de información, amparados en lo que, a su parecer, es la coartada perfecta: no "hacerle el caldo gordo" a los delincuentes.

Con ese talento que tienen para escamotear los derechos ciudadanos (como el derecho a la información)  sin que parezca un atentado, y antes bien, haciéndose pasar como defensores del interés general, Televisa y el grupo de medios que lidera, advierten que el crimen organizado pone en riesgo la libertad de expresión, pero paradógicamente, a ello se responde silenciándose a sí mismos, es decir, limitando y autocensurando esa libertad.

La génesis

El acuerdo se ha venido fraguando desde hace meses. Desde que algunos intelectuales orgánicos como Héctor Aguilar Camín y Jesús Reyes Heroles plantearon la cuestión de hasta qué punto las noticias sobre la guerra de Calderón constituían una apología de la violencia, y hasta qué punto difundir imágenes o el contenido de las mantas escritas por narcotraficantes convertía a los medios en voceros de esos presuntos criminales.

El asunto tomó forma y fuerza conforme en la opinión pública crecía la percepción de la guerra fallida, y conforme las encuestas fueron reflejando el hartazgo y el rechazo de la población a la estrategia, de la cual la propia población era víctima creciente (los famosos "daños colaterales").

Un antecedente de la estrategia de silenciamiento que se concreta con este acuerdo fue ensayada en el caso del secuestro de Diego Fernández de Cevallos. Televisa, y varios medios con ella, decidieron no informar nada acerca del tema para no entorpecer las negociaciones y salvaguardar la vida del llamado "Jefe".

El contenido

El Acuerdo intenta atacar y desvanecer, la muy generalizada idea --que se ha comprobado conforme pasa el tiempo-- de que el gobierno provocó y es responsable de la violencia. Los argumentos, incluso su fraseo, son similares a los que ya ha utilizado fallidamente la propaganda gubernamental 

a) La violencia proviene de la delincuencia organizada
b) En qué momento se nos olvidó quienes eran los malos
c) Puede discutirse la estrategia, pero no culpar al gobierno por la guerra, pues es su obligación constitucional cumplir y hacer cumplir la ley .
d) Debe quedar claro que la violencia proviene de los grupos criminales.
e) Nueve de cada 10 muertes violentas son resultado de "ajuste de cuentas" (o sea, que como dice el gobierno, "se están matando entre ellos")

La idea de partida es exonerar al gobierno de culpas y responsabilidades respecto del actual baño de sangre y del terror en que vive la población, mediante la repetición machacona de una mentira: que los culpables son únicamente los malos, sin mencionar la parte que le toca al gobierno por haberse embarcado en una aventura sin los instrumentos de inteligencia adecuados, sin la tecnología necesaria, sin un ejército preparado y con la descoordinación de los órganos de seguridad.

De allí se pasa a los 10 puntos que conforman los criterios editoriales del Acuerdo, los cuales incluyen una reprimenda a la estrategia de comunicación seguida hasta ahora por Calderón (pues contribuyó a convertir a los delincuentes en héroes dignos de imitación), el referido voto de censura para no publicar las acciones del crimen organizado y una serie de obviedades acerca del manejo de la técnica periodística que, en otros casos esos medios ahora muy éticos violan flagrante y alégremente, como la obligación de dar contexto a los hechos, que no es otra cosa que explicar sus causas y consecuencias; ubicar los intereses y adscripciones de los declarantes o protagonistas de las noticias, algo de lo que nunca se han preocupado.

En realidad, el Acuerdo parece ser un mensaje que los señores de la comunicación envían a los criminales: "hasta hoy se enfrentaron a un bisoño en el manejo de los medios; pero vienen las elecciones y no permitiremos que nos echen a perder el numerito; ahora se enfrentarán a quienes somos expertos en el arte de la manipulación".

La cargada mediática, esta especie de corporativismo empresarial que tiene todos los visos del populismo que tanto critican los impulsores del acuerdo lleva implícita, además, una descalificación a todos aquellos medios que no se unan a esta "cruzada por México".

Dentro de las frases propagandísticas difundidas hoy durante la transmisión televisiva en que se presentó el Acuerdo, destaca esta: "Unos prefieren mirar al abismo; otros, mirar al cielo", la cual parece especialmente destinada a satanizar a esos medios y a quienes, sin tragarse los garlitos y las coartadas mediáticas, insisten en ver desnudo al emperador.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Calderón: "Mi reino por un caballo"




Felipe Calderón es un peligro para México. Lo es por varias razones, pero destaco su proclividad a salvarse a sí mismo aun a costa del país. Esa actitud lo condujo tras su derrota en las elecciones legislativas intermedias de 2009, a intentar relanzar su gobierno mediante una serie de reformas que él sabía inviables, pero que buscaban salvar su prestigio.


Muchos observadores hicieron notar que esas propuestas llegaban con tres años de retraso. El propio Carlos Pascual, en ese momento embajador de Estados Unidos, al tanto de la maniobra, mandó decir a Washington, según mostraron los cables de Wikileaks, que se trataba de “sueños de opio”, pues no tendrían futuro en un congreso dominado por la oposición.

Y así era, pero lo que Calderón buscaba era recuperar la iniciativa política perdida ante el revés electoral. La derrota que le propinaron los electores fue muy significativa porque basó su campaña en un programa –su guerra contra el narcotráfico-- diseñado precisamente para lograr la aprobación general y para tratar de remontar el déficit de legitimidad que lo persigue desde 2006.

Pero sobre todo, la idea era mostrarse como un presidente que quiso cambiar al país, pero que se topó con un congreso que se lo impidió. La prioridad, como se ve, era salvarse a sí mismo.

Su ansia por obtener algo de reconocimiento para su gobierno y para su persona lo condujo también a comprometer la soberanía nacional y a supeditar los intereses nacionales a los de EUA.

Los informes de Pascual son, en este sentido, reveladores. Según el diplomático, por esos días de 2009 Calderón había estado dispuesto a “ampliar nuestra cooperación dentro del Plan Mérida y a dar pasos decisivos en la frontera” pues “cree que un repentino éxito en la lucha contra el narcotráfico dará un impulso a su situación política”.

En esa obsesión por remontar “su situación política” (de nuevo él como prioridad) no ha dudado en entregar al país y favorecer la injerencia de EUA. Véase al efecto la petición –revelada por Wikileaks-- que en febrero de 2010 formuló Calderón a la secretaria de Seguridad Interior estadounidense, Janet Napolitano, para que el Centro de Inteligencia de El Paso (EPIC, por sus siglas en inglés), interviniera para “pacificar Ciudad Juárez” y “responder a la presión pública de hacer algo por la localidad”.

Las evidencias de cómo Calderón se ha sujetado a los designios de Washington en aras de obtener resultados rápidos que lo salven en su combate al crimen organizado se multiplican: ahí está el caso de la operación Rápido y furioso, o su acatamiento al mandato del Norte para, primero, permitir que diseñara la estrategia en Ciudad Juárez de combate al narcotráfico mediante el ejército y luego, una vez que no funcionó, para acatar la orden de relegar a los militares y sustituirlos por la policía federal, y que incluso el embajador Pascual haya conocido los detalles del repliegue castrense meses antes de que el gobierno lo hiciera público.

Las revelaciones del New York Times sobre los vuelos que realizan en territorio mexicano aviones estadounidenses no tripulados, constituyen una prueba adicional del entreguismo y el vasallaje que Calderón ha permitido que se le imponga a México.

Diversas voces desde el Senado de la República, desde la academia –señaladamente el rector de la UNAM José Narro Robles-- y ONG’s han exigido a Calderón frenar el injerencismo de EU y adoptar una actitud firme en defensa de nuestra soberanía. Se trata de llamados que parecen no asumir el hecho de que ese injerencismo fue y es alentado por el propio ocupante de Los Pinos.

Lo malo para Calderón es que no sólo no se salvó ni a sí mismo (hoy su desprestigio es superlativo y quizá pase a la historia como uno de los presidentes más abyectos que ha padecido México ), sino que ha causado un enorme daño al país al ponerlo de rodillas ante una potencia extranjera.

Y lo peor quizá esté por venir, porque no se sabe qué otros episodios de entreguismo pueda protagonizar el abrumado michoacano en su desesperación por rescatar algo para sí.

Acaso pronto lo oiremos gritar, como el trágico Ricardo III: “¡Un caballo, un caballo. Mi reino (país) por un caballo!”, aunque, a diferencia del héroe Sheakespereano, no lo pedirá para continuar en la batalla sino para huir dejando hipotecado al país. Por eso es un peligro para México.

martes, 22 de marzo de 2011

PRD: los fines y los medios

Una de las frases históricamente más mal interpretadas es aquella atribuida a Nicolás Maquiavelo, según la cual “el fin justifica los medios”. La interpretación ha sido tan torcida que incluso ha derivado en el adjetivo “maquiavélico”, con el que se califica aquello que encierra una maldad intrínseca y que no se detiene ante ninguna consideración de tipo moral o ética para alcanzar sus propósitos.

En realidad, lo que Maquiavelo dijo es que el fin proporciona los medios. Que éstos deben ser acordes con lo buscado. Es decir, que para lograr alguna meta, existen ciertos pasos o procesos lógicos que tengo que cumplir para llegar a ella y que me dicta el propio fin.

Así, si mi objetivo es cursar una carrera universitaria, mal haría en inscribirme en un Conalep. Por principio de cuentas su plan de estudios es terminal, es decir, no equivale a los estudios de preparatoria que son exigibles para ingresar a la universidad. En este caso, el medio que estoy empleando, no se justifica, es decir, no está acorde con mi objetivo. Está desviado de éste.

En cambio, el camino adecuado, según el fin que persigo es cursar el bachillerato. Y este medio me lo está dictando el propio objetivo. Tal es el exacto sentido de la frase del autor de El Príncipe.

Esa confusión conceptual –aceitada por otros intereses políticos y económicos menos intelectuales ni claros-- es la misma que padece el perredismo oficial que el domingo 27 de marzo consultará a la población del Estado de México para determinar si en las elecciones del próximo 3 de julio se presenta coaligado con el Partido Acción Nacional (PAN), con un candidato común.

Para la corriente Nueva Izquierda, mejor conocida como los chuchos, que domina la estructura formal del PRD –aunque ahora con la cuña en el zapato que representa Dolores Padierna, elegida el domingo pasado como Secretaria General del partido en mancuerna con Jesús Zambrano, quien ocupa la presidencia--, la estrategia aliancista (por muy amoral o antiética que resulte para muchos) se justifica merced al fin intrínsecamente bueno que persigue: evitar que el PRI gane las presidenciales de 2012.

Incluso analistas como Dennis Dresser se han adscrito a esa lógica torcida. Plantea Dresser: ¿qué es peor, la alianza o el regreso del PRI con todo lo malo que implica para la democracia mexicana? Sin la alianza, completa su argumento, la victoria del PRI sería contundente. Ni PRD ni PAN podrán ganar solos.

Para empezar, ya vimos que la frase de Maquiavelo no los justifica, porque no es ese su sentido, y segundo, el fin no está acorde con el medio porque en las elecciones de 2012 PAN y PRD enfrentarán separados al PRI, según mandata al segundo el resolutivo aprobado también este domingo por su Consejo Nacional.

Si lo que están demostrando, según ellos, es que el PRI no es invencible, que se le puede ganar y, adicionalmente, están destruyendo la percepción generalizada en el imaginario popular del inevitable regreso del tricolor a Los Pinos; junto con eso, el mensaje paralelo es que eso se puede lograr sólo unidos PAN-PRD.

¿Dónde está pues la lógica de pretender derrotarlo por separado en las presidenciales? ¿Qué elementos hacen presumir a los líderes del PAN y del PRD y a analistas como Dresser que pueden derrotar al PRI separados, cuando únicamente lo han podido hacer cuando van juntos? ¿Qué los hace creer que el elector que votó contra el PRI en su estado –entre otras cosas quizá porque el candidato no fue el adecuado o porque renunció y fue postulado por la alianza— volverá a votar en su contra en las presidenciales, cuando el candidato sea uno con mayor arrastre?

Salvo ese supuesto utilitario de que el PRI es derrotable ¿para qué más habrán servido las alianzas estatales? ¿Cambiará el modelo neoliberal de desarrollo estatal? ¿Los gobiernos aliados traerán más prosperidad y libertad en sus comarcas? ¿Qué postura adoptarán frente a temas como el aborto o los matrimonios gay que los enfrentan a escala nacional, o simplemente dejarán las cosas como están? ¿Qué nuevas formas de hacer política –como pretende la misma Dresser—se inaugurarán, por ejemplo en Guerrero, donde gobernará el ex priísta Ángel Aguirre Rivero?

Se podrá argüir que una elección presidencial es diferente y que la idea es llegar, como insisten en afirmar Manuel Camacho y los chuchos, con la cancha nivelada y no en desventaja desde el inicio.

Sea, pero precisamente porque en una elección presidencial suelen contar factores que no están presentes en una elección estatal, el hecho de que se empiece con la cancha nivelada no significa que estén en igualdad de circunstancias.

Es como si se creyera –como pretendía el demagogo Vicente Fox, siguiendo a Milton Friedman— que con un programa como el denominado “Arranque parejo en la vida” se iban a igualar automáticamente las condiciones y oportunidades de niños indígenas y pobres con los que nacen en el seno de familias adineradas.

Como puede verse, los aliancistas del PRD carecen de razones y hasta de lógica política, de principios, por supuesto. Ocurre simplemente que, en el fondo, su única lógica es, por un lado, pactar con la derecha para mostrarle al grupo hegemónico que se han olvidado de sus radicalismos, de sus pretensiones de cambio social (si es que algún día las tuvieron) y que están listos y son confiables para administrar el poder.

La otra parte de su lógica –y que es consecuente con lo anterior—es evitar y obstruir la opción que representa Andrés Manuel López Obrador, y en esa tarea ya han demostrado que pueden utilizar los mismos medios y métodos utilizados por la derecha para descalificar y tratar de desprestigiar al tabasqueño.

domingo, 20 de marzo de 2011

Carlos Pascual




El retiro del embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, anunciado ayer, es uno de los saldos de las revelaciones de Wikileaks. En ese sentido cabe preguntarse cuántos de nuestros funcionarios, incluido el propio Felipe Calderón, dejarían de ser confiables para la ciudadanía y tendrían que renunciar si la opinión pública conociera los análisis, motivaciones y maneras que utilizan para ejercer el poder y controlar, cuando no para manipular, a la población.

De hecho, las violaciones a la soberanía nacional que ha permitido quien es el primer responsable de defenderla por mandato constitucional –me refiero a Calderón--, así como su postura entreguista y de subordinación ante el gobierno de Estados Unidos, puesta en evidencia por esos mismos cables, harían ya exigible un juicio político y, si fuera el caso, su inmediata defenestración.

Eso sería posible si no viviéramos en una sociedad controlada y adormecida por el poder televisivo –ahora elevado por el secretario Lujambio al rango de verdadera secretaría de educación pública-- conformado y alentado por la corrupción oficial y corporativa, precisamente para brindar esos servicios de conformismo inducido en las masas que así desmovilizadas y desprovistas de liderazgos (cuando surgen son satanizados y desprestigiados por esos mismos medios), son incapaces de reaccionar ante la entrega de su país a los intereses extranjeros.

Aunque Calderón había solicitado al presidente Obama el retiro del embajador Pascual, durante su visita a Washington el 3 de marzo pasado, la dimisión del diplomático de origen cubano no puede considerarse un triunfo de la diplomacia mexicana, como tratarán seguramente de venderlo los corifeos y la prensa asociada al panista.

En realidad, la molestia de Calderón no deriva de su celo por defender a la patria del injerencismo estadounidense –Wikileaks ha mostrado cómo en varias ocasiones el propio Calderón o sus enviados aparecen pidiendo ayuda desesperada a Washington o acatando sus designios, como la sustitución de militares por policías en Ciudad Juárez— sino de su coraje por ver cómo sus esfuerzos eran descalificados y hasta ridiculizados en esos informes a la Casa Blanca.

En efecto, el enojo contra Pascual es porque corrobora lo que aquí siempre se criticó: que la guerra de Calderón contra el narcotráfico carecía de estrategia, que la descoordinación e incluso los pleitos entre Genaro García Luna (SSP) y Eduardo Medina Mora (PGR) impedían el éxito de los operativos; que el ejército no contaba con instrumentos de inteligencia y que incluso sus miembros tenían “aversión al riesgo”; y en fin, que los operativos más espectaculares, como el asesinato de Arturo Beltrán Layva, se debieron a la información proporcionada por la inteligencia estadounidense, más que a las investigaciones de nuestras fuerzas armadas.

En una palabra, lo que Pascual describía era el fracaso total de la guerra calderonista, casi en los mismos términos en que los críticos nacionales lo señalaron desde el inicio de las operaciones bélicas. Por eso se entiende perfectamente aquel “no me ayudes compadre” que le mandó decir Calderón, en la entrevista que ofreció a editores y reporteros de The Washington Post, durante la referida visita de principios de marzo a la Casa Blanca.

En resumen, Pascual había desnudado el fracaso, la confusión, y la debilidad del calderonismo no sólo en la guerra contra el crimen organizado, sino incluso su extravío en otros ámbitos de la política interna.

Recuérdese el cable 09MEXICO3423 fechado el 4 de diciembre de 2009 y publicado por La Jornada el pasado 10 de marzo. Allí Carlos Pascual daba cuenta de lo “abrumado e inseguro” que se encontraba Calderón “acerca de qué ruta seguir para aterrizar sus proyectos políticos”, tras su derrota en las elecciones intermedias de aquel año.

En tales condiciones, el embajador estadounidense calificó como “sueños de opio” el paquete de reformas (fiscal, energética, laboral, educativa, telecomunicaciones y política) que propuso el michoacano para “recuperar la iniciativa”, luego del revés electoral.

La descalificación y la desconfianza que merecen ante los ojos de EUA, los fallidos afanes de su gobierno en casi todos los ámbitos, constituye un duro golpe político para el panista, pues debilitaba aún más su posición interna, al quedar en evidencia la frustración que su ineficacia causa en uno de sus principales aliados.

Imagine el lector el efecto demoledor de estos señalamientos sobre la fortaleza política de Calderón hacia la recta final de su administración, en la que todavía deberá enfrentar los retos de operar la sucesión presidencial y de mantener a su partido en la presidencia.

La dimisión del embajador Carlos Pascual entraña una paradoja: en vez de fortalecer a Calderón merced a un aparente triunfo diplomático, lo dejará expuesto a las represalias encubiertas que Washington adopte vía presiones para conseguir que siga cediendo porciones más amplias de la soberanía.

La factura que le pasará Hillary Clinton por haber tenido que sacrificar a una de sus piezas más apreciadas será, sin duda, muy alta. Veremos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La reforma fiscal de Beltrones


  • Garlito para atrapar contribuyentes
  • Promueve la segregación social de los más pobres
  • Reforma recaudatoria; no favorece el desarrollo económico


La iniciativa de reforma fiscal presentada la semana pasada por el senador priísta Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva del senado de la república tiene muchos bemoles.

Acaso el principal consista en que se trata de una reforma claramente recaudatoria, encaminada a ampliar la base de contribuyentes mediante el garlito de cobrar un IVA de 16 por ciento, y ofreciendo devolver tres por ciento a quienes compren en comercios formales, obtengan una factura y estén registrados ante Hacienda.

La medida apunta claramente a incrementar el número de contribuyentes, pues ya es proverbial que uno de los problemas del país es la baja recaudación impositiva en relación con el PIB, que nos ha colocado como la peor economía de la OCDE en el rubro, con 17.52 % del PIB en 2009, por debajo de Chile con 18.23%, Estados Unidos 23.95% y de Turquía con 24.57%.

No está mal que eso se pretenda, lo criticable es que esa ampliación de la base gravable se siga buscando entre los ciudadanos de medianos ingresos y que para ello se tenga que recurrir a subterfugios como el de la devolución de 3%, y se mantenga la mancha ancha con los grandes contribuyentes, amparados en los regímenes especiales que no toca la iniciativa. ¿Por que no, por ejemplo, se fija el IVA en 13 por ciento y nos dejamos de cuentos?

Pareciera entonces que el mensaje que envía el PRI a los grandes contribuyentes fuera el siguiente: te aumentamos el impuesto sobre la renta a 35 por ciento, pero no te preocupes, mediante los regímenes especiales podrás obtener la devolución de tus impuestos.

Es la misma lógica de, por ejemplo, las cruzadas contra la corrupción de Calderón y los panistas. En aquel caso todo el peso de la ley está orientado a combatir la corrupción de ventanilla, esa en la que el empleado infla por su cuenta alguna factura o presupuesto, pero nada más. La corrupción de las élites permanece intocada.

En la reforma fiscal de Beltrones, se procede con igual lógica: hacer que paguen más mexicanos, quienes sobreviven en la informalidad, para seguir beneficiando a los verdaderamente grandes contribuyentes vía la devolución de impuestos.

La política fiscal es el medio más directo que tiene un país para la redistribución del ingreso, pues el dinero recaudado ha de destinarse a servicios de educación, salud y vivienda que beneficien a los más pobres, y que toda esta inversión vaya estimulando paralelamente el desarrollo económico de la nación.

En México no ocurre así; aquí los impuestos se utilizan para financiar el gasto gubernamental, con lo cual no se invierte en la infraestructura necesaria, los servicios son deficientes y ello hace a los ciudadanos reacios a pagar un dinero que sabe que no será devuelto mediante el gasto social.

Por otro lado, mantener sin el pago del IVA a una canasta básica conformada por los productos que consume la población de menores ingresos (alimentos en estado natural, más carne, pollo, pan, tortilla, harina y atún) es una medida francamente discriminatoria y fatalista.

¿Por qué? Porque amplía la brecha entre lo que pueden consumir los ricos y lo que pueden o, con la nueva ley, lo que estarán condenados a consumir los más pobres. Es decir, la medida propuesta por Beltrones, en vez de contribuir con la redistribución del ingreso, vía impuestos, los pobres vayan superando su condición y alcanzando cada vez mejor calidad de vida, pone un candado real a lo que deben y a lo que no deberán consumir los más necesitados.

Y es que son tales las condiciones de crisis económica y desempleo en el país, que gravar con IVA los productos industrializados, los pondrá en definitiva fuera del alcance de la población de menores ingresos, lo que constituye una suerte de segregación social encubierta.

lunes, 14 de marzo de 2011

Reforma laboral del PRI

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) nos ha obsequiado estos días dos pruebas irrefutables de que los intereses populares no figuran en su agenda, y que su ya celebrado regreso a Los Pinos significará la continuidad de las políticas neoliberales que tanto afectan el bienestar de las familias mexicanas.

Me refiero a las iniciativas de reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) y la de reforma Fiscal, presentadas la semana pasada, respectivamente, por el grupo parlamentario en la cámara de diputados y por el senador Manlio Fabio Beltrones, presidente de la mesa directiva del Senado.

Más allá de los discursos y de la fachada de renovación con que pretende engatusar a los electores, las iniciativas presentadas revelan que, en realidad, sigue siendo un partido esencialmente antipopular, un instrumento –como el PAN— en manos del grupo hegemónico en el poder y por tanto, contrario a los intereses y necesidades de las mayorías.

La iniciativa encaminada a “modernizar” la legislación laboral constituye un arsenal de beneficios y ventajas para los patrones, pero lesivo para los trabajadores, quienes quedan casi sin derechos frente a sus empleadores.

La iniciativa autoriza a los empresarios evadir obligaciones mediante contratos de prueba que permiten despedir empleados sin responsabilidad para la empresa, cuando ésta declare que el solicitante carece de la habilitación para el puesto. De este modo, un buen número de empleados podrá ser echado a la calle, digamos cada tres meses, con lo que se libera a los empresarios de obligaciones derivadas del factor antigüedad, con lo que además se vulnera la estabilidad en el empleo.

Del mismo modo, se amplían los requisitos para declarar la existencia de una huelga, se elimina cualquier mención a la semana de 40 horas, lo que pulveriza la jornada laboral de 8 horas y autoriza notificar despidos a las juntas de conciliación antes que al trabajador.

Se trata, de nuevo, del mismo argumento falaz con que el año pasado se presentó la iniciativa del Partido Acción Nacional: que se protegerán los derechos y permitirá la creación de nuevos empleos, cuando el efecto buscado es tener empleados con bajos sueldos, sin prestaciones ni seguridad social.

A diferencia del blanquiazul, los priístas muestran que están vivas y actuantes sus viejas prácticas corporativas, pues la reforma en cuestión fue pergueñada mediante una negociación previa con el Consejo Coordinador Empresarial que, a cambio de las ventajas obtenidas, mantendrá protegidas las viejas estructuras del charrismo sindical que usufructan las organizaciones gremiales priístas.

Así, con el pretexto de no vulnerar la autonomía sindical, la iniciativa favorece la opacidad que permite todo tipo de corruptelas, al señalar que la obligación de informar sobre la administración del patrimonio de las dirigencias se cumpla en los términos que establezca cada organización.

Una prueba más de la hermandad de proyectos y objetivos que, a despecho de sus riñas electorales de coyuntura, prevalece entre los dos partidos de la derecha, tuvo lugar apenas conocida la iniciativa de reforma laboral del PRI: de inmediato, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social --a cuyo titular, Javier Lozano, se adosó la paternidad de la iniciativa panista rechazada el año pasado—expresó su beneplácito con el proyecto tricolor, pues “se enmarca en el propósito fundamental de contribuir a que nuestro país pueda ser más productivo y competitivo”.

El propio Felipe Calderón se mostró complacido al señalar que esa reforma “permitirá la generación de mejores condiciones de empleo para jóvenes y mujeres y elevará la competitividad”.

Como puede verse, el PRI –que hace un año reaccionó furibundo contra la iniciativa panista—ahora presenta una versión similar, apenas maquillada, porque seguramente cree llegado el momento de empezar a sentar las bases para su retorno al poder, mediante la aprobación de leyes que le servirán para apuntalar el modelo económico neoliberal, sin los costos políticos que le significaría hacerlo una vez en el gobierno.

Mañana nos referiremos a la reforma fiscal propuesta por Beltrones.





miércoles, 9 de marzo de 2011

La política del absurdo

Los mexicanos nos relacionamos con la política como espectadores en una sala de cine o en un espectáculo teatral. Sabemos que en la pantalla o sobre el escenario discurre una ficción. Pero establecemos lo que los semiólogos llaman un contrato de verosimilitud: para vivirlo, para emocionarnos y hasta para disfrutarlo tenemos que hacer como si lo que se nos ofrece fuera real y novedoso.

En estos días, por ejemplo, asistimos ya con mayor fuerza que en los meses pasados al espectáculo puntual de cada seis años: la danza de partidos y sus seguros o presuntos candidatos para disputarse la presidencia del país.

El espectáculo --aunque tiene su atractivo porque en el juego de estrategias lo que cuenta son las señales, los signos-- es en general bastante chafa por previsible. La sociedad, ausente de todo proyecto y obligada a jugar el papel de espectadora, se entretiene en observar y tratar de descifrar los movimientos, los dichos, las insinuaciones de los protagonistas.

Los medios de comunicación recuperan el papel que, en realidad, siempre han tenido: no el de adalides de la libertad de expresión y el derecho a la información, sino el de correas de transmisión de la élite política. Es decir, el espacio privilegiado a través del cual esa clase política, los grupos de poder intercambia mensajes crípticos que los observadores, columnistas, editorialistas se encargarán de descifrar para el consumo popular. Es otro más de los valores entendidos de nuestra democracia.

El espectáculo, como digo, empieza a intensificarse y los signos se multiplican aunque, como también dije, es bastante corriente. Por el lado del PRD, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador se disputan la nominación.

Resulta obvio que están distanciados, que es falso aquello de que será candidato aquel que se encuentre mejor posicionado en las encuestas al momento de la decisión. Pero recurren al contrato de verosimilitud para que el respetable les crea, acaso porque en los cálculos políticos, de ellos o de sus estrategas, no conviene que ya desde ahora se aprecie la ruptura, la colisión que ya se produjo.

Los signos son inequívocos: ante los embates del tabasqueño contra las alianzas que respalda Ebrard, éste endurece su discurso y declara a un periódico que en este momento superaría a AMLO en una encuesta de popularidad. Y fue más allá al contrastar el estilo de liderazgo que cada uno representa: el suyo, dijo, es moderno y escucha a la gente. Ya no se detuvo en calificar el estilo de AMLO, pero el contraste estaba hecho.

Otra señal de su rompimiento: interrogado en Univisión por el periodista Jorge Ramos respecto si hubo fraude en 2006, Ebrard evadió diciendo: hubo múltiples irregularidades, después elogió la decisión de Calderón de enfrentar al crimen organizado.

De modo que la ruptura ya es pública y notoria, pero ellos, pésimos histriones, actúan como si no fuera así y pretenden que se les compre esa apariencia, confiados en que el público sabe agradecer siempre tales esfuerzos, pues, como recordaba Arreola: "paga por ver una pulga vestida; y no tanto por la belleza del traje, sino por el trabajo que ha costado ponérselo".

En el PAN un día Calderón declara que el candidato del partido podría ser algún no militante. De inmediato las conjeturas: se refirió a Juan Ramón de la Fuente. Otros, más sagaces, interpretaron que aludió al secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix Guerra, quien no pertenece al partido.

Los panistas reaccionan contra el dicho presidencial. Después, para que ese choque de posiciones no se lea como lo que es, una división, introducen un matiz. Sabedores de que en política jamás hay que parecer ni derrotado ni dividido, aunque así sea, por voz del diputado Javier Corral arguyen que el partido siempre ha estado abierto a la ciudadanía y que el ciudadano presidente se refería a esa situación.

Los presidenciables blanquiazules toman el salvavidas y, dado que no pueden discrepar abiertamente de la opinión de su jefe Calderón, ni aceptar sus dichos porque equivaldría a reconocer que no tienen "patas para gallo", empiezan el control de daños mediante una reinterpretación a modo de lo afirmado por Calderón: "sus palabras responden a la historia de apertura del PAN a los ciudadanos"; otros niegan lo evidente: "no hay contraposición entre el presidente y el partido, pues somos un partido de ciudadanos, que siempre ha estado abierto a las candidaturas externas".

Calderón fue muy claro, pero los panistas no se dan por aludidos y empiezan a reinterpretar el sentido de las palabras originales de modo que no parezcan sobajados. Un verdadero teatro del absurdo.

Notoriamente, a partir de la declaración de Calderón, tanto Josefina Vázquez Mota, coordinadora de los diputados panistas en el Congreso, como Alonso Lujambio, secretario de Educación Pública, aceptan abiertamente --antes evitaron reconocerlo-- que buscarán la nominación de su partido para las presidenciales. No tuvieron más remedio. No vaya a ser que Calderón también se vaya con la finta de que nadie en el PAN aspira y tenga, como ya advirtió, que voltear hacia afuera.

Como se ve, la política mexicana sigue siendo una impostura, una gesticulación, un espectáculo en el que todos sabemos la verdad, pero los políticos actúan, y dejamos que lo hagan, como si nadie la supiera; nos proponen un imposible contrato de verosimilitud porque viola una condición esencial: el espectador nunca debe intuir el desenlace.

Así, nuestro teatro político resulta un espectáculo deplorable. Lo malo es que nos creemos espectadores de una farsa, cuando en realidad, somos protagonistas de una tragedia.

¡Que no se nos olvide!

martes, 8 de febrero de 2011

Carmen Aristegui



Carmen Aristegui se ha convertido en la periodista más incómoda y asediada de nuestro país. Polémica, inteligente, punzante, incisiva, es la segunda vez en el actual sexenio que es echada de un noticiario.

En enero de  2008 salió de Hoy por hoy de W Radio en virtud del proceso de "renovación y actualización" de la estación, según comunicó la propia empresa, en ese lenguaje impoluto y neutral con el que en este país se pretende siempre ocultar motivos políticos inconfesables.

Esta vez los dueños de MVS noticias adujeron violaciones a un fantasmal código de ética de la estación que, por definición, debiera ser conocido por todo el auditorio, pero que (but of course) nadie ha visto nunca. Por casualidad --preguntemos de paso-- ese código ¿no incluye, como también debiera, un apartado sobre el derecho a la información de la audiencia, violado sin más por la radiodifusora?

A Carmen Aristegui se le acusa de dar calidad noticiosa a un rumor sobre las presuntas aficiones etílicas de quien gobierna desde esa casona a la que la maledicencia popular ya ha rebautizado como Los Vinos.

Si se revisa la emisión correspondiente, se verá que no fue así. La periodista lo que hizo fue pedir que se aclarara oficialmente de una vez por todas si esa especie es cierta o no. No se trata de un asunto menor, ni fue un ataque a la vida privada de nadie, pues como dijo la propia comentarista, en todas las democracias modernas, la salud de quien está a cargo de las más delicadas decisiones de un país es un tema de interés público y no --agregamos nosotros-- de seguridad nacional como pretenden hacerlo ver los intereses que aún regentean nuestro aldeanismo.

¿No acaso fue la propia Hillary Clinton --como nos lo ha hecho saber Wikileaks-- quien al asumir su cargo como Secretaria de Estado de EUA, pidió informes sobre cómo influye el estres de Calderón en su toma de decisiones? ¿O si éste era un pensador o un simple burócrata? Si a una funcionaria extranjera le importan ese tipo de datos es porque en su aparente nimiedad resultan trascendentales ¿Por qué los mexicanos deberíamos ignorarlos?

En todo caso el episodio pone en evidencia, con meridiana claridad lo que ya se sabe: que la nuestra no es una democracia, que la tal transición no fue más que una impostura y que, en consecuencia, la figura presidencial no puede ser objeto y debe seguir vedada al escrutinio público, acaso porque encarna  el entramado de privilegios, intereses y corruptelas en que se resume eso que aquí se llama sistema político y al que hay que defender a muerte.

Y como no hay crimen perfecto, las huellas de quienes indujeron el cese de Aristegui no tardaron en aparecer. Alejandra de la Sota, vocera de la presidencia se apresuró a "aclarar" que no habían interferido en la decisión. Que a ellos MVS sólo les había avisado. ¿Por qué debía hacerlo? ¿Por qué MVS, en una inusual conducta, tenía que notificar a Los Pinos el cese de uno de sus conductores de la barra de noticias?

En realidad son muchos los poderes fácticos para los que Carmen Aristegui resulta una comunicadora molesta y que en esta hora deben estar celebrando la decisión.

Por lo pronto está fuera del aire uno de los pocos espacios que escapaban al férreo control que Calderón ha decidido imponer a la sociedad mexicana de cara a su próxima operación política destinada a mantener la presidencia, lo cual incluye no sólo la presencia del ejército en las calles, sino la aniquilación de quienes pudieran ser obstáculo en ese objetivo, llámense Andrés Manuel López Obrador (a quien se pretende disminuir vía las alianzas y pactos con los chuchos y con Marcelo Ebrard), o los medios electrónicos que cedan espacios a la crítica, vía la amenaza del retiro o no refrendo de concesiones, o los medios impresos, atados por el manejo a discreción de la publicidad oficial.

Por lo demás, la pregunta sigue en pie: "¿Tiene o no problemas de alcoholismo el presidente de la república?"

martes, 1 de febrero de 2011

¿En qué creen los mexicanos?

La Encuesta Mundial de Valores (WVS, por sus siglas en inglés) de 2005-2007 mostró algunos hallazgos interesantes acerca de los valores y creencias básicas de los mexicanos, las cuales es preciso revisar por sus implicaciones políticas de cara a los próximos comicios presidenciales y en el contexto de la estrategia de shock aplicada por Felipe Calderón con el pretexto de su guerra contra el narcotráfico.

Con los resultados de la WVS, Ronald Inglehart --profesor de Ciencia Política en la Universidad de Michigan y coordinador mundial de la Encuesta-- y Christian Wenzel trazaron un mapa cultural del mundo (Modernization, Cultural Change and Democracy. New York, Cambridge University Press, 2005: p.64 based on the World Values Survey).

 Se trata de un cuadrante construido a partir de dos ejes: en el vertical se ordenan los valores tradicionales (religión, respeto a la autoridad, familia y nacionalismo) y los valores seculares-racionales.

El eje horizontal se divide en valores de supervivencia (escasez, bajo sentido de bienestar subjetivo, seguridad física y fisiológica) y valores de autoexpresión (calidad de vida, libertad, autonomía, derechos de las personas). La siguiente gráfica ilustra cómo se distribuyen los países en ese mapa de acuerdo con sus valores.

Los países ubicados arriba a la derecha son las democracias avanzadas, en las que predominan los valores secular-racionales y de autoexpresión. Los países más pobres se ubican abajo a la izquierda; son sociedades tradicionales en las que predomina la cultura de la escasez (valores de sobrevivencia).

Para mayor abundamiento, la división entre valores tradicionales y valores seculares-racionales refleja el contraste entre sociedades en las cuales la religión es muy importante y aquellas en las cuales no lo es. Un amplio rango de otras orientaciones se relacionan con esta dimensión de valores.

Por ejemplo, las sociedades más cercanas al cuadrante de los valores tradicionales enfatizan la importancia de la relación padres-hijos, la deferencia hacia la autoridad, la familia tradicional y rechazan el divorcio, el aborto, la eutanasia y el suicidio. Estas sociedades tienen altos niveles de orgullo nacional y de nacionalismo. En cambio, las sociedades con valores seculares-racionales tienen preferencias opuestas en todos estos renglones.

Inglehart encontró evidencia de que la orientación cambió de valores tradicionales a secular-racionales en casi todas las sociedades industrializadas.

Por otra parte, las sociedades con valores de autoexpresión dan alta prioridad a la protección ambiental, toleran la diversidad y plantean demandas como la participación en la toma de decisiones en la vida política y económica. Estos valores también reflejan una gran tolerancia hacia grupos marginales como los migrantes, gays, lesbianas y respecto por la equidad de género.

Todo lo anterior va acompañado de un elevado sentido de bienestar subjetivo que conduce a una atmósfera de tolerancia, confianza y moderación política. Esto, a su vez, produce una cultura en la que la gente aprecia la libertad individual y la autoexpresión, que son precisamente los atributos que la literatura sobre cultura política define como cruciales para la democracia.

En el mapa cultural del mundo, México se ubica como una sociedad tradicional, aunque más orientada a los valores de autoexpresión, casi al mismo nivel que otros países sudamericanos y en el mismo cuadrante que Estados Unidos, aunque éste menos tradicional y más autoexpresivo.

El investigador Alejandro Moreno, del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), elaboró un mapa cultural específico de México, a partir de la referida Encuesta Mundial de Valores y de la encuesta de valores Banamex 2003 (Véase "El cambio en los valores y las creencias de los mexicanos: proyectando la trayectoria futura" en México 2010. Hipotecando el futuro, Érika Ruiz Sandoval, editora, Taurus, México, 2010).

En ese mapa, Moreno encuentra que entre 1981 y 1990 los valores de los mexicanos dieron un vuelco: se alejaron de los valores tradicionales hacia los valores propios de la modernidad, pero de 1990 a 2005, y señaladamente a partir de 1996, la orientación cambió nuevamente hacia los valores tradicionales.

El autor explica que este movimiento refleja un aumento principalmente en tres indicadores: los mexicanos dan más importancia a Dios en su vida personal, crece el nacionalismo y se manifiesta mayor deferencia hacia la autoridad.

Si se revisan los hechos de ese periodo se verá que son los años de crisis política y económica; los años en que los valores de la globalización trastocaron todos los referentes del ciudadano común. En efecto, en 1994 ocurrieron en México dos magnicidios (los asesinatos del candidato del PRI a la presidencia de la república, Luis Donaldo Colosio, y de quien se perfilaba como el líder de la mayoría priista en el Congreso, José Francisco Ruiz Massieu).

Antes, en el primer minuto de ese año se registró el levantamiento armado del EZLN en Chiapas, lo cual azoró a una sociedad que creyó superada la etapa de los movimientos armados. Todavía más: al inicio de 1995 y como producto del llamado "error de diciembre" el país vivió una de sus más crudas crisis económicas de su historia. Cientos de trabajadores perdieron su empleo y otros tantos vieron desaparecer en minutos un patrimonio forjado en años.

Acusiada por todos estos hechos, algunos de ellos inéditos, la sociedad mexicana experimentó una regresión hacia los valores tradicionales. ¿Cómo se explica este fenómeno? Por el hecho de que en momentos de crisis y desajustes, en vez de tratar de modificar el estado de cosas para superar las causas de los problemas, la gente tiende a rechazar los cambios. Se torna más conservadora.

Al no encontrar salidas o soluciones a sus problemas cotidianos se aferra a su fe religiosa y, paralelamente, se vuelve más respetuosa de la autoridad establecida. El fenómeno ha sido corroborado a escala continental.

En Lo que queda de la izquierda (Taurus, 2010), libro que escribió y coordinó con Jorge G. Castañeda, Marco A. Morales se sorprende de que en los años 90 del siglo pasado, los latinoamericanos se reorientaran ideológicamente hacia la derecha, en una década en que vivieron la crisis del peso en México (1994-95), la crisis asiática (1997), la rusa (1998) y sus catastróficos efectos en la región.

Como ha hecho notar el psicólogo social John Jost, citado por el propio Morales, investigaciones recientes han encontrado un fuerte respaldo a la noción de que los individuos tienden a volverse más conservadores y a identificarse con la derecha cuando enfrentan amenazas extremas o se encuentran en situaciones de crisis.

Este es el resultado de la necesidad psicológica de los individuos para enfrentar la incertidumbre y la amenaza. Si este es el caso, apunta Morales, los latinoamericanos debieron ser menos conservadores una vez que estas condiciones de crisis política, económica y social fueran aminorando.

Coincidentemente, añade, eso es justamente lo que se observó durante la primera mitad de esta década. De ahí que los latinoamericanos hayan optado por gobiernos de izquierda. Es decir, superada la emergencia y con otra perspectiva pudieron optar por gobiernos menos conservadores.

Aunque en cuestiones sociales es difícil acogerse a determinismos, bien podría conjeturarse --a la luz de la evidencia disponible-- que el estado de shock en que se encuentra actualmente la sociedad mexicana, a causa de la crisis económica, así como la confusión y el terror inducidos por la guerra de Calderón contra el narcotráfico y el crimen organizado, con sus secuelas de sangre, muerte, violencia y atropello a los derechos humanos, bienm podría estar acentuando la regresión de la sociedad hacia posturas políticas e ideológicas más conservadoras.

Y acaso ese sea uno de los "efectos colaterales" buscados por el establishment en México: que el miedo inhiba los cambios, como no sean los cambios cosméticos (el PRI en vez del PAN, por ejemplo).

Desde esa perspectiva, opciones electorales reformistas, como la que encarna el movimiento ciudadano de Andrés Manuel López Obrador (considerada como vociferante y radical) no tendría oportunidad de triunfo en 2012, pues millones de electores --indigentes ideológicos y materiales, además de amedrentados por la inseguridad-- optarían por acogerse a lo que juzgan como seguro: el viejo PRI, la otra cara de la derecha en el poder, o por una izquierda light, que resulte de una eventual alianza entre el PAN y el PRD.

En ese sentido puede afirmarse que si la campaña sucia y de miedo que se enderezó contra AMLO en 2006 fue de unas semanas, ahora se ha extendido todo un sexenio con el ejército en las calles.

En un contexto como el descrito, la estrategia electoral y el discurso de la izquierda en 2012 deberá tener en cuenta el factor de los valores (para entonces ya estarán disponibles los resultados de la Encuenta Mundial de Valores 2010) y la subjetividad de los mexicanos. Si se abandonara o descuidara este aspecto de la contienda podrían lamentarlo.

La derecha y los poderes fácticos que la acompañan están muy al tanto de estos factores. No en balde, entre los proyectos de Televisa para este año --según adelantó Emilio Azcárraga Jean el pasado 24 de enero en el noticiario de Joaquín López Dóriga-- figura la difusión de una serie de cápsulas en las que se pondrán de relieve "nuestras tradiciones", empezando por la fiesta de la Candelaria en Tlacotalpan, Veracruz.

Véase el cóctel de ingredientes: tradición y religiosidad por un lado; confusión y miedo por otro: la pinza perfecta con la que el conservadurismo intentará imponerse en 2012.

viernes, 28 de enero de 2011

Televisa y Wikileaks

Es bien sabida la red de protección informativa que tiende Televisa en favor de quien en México encabeza la pirámide del poder formal: el presidente de la república. Esa protección se traduce en términos prácticos en una operación de desinformación en contra de una vasta porción de televidentes que tienen a ese como el único medio de relación con el mundo.

En televisa se puede criticar a diputados y senadores, gobernadores, partidos políticos, líderes sindicales, pero nunca al Presidente, acaso porque su figura encarna el gran acuerdo de gobernabilidad conformado por todo el entramado de intereses, privilegios, impunidades y corruptelas tejidos alrededor de los poderes fácticos y el grupo hegemónico del que forman parte y que en conjunto se conoce como sistema político.

El tácito acuerdo pactado por quienes mandan en el país de mantener intocada la figura presidencial se cumple diariamente en los noticieros del duopolio televisivo (que incluye a TV Azteca) y notoriamente en el espacio nocturno de Joaquín López Dóriga.

Las revelaciones de Wikileaks de miles de despachos de la diplomacia estadounidense, dadas a conocer el pasado mes de noviembre han incluido algunas notas sobre México. Ninguna de esos contenidos ha sido formalmente desmentido ni por la cancillería de EUA ni por los funcionarios mexicanos involucrados, incluido el propio Felipe Calderón.

Lo que revelan esas filtraciones son datos duros, hechos noticiosos que sin embargo no han sido valorados como tales por Televisa que no los ha dado a conocer en su noticiero estrella.

El auditorio de la televisora no sabrá que Calderón, contraviniendo lo dispuesto por la Constitución, solicitó la intervención extranjera (EUA) para pacificar Ciudad Juárez, Chihuahua. Tampoco sabrá que al asumir como jefa de la diplomacia estadounidense, Hillary Clinton solicitó informes sobre cómo afecta el nivel de estrés las decisiones de Calderón o si éste era un hopmbre de ideas o un simple burócrata.

Tampoco sabrán el modo como Calderón conspira junto con EUA en contra de algunos regímenes de latinoamérica o que su guerra contra el narcotráfico adolece de un aparato de inteligencia confiable, por lo que no su acción es ineficaz y casi siempre tardía.

Nada de eso existe porque la consigna es proteger a Calderón, blindarlo porque esos consorcios saben que al hacerlo se blindan ellos mismos y sus negocios.

martes, 25 de enero de 2011

Clinton en México



La visita de unas horas que realizó ayer a México la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton fue una visita para la galería, sí, pero también plagada de signos. En el entramado de mensajes cifrados y simbólicos que constituyen la compleja maquinaria con que Estados Unidos ejerce su dominio sobre el mundo importan mucho las formas.

Así, para la jefa de la diplomacia estadounidense era una asignatura pendiente, tras las revelaciones de Wikileaks --aunque primero lo hizo en Asia y Europa a fines del año pasado, como para dejar en claro en donde están sus prioridades-- externar personalmente y de cara a la comunidad internacional un claro apoyo a la guerra contra el narcotráfico que lleva a cabo en México Felipe Calderón.

Lo anterior sobre todo después de los memorandums diplomáticos revelados por WikiLeaks, en los que se exponen duras críticas de EUA a la descoordinación con que el ejército y la marina enfrentan el problema, a la falta de un aparato de inteligencia eficaz y a las claras muestras de debilidad, incapacidad y entreguismo dadas por el propio Calderón al solicitar la intervención de ese país para pacificar Ciudad Juárez.

La intervención pública de Hillary Clinton no podía sino ser un espaldarazo inequívoco a la guerra que Calderón desarrolla aquí, entre otras cosas porque se trata de una guerra ordenada, diseñada y planeada por el propio país del Norte, aunque operada aquí por un ineficaz Calderón.

Se trata, como han señalado entre otros el periodista Carlos Fazio, de una estrategia de doble vía: una guerra para regular el control de las rutas y los mercados de la economía criminal y, a la vez, una guerra de contrainsurgencia y de control político-social militarizado, local, regional y nacional, aderezada con una estrategia encaminada a generar confusión y terror en la población, mientras que por otro lado se avanza en la privatización silenciosa de la electricidad, el petróleo, las telecomunicaciones y otros recursos estratégicos.

Por eso está en el interés de EUA seguir en esa estrategia de consolidación de su dominio sobre el territorio mexicano, de ahí que Clinton se declare fan de Calderón y enzalce su supuesto liderazgo, de ahí también su nada velado anuncio de que sin importar qué partido gobierne en 2012 la estrategia debe continuar, y de ahí, en fin, su cuassi orden de que pese a los costos "no hay otra alternativa".

Así pues, su presencia ayer aquí tuvo un triple propósito, en ese orden: enviar un mensaje a los cárteles que disputan las ganancias, legales e ilegales, de las trasnacionales estadounidenses, acerca de que continuará la guerra por mercados y rutas; reforzar la maltrecha figura de Calderón ante el ciudadano común que cada vez cree menos en el panista; y apaciguar un poco la incomodidad que causaron en Los Pinos las revelaciones de Wikileaks.

sábado, 15 de enero de 2011

La izquierda en América Latina



Ya desde el propio título --Lo que queda de la izquierda (Taurus, 2010)-- el libro escrito y coordinado por Jorge G. Castañeda y Marco A. Morales, resulta una descalificación anticipada a los partidos, movimientos y gobiernos de América Latina que se inscriben en ese flanco del espectro político.

En realidad, el volumen constituye un alegato en favor del capitalismo democrático liberal y de quienes desde la izquierda se avienen a sus dictados y en contra de la izquierda "vociferante" que propugna por un cambio de ese modelo.

En ese contexto hay una permanente predisposición crìtica y hasta denigratoria contra la llamada izquierda vieja, radical y tradicional que busca modificar las relaciones sociales preconizadas por el capitalismo, dentro de la cual se identifica a países como Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, cuyos proyectos se hacen ver como inviables, casi una locura.

En cambio, se alaba lo que se identifica como izquierda moderna (Brasil, Chile, Uruguay), aquella que para ser viable como gobierno se alinea a los valores neoliberales, la que abdica de su ideología para asimilarse al mundo real; la que se adapta al sistema, acepta sus reglas, entra al juego de intereses y que, por eso mismo ha resultado exitosa.

Tales son las coordenadas en que se inscriben los 11 ensayos del volumen escritos por autores como José Merino, Patricio Navia, David Altman y los propios Castañeda y Morales, entre otros.

Todos los autores se sienten cómodos con las izquierdas reformistas, las que se pliegan al dominio del mercado, las que emprenden modificaciones, pero sin exceder los límites del neoliberalismo. Aquellas que ponen el énfasis en disminuir la desigualdad y la pobreza, las que aplican programas sociales sin pretender modificar el esquema de dominación establecido por la globalizción imperante, que han renunciado a "estridencias" como el nacionalismo y que además se llevan pragmáticamente bien con Estados Unidos (Cfr. p. 215).

Jorge Castañeda lo resume de este modo: "Si la izquierda de la región persevera en el camino de la sensatez y moderación, de la democracia y el mercado, de la inserción en el mundo real y del rechazo a las quimeras tropicales --en obvia referencia a Hugo Chávez, Andrés Manuel López Obrador y a Raúl y Fidel Castro-- puede contribuir enormemente a ese cambio del mundo real" (p.13).

Y sin embargo, la animadversión personal --diríase enfermiza-- del ex secretario mexicano de Relaciones Exteriores contra la izquierda de todo signo lo conduce a la mofa y al escarnio.

Por un lado, se burla de la izquierda que se ha plegado al capitalismo y sus reglas para llegar y mantenerse en el poder.

Escribe: "Ninguna de las izquierdas exitosas en América Latina hoy pretende hacer la revolución, y todas por tanto violan el apotegma castrista: 'El deber de todo revolucionario es hacer la revolución'.

"Si para llegar al poder la izquierda debe abdicar de su obligación de hacer la revolución, ¿qué acaso no abdica al mismo tiempo de su deseo y compromiso de reducir...la desigualdad...?

"...renunciar a la revolución no equivale a aceptar sumisamente el estado permanente de las cosas?" (p. 11)

Al mismo tiempo, desacredita y denosta a la izquierda que no acepta "sumisamente el estado permanente de las cosas" y que se propone desterrar al capitalismo. Esto por no respetar los valores democráticos, lo cual equivale a abandonar el modelo democrático liberal para darle poder directamente al pueblo.

Así, la postura de Castañeda ante la izquierda se parece mucho a aquel silogismo igualmente condenatorio que propugnaba:
Si la Biblioteca de Alejandría guarda entre sus libros al Corán, hay que quemarla por inútil (porque otras bibliotecas también lo tienen). Y si no tiene el Corán, entonces hay que quemarla, por impía.
Derrotado por la evidencia de que más de la mitad de los países de Latinoamérica --dos tercios de la población-- están gobernados por la izquierda, Castañeda no tiene otra opción que reconocer que esa tendencia política, "que muchos creían (entre ellos él mismo, por supuesto) al borde de la extinción al día siguiente de la caída de Berlín (sic), se encuentra, a primera vista, gozando de muy buena salud" (p. 284).

No obstante, se apresura a aclarar que ello no significa que la población que eligió esos gobiernos haya dado un vuelco hacia la izquierda. Antes bien, esgrime una explicación a la vez cínica y tranquilizadora para conciencias como la suya y para el statu quo capitalista, de cuyos intereses es un claro aliado y defensor.

Con el fin de la Guerra Fría --explica-- Estados Unidos ya no tenía motivos para temer el desarrollo del socialismo en la región que desafiara su seguridad nacional. Y por lo tanto tampoco había razones "para impedir que la izquierda se convirtiera en una fuerza política legítima.

"Era natural --prosigue-- que el ejercicio democrático en una región plagada de pobreza e inequidad llevara al poder a partidos con una propensión neta a atender esos problemas" (p. 36).

En todo caso, sostiene que no hay peligro para los intereses capitalistas, pues los gobiernos de izquierda que buscan una transformación de fondo son sólo cuatro (Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Venezuela), y en los primeros dos casos --celebra-- "la transformación ha sido modesta".

"Pero incluso si consideramos a Bolivia y Ecuador como naciones donde se haya en marcha una 'revolución', se trata, en tres de los cuatro casos, de naciones muy pequeñas, empobrecidas y de escasa proyección regional".

Aparte de los fantasmas con que parece luchar denodadamente Castañeda, el volumen se completa con estudios de caso en que se revisan las condiciones que han llevado al poder y las políticas seguidas una vez en él por los partidos de izquierda en Brasil, Chile, Uruguay, Venezuela y Perú, y se revisa la evolución de la izquierda en México.

El historiador estadounidense John Womack Jr, escribió en el prefacio de su libro Zapata y la revolución mexicana: "Este es un libro acerca de unos campesinos que no querían cambiar y que, por eso mismo hicieron una revolución".

Parafraseándolo, algo similar podría afirmarse de este trabajo de Jorge G. Castañeda: Esta es la historia acerca de un intelectual mexicano que odiaba y temía a la vez, el avance de la izquierda en el continente y que, para exorcisarlo, escribió este libro.